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viernes, 29 de junio de 2007

LOS TEMPLARIOS-HIJOS DEL SOL // RELATO HISTORIA-FICCION

LOS TEMPLARIOS



HIJOS DEL
SOL


RELATO DE HISTORIA FICCION, SOBRE UN TEMA, EN QUE NADIE HA LLEGADO A DAR UNA RESPUESTA SEGURA, SOLO ESPECULACIONES, LO RELATADO AQUI, AUNQUE LAS PERSONAS, SITIOS, Y SITUACIONES, SON ACORDES CON LA HISTORIA, ES UNA TEORIA MAS, DE LO QUE NOSOTROS LLAMARIAMOS :"CABALLEROS DEL TEMPLE" , LOS TEMPLARIOS



LOS CUATRO ELEMENTOS

Lleva el hombre en su genética
impresos los cuatro elementos
pero lo olvidó en su memoria
con el transcurrir de los tiempos.
Quiso el Creador poner Agua
para que emanaran sentimientos.
Poner Viento en la memoria
y que surgieran los pensamientos.
Sumarle Tierra para darle forma
y crearle con ella un cuerpo.
Por último le regaló su Fuego
haciéndole creador de otros cuerpos
y siendo creador como Él
se expandiera en el Universo.
Pero lo olvidó el hombre en su memoria
y si no lo recuerda a tiempo
actuarán fuera en la Tierra
actuarán dentro en el cuerpo
son nuestra memoria genética
son los Cuatro Elementos.





LOS TEMPLARIOS

Para Payen de Mondidier, aquel día no
era distinto de los que habían construido
su feliz infancia. Hijo de caballeros,
de posición acomodada. Desde su nacimiento,
parecía que su vida respondería a lo que de su
rango y posición se esperaba de él. Primero,
escudero de alguno de los caballeros del
Conde de la Champagne y luego, si su valor y
sus méritos eran suficientes, sería nombrado
con el mismo rango que su padre. Con el
tiempo la Tierra Santa le daría la gloria o la
muerte a las que todo buen cristiano aspiraba.
Transcurría el año 1005 de nuestro Señor.
Payen contaba con dieciséis años. El mes de
Febrero resultaba extremadamente frío en
aquellas latitudes de Francia. El jergón de
lana, en la precaria cama, albergaba un
cuerpo bien formado. Atlético y bien entrenado
para el combate. Las cacerías de lobos y jabalíes,
habían conseguido crear todo un guerrero,
preparado para cualquier contienda, pero
Payen no estaba listo para el mundo del
sueño, el terror nocturno y para enfrentarse a
los fantasmas sin cuerpo, sin lógica y sin
sentido.
Aquella noche vio algo absolutamente trascendente
que impulsaría toda su vida hacia un
objetivo obsesivo y glorioso. El sueño era tan
profundo y tan intenso, que de ninguna
manera podía separar el tiempo y el espacio.
El ser que veía era él, pero no en esta época,
sino dos mil años antes.
Era un templo en Egipto. En el sueño sabía
que era Menphis. Tenía cerca de cincuenta
años, alto, delgado y con un aire reverente.
Emanaba una gran sabiduría.
- ¡Despertad; despertad!.... Han robado el
templo….! Despertad !



****


Mi nombre iniciático fue Homet-Nut. Tuve el privilegio de ser admitido en La Fraternidad
Solar, que creara en su día el faraón Akenatón. Tanto yo, como mis setenta y un hermanos,
juramos servir los valores de los Hijos del Sol, a través de los tiempos, en las
diversas reencarnaciones que se nos asignaran en la Tierra, por los señores del Karma.
Se me ofertó y adquirí el compromiso de revelar el conocimiento.
Fui el guardián del Ojo Sagrado de Ra y se me programó con la facultad de mirar hacia atrás en
los Registros del Tiempo.
Por esto me ha tocado asomarme a este momento, contando cuanto puede ver mi espíritu.
En un determinado estado de conciencia, soy un ser atemporal. Y como en una gran pantalla,
veo acontecimientos, percibo sensaciones y revivo situaciones, en las que los miembros de la
Fraternidad Solar, se han visto envueltos, a través de la Historia.



Los sacerdotes y los ayudantes del templo
comenzaron a correr entre las columnas. El
tesoro compuesto de piedras preciosas y de
los viejos papiros de la antigua dinastía no
estaban. Los trabajadores hebreos, capitaneados
por Maser (Moises) se los habían llevado.
Las lágrimas y el miedo a la reacción de los
dioses hacían que los sacerdotes pasaran de
la alarma al pánico. Luego, el sacerdote
comenzó a sentir rabia y desde el mundo
onírico, esa rabia se alojaba en las carnes y la
conciencia del joven Payen.
Este sueño recurrente aparecía con diversas
modalidades y con más lujo de detalles cada
noche en la vida del aspirante a caballero. El
19 de Febrero, fecha de su cumpleaños fue
cuando comenzó el tormento, pues al sueño
del robo del templo se le asociaron otros tantos
extraños y al parecer conectados entre si.
Payen comentó estas obsesiones a su padres
y al sacerdote de la aldea de Montdidier, pero
tan solo arrancó alguna que otra sonrisa
comprensiva, además de reproches por
dedicar su tiempo a cosas del diablo.
En sueños se le aparecía un ser que decía
llamarse Laiin. Era casi vaporoso, como si no
tuviera cuerpo. Se trataba de una especie de
entidad que con ojos muy expresivos, parecía
tener una luz brillante en el entrecejo. Como si
fueran tres los ojos y no dos.



- Yo soy Ra, el antiguo Dios, que fui adorado
en Egipto. En los primeros tiempos de aquel
pueblo, yo y otros tantos seres venidos del
cielo tomamos cuerpo entre vosotros y os
entregamos la cultura, el tejido, las tradiciones
y la ciencia que constituyó el legado cultural de
vuestro pueblo.



Este ser se aparecía en los primeros momentos
del sueño nocturno y le abandonaba en los
primeros esbozos del despertar matutino.
Devuelve lo que pertenece a mi pueblo - repetía
Luiin dentro del sueño en forma obsesiva -
Con el tiempo, Payen aprendió a moverse en
el sueño e interaccionar en el mismo; es decir,
respondiendo, moviéndose, contestando a los
personajes que se asomaban en el mismo.



- ¿Que quieres que devuelva y donde lo
encontraré?
Pero Luiin tan solo le respondía:
- ¡Cava…cava….Busca en el suelo ¡




Imágenes nocturnas fueron creándole obsesiones
y miedos. Sus padres comenzaron a
preocuparse cuando comprobaron como a
Payen le daba por cavar como un loco en las
proximidades de la torre donde vivían. Y no
pudieron sino reprenderle cuando los agujeros
comenzaron a aparecer en el propio patio de
armas.
¿Qué locura se había apoderado de su
querido hijo? No podían hablar con el sacerdote,
puesto que el Santo Oficio intervendría y
esto podía llevar consigo la vergüenza familiar
y el encarcelamiento y la tortura del propio
Payen. En aquel tiempo, estos comportamientos
se atribuían a las posesiones diabólicas y
esquizofrénicas, enajenados y maniacos
salían mal parados por la intervención "divina"
de la Inquisición.
A lo largo de los cuatro años siguientes, los
sueños, percepciones y meditaciones de nuestro
aprendiz de caballero, le habían creado una
segunda personalidad. No sabía bien si era un
sacerdote egipcio o un guerrero de su tiempo.
No sabía si vivía en Francia o en Egipto. No
sabía si su existencia se daba dos mil trescientos
años antes del tiempo que los calendarios
señalaban en su aldea. Con el tiempo,
aprendió a vivir con estas dos personalidades,
pero en silencio, sin trascender nada hacia
fuera. Aprendió a vivir en una especie de
mentira, que ahorraba el dolor a sus padres y
la vergüenza y el insulto de sus convecinos.



LA FRATERNIDAD SOLAR





Mientras en Francia la vida transcurría entre
sonrisas y lágrimas, entre calmas y tempestades.
Pero en otra unidad espacio temporal,
las actuaciones eran
muy diversas: La
Fraternidad de los
"Hijos del Sol" compuesta
por seres diversos,
de todos los rincones
de nuestra Galaxia
estaban elaborando un
plan, que movilizaría
diversas lógicas, personas
y recursos.
Para los que llegan a
este relato sin haber
tenido acceso a los
anteriores, diré que la
Fraternidad de los
"Hijos del Sol" fue un
compromiso establecido
por seres iluminados
en el tiempo de
Akhenaton; el faraón
hereje. Este faraón
había desafiado a los
sacerdotes y a los antiguos
dioses egipcios,
creando el culto al
único y verdadero Dios, Aton (Ra). De una u
otra manera, pretendía unificar en un solo culto
a todos los hombres, quitando a los intermediarios;
es decir, evitando la intervención de los
sacerdotes.
Pero su plan se había intentado en una sociedad
inmadura, supersticiosa y con multitud de
tabúes. Por otra parte el ejército y los poderosos
sacerdotes de Amón, habían conspirado
contra él y finalmente su aventura se había
visto proscrita, para volver de nuevo a las viejas
tradiciones.
La Fraternidad de los Hijos del Sol, compuesta
por iniciados terrestres y seres extraterrestres,
se había juramentado para que a través de las
siguientes reencarnaciones, se persiguiera en
forma pacífica, y mediante la inteligencia y la
iluminación, la sinarquía; es decir, la unión de
todas las razas, pueblos y seres vivos sobre el
planeta Tierra. Pero esta sinarquía pasaba por
la destrucción de los dioses, ídolos y tradiciones
religiosas, para dar paso a un dios que
vive en cada animal, en
cada objeto, en los corazones
de los seres
humanos. Y este dios
no podía ser aceptado
por los cultos que tienen
a dioses antropomórficos
o encarnados en
seres humanos. Es por
esto que la Fraternidad
de los Hijos del Sol
sigue aún hoy actuando
desde el anonimato y
desde las sombras para
perseguir su sagrado
juramento, que liberará
al hombre de las
supersticiones, de los
miedos, de los cielos,
infiernos y purgatorios.
Volviendo a Francia y en
los primeros años del
segundo milenio. La
Fraternidad Solar había
elaborado un plan de
acción que comprendía
la inserción de sincronizadores magnéticos en
diversos caballeros, escogidos de las mejores
y más nobles familias del país galo, para que
mediante su intervención, se ensamblaran
valores culturales entre oriente y occidente.
En aquel tiempo, las primeras cruzadas ya
habían producido sangrientas guerras por la
conquista de los lugares sagrados y en
Jerusalén el rey Balduino II, gobernaba en
forma precaria sobre un territorio cristiano,
rodeado de multitud de mahometanos, que en
igual medida, pretendía quedarse con dichos
territorios.
Se trataba de avanzar en la sinarquía, haciendo
que una casta espiritual, liberada de los
dogmas cristianos y otra mahometana, en igual
medida iluminada por valores trascendentales,
tomaran contacto y se renovaran los compromisos
establecidos por ambas hacia miles de
años. Pues también entre los musulmanes
existían seres iluminados, que fueron conocidos
con posterioridad como sufitas, que bebieron,
con caballeros templarios de los mismos
valores y principios sinárquicos y espirituales.
¿Qué son los sincronizadores magnéticos? Se
trata de pequeños trasmisores de diversos
materiales; desde metálicos, hasta etéreos o
de plasma, que en forma visible o invisible,
seres venidos de las estrellas; nuestros padres
genéticos, han implantado desde el principio
de los tiempos en profetas, iniciados y sabios,
con el fin de acelerar la evolución de la raza.
Es fácil ver su intervención, si vemos cómo en
la Biblia, se habla de unas extrañas "lenguas
de fuego" se posaron sobre los apóstoles, y el
espíritu santo bajó desde entonces sobre ellos,
dotándoles del don de profecía, del milagro y
de la xenoglosia (facultad de hablar en lenguas
diversas y desconocidas para el sujeto). Con
estos pequeños implantes, las entidades superiores
pueden programar la vida y las inclinaciones
del contactado. En esa misma medida,
pueden inducir visiones, sueños o imágenes,
acompañadas de sensaciones.
Nueve caballeros en el mismo tiempo, comenzaron
a percibir sensaciones extrañas. Se trataba
de un puzle, que en cada uno, por si solo
no tenía sentido, pero si en su conjunto. Solo
faltaba ponerlo en contacto y esto se produjo
en forma natural, debido a los acontecimientos
que estaban a punto de suceder.



HUGO DE PAYNS



Los cruzados, que habían guerreado contra los
sarracenos al mando de Hugo de Vermandois,
hermano del rey Felipe I de Francia, regresaban
a su patria después de un sinfín de heroicas
batallas por las que se habían recuperado
grandes extensiones de terreno en manos de
los mahometanos. Los niños y las mujeres
jóvenes que salían a recibirles gritaban de
alegría. Unos y otras soñaban con abrazar a
sus héroes o a sus futuros maridos. No había
en todo el mundo cristiano más honra que
haber servido en los ejércitos cruzados, que
liberaban los lugares santos de los infieles.
Uno de estos cruzados era Hugo de Payns,
que contaba entonces con veinticinco años.
Natural de Troyes, tenía un cierto parentesco
con el conde Hugo de la Champagne. Junto a
él cabalgaba como infatigable amigo, André de
Montbard. Ambos valientes, jóvenes y soñadores.

El Conde Hugo de la Champagne preparó una
fiesta fastuosa de acogida. A dicho festejo
acudieron los nobles, el obispo de Troyes y un
joven y brillante monje, llamado Bernardo de
Claraval. Este monje, que en su día fuera
elevado a la santidad como San Bernardo era
a su vez sobrino de André de Montbard.
También el joven Payen acudió a la reunión.
Durante varias semanas se narraban las
leyendas y las batallas de los cruzados. El
joven Payen, ensimismado y atónico con lo
que allí se contaba, deseaba enrolarse cuanto
antes en los cruzados. Todos los jóvenes de
las nobles familias deseaban alistarse. Era
como una fiebre colectiva.
Un joven llamado Godofredo Bisson, de noble
linaje, entabló sincera amistad con Payen. Fue
a través de sus frecuentes conversaciones
cuando se disparó la fiebre colectiva de acontecimientos
aparentemente fortuitos, pero
perfectamente orquestados por la Fraternidad
de los Hijos del Sol, actuando en la sombra.



- Llevo soñando desde hace meses, que busco
un tesoro en la tierra y me levanto fatigado
pues me paso toda la noche cavando. - dijo
Godofredo -




Payen saltó del taburete como si un resorte
automático le disparara. Las luces de las
candilejas de aceite y el fuego de la
lumbre del fogón, llenaban la atmósfera
de la sala de escuderos.



Aquellas palabras descuidadas de
Godofredo hicieron replicar a Payen:
- Yo también tengo la misma pesadilla.
Sueño exactamente lo mismo
que tu. Pero además veo que no soy
yo mismo, sino un sacerdote
Egipcio.
- ¿Un sacerdote egipcio?
- Si, un sacerdote. Y veo los templos,
los palacios y las gentes que vivían
en ellos. Sueño con un robo que
se hace en palacio y la vergüenza
que siento es inmensa.
- Esto es cosa de brujos -dijo
Godofredo- ¿No estaremos poseídos
por el diablo?
- ¡Cállate insensato! El Inquisidor
está con los caballeros y puede
escucharnos.



Durante horas Payen y Godofredo,
hablaron sobre sus pesadillas, su mundo onírico,
sus miedos y esperanzas. Pero su conversación
trascendió a otros jóvenes que al pie de
la lumbre escuchaban fascinados.
A la semana siguiente, un caballero armado
con varios escuderos fueron a la búsqueda de
Payen. El miedo se apoderó de él. Sin duda
sus fantasías habían desbordado el límite de la
discreción y ahora mismo sería amonestado o
quizás algo peor.
El castillo del conde Hugo era la construcción
más grande y lujosa de aquellos parajes.
Payen fue llevado a la presencia del conde,
pero éste no estaba solo. Otros tantos caballeros,
algunos cruzados y dos monjes estaban
sentados en una gran mesa a la luz de las
velas. También estaba Godofredo Bisson. Por
la sonrisa de su amigo dedujo que la cosa no
era tan grave. El conde tomó la palabra:
- Joven Payen; hemos sabido de tus sueños y
de tus percepciones. Deseamos que nos los
cuentes. No tengas miedo. No pretendemos
acusarte de nada ni denunciarte ante el Santo
Oficio. ¡Habla con tranquilidad; te escuchamos!
Payen relató todo cuanto le había pasado en
los últimos años. Todos estaban en profundo
silencio. Los ojos de los presentes se arqueaban
y se abrían asombrados. Al parecer lo que
estaba narrando despertaba en los presentes
un vivo interés.
Hugo de Payns, el héroe recién llegado de
Tierra Santa, tomó la palabra:
- Hermanos míos; no cabe duda. Todo se
confirma. El Espíritu Santo ha hablado a cada
uno de nosotros en un lenguaje claro,
simple y sencillo. Todo parece encajar.
Debemos debatir y tomar una
decisión.
La reunión duró veinticuatro horas
ininterrumpidas. Al parecer todos y
cada uno de los presentes había recibido
en sueños, en percepciones y en
intuiciones, las mismas o parecidas
vivencias que Payen.
André de Montbard abrió unas alforjas
raídas de cuero negro y puso sobre la
mesa unos pergaminos viejos.
Algunos de ellos estaban desgastados
y roídos por sus extremos. Los había de
tela y de cuero. Estaban escritos con caracteres
extraños, que ninguno de los presentes
podía leer. Eran pergaminos que habían sido
capturados a los sarracenos y que a su vez los
rabinos judíos habían traducido para los cristianos.
Esas traducciones hablaban ni más ni
menos de que "El Arca de la Alianza" traída por
Moisés desde Egipto estaba escondida en
algún lugar de Tierra Santa y probablemente
bajo tierra. El conde dijo:
- Debemos traducir todos los pergaminos y ver
si son auténticos. He solicitado la ayuda del
santo hermano Esteban de Harding, prior
mayor de la Orden del Cister, para que nos
ayude en esta tarea.
El monje que hasta entonces había permanecido
en silencio tomó la palabra:
- Si efectivamente podemos encontrar el "Arca
de la Alianza", estaríamos ante el mayor
descubrimiento de la Historia del Hombre. Se
trata de la reliquia más importante de la
Cristiandad. Pondré a mis hermanos a trabajar
en las traducciones. Pero necesitaré ayuda de
los rabinos judíos pues ellos son más expertos
que nosotros. Habrá que avisar al Santo Padre
para obtener su permiso y por supuesto, hasta
que esto se confirme deberemos hacer votos
sagrados de silencio.
- Contad con ello. No reparéis en medios. Yo
haré venir de Toledo a los más famosos traductores
y reclamaré de mis parientes y amigos la
ayuda necesaria -dijo el conde-
El otro monje; Bernardo de Claraval, replicó a
su vez:
- Hoy mismo enviaré emisarios al Santo Padre.
Ahora; hermanos míos; en nombre de Cristo,
deberemos realizar ante la cruz el voto de
silencio que requiere esta situación.
Tomó el Crucifijo de madera que colgaba sobre
su pecho y lo puso sobre la mesa. A continuación
los presentes: el Conde Hugo de
Champagne, Esteban Harding, Hugo de
Payns, Godofredo de Saint-Omer, André de
Montbard, Archambad de Saint-Aigman, Payen
de Montdidier, Godofredo Bisson, el caballero
Condemaro, el caballero Rolando y Hugo
Rigaud, pusieron la mano derecha alrededor
del crucifijo.
- ¿Juráis por El Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, guardar silencio de lo que aquí se ha
hablado? -Dijo Bernardo-
- ¡Juramos!
Finalmente Payen de
Mondidier podía descansar.
No estaba loco. Todo
formaba parte de una lógica
superior. La aventura
se perfilaba y el reto de
descubrir la sagrada reliquia
le producía un entusiasmo
desbordante.
Al mes siguiente, Payen
de Montdidier y
Godofredo Bisson fueron
nombrados caballeros por
el Conde Hugo de la
Champage. Por otra
parte, Esteban Harding
ordenó a Bernardo de
Claraval que asumirá la
dirección del proyecto y le
donó unos terrenos donde
comenzó a construirse
una abadía.
Pasó año y medio hasta que se determinó con
exactitud que parte de los pergaminos aludían
inequívocamente al Arca de la Alianza. Todo
parecía indicar que se encontraba bajo las
ruinas del templo de Salomón. Dicho templo
había sido destruido por los persas y vuelto a
reconstruir, con menos esplendor en tiempos
de Ciro II. Para volver a ser destruido por el
emperador romano Tito. Tan solo se conservaba
un muro (hoy llamado muro de las lamentaciones)
y además sobre la superficie de dicho
templo se levantaban dos mezquitas y la sede
del palacio del Rey de Jerusalén, Balduino II.
Todos estos hechos que en principio parecían
hilados y sin incidencias, no fueron tan fáciles.
Las múltiples reuniones que se hicieron
normalmente en el castillo del Conde Hugo,
perfilaron y establecieron las diversas personalidades
de los caballeros y por supuesto importantes
diferencias.
- Yo creo que he vivido en otras vidas como
sacerdote egipcio - dijo Payen -
- Y a mí me ha sucedido lo mismo. He visto
Egipto antiguo y tengo la seguridad de que yo
también he vivido allí -replicó Godofredo
Bisson-
- ¿Pero qué blasfemia
estáis diciendo? -Gritó
Bernardo de Claraval- No
existe la reencarnación.
Después de muerto,
vamos al infierno o al cielo
y todos seremos juzgados
al final de los tiempos.
Todos resucitaremos con
nuestros cuerpos. Solo
existe una vida. Sin duda
vuestra formación religiosa
es pobre y blasfema.
Payen y Godofredo se
sonrojaron. Todos los presentes
afirmaron con sus
severas miradas las palabras
de Bernardo. Sin
duda la inmadurez de
ambos caballeros se
debía a su juventud y a no
ser hombres religiosos. Bernardo de Claraval,
era sin duda uno de los teólogos más jóvenes
y brillantes de la iglesia y nada ni nadie podía
oponérsele en estas materias.
Pero Archamband de Saint-Aigman, inquieto
por la polémica y de mayor edad que los dos
jóvenes, terció a su favor diciendo:
- ¿Pero cómo va a ser posible que un ser que
nace, tarado, pobre y sin cultura, sea juzgado
en igual medida y modo que un noble, rico, cultivado
y con una vida regalada? ¿Qué clase de
justicia se aplica en el cielo?
Todos los presentes se volvieron asombrados
por las tremendas palabras de Archamband.
Pero éste, antes de callar, prosiguió con más
vehemencia:
- Imaginad un ser desgraciado, sordo, pobre y
que la vida le lleva a robar para comer. Si a última
hora no recibe el sacramento de la confesión
se va al infierno. Es decir, vivió un infierno
en su vida material y luego le toca otro en la
vida del mas allá. Por el contrario otro ser
noble, que viola, mata y roba, con una vida
regalada, sin desgracias y con toda clase de
satisfacciones, es absuelto en última instancia
por el sacerdote y va al cielo. ¿Pero cómo
puede ser esto posible? ¿En que lógica cabe?
- ¿Pero qué clase de cristianos sois? -Replicó
Bernardo- Ciertamente vuestras blasfemias
deben surgir de vuestra ignorancia. Tendréis
que retractaros de cuanto albergan vuestras
mentes; pues aunque estamos atados por
juramento, yo no toleraré tales blasfemias. La
doctrina de la iglesia es clara y estas afirmaciones
las castiga con la muerte.
El pánico se apoderó de todos, pues sabían
cómo se las gastaba el Santo Oficio. Payen,
reaccionó con rapidez diciendo:
- Está claro que todos nos sometemos a la
Iglesia y a vuestra autoridad padre. Yo solo
hablo de sueños y el mundo del sueño es
engañoso. Probada está mi rectitud moral y la
de mi familia y mi asistencia a los santos
oficios.
- Y nosotros también somos cristianos confesos
-anunciaron Godofredo y Archambad-
Hugo de Payns, que iba perfilando como el
líder natural del grupo, terció enseguida,
llevando concordia a la discusión.
- Me costa que todos somos obedientes a la
Santa Madre Iglesia y que nadie reniega del
credo de la misma. De ahora en adelante, os
ruego que estas conversaciones no tiñan
nuestras reuniones de enfrentamientos y de
pecados.
Bernardo se calmó. Pero aquella discusión
final, cerraba un capítulo cotidiano de dudas,
mezcladas con fanatismo y misterio religioso
que se alojaba por doquier en la mente de los
caballeros. Sin querer se habían formado dos
grupos: por un lado Payen, Godofredo de
Bisson y Archamband y por otro el resto de los
caballeros. Se había perfilado inequívocamente
la autoridad espiritual de Bernardo de
Claraval, tanto por su brillantez como teólogo,
como por el tremendo miedo que inspiraba un
monje de la Iglesia. El que permanecía más
neutral y más conciliador era Hugo de Payns, y
este carácter, le daría finalmente el título de
Gran Maestro de la Orden del Temple.
Payen y sus dos hermanos espirituales más
afines, se reunieron en solitario. Hablaron de
su mundo interior, de sus percepciones, de sus
miedos. Y por supuesto desde ese instante
emplearon la astucia y el silencio como armas
defensivas que les preservaban de la duda y
del recelo de los otros caballeros. No era tanto
un problema de traición, o de falta de camaradería,
sino de una tremenda diferencia de
inteligencia espiritual. Al fin y al cabo toda
sociedad humana adolece de las mismas
virtudes y de los mismos errores.




CONTACTO CON LOS DIOSES


El frío se metía por los huesos. Ni el ganado, ni
los sirvientes asomaban la cabeza por miedo a
que la terrible nevada les sepultara. En el mes
de Enero y en el Noreste de Francia, el invierno
puede someter al enemigo más feroz o al
más audaz de los caballeros. Payen consumía
su tiempo frente al fuego de la chimenea.
Cuanto más se empeñaba en leer los escasos
textos religiosos que llegaban a sus manos,
menos comprendía. En aquel tiempo la iglesia
castigaba severamente a quien leyera sin permiso
del Obispo, cualquier texto sagrado,
incluido la Biblia. Por otra parte eran escasísimos
los que sabían leer. Este arte, se reservaba
para los monjes y unos pocos caballeros y
nobles de la región. Afortunadamente Payen
contó con un tutor versado en Medicina.
Botánica y Astrología, y había aprendido con
creces a leer en latín y en su propio idioma
autóctono. No le eran ajenos los vocablos en
alemán, incluso se atrevía con el castellano.
Pero su maestro tuvo que escapar de Troyes
para refugiarse en Alemania, dado que fue
denunciado al Santo Oficio por brujería y no le
quedó otro remedio que salir corriendo para
salvar su vida. Sin duda Payen había asumido
como normal, ciertas enseñanzas, que pasaban
por ser heréticas. Sobre todo cuanto tuvo
que contrastarlas con los otros caballeros y por
supuesto con Bernardo de Claraval.
Tanto con Godofredo como con Archembaud,
la comunicación era fluida, y hermanarse por el
conocimiento, que no por el miedo o la imposición,
genera lazos inmortales.
Pudo ser el constante diálogo con sus dos
hermanos, o por el clima que se establecía en
sus alocados y atrevidos pensamientos de
aventura, que todos ellos crearon además de
fantasías conscientes; sueños y percepciones
inconscientes que, además de invitarles a ir a
Jerusalén, les ubicaban miles de años atrás en
el viejo Egipto. Los tres pensaban sin lugar a
dudas que habían vivido en aquel tiempo y que
el destino les llamaba para hacer una misión
reparadora.
Las caprichosas formas violáceas de las llamas
consumían con lentitud los troncos de
encina, a la vez que el sueño se apoderaba
poco a poco de Payen. Todos los seres vivos
de la gran casona estaban dormidos. Eran las
tres de la madrugada. En un preciso instante
una luz fulgurante y de tonos plateados entró
por la pequeña ventana de la estancia, golpeando
los ojos casi cerrados de nuestro héroe.
Se sobresaltó, hasta el punto de caerse del
taburete de cuero donde estaba sentado.
¿Estaba en una de sus repetidas visiones?
Poco a poco fue tomando conciencia de que
estaba en cuerpo y alma frente al fuego y que
aquel resplandor veía de fuera.
Se asomó a por la ventana y se quedó petrificado
puesto que una Luna brillante parecía
haberse caído del cielo y su brillo era cegador.
Pero al instante comprobó que no era la Luna,
puesto que sobre su cabeza, estaba Selene
grande, hermosa y seductora. ¿Qué clase de
magia era aquella?.
La cegadora esfera dejo de brillar y fue adaptándose
hasta tomar la forma de un plato o
escudilla de comer invertida. Sin duda era
magia que el diablo le enviaba por tener pensamientos
heréticos.


- ¡Sal fuera! Payen…! ¡Sal fuera!
La voz era tan intensa, tan próxima que volteó
la cabeza ante la posibilidad de que hubiese
entrado su padre o alguno de los sirvientes.
- ¡Sal fuera! Payen...¡Sal fuera!


Esta vez pudo deducir que la voz venía de la
esfera, incluso un extraño sentimiento le
empujaba a salir y acercare a aquel enorme
plato invertido.
Pasado el primer impacto emocional, y apelando
al hecho de que ningún caballero puede
tener miedo. Puso una gruesa capa sobre sus
hombros y en forma sigilosa, para no llamar la
atención, salió a la campiña. El miedo le atenazaba.
Temblaba todo su cuerpo. Comenzó a
sentir nauseas. El sentido común le invitaba a
volverse a la mansión, pero sus piernas, movidas
por un extraño resorte, le llevaban hacia la
luz. Miles de pensamientos comenzaron a voltear
por su cabeza; ¿Y si era el diablo? .... ¡Los
ángeles no pueden ser, por que llevan alas!.....
¿Y si me raptan?
Cada paso que daba la agonía crecía, pero a
pesar de todo, la inercia del movimiento le
empujaba sin querer a acelerar el paso.
Faltaban diez metros y la luz del plato luminoso
se volvió de un verde brillante que no dañaba
a los ojos. Fue entonces cuando un rayo de
luz amarillo salió del artefacto y finalmente perdió
la conciencia. Fueron décimas de segundo,
pero al impactar el rayo en su cabeza, pensó
que se había muerto, puesto que comenzó a
sentirse como en la Gloria; plácido, tranquilo y
consciente.
A continuación se vio en una estancia repleta
de luz blanca. Unos seres altos, de una belleza
perfecta, casi andrógina, con cabellos plateados
y ojos de una plenitud inenarrable le sonreían.


En su cerebro escuchó:
- Nuestro saludo hermano; Hijo del Sol. No
estás soñando, ni estás loco. No somos enviados
del que tú llamas Diablo. Somos tus hermanos
del espacio.
Payen se maravillaba puesto que no movían
sus bocas y a pesar de todo les escuchaba nítidamente.
- Hemos venido para recordarte tu compromiso
con nosotros y el juramento que hiciste en la
Fraternidad para recuperar el "Ojo de Ra". Tú
eras su guardián en el tiempo de nuestro hermano
Akenatón y de su hijo Maser (Moisés).
Fue robado del templo y ya es hora de que
retorne donde debe estar, pues la ceguera del
ser humano en este tiempo no puede hacerle
acreedor a tal joya espiritual.


Las palabras estaban impulsadas de imágenes
que se precipitaban en su cerebro.
Y en el cerebro de Payen se dibujaron como en
una película escenas del tiempo antiguo: Se
vio en otra vida siendo el mismo faraón
Tutmosis IV. El abuelo mismo de Akenatón.
Este faraón que murió joven, envenenado por
los sacerdotes de Amón, había sido visitado
por los señores del cielo antes de ser nombrado
faraón. - Si quitas la arena que cubre la
esfinge, te haremos faraón -le dijeron- Y efectivamente
contra todo pronóstico, Tutmosis, hijo
de una esposa secundaria subió al trono, al
haber fallecido todos sus hermanos. Payen
comprendió entonces que su rebeldía ante el
clero, ante el dogma y ante el fundamentalismo
religioso, le venía de entonces. Pues fue él
quien comenzó el plan para instaurar una idea
monoteísta, iniciando el culto a Atón, que ter-
minaría por culminar Akenatón.
Luego se vio en la siguiente reencarnación
como sacerdote a cargo del ojo de Ra. Vio en
la misma escena como el ojo de Ra, era una
piedra roja traída por Horus, desde Orión, que
puesta sobre la frente del iniciado, producía
visiones directas, aumentaba la telepatía y la
telequinesia. Esta piedra era de uno de los
Sistemas Solares de dicha constelación.
Fueron los pobladores de Orión, los que intervinieron;
entre otros, en la siembra genética de
los seres humanos sobre la Tierra.
Pero lo que le produjo más asombro fue ver a
todos los caballeros de este tiempo, reencarnados
en el mismo escenario de Egipto y en el
mismo tiempo. Casi todos los que ahora querían
descubrir el Arca de la Alianza, eran curiosamente
los que habían robado en el templo,
tanto los papiros, como las piedras preciosas y
el mismo Ojo de RA. Sin duda se trataba de
algo kármico. La ley del karma no perdona, y lo
que se había hecho miles de años antes mal,
debía ser restituido en este tiempo. No era
casual, por tanto que todos estos caballeros
estuvieran juntos y con un mismo propósito.
La experiencia en si no era tan importante
como la profunda sensación de sentir la atemporalidad
del ser humano. La vida del hombre
es cortísima. El espíritu vive en muchas vidas.
Reencarnar es una exigencia del propio espíritu
para aprender. Pero el ayer y el hoy son una
misma entidad, casi el mismo tiempo. El sentimiento
de inmortalidad era tan fuerte, que comprendió
qué efímera era la vida y las emociones
pasajeras de la materia, comparada con la
trascendencia del ego en otras vidas, en otros
tiempos, en otras galaxias, con diversos cuerpos,
distintas circunstancias y diversas habilidades.
Otra de las sensaciones extraordinarias
era comprobar, que en el acto más oculto, más
simple o que nosotros consideramos desapercibido;
otros seres, otros ojos, otras conciencias
nos vigilan; forman parte de nosotros.
Definitivamente nunca estuvimos solos, ni lo
estamos ahora, aún deseándolo con toda
nuestras fuerzas.
Amanecía. Payen estaba mareado. Las náuseas
le impulsaron a salir corriendo de la estancia
para verter el vómito en el corral del castillo.
El aire fresco de la gélida mañana le despejó.
¿Había soñado?.... La experiencia que
había vivido la noche anterior, le había producido
un trauma tan profundo, que mediatizaría
toda su vida. ¿Quién le había llevado a la
cama? ¿Quiénes eran esos seres? Las miles
de preguntas se amontonaron en su mente y el
desconcierto entre las diversas personalidades
que todavía formaban parte de su consciencia
le hacían desubicarse de su entorno y realidad
presentes.
Buscó la compañía de Godofredo y de
Archamband y les narró cuanto le había sucedido.
Sus leales compañeros sin haber tenido
la misma experiencia, no parecían extrañados.
Por sueños, meditación y pura intuición, constataban
que los tres estaban siendo llevados a
un determinado estado de conciencia que les
comprometía para el próximo futuro. Por otra
parte, el entusiasmo del resto de los caballeros
iba en aumento, aunque permanecían ignorantes
de las vivencias de Payen y de sus dos
amigos.


JERUSALÉN


Pasó algo más de un año hasta que todos los
preparativos culminaron en realidades
prácticas. Finalmente se partía para Jerusalén.
El Santo Padre había autorizado y bendecido
la expedición. Los textos habían sido traducidos.
De dicha traducción se deducía que el
mítico rey Salomón había escondido el Arca de
la Alianza bajo el majestuoso templo que en su
día construyera. Las traducciones habían
partido de un texto que decía "....
Probablemente en una estancia, o gruta bajo el
templo se habían enterrado los tesoros que se
pretendía proteger de las invasiones persas. El
templo había sido destruido por los invasores,
pero el Arca de la Alianza se había preservado".
Pasaron los años y un segundo templo fue
levantado en el mismo lugar. Pero los romanos
lo convirtieron en cenizas. El actual "muro de
las lamentaciones" es el último testimonio de
este segundo templo. Pero el Arca de la
Alianza estaría escondida durante más de mil
años esperando ser rescatada por los seres
que en las vidas anteriores habían contribuido
a su creación y trasporte con Moisés, a través
del desierto.
En Jerusalén el rey Balduino había recibido a
los mensajeros del Santo Padre y a los enviados
del Conde de Champagne. Todo estaba
dispuesto para su acogida. De hecho se habían
habilitado las caballerizas del palacio; una
enorme extensión de terreno cubierto, para
que sirviera de morada a los nueve caballeros
y a sus escuderos. Esta elección no era por
casualidad, sino que se trataba de ubicarles
precisamente sobre lo que en su día había sido
el propio templo de Salomón. Se levantaron
empalizadas y se sellaron las puertas. Desde
ese momento las caballerizas eran un lugar
secreto para el profano y el curioso.
Una expedición de una treintena de hombres
llegó al palacio del rey Balduino. Fueron acogidos
con cordialidad. Y al poco de instalarse
comenzaron los sondeos. En turnos de mañana,
tarde y noche. En cuadrillas de tres caballeros
y seis escuderos, se cavaba centímetro
a centímetro sobre el endurecido suelo del
antiguo templo. Los escuderos ajenos a cuanto
allí se hacía, se preguntaban sobre el significado
de aquella febril tarea. Pero el juramento
de los nueve caballeros era sagrado y el trabajo
se realizaba metódicamente, en silencio y
con una absoluta disciplina.
El rey Balduino recibía en palacio a los caballeros
y frecuentaba sus reuniones. Para acallar a
los nobles y capitanes cruzados, corrió la voz
de que se trataba de caballeros que habían
venido para formar una Orden y que estaban
habilitando el palacio y tomando contacto con
el lugar, para combatir a los musulmanes,
defendiendo los lugares santos.
El problema no era el cavar en extensión sino
en profundidad. ¿A cuantos metros de profundidad
podría estar el Arca? Se estableció que
serían de diez a doce metros por sondeo. Una
vez a esta profundidad se bajaba una piedra
redonda en forma de muela. Se mojaba
ampliamente el pozo y se golpeaba con
mazas. Si estaban sobre una cueva o algún
espacio vacío, el sonido era opaco y resonante,
mientras que si sonaba de una manera
distinta, se deducía que allí no había nada. El
tiempo pasaba, en la medida que crecían los
callos y el cansancio de los caballeros.
Pero la explanada del templo
tenía cerca de mil metros cuadrados
y aquella tarea era sin duda extenuante.
El domingo no se trabajaba y los
caballeros se reunían para conversar
y contrastar las noticias que
venían de Francia o para comentar
la incidencia de las batallas de los
cruzados.


- Si encontramos el Arca de la
Alianza; yo prometo hacer el camino
de vuelta que trajo Moisés desde
Egipto. Quiero ir al Sinaí para dar
gracias a Dios.



Las palabras de Payen no sorprendieron a
nadie; al fin y al cabo era el raro del grupo y sin
duda esta era la enésima rareza que se le
ocurría. Los caballeros se echaron a reír. Pero
como era de esperar, Godofredo Bissol y
Archembaud, se unieron a la fiesta asegurando
que ellos también irían a realizar este viaje.
No podían dejar solo a Payen. Lo que realmente
estaba haciendo nuestro héroe, era preparar
el terreno sin sospecha para devolver el Ojo de
Ra y cuanto encontraran. De hecho el propósi-
to de hacer esta aparente absurda peregrinación,
había sido asumida por todos, pues
fueron muchas las veces que Payen lo había
afirmado en las reuniones grupales, hasta que
finalmente nadie le dio importancia.
Cierto día acudieron a palacio unos mercaderes
que no eran precisamente árabes, ni cristianos;
su tez morena y aceituna no parecía
encajar en las razas convencionales que
Godofredo Bissol conocía. La curiosidad pudo
más que la apatía y se encaró con uno de los
visitantes:


- ¿Quiénes sois? ¿De donde venís?
El comerciante, con más miedo que espanto
se fijó en la enorme espada que colgaba del
cinto de Godofredo y respondió presuroso:
- Soy comerciante en seda. Vengo del país
donde sale el Sol, del reino de Krisna (India)
del lugar donde las montañas tocan el cielo.
Godofredo se quedó perplejo, puesto que ni
conocía este reino ni había oído hablar de tales
personas y de sus montañas. La conversación
se fue prolongando hasta que finalmente tuvo
una visión, más o menos, aproximada de quienes
eran y de la vida y milagros de esta raza.
Lo que más les sorprendió era su marcado
pacifismo y el tremendo respeto y devoción
que tenían a sus dioses.
Como la conversación le motivó en extremo,
se citó con los comerciantes en una de las
posadas de Jerusalén y con prontitud, comentó
a Payen y Archembaud el curioso encuentro.
Estos, igualmente curiosos e inquietos se
dispusieron a la entrevista; pero al tratarse de
paganos o de herejes, lo guardaron en secreto
por si el resto del grupo pensara mal.
El encuentro fue el primero de una serie de
contactos curiosos y enriquecedores que de
una u otra manera cambió la vida de estos
caballeros, ampliando su conciencia y redimensionando
el concepto de Dios y de la doctrina.
- ¿Vosotros creéis en Dios? -pregunto
Archembaud-
El más mayor de los tres comerciantes, de
barba blanca y de ojos negros profundos y
serenos respondió:
- Por supuesto que creemos en Dios, pero no
en el que vosotros veneráis. Vuestro dios es un
ser nacido de una madre y de un espíritu, es
de carne, y por tanto esta sujeto al karma.
Dios; el nuestro y por supuesto el de todos los
seres vivos no puede morir en una cruz, pues
es inmortal, no puede encarnar en un solo ser,
pues habita en todas las formas de vida. No
tiene barbas. Ni se dedica a hacer guerras santas,
ni mete a nadie en el cielo ni en el infierno.
Godofredo, en forma refleja ya había sujetado
la empuñadura de la espada, pues de ninguna
maneara iba a aceptar que insultaran a
Jesucristo. Payen, sujeto con dulzura la mano
de su amigo y pregunto con vivo interés:
- ¿Cómo contempláis la muerte y el Mas Allá?
- Me llamo Mathur; solo soy un discípulo, pero
nuestros hombres santos nos han enseñado
desde el principio de los tiempos que el cuerpo
humano muere, pero no el alma. Que cuando
morimos, dejamos nuestra envoltura en la
Tierra y nuestra alma viaja con su experiencia
al espíritu. Y una vez en su presencia, se hace
un arquero de lo que he aprendido en esa existencia
y de lo que debo aprender. Se mira el
Karma; es decir, las ataduras y conflictos que
no he resuelto en la rueda de las reencarnaciones
y por tanto en qué medida la vida que
hemos pasado en la Tierra, nos ha ayudado a
comprender, mitigar o compensar el karma.
Luego, nuestro espíritu, que es sabio y es
esencialmente Dios, nos ordena retornar a la
vida de la materia para seguir aprendiendo y
con la ayuda de los señores del Karma, elegimos
nuestros padres, nuestro sexo y las condiciones
necesarias para satisfacer las deudas
pasadas y las lecciones por aprender.
Tomamos por tanto un cuerpo y seguimos en la
andadura de la perfección por miles y miles de
vida, hasta ser mañana, lo que vosotros llamáis,
ángeles, arcángeles, querubines. etc.,
etc. Esta es nuestra doctrina.


Los tres caballeros dieron un respingo en sus
asientos. Sin saberlo ni pretenderlo, habían
dado con una filosofía que congeniaba perfectamente
con sus especulaciones de los años
anteriores. Comprendían finalmente que no
estaban locos, y que las experiencias de sus
supuestas vidas pasadas en Egipto podrían
ser reales.


El mayor de los comerciantes amplió aún más
estas reflexiones:
- Dios no es tan sádico como para enviar a
nadie al infierno, para que se queme por toda
la eternidad. Vuestra religión es una religión de
miedo y de sangre. Nuestras creencias son de
amor y libertad. El infierno es la conciencia
dolorida por el remordimiento, por el error y por
la falta de luz. El cielo es el gozo del amor, de
la sabiduría y de la plenitud del espíritu. Como
bien dice Mathur, si en esta vida eres asesino,
después de la muerte irás al mundo de los asesinos;
estarás en la permanente incertidumbre
de matar o de ser muerto y esto es el infierno.
Pero si en esta vida has alcanzado un estado
elevado de conciencia y gozas compartiendo,
siendo generoso y aprendiendo de las experiencias
de la vida material, el más allá será
otra maravillosa aventura, donde seguirás
aprendiendo y ganando en sabiduría. Estarás
por tanto en el cielo.


Los tres caballeros estaban encontrando un
mundo absolutamente alucinante. Estos
comerciantes representaban una puerta hacia
un estado de conciencia nueva. Archembaud
estaba inquieto y preguntó:
- ¿Cómo veis las cruzadas?


El tercero de los comerciantes, hasta ahora
silencioso, respondió:
- Si no creemos en un dios encarnado en un
cuerpo material, ¿Cómo vamos a matar por
poseer unas piedras o unos lugares,
donde vivieron estos supuestos dioses?
Dios habita en las plantas, en las
piedras, en el aire y sobre todo en el
corazón de todos los seres humanos.
Los judíos matan y mueren por poseer
un muro; los musulmanes matan y
mueren por mantener una mezquita
de piedra y los cristianos ven como
lugar sagrado una cueva o una montaña,
por donde caminó el mismo hijo
de Dios. ¿Por qué un hijo de dios
blanco y no negro o amarillo? Dios no
es sino la proyección o la imagen de
nuestra limitada concepción. El Dios
del sabio es más perfecto, que el Dios
del ignorante. El Dios del guerrero,
empuña una espada. El Dios del
poeta recita versos y el Dios de la
madre es la expresión del amor familiar.

- ¿Entonces, en vuestra tierra, habéis encontrado
la clave de la felicidad? ¿No tenéis guerras?
¿No tenéis ambición? - preguntó Payen-
La risa de los tres comerciantes salió espontánea
y sonora, sorprendiendo a los caballeros.
El queso de cabra y el vino que presidía la
mesa iba disminuyendo en la medida que la
conversación se hacía familiar y saludable. Las
risas y las sonrisas creaban un verdadero
clima de absoluta despreocupación fraternal.


- Dada nuestra condición de comerciantes,
hemos recorrido pueblos, culturas y religiones
distintas.


El ser
humano es igual en
oriente y occidente.
En nuestras tierras
se da también el
dolor, el fanatismo, la
guerra y la ignorancia.
Solo unos pocos
han conseguido llegar
a un estado de
conciencia más elevado.
Y desde ese
estado, viven la virtud
en la discreción el
silencio y la aparente
simplicidad. Y los
seres que viven ese
estado de conciencia
no tienen nación, no
tienen tierras, no tienen
fronteras. Están
en el mundo, pero no
son del mundo. Ellos
han conseguido integrarse
en la verdadera
fraternidad humana.
Ellos son los
"Hijos del Sol".


Aquellas palabras fueron la clave definitiva,
pues el corazón de los tres caballeros se
encogió al unísono y unas lágrimas silenciosas
resbalaron sin querer por sus mejillas. Al oír
"los Hijos del Sol" los resortes del la memoria
espiritual les hizo retomar el estado de paz
interior y de sabiduría que en las otras existencias
les había identificado como iniciados en
los mismos valores universales.
El queso, el pan y el vino se habían terminado
definitivamente pero el tiempo la prisa y el
miedo habían desaparecido de la reunión.
Pero las sorpresas no habían terminado.
Los seis personajes estaban en un rincón de la
posada. El día estaba declinando. Los posaderos
comenzaron a encender velas.


Jerusalén en aquel tiempo, al igual que ahora,
concentraba un sinfín de gentes de diversa
condición y credo. Estaban los cristianos, los
musulmanes conversos,
los esclavos,
los comerciantes, el
clero, los desertores,
los heridos, las
prostitutas, etc., etc.,
En la misma medida,
la posada donde se
desarrollaba la conversación,
estaba
visitada por otros
tantos personajes de
la condición social
antes referida.
Mathur giró la cabeza
a la vez que una
sonrisa precedía a
una exclamación:
- ¡Mohamed! ¿Qué
tal estas, querido
hermanos?
Tres personajes de
mediana edad, con
barbas puntiagudas
y turbantes de color
azul pálido se acercaron
a la mesa. Godofredo, el de reacciones
más vivas le susurró a Payen:
- Estos malditos moros están en todas partes.
¿No se les ocurrirá sentarse a nuestra mesa?
Efectivamente el cruzado había acertado,
puesto que el comerciante arrastró a los ára-
bes a la tertulia. Payen volvió a tocar con suavidad
en la pierna de Godofredo, para que se
tranquilizará y no sacara la espada. Algo en
aquellos seres les hacía diferentes del resto de
los presentes. Quizás su mirada, su porte o
una extraña aristocracia que emanaba de sus
sonrisas plácidas y relajadas.


- Estos amigos son al igual que vosotros soldados
de una causa espiritual. Son seres que
están en el mundo, pero que no son del
mundo. Son musulmanes y a la vez herejes
dentro de sus propias creencias. Hace varios
años que mantenemos contacto participándonos
los misterios y el conocimiento. Ellos han
viajado a mi país y fueron ellos los que nos
introdujeron en las cortes de sus príncipes.
Se sentaron, hablaron, rieron, lloraron y comulgaron
en la misma utopía. Todos luchaban no
por sus príncipes o sus reyes, ni por sus sacerdotes,
todos concebían la sinarquía espiritual
de todas las razas. Todos eran "Hijos del Sol".


Aquellos encuentros se repitieron en muchos
enriquecedores contactos. Aún después de
que los comerciantes retornaran a sus rutas en
las caravanas que regresaban a Oriente, los
cruzados, los asiáticos y los musulmanes formaron
una auténtica fraternidad. Todos ellos
sabían que mañana quizás debían enfrentarse
en el campo de batalla, puesto que estaban en
el mundo y formaban parte de él, aunque en
sus espíritus fueran hermanos e hijos de las
estrellas.
Llegado un determinado momento en que los
corazones de todos ellos se abrieron de par en
par, y que la fidelidad les obligaba como el
mayor y mejor de los juramentos, Mohamed y
sus amigos, se juramentaron para que; en el
caso hipotético de que se encontrará el Arca,
acompañarían a los cruzados en el viaje de
retorno a Egipto, puesto que la causa de los
caballeros cristianos, era exactamente la
misma que la de ellos. Todos eran hijos del
mismo Padre Abraham y todos tenían los mismos
fundamentos teológicos, genéticos y espirituales.
Los iniciados musulmanes no tenían problemas
para abandonar sus obligaciones y hacer
el viaje con el Arca de la Alianza, puesto que
en su momento pensaban decir que, como
obliga su ley, debían caminar a la Meca.
Incluso Mathur les habló de acompañarles en
las sendas de Egipto, aprovechando las viejas
rutas de otros comerciantes de su misma. Sin
haberse programado, sin acuerdo previo, los
hinduistas, los musulmanes y los cristianos
estaban creando una verdadera fraternidad
espontanea. A lo largo de meses, incluso en
años, este grupo tuvo que enterrar a sus
dioses de carne, para encontrar un vehículo
espiritual de unión, de fraternidad, de trascendencia.
Todo estaba preparado. Solo faltaba encontrar
el Arca de la Alianza.


EL ARCA DE LA ALIANZA


Habían pasado ocho años desde que el grupo
de Francia llegara a Tierra Santa. El Rey
Balduino había contraído una tremenda infección,
que amenazaba con su muerte. La desesperación
parecía anegar la vida del monarca.
De una u otra manera, el encontrar el Arca
de la Alianza podía traer consigo alguna forma
de hipotética curación, dado que la tradición
sagrada hablaba de que en el Arca se encontraba
la famosa vara de Moisés, capaz de
separar las aguas del mar. Incluso se sabía
que muchos enemigos que habían tocado tal
reliquia, habían quedado fulminados por la
energía que emanaba de su interior. El Rey
Balduino urgía a los caballeros que encontraran
el Arca.
Fue en plena noche. Payen se despertó, pero
a semejanza de otras tantas ocasiones, no se
podía mover. Estaba en desdoblamiento; es
decir, su cuerpo físico estaba en la cama, pero
su espíritu estaba desdoblado observando
divertido el frio cuerpo que lo albergaba.


- Payen. Es el momento. Vete a las caballerizas
y observa el suelo. Verás una luz tenue
sobre la tierra removida. Cava sobre ella y
encontrarás el Arca. Avisa a tus amigos. Date
prisa.


Un ser luminoso, con una túnica brillante, se
asomaba a su presencia, trasmitiéndole estas
palabras e irradiando una beatífica sensación
de amor fraternal. Casi al instante el ser luminoso
desapareció. Payen se vio arrojado a su
propio cuerpo a la vez que todos sus músculos
se pusieron en resorte para levantarse presuroso
y llamar con sigilo a Godofredo y
Archamband. Era la noche del domingo hacia
la una de la madrugada. Nada se movía, todo
estaba en un sepulcral silencio. Los tres caballeros
salieron de su aposento y se dirigieron a
las caballerizas.
Tal y como la visión le había indicado, Payen
divisó una pequeña luz sobre una de las
zanjas abiertas días antes. Incluso Godofredo
podía verla.


- Cavemos aquí -dijo Payen-
- ¿Pero si ya hemos cavado hace días? -
Protestó Archamband-
- No importa, cavaremos de todos modos
Efectivamente bastaron uno minutos para que
Payen y Archamband cayeran estrepitosamente
a una zanja subterránea abierta bajo sus
pies.
- ¿Estáis bien? - Gritó Godofredo-
- ¡Calla insensato! Vas a despertar a todos.
Trae un candil. Aquí no se ve nada. ¡Estamos
bien! - Replicaron los dos caballeros-


Los tres caballeros comprobaron que una
cámara circular de sillares perfectamente tallados
contenía un ara de piedra arenisca, sobre
la que yacía una caja de madera, con repujados
de oro viejo. Sin duda se trataba de una
madera noble, puesto que el paso del tiempo
no había disminuido su brillo ni las inscripciones
bellísimas realizadas por el buril de los
artesanos hebreos del tiempo de Moisés. La
caja tenía poco más de un metro de largo.
Sesenta centímetros de ancho y ochenta de
alto. De los cuatro costados de la caja pendían
unas anillas metálicas de cobre. Al parecer
esas anillas eran para insertar las pértigas que
utilizaban los porteadores en su transporte.
La mortecina luz de los candiles no mermaba
la tremenda visión de aquella santa reliquia.
Con ceremoniosa parsimonia los caballeros
abrieron suavemente la tapa del Arca. Tenían
miedo de que al destaparla, un rayo les fulminara,
pero no ocurrió nada. Poco a poco se
fueron dibujando los instrumentos que allí se
encontraban.
Había pergaminos, escritos en ideogramas o
escritura egipcia, pero también los había en
arameo antiguo. Poco a poco fueron apartando
los pergaminos, para dar paso a varios objetos.
Destacaba una piedra de color rojo, en forma
puntiaguda, que Payen identificó en su cerebro
como la piedra que estaba inserta en la vara de
Moisés. En la medida que el candil iluminaba el
resto de los objetos, las lágrimas de los tres
caballeros irrumpían silentes y continuados, a
la vez que en sus cerebros, aparecían imágenes
familiares de sus otras vidas. De las existencias
en las que habían manipulado esos
objetos como sacerdotes como sabios y como
custodios de aquellas reliquias traídas por los
antiguos dioses egipcios.
Aparecieron varias estatuillas que a primera
vista parecían pequeños diablos, pero eran
representaciones de gnomos y elementales de
la naturaleza, que los egipcios utilizaban para
invocar a la lluvia, activar la cosecha o para frenar
las plagas. (Estas figuras fueron luego
copiadas por los templarios y fueron conocidas
como el Bafomet. Por eso fueron acusados en
su juicio de adorar al diablo) Aparecieron las
lido. El Rey Balduino, el primado del
Papa. Todos y cada uno de los dignatarios que
tenían acceso a esta misión se felicitaban. El
más grande de los tesoros de la cristiandad
había aparecido, ratificando el libro Sagrado.
Salomón había escondido muy bien el tesoro,
pero la tenacidad y fe de los caballeros había
superado todos los obstáculos.
Comenzaron los preparativos para una expedición
de retorno a Francia. El Conde de
Champagne, los obispos galos y los nobles
que estaban al corriente de la misión reclamaban
el patronazgo del descubrimiento y exigían
el botín. El papa reclamaba en igual medida y
en nombre de Dios y para la sede de Roma el
tesoro. Finalmente se estableció que la expedición
retornara a Francia en primera instancia y
luego intervendría el Papa. La sede de Roma
no podía dejar en manos francesas unos de los
fundamentos de la fe cristiana.
Se conoce históricamente, por estar bien recogidos,
los pasos que siguieron a este hallazgo.


Fue Bernardo de Claraval quien puso en marcha
toda una logística de apoyo para crear la
Orden de los Pobres Caballeros de Cristo,
conocidos por Templarios. Cuando Hugo de
Payns a la cabeza de los caballeros llegó a la
Champagne, los obispos, los nobles y varios
reyes europeos se comprometieron con dinero,
con caballeros y con en entusiasmo para que
dicha Orden se creara.


Pero antes de que se constituyera la Orden,
¿Qué pasó con Payar y sus dos compañeros?
Efectivamente entre el hallazgo y el retorno de
todos los caballeros a Francia pasaron aproximadamente
diez meses. Y en este tiempo
nuestros héroes pasaron a cumplir su secreta
promesa con escrupuloso celo y entusiasmo.
A Hugo de Payns y al resto de los caballeros
no les sorprendió en absoluto que Payen,
Godofredo y Archamband, anunciaran su peregrinación
al Sinaí. Era de esperar y por otra
parte el hecho mismo de que fueran ellos los
que descubrieran el Arca, les garantizaba el
apoyo de sus compañeros y la ausencia de
cualquier duda o recelo. ¿Qué hubiera pasado
si se hubieran enterado del robo de parte del
material del Arca? Afortunadamente ni se enteraron
ni se dudó de la honestidad de los tres.
Han pasado cientos de años, y es ahora, a través
de este relato cuando se revela la verdad.
Resulta curioso que al tiempo de redactar
estas cuartillas, veo en la televisión un programa
que habla del libro "El código secreto de la
Biblia". Este libro que al parecer responde a un
sinfín de preguntas por medio de una clave
matemática aplicada a un ordenador, contiene
en forma holística toda
la historia de la
Humanidad. Pasado,
presente y futuro.
Preguntado el libro
sobre el paradero del
Arca de la Alianza, la
respuesta fue tajante.
"se encuentra en
Egipto" incluso da una
cifra, que algunos
entienden que puede
ser el paralelo de su
ubicación.
Y se formó un grupo
curioso y por supuesto
con tintes sinárquicos;
que era lo más importante. Mathur con otros
dos compañeros, tenían que ir a Egipto, puesto
que era una ruta que realizaban muy a
menudo para vender sus mercancías.
Mohamed y otros dos compañeros dijeron a
los suyos que iban a la Meca, tal y como era
obligado para los fieles musulmanes. Y finalmente
los tres caballeros cristianos.
Los mulos transportaban la mercancía; en
mayor medida, sedas y tejidos orientales.
Pero, además de los instrumentos del viaje, un
mulo llevaba el tesoro más importante de la
Historia del hombre. El "Ojo de Ra" era la televisión
del pasado; era el instrumento que
empleaba el iniciado para adentrarse en el
pasado y en el futuro. Si los otros caballeros
cristianos hubieran sido conscientes de este
hallazgo, no lo habrían valorado en sí mismo,
puesto que el fanatismo religioso cristiano,
valoraba más las tablas de la Ley o la vara de
Aarón, que aquella reliquia milenaria entregada
por los dioses a los hombres, para que no
se sintieran huérfanos.
Tardaron tres meses en llegar al Sinaí. El
desierto de aquellas latitudes les había sometido
a una buena prueba. Payen y sus dos amigos
no estaban acostumbrados al desierto y a
aquellas caminatas. Cuando finalmente vieron
el monte sagrado, el alma de todos los viajeros
estalló de felicidad. Todos sabían que aquel
paraje era la puerta a la morada de los dioses.
Todos estaban esperando un contacto. Y ese
contacto no tardaría en darse.
Como era habitual, fue Payen quien recibió en
su percepción extrasensorial las instrucciones
de guardar ayuno durante una semana completa.
Y efectivamente todos ayunaron, con la
esperanza de ver a los dioses. Fue exactamente
el séptimo día y en las heladas noches
del desierto, cuando los gritos de Godofredo
despertaron a todos los peregrinos:


- ¡Están aquí! ¡Están aquí!
Todos se levantaron al unísono y con más
miedo que espanto en su cuerpo. Una luz
inmensa que venía de la montaña se movía
hacia el campamento iluminando toda la zona.
Nadie podía conocer el diseño de una nave
espacial, puesto que la tecnología de aquel
tiempo no podía ni imaginar un vehículo aéreo.
No pasó nada. Los supuestos dioses no bajaron
a saludar a los peregrinos. No hubo milagros.
Pero el pecho de todos ellos casi estalla
de presión emocional. Entendieron entonces
que su misión era divina, que no estaban
solos, y que los hermanos superiores bendecían
su viaje. Todos entraron en una especie de
trance. Todos se vieron transportados a una
especie de estancia llena de luz. Todos y cada
uno se vio tendido en una cama extraña. A
todos y cada uno de ellos (excepto Payen, que
ya lo tenía) les fue implantado un extraño objeto
en el cerebro. Un objeto que a lo largo de
sus respectivas vidas les habló, les entregó
visiones, les mostró silenciosamente el camino
hacia un programa que; hace miles de años,
en ese momento y en el momento en que
cuento mis recuerdos, constituye y constituirá
en el futuro: el programa de "Los Hijos del Sol".
Después de esta misión, en el regreso a sus
respectivas vidas, cada uno de estos iniciados,
estaba en el mundo y siguieron las pautas del
mundo, pero no eran del mundo. Se dieron
cuenta entonces del sentido de la vida.
Comprendieron que los pájaros, los gnomos, la
vida en si estaba atada y vinculada al espíritu
de los seres humanos. Comprendieron que un
pensamiento positivo genera la vida y la continuidad
de las especies y que una mala acción,
un mal pensamiento, mata la vida. A partir de
ese momento vieron que eran exactamente
"Dios" un Dios más o menos consciente, que
vive en cada hálito de vida. Un Dios que vive
activo y feliz en la práctica de la virtud y en la
esperanza de un mundo mejor y feliz.
Comprobaron entonces que nada ni nadie
puede estar solo. La Fraternidad Solar, ha
estado, está y estará realizando la sagrada
misión de la sinarquía vital de la continuidad de
la vida. Comprendieron que como ellos había
en el mundo ciento cuarenta y cuatro mil
espíritus que tienen a su cargo la vida, la continuidad,
el programa del devenir de la especie
y de la vida. Se dieron cuenta que ya no
estaban huérfanos, que aún viviendo en la
materia, su familia vivía, vibraba y sentía en la
dimensión de la eternidad. Se dieron cuenta
que el tiempo no es sino una abstracción
relativa, puesto que el ser humano era, es y
será eterno.
El resto del viaje fue fácil. Tardaron tres meses
más en recorrer Egipto. Pero esta vez no iban
solos, puesto que por el día y por la noche, una
extraña luz, les guiaba. Parecía una estrella
para el ignorante, pero era la morada de los
dioses para estos iniciados. Aquella luz paró
definitivamente en unas extrañas ruinas. Fue
justamente en el antiguo palacio de Amarna, el
palacio que lo fuera en su día de Akenatón, el
faraón que fundó la Fraternidad Solar.
Cavaron entre todos una zanja pequeña en
tamaño, pero profunda, al pié de las ruinas y
allí metieron el "Ojo de Ra" y el resto de los
objetos robados en la antigüedad. Y allí siguen,
hasta que en el futuro, sean retirados por quien
está designado para este menester.
Tardaron cinco meses en regresar a Jerusalén.
Cada uno de los hermanos se dispersó. No
volvieron a verse en el plano físico. Pero cada
noche, sus espíritus se desdoblaban y eran
convocados a la Sagrada Estancia de la
Fraternidad Solar. El templo astral donde se
reunieron, se reúnen y seguirán reunidos los
"Hijos del Sol".
Esto es cuanto vi. Y es cuanto me ha sido
autorizado contar.
No importa en absoluto si Vds., lectores, lo
creen o no. Mi trabajo es contar cuanto se y
con esta tarea cumplo mi cometido.


LOS TEMPLARIOS - EL FINAL


"La expedición de los peregrinos transitaba por
el Reino de Navarra a la conquistada meta de
Santiago de Compostela. Eran muchos los
días que el grupo salido de la Champagne
francesa había empleado para llegar a estos
parajes, y lógicamente tanto los caballeros
como sus animales estaban cansados.
Jean de Lorena acompañaba a su amo
Philippe, el Templario de capa blanca y malla
férrea que rodeaba su cuerpo fuerte y curtido a
base de batallas en tierras palestinas.
La noche la habían pasado en la hospedería
que se ubicaba contigua a la iglesia templaria
del "Santo Sepulcro" de la ruta del Reino de
Navarra, más allá de las tierras de Estella.
Fue a primeras horas de la mañana siguiente,
cuando Jean comentaba a uno de los escuderos
de la expedición, el sueño que había tenido
la noche anterior. En dicho sueño vio la
parte alta de un castillo y en la cúspide de una
de las naves principales se formaron tres rombos
de los cuales aparecieron tres símbolos:
en el primero, un corazón de color púrpura; en
el segundo, dos árboles - que según le pare-
cieron habrían de ser olivos - y en el tercero,
una cruz a semejanza de las que los
Templarios viajeros y peregrinos llevaban en
sus monturas y capas.
Precisamente el Jefe de la Encomienda de
Estella había ido a despedir a los Caballeros
en esa jornada y no pudo evitar escuchar parte
de la conversación entre ellos. Enseguida interrogó
a Jean de Lorena sobre su visión:
- ¿Cuándo has visto esos símbolos, hermano?
- Esta noche, mi Señor.
El Principal de los Templarios se quedó un
poco extrañado pensando cómo aquel joven
había podido acceder a los pergaminos y órdenes
que hacía poco habían sido enviados del
Capítulo General de Paris. En dichos pergaminos
secretos aparecían justamente los signos
que Jean había visto en sueños, y era absolutamente
imposible que hubiera podido acceder
a la caja de roble sellada donde se guardaban
en la Encomienda de la ciudad.
- Hermano, esos símbolos son muy importantes
y desde ahora debes prestarte a informar al
Capítulo General de la Orden,
pues el cielo te ha designado
milagrosamente al efecto.
Jean se quedó maravillado de
que un simple sueño pudiese
tener tanta trascendencia y tan
sólo se limitó a encogerse de
hombros y asentir con la cabeza.
El Principal y Jean se acercaron a
Philippe y le pidieron permiso
para que el sirviente fuera relevado
de sus obligaciones. Le asignaron
en compensación otro
hombre que haría las tareas hasta
Santiago y su regreso. Después,
Jean fue alojado en la casa del Principal y
estuvo allí escasamente un día, tiempo imprescindible
para ser vestido adecuadamente y
prepararse para el viaje de regreso a la Francia
de la que había partido. El Principal preparó
una carta manuscrita y lacrada para el
Intermediario de la Encomienda de la
Champagne, y se la dio para que la custodiara
como si de su propia vida se tratara. A continuación
le introdujo en un subterráneo y traspasando
una puerta maciza de roble, le mostró
el cofre que contenía un papiro enviado por la
Casa Principal de Paris donde se encontraban
a su vez los tres rombos que él había soñado.
No contenía el papel nada más que los tres
rombos, ninguna otra inscripción o contraseña.
Nada explicaron a Jean sino que por todo razonamiento
se vio zarandeado en el mar de la
confusión. Montando en su caballo fue acompañado
por dos caballeros y tres escuderos a
la frontera del Reino de Navarra por el lado de
Francia, puesto que en 1307, año en el que
nos encontramos, dichas fronteras no tenían
las mismas formas y extensiones que tienen
ahora. Una vez en la frontera, fue trasladado a
otra escolta que sin dilación le volvió a llevar
hasta el castillo de Arginy, en la Campagne
francesa.
Jean conocía muy bien su propia región natal y
todo lo del Temple le era familiar, primero por
pertenecer a uno de los gremios que se afincaban
frente al castillo y segundo por sus servicios
directos al Caballero Philippe que le habían
ocupado sus 33 años que son los que tenía
ahora. De la Orden siempre le habían seducido
los secretos que eran atesorados por los
Principales y que celosamente guardaban en
su interior. Conocer aquella sabiduría era toda
una proeza, máxime cuando poderosos y
nobles -incluso el propio Rey de Francia Felipe
IV "El Hermoso"- había querido integrarse en
la Orden sin éxito puesto que su solicitud había
sido denegada. Aquella negativa al máximo
exponente del poder había creado alrededor
del Temple toda una seducción que hacía a los
buscadores del espíritu intentar el acceso en la
misma. Venían de los lugares más lejanos para
entrar en las filas templarias y se ofrecían para
los trabajos más modestos con tal de entrar un
día en los primeros puestos como caballeros
de prestigio y tener la gloria de vestir la capa
blanca con la cruz que ondeaban orgullosos en
los combates de las Cruzadas por tierras
infieles.
Todo aventurero debía perfilar su espíritu para
servir en el ejército de Dios enrolado en el
Temple. No existía por aquel entonces galardón
más preciado que dicho servicio, y por
tanto toda Europa contemplaba a aquellos
seres altivos y aristocráticos como la salvaguarda
de los valores de la virtud y del heroísmo.
Decía que Jean fue introducido en el Castillo
de Arginy pero esta vez no en el patio principal,
como otras veces, sino que custodiado por
sendos Caballeros Templarios, fue escoltado
por diversos parajes hasta una puerta con
acceso subterráneo por la que fue introducido,
quedándose los dos acompañantes de guardia.
Bajó tres escalones y a la luz de unos
cirios encendidos se enfrentó a la visión de una
enorme mesa redonda con nueve sillas vacías
rodeándola, en cuyo centro estaba pintado un
Sol. Al poco rato, de una estancia contigua
pasó un hombre vestido con túnica de saco,
capuchón y un cordón de cáñamo atado a su
cintura. Tomó asiento en el centro de dicha
mesa e invitó a Jean a que hiciera lo mismo
frente a él. El hombre vestido de saco tomó la
palabra:
- Hermano querido, bienvenido al corazón del
templo de nuestra Orden. He leído la carta del
Principal de Navarra por la cual me anuncia la
visión de los símbolos iniciáticos que te han
sido revelados. Sólo ocho hermanos, incluido
el Gran Maestre, Jacques de Molay, conocen
su significado. Faltaba sólo una persona para
que fueran nueve los que interpretaran el misterio.
Este compromiso ha recaído en ti, debes
sentirte privilegiado, por tanto, pues es el
mayor honor que te corresponde como hombre
y como servidor.
- Poco entiendo, mi Señor, de cuanto me cuentas,
pues desde hace varias jornadas soy
transportado de paraje en paraje como si fuera
una doncella sin saber que un simple sueño
tuviera tanta importancia.
- Querido hermano, no somos lo que creemos
ser ni sabemos lo que ahora recordamos.
Somos lo que el espíritu nos revela a cada instante
del pozo del conocimiento que cada ser
contiene y que llena a lo largo de sus vidas por
la experimentación.
Los cirios encendidos en nueve puntos de la
estancia circular parpadeaban sigilosamente
haciendo extrañas sombras en la atmósfera
casi azulada de aquel bajo del castillo. A la vez,
un extraño perfume indescriptible, como si de
incienso se tratara, parecía inundar el lugar
impregnando cada átomo de la presencia vital
de la habitación. El Caballero prosiguió:

- La silla que tú ahora ocupas fue a su vez ocupada
hace muchos años por uno de los fundadores
de nuestra Orden llamado Bernardo de
Claraval - San Bernardo - y estas otras sillas
vacías son a su vez las de los nueve compañeros
que fundaron "La Milicia de los Pobres
Soldados de Cristo" y que como bien sabes
fueron: Hugo de Payns, Hugo de Champagne,
Andrés de Montbard, Geofrey de Saint-Omer,
Andrés de Gondemare, Roffal, Payen de
Montdiei, Goefrroy Bissor y Archambault de
Saint-Aignan. Todos estos Caballeros recibieron
el conocimiento iniciático en el Templo de
Salomón que nuestros cruzados tratan de preservar
para el pueblo cristiano y que a su vez
los musulmanes desean para ellos.
El Temple desea conseguir la Sinarquía de
todos los pueblos; es decir el gobierno con
Dios de un solo pueblo sin fronteras, sin ritos y
sin separaciones culturales y doctrinales.
Nuestra misión inmediata puede parecer la
guerra, pero nuestra contienda está dirigida a
la justicia de cada hombre con independencia
de su credo o filosofía particular. Combatimos
la injusticia o los intereses particulares, pero
deseamos ardientemente la paz del cuerpo y
del espíritu.
Un Caballero es ante todo un servidor de los
valores de la Orden bajo la obediencia, la castidad,
la pobreza, y tenemos como meta fundamental
el conquistar esta Sinarquía que propicie
el Reino de Dios sobre la Tierra bajo un
solo principio universal. El Sol que ves en el
centro de la mesa es el exponente de esa unidad.
Jean interrumpió:
- ¡Pero adorar al Sol es idolatría!
- Todos los pueblos de la Tierra han adorado al
Sol, y los cristianos asimismo llamamos a
Jesús "el Verbo Solar Cristo" o máxima expresión
de la luz. ¿No dijo el Maestro "Yo soy la
luz del mundo"?
- Sí, pero era una alegoría.
- ¿Cuál es la luz del mundo, entonces?
- Ciertamente el Sol...
- Nada podría vivir sin el Sol, y es más legítimo
adorar a un Dios que nos da vida y calor que a
las imágenes frías que cuelgan de los templos.
En el Sol hay tres niveles básicos: el físico, el
psíquico y el espiritual. Igualmente en el sello
de nuestra Orden existe expresada esa trinidad:
los dos caballeros sobre un solo caballo.
Quiere esto representar que sobre el cuerpo,
que es el caballo, cabalgan el alma y el espíritu,
que son los Caballeros. Tal y como refleja la
Escritura, nosotros los hombres somos Dioses
al igual que el Padre. Es por esto que el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo es una trinidad perfecta
en el hombre y sobre esta trinidad se
asienta todo el orbe católico y las otras religiones.
- Pero, ¿cómo me contáis todo esto a mí? Yo
soy cristiano y aunque a duras penas puedo
entender, no imaginaba que el Temple tuviera
esa doctrina, ¿no tenéis miedo que os acusen
de herejía?

- Sabemos a quién y cómo decimos las cosas,
y no tenemos miedo de ti, pues has sido señalado
por el espíritu. A nadie se le puede revelar
cuanto se te ha revelado a ti, pues el dictado
viene de arriba. Si has sido señalado para esta
misión es por tu preparación. Ya vendrá quien
nos traicione y nos acuse de herejía desde su
ignorancia.
- Pero, yo no estoy preparado, me
siento totalmente abrumado
con lo que me dices.
- Aún te sentirás más,
pero como te he dicho
antes, no somos lo
que creemos ser
sino lo que el espíritu
nos revela a
cada instante.
El Caballero prosiguió
charlando
a la vez que sus
ojos penetraban a
Jean:
- Nuestra Orden es
la bien llamada "del
Templo", pero no por
adorar las imágenes externas
sino por crear en nosotros
el verdadero interior donde mora el
espíritu. Fue dicho por el Maestro que
derribaría el templo y lo edificaría en tres días,
aludiendo a su propia persona en su muerte y
resurrección.
Cada Caballero Templario es un combatiente
de sí mismo pues la batalla más dura del hombre
es la que emprende consigo para vencerse
en las inercias, imperfecciones y vicios. Esta
contienda dura toda la vida.
La mente de Jean se llenaba de contradicciones.
El hombre de hábito decía muchas cosas
y la evidencia de la vida de la Orden era otra.
A este respecto todo el mundo conocía que los
Templarios habían plagado Europa de construcciones.
¿Cómo podía por tanto contradecirse
tan abiertamente?
- Sé lo que estás pensando, Jean, pero olvidas
en tus reflexiones que nuestra idea fundamental
es la Sinarquía y no la selección de unos
pocos. Si quisiéramos la selección lucharíamos
para dictar un único modelo, pero no conseguiríamos
más que esclavos sometidos a
algo que no digieren. La Sinarquía se debe
realizar sin enfrentamiento, poco a poco,
haciendo que a través de la madurez el hombre
termine por comprender.
La gran masa de cristianos necesita todavía
del "templo de piedra" y debemos fabricarlo
para ellos. De esta manera respondemos
a las exigencias físicas
de la Orden. Otro grupo
desea los aspectos psíquicos
y por tanto le
introducimos en el
voto y el juramento
a los valores
morales; y por
último, los menos
penetran en el
verdadero templo
espiritual y allí
permanecen no
enfrentando al
hombre sino tutelando
su crecimiento
y su desarrollo armónico.
Los templos a los que
tú te refieres no son, como
los hombres creen, unos recipientes
vacíos y muertos. Te habrás fijado que
todos tienen ocho lados y una punta en el centro.
- Sí, así es y me pregunto por qué.
- Querido hermano, cuando los nueve
Caballeros Templarios se reunieron primero en
Jerusalén y luego aquí, determinaron no morir
y trascender a través de las formas y de las
energías pues la energía puede adoptar diversas
formas pero nunca desaparece del seno
de Dios, así pues crearon una pirámide octogonal
que sobre un punto fijo atrae conscientemente
las energías del cosmos que ponen al
hombre en actitud de recogimiento para percibir
por sus centros espirituales.
- ¿Cuántos son esos centros espirituales?
- Ahora siete, pero cuando el sistema solar se
perfeccione serán doce.
- ¿Quiere esto decir que un hombre que busque
la verdad con sinceridad puede encontrar
mejor dentro del templo templario que en otro
lugar?


- Toda la Tierra es un templo de piedra y el Sol
es el mejor Dios que cada mañana alumbra la
vida, pero ciertamente dentro de nuestras
casas las energías se hacen más intelectuales
y precisas.
Continuó el Caballero hablando, a la vez que
Jean penetraba en la seducción del conocimiento
y de la palabra:
- El número nueve es el número del hombre
realizado en la sabiduría. Es el número del
ermitaño y por tanto aquellos nueve Caballeros
reunidos en Jerusalén encarnaban el saber
que viene del Padre y que se hace forma en la
Tierra. Allende los planetas y el espacio hay
ocho sabios que juntos todos forman una unidad
que es el número nueve. El nueve a su vez
es el contrario del seis que es el número imperfecto
del mal y de su expresión. El nueve y el
seis juntos forman el círculo o vida que es
Dios.
- ¿Quiere esto decir que Dios es circular?
- Toma cualquier objeto y rodéalo con la máxima
perfección, ¿qué figura geométrica emplearías?
- El círculo, claro.
- Todos los Soles que tus ojos ven son hijos de
Dios o Demiurgos Creadores, cada Sol es un
Cristo y de él dependen los planetas y los
seres vivos. Todos los Soles son redondos. La
partícula más pequeña de la existencia que
expresa a Dios también es redonda.
La cabeza de Jean galopaba de inquietudes.
El Caballero comprendió que la turbación del
neófito le imponía el silencio y le preguntó:
- ¿Deseas ser armado Caballero del Temple?
- ¿Puedo?
- Cada Caballero debe pasar las pruebas oportunas
pero tu asignación ha venido de lo alto,
por tanto nada podemos oponer sino cumplir
con la voluntad del Señor. Mañana partiremos,
junto con una escolta, a la Casa Principal para
que seas recibido por el Consejo Alquímico y
por el Gran Maestre, Jacques de Molay, que te
estará esperando.
Jean asintió y dijo:
- Así sea.
Salieron a continuación de aquella estancia y
dejándola en total quietud partieron para las
habitaciones del castillo. Algo vivo y permanente
latía en aquella sala subterránea que a
Jean, a pesar de ser la primera vez que la veía
físicamente, le pareció conocida. Sintió en
unas horas que había vivido años. Todo lo que
el Caballero le había contado le pareció que
formaba parte de su estructura mental y que
había estado alojado desde tiempo ancestral.
Hasta las almenas que tantas veces había
admirado, formaban parte de sus sueños y
pensamientos.
El canto de los gallos del Castillo de Arginy
sonó como bella melodía en los oídos de Jean,
que como rayo impetuoso saltó de la cama
para tomar el primer alimento del día y partir
para el corazón de Francia.
Una de las alas del edificio estaba destinada a
habitaciones y otra a servicios, por lo cual tuvo
la necesidad de pasar por el patio y así lo hizo
con rapidez pues la mañana era fría y húmeda.
Por un momento creyó ver al hermano
Caballero del día anterior en las almenas, pero
bien podría ser cualquier otro guardia. Pasó a
la cocina y se sentó junto con los escuderos y
labriegos que estaban al lado del fuego, a la
vez que preguntaba por su maestro del día
anterior:
- ¿Dónde está el hermano Andrés?
- Seguramente en las almenas como todas las
mañanas -respondió uno de los sirvientes.
- ¿Qué hace allí solo con el frío que hace?
- No lo sabemos bien, pero parece hablar al
aire y esperar la salida del Sol. Luego viene a
la mesa a tomar la comida con todos los
hermanos.
No había pasado más de un minuto cuando
irrumpió en la sala y se dirigió sin dilación a
Jean que comía en el extremo de la mesa
principal. En voz baja y un poco apartado del
grupo de escolta próximo a partir, le preguntó a
su vez:
- ¿Qué hacías en las almenas?
Andrés, después de un rato de meditación interior,
le interpeló:
- ¿Entendiste bien lo que te dije ayer sobre el
Sol?
- Sí, lo he comprendido bien. No es otra cosa
que el Padre que nos da vida y calor y que
hace florecer los campos y la existencia
entera.
- Entonces, ¿por qué no subiste tú a las
almenas para darle gracias? Siempre somos
deudores de su maravillosa presencia y por
tanto todos los seres conscientes miran cada
mañana al Este para renovar el pacto de
amistad y de sumisión.
- Parece que fueras egipcio o pagano.
- Así es, querido hermano, así es. Nuestra vida
actual es el resultado de otras vidas anteriores.
El asombro del neófito no cabía en su estructura
mental y optó por salir al patio para despejarse.
Andrés le siguió de cerca y le dijo:
- Jean, ¿el Padre es justo o injusto?
- Evidentemente justo y perfecto puesto que es
Dios.
- Mira al fondo del patio.
Así lo hizo y vio a un tullido que se arrastraba
por el suelo y que daba síntomas de poca lucidez
mental. Parecía que fuera congénito.
Realmente eran muchos los seres que nacían
así y nunca habían sido objeto de reparo para
su conciencia motivada por el pan diario que
se llevaba a la boca.
Andrés volvió a preguntarle:
- Si es justo, ¿por qué permite que ese sea
imperfecto y tú no lo seas?, ¿qué pecado ha
cometido él antes de nacer?
Iba a responder enseguida pero la pregunta
tenía miga y la evidencia tan solo le sometía a
la curiosidad.
- Querido Jean, en los primeros años de la
Iglesia se debatió la reencarnación y los
Obispos optaron por negarla a fin de someter
al hombre a su voluntad, creando así mas que
una religión una aventura por la que todo hombre
nace con un "pecado original", que no sabe
cuándo cometió, y terminar finalmente en el
Infierno presa de sus debilidades. Decían también:
"Hasta el justo peca siete veces al día...",
¿cómo se puede entender una religión que
lanza sobre el inocente nacido un pecado que
jamás cometió? Dios es amor y misericordia y
al igual que se va a la escuela en distintos grados
para alcanzar el graduado final, así también
se regresa cuantas veces requiera el ser
para aprender a ser perfecto. Después de esta
estancia pasará a otra más perfecta en la
medida que sepa vencer al mal y al pecado.
Nueve son los ciclos que el hombre necesita
para encontrar la sabiduría y nueve veces
como mínimo habrá de revestirse de carne
para volver a aprender la lección.
- ¡Todo esto jamás se lo escuché a mi Señor, el
Caballero Philippe!, ¿cómo es posible que
haya tanta discrepancia entre vosotros y el
resto de los Caballeros Templarios?
- Querido hermano, el carro no camina sólo por
las ruedas sino por los caballos que tiran de él.
Los caballos son a su vez dirigidos por el
cochero que es quien establece el rumbo a
donde desea llegar. El Temple tiene estos mismos
niveles y cada pieza del carro es ensamblada
con amor y disciplina a la obra final. Tú
has sido llamado para dirigir el carro y no para
ser rueda. Pronto llegará el día en que el mal
creerá haber terminado con nosotros porque el
carro se paró al borde del camino, pero no hará
otra cosa que suprimir la herramienta del arriero.
Pasará un tiempo y el arriero tendrá otro
carro para surcar la viña del Señor.
- ¡No entiendo nada, querido Andrés! ¡No
entiendo nada!
- El viaje es largo y yo estoy para que vuelva a
tu espíritu lo que siempre formó parte de tu
sabiduría.
A lo largo de dos semanas se mantuvieron en
constante diálogo y fueron muchas las preguntas
y respuestas que emplearon para llevar a
Jean al estado de conciencia y comprensión
que requería para la entrevista con el Gran
Maestre y los hermanos del Capítulo Superior
de la Encomienda de la Orden en París.
Al entrar en el Palacio de la Encomienda
Principal de la Orden Templaria, Jean se
preguntaba cómo nueve personajes, doscientos
años antes, habían podido llegar a establecer
una Orden de Caballeros con tanto poder y
que permanecía entre políticos y religiosos con
independencia y con fuertes recursos humanos
y materiales. ¿Qué hado guiaba a aquellos
monjes soldados?
En la sala principal del palacio fue saludado
por los que expresamente estaban aguardándole.
El Caballero Andrés, que le había acompañado
durante todo el viaje, tomó asiento a su
derecha y en forma simétrica en torno a una
mesa, se sentaron a su vez el resto de los
Caballeros. En el centro se hallaba el Gran
Maestre, Jacques de Molay, que ya anciano
expresaba un cierto carisma y aristocracia
seductoras. Tomó éste la palabra para decirle:
- Querido hermano, es menester que para
establecer contacto con el Capítulo Alquímico
de la Orden seas previamente armado
Caballero, por lo tanto te ruego te desnudes y
te despojes de todos tus bienes. Al desnudarte
vienes puro y limpio igual que cuando naciste,
a realizar los votos de obediencia, castidad y
pobreza que la Orden requiere. Nadie entre
nosotros tiene más que el resto. El primero es
siempre el que más debe servir y sus dones
son espirituales.
Jean se desprendió de su ropa y sintió pudor
por el hecho de que los Caballeros pudieran
estar observándole, pero estos no reparaban
en su desnudez sino que permanecían atentos
a sus ojos.
Siguió el Gran Maestre hablando:
- Se bienvenido a nuestra Orden.
Le besó por tres veces en los carrillos y le
abrazó. Gesto este que fue imitado por el resto
de los Caballeros. Uno de los presentes tomó
aceite de un relicario que llevaba en la mano y
ungió a Jean en la parte alta de la cabeza, en
la nuca, en la frente, en el cuello, en el pecho,
en el estómago y en el final de la espalda o
columna vertebral. Luego le mandaron vestirse
y le entregaron una espada en la mano derecha
y una cruz en la izquierda. Le hicieron jurar
fidelidad a la Orden y absoluta disponibilidad a
sus designios. Se sentaron todos de nuevo a la
mesa y comenzaron las lógicas preguntas y
respuestas. Jacques de Molay tomó la palabra:
- Hermano Jean, este Consejo es portador de
la esencia de la Orden Templaria que ahora
mismo está a punto de concluir su servicio histórico.
Llega otro período de trabajo distinto.
Hemos custodiado un conocimiento heredado
por los nueve Caballeros creadores de la
Orden y lo mantenemos intacto en nuestros
corazones sin que hasta la fecha, pueda ser
entregado a la gente común pues se requiere
de un espíritu universalista para su comprensión.
Los nueve soldados de Cristo que fundaron la
Orden en Jerusalén tuvieron acceso al conocimiento
puro pero sin que esta verdad pertenezca
a una u otra religión. Existe entre todas
ellas y como síntesis la verdadera significación
de la revelación que vive en cada corazón
humano. El rombo quiere significar los cuatro
valores básicos que dieron la forma a la Idea
Divina. Dicha Idea se hizo concreta a través de
la tierra, el aire, el agua y el fuego. Estos principios
básicos son siempre encarnados por
cuatro ángeles de Dios.
Interrumpió Jacques de Molay la palabra y otro
de los hermanos que estaba de pie en el sitial
de lectura de roble labrado, leyó del Libro
Sagrado lo siguiente:
(Apo.7-1).-"...Después de esto vi cuatro ángeles
que estaban de pie sobre los cuatro ángulos
de la Tierra y retenían los cuatro vientos...".
Prosiguió el Gran Maestre:
- Cada lado del rombo, como hemos dicho,
está servido por una milicia celeste de millones
de ángeles que con sus nubes metálicas huecas
vienen a la Tierra poniéndose al servicio
del Dios Viviente. Cada milicia viene de distinta
morada del firmamento y al mando de cada
una de ellas hay un Viviente, siendo cuatro,
que nunca mueren y siempre permanecen
ante el Trono del Cordero. El jefe de la milicia,
Gran Maestre del cielo, es el Cordero Jesús y
forma junto con Moisés y Elías la Gran
Fraternidad o Trinidad de Acción que establecerá
la Sinarquía en el planeta. Los dos
Caballeros que ves dibujados en el escudo de
la Orden sobre un mismo caballo, son la representación
de esta simbología. Estos dos
Caballeros unidos constituyen la Fraternidad
de "Los Dos Iluminados" que con sus nubes
metálicas huecas bajan a la Tierra constantemente
o envían a sus mensajeros. Así pues los
nueve Templarios que formaron la Orden tuvieron
contacto y recibieron los mandatos desde
esta jerarquía que les ordenaron trabajar por la
Sinarquía de todas las religiones y de todos los
principios por uno solo armónico y monoteísta.
Estos nueve Caballeros fueron por tanto los
herederos de la tradición de la Iglesia espiritual
de Cristo.
- ¿Qué es la Iglesia espiritual de Cristo?
El hermano Andrés respondió:
- Ya te dije que existen tres formas básicas o
templos: la Iglesia física de piedra que sí tiene
ritos pero no tiene magia ni espíritu. La Iglesia
psíquica o del alma que tiene ritos y magia
pero no tiene templos de piedra, y la Iglesia
espiritual que no tiene muros ni ritos. A lo largo
de la Historia estas tres Iglesias han caminado
por separado e incluso se han perseguido.
Sólo en pocas ocasiones han conseguido
caminar de la mano perfectamente dirigidas
por el Espíritu Superior.
Continuó Jacques de Molay:
- Esta tarea encargada a los nueve Caballeros
contó con la fuerza de un lado del cielo.
A la vez que decía esto miró por la ventana y
todos los presentes le imitaron observando por
la estrechez de la abertura la Constelación que
ahora conocemos como Orión. Prosiguió la
charla:
- Los antecesores al Temple que recibieron
esta orden y que ejecutaron los mandatos de la
Fraternidad de los Dos Iluminados, fueron los
que en el desierto se llamaron "Esenios" y que
cuando Herodes hizo la matanza de los inocentes,
acogieron a Jesús instruyéndole y
enseñándole el arte de curar con el espíritu y
conocer la Escritura y el espíritu de verdad.
Estos esenios representaban la sabiduría de
las tres Iglesias cuyos representantes aparecieron
cuando el Cristo tomó cuerpo, como
"Los Tres Reyes Magos de Oriente".
Fueron los esenios los que fundaron el cristianismo
pero ya en los primeros años después
de la partida de Jesús por las nubes, comenzaron
las separaciones de las Iglesias, siendo la
Gnóstica la que heredó los valores espirituales
que conservó y entregó por la línea de sucesión
a los primeros fundadores del Temple en
Jerusalén y a los Hermanos de Sión, que así
se llamaron en origen nuestros fundadores. Es
a través de esta Iglesia espiritual cómo a través
de los años hemos creado el modelo templario
que ha demostrado ser válido como elemento
de unificación pero que el poder político
y religioso amenazan. Aún, querido hermano,
nos queda un poco de tiempo para entregar el
testigo y el Grial que deberás llevar a
Occidente, siguiendo la Ruta de los Iniciados o
Ruta del Sol.
Hemos dicho antes que el rombo representa
los cuatro poderes creadores sobre los que se
asienta la Deidad, por ello Jesús tomó la cruz
de cuatro lados para morir pues él representó
la Jerarquía Solar o Celeste que se asienta y
toma forma concreta en la cruz de la Jerarquía
Terrestre. Juan el Bautista representó a esta
jerarquía en la antigüedad. De él dijo el Señor
que era el primero debajo del cielo y el último
de los seres solares. El símbolo de Juan es el
Corazón Púrpura que tú has visto en tus sueños.
Este signo es el de la Tribu Esenia que
está formada a su vez por treinta y seis príncipes
de oriente y treinta y seis de occidente, los
cuales gobiernan el mundo. Esta jerarquía de
mando está representada en nuestra orden por
el Consejo de Mando o Capítulo Principal que
tú ahora ves y del que has sido señalado por el
cielo para realizar la misión de transportar el
Grial hacia occidente. Dentro del Temple tenemos
también otra representación que heredó la
función de Melquisedec o Sacerdote de Dios y
que en tiempos de Jesús recayó en José de
Arimatea. Y por último, existe también en nuestra
Orden el cuerpo físico o Iglesia física representada
por los Caballeros armados que preservan
los valores de justicia entre los hombres
y entre ellos y Dios.
Jean interrumpió la conversación por el lógico
interés de su misión:
- ¿Qué es el Grial, hermanos?
- El Grial es, a semejanza de nuestra Orden,
un elemento de tres formas: el espíritu que brilla
en la frente de cada hombre y que no todos
han sabido encender. El alma o fórmula mágica
por la cual el espíritu se activa y transmite a
la materia, y el cuerpo que cada tiempo es
representado por un objeto físico.
- ¿Cuál es el Grial físico que debo transportar
a occidente?
Los hermanos le miraron con ternura y uno de
los presentes le interpeló a su vez:
- Cuando Dios castigó al hombre con el Diluvio
Universal destruyendo todo lo que existía
sobre la Tierra, ¿qué elemento le entregó
como símbolo de Alianza entre ambos?
- Creo recordar que fue una rama de olivo que
la paloma llevó a Noé al Arca.
La pregunta había sido respondida y Jean
guardó silencio a la vez que el Principal de la
Orden continuaba hablando:
- Marcharás a Palestina, escoltado por nueve
Caballeros a tu mando. No vestirás hábito de
guerra sino que te pondrás el saco anudado a
la cintura y tomarás un trozo de olivo del
Huerto de Getsemaní para llevarlo a occidente,
donde lo plantarás con tierra sagrada del
sepulcro donde fue enterrado el Maestro.
Luego todo habrá concluido.
- ¿Cómo sabré dónde debo plantar el olivo?
- Una estrella luminosa te guiará día y noche
en la Ruta del Santo al igual que lo hiciera con
los Magos. Una vez en el lugar, levantarás un
templo que conmemora a la Orden y terminarás
tus días custodiando el Grial que volverá a
florecer después de seiscientos sesenta y seis
años, pues nuestra Orden debe morir ahora
para renacer después en el "Tiempo del Olivo"
cerca del final de los días del Reino del Mal.
- ¿Cuál es el Tiempo del Olivo?
La Alusión al tiempo del Olivo esta citado en la
Biblia y solo quien le es revelado el conocimiento
sabrá interpretar los verdaderos significados
de las palabras y de las formas en ella
citados. Cada vez que termina un tiempo y
nace otro florece el Olivo, benditos los que se
refrescaron con su sombra y abonaron la tierra
para que crezca.
Nuestro personaje preguntó de nuevo:
- Entonces, ¿el rombo con los dos olivos que
he visto está referido a esta misión y a este
tiempo por llegar?
- Así es, hermano, así es.
- ¿Y el tercer rombo qué significa?
- La cruz para los cristianos, ¿qué memoriza?
- La muerte.
- Así será para nosotros y para los servidores
del olivo pues ya están dispuestas las
hogueras para quemar a los hermanos.
Nuestro final se acerca.
Golpearán el centro de la hoguera y
creerán que han terminado con la
verdad, pero éste será el comienzo
de otro tiempo puesto que las chispas
saltarán por infinidad de sitios
y no podrán ser apagadas.
Nuestros nuevos cuerpos ya
estarán preparados y la
antorcha de la verdad volverá
a renacer como una rosa
sobre una cruz.
- ¿Queréis decirme que
vamos a morir todos
ahora y que la Orden
debe concluir?
- Sí. El poder político y el
poder religioso se han
aliado de nuevo contra
la verdad, y tanto Felipe
IV, como el Santo Padre
Clemente V, están
redactando la orden de
nuestra extinción.
Seremos torturados y
se nos atribuirá toda
clase de herejías,
pero al final la verdad
será nítida para los
que deban heredar
el conocimiento y
seguir la tradición del
espíritu de verdad.
- Si así está ocurriendo, ¿por
qué no levantamos al Ejército
Templario y tomamos por la fuerza la
iniciativa? Son muchos los reyes
que formarían junto con nosotros
una Cruzada contra los traidores,
y así el gobierno único
sinárquico se formaría para siempre.
- No querido hermano, el árbol no se hace
fuerte en un solo año sino a lo largo de muchos
y después de aguantar enormes tormentas y
calamidades. Dejémosle crecer y aceptemos
esta tormenta puesto que de nuevo florecerán
las hojas en la próxima primavera. Se nos ha
confiado llevar el conocimiento un poco más
cerca de la meta final para este tiempo, pero
no es ahora el momento de instaurar el Reino
de Dios sobre la Tierra.
- ¿Cuándo llegará ese día?
Jacques de Molay salió al patio seguido de
los hermanos y de Jean. Una vez en él,
dijo:
- El hombre muere y los frutos se
secan en los árboles. Todo es
corruptible en este mundo.
Nuestros padres y nuestros
hijos pasarán,
pero siempre para
ellos, para nosotros
y para los que han
de venir, brillará el
cielo estrellado.
Observa este cielo
pues las mismas
luminarias volverán
después de
un gran período.
Ese momento
será el comienzo
del final.
Jean se quedó
mirando el firmamento
estrellado y
guardó en su corazón
la posición de las
estrellas y la forma de
sus reflejos, esperando el
deseado día. Ahora le quedaba
una gran misión por
realizar y su conciencia
estaba abierta y predispuesta
al efecto. El Gran Maestre
y los Caballeros se retiraron
cabizbajos, como esperando el
final de su existencia. Jean,
acompañado de Andrés, se retiró
al descanso para preparar la
última Cruzada hacia Tierra Santa. Cruzada
esta que no contemplaría sangre árabe sino el
holocausto de sus propios hermanos que quedaban
en Francia esperando de un momento a
otro el desenlace de la Orden.
Corría el año de nuestro Señor de 1307. Eran
los últimos días del mes de octubre cuando
Jean de Lorena, seguido de nueve Caballeros
emprendió la ruta de Jerusalén. Habían abandonado
los alrededores de París, cuando las
fuerzas de policía de Felipe IV de Francia, llamado
El Hermoso - sería por su aspecto externo
porque el interno era más bien tenebroso -
penetraron en la Encomienda General de la
Orden Templaria de la ciudad y tomaron prisionero
a Jacques de Molay junto con los
Principales. Simultáneamente en toda Europa
se ponía en marcha una campaña de desprestigio
y arresto para todos los Templarios, que
llevó a la hoguera a muchos de ellos previa tortura.
El rey Felipe IV vengó así su afrenta de no
haber sido admitido en la Orden de los
Soldados de Cristo. La codicia de su malvado
corazón deseaba también la riqueza de aquellos
monjes y no dudó en mentir y acechar contra
aquellos mártires para lograr sus fines. El
"Papa de Paja" y monigote al servicio del
poder, Clemente V, no levantó un dedo para
defender a sus hermanos de la Orden y en un
período de siete años de reclusión fueron
muriendo y siendo dispersada "La Milicia de
los Pobres Soldados de Cristo".
Mientras Jean de Lorena llegaba a Palestina,
fueron dadas las instrucciones en secreto a los
continuadores de la Orden y según lo previsto,
el final del Temple sería el parto de un nuevo
movimiento que continuaría la tradición hasta
el Tiempo del Olivo. Dejemos a Jean en su
aventura para contar las últimas jornadas del
Temple:
Después de años de constantes acechanzas,
torturas y martirios, el Gran Maestre es llevado
a la hoguera el 8 de marzo de 1314. Le habían
precedido muchos otros hermanos suyos. En
ese momento final y ante la muerte, Jacques
de Molay confiesa que todas las acusaciones
contra el Temple han sido arrancadas bajo tortura
y que la Orden es santa. Convoca al
Tribunal de Dios al Papa y al Rey de Francia,
quienes en los meses sucesivos mueren misteriosamente
fruto de su maldición. Esta maldición
llega hasta
el último de los
descendientes
de Felipe IV; el
Rey Luis XVI,
que muere
ajusticiado en el
cadalso durante
la Revolución
Francesa. Un
espectador de
dicha muerte
sube al estrado
y cogiendo un
coágulo de sangre
del Rey, dice a la multitud: "¡Yo te bautizo
pueblo, en nombre de la libertad y de Jacques
de Molay!". Al día siguiente de la muerte del
Gran Maestre, nueve Caballeros disfrazados
de albañiles llegan a la hoguera extinguida de
Jacques y toman sus cenizas para encerrarlas
en un cofre y transportarlas al Norte de Europa
a un lugar secreto. La Sinarquía Universal
debía por tanto esperar otro tiempo y la Orden
del Temple había cumplido con su misión de
acercar el Grial un poco más a la deseada
cima de la Gran Fraternidad Universal. Sobre
Europa volvía a resurgir la cruz del sacrificio
pero prendida de su centro, aparecía ahora
una rosa roja de una belleza inusitada.
Jean de Lorena cumplió con la orden dada por
el Consejo Alquímico del Temple y llegó a
Jerusalén en los momentos de las primeras
noticias de arresto de sus hermanos en
Francia. No pudo contener las lágrimas y en
previsión de nuevas venganzas mandó que los
Caballeros que le acompañaban se vistieran
de hábito de peregrino y se despojaran de la
insignia de la Orden.
La Jerusalén de aquellos días era, y aún sigue
siendo, la piedra angular de encuentro de
varias culturas. No en vano y por un tiempo la
revelación de los pueblos y sus religiones
nació en estos parajes de antiguos patriarcas.
Lógico era por tanto que los distintos ejércitos
se precipitaran a su conquista.

Es cierto por otra parte que la imagen de super
héroes que los Caballeros Templarios y los de
otras ordenes afamadas recibieron por aquellos
combates, no reflejaron la realidad objetiva,
puesto que si hubo algún vencedor en
aquellas Cruzadas fueron indudablemente
Saladino y sus ejércitos, que terminaron por
imponer su dominio sobre Tierra Santa.
Aunque por diversos períodos cayó en manos
de los cristianos, creándose el Reinado de
Jerusalén que tuvo varios reyes de corta dinastía.
Los Templarios querían partir de Jerusalén
como foco universalista para la total Sinarquía
de todas las naciones y todos los hombres de
la Tierra. Es por tanto loable que precisamente
fuera ese el punto de mayor fricción
entre los hombres y el comienzo de
la utopía de Fraternidad que inspiró a
esta Orden mítica a emprender la realización
de su quimera.
Jean de Lorena fue llevado a la sede
principal de la Orden en aquella ciudad y
desde ésta a una mezquita musulmana
próxima. En un principio la extrañeza de
nuestro Caballero se hizo patente hasta
el punto de que se quedó parado en la
puerta con miedo a entrar y verse con el
propio diablo. Andrés comenzó a reir a la
vez que empujaba al miedoso Caballero.

- Descálzate, Jean, y no temas. Los mismos
Dioses de los musulmanes son los nuestros y
no tienen como fin el hacernos daño. Pasa por
tanto y ten respeto.
Así lo hizo y fueron a su vez introducidos en
una estancia contigua a la mezquita, ricamente
adornada con los clásicos cojines y tapices
de tipo persa de los que solían rodearse estos
árabes.
Un hombre vestido con túnica blanca y turbante,
moreno, de ojos penetrantes, barbado y con
expresión de fuerte aristocracia interior dio la
bienvenida a los Caballeros del Temple:

- Bienvenidos hermanos.

Jean se quedó un poco perplejo al ver que un
musulmán, que era un enemigo en potencia, le
saludara con tanto merecimiento y cortesía,
pero al parecer era normal para aquellos
Caballeros de ambos bandos pasar de las
armas a la confraternización. Omar, que así se
llamaba el Caballero Cruzado árabe, le dijo:
- Bienvenido Jean de Lorena. Nuestros sabios
nos han revelado tu misión y estamos dispuestos
a colaborar contigo en todo cuanto solicites.
El Huerto de los Olivos está en nuestro
territorio así como el Sepulcro de Jesús.
Tienes libre acceso a cuantos lugares desees
y recibirás además nuestra escolta para que no
seas molestado.
"¿Hermano?... Aquel hermano de Jean mas
bien parecía primo o en todo caso amigo, pero
las circunstancias le obligaban y prosiguió."
- ¿Cómo es que mantenemos una guerra cruel
desde hace años por custodiar y poseer los
Lugares Santos y ahora tú los pones a mi disposición?
¡No tiene sentido!
- Ciertamente así es para la mayoría, pero no
para unos pocos. Dentro de nuestro pueblo se
dan las mismas circunstancias que en el tuyo.
Hay tres estados básicos de conciencia y cada
uno funciona con su lógica, siendo primitivo y
de reacción instintiva el último estado o dogmático.
Para la masa humana no realizada, la
guerra es una forma expresiva de catalizar su
propia violencia. Para otro grupo más intelectual,
el combate y la disputa llevan consigo
cierto estímulo de conocimiento y de análisis
del comportamiento, y para unos pocos, la
Sinarquía es la meta final de cualquier esfuerzo
temporal. También nosotros deseamos la
Fraternidad entre los hombres pero debemos
previamente desarrollar nuestra propia ley y
educar a los nuestros para luego llegar a un
solo final y un solo principio. El mismo Dios y
los mismos modos deberían ser para cada
pueblo pero esto no se puede realizar todavía
y procuramos entender la lógica del tiempo y
de la Superior Inteligencia, no contraviniendo
las leyes y empujando los cambios históricos
que interpretamos. Estos cambios desgraciadamente
se podrían hacer sin sangre, pero el
hombre todavía no está maduro y se asemeja
más a las fieras que a Dios. Nosotros asistimos
impotentes a todo este proceso.
- ¿Quieres decirme que dejarías incluso a
tu Dios Alá por el nuestro Jesucristo?
- Querido Jean, el mismo Cristo es el
que compenetra a Jesús para vosotros o
Mahoma para nosotros, o si me apuras,
para los pueblos orientales y
los que llamamos bárbaros.
También para nosotros la luz
es la expresión crística o
divina. Cada religión tribaliza
por el mismo Dios que se reviste de
diversas formas y desgraciadamente
lo hace a su imagen y semejanza. El
último proceso de esta estupidez
humana la llaman "Guerra Santa" o
"Cruzada Divina" haciendo a Alá guerrero
o a Cristo vengador, atribuyéndoles
nuestra propia debilidad. Cristo
es amor y se expresa siempre con la
ética del bien en todas las latitudes de
la Tierra. Los Dioses son por tanto los
mismos pero con diferentes nombres
y el Pueblo de Dios es toda la
Humanidad. Son los Diáconos,
Obispos y Ministros de Dios los
que han poseído la religión y la
han deshumanizado a fin de perpetuar su
poder sobre la masa ignorante. Sus armas no
son las convencionales, son más dañinas que
las espadas y las lanzas, pueden condenar al
fuego eterno o en nombre de Dios torturar y
matar hasta conseguir perpetuar su dominio
psicológico sobre el hombre y anular su capacidad
de pensar y ser libres en el corazón y en
el espíritu. Dios no necesita intermediarios.
Fue ahora Andrés quien se dirigió a Omar:
- Hermano, ya pronto deberemos despedirnos
para siempre puesto que nuestra Orden se
está disolviendo. Llegarán otros Caballeros
con las armas dispuestas, pero no vivirán el
combate como nosotros lo hemos vivido.
Hemos aprendido mucho en estos años y son
pocos los que conservan el espíritu de los primeros
Cruzados.
Estoy triste hermano, nuestras lanzas no se
encontrarán en la batalla. Siempre consideré
un honor medirme contigo y un gran privilegio
tener como enemigo a quien
tanto amo.
- Así lo es para mí también,
Andrés.
Jean de Lorena se quedó
aún más perplejo cuando vio a
dos enemigos que hablaban de amor
y de honor. ¿Cómo se podía ser
amigo y enemigo a la vez?...
Andrés que siempre se anticipaba
a sus pensamientos, le dijo:
- ¿No dijo el Maestro Jesús que amáramos
a nuestros enemigos? Nadie
conoce la Ley del Amor pues como
bien se dice popularmente "del
amor al odio hay un paso" y así
ocurrió con Judas y Jesús que
vivieron un amor que a uno le
llevó a la cruz y al otro al árbol donde se
ahorcó.
- Pero, ¿qué clase de amor es ese que
hace morir a dos seres?
Respondió Omar:
-Ese amor que tú no entiendes y que hizo
a Jesús y a Judas morir fue el que causó a su
vez lo que vosotros llamáis "Redención" puesto
que si no se hubiera dado así el hombre no
habría sido redimido. Como ves no fue tan
malo Judas pues colaboró a que el misterio se
diera. Nosotros no nos enfrentamos, colaboramos
al misterio del crecer humano, por ello el
amor entre Andrés y yo es un amor de espíritu
y real, aunque los cuerpos estén separados e
incluso enfrentados. Por encima de las apariencias
y de las circunstancias humanas está
la real Fraternidad Universal que vive sempiterna
y que nos manda servirla a través de las
diversas etapas y reencarnaciones en forma
dispar y algunas veces, como ahora, como
enemigos en la forma pero siempre, siempre
como hermanos en el espíritu.
- Entonces, ¿justificáis la guerra?
- No. La guerra es estúpida y Dios quiera que
ésta sea la última. El dolor del Iniciado o del
Soldado de Cristo o de Alá, es asistir impotente
ante la incomprensión humana y no poder
acelerar los tiempos haciendo de ésta la batalla
final que nos lleve al Paraíso entre todos los
hombres. Esperemos que el ser humano comprenda
y deje de matarse en nombre de Dios.
En un momento de aquella reunión nos fue
servido vino y pan y previo a comerlo, Omar
tomó la palabra a la vez que cogía el sólido en
una mano y el vino en la otra:
- Dice nuestra tradición oculta que en oriente
hay un paraíso habitado por hombres santos
donde se conserva el Arbol del Bien y del Mal
del que comió Adán. En aquel reino vive el
Señor del Mundo que es quien desde la oscuridad
gobierna el espíritu de los hombres y de
las cosas en la Tierra. Su pueblo está formado
por seres sabios que viven en compañía de los
Angeles de Dios que vienen a visitarles día y
noche. Nada ocurre entre los hombres que
previamente no haya sido ordenado por el
Señor del Mundo, quien en todo momento
sabe cuanto hacemos y lo que ocurre en las
naciones. Nosotros estamos entre los hombres
pero no somos como ellos pues nuestro pueblo
es este Reino Oculto y de su energía y de sus
dictados se alimentan nuestros espíritus.
Somos los "Hijos de la Luz" que luchan contra
los "Hijos de las Tinieblas". Alzo mi copa y brindo
por nuestro pueblo oculto a la vez que tomo
el pan con mis hermanos a los que Alá ha guia-
do en este día para realizar el milagro del
nuevo tiempo.
Cogiendo el pan lo mojó en el vino y lo comió.
Acto seguido le imitaron los invitados dando
por concluida la reunión.
En el Huerto de los Olivos Jean quiso pasar la
noche a solas rememorando los tiempos de
Jesús y así lo hizo. No pudo descansar puesto
que a su cabeza llegaban extraños presentimientos
y a su corazón acudía el dolor y la
impotencia de una verdad que siempre debía
esperar un tiempo mejor y que cada vez anegaba
de sangre la Historia. Comprendió entonces
que el sacrificio de la cruz quizás no mereció
la pena puesto que el hombre se había
vuelto más bestia que antes y seguramente el
tiempo por venir incrementaría esa brutalidad
en vez de la virtud. Entendió por qué Jesús
había sudado sangre ante el hecho de aceptar
su muerte para la redención del hombre. Justo
en aquel instante miró al cielo y vio una luz plateada
blanca que en ese momento más que
nunca expresaba el consuelo de la Jerarquía
Celeste.
Al final, las palabras de Jacques de Molay se
hacían reveladoras y la estrella que debía
guiarle hacia el lugar exacto se mostraba
radiante. Salió corriendo hacia los hermanos y
a gritos les mostró aquella extraña estrella
luminosa, pero a pesar de su insistencia ninguno
lograba vislumbrarla, sólo él. Creyó estar
alucinando o que la debilidad después del viaje
le habría trastornado. Andrés, pendiente de él
en todo momento, le dijo:
- Hermano querido, hoy para ti y en tu frente ha
brillado la luz del espíritu. Tu conciencia ha
visto el Grial luminoso que será la guía hasta tu
muerte. Debemos regresar, es el tiempo.
Pasaron unos días, Jean no sabía muy bien
dónde debía dirigirse. La luz blanca y brillante
le mostró enseguida el camino y tomó rumbo al
mismo sitio donde el primer sueño le había llevado
a vivir toda aquella historia: a tierras de
Navarra, España, a la Ruta del Camino de
Santiago.
Muchos meses después se encontró por fin en
el lugar del primer sueño. Una de las noches
que estaba esperando algún signo, Jean vio en
meditación un olivo que tomaba la ruta del
Norte y que se aposentaba cerca del lugar
donde estaban acampados. Se despertó y
salió corriendo, guiado por aquella premonición
hasta que vio una luz rara sobre un montículo
de tierra. Miró al cielo y la estrella metálica
volante que le había guiado había desaparecido
para siempre. Comprendió entonces
que aquel era el lugar. Tomando la tierra que
había traído del Sepulcro de Jerusalén y el
retoño de olivo, lo plantó en el preciso lugar.
Despidió a los Caballeros y dijo a Andrés que
confirmara al Gran Maestre la misión cumplida.
Más tarde edificó allí una ermita para que le
acogiese en los últimos años de su vida.
Andrés llegó a Francia cuando la Orden estaba
ya expirando. Vistió otra vez los hábitos de
Caballero y fue encarcelado y torturado por
negarse a declarar en falso. Logró acercarse a
Jacques de Molay para decirle que la misión
había sido cumplida. El Gran Maestre que
había firmado mediante tortura todo lo que sus verdugos le habían ordenado, vio iluminada su
cara al comprobar que la última Cruzada de los Templarios había sido realizada. Revocó su decisión
aceptando la muerte como un valiente. El tiempo, el instrumento y las formas del nuevo
renacer habían sido expresadas.
Jean de Lorena vivió hasta los 49 años, y en el momento de su muerte, el olivo que había traído
de Jerusalén tenía ya dos metros de largo. Las tormentas y los aguaceros no pudieron romper aquel tronco sólido y regado por la sangre de aquellos hermanos "Soldados de Cristo" que
tan solo habían caminado unos pasos en el eterno anhelo de la Sinarquía o Gran Fraternidad
Universal.

Cuenta la leyenda que los lugareños suelen ver el día de San Juan o Solsticio de Verano, cómo
una nube metálica hueca y luminosa, controla el crecimiento del olivo traído por Jean de Lorena
y los nueve Caballeros Templarios. Allí continúa repleto de luz para quien es designado y sabe
buscar el preciso lugar de su vibración.
Vendrán otros lejanos tiempos y el olivo seguirá la Ruta del Sol para renacer en la tierra más allá
del océano. También entonces habrá sacrificio humano y de nuevo unos pocos renovarán el
milagro que época tras época renace y muere empujando el carro de la vida y creciendo en
Cristo para la perfección.

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