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martes, 26 de mayo de 2009

ERROR DE VAMPIRO

ERROR DE VAMPIRO
JUAN MARINO
...
Una cacería poco frecuente y con elementos poco convencionales se gestó, luego de una semana de
verdadero terror, hacia las inmediaciones de un pueblo de ignorado nombre y ubicación: Esteban
Ubricic, el vampiro humano, huía de sus perseguidores después de cometer su quinto asesinato
consecutivo; huía bordeando el rocoso acantilado que caía vertical hacia el mar y, gracias al temor
que la cruz portada por sus perseguidores le infundía, a cada paso iba ganando notoria ventaja.
¾¡Es inútil, no lo alcanzaremos! ¾exclamó con angustia el jefe de policía que, sin duda alguna,
ya no estaba en forma para una actividad semejante.
¾Por lo menos ya sabemos que es Ubricic ¾agregó otro de los perseguidores, cuyo atuendo
dejaba entrever un estátus social privilegiado respecto a los otros, quizá uno de los pocos
terratenientes que aún quedaban en aquellas apartadas y casi ignotas regiones¾; ya lo atraparemos.
Regresemos al pueblo.
¾Destruiremos el sepulcro de Ubricic para que no pueda refugiarse en él a la salida del sol
¾indicó el sacerdote que los acompañada enarbolando la cruz¾. Es la única forma de acorralarlo.
¾Pues hagámoslo ahora mismo. No podemos correr ningún riesgo, padre ¾dijo el terrateniente.
¾¡Sí, sí! ¡Destruyamos el sepulcro! ¾coreó la multitud.
Mientras tanto, el vampiro continuaba su huida. El acantilado iba descendiendo hasta terminar en
una pequeña playa, y corrió hacia ella sin perder un segundo. Momentos más tarde, muy cansado, se
dejó caer sobre la fina arena. Por la ubicación de la luna en el firmamento calculó que serían las dos
de la madrugada y, mientras el sol no despuntase, estaría a salvo.
¾Debo encontrar un sepulcro donde descansar cuando amanezca ¾se dijo con resignación, pues
sabía que lo primero que sus perseguidores harían sería destruir su tumba en el cementerio local.
Entonces, mientras observaba hacia el tranquilo mar a través de estrecha bahía, vio un velero
emergiendo entre la diáfana bruma y cuya silueta se destacaba a medias gracias a la luz de la luna.
Sus labios se contrajeron en una sonrisa de satisfacción que dejó al descubierto sus largos y temibles
dientes.
Agazapado entre los rocas, estuvo observando la silenciosa maniobra del barco y le llamó la
atención que, a esas horas, un navío de semejante calado estuviese en aquél sitio. Pero muy pronto
en su mente surgió la explicación más obvia y simple aunque, quizá, no por ello la más acertada:
¾¡Contrabandistas! ¡Ja, ja, ja! ¾se entusiasmó el vampiro¾. ¡Estoy salvado! Ahí encontraré
refugio y… alimento.
Acto seguido, lanzando una risilla satánica digna de un individuo demente, la bestia se lanzó al
mar. La distancia a cubrir no era demasiado extensa y nadó rápidamente hacia el velero, tratando de
no ser sorprendido por alguno de los tripulantes.
En pocos minutos llegó hasta el navío y, recién en aquel momento, el vampiro humano se
sorprendió de lo profuso de la iluminación para ser un barco de contrabandistas. Sin embargo, ya
estaba ahí.
Evidentemente, nadie había oído su llegada. Trepó con rapidez por una soga que pendía de uno de
los masteleros y saltó a la cubierta, agazapándose de inmediato. Hasta ese momento todo marchaba
bien. Rápidamente se ocultó dentro de uno de los botes que había a estribor y que estaba cubierto
con una gruesa lona húmeda. Aquél sería un buen refugio; permanecería en él hasta que se
presentara la oportunidad para deslizarse hacia una de sus bodegas. Entonces, en el silencio de la
noche, algo le llamó la atención. Fue el pesado caminar de un par de pies calzados con botas
claveteadas; pero también sintió algo más… Le pareció que el velero se ponía en movimiento. Sin
embargo, no escuchó el habitual fragor de las maniobras, como tampoco lo había escuchado en la
distancia al llegar el velero. Atisbó intrigado desde su escondite y se respondió una de sus
inquietudes: sí, efectivamente, el navío navegaba a una velocidad sorprendente. Otra vez volvió a oír
los pesados pasos de algún marinero; quizás el que estaba de guardia sobre cubierta. De pronto, los
pasos se detuvieron junto al bote donde él se ocultaba y una sensación de placer lo invadió…
«¡Sangre a mi alcance! ¾pensó¾. ¡Alimento!»
Acto seguido, cuando el marinero retiró con brusquedad la lona, las zarpas del vampiro humano
se lanzaron de inmediato hacia su cuello. Pero, ante su asombro, sólo pudieron asir el aire porque…
allí no había cuello, ni tampoco carne, ni sangre, ni siquiera marinero alguno.
Lanzando una violenta e irreprimible exclamación, mezcla de ira y temor, Ubricic abandonó su
refugio y entonces los vio… Era una tripulación heterogénea y silenciosa; habían entre ellos
uniformes de todas las épocas y, además, aquellas figuras eran translúcidas.
Diáfanos e inexpresivos rostros le observaban con indefinido mirar, pero sin manifestar una
evidente curiosidad. Sin duda, no era primera vez que un visitante abordaba el barco oculto entre las
sombras de la noche; tampoco sería la última. Le observaban como esperando una reacción… que no
tardaría en llegar.
Con ojos desorbitados, la angustia reflejándose en su rostro y con una terrible duda en su mente al
recordar una vieja historia, recorrió el velero de punta a cabo hasta detener la mirada en el nombre
del navío…
¾¡Caleuche! ¡El Caleuche! ¡Nooooooooo!
Lanzando un último alarido de espanto, se dejó caer sobre un barril y luego al suelo. Acababa de
comprender el error, su último error: estaba en un buque fantasma, tripulado por fantasmas…
fantasmas que carecían del único alimento que le permitiría sobrevivir a Esteban Ubricic… ¡Sangre!
* * * * * * *
Cierta vez, por ser quien soy, estuve en este buque fantasma y vi el esqueleto de un hombre, el de
Esteban Ubricic, que había muerto de hambre.
F I N

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