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lunes, 27 de agosto de 2007

GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES // ALLAN KARDEC

ESPIRITISMO EXPERIMENTAL


El libro
de los médiums


GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES



ALLAN KARDEC




GUÍA DE LOS MÉDIUMS Y DE LOS EVOCADORES conteniendo la enseñanza especial de los Espíritus sobre la teoría de todos los géneros da manifestaciones, los medios de comunicar con el mundo invisible, el desarrollo de la mediumnidad, las dificultades y los escollos que se pueden encontrar en la práctica del Espiritismo, continuación de EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS por ALLAN KARDEC



Nota: En el siglo XIX, hubo un "auge", del movimiento espiritista; como siempre que hay un movimiento de masas hacia un tema, empezaron a "aparecer" de todos los lugares del mundo, "sabios espiritistas", de los cuales una gran malloria eran estafadores, y gente de facil vivir; el problema llego cuando las personas que iban a estas sesiones espiritistas, pasaron de ser de los "simples ciudadanos", a la "elite" de los grandes paises: escritores, politicos, hasta gente de la realeza se intereso en el tema, y siempre habia algun medium para "exponer sus teorias", y en una sesion con tintes oscuros, poner en contacto a alguien con un ser querido, o en un momento dado, "con quien se cruzase en ese momento".Se descubrieron multitud de fraudes, y artimañas para engañar a una sociedad avida de entender secretos paranormales; tal fue el descontrol, que se llego a escribir una guia, para saber de que manera se podian hacer las sesiones espiritistas, y asi "poder descubrir a los impostores".Esa guia, es el escrito que se relata a continuacion...







INTRODUCCIÓN

La experiencia nos confirma todos los días en esta opinión de que las dificultades y las decepciones que se encuentran en la práctica del Espiritismo, tienen su origen en la ignorancia de los principios de esta ciencia, y estamos felices por haber constatado que el trabajo que hemos hecho, para precaver a los adeptos contra los escollos de un noviciado, ha producido sus frutos, y que muchos han debido a la atenta lectura de esta obra el haber podido evitarlos.
Un deseo muy natural, entre las personas que se ocupan del Espiritismo, es el poder entrar por sí mismas en comunicación con los Espíritus; esta obra está destinada a facilitarles el camino, haciéndoles aprovechar del fruto de nuestros largos y laboriosos estudios, porque se tendría una idea muy falsa, pensando que para ser experto en esta materia basta saber colocar los dedos sobre una mesa para hacerla girar o tener un lápiz para escribir.
Se engañaría igualmente, si se creía encontrar en esta obra una receta universal e infalible para formar los médiums. Aunque cada uno contenga en sí mismo el germen de la cualidades necesarias para poderlo ser, estas cualidades no existen si no en grados muy diferentes, y su desarrollo proviene de causas que no dependen de ninguna persona el hacerlas nacer a voluntad. Las reglas de la poesía, de la pintura y de la música, no hacen ni poetas, ni pintores, ni músicos de aquéllos que no les tienen el genio: guían en el empleo de facultades naturales. Lo mismo pasa con nuestro tabajo; su objeto es indicar los medios de desenvolver la facultad medianímica, tanto como lo permitan las disposiciones de cada uno, y sobre todo dirigir el empleo de éstas de una manera útil, cuando la facultad existe. Pero eso no es el fin único que nos hemos propuesto.
Al lado de los médiums propiamente dichos, hay la multitud, que aumenta todos los días, de personas que se ocupan de las manifestaciones espiritistas; guiarles en sus observaciones, señalarles los escollos que pueden y deben necesariamente encontrar en una cosa nueva, iniciarlas en la manera de tener relación con los Espíritus, indicarles los medios de tener buenas comunicaciones, tal es el círculo que debemos abrazar, bajo pena de hacer una cosa incompleta. Nadie quedará, pues, sorprendido, al encontrar en nuestro trabajo noticias que de pronto, podrán parecer extrañas: la experiencia demostrará su utilidad. Después de haberlo estudiado con cuidado, se comprenderán mejor los hechos de que será testigo; el lenguaje de ciertos Espíritus parecerá menos raro. Como instrucción práctica, no se dirige pues exclusivamente a los médiums sino a todos aquellos que están en disposición de ver y observar los fenómenos espiritistas.
Algunas personas hubieran deseado que publicásemos un manual práctico muy sucinto, conteniendo en pocas palabras la indicación de los procedimientos que deben seguirse para entrar en comunicación con los Espíritus; piensan que un librito de esta naturaleza, pudiendo, por lo módico de su precio, circular con profusión, sería un poderoso medio de propaganda, multiplicando los médiums; en cuanto a nosotros, miramos tal obra como más dañosa que útil, al menos por el momento. La práctica del Espiritismo está rodeada de muchas dificultades, y no está exenta de los inconvenientes que un estudio serio y completo puede sólo precaver. Sería, pues, de temer que una indicación demasiado sucinta, provocase experiencias hechas con ligereza, que podrían dar lugar a arrepentirse; éstas son cosas con las cuales no es conveniente ni prudente jugar, y creeríamos prestar un mal servicio poniéndolas a disposición del primer atolondrado que tomase a diversión el hablar con los muertos. Nos dirigimos a las personas que ven en el Espiritismo un fin serio, que comprenden toda su gravedad, y no hacen juguete de las comunicaciones con el mundo invisible.
Habíamos publicado una Instrucción práctica con el objeto de guiar a los médiums; ésta obra está hoy agotada, y aunque se hizo con un fin eminentemente grave y serio, no la reimpri meremos, porque no la encontramos aún bastante completa para ilustrar sobre todas las dificultades que pueden encontrar. La hemos reemplazado por ésta, en la que reunimos todos los datos que una larga experiencia y un estudio concienzudo, nos permitieron adquirir. Contribuirá, lo esperamos al menos, a dar al Espiritismo el carácter grave que es su esencia y evitar que se vea en él un objeto de ocupación frívola de diversión.
A estas consideraciones añadiremos una muy importante que es la mala impresión que produce sobre las personas novicias o mal dispuestas, la vista de experiencias hechas ligeramente y sin conocimiento de causa; tienen por inconveniente el dar del mundo de los Espíritus, una idea muy falsa y de prestar el flanco a la burla y a una crítica muchas veces fundada; por eso es que, raramente, los incrédulos salen convertidos de estas reuniones, y poco dispuestos a ver el lado grave del Espiritismo. La ignorancia y la liviandad de ciertos médiums, han hecho más mal, del que parece, en la opinión de muchas gentes.
El Espiritismo ha hecho grandes progresos desde algunos años, pero los ha hecho sobre todo inmensos, desde que ha entrado en la vía filosófica, porque ha sido apreciado por las gentes ilustradas. Hoy día nos es ya un espectáculo: es una doctrina de la que ya no se ríen, los que se mofaban de las mesas giratorias. Poniendo nuestros esfuerzos en dirigirle y manternele en este terreno, tenemos la convicción de conquistarle más partidarios útiles, que provocando, de cualquer modo, manifestaciones de las cuales se podría abusar. Todos los días, tenemos la prueba de eso por el número de adeptos que ha hecho la sola lectura del Libro de los Espíritus.
Después de haber expuesto en el Libro de los Espíritus la parte filosófica de la ciencia Espiritista, damos en esta obra la parte práctica para el uso de aquellos que quieran ocuparse de las manifestaciones, ya por sí mismos, ya para darse cuenta de los fenómenos que pueden ser llamados a presenciar. En ella verán los escollos que se pueden encontrar, y tendrán así un medio de evitarlos. Estas dos obras, aunque continuación la una de la otra, son hasta cierto punto independientes: pero al que quiera ocuparse seriamente de la cosa diremos que lea desde luego el Libro de los Espíritus porque contiene los principios fundamentales, sin los cuales ciertas partes de esta obra serían tal vez difícilmente comprendidas.
Mejoras importantes fueron introducidas en esta segunda edición que es mucho más completa que la primera. Se ha corrigido con un cuidado muy particular por los Espíritus, que han añadido un número muy grande de observaciones y de instrucciones del más alto interés. Como todo lo han revistado y lo han aprobado o modificado a su gusto, se puede decir que esta edición es en gran parte su obra, porque su intervención no se ha limitado a algunos artículos firmados; no hemos indicado los nombres sino cuando ésto nos ha parecido necesario para caracterizar ciertas citas un poco extensas, como emanadas de ellos textualmente; de otro modo nos hubiera sido necesario citarlos casi en cada página; notablemente en todas las respuestas hechas a las preguntas propuestas, lo que no nos ha parecido útil. Los nombres, como se sabe, importan poco en semejante materia; lo esencial es que el conjunto del trabajo, responda al fin que nos hemos propuesto. La acogida hecha a la primera edición, aunque imperfecta, nos hace esperar que ésta no lo será con menos favor.
Como hemos añadido, en ella, muchas cosas, y muchos capítulos enteros, hemos suprimido algunos artículos que tenían doble colocación; entre otros la Escala espiritista que se encuentra ya en el Libro de los Espíritus. Hemos igualmente suprimido del Vocabulario lo que no entraba especialmente en el cuadro de esta obra, y que se halla últimamente reemplazado por cosas más prácticas. Por otra parte, este vocabulario no era bastante completo; lo publicaremos más tarde separadamente, bajo la forma de un pequeño diccionario de filosofia espírita; sólo hemos conservado las palabras nuevas o especiales relativas al objeto del que nos ocupamos.

PRIMERA PARTE
NOCIONES PRELIMINARES
CAPÍTULO PRIMERO
¿HAY ESPÍRITUS?

1. La duda concerniente a la existencia de los Espíritus, tiene por causa primera la ignorancia de su verdadera naturaleza. Se les figura generalmente como seres aparte en la creación, y cuya necesidad no está demostrada. Muchos no los conocen sino por los cuentos fantásticos que han oído desde la cuna, poco más o menos como se conoce la historia por los romances; sin investigar si estos cuentos, separados los accesorios ridículos, se apoyan sobre un fondo de verdad, sólo les impresiona lo absurdo; no quieren tomarse el trabajo de quitar la corteza amarga para descubrir la almendra y rehusan el todo, como hacen con la Religión los que, por ver ciertos abusos, todo lo confunden en la misma reprobación.
Cualquiera que sea la idea que se forme de los Espíritus, esta creencia está necesariamente fundada sobre la existencia de un principio inteligente fuera de la materia, y es incompatible con la negación absoluta de este principio. Tomamos, pues, nuestro punto de partida en la existencia, la supervivencia y la individualidad del alma, de lo que el "Espiritualismo" es la demostración teórica y dogmática, y el "Espiritismo" la demostración patente. Hagamos, por un instante, abstracción de las manifestaciones propiamente dichas, y raciocinando por inducción, veamos a qué consecuencia llegaremos.

2. Desde el momento que se admite la existencia del alma y su individualidad después de la muerte, es menester también admitir: 1º que es de una naturaleza diferente del cuerpo, pues que una vez separada de éste no tiene ya sus propriedades; 2º que goza de la conciencia de sí misma, puesto que se le atribuyen la alegria o el sufrimiento; de otro modo sería un ser inerte, y tanto valdría para nosotros no tenerla. Admitido esto, el alma va a alguna parte; ¿en qué se convierte y a dónde va? Según la creencia común, va al cielo o al infierno ¿pero dónde están el cielo y el infierno? Se decía en otro tiempo que el cielo estaba arriba y el infierno abajo; ¿pero qué es lo que está arriba o abajo en el universo desde que se conoce la redondez de la Tierra, el movimiento de los astros que hace que lo que es arriba en un momento dado venga a ser lo bajo en doce horas, lo infinito del espacio en el cual el ojo se sumerge en distancias inconmensurables? Es verdad que por lugares bajos se entienden también las profundidades de la tierra; ¿pero qué han venido a ser estas profundidades desde que se han ojeado por la geología? ¿Qué se han hecho estas esferas concéntricas llamadas cielo de fuego, cielo de las estrellas, desde que se sabe que la Tierra no es el centro de los mundos, que nuestro mismo sol no es más que uno de los millones de soles que brillan en el espacio, y que cada uno de ellos es el centro de un torbellino planetario? ¿Qué importancia tiene la Tierra perdida en esta inmensidad? ¿Por qué privilegio injustificable este grano de arena imperceptible, que no se distingue por su volumen ni por su posición, ni por un objeto particular, estaría él sólo poblado de seres racionales? La razón rehusa admitir esta inutilidad de lo Infinito, y todo nos dice que esos mundos están habitados. Si están poblados, suministran pues su contigente al mundo de las almas; pero repetimos, ¿qué es de estas almas, puesto que la Astronomía y la Geología han destruido las moradas que les estaban señaladas, y sobre todo desde que la teoria tan racional de la pluralidad de los mundos, las ha multiplicado hasta el infinito? La doctrina de la localización de las almas, no pudiendo ponerse de acuerdo con los datos de la ciencia, otra doctrina más lógica les señala por dominio, no un lugar determinado, y circunscrito, sino el espacio universal: es todo un mundo invisible en medio del cual vivimos, que nos circuye y nos rodea sin cesar. ¿Hay en esto una imposibilidad, alguna cosa que repugne a la razón? De ningún modo; todo nos dice, al contrario, que no puede ser de otra manera. ¿Pero entonces qué vienen a ser las penas y las recompensas futuras, si les quitáis los lugares especiales? Observad que la incredulidad, respecto a esas penas y recompensas, está, generalmente, provocada, porque se las presenta con condiciones inadmisibles; pero decid en lugar de esto que las almas sacan su dicha o su desgracia de sí mismas; que su suerte está subordinada a su estado moral; que la reunión de las almas simpáticas y buenas es una fuente de felicidad; que según su grado de depuración, penetran y ven cosas que se borran ante las almas groseras, y todo el mundo lo comprenderá sin trabajo; decid además que las almas no llegan al grado supremo si no por medio de los esfuerzos que hacen para mejorarse y después de una serie de pruebas que sirven a su depuración; que los ángeles son las almas que han llegado al último grado, el que todas pueden alcanzar con buena voluntad; que los ángeles son los mensajeros de Dios encargados de velar en la ejecución de sus designios en todo el Universo; que son dichosos de estas misiones gloriosas, y daréis a su felicidad un fin más útil y más atractivo que el de una contemplación perpetua, que no sería otra cosa que una inutilidad perpetua; decid, en fin, que los demonios no son otros que las almas de los malvados, todavía no depuradas, pero que pueden llegar a serlo como las otras, y esto parecerá más conforme a la justicia y a la bondad de Dios, que la doctrina de seres creados para el mal y perpetuamente dedicados a él. He aquí, repetimos, lo que la razón más severa, la lógica más rigurosa, en una palabra, el buen sentido, pueden admitir.
Las almas que pueblan el espacio son precisamente lo que se llaman "Espíritus"; los "Espíritus" no son, pues, otra cosa que las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Si los Espíritus fuesen seres aparte, su existencia sería más hipotética; pero si admitimos que hay almas, es necesario también admitir los Espíritus que no son otros que las almas; si se admite que las almas están por todas partes, es necesario admitir igualmente que los Espíritus están por todo. No se podría, pues, negar la existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.

3. Esto no es, en verdad, sino una teoría más racional que la otra; pero ya es mucho una teoría que no contradiga ni la razón ni la ciencia; si además está corroborada por los hechos, tiene para sí la sanción del razonamiento y de la experiencia. Estos hechos, nosotros los encontramos en el fenómeno de las manifestaciones espiritistas, que son así la prueba patente de la existencia y de la supervivencia del alma. Pero para muchas gentes, su creencia no va mas allá; admiten la existencia de las almas y por consecuencía la de los Espíritus, pero niegan la posibilidad de comunicarse con ellos, por la razón, dicen, que seres inmateriales, no pueden obrar sobre la materia. Esta duda está fundada sobre la ignorancia de la verdadera naturaleza de los Espíritus, de la cual se forma generalmente una idea muy falsa, que se les considera sin razón como seres abstractos, vagos e indefinidos, lo que no es así.
Figurémonos desde luego el Espíritu en su unión con el cuerpo; el Espíritu es el ser principal, pues, que es el ser "pensador y superviviente"; el cuerpo no es, por consiguiente, más que un "accesorio" del Espíritu, una envoltura, un vestido que deja cuando está usado. Además de esta envoltura material, el Espíritu tiene una segunda, semi-material que le une a la primera; en la muerte, el Espíritu se despoja de ésta, pero no de la segunda a la que nosotros damos el nombre de "periespíritu". Esta envoltura semi-material que afecta la forma humana, constituye para él un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por ser invisible para nosotros en su estado normal no deja de poseer algunas de las propiedades de la materia. El Espíritu no es, pues, un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al cual sólo falta ser visible y palpable para parecerse a los seres humanos. ¿Por qué pues no obraría sobre la materia? ¿Por qué su cuerpo es fluídico? ¿Pero no es entre los fluidos los más rarificados, los mismos que se miran como imponderables, la electricidad, por ejemplo, que el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Es que la luz imponderable no ejerce una acción química sobre la materia ponderable? Nosotros no conocemos la naturaleza íntima del periespíritu; pero supongámosle formado de materia eléctrica, o de otra tan sutil como ésta, ¿por qué no tendría la misma propiedad siendo dirigida por una voluntad?

4. La existencia del alma y la de Dios, que son la consecuencia una de la otra, siendo la base de todo el edificio, antes de entablar alguna discusión espiritista, importa asegurarse si el interlocutor admite esta base. Si a estas preguntas: ¿Creéis en Dios? ¿Creéis tener un alma? ¿Creéis en la supervivencia del alma después de la muerte? – responde negativamente, o si dice simplemente: "Yo no sé; querría que fuese así, pero no estoy seguro de ello", lo que, las más veces, equivale a una cortés negativa, disfrazada bajo una forma menos explícita a fin de no chocar muy bruscamente lo que él llama “preocupaciones respetables”, sería tan inútil ir más allá, como el pretender demostrar las propiedades de la luz al ciego que no la admitiese, porque en definitiva, las manifestaciones espiritistas no son otra cosa que los efectos de las propiedades del alma; con aquél es necesario seguir otro orden de ideas si no se quiere perder el tiempo.
Si se admite la base, no a título de "probabilidad", si no como cosa segura, incontestable, la existencia de los Espíritus, se deduce naturalmente.

5. Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse al hombre, esto es, si puede hacer con él cambio de pensamientos. ¿Y por qué no? ¿Qué es el hombre si no un Espíritu encarcelado en un cuerpo? ¿Por qué el Espíritu libre no podría comunicarse con el Espíritu en prisión, como el hombre libre con el que está entre cadenas? Desde luego que admitís la supervivencia del alma, ¿es racional no admitir la supervivencia de los afectos? Puesto que las almas están por todas partes, ¿no es natural el pensar que la de un ser que nos ha amado durante su vida, venga cerca de nosotros, que desee comunicarse, y que se sirva para esto de los medios que están a su disposición? ¿Durante su vida no obraba sobre la materia de su cuerpo? ¿No era ella quién dirigía sus movimientos? ¿Por qué, pues, después de su muerte, de acuerdo con otro Espíritu ligado a un cuerpo, no tomaría este cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, como un mudo puede servirse de uno que hable para hacerse comprender?

6. Hagamos por un instante abstracción de los hechos que, para nosotros, hacen la cosa incontestable; admitámoslos a titulo de simple hipótesis; pidamos que los incrédulos nos prueben, no por una simple negativa, porque su dictamen personal no puede hacer ley, sino por razones perentorias, que esto no puede ser. Nosotros nos colocaremos sobre su terreno, y puesto que quieren apreciar los hechos espiritistas con ayuda de las leyes de la materia, que tomen, por consiguiente, en este arsenal, alguna demostración matemática, física, química, mecánica, y fisiológica, y prueben por "a" más "b", partiendo siempre del principio de la existencia y supervivencia del alma:
1º Que el ser que piensa en nosotros durante la vIda no debe pensar más después de la muerte;
2º Que, si piensa, no debe pensar más en los que ha amado;
3º Que si piensa en aquellos que ha amado, no debe querer ya comunicarse con
ellos;
4º Que si puede estar por todas partes, no puede estar a nuestro lado;
5º Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6º Que por su envoltura fluídica no puede obrar sobre la materia inerte;
7º Que si puede obrar sobre la materia inerte, no puede obrar sobre un ser animado;
8º Que si puede obrar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerle escribir;
9º Que pudiendo hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y trasmitirle su pensamiento.
Cuando los adversarios del Espiritismo nos hayan demostrado que esto no puede ser, por razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el Sol el que da vueltas alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas son fundadas; desgraciadamente hasta este día toda su argumentación se resume en estas palabras: Yo no creo, luego esto es imposible. Nos dirán sin duda que toca a nosotros probar la realidad de las manifestaciones; nosotros se la probamos por los hechos y el raciocinio; si no admiten ni lo uno ni lo otro, si aún niegan lo que ven, corresponde a ellos el probar que nuestro raciocinio es falso y que los hechos son imposibles.

CAPÍTULO II
LO MARAVILLOSO Y LO SOBRENATURAL

7. Si la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones fuese una concepción aislada, el producto de un sistema, podría con alguna apariencia de razón ser sospechosa de ilusión; pero que se nos diga ¿por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos antiguos y modernos, y en los libros santos de todas las religiones conocidas?
Esto es, dicen algunos críticos, porque en todo tiempo el hombre ha amado lo maravilloso. - ¿Qué es, pues, lo maravilloso según vosotros? - Lo que es sobrenatural. –Qué entendéis por sobrenatural? - Lo que es contrario a las leyes de la naturaleza. -¿Acaso conocéis estas leyes con tanta perfección que os sea posible marcar un limite a la potencia de Dios? ¡Pues bien! Probad entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son contrarias a las leyes de la naturaleza; que esto no es y no puede ser una de estas leyes. Seguid la Doctrina Espiritista y ved si se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu; la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión sobre nuestros sentidos y por consecuencia de transmitir su pensamiento, resulta, si podemos expresarnos así, de su constituición fisiológica: luego no hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural, lo fantástico; eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espiritista.

8. Sin embargo, se dirá, admitís que un Espíritu puede levantar una mesa y mantenerla en el espacio sin punto de apoyo; ¿acaso no es ésto una derogación de la ley de gravedad? De la ley conocida, sí, ¿pero la Naturaleza ha dicho su última palabra?
Antes que se hubiese conocido la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera dicho que una pesada máquina llevando muchos hombres, pudiera triunfar a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo ¿no debería parecer maravilloso, diabólico? El que hubiera propuesto, hace un siglo, transmitir un despacho a 500 leguas, y recibir la contestación en algunos minutos, hubiera pasado por un loco; si lo hubiese hecho, se hubiera creído que tenía el diablo a sus órdenes, porque entonces sólo el diablo era capaz de ir tan aprisa. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido, no tendría la propiedad en circunstancias dadas, de contrabalancear el efecto de la gravedad, como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo aereostático? Hacemos esta observación de paso, que es una comparación, mas no una asimilación, y únicamente para demostrar, por analogía que el hecho no es físicamente imposible. Pero fue precisamente cuando los sabios, en la observación de estas especies de fenómenos, quisieron proceder por vía de asimilación que se engañaron. Por lo demás el hecho existe; todas las denegaciones no podrán hacer que no sea, porque negar no es probar; para nosotros no hay nada de sobrenatural; es todo lo que podemos decir por el momento.

9. Si el hecho está constatado, se dirá, nosotros lo aceptamos, aceptamos aún la causa que acabáis de señalar, la de un fluido desconocido; ¿pero que prueba la intervención de los Espíritus? En esto está lo maravilloso, lo sobrenatural.
Sería menester aquí una demostración que no estaría en su sitio y tendría por otra parte doble colocación, porque resalta de todas las otras partes de la enseñanza. Sin embargo, para resumirla en pocas palabras, diremos que está fundada, en teoría, sobre este principio: todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente; en práctica: sobre la observación que los fenómenos llamados espiritistas, habiendo dado pruebas de inteligencia, debían tener su causa fuera de la materia; que esta inteligencia no siendo la de los asistentes - esto es un resultado de experiencia - debía estar fuera de ellos; pues que no se veía el ser en acción, debía ser un ser invisible. Desde entonces fue, que de observación se llegó a reconocer que este ser invisible, al cual se ha dado el nombre de Espíritu, no es otro que el alma de aquellos que han vivido corporalmente, y que la muerte ha despojado de su grosera envoltura visible, no dejándoles más que una envoltura etérea, invisible en su estado normal. He aquí pues, lo maravilloso y lo sobrenatural reducidos a su más simple expresión. Una vez acreditada la existencia de seres invisibles, su acción sobre la materia resulta de la naturaleza de su envoltura fluídica; esta acción es inteligente, porque muriendo, ellos no han perdido más que su cuerpo, pero han conservado la inteligencia que es su esencia; ahí está la llave de todos estos fenómenos reputados sin razón sobrenaturales. La existencia de los Espíritus no es pues un sistema preconcebido, una hipótesis imaginada para explicar los hechos; es un resultado de observaciones y la consecuencia natural de la existencia del alma; negar esta causa, es negar el alma y sus atributos. Aquellos que crean poder dar, de estos efectos inteligentes, una solución más racional, pudiendo sobre todo dar razón de "todos los hechos" , que tengan la bondad de hacerlo y entonces se podrá discutir el mérito de cada uno.

10. A los ojos de estos que miran la materia como la sola potencia de la Naturaleza, "todo lo que no puede ser explicado por las leyes de la materia es maravilloso o sobrenatural"; y para ellos, "maravilloso" es sinónimo de superstición.
Bajo este título la religión, fundada sobre la existencia de un principio inmaterial, sería un tejido de supersticiones; no se atreven a decirlo en voz alta, pero lo dicen bajito, y creen salvar las apariencias concediendo que es necesaria una religión para el pueblo, y para hacer que los niños sean sabios; luego, de dos cosas la una, o el principio religioso es verdadero o es falso; si es verdadero, lo es para todo el mundo; si falso, tan malo es para los ignorantes como para las gentes ilustradas.

11. Los que atacan al Espiritismo en nombre de lo maravilloso, se apoyan, pues, generalmente, sobre el principio materialista, porque negando todo efecto extra-material, niegan, por lo mismo, la existencia del alma; sondead el fondo de su pensamiento, escudriñad bien el sentido de sus palabras, y veréis casi siempre este principio, si no es categóricamente formulado, despuntar bajo las apariencias de una pretendida filosofía racional con que ellos lo cubren. Rebatiendo a cuenta de lo maravilloso, todo lo que se deduce de la existencia del alma, son consecuentes consigo mismos; no admitiendo la causa, no pueden admitir los efectos; de ahí en ellos una opinión preconcebida que les hace impropios para juzgar sanamente el Espiritismo porque parten del principio de la negación de todo lo que no es material. En cuanto a nosotros, de que admitamos los efectos que son la consecuencia de la existencia del alma, ¿se sigue acaso que aceptemos todos los hechos calificados de maravillosos; que seamos los campeones de todos los que sueñan, los adeptos de todas las utopías, de todas las excentricidades sistemáticas? Sería menester conocer muy poco el Espiritismo para pensarlo; pero nuestros adversarios no miran éste tan de cerca: la necesidad de conocer aquello de que hablan es el menor de sus cuidados. Según ellos, lo maravilloso es absurdo; pues el Espiritsmo se apoya sobre hechos maravilosos, luego el Espiritismo es absurdo: esto para los mismos es un juicio sin apelación. Creen oponer un argumento sin réplica, cuando después de haber hecho eruditas investigaciones sobre los convulsionarios de San-Medard, los calvinistas de las Cevenas, o las religiosas de Londun, han conseguido descubrir hechos patentes de superchería que nadie niega; ¿pero estas historias son el evangelio del Espiritismo? ¿Sus partidarios han negado que el charlatanismo haya explotado ciertos hechos en su provecho; que la imaginación los haya creado; que el fanatismo los haya exagerado mucho? No es solidario de las extravagancias que se pueden cometer en su nombre, como la verdadera ciencia, no lo es de los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión, de los excesos del fanatismo. Muchos críticos juzgan el Espiritismo sobre los cuentos de hadas y las leyendas populares que son sus ficciones; es como si juzgáramos la historia sobre los romances históricos o las tragedias.

12. En lógica elemental, para discutir una cosa es menester conocerla, porque la opinión de su crítico no tiene valor, hasta tanto que hable con perfecto conocimiento de causa; sólo entonces aunque su opinión fuese errónea, puede tomarse en consideración ¿pero qué valor tendrá sobre una materia que no conoce? El verdadero crítico debe hacer prueba, no sólo de erudición, sino de un saber profundo respecto del objeto que trate, de un juicio sano y de una imparcialidad a toda prueba; de otro modo el primer músico del lugar podría arrogarse el derecho de juzgar a Rossini, y un aprendiz el de censurar a Rafael.

13. El Espiritismo no acepta, pues, todos los hechos reputados maravillosos o sobrenaturales; lejos de eso, demuestra la imposibilidad de un gran número, y el ridículo de ciertas creencias que constituyen, propiamente hablando, la superstición. Es verdad que en lo que admite, hay cosas que para los incrédulos, son puras maravillas, o sea, de la superstición; que sea, pero, al menos no discutáis sino estos puntos, porque sobre los otros no hay nada que decir y predicáis a convertidos. Atacándoos con lo mismo que él refuta, probáis vuestra ignorancia de la cosa, y vuestros argumentos caen en falso. ¿Pero, se dirá, en dónde se detiene la creencia del Espiritismo? Leed, observad, y lo sabréis. Toda ciencia sólo se adquiere con el tiempo y el estudio; así es que el Espiritismo que toca las cuestiones más graves de la filosofía, a todas las ramas del orden social, que abraza a la vez al hombre físico y al hombre moral, es por sí mismo toda una ciencia, toda una filosofía que no puede ser aprendida en algunas horas como cualquiera otra ciencia; habría tanta puerilidad en querer ver todo el Espiritismo en una mesa giratoria, como en ver toda la física en ciertos juegos de niño. Para aquel que no quiera detenerse en la superficie, no son horas, sino meses y años que son necesarios para sondearle todos los arcanos. Que se juzgue por eso del grado de saber y del valor de la opinión de aquellos que se arrogan el derecho de juzgar, porque han visto uno o dos experimentos, las más veces a manera de ditracción y pasatiempo. Ellos dirán sin duda que no están siempre en disposición de ocuparse en este estudio: concedido; nada les obliga; pero entonces cuando no se tiene tiempo de aprender una cosa, que no se hable de ella y aun menos se la juzgue, si no se quiere ser acusado de ligero; y cuando más se ocupa una posición elevada en la ciencia, menos se le disimula el que trate ligeramente un objeto que no conoce.

14. Nosotros nos resumimos en la seguientes proposiciones:

1º Todos los fenómenos espiritistas tienen por principio la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, y sus manifestaciones;
2º Estos fenómenos, estando fundados sobre una ley de la Naturaleza, no tienen nada de maravilloso ni de sobrenatural en el sentido vulgar de estas palabras;
3º Muchos de los hechos son reputados sobrenaturales porque no se conoce su causa; señalándoles el Espiritismo una causa, les hace entrar en el dominio de los fenómenos naturales;
4º Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad demuestra el Espiritismo, y coloca entre las creencias supersticiosas;
5º Aunque el Espiritismo reconozca en muchas creencias populares, un fondo de verdad, no acepta de ningún modo la solidaridad de todas las historias fantásticas creadas por la imaginación;
6º Juzgar al Espiritismo por los hechos que no admite, es manifestar ignorancia, y quitar todo el valor a su opinión;
7º La explicación de los hechos admitidos por el Espiritismo, sus causas y sus consecuencias morales, constituyen toda una ciencia y toda una filosofía, que requieren un estudio serio, perseverante y profundo;
8º El Espiritismo no puede mirar como critico serio sino el que ha visto, estudiado y profundizado todo, con la paciencia y perseverancia de un observador concienzudo; la del que sabrá tanto sobre este objeto, como el adepto más ilustrado; la del que habrá por consiguiente sacado sus conocimientos de otra parte que de los romances de la ciencia, a quien no se podría oponer "ningún" hecho de que no tuviera conocimiento, ningún argumento que no hubiese meditado; que refutaría, no por negaciones, sino por otros argumentos más perentorios; la del que podría, en fin, señalar una causa más lógica a los hechos averiguados. Este crítico está todavía por encontrarze.

15. Hemos anunciado ahora mismo la palabra "milagro", una corta observación sobre este objeto, no estará mal colocada en este capítulo sobre lo maravilloso.
En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa "cosa extraordinaria"; "cosa admirable de ver"; pero esta palabra, como tantas otras, se ha separado de su sentido originario, y hoy día se dice (según la Academia) "de un acto de la potencia divina contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. Tal es en efecto su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya causa es desconocida. No entra, de ninguna manera, en nuestras miras examinar si Dios ha podido juzgar útil en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por él mismo; nuestro fin es únicamente demostrar que los fenómenos espiritistas, por extraordinarios que sean, no derogan de ningún modo estas leyes, no tienen ningún carácter milagroso, como tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los fenómenos espiritistas, al contrario, se explican de la manera más racional; éstos no son, pues, milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene además otro carácter, el de ser insólito y aislado. Luego, desde el momento que un hecho se reproduce, por decirlo así, a voluntad y por diversas personas, éste no puede ser milagro.
La ciencia hace todos los días milagros a los ojos de los ignorantes; he aquí porque en otro tiempo, los que sabían más que el vulgo pasaban por hechiceros; y como se creía que toda ciencia sobrehumana venía del diablo, se les quemaba. Hoy día que se está mucho más civilizado, se contentan con enviarles a los manicomios.
Que un hombre realmente muerto, como hemos dicho al principio, vuelva a la vida por una intervención divina, eso es un verdadero milagro, porque es contrario a las leyes de la naturaleza. Pero si este hombre tiene sólo las apariencias de la muerte, si hay todavía en él un resto de "vitalidad latente", y que la ciencia o una acción magnética consigue reanimarle, para las gentes ilustradas, es un fenómeno natural; pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso, y el autor será apedreado o venerado, según el carácter de los individuos. Que en medio de ciertas aldeas un físico lance un cometa eléctrico y haga caer el rayo sobre un árbol, este nuevo Prometeo será ciertamente mirado como armado de una potencia diabólica; y sea dicho de paso, Prometeo nos parece singularmente haber adelantado a Franklin; pero Josué deteniendo el movimiento del Sol, o mejor, de la Tierra, he aqui el verdadero milagro, porque nosotros no conocemos ningún magnetizador dotado de tan gran potencia para operar tal prodigio. De todos los fenómenos espiritistas, uno de los más extraordinarios es, sin contradicción, el de la escritura directa, y uno de aquellos que demuestran de la manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero aunque el fenómeno sea producido por seres ocultos, no es más milagroso, que los otros que son debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos, que pueblan los espacios, son una de las potencias de la Naturaleza, potencia, cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral.
El Espiritismo, ilustrándonos sobre esta potencia nos da la llave de una porción de cosas inexplicadas e inexplicables, por cualquier otro medio, y que han podido en tiempos anteriores pasar por prodigios; revela lo mismo que el magnetismo, una ley, si no desconocida, al menos mal comprendida; o por mejor decir, se conocían los efectos, porque se han producido en todo tiempo, pero no se conocía la ley, y la ignorancia de esta ley es la que ha engendrado la superstición. Conocida esta ley, lo maravilloso desaparece, y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí porque los espiritistas no hacen milagros haciendo girar una mesa o escribir a los difuntos, como el médico haciendo revivir a un moribundo, o el físico haciendo caer el rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, "hacer milagros", sería, o un ignorante de la cosa o un farsante.

16. Los fenómenos espiritistas, lo mismo que los fenómenos magnéticos, han debido pasar por prodigios antes que se conociese la causa; pero, como los escépticos, los espíritus fuertes, esto es, aquellos que tienen el privilegio exclusivo de la razón y del buen sentido, no creen que una cosa sea posible desde el momento que no la comprenden: he aquí porque todos los hechos reputados prodigiosos, son objeto de sus bufonadas; y como la religión contiene gran número de hechos de este género, no creen en la religión, y de ahí a la incredulidad absoluta, sólo hay un paso. El Espiritismo explicando la mayor parte de estos hechos, les da una razón de ser. Viene pues en ayuda de la religión, demostrando la posibilidad de ciertos hechos, que por no tener el carácter milagroso, no son menos extraordinarios, y Dios no es por esto menos grande ni menos poderoso, que si hubiera derogado sus leyes. ¡De cuántas pullas ha sido objeto, San Cupertin, por elevarse con su cuerpo en el espacio! Mas la suspensión etérea de los cuerpos graves es un hecho explicado por la ley espiritista; hemos sido "personalmente testigo ocular" y M. Home, así como otras personas conocidas, han renovado muchas veces el fenómeno producido por San Cupertin. Luego este fenómeno entra en el orden de las cosas naturales.

17. En el número de los hechos de este género es menester colocar en primera línea las apariciones, porque éstas son las más frecuentes. La de la Salette, que dividió al mismo clero, no tiene para nosotros nada de insólito. Seguramente no podemos afirmar que el hecho haya tenido lugar, porque no tenemos la prueba material; mas para nosotros es posible, atendido que millares de hechos análogos "recientes" nos son conocidos; creemos en ellos, no sólo porque su realidad se ha averiguado por nosotros, sino sobre todo porque nos damos perfectamente cuenta del modo como se producen. Quien pretenda reportarse a la teoría que damos más lejos de las apariciones, verá que este fenómeno viene a ser tan sencillo y tan plausible, como una porción de fenómenos físicos que no son prodigiosos, sino por falta de tenerles la llave. En cuanto al personaje que se presentó a la Salette, es otra cuestión; su identidad no nos ha sido demostrada de ningún modo; nosotros hacemos constar simplemente que una aparición puede haber tenido lugar, lo demás no es de nuestra competencia; cada uno puede, respecto a esto, guardar sus convicciones; el Espiritismo no tiene que ocuparse de ello; nosotros decimos solamente que los hechos producidos por el Espiritismo nos revelan leyes nuevas, y nos dan la llave de una porción de cosas que parecían sobrenaturales; si algunos de aquellos que pasaban por milagrosos encuentran en él una explicaión lógica, es un motivo para no apresurarse en negar lo que no se comprende.
Los fenómenos espiritistas son contestados por ciertas personas, precisamente porque parecen salir de la ley común y por lo mismo no pueden comprenderlos. Dadles una base racional y la duda cesa. La explicación, en este siglo en que no bastan palabras, es, pues, un poderoso motivo de convicción; así vemos todos los días personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto ni girar una mesa, ni escribir a un médium, y que, sin embargo, están tan convencidas como nosotros, únicamente porque han leído y comprendido. Si sólo se debía creer en lo que uno ha visto con los ojos, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa.

CAPÍTULO III
MÉTODO

18. El deseo muy natural y muy laudable de todo adepto, deseo que todo sería poco para alentar, es el de hacer prosélitos. Con la mira de facilitar su tarea, nos proponemos examinar aquí la marcha más segura, según nosotros, para alcanzar este objeto, a fin de ahorrarles esfuerzos inútiles.
Hemos dicho que el Espitismo es toda una ciencia, toda una filosofía; aquél que quiera reconocerla seriamente, debe, pues, como primera condición, dedicarse a un estudio serio, y persuadirse que, más que ninguna otra ciencia, no puede aprenderse jugando. Ya hemos dicho también, que el Espiritismo toca todas las cuestiones que interesan a la Humanidad; su campo es inmenso, y sobre todo debe considerárselo por sus consecuencias. La creencia en los Espíritus forma de él sin duda la base, pero no basta para hacer un espiritista ilustrado, como la creencia en Dios no basta para hacer un téologo. Veamos, pues, de que manera conviene proceder en esta enseñanza para conducir con más seguridad a la convicción.
No deben asustarse los adeptos por esta palabra: “enseñanza”; la enseñanza desde la cátedra o de la tribuna no es la única; hay también la de la simple conversación. Toda persona que quiere persuadir a otra, ya por la vía de las explicaciones, ya por la de las experiencias, también enseña; lo que nosotros deseamos, es que su trabajo dé fruto, y para esto creemos deber dar algunos consejos, de los cuales podrán igualmente aprovecharse aquellos que quieran instruirse por sí mismos; aquí encontrarán el medio de llegar más pronto y con más seguridad al objeto.

19. Se cree generalmente, que para convencer basta mostrar los hechos; esto parece en efecto la marcha más lógica, y sin embargo, la experiencia enseña que no es la mejor, porque se ven muchas veces personas a quienes los hechos más patentes no convencen de ningún modo. ¿En qué consiste? Esto es lo que nos proponemos demostrar.
En el Espiritismo, la cuestión de los Espíritus es secundaria y consecutiva; no es el punto de partida, y aquí precisamente está el error en que se cae, y que muchas veces hace fracasar ante ciertas personas. Los Espíritus no siendo otra cosa que las almas de los hombres, el verdadero punto de partida es la existencia del alma. ¿Pero cómo puede admitir el materialista que haya seres que vivan fuera del mundo material, cuando cree que él mismo no es sino materia? ¿Cómo puede creer en Espíritus fuera de él, cuando no cree tener uno? En vano se acumularían a sus ojos las pruebas más palpables, pues las negaría todas, porque no admite el principio. Toda enseñanza metódica debe proceder de lo conocido a lo desconocido; para el materialista lo conocido es la materia ¿partid, pues, de la materia y procurad ante todo, haciéndosela observar, de convencerle que en él hay alguna cosa que escapa a las leyes de la materia; en una palabra, "antes de hacerle" Espiritista, "procurad hacerle" Espiritualista; pero para esto es necesario otro orden de hechos, una enseñanza enteramente especial, a la cual se debe proceder por otros medios; hablarle de los Espíritus antes que esté convencido de tener un alma, es comenzar por donde debería acabar, porque no puede admitir la conclusión si no admite las premisas. Antes, pues, de emprender el convencer a un incrédulo, aun por los hechos, conviene asegurarse de su opinión con relación al alma, esto es, si cree en su existencia, en su supervivencia al cuerpo, en su individualidad después de la muerte; si su contestación es negativa, sería trabajo perdido hablarle de los Espíritus. He aquí la regla; no decimos nosotros que sea sin excepción, pero entonces es que hay probablemente otra causa que le hace menos refractario.

20. Entre los materialistas, es menester distinguir dos clases: en la primera ponemos todos aquellos que lo son por "sistema"; entre éstos no es la duda, es la negación absoluta, razonada a su manera; a sus ojos el hombre no es más que una máquina que marcha mientras está montada, que si descompone, y sólo queda de ella después de la muerte el esqueleto. Su número es felizmente muy restrIngido, y no constituye, en ninguna parte, una escuela altamente reconocida; no tenemos necesidad de insistir sobre los deplorables efectos que resultarían para el orden social de la vulgarización de semejante doctrina: nos hemos suficientemente extendido sobre este objeto en el Libro de los Espíritus (núm. 147 y conclusión § III).
Cuando hemos dicho que la duda cesa entre los incrédulos en presencia de una explicación racional, es necesario cuando menos exceptuar de ellos a los materialistas, aquellos que niegan toda potencia y todo principio inteligente fuera de la materia; la mayor parte se obstinan en su opinión por orgullo, y creen que su amor propio está obligado a persistir: persisten por y contra todas las pruebas contrarias, porque no quieren quedar debajo. Con estas gentes no hay nada que hacer; tampoco es conveniente dejarse sorprender por el falso semblante de sinceridad de aquellos que dicen: hacedme ver y creeré. Los hay que son más francos y dicen claramente: vería y no creería.

21. La segunda clase de materialistas, y de mucho la más numerosa, porque el verdadero materialismo es un sentimiento antinatural, comprende a aquellos que lo son por indiferencia, y se puede decir "a falta de otra cosa mejor"; no lo son con propósito deliberado, y su deseo es el de creer, porque la incertidumbre es para ellos un tormento.
Hay en ellos una vaga aspiración hacia el porvenir; pero este porvenir se les ha presentado bajo unos colores que su razón no puede aceptar; de ahí la duda, y como consecuencia de la duda, la incredulidad. Entre éstos la incredulidad no es, pues, un sistema; presentadles alguna cosa racional, y la aceptan con anhelo; éstos pueden comprendernos, porque están más cerca de nosotros de lo que ellos mismos creen; con el primero no habléis ni de revelación, ni de ángeles, ni de paraíso, no os comprenderán; pero colocándoos sobre su terreno, probadle desde luego que las leyes de la fisiología son impotentes para dar razón de todo; lo demás vendrá en seguida. Otra cosa sucede cuando no se tiene opinión preconcebida, porque entonces la creencia no es absolutamente nula; es un germen latente, oculto y oprimido por malas yerbas, pero que una chispa puede reanimar; es el ciego a quien se le vuelve la vista, y se llena de gozo cuando puede volver a ver la luz; es el náufrago a quien se le echa una tabla de salvación.

22. Al lado de los materialistas propiamente dichos, hay una tercera clase de incrédulos, que aunque espiritualistas, al menos de nombre, no son por eso menos refractarios: estos son los "incrédulos de mala voluntad". Les sabría mal el creer, porque esto alteraría su quietud en los goces materiales; temen ver en ello, la condenación de su ambición, de su egoísmo y de las vanidades humanas, de las que hacen sus delicias; cierran los ojos para no ver y se tapan las orejas para no oír. No puede hacerse otra cosa si no compadecerles.

23. No hablaremos sino de memoria, de una cuarta categoría que llamaremos la de los "incrédulos interesados o de mala fe". Estos saben muy bien a qué atenerse sobre el Espiritismo pero, ostensiblemente, lo condenan por motivos de interés personal. Nada hay que decir y hacer con ellos. Si el materialista puro se engaña, hay al menos para él la excusa de la buena fe; se le puede conducir, probándole su error; éste, es ya un partido tomado contra el cual todos los argumentos vienen a estrellarse; el tiempo se encargará de abrirles los ojos y demostrarles, puede ser a sus costas, dónde estaban sus verdaderos intereses, porque no pudiendo impedir que la verdad se propague, serán arrastrados por el torrente, y con ellos los intereses que creían salvar.

24. Además de estas diversas categorías de opositores, hay una infinidad de grados, entre los cuales se pueden contar los "incrédulos por pusilanimidad": el valor les vendrá cuando vean que los otros no se queman; los "incrédulos por escrúpulo religioso": un estudio ilustrado les enseñará que el Espiritismo se apoya sobre las bases fundamentales de la religión, y que respeta todas las creencias, que uno de sus efectos es dar sentimientos religiosos a aquellos que no los tienen, y fortificarlos en los que están vacilantes. Después vienen los incrédulos por orgullo, por espíritu de contradicción, por indolencia, por ligereza, etc.

25. No podemos omitir una categoría que llamaremos la de los "incrédulos por decepciones". Comprende las personas que han pasado de una confianza exagerada a la incredulidad, porque han probado contrariedades; entonces desanimados, todo lo han abandonado, todo lo han desechado. Están en el caso de aquel que negaría la buena fe, porque habría sido engañado. Esto es también el resultado de un estudio incompleto del Espiritismo, y de falta de experiencia. El que está sofisticado por los Espíritus, generalmente es porque les pide lo que no pueden o no deben decir, o porque no está bastante ilustrado sobre la cosa para discernir la verdad de la impostura. Muchos, por otra parte, no ven en el Espiritismo sino un nuevo medio de adivinación, y se imaginan que los Espíritus son hechos para decir la buenaventura; pero los Espíritus ligeros y burlones se presentan y se divierten a sus costas: así es que ellos anunciarán marido a las jóvenes solteras; a los ambiciosos, honores, herencias, tesoros ocultos, etc.; de ahí muchas veces decepciones desagradables, pero de las cuales el hombre serio y prudente sabe siempre preservarse.

26. Una clase muy numerosa, la mayor de todas, pero que no podría colocarse entre los opositores, es la de los que "vacilan"; éstos son generalmente "espiritualistas" por principio, entre la mayor parte hay una vaga intuición de las ideas espiritistas, una aspiración hacia alguna cosa que no pueden definir; sólo falta a sus pensamientos el ser coordinados y formulados; el Espiritismo es para ellos como un rayo de luz: es la claridad que disipa la niebla: así es que lo acogen con ahínco, porque les libra de las angustias de la incertidumbre.

27. Si desde este punto echamos una ojeada sobre las diversas categorías de creyentes, encontraremos en primer lugar los "espiritistas sin saberlo"; propiamente hablando ésta es una variedad o matiz de la clase precedente. Sin haber oído jamás hablar de la Doctrina Espiritista, tienen el sentimiento innato de los grandes principios que se deducen, y este sentimiento se refleja en ciertos pasajes de sus escritos y de sus discursos, a tal punto que oyéndoles se les creería completamente iniciados en él.
Muchos de éstos ejemplos se encuentran en los escritores sagrados y profanos, en los poetas, los oradores, los moralistas, y los filósofos antiguos y modernos.

28. Entre los convencidos por medio de un estudio directo pueden distinguirse:
1º Los que creen pura y simplemente en las manifestaciones. El Espiritismo es para ellos una simple ciencia de observación, una serie de hechos más o menos curiosos; a éstos les llamaremos "espiritistas experimentadores".
2º Los que ven en el Espiritismo otra cosa más que los hechos; comprenden la parte filosófica; admiran la moral que se deduce, pero no la practican. Su influencia sobre su carácter es insignificante o nula; nada cambian en sus costumbres, y no se privarían de un solo goce; el avaro es siempre miserable, el orgulloso siempre lleno de sí mismo, el envidiado y el celoso siempre hostiles; para ellos la caridad cristiana sólo es una bella máxima: éstos son los "espiritistas imperfectos".
3º Aquellos que no se contentan con admirar la moral espiritista, sino que la practican y aceptan con todas sus consecuencias. Convencidos que la existencia terrestre es una prueba pasajera, procuran sacar provecho de sus cortos instantes para marchar en el camino del progreso, el único que puede elevarles en la jerarquía del mundo de los Espíritus, esforzándose en hacer el bien y en reprimir sus malas inclinaciones; sus relaciones son siempre seguras, porque su convicción les aleja de todo mal pensamiento. En todas sus cosas la caridad es la regla de su conducta: éstos son los "verdaderos espiritistas" , o mejor dicho, los "espiritistas cristianos".
4º Hay, en fin, los "espiritistas exaltados". La especie humana sería perfecta si sólo tomara siempre la parte buena de las cosas. En todo, la exageración es dañosa; en Espiritismo da una confianza demasiado ciega y a menudo pueril en las cosas del mundo invisible, y hace aceptar, muy fácilmente y sin comprobación, lo que la reflexión y el examen demostrarán lo absurdo y la imposibilidad; pero el entusiasmo no reflexiona, ofusca. Esta especie de adeptos es más dañosa que útil a la causa del Espiritismo; éstos son los menos a propósito para convencer, porque se desconfía con razón de su criterio, son, de muy buena fe, el juguete, ya de los Espíritus mixtificadores, ya de los hombres que procuran explotar su credulidad. Si ellos debían sufrir solos las consecuencias, el mal sería a medias; lo peor es que dan, sin querer, armas a los incrédulos que buscan con ahínco más bien las ocasiones de divertirse que de convencerse, y no dejan de atribuir a todos el ridículo de algunos. Ciertamente esto no es ni justo ni racional; pero ya se sabe, los adversarios del Espiritismo sólo reconocen su razón como la más elegida, y conocer a fondo aquello que hablan, es el menor de sus cuidados.

29. Los medios de convicción varían extremadamente según los individuos; lo que persuade a los unos, nada produce sobre los otros; tal se convence por ciertas manifestaciones materiales, tal por comunicaciones inteligentes, y el mayor número por el razonamiento. Aún podemos añadir que para la mayor parte de aquellos que no están preparados por el razonamiento, los fenómenos materiales son de poco peso; cuanto más extraordinarios son estos fenómenos y más se separan de las leyes conocidas, más oposición encuentran, por una razón muy sencilla, y es que conduce naturalmente a dudar de una cosa que no tiene una sanción racional; cada uno la mira desde su punto de vista y se la explica a su manera: el materialista ve en ella una causa puramente física o una superchería; el ignorante y el supersticioso, una causa diabólica o sobrenatural; mientras que una explicación previa tiene por efecto destruir las ideas preconcebidas, y demostrar, sino la realidad, al menos la posibilidad de la cosa; se la comprende antes de haberla visto; pues desde el momento que se reconoce la posibilidad, la convicción está hecha en tres cuartas partes.

30. ¿Es útil tratar de convencer a un incrédulo obstinado? Hemos dicho que esto depende de las causas y de la naturaleza de su incredulidad; a menudo la insistencia que se pone en persuadirle le hace creer en su importancia personal, y es una razón para que se obstine más. Aquel que no se convence ni por el raciocinio ni por los hechos, es porque debe sufrir aún la prueba de la incredulidad; es menester dejar a la Providencia el
cuidado de conducirle por circunstancias más favorables; bastantes son los que desean ver la luz para que no se pierda el tiempo con los que la rechazan; dirigíos, pues, a los hombres de buena voluntad, cuyo número es más grande de lo que se cree, y su ejemplo multiplicándose vencerá más resistencias que las palabras. El verdadero espiritista no faltará nunca en practicar el bien, aliviar corazones afligidos, dar consuelo, calmar desesperaciones, obrar reformas morales, ahí está su misión; en esto encontrará también su verdadera satisfacción. El Espiritismo está en el aire; se extiende por la fuerza de las cosas y porque hace dichosos a aquellos que lo profesan. Cuando sus adversarios sistemáticos le oigan resonar a su alrededor, entre sus mismos amigos, comprenderán su aislamiento, y se verán obligados a callarse o a rendirse.

31. Para proceder en la enseñanza del Espiritismo como se hace con las ciencias ordinarias, sería necesario pasar revista a toda la serie de fenómenos que pueden producirse, empezando por los más sencillos y llegando sucesivamente hasta los más complicados; pero esto es lo que no se puede, porque no es posible hacer un curso de Espiritismo experimental, como se hace un curso de física o química. En las ciencias naturales se opera sobre la materia bruta, que se manipula a gusto y se está casi siempre cierto de poder regularizar los efectos; en el Espiritismo tiene uno que habérselas con inteligencias libres, y nos prueban a cada instante que no están sometidas a nuestros caprichos, es menester, pues, observar, esperar los resultados; aprovechar las ocasiones. Decimos además, con toda convicción que "el que se lisonleare en obtenerlas por su voluntad, no puede ser más que un ignorante o un impostor"; porque el verdadero Espiritismo no se pondrá en espectáculo ni se mostrará jamás en escena. Tiene también algo de ilógico el creer que los Espíritus vengan a ser examinados y someterse a la investigación como objetos de curiosidad. Los fenómenos pueden, pues, faltar cuando se tiene necesidad de ellos, o presentarse en otro orden que el que se desea. Añadamos también que para obtenerlos son necesarias personas dotadas de facultades especiales, y estas facultades varían hasta el infinito, según la aptitud de los individuos: luego como es extremadamente raro que una persona tenga todas las aptitudes, es una dificultad de más, porque sería menester siempre tener a la mano una verdadera colección de médiums, lo que no es posible.
El medio de obviar este inconveniente es muy sencillo, es el de empezar por la teoría; en ella se examinan todos los fenómenos; se explican y se da cuenta de ellos, se comprende la posibilidad, se conocen las condiciones en las cuales pueden producirse y los obstáculos que pueden encontrarse, cualquiera que sea entonces el orden en el cual son conducidos por las circunstancias, nada tienen que pueda sorprender. Esta marcha ofrece además otra ventaja, es la de ahorrar una porción de contrariedades al que quiere operar; prevenido contra las dificultades, se puede poner en guardia y evitar el adquirir la experiencia a sus costas.
Desde que nos ocupamos de Espiritismo, no sería difícil manifestar el número de personas que han venido a nosotros, y entre éstas, cuántas hemos visto que habían permanecido indiferentes e incrédulas en presencia de los hechos más patentes, y que más tarde se han convencido por una explicación razonada; cuántas otras han sido predispuestas a la convicción por el razonamiento; cuántas, en fin, han sido persuadidas sin haber visto nada sino únicamente porque comprendieron. Hablamos, pues, por experiencia, y por lo que decimos, creemos que el mejor método de enseñanza espiritista, es el de dirigirse a la razón antes que a los ojos. Este es el que seguimos en nuestras lecciones, y tenemos motivo para quedar satisfechos. ( )

32. El estudio previo de la teoría, tiene otra ventaja, es la de mostrar inmediatamente la grandeza del objeto y el alcance de esta ciencia; aquel que debuta viendo girar o golpear una mesa, está más inclinado a la burla, porque difícilmente cree que de una mesa pueda salir una doctrina regeneradora de la Humanidad. Hemos mencionado siempre que aquellos que creen antes de haber visto, sólo porque han leído y comprendido, lejos de ser superficiales son al contrario los que más reflexionan; adhiriéndose más al fondo que a la forma, para ellos la parte filosófica es la principal, los fenómenos propiamente dichos, son el accesorio, y dicen que aún cuando los fenómenos no existieron, no dejaría de quedar una filosofía, que sola resuelve problemas insolubles hasta el día; que sola da al pasado del hombre y de su porvenir la teoría más racional; pues prefieren una doctrina que explica, a las que no explican o explican mal. El que reflexiona comprende muy bien, que se podría hacer abstracción de las manifestaciones y que por eso no subsistiría menos la doctrina, las manifestaciones vienen a corroborarla, a confirmarla, pero no son la base esencial; el observador formal no las rechaza, al contrario, espera las circunstancias favorables que le permitirán ser testigo. La prueba de lo que avanzamos, es que antes de haber oído hablar de las manifestaciones, muchas personas tenían la intuición de esta doctrina, que no ha hecho si no dar un cuerpo, un conjunto a sus ideas.

33. Por otra parte no sería exacto decir que los que empiezan por la teoría, no tengan objetos prácticos de observación; por el contrario, los hay que a sus ojos deben tener mayor valor que los que puedan producir en su presencia, éstos son los hechos numerosos de las "manifestaciones espontáneas", de las cuales hablaremos en los capítulos siguientes. Hay pocas personas que no tengan conocimiento de éstas al menos de oídas; muchas las han tenido ellas mismas, a las cuales sólo habían prestado una mediana atención. La teoría tiene por efecto darles la explicación de esto mismo; y decimos que estos hechos son de un gran valor, cuando se apoyan sobre testimonios irrecusables, porque no se puede suponer ni preparación ni connivencia. Si los fenómenos provocados no existían, no menos subsistirían los fenómenos espontáneos, y aunque el Espiritismo no tuviese otro resultado que el de darles una solución racional, esto sería ya mucho. Así es que la mayor parte de los que leen por adelantado, transportan sus recuerdos sobre estos hechos, que son para ellos una confirmación de la teoría.

34. Se formaría un concepto equivocado sobre nuestra manera de ver, si se suponía que aconsejamos el que se desprecien los hechos; por los hechos hemos llegado a la teoría; es verdad que para conseguirlo nos ha sido necesario un trabajo asiduo de muchos años y millares de observaciones; mas ya que los hechos nos han
servido y nos sirven todos los días, seríamos inconsecuentes con nosotros mismos si cuestionáramos su importancia, cuando sobre todo hacemos un libro destinado a hacerlos conocer. Sólo queremos decir, que sin el razonamiento no bastan para determinar la convicción; que una explicación previa destruyendo las prevenciones y mostrando que no tienen nada contrario a la razón, "prepara" para que se acepten. Esto es tan cierto, que de diez personas completamente novicias, que asistieran a una sesión experimental, aunque fuese de las más satisfactorias desde el punto de vista de los adeptos, nueve saldrían sin estar convencidas, y algunas más incrédulas que antes, porque los experimentos no habrán correspondido a lo que esperaban. Otra cosa será en cuanto a aquellas que podrán darse cuenta de las mismas por un conocimiento teórico anticipado: para éstas es un medio de comprobación, pues nada les sorprende, ni el mal resultado, porque saben con qué condiciones se producen los hechos, y que es preciso no pedirles sino lo que pueden dar. La inteligencia previa de los hechos, los pone, pues, en disposición de conocer todas las anomalías, además les permite coger una porción de detalles y pormenores, a menudo muy delicados, que son para él los medios de convicción, y pasan por alto al observador ignorante. Tales son los motivos que nos obligan a no admitir en nuestras sesiones experimentales, sino a las personas que poseen nociones preparatorias bastantes para comprender lo que en ellas se hace, persuadidos de que las otras perderían el tiempo y nos harían perder el nuestro.

35. A los que quieran adquirir estos conocimientos preliminares por la lectura de nuestras obras, he aquí el orden que les aconsejamos:
1º “¿Qué es el Espiritismo?” Este cuaderno, de un centenar de páginas solamente, es una exposición sumaria de los principios de la Doctrina Espiritista, una ojeada general que permite abrazar el conjunto en un cuadro reducido. En pocas palabras se ve el objeto y se puede juzgar su fondo. Se encuentran en él, además, la respuesta a las principales preguntas u objeciones que están naturalmente inclinadas a hacer las personas novicias. Esta primera lectura, que pide poco tiempo, es una introducción que facilita un estudio más profundo.
2º “El Libro de los Espíritus” , contiene la doctrina completa dictada por los mismos Espíritus con toda su filosofía y todas sus consecuencias morales; es el destino del hombre sin el velo que le cubre, la iniciación en la naturaleza de los Espíritus, y en los misterios de la vida de ultratumba. Leyéndole se comprende que el Espiritismo tiene un objeto serio, y no es un pasatiempo frívolo.
3º “El Libro de los Médiums”; está destinado a dirigir en la práctica de las manifestaciones, por el conocimiento de los medios más propios para comunicar con los Espíritus; es una guía, ya para los médiums, ya para los que evocan, y el complemento del Libro de los Espíritus.
4º “La Revista Espiritista”; es una colección variada de hechos, de explicaciones teóricas, y de fragmentos separados, que completan lo que se ha dicho en las dos precedentes obras y que de cierto modo es su aplicación. La lectura puede hacerse al mismo tiempo, pero será más provechosa y más inteligible, sobre todo después de la del Libro de los Espíritus.
He ahí lo que nos concierne. Los que quieren adquirir todos los conocimientos de una ciencia, deben necesariamente leer todo lo que se ha escrito sobre la materia, o al menos las cosas principales, y no limitarse a un solo autor; deben asimismo leer el pro y el contra, tanto las críticas como las apologías, iniciarse en los diferentes sistemas a fin de poder juzgar por comparación. Bajo este aspecto no preconizamos ni criticamos ninguna obra, no queriendo influir en nada sobre la opinión que de ellas pueda formarse; llevando nuestra piedra al edificio, nos ponemos en las filas: no nos pertenece ser juez y parte, y no tenemos la ridícula pretensión de ser los solos dispensadores de la luz; corresponde al lector separar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso.

CAPÍTULO IV
SISTEMAS

36. Cuando los extraños fenómenos del Espiritismo empezaron o producirse, o mejor dicho, se han renovado en estos últimos tiempos, el primer sentimiento que excitaron fue el de la duda sobre su misma realidad y aún más sobre su causa. Cuando se ha probado por testimonios irrecusables y por las experiencias que cada uno ha podido hacer, ha acontecido que todos también los han interpretado a su manera, según sus ideas personales, sus creencias o sus prevenciones; de aquí, muchos sistemas que una observación más atenta debía reducir a su justo valor.
Los adversarios del Espiritismo han creído encontrar un argumento en esta divergencia de opiniones, diciendo que los mismos espiritistas no están acordes entre sí. Esta es una razón muy pobre, si se reflexiona que todos los pasos de una ciencia naciente son necesariamente inciertos hasta que el tiempo haya permitido reunir y coordinar los hechos que pueden sentar la opinión; a medida que los hechos se completan y se observan mejor, las ideas prematuras se borran, y la unidad se establece, al menos sobre los puntos fundamentales, si no en todos los detalles. Esto es lo que ha tenido lugar en el Espiritismo; él no podía escapar de la ley común, y debía por naturaleza, prestarse más que otra cosa a diversidad de interpretaciones. Se puede aún decir que bajo este aspecto ha ido más aprisa que las otras ciencias sus primogénitas, que la medicina por ejemplo, que todavía divide a los más grandes sabios.

37. En el orden metódico, para seguir la marcha progresiva de las ideas, conviene colocar en primer lugar los que se pueden llamar "sistemas de la negación", esto es, los de los adversarios del Espiritismo. Hemos refutado sus objeciones en la introducción y en la conclusión del Libro de los Espíritus, así como en la pequeña obra titulada ¿Qué es el Espiritismo? Sería superfluo repetir lo mismo; nos limitaremos a recordar en dos palabras los motivos en que se fundan.
Los fenómenos espiritistas son de dos clases: los efectos físicos y los efectos inteligentes. No admitiendo la existencia de los Espíritus por la razón de que no admiten nada fuera de la materia, se concibe que niegan los efectos inteligentes. En cuanto a los efectos físicos, los comentan a su punto de vista y sus argumentos pueden resumirse en los cuatro sistemas siguientes:

38. Sistema del charlatanismo . Entre los antagonistas, muchos atribuyen estos efectos a la superchería, por la razón que algunos han podido imitarse. Esta suposición transformaría a todos los espiritistas en bobalicones y a todos los médiums en forjadores de patrañas, sin considerar la posición, carácter, saber y honradez de las personas. Si mereciera una contestación, diríamos que ciertos fenómenos de la física también se imitan por los prestidigitadores, y que esto no prueba nada contra la verdadera ciencia. Además hay personas cuyo carácter aparta toda sospecha de fraude y es preciso estar desprovisto de toda educación y urbanidad, para atreverse a decirles en su cara que son cómplices de charlatanismo. En un salón muy respetable, un caballero, que se tenía por bien educado, habiéndose permitido una reflexión de esta naturaleza, la señora de la casa le dijo: "Caballero, puesto que no está usted contento, se le volverá a usted el dinero en la puerta"; y con un gesto le hizo comprender lo que debía hacer. ¿Es decir por esto, que jamás haya habido abusos? Sería necesario, para creerlo, admitir que los hombres son perfectos. Se abusa de todo, aún de las cosas más santas: ¿por qué no se abusaría del Espiritismo? Pero el mal uso que se puede hacer de una cosa, no puede prejuzgar nada contra la misma cosa; los informes que puedan tenerse con respecto a la buena fe de las personas están en los motivos que les hacen obrar. Donde no hay especulación, el charlatanismo no tiene nada que hacer.

39. Sistema de la locura. Algunos, por condescendencia, no quieren sospechar de superchería, pero pretenden que los que no tratan de engañar, lo son ellos mismos: lo que viene a decir que son imbéciles. Cuando los incrédulos ponen en ellos menos formas, dicen simplemente que uno
es loco, atribuyéndose así, sin cumplimiento el privilegio del buen sentido. Ahí está el gran argumento de los que no les asiste la razón para oponerse. Por lo demás, esta especie de atacar ha caído en el ridículo por su poca sustancia, y no merece que se pierda el tiempo en refutarlo. Los espiritistas, por otra parte, no se aturden por eso; toman con valor su partido y se consuelan pensando que tienen por compañeros de infortunio bastantes gentes cuyo mérito podría nadie disputar. Es preciso en efecto convenir que esta locura, si la hay, tiene un carácter bien singular, y es que ataca con preferencia a la clase ilustrada, entre la que el Espiritismo cuenta la inmensa mayoría de sus adeptos hasta el presente. Si en el número, se encuentran algunas excentricidades, nada prueban contra la Doctrina que los locos religiosos no prueban contra la religión; los locos melómanos contra la música; los locos matemáticos contra las matemáticas. Todas las ideas han encontrado fanáticos exaltados, y sería menester estar dotado de un juicio bien obtuso para confundir la exageración de la cosa con la misma cosa. Para más amplias explicaciones sobre este objeto nos remitiremos a nuestro librito: ¿Qué es el Espiritismo? al Libro de los Espíritus . (Introducción § XV).

40. Sistema de la alucinación. Hay otra opinión, menos ofensiva porque tiene un pequeño color científico, que consiste en poner los fenómenos bajo el aspecto de la ilusión de los sentidos; de este modo, el observador sería de muy buena fe; sólo creería ver lo que no ve. Cuando ve levantarse una mesa y mantenerse en el espacio sin punto de apoyo, la mesa no se habría movido del sitio; la ve en el aire por una especie de ilusión óptica, o un efecto de refracción, como la que hace ver un astro, o un objeto en el agua, fuera de su posición real. Esto sería posible en rigor; pero aquellos que han sido testigos de este fenómeno han podido acreditar el aislamiento, pasando bajo la mesa suspendida, lo que sería difícil si no hubiese dejado el suelo. Por otra parte ha acontecido varias veces que la mesa se ha roto cayendo: ¿se dirá también que es un efecto de óptica?
Una causa fisiológica bien conocida puede, sin duda, hacer que se crea ver dar vueltas a una cosa que no se mueve, o que se la crea girar sobre sí misma cuando está inmóvil; ¿pero cuando muchas personas alrededor de una mesa son arrastradas por un movimiento tan rápido que tienen trabajo en seguirla, que algunas son a veces echadas por tierra, se dirá que todas están atacadas de vértigo, como el borracho que cree ver pasar su casa por delante de sus ojos?

41. Sistema del músculo crujidor. Si esto sucediera con respecto a la vista, no sería lo mismo en cuanto al oído , y cuando se oyen golpes por toda una reunión uno no puede razonablemente atribuirlos a una ilusión. Téngase entendido que hacemos abstracción de toda idea de fraude, y suponemos que una atenta observación ha acreditado que estos fenómenos no se deben a ninguna causa fortuita o material.
Es verdad que un sabio médico ha dado de los mismos una explicación perentoria, según él ( ). "La causa está, dice, en las contracciones voluntarias o involuntarias del tendón del músculo corto-peroné". Con este objeto entra en detalles anatómicos los más completos para demostrar por qué mecanismo este tendón puede producir estos ruidos, imitar los redobles del tambor, y aún ejecutar aires musicales, sacando en consecuencia que los que creen oír golpes en una mesa son engañados O por una mixtificación o por una ilusión. El hecho no es nuevo en sí mismo; desgraciadamente para el autor de este pretendido descubrimiento, su teoría no puede dar razón de todos los casos. Digamos desde luego que los que gozan de la singular facultad de hacer crujir cuando quieren su músculo corto-peroné o cualquier otro, y tocar aires por este medio, son sujetos excepcionales; mientras que la de hacer golpear las mesas es muy común, y que los que poseen ésta, no gozan todos ni de mucho de la primera. En segundo lugar el sabio doctor ha olvidado explicar cómo el crujido muscular de una persona inmóvil y aislada de la mesa, puede producir en ésta vibraciones sensibles al tacto; cómo este ruido puede reproducirse por voluntad de los asistentes en las diferentes partes de la mesa, en los otros muebles, contra las paredes, en el techo, etc.; cómo, en fin, la acción de este músculo puede extenderse a una mesa que no se toca y hacerla mover. Esta explicación por otra parte, si es que lo fuera, no comprendería más que el fenómeno de los golpes, pero no puede concernir a los otros medios de comunicación. Concluyamos que él ha juzgado sin haber visto, o sin haberlo visto todo, como debe verse. Siempre es sensible que los hombres de ciencia se apresuren a dar sobre lo que no conocen, explicaciones que los hechos pueden desmentir. Su mismo saber debería hacerles tanto más circunspectos en sus juicios, cuanto más lejos están para ellos los límites de lo desconocido.

42. Sistema de las causas físicas. Aquí salimos del sistema de la negación absoluta. Concediéndose la realidad de los fenómenos, el primer pensamiento que naturalmente vino al espíritu de aquellos que los han reconocido, ha sido el de atribuir los movimientos al magnetismo, a la electricidad, o a la acción de un fluido cualquiera, en una palabra, a una causa enteramente física y material. Esta opinión no tendría nada de irracional, y hubiera prevalecido si el fenómeno se hubiese limitado a efectos puramente mecánicos. Una circunstancia también parece corroborarla; ésta es, en ciertos casos el aumento de la potencia en razón del número de las personas; cada una de ellas podría así ser considerada como uno de los elementos de una pila eléctrica humana. Hemos dicho que lo que caracteriza una teoría verdadera, es el poder dar razón de todo; mas si un solo hecho viene a contradecirla, es que es falsa, incompleta o demasiado absoluta. Pues esto es lo
que no ha tardado en acontecer. Estos movimientos y estos golpes han dado señales inteligentes, obedeciendo a la voluntad y respondiendo al pensamiento; debían, pues, tener una causa inteligente. Desde entonces, que el efecto cesó de ser puramente físico, la causa por esto mismo, debía tener otro origen; así el sistema de la acción "exclusiva" de un agente material ha sido abandonado y no se encuentra sino entre aquellos que juzgan a "priori" y sin haber visto. El punto capital es, pues, el de acreditar la acción inteligente, y esto es lo que puede convencer a cualquiera que se tomara el trabajo de observar.

43. Sistema del reflejo. Una vez reconocida la acción inteligente, queda por saber cuál es el origen de ésta inteligencia. Se ha pensado que podía ser la del médium o de los asistentes que se reflejaba como la luz o los rayos sonoros. Esto era posible: sólo la experiencia podía decir su última palabra. Mas desde luego, observamos que este sistema se separa ya completamente de la idea puramente materialista; para que la inteligencia de los asistentes pueda reproducirse por la vía indirecta, sería preciso admitir en el hombre un principio fuera del organismo.
Si el pensamiento expresado hubiera siempre sido el de los asistentes, la teoría de la reflexión se hubiera confirmado; ¿pero el fenómeno, aún reducido a esta proporción, no sería acaso del más grande interés? ¿Reflejándose el pensamiento en un cuerpo inerte y traduciéndose por el movimiento y el ruido, no sería una cosa muy notable? ¿No habría motivo para excitar la curiosidad de los sabios? ¿Por qué, pues, le han desdeñado, aquellos que agotan sus fuerzas en la investigación de una fibra nerviosa?
Sólo la experiencia, decimos nosotros, podía dar o dejar de dar la razón a esta teoría, y no se ha dado, porque demuestra a cada instante, y por los hechos más positivos, que el pensamiento expresado, puede ser no sólo extraño al de los asistentes, sino que muchas veces le es enteramente contrario; que viene a contradecir todas las ideas preconcebidas y desbaratar todas las previsiones; en efecto, cuando yo pienso blanco y se me responde negro, me es difícil creer que la respuesta venga de mí. Dicha teoría se apoya en algunos casos de identidad entre el pensamiento expresado y el de los asistentes; ¿pero qué prueba esto, sino que los asistentes pueden pensar como la inteligencia que se comunica? Nadie dice que deben ser siempre de opinión contraria. Cuando en la conversación, el interlocutor emite un pensamiento análogo al vuestro ¿diréis por esto que viene de vosotros? Bastan algunos ejemplos contrarios bien acreditados, para probar que esta teoría no puede ser absoluta. ¿Cómo, por otra parte, explicar que la reflexión del pensamiento, la escritura producida por personas que no saben escribir, las respuestas filosóficas de la mayor elevación obtenidas por personas no literatas, las que se dan a preguntas mentales o en un lenguaje desconocido del médium, y mil otros hechos que no pueden dejar duda sobre la independencia de la inteligencia que se manifiesta? La opinión contraria no puede ser sino el resultado de una falta de observación.
Si la presencia de una inteligencia extraña está probada moralmente por la naturaleza de las contestaciones, lo es materialmente por el hecho de la escritura directa; esto es, de la escritura obtenida espontáneamente, sin pluma ni lápiz, sin contacto, y a pesar de todas las precauciones tomadas para garantizarse de todo subterfugio. El carácter inteligente del fenómeno, no puede ponerse en duda; luego hay otra cosa más que una acción fluídica. Además, la espontaneidad del pensamiento expresado fuera de toda espera, de toda cuestión propuesta, no permite ver en ello un reflejo del de los asistentes.
El sistema del reflejo es bastante desatento en ciertos casos; cuando en una reunión de personas decentes, sobreviene inopinadamente una de estas comunicaciones irritantes por su grosería, sería hacer poco favor a los asistentes el pretender que proviene de alguno de ellos; y es probable que todos se apresurarán a rechazarla. (Véase el Libro de los Espíritus, Introducción § XVI).

44. Sistema del alma colectiva. Es una variante del precedente. Según este sistema, sólo el alma del médium se manifiesta, pero se identifica con la de muchos otros vivientes presentes o ausentes, y forma un "todo colectivo" reuniendo las aptitudes, la inteligencia y los conocimientos de cada uno. Aunque la obrita en que esta teoría se expone se titule "la luz" (*), nos ha parecido de un estilo muy oscuro; confesamos haberla comprendido poco y no hablamos de la misma sino para que se tenga presente. Por otra parte, es, como muchas otras, una opinión individual que ha hecho pocos prosélitos. El nombre de "Emah Tirpsé" es el que toma el autor para designar el ser colectivo que representa. Toma por epígrafe: "nada hay oculto que no deba ser conocido". Esta proposición es evidentemente falsa, porque hay una porción de cosas que el hombre no puede ni debe saber; muy presuntuoso sería el que pretendiese penetrar todos los secretos de Dios.

45. Sistema de sonambulismo. Este ha tenido más partidarios, y cuenta todavía con algunos. Como el precedente, admite que todas las comunicaciones inteligentes tienen su origen en el alma o Espíritu del médium; pero para explicar su aptitud y tratar de objetos fuera de sus conocimientos, en lugar de suponer en él un alma múltiple, atribuye esta aptitud a una sobrexcitación momentánea de las facultades mentales, a una especie de estado de sonambulismo o de éxtasis que exalta y desenvuelve su inteligencia.
No se puede negar, en ciertos casos, la influencia de esta causa; pero basta haber visto operar a la mayor parte de estos médiums, para convencerse que no puede resolver todos los hechos, y que forma la excepción y no la regla. Se podría creer que es así, si el médium tenía siempre el aspecto de un inspirado o de un extático, apariencia que por otra parte podía simular perfectamente, si quisiera hacer una farsa; ¿pero cómo creer en la inspiración, cuando el médium escribe como una máquina, sin tener la menor conciencia de lo que obtiene, sin la menor emoción, sin ocuparse de lo que hace y mirando a otra parte, riendo y haciendo diferentes cosas? Se concibe la sobrexcitación de las ideas, pero no se comprende que pudiese hacer escribir
al que no sabe, y aún menos cuando las comunicaciones se transmiten por golpes, o con la ayuda de una tablita o de una cestita. Veremos en la continuación de esta obra la parte que es preciso conceder a la influencia de las ideas del médium; pero los hechos en que la inteligencia extraña se revela por señales incontestables, son tan numerosos y tan evidentes, que no pueden dejar ninguna duda. La falta de razón en la mayor parte de los sistemas nacidos en el origen del Espiritismo, es el haber sacado consecuencias generales
de algunos hechos aislados.

46. Sistema pesimista, diabólico o demoníaco. - Aquí entramos en otro orden de ideas. Estando acreditada la intervención de una inteligencia extraña, se trataba de saber cuál era la naturaleza de esta inteligencia. El medio más sencillo era, sin duda, el preguntárselo; pero ciertas personas no han encontrado en eso una garantía suficiente, y no han querido ver en todas las manifestaciones sino una obra diabólica. Según ellas, sólo los demonios o el diablo pueden comunicarse. Aunque este sistema encuentra poco eco en el día de hoy, no ha dejado de gozar de algún crédito por algunos momentos por el carácter de aquellos que han tratado de hacerle prevalecer. Haremos, sin embargo, observar que los partidarios del sistema demoníaco, no deben estar colocados entre los adversarios del Espiritismo, antes al contrario. Que los seres que se comunican sean
demonios o ángeles, siempre son seres incorpóreos; luego, admitir las manifestación de los demonios, siempre es admitir la posibilidad de comunicar con el mundo invisible, o al menos con una parte de este mundo.
La creencia en la comunicación exclusiva de los demonios, por irracional que sea, podía no parecer imposible cuando se miraba a los Espíritus como seres creados fuera de la humanidad; pero desde que se sabe que los Espíritus no son otra cosa que las almas de aquellos que han vivido, ha perdido todo su prestigio, y se puede decir toda verosimilitud; porque se seguiría que todas estas almas son demonios, aunque fuesen de un padre, de un hijo o de un amigo, y que nosotros mismos muriendo, venimos a ser demonios, doctrina poco lisonjera y poco consoladora para muchas gentes. Será muy difícil persuadir a una madre de que el niño querido que ha perdido, y que viene a darle, después de su muerte, pruebas de su afecto y de su identidad, sea un dependiente de Satanás. Es verdad que entre los Espíritus, los hay muy malos, y que no valen más que aquellos que se llaman "demonios", por una razón bien sencilla: porque hay hombres muy malos, y que la muerte no les hace inmediatamente mejores, la cuestión está en saber si éstos son los únicos que puedan comunicarse. A los que lo crean así, les dirigimos las preguntas siguientes:
1ª. ¿Hay buenos y malos Espíritus?
2ª. ¿Dios es más poderoso que los malos Espíritus, o que los demonios, si así los queréis llamar?
3ª. Afirmar que sólo los malos se comunican, es decir que los buenos no lo pueden; si esto es así, una de dos: esto tiene lugar por la voluntad, o contra la voluntad de Dios. Si es contra su voluntad, es que los malos Espíritus son más poderosos que él; si es por su voluntad, ¿por qué en su bondad, no lo permitiría a los buenos para contrabalancear la influencia de los otros?
4ª. ¿Qué prueba podéis dar de la impotencia de los buenos Espíritus en comunicarse?
5ª. Cuando se nos opone la sabiduría de ciertas comunicaciones, respondéis que el demonio toma todas las apariencias para seducir mejor. Sabemos en efecto, que hay Espíritus hipócritas que dan a su lenguaje un falso barniz de sabiduría; ¿pero admitís acaso que la ignorancia pueda falsificar el verdadero saber, y una mala naturaleza remedar la verdadera virtud, sin dejar penetrar nada que pudiese descubrir el fraude?
6ª. Si el demonio sólo se comunica, puesto que es el enemigo de Dios y de los hombres, ¿por qué recomienda orar a Dios, someterse a su voluntad, sufrir sin murmurar las tribulaciones de la vida, no ambicionar honores ni riquezas, practicar la caridad y todas las máximas de Cristo; en una palabra, hacer todo lo que es necesario para destruir su imperio? Si es el demonio quien da tales consejos, es preciso convenir que tan astuto como es, es bien poco diestro en suministrar armas contra sí mismo. (*).
7ª. Si los Espíritus se comunican, es porque Dios lo permite; viendo buenas y malas comunicaciones, ¿no es más lógico el pensar que Dios permite a unas para probarnos y a otras para aconsejarnos el bien?
8ª. ¿Qué pensaríais de un padre que dejase a su hijo a merced de los ejemplos y consejo perniciosos, que apartase de él, y le prohibiese ver las personas que pudiesen desviarle del mal? Lo que un buen padre no haría, ¿debe creerse que Dios, que es la bondad por excelencia, haga menos que lo que haría un hombre?
9ª. La Iglesia reconoce como auténticas ciertas manifestaciones de la Virgen y otros santos, en apariciones, visiones, comunicaciones orales, etc.; ¿esta creencia no es acaso contraria a la doctrina de la comunicación exclusiva de los demonios?
Creemos que ciertas personas han profesado esta teoría de buena fe; pero también creemos que muchas lo han hecho únicamente con el objeto de que no se ocupasen de estas cosas, a causa de las malas comunicaciones que se exponen a recibir; diciendo que sólo el diablo se manifiesta, han querido asustar, casi como cuando se dice a un niño: no toques esto, porque quema. La intención puede ser laudable, pero el fin es erróneo; porque la sola prohibición excita la curiosidad, y el miedo al diablo retiene a muy pocas gentes: se le quiere ver, aunque no sea sino para saber cómo está hecho, y se quedan admirados de no encontrarlo tan negro como se creían.
¿No se podría ver también otro motivo en esta teoría exclusiva del diablo? Creen algunas gentes que todos los que no son de su opinión van mal; así pues, aquellos que pretenden que todas las comunicaciones son obra del demonio, ¿no estarían acaso dominados por el miedo de que los Espíritus no fuesen de su mismo parecer sobre todos los puntos, principalmente sobre los que tocan a los intereses de este mundo, más que a los del otro? No pudiendo negar los hechos, han querido presentarlos de una manera pavorosa; pero este medio no ha contenido más que los otros. Cuando el miedo al ridículo es impotente, es preciso resignarse que las cosas sigan su curso.
El musulmán que oyera a un Espíritu hablar contra ciertas leyes del Corán, pensaría seguramente que éste era un mal Espíritu; lo mismo sería de un judío por lo que mira a ciertas prácticas de la ley de Moisés. En cuando a los católicos, hemos oído afirmar a uno que el Espíritu que se comunicaba no podía ser si no el "diablo", porque se había permitido pensar de otro modo que él sobre el poder temporal, aunque por otra parte sólo hubiese predicado la caridad, la tolerancia, el amor al prójimo, y la abnegación de las cosas de este mundo, máximas todas enseñadas por Cristo.
Los Espíritus, no siendo otros que las almas de los hombres, y los hombres no siendo perfectos, resulta de esto que hay Espíritus igualmente imperfectos, y cuyo carácter se refleja en sus comunicaciones. Es un hecho incontestable que los hay malos, astutos, profundamente hipócritas, y contra los cuales es preciso ponerse en guardia; pero, porque haya en el mundo hombres perversos, no es una razón para huir de la sociedad. Dios nos ha dado la razón y el juicio para apreciar a los Espíritus, así como a los hombres. El mejor medio de precaverse contra los inconvenientes que puede presentar la práctica del Espiritismo, no es el prohibirle, sino el hacerle comprender. Un miedo imaginario sólo impresiona un instante y no afecta a todo el mundo; la realidad claramente demostrada se comprende por todos.

47. Sistema optimista. Al lado de aquellos que no ven en estos fenómenos sino la acción de los demonios hay otros que sólo han visto la de los buenos Espíritus; éstos han querido suponer que el alma estando separada de la materia, ningún velo existía para ella, y que debía tener la soberana ciencia y la soberana sabiduría. Su ciega confianza en esta superioridad absoluta de los seres del mundo invisible, ha sido para muchos el origen de bastantes decepciones y han aprendido a sus costas a desconfiar de ciertos Espíritus así como de ciertos hombres.

48. Sistema uniespiritista o monoespiritista. Una variedad del sistema optimista, consiste en la creencia de que un solo Espíritu se comunica con los hombres, y que este Espíritu es Cristo, quien es el protector de la Tierra. Cuando se ven comunicaciones de la más baja trivialidad, de una grosería irritante, llenas de malevolencia y de maldad, habría profanación e impiedad en suponer que pudiesen dimanar el Espíritu del bien por excelencia. Además, si aquellos que lo creen no hubiesen tenido jamás sino comunicaciones irreprochables, se concebiría su ilusión; pero la mayor parte conviene en haberlas tenido muy malas, lo que explican diciendo, que es una prueba que el buen Espíritu les hace sufrir, dictándoles cosas absurdas; de este modo, mientras los unos atribuyen todas las comunicaciones al diablo, quien puede decir cosas buenas para tentar, otros creen que sólo Jesús se manifiesta, y que puede decir cosas malas para probar. Entre estas dos opiniones tan inversas, ¿quién fallará? El buen sentido y la experiencia.
Decimos la experiencia, porque es imposible que los que profesan ideas tan exclusivas lo hayan visto todo como debe verse. Cuando se les oponen los hechos de identidad que atestiguan la presencia de parientes, amigos o conocidos por las manifestaciones escritas, visuales u otras, responden que es siempre el mismo Espíritu, el diablo según los unos, Cristo según los otros, que toma todas las formas; pero no nos dicen por qué no pueden comunicarse los otros Espíritus, ni con qué objeto el Espíritu de verdad vendrá a engañarnos presentándose bajo falsas apariencias, a burlarse de una pobre madre, haciéndole creer mintiendo, que él es el hijo por quien llora. La razón rehúsa admitir que el Espíritu Santo se rebaje, ejecutando semejante comedia. Por otra parte, negar la posibilidad de cualquiera otra comunicación, ¿no es quitar al Espiritismo lo que tiene de más dulce: el consuelo de los afligidos? Digamos sencillamente que dicho sistema es irracional, y no puede sostener un examen severo.

49. Sistema multiespiritista o poliespiritista. Todos los sistemas que hemos examinado, sin exceptuar los que son en sentido negativo, se apoyan en algunas observaciones, pero incompletas o mal interpretadas. Si una casa es de color encarnado por un lado, y blanca de otro, aquel que no la haya visto sino de un lado afirmará que es encarnada, el otro dirá que es blanca: los dos se engañarán y tendrán razón; pero el que haya visto la cosa por ambos lados dirá que es encarnada y blanca, y sólo él estará en lo verdadero. Lo mismo sucede en cuanto a la opinión que se forma del Espiritismo: puede ser verdadera bajo ciertos aspectos, y falsa si se generaliza lo que es sólo parcial, si se toma por regla lo que es sólo la excepción, por el todo lo que no es sino la parte. Por esto decimos que el que quiera estudiar seriamente esta ciencia, debe ver mucho y largo tiempo; sólo el tiempo le permitirá coger los detalles, observar los matices delicados, notar una multitud de hechos característicos que serán para él rayos de luz; pero si se detiene en la superficie, se expone a formar un juicio prematuro, y por consiguiente erróneo. He aquí las consecuencias generales que se han deducido de una observación completa, y que forman ahora la creencia, se puede decir, de la universidad de los espiritistas, porque los sistemas restrictivos sólo son opiniones aisladas.
1.º Los fenómenos espiritistas se producen por inteligencias extra-corporales, o sea por los Espíritus.
2.º Los Espíritus constituyen el mundo invisible; están por todas partes; cubren los espacios hasta lo infinito, los hay sin cesar alrededor nuestro, con los cuales estamos en contacto.
3º Los Espíritus reaccionan incesantemente sobre el mundo físico y sobre el mundo moral, y son una de las potencias de la Naturaleza.
4º Los Espíritus no son seres aparte en la creación; son las almas de aquellos que han vivido sobre la Tierra o en otros mundos, y que han dejado su envoltura corporal; de donde se sigue que las almas de los hombres son Espíritus encarnados, y que muriendo venimos a ser Espíritus.
5º Hay Espíritus de todos los grados de bondad y de malicia, de saber y de ignorancia.
6º Todos están sometidos a la ley del progreso, y todos pueden llegar a la perfección; pero como tienen su libre albedrío, llegan en un tiempo más o menos largo, según sus esfuerzos y su voluntad.
7º Son dichosos o desgraciados, según el bien o el mal que han hecho durante su vida, y el grado de adelantado a que han llegado. La dicha perfecta y sin mezcla sólo pertenece a los Espíritus que llegan al supremo grado de perfección.
8º Todos los Espíritus, en circunstancias dadas, pueden manifestarse a los hombres; el número de los que pueden comunicarse es indefinido.
9º Los Espíritus se comunican por el intermediario de médiums, que les sirven de instrumentos y de intérpretes.
10º Se reconoce la superioridad o inferioridad de los Espíritus en su lenguaje: los buenos sólo aconsejan el bien y no dicen sino cosas buenas: todo atestigua en ellos la elevación; los malos engañan y todas sus palabras llevan el sello de la imperfección y de la ignorancia.
Los diferentes grados que recorren los Espíritus están indicados en la Escala Espiritista (Libro de los Espíritus, lib. II, cap. I, n.º 100). El estudio de esta clasificación es indispensable para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, sus buenas y malas cualidades.

50. Sistema del alma material . Consiste únicamente en una opinión particular sobre la naturaleza íntima del alma. Según esta opinión, el alma y el periespíritu no serían dos cosas distintas o, por mejor decir, el periespíritu no sería otro que la misma alma, depurándose gradualmente por las diversas transmigraciones, como el alcohol se depura por las diversas destilaciones, mientras que la Doctrina Espiritista no considera al periespíritu sino como la envoltura fluídica del alma o del Espíritu. Siendo el periespíritu una materia, aunque muy etérea, el alma sería de este modo de una naturaleza material más o menos esencial, según el grado de su depuración. Este sistema no invalida ninguno de los principios fundamentales de la Doctrina Espiritista, porque nada cambia el destino del alma; las condiciones de su felicidad futura son siempre las mismas; el alma y el periespíritu forman un todo, bajo el nombre de Espíritu, como el germen y el perispermo lo forman bajo el nombre de fruto; toda la cuestión se reduce a considerar el todo como homogéneo en lugar de formarse de dos partes distintas.
Como se ve, de eso no se deduce ninguna consecuencia, y no hubiéramos hablado de ello si no hubiésemos encontrado personas inclinadas a ver una nueva escuela en lo que en definitiva sólo es una simple interpretación de palabras. Esta opinión, muy restringida por cierto, aunque fuese más general, no constituiría una escisión entre los espiritistas, así como las dos teorías de la emisión o de las ondulaciones no la constituyen entre los físicos. Los que quisieran formar partido separado por una cuestión tan pueril, probarían, por lo mismo, que dan más importancia a lo accesorio que a lo principal, y que están conducidos a la desunión por Espíritus que no pueden ser buenos, porque los buenos jamás aconsejan la acritud y la cizaña; por esto invitamos a todos los verdaderos espiritistas a ponerse en guardia contra semejantes sugestiones, y a no dar a ciertos detalles más importancia que la que merecen; lo esencial está en el fondo.
Creemos, sin embargo, deber decir en pocas palabras, en qué se apoya la opinión de aquellos que consideran el alma y el periespíritu como dos cosas distintas. Se funda en la enseñanza de los Espíritus, que jamás han variado sobre el particular; hablamos de los Espíritus ilustrados, porque entre ellos los hay que no saben ni más ni menos que los hombres, mientras que la teoría contraria es una concepción humana. Nosotros no hemos inventado ni supuesto el periespíritu para explicar los fenómenos; su existencia se nos ha revelado por los Espíritus, y la observación nos la ha confirmado (Libro de los Espíritus, número 93). Se apoya además sobre el estudio de las sensaciones entre los Espíritus (Libro de los Espíritus, número 257) y sobre todo en el fenómeno de las apariciones tangibles, que implicaría, según la otra opinión, la solidificación y desagregación de las partes que constituyen el alma, y por consecuencia su desorganización. Sería menester también admitir que esta materia que puede hacerse sensible a los sentidos, es, por sí misma, el principio inteligente, lo que no es más racional que confundir el cuerpo con el alma, o el vestido con el cuerpo. En cuanto a la naturaleza íntima del alma, nos es desconocida. Cuando se dice que es "inmaterial" es preciso entenderlo en el sentido relativo y no absoluto, porque la inmaterialidad absoluta sería la nada; luego el alma o el Espíritu es alguna cosa; se quiere decir que su esencia es de tal modo superior que no tiene ninguna analogía con lo que nosotros llamamos materia y que así para nosotros es inmaterial. (Libro de los Espíritus, números 23 y 82).

51. He aquí la respuesta que sobre este asunto dio un Espíritu: "Lo que los unos llaman 'periespíritu' no es otra cosa que lo que los otros llaman envoltura material fluídica. Diré, para hacerme comprender de una manera más lógica, que este fluido es la perfectibilidad de los sentidos, la extensión de la vista y de las ideas: hablo de los Espíritus elevados. En cuanto a los Espíritus inferiores, los fluidos terrestres están todavía completamente inherentes a ellos, pues es materia como veis; de ahí los sufrimientos del hambre, del frío, etc., sufrimiento que no pueden padecer los Espíritus superiores, atendido a que los fluidos terrestres están depurados alrededor del pensamiento, es decir, del alma. El alma, para su progreso, tiene siempre necesidad de un agente; el alma sin agente es nada para vosotros o, por mejor decir, no la podéis concebir. El periespíritu para nosotros, Espíritus errantes, es el agente por el cual nos comunicamos con vosotros, ya sea indirectamente por vuestro cuerpo o vuestro periespíritu, o directamente con vuestra alma; de ahí la infinita variedad de médiums y de comunicaciones. Queda ahora el punto de vista científico esto es, la esencia misma del periespíritu; este es otro asunto. Primero comprended moralmente y sólo quedará una discusión sobre la naturaleza de los fluidos, lo que es inexplicable por ahora; la ciencia no conoce bastante, pero lo conseguiremos si ésta quiere marchar con el Espiritismo. El periespíritu puede variar y cambiar hasta lo infinito; el alma es el pensamiento; no cambia de naturaleza; bajo este aspecto no vayáis más lejos, es un punto que no puede explicarse. ¿Creéis, acaso, que yo no busco como vosotros? Vosotros buscáis el periespíritu: nosotros ahora buscamos el alma. Esperad, pues. - LAMENNAIS."
Pues si los Espíritus que pueden considerarse como avanzados no han podido aún sondear la naturaleza del alma, ¿cómo podríamos hacerlo nosotros mismos? Es, pues, perder el tiempo el querer escudriñar el principio de las cosas, que así como hemos dicho en el Libro de los Espíritus (números 17 y 49) está en los secretos de Dios.
Pretender ojear con ayuda del Espiritismo lo que aún no es competencia de la humanidad, es separarle de su verdadero objeto; es hacer como el niño que quisiera saber tanto como el viejo. Que el hombre haga servir el Espiritismo para su mejoramiento moral, es lo esencial; lo demás es sólo una curiosidad estéril y muchas veces orgullosa, cuya satisfacción no le hará hacer ningún paso, el sólo medio de avanzar es volverse mejor. Los Espíritus que han dictado el Libro que lleva su nombre, han probado su sabiduría encerrándose, por lo que concierne al principio de las cosas, en los límites que Dios no permite penetrar, dejando a los Espíritus sistemáticos y presuntuosos la responsabilidad de las teorías anticipadas y erróneas, más seductoras que sólidas, y que caerán un día ante la razón como tantas otras salidas de los cerebros humanos. Sólo han dicho precisamente lo necesario para hacer comprender al hombre el porvenir que le espera, y por lo mismo animarle al bien. (Véase continuación, 2ª parte, cap. 1º Acción de los Espíritus sobre la materia).

SEGUNDA PARTE
DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

CAPÍTULO PRIMERO
ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS SOBRE LA MATERIA

52. Separada la opinión materialista, como condenada a la vez por la razón y por los hechos, todo se reduce a saber si el alma después de la muerte puede manifestarse a los vivos. La cuestión, reducida de este modo a la más simple expresión, se encuentra singularmente despejada. Se podría preguntar, desde luego, por qué seres inteligentes que en cierto modo viven en nuestro centro, aunque invisibles por su naturaleza, no podrían atestiguar su presencia de una manera cualquiera. La simple razón dice que para esto no hay nada absolutamente imposible, y esto es ya alguna cosa. Esta creencia tiene, por otra parte, el asentimiento de todos los pueblos, porque se la encuentra por todas partes y en todas las épocas; luego una intuición no podría ser tan general, ni sobrevivir a los tiempos sin apoyarse en alguna cosa. Está, además, sancionada por el testimonio de los libros sagrados y de los padres de la Iglesia, y ha sido menester el escepticismo y el materialismo de nuestro siglo para relegarla entre las ideas supersticiosas; si estamos en el error, estas autoridades lo están igualmente.
Pero esto sólo son consideraciones morales; una causa, sobre todo, ha contribuido a fortificar la duda en una época tan positiva como la nuestra, en que se procura darse cuenta de todo, en que se quiere saber el por qué y el cómo de cada cosa, y consiste en la ignorancia de la naturaleza de los Espíritus y de los medios por los cuales pueden manifestarse. Adquirido este conocimiento, el hecho de las manifestaciones nada tiene de sorprendente y entra en el orden de los hechos naturales.

53. La idea que uno se forma de los Espíritus hace a primera vista incomprensible el fenómeno de las manifestaciones. Estas manifestaciones no pueden tener lugar sino por la acción del Espíritu sobre la materia; por esto los que creen que el Espíritu es la ausencia de toda materia, se preguntan, con alguna apariencia de razón, cómo puede obrar materialmente. Pero ahí está el error, porque el Espíritu no es una abstracción: es un ser definido, limitado y circunscrito. El Espíritu encarnado en el cuerpo, constituye el alma; cuando lo deja a la muerte, no sale despojado de toda envoltura. Todos los Espíritus nos dicen que conservan la forma humana, y en efecto, cuando se nos aparecen es bajo la que nosotros les conocíamos.
Observémosle atentamente en el momento en que acaban de dejar la vida; están en un estado de turbación; todo está confuso a su alrededor; ven su cuerpo sano o mutilado según el género de muerte; por otra parte se ven y se sienten vivir; alguna cosa les dice que este cuerpo les pertenece y no comprenden que estén separados de él. Continúan viéndose bajo su forma primitiva, y esta visión produce en algunos, durante cierto tiempo, una singular ilusión: la de creerse aún vivos: les falta la experiencia de su nuevo estado para convencerse de la realidad. Disipado este primer momento de turbación, el cuerpo viene a ser para ellos un vestido viejo, del cual se han despojado, y que no lo echan de menos; se sienten más ligeros y como desembarazados de un peso; no experimentan ya dolores físicos, y son muy felices en poder elevarse, recorrer el espacio así como lo hacían diferentes veces, viviendo en sueños (*). Sin embargo, a pesar de la ausencia del cuerpo, acreditan su personalidad; tienen una forma, pero una forma que no les molesta ni les embaraza; ellos, en fin, tienen la conciencia de su "Yo" y de su individualidad. ¿Qué debemos deducir de todo esto? Que el alma no lo deja todo en la tumba, y que algo se lleva consigo.

54. Numerosas observaciones y hechos irrecusables de que tendremos que hablar más tarde nos han conducido a esta consecuencia, a saber que en el hombre hay tres cosas: 1ª el alma o Espíritu, principio inteligente en quien reside el sentido moral; 2ª el cuerpo, envoltura grosera, material, de la que está temporalmente revestido para el cumplimiento de ciertas miras providenciales; y 3ª el periespíritu, envoltura fluídica semi-material, sirviendo de lazo entre el alma y el cuerpo.
La muerte es la destrucción o, mejor, la desagregación de la envoltura grosera, de aquella que el alma abandona; la otra se separa y sigue al alma, que se encuentra de esta manera tener siempre una envoltura; esta última, bien que fluídica, etérea, vaporosa, invisible para nosotros en su estado normal, no por eso deja de ser materia, aunque hasta ahora no hayamos podido cogerla y someterla al análisis.
Esta segunda envoltura del alma o "periespírítu existe", pues, durante la vida corporal; es el intermediario de todas las sensaciones que percibe el Espíritu, aquel por el cual el Espíritu transmite su voluntad al exterior y obra sobre los órganos. Para servirnos de una comparación material, es el hilo eléctrico conductor que sirve a la recepción y a la transmisión del pensamiento; es, en fin, ese agente misterioso que no puede cogerse, designado con el nombre de fluido nervioso, que tan gran papel juega en la economía, y del que no se tiene bastante cuenta en los fenómenos fisiológicos y patológicos. No considerando la medicina sino el elemento material ponderable, se priva en la apreciación de los hechos de una causa incesante de acción. Pero no es este el lugar de examinar esta cuestión; haremos solamente observar que el conocimiento del periespíritu es la llave de una porción de problemas hasta ahora inexplicables.
El periespíritu no es una de esas hipótesis a las cuales se ha recurrido algunas veces en la Ciencia para la explicación de un hecho; su existencia no solamente es revelada por los Espíritus, sino que es un resultado de observaciones, como tendremos ocasión de demostrarlo. Por el momento y para no anticiparnos sobre los hechos que tenemos que relatar, nos limitaremos a decir que sea durante su unión con el cuerpo, sea después de su separación, el alma no está nunca separada de su periespíritu.
55. Se ha dicho que el Espíritu es una llama, una chispa: ésta debe entenderse del Espíritu propiamente dicho, como principio intelectual y moral, y al cual no se podría atribuir una forma determinada; pero en cualquier grado que se encuentre, está siempre revestido de una envoltura o periespíritu cuya naturaleza se va haciendo más etérea a medida que se purifica y se eleva en la jerarquía; de tal suerte, que para nosotros la idea de forma es inseparable de la de espíritu, y que no concebimos la una sin la otra. El periespíritu forma, pues, parte integrante del hombre; pero el periespíritu solo no es el Espíritu como el cuerpo solo no es el hombre, porque el periespíritu no piensa; es al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre; esto es, el agente o instrumento de su acción.
56. La forma del periespíritu es la forma humana y cuando nos aparece es generalmente aquella bajo la cual hemos conocido al Espíritu en su vida. Se podría creer, según esto, que el periespíritu, separado de todas las partes del cuerpo, se amolda de algún modo sobre él y conserva su tipo, pero no parece que sea así. La forma humana, con algunas diferencias de detalle y salvo las modificaciones orgánicas necesarias para el centro en el cual el ser está llamado a vivir, se encuentra en los habitantes de todos los globos; al menos ésto es lo que dicen los Espíritus; es igualmente la forma de todos los Espíritus no encarnados y que no tienen más que el periespíritu; es aquella bajo la que en todo tiempo se han representado los ángeles o Espíritus puros; de donde debemos deducir que la forma humana es la forma tipo de todos los seres humanos a cualquier grado que pertenezcan. Pero la materia sutil del periespíritu no tiene la tenacidad ni la rigidez de la materia compacta del cuerpo; es, si podemos expresarnos así, flexible y expansible por esto la forma que toma, aunque calcada sobre la del cuerpo, no es absoluta; se pliega a voluntad del Espíritu, quien puede darle tal o
cual apariencia a su gusto, mientras que la envoltura sólida le ofrece una resistencia insuperable Desembarazado de esa traba que le comprimía e periespíritu se extiende o se estrecha, se transforma, en una palabra, se presta a todas las metamorfosis, según la voluntad que obra sobre él. A consecuencia de esta propiedad de su envoltura fluídica, es como el Espíritu que quiere hacerse reconocer, puede, cuando esto es necesario, tomar la exacta apariencia que tenía en su vida, hasta la de los accidentes corporales que pueden ser signos de reconocimiento.
Los Espíritus, como se ve, son, pues, seres semejantes a nosotros, formando a nuestro alrededor toda una población invisible en el estado normal; decimos en el estado normal porque, como lo veremos, esta invisibilidad no es absoluta.

57. Volvamos a la naturaleza del periespíritu, porque esto es esencial para la explicación que vamos a dar. Hemos dicho que, aunque fluídica, no deja de ser una especie de materia, y esto resulta del hecho de las apariciones tangibles, sobre las cuales volveremos a tratar. Se ha visto, bajo la influencia de ciertos médiums, aparecer manos teniendo todas las propiedades de manos vivientes que tienen calor, que se pueden tocar, que ofrecen la resistencia de un cuerpo sólido que os agarran, y que de repente se desvanecen como una sombra. La acción inteligente de estas manos, que obedecen evidentemente a una voluntad, ejecutando ciertos movimientos, aun tocando aires sobre un instrumento prueba que son la parte visible de un ser inteligente insivible.
Su tangibilidad, su temperatura, en una palabra, la impresión que hacen sobre los sentidos, puesto que se ha visto que han dejado señales sobre la piel, dar golpes dolorosos o acariciar delicadamente prueban que son de alguna materia. Su desaparición instantánea prueba también que esta materia es eminentemente sutil y se modifica como ciertas sustancias que pueden alternativamente pasar del estado sólido al estado fluídico y recíprocamente.

58. La naturaleza íntima del Espíritu propiamente dicho, esto es, del ser pensador, no es enteramente desconocida; no se revela a nosotros sino por sus actos, y sus actos no pueden afectar a nuestros sentidos materiales sino por un intermediario material. El Espíritu tiene, pues, necesidad de materia para obrar sobre la materia. Tiene por instrumento directo su periespíritu, como el hombre tiene su cuerpo, pues su periespíritu es materia, como acabamos de verlo. Tiene en seguida por agente intermediario el fluido universal, especie de vehículo sobre el cual obra, como nosotros obramos sobre el aire para producir ciertos efectos con ayuda de la dilatación, de la compresión, de la propulsión o de las vibraciones.
Considerada de esta manera la acción del Espíritu sobre la materia, se concibe fácilmente; se comprende desde luego que todos los efectos que de esto resultan entran en el orden de los hechos naturales, y no tienen nada de maravilloso. Sólo han parecido sobrenaturales, porque no se conocía la causa; conocida ésta lo maravilloso desaparece y esta causa está toda entera en las propiedades semimateriales del periespíritu. Este es un nuevo orden de hechos que una nueva ley viene a explicar, y de la cual nadie se maravillará dentro algún tiempo, lo mismo que sucede hoy día con la correspondencia a larga distancia en algunos minutos por la electricidad.

59. Quizá nos preguntarán cómo el Espíritu, con la ayuda de una materia tan sutil, puede obrar sobre cuerpos pesados y compactos, levantar mesas, etcétera. Seguramente no sería un hombre de ciencia quien pudiera hacer semejante objeción; porque sin hablar de las propiedades desconocidas que puede tener este nuevo agente, ¿no tenemos nosotros bajo nuestros ojos ejemplos análogos? ¿Acaso la industria no encuentra sus más poderosos motores en los gases más rarificados y en los fluidos imponderables? Cuando se ve que el aire derriba los edificios, que el vapor arrastra masas enormes, que la pólvora gasificada levanta las rocas, que la electricidad rompe los árboles y agujerea las murallas, ¿es extraño admitir que el Espíritu, con ayuda de su periespíritu, pueda levantar una mesa, cuando sobre todo se sabe que este periespíritu puede venir a ser visible, tangible y obrar como un cuerpo sólido?

CAPÍTULO II
MANIFESTACIONES FÍSICAS - MESAS GIRATORIAS

60. Se da el nombre de manifestaciones físicas a las que se traducen por efectos sensibles, tales como los ruidos, el movimiento y la traslación de los cuerpos sólidos.
Los unos son espontáneos, esto es, independientes de toda voluntad; los otros pueden ser provocados. Primero hablaremos de estos últimos.
El efecto más sencillo, y uno de los primeros que se han observado, consiste en el movimiento circular impreso a una mesa. Este efecto se produce igualmente con todos los objetos; pero habiéndose practicado más con la mesa esta clase de ejercicios, porque era el más cómodo, el nombre de "mesas giratorias" ha prevalecido para designar esta clase de fenómenos.
Cuando decimos que este efecto es uno de los primeros que se han observado, nos referimos a estos últimos tiempos, porque se sabe que todos los géneros de manifestaciones han sido conocidos desde los tiempos más remotos, y no puede ser de otra manera; pues que siendo efectos naturales, han debido producirse en todas épocas.
Tertuliano habla en términos explícitos de las mesas giratorias y parlantes.
Este fenómeno, durante algún tiempo, ha alimentado la curiosidad de los salones; después se ha dejado por otras distracciones porque no era más que un objeto de distracción. Dos causa han contribuido al abandono de las mesas giratorias: la moda para las gentes frívolas que raramente consagran dos inviernos a la misma diversión, siendo prodigioso el que hayan empleado en este tres o cuatro. Para las gentes graves y observadoras ha salido de ella alguna cosa seria que ha prevalecido; si abandonaron las mesas giratorias fue para ocuparse de las consecuencias mucho más importantes en sus resultados: han dejado el alfabeto por la ciencia; he aquí todo el secreto de este abandono aparente que tanta algazara ha movido entre los burlones.
Sea de ello lo que quiera, las mesas giratorias no dejan de ser el punto de partida de la Doctrina Espiritista, y bajo este título les debemos algún desarrollo, tanto más que presentando los fenómenos en su mayor sencillez, el estudio de las causas será mucho más fácil, y una vez establecida la teoría, nos dará la llave de los efectos más complicados.

61. Para la producción del fenómeno es necesaria la intervención de una o muchas personas dotadas de una aptitud especial que se designan bajo el nombre de "médiums." El número de los que cooperan es indiferente, no ser que en la cantidad puedan encontrarse algunos médiums desconocidos. En cuanto a aquellos cuya mediumnidad es nula, su presencia es de ningún resultado y aún más dañosa que útil, por la disposición de espíritu que traen muchas veces.
Los médiums poseen, bajo este aspecto, un poder más o menos grande, y producen, por consecuencia, efectos más o menos pronunciados; muchas veces una persona, médium poderoso, producirá por si sola mucho más que otras veinte reunidas; le bastará colocar las manos sobre la mesa para que al instante se mueva, se levante, se caiga, dé saltitos o gire con violencia.
62. No hay ningún indicio de la facultad medianímica; la experiencia sólo puede hacerla conocer. Cuando en una reunión se quiere ensayar, es preciso sentarse simplemente alrededor de una mesa y colocar las manos extendidas encima, sin presión ni contracción muscular. Al principio, como se ignoraban las causas del fenómeno, se indicaron muchas precauciones, reconocidas después absolutamente inútiles; tal es, por ejemplo, la alternativa de los sexos, y también el contacto de los dedos pequeños de las diferentes personas, formando una especie de cadena no interrumpida. Esta última precaución había parecido necesaria cuando se creía en la acción de una especie de corriente eléctrica; después la experiencia ha demostrado su inutilidad. La sola prescripción rigurosamente obligatoria es el recogimiento, un silencio absoluto, y sobre todo la paciencia, si el efecto se hace esperar. Puede ser que se produzca en algunos minutos, como puede tardar media hora o una; esto depende de la potencia medianímica de los cooperantes.

63. Decimos, además, que la forma de la mesa, la sustancia de que está hecha, la presencia de los metales, de la seda, de los vestidos, de los asistentes, los días, las horas, la oscuridad o la luz, etc., son tan indiferentes como la lluvia o el buen tiempo. Solo el volumen de la mesa es de alguna importancia, pero únicamente en el caso de que la potencia medianímica fuese insuficiente para vencer la resistencia; en caso contrario una sola persona aun un niño puede hacer levantar una mesa de cien kilogramos, mientras que con condiciones menos favorables, doce personas no harían mover el más pequeño velador.
En este estado, cuando el efecto empieza a manifestarse, generalmente se oye un pequeño crujido en la mesa se siente como un estremecimiento que es el preludio del movimiento; parece que hace esfuerzos para destacarse; después se pronuncia el movimiento de rotación y se acelera hasta el punto de adquirir una rapidez tal que los asistentes casi no pueden seguirla. Una vez establecido el movimiento, pueden también separarse de la mesa, la que continúa moviéndose en diversos sentidos, sin contacto.
En otras circunstancias la mesa se levanta y se endereza, tan pronto sobre un solo pie como sobre otro; después vuelve a tomar con suavidad su posición natural.
Otras, veces se balancea imitando el movimiento de ondulación de un buque; otras, en fin, pero para esto es preciso una potencia medianímica considerable, se destaca enteramente del suelo y se mantiene en equilibrio en el espacio, sin punto de apoyo, levantándose también algunas veces hasta el techo, de modo que puede pasarse por debajo; después vuelve a descender lentamente, meciéndose como lo haría una hoja de papel, o bien cae violentamente y se rompe, lo que prueba de una manera patente, que uno no es juguete de una ilusión óptica.

64. Otro fenómeno que se produce muy a menudo, según la naturaleza del médium, es el de los golpes dados en el mismo tejido de la madera, sin ningún movimiento de la mesa; estos golpes, algunas veces muy débiles, otras veces bastante fuertes, se hacen oír igualmente en los otros muebles de la habitación, contra las puertas, las paredes y el techo. Luego volveremos a tratar de esto. Cuando han tenido lugar en la mesa, producen en ésta una vibración muy sensible para los dedos, y sobre todo muy clara cuando se aplica el oído.

CAPÍTULO III
MANIFESTACIONES INTELIGENTES

65. En lo que acabamos de ver, nada revela, seguramente, la intervención de una potencia oculta, y estos efectos podrían perfectamente explicarse por la acción de una corriente magnética o eléctrica, o la de un fluido cualquiera. Tal ha sido en verdad la primera solución dada a estos fenómenos, y que podía con razón, pasar por muy lógica.
Hubiera, sin duda, prevalecido si otros hechos no hubiesen venido a demostrar su insuficiencia; estos hechos son las pruebas de inteligencia que ellos han dado; pues como todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que aun admitiendo que la electricidad o cualquiera otro fluido juegue en ello algún papel, se mezcla alguna otra causa. ¿Qué causa es esta? ¿Qué inteligencia? Las continuadas observaciones nos lo han hecho conocer.

66. Para que una manifestación sea inteligente, no es necesario que sea elocuente, ni de genio privilegiado o sabio: basta que pruebe un acto libre y voluntario, expresando una intención o respondiendo a un pensamiento. Cuando se ve una veleta agitada por el viento, se tiene la seguridad de que sólo obedece a una impulsión mecánica; pero si se reconoce en sus movimientos señales intencionales, si gira de derecha a izquierda, pronto o con lentitud, obedeciendo a una voluntad, nos veremos obligados a admitir no que la veleta sea inteligente sino que obedece a una inteligencia.
Esto mismo sucede respecto de la mesa.

67. Hemos visto moverse la mesa, levantarse y dar golpes bajo la influencia de uno o muchos médiums. El primer efecto inteligente que se notó fue el ver que estos movimientos obedecían a un mandato y, sin mudar de sitio, la mesa se levantaba alternativamente sobre el pie designado; después, volviendo a caer, daba un número determinado de golpes, respondiendo a una pregunta. Otras veces la mesa, sin el contacto de nadie, se paseaba sola por la habitación, yendo de derecha a izquierda, adelante o atrás, ejecutando diversos movimientos según la orden de los asistentes.
Es muy evidente que, lejos de toda suposición de fraude, admitimos la completa lealtad de los asistentes, atestiguada por su honradez y su perfecto desinterés. Más tarde hablaremos de las supercherías contra las cuales es prudente estar preparado.

68. Por medio de los golpes, y, sobre todo, por los golpes íntimos que acabamos de hablar, se obtienen efectos aún más inteligentes, como la imitación de los diversos redobles del tambor, fuegos de fila o pelotón, cañonazos, como en un simulacro de guerra, el rechino de la sierra, los golpes del martillo, la cadencia de diferentes melodías, etc. Esto fue, como se comprende, un vasto campo abierto a la explotación. Se dijo que, puesto que allí había una inteligencia oculta, podía responder a las preguntas, y respondió, en efecto, por un "sí" o por un "no", mediante un número de golpes de convención. Estas respuestas fueron muy insignificantes; así es que se tuvo la idea de hacer que se designaran las letras del alfabeto, y componer de este modo palabras y frases.

69. Estos hechos, repetidos a voluntad por millares de personas y en todos los países, no podían dejar duda sobre la naturaleza inteligente de las manifestaciones. Entonces fue cuando surgió un nuevo sistema, según el cual esta inteligencia debía ser la del médium, la del interrogador o la de los mismos asistentes. La dificultad estaba en explicar cómo esta inteligencia podía reflejarse en la mesa e interpretarse por los golpes; una vez constatado que los golpes, no los daba el médium, lo serían por el pensamiento; pero, el pensamiento dando golpes, era un fenómeno aún más prodigioso que todos aquellos que se habían visto.
La experiencia no tardó en demostrar lo inadmisible de esta opinión. En efecto, las respuestas se encontraban muy a menudo diametralmente opuestas con el pensamiento de los asistentes, fuera del alcance intelectual del médium, y aun en idiomas que no conocía, o relatando hechos ignorados de todos. Estos ejemplos son tan numerosos, que es casi imposible que el que se haya ocupado algo de comunicaciones espiritistas no lo haya visto diferentes veces. Sólo citaremos uno que se nos ha referido por un testigo ocular.

70. A bordo de un buque de la marina imperial francesa, en estación en los mares de la China, toda la tripulación, desde los marineros hasta el estado mayor, se ocupaba en hacer hablar a las mesas. Se tuvo la idea de evocar al Espíritu de un teniente de este mismo buque, muerto hacía dos años. Vino, y después de diversas comunicaciones que llenaron a todos de asombro, dijo lo que sigue, por medio de golpes. "Os suplico
encarecidamente que paguéis al capitán la suma de... (indicaba la cantidad) que le debo, y que siento no haberle podido reembolsar antes de mi muerte." Nadie conocía el hecho; el mismo capitán había olvidado este crédito, por cierto muy insignificante; pero examinando sus cuentas, encontró el asiento de la deuda del teniente, y cuya cantidad era exactamente la indicada. Dígasenos de qué pensamiento provenía el reflejo de esta indicación.

71. Se perfeccionó el arte de comunicar por los golpes alfabéticos, pero el medio era siempre muy largo. Sin embargo se obtienen comunicaciones de cierta extensión así como interesantes revelaciones sobre el mundo de los Espíritus. Estos indicaron otros medios, y a ellos debemos el de las comunicaciones escritas.
Las primeras comunicaciones de este género tuvieron lugar adaptando un lápiz al pie de una mesita ligera colocada sobre una hoja de papel. La mesita, puesta en movimiento por la influencia del médium, se puso a trazar caracteres, luego palabras y frases. Se simplificó sucesivamente este medio sirviéndose de mesitas tan grandes como la mano, hechas expresamente; después de cestitas, de cajas de cartón y, en fin, de simples tablitas. La escritura era tan corriente, tan rápida y tan fácil como con la mano; pero se reconoció más tarde que todos estos objetos no eran más, en definitiva, que apéndices, verdaderos lapiceros de los cuales no había necesidad, teniendo por si mismo el lápiz; la mano, arrastrada por un movimiento voluntario, escribía bajo la impulsión dada por el Espíritu y sin el concurso de la voluntad, ni del pensamiento del médium. Desde entonces las comunicaciones de ultratumba no tuvieron más límites que la correspondencia habitual entre vivos. Volveremos sobre estos diferentes medios que explicaremos en detalle; los hemos bosquejado rápidamente para demostrar la sucesión de los hechos que han conducido a acreditar en estos fenómenos la intervención de inteligencias ocultas, o de otro modo, de los Espíritus.

CAPÍTULO IV
TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS
Movimientos y suspensiones. - Ruidos. – Aumento y disminución del peso de los cuerpos

72. Estando demostrada por el razonamiento y por los hechos la existencia de los Espíritus, así como la posibilidad para ellos de obrar sobre la materia, se trata ahora de conocer cómo se opera esta acción y cómo se arreglan para hacer mover las mesas y los otros cuerpos inertes.
Una idea se presenta naturalmente y es la que hemos tenido ya; como fue combatida por los Espíritus, que han dado otra explicación de la que esperábamos, es una prueba evidente que su teoría no era nuestra opinión. Pero este primer pensamiento cada uno podrá tenerlo como nosotros; en cuando a la teoría de los Espíritus no creemos que haya venido jamás a la idea de alguien. Se reconocerá sin trabajo cuán superior es a la nuestra, aunque menos sencilla, porque da la solución a una porción de hechos que no encontraban en aquélla una explicación satisfactoria.

73. Desde el momento que se conoce la naturaleza de los Espíritus, su forma humana, las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que puede tener sobre la materia, que en los hechos de aparición, se han visto manos fluídicas y aun tangibles asir objetos y transportarlos, era natural el creer que el Espíritu se servía simplemente de sus manos para hacer girar la mesa y que la levantaba en el espacio a fuerza de brazos. Pero en este caso, ¿qué necesidad hay de tener un médium? ¿El Espíritu no puede obrar solo? Porque el médium, que coloca las más de las veces sus manos en sentido contrario del movimiento, o casi que no las coloca del todo, evidentemente no puede secundar al Espíritu con ninguna acción muscular. Dejemos, desde luego, hablar a los Espíritus que hemos interrogado con este objeto.

74. Las respuestas siguientes se nos dieron por el Espíritu de San Luis; después se han confirmado por muchos otros.
1. ¿El fluido universal es una emanación de la divinidad? "No."
2. ¿Es una creación de la divinidad? "Todo es creado excepto Dios."
3.¿El fluido universal es al mismo tiempo el elemento universal? "Sí, es el principio elemental de todas las cosas."
4. ¿Tiene alguna relación con el fluido eléctrico del cual conocemos los efectos? "Es su elemento."
5. ¿Cuál es el estado en que el fluido universal se presenta a nosotros en su más grande simplicidad?
"Para encontrarlo en su simplicidad absoluta sería preciso remontarse hasta los Espíritus puros; en vuestro mundo está siempre más o menos modificado para formar la materia compacta que os rodea; sin embargo podéis decir que el estado que se acerca más a esta simplicidad, es el del fluido que vosotros llamáis 'fluido magnético animal'."
6. Se ha dicho que el fluido universal es la fuente de la vida; ¿es el mismo tiempo la fuente de la inteligencia?
"No; este fluido sólo anima la materia."
7. Puesto que es este fluido el que compone el periespíritu, parece que está en un estado de condensación ¿qué le acerca, hasta cierto punto, a la materia propiamente dicha?
"Hasta cierto punto, como vosotros lo decís, porque no tiene todas sus propiedades; es más o menos condensado según los mundos."
8. ¿Cómo un Espíritu puede operar el movimiento de un cuerpo sólido? "Combina una parte de fluido universal con el fluido que despide el médium propio a este efecto."
9. ¿Los Espíritus levantan la mesa con ayuda de sus miembros solidificados de cierto modo?
"Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis. Cuando una mesa se mueve balo vuestras manos, el Espíritu evocado va a tomar en el fluido universal de qué animarla de una vida ficticia. La mesa preparada de este modo el Espíritu la atrae y la mueve balo la influencia de su propio fluido desprendido por su voluntad. Cuando la mesa que quiere poner en movimiento es demasiado pesada para él, llama en su ayuda a los Espíritus que se encuentran en las mismas condiciones que él. En razón de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente dicho no puede obrar sobre la materia grosera sin intermediario, esto es, sin el lazo que le une a la materia; este lazo, que constituye lo que vosotros llamáis el periespíritu, os da la llave de todos los fenómenos espiritistas materiales. Creo haberme explicado bastan te claro para hacerme comprender."
Observación. - Llamamos la atención sobre esta primera frase: "Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis." El Espíritu había comprendido perfectamente que todas las preguntas precedentes no se hacían sino para llegar a ésta; e hizo alusión a nuestro pensamiento que esperaba en efecto, otra respuesta, esa es la confirmación de nuestra idea sobre la manera con que el Espíritu hace mover las mesas.
10. Los Espíritus que él llama en su ayuda, ¿le son inferiores? ¿están bajo sus órdenes? "Iguales casi siempre; muchas veces vienen por sí mismos."
11. ¿Todos los Espíritus son aptos para producir los fenómenos de este género?
"Los Espíritus que producen esta clase de efectos son siempre Espíritus inferiores que no están aún enteramente desprendidos de toda influencia material."
12. Nosotros comprendemos que los Espíritus superiores no se ocupen de cosas inferiores a su esfera; pero preguntamos si en razón de estar más desmaterializados, tendrían la potencia de hacerlo, si lo quisieran hacer.
"Tienen la fuerza moral, como los otros tienen la fuerza física; cuando tienen necesidad de ésta fuerza, se sirven de los que la poseen. ¿No se os ha dicho que se sirven de Espíritus inferiores, como lo hacéis vosotros con los cargadores"?
Observación. Se ha dicho que la densidad del periespíritu si puede expresarse así, varía según el estado de los mundos, parece que varía también, del mismo modo según los individuos. En los Espíritus avanzados "moralmente", es más sutil y se acerca al de los Espíritus elevados: en los Espíritus inferiores al contrario, se aproxima a la materia, y es la que hace que estos Espíritus de baja clase, conserven tan largo tiempo las ilusiones de la vida terrestre; piensan y obran como si aún estuvieran vivos; tienen los mismos deseos, y se podría casi decir, la misma sensualidad. Esta grosería del periespíritu dándole más "afinidad" con la materia hace a los Espíritus inferiores más propios para las manifestaciones físicas. Por la misma razón un hombre de mundo acostumbrado a los trabajos de la inteligencia, cuyo cuerpo es débil y delicado, no puede levantar un bulto pesado como un mozo de cordel. La materia en él es de cierto modo menos compacta, los órganos menos resistentes; tiene menos fluido nervicio. El periespíritu siendo al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre, y su densidad estando en razón de la inferioridad del Espíritu, reemplaza en él la fuerza muscular, esto es, le da sobre los fluidos necesarios para las manifestaciones, una potencia mayor que la que podrían tener aquellos cuya naturaleza es más etérea. Si un Espíritu elevado quiere producir tales efectos, hace lo que hacen entre nosotros las gentes delicadas: lo hace hacer por un "Espíritu del oficio."
13. Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal; el Espíritu toma en ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu, y por medio de este fluido obra sobre la materia inerte.
"Sí esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia: la materia se anima de la vida animal. La mesa que se mueve balo vuestras manos vive, como el animal; obedece por si misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja como el hombre hace con un fardo; cuando la mesa se levanta, no es que el Espíritu la levan te a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la impulsión dada por el Espíritu."
14. ¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno?
"Lo he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal acumulado por el Espíritu; es menester la unión de estos dos fluidos, esto es, del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero observad bien que esta vida es sólo momentánea; se extingue con la acción, y muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido no es suficiente para animarla."
15. ¿El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium?
"Puede obrar sin saberlo el médium; es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis, no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos."
16. La mesa animada, ¿obra con inteligencia? ¿piensa? "Piensa tanto como el bastón con el cual hacéis un signo inteligente; pero la vitalidad de que está animada le permite obedecer a la impulsión de una inteligencia.
Sabed, pues, bien, que la mesa que se mueve no viene a ser 'Espíritu', y que no tiene por sí misma ni pensamiento ni voluntad."
Observación. - Muchas veces se sirve de una expresión análoga en el lenguaje usual se dice de una rueda que gira con velocidad que está "animada" de un movimiento rápido.
17. ¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu o el fluido? "El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las dos cosas son necesarias."
18. ¿Qué papel hace la voluntad del médium en este caso? "Llamar a los Espíritus y secun darles en la impulsión dada al fluido."
- ¿La acción de la voluntad es siempre indispensable?
"Ayuda a la potencia pero no es siempre necesaria, puesto que el movimiento puede tener lugar contra y a pesar de esta voluntad, y eso es una prueba de que hay una causa independiente del médium."
Observación. - El contacto de las manos no es siempre necesario para hacer mover un objeto. Las más de las veces lo es para dar el primer impulso, pero una vez que el objeto está animado, puede obedecer a la voluntad sin el contacto material; esto depende, ya de la potencia del médium, ya de la naturaleza de los Espíritus. El primer contacto ni siquiera es siempre indispensable; tenemos la prueba en los movimientos y mudanzas espontáneas que nadie piensa en provocar.
19. ¿Por qué todo el mundo no puede producir el mismo efecto, y por qué todos los médiums no tienen la misma potencia?
"Esto depende del organismo y de la mayor o menor facilidad con la cual la combinación de los fluidos puede operarse después, porque el Espíritu del médium simpatiza más o menos con los Espíritus extraños que encuentran en él la potencia fluídica necesaria. Sucede con esta potencia como con la de los magnetizadores, que es más o menos grande. Bajo este aspecto hay personas que son del todo refractarias; otras en las que la combinación no se opera por un esfuerzo de su voluntad; otras, en fin, entre las cuales tiene lugar tan natural y fácilmente que ni aun se lo conocen, y sirven de instrumento sin saberlo, como ya hemos dicho." (Véase más
adelante el capítulo de las manifestaciones espontáneas).
Observación. - El magnetismo es sin ninguna duda el principio de estos fenómenos, pero no tal como se entiende generalmente; la prueba es que hay magnetizadores muy poderosos, que no harían mover un velador, y personas que no pueden magnetizar, y también niños, a quienes basta colocar los dedos sobre una pesada mesa para hacerla mover; luego, si la potencia medianímica no está en razón de la potencia magnética, es que hay otra causa.
20. Las personas llamadas eléctricas, ¿pueden ser consideradas como médiums? "Estas personas toman en sí mismas el fluido necesario para producir el fenómeno, y pueden obrar sin el socorro de Espíritus extraños. No son entonces médiums en el sentido que se da a esta palabra; pero puede ser también que un Espíritu les asista y aproveche sus disposiciones naturales."
Observación. Será respecto de estas personas como de las de los sonámbulos que pueden obrar con o sin el concurso de un Espíritu extraño, (véase el cap. de los médiums, artículo relativo a los médiums sonámbulos).
21. El Espíritu que obra sobre los cuerpos sólidos para moverlos, ¿está en la sustancia misma de los cuerpos, o bien fuera de esta sustancia?
"Lo uno y lo otro; hemos dicho que la materia no es un obstáculo para los Espíritus; penetran por todo; una porción del periespíritu se identifica, por decirlo así con el objeto que penetra."
22. ¿Cómo se arregla el Espíritu para golpear? ¿se sirve de un objeto material? "No, así como no se sirve de sus brazos para levantar la mesa. Bien sabéis que no tiene martillo a su disposición. Su martillo es el fluido combinado puesto en acción por su voluntad para mover o para golpear. Cuando mueve, la luz os trae la vista de sus movimientos; cuando golpea, el aire os trae el sonido."
23. Nosotros concebimos esto cuando golpea sobre un cuerpo duro; pero, ¿cómo puede hacer oír ruido o sonidos articulados en el espacio? "Puesto que obra sobre la materia, puede obrar sobre el aire lo mismo que sobre la mesa. En cuanto a los sonidos articulados puede imitarlos como los demás ruidos."
24. Decís que el Espíritu no se sirve de sus manos para remover la mesa; sin embargo se ha visto en ciertas manifestaciones visuales aparecer manos cuyos dedos se paseaban sobre un teclado, agitaban las teclas y hacían oír sonidos. ¿No parecería que el movimiento de las teclas se producía por la presión de los dedos? ¿Esta presión no es también directa y real, cuando se hace sentir sobre nosotros mismos y cuando estas manos dejan señales sobre la piel?
"Vosotros no podéis comprender la naturaleza de los Espíritus y su manera de obrar sino por comparaciones que sólo os dan una idea incompleta, y es un mal el querer asimilar siempre sus procedimientos a los vuestros. Sus procedimientos deben estar en relación con su organismo. ¿No os he dicho que el fluido del periespíritu penetra la materia y se identifica con ella, a la que anima con una vida ficticia? ¡Pues bien! cuando
el Espíntu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente y también las mueve; pero no es por la fuerza muscular que comprime la tecla; lo que hace es animarla lo mismo que anima la mesa, y la tecla, obedeciendo a su voluntad, se mueve y toca la cuerda. En esto sucede también una cosa que os será difícil comprender, y es que ciertos Espíritus están tan poco adelantados y de tal modo materializados comparativamente con los Espíritus elevados, que tienen todavía las ilusiones de la vida terrestre y creen obrar como cuando tenían su cuerpo; no se dan más cuenta de la verdadera causa de los efectos que producen, lo mismo que un hombre del campo tampoco comprende la teoría de los sonidos que articula; preguntadles cómo tocan el piano: os dirán que golpean encima con sus dedos, porque creen golpear; el efecto se produce instintivamente en ellos sin que sepan cómo, y, sin embargo, por su voluntad. Lo mismo sucede cuando se hacen oír por palabras."
Observación. Resulta de estas explicaciones, que los Espíritus pueden producir todos los efectos que producimos nosotros mismos, pero por medios apropiados a su organismo; ciertas fuerzas que les son propias reemplazan los músculos que nos son necesarios para obrar; de la misma manera que el gesto reemplaza en el mudo, la palabra que le falta.
25. Entre los fenómenos que se citan como prueba de la acción de una potencia oculta, los hay que son evidentemente contrarios a todas las leyes conocidas de la Naturaleza; entonces ¿no parece que debe permitirse la duda? "Es que el hombre está lejos de conocer todas las leyes de la Naturaleza; si las conociese todas sería Espíritu superior. Todos los días, por tanto, da en desmentido a aquellos que, creyendo saberlo todo, pretenden poner límites a la Naturaleza, y por eso no son menos orgullosos. Descorriendo el velo sin cesar de los nuevos misterios, Dios advierte al hombre para que desconfíe de sus propias luces, porque vendrá un día en que 'la ciencia del más sabio será confundida' ¿No tenéis todos los días ejemplos de cuerpos animados de un movimiento capaz de vencer la fuerza de gravitación? La bala lanzada en el aire ¿no vence momentáneamente esta fuerza? Pobres hombres que creéis ser muy sabios, y cuya tonta vanidad es a cada instante derrotada, sabed, pues, que aún sois muy pequeños."

75. Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad; resalta de ellas este punto capital que el fluido universal, en el cual reside el principio de la vida, es el agente principal de las manifestaciones y recibe su impulsión del Espíritu, ya sea encarnado o errante. Este fluido condensado constituye el periespíritu o envoltura semimaterial del Espíritu. En el estado de encarnación, el penespíritu está unido a la materia del cuerpo; en el estado errante, es libre; cuando el Espíritu está encarnado, la sustancia del periespíritu esta más o menos adherente, si se puede expresar así. Entre ciertas personas hay alguna especie de emanación de este fluido por consecuencia de su organismo, y esto es lo que, propiamente hablando, constituye los médiums de influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos abundante, su combinación más o menos fácil; de ahí los médiums más o menos potentes; tampoco es permanente, y así se explica la intermitencia de esta potencia.

76. Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu, como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto. Cuando el Espíritu no es encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir la impulsión de su voluntad.
77. De este modo, cuando se da movimiento a un objeto levantándolo o lanzándolo al aire, no es el Espíritu quien lo coge, lo empuja o levanta, como nosotros lo haríamos con la mano; él lo "satura", por decirlo así, con su fluido combinado con el del médium, y el objeto, vivificado así momentáneamente, obra como lo haría un ser viviente con la diferencia de que no teniendo voluntad propia, sigue el impulso de la voluntad del Espíritu.
Puesto que el fluido vital tomado en cierto modo por el Espíritu, da una vida ficticia y momentánea a los cuerpos inertes, pues el periespíritu no es otra cosa sino este mismo fluido vital, se sigue que cuando el Espíritu está encarnado, él es quien da la vida a su cuerpo por medio de su periespíritu, al que permanece unido tanto como el organismo lo permite; cuando se retira, el cuerpo muere. Ahora, si en lugar de una mesa se hace una estatua de madera, y se obra sobre esta estatua como sobre una mesa, se tendrá una estatua que se moverá, que golpeará, que responderá por sus movimientos y por sus golpes; se tendrá, en una palabra, una estatua momentáneamente animada por una vida artificial; se han llamado mesas parlantes, se podrían llamar estatuas parlantes.
¡Qué luz no no arroja esta teoría sobre una porción de fenómenos hasta ahora sin solución! ¡Qué alegorías y efectos misteriosos no explica!

78. Los incrédulos objetan también que el hecho de la suspensión de las mesas sin punto de apoyo, es imposible porque es contrario a la ley de gravitación. Nosotros les responderemos, desde luego, que su negación no es una prueba; en segundo lugar, que si el hecho existe, por más que fuese contrario a todas las leyes conocidas, probaría una cosa, y es que se apoya sobre una ley desconocida y que los que niegan no pueden tener la pretensión de conocer todas las leyes de la Naturaleza. Acabamos de explicar esta ley, pero esto no es una razón para que sea aceptada por ellos, precisamente, porque se ha dado por Espíritus que han dejado su vestido terrestre, en lugar de serlo por Espíritus que lo tienen todavía y que se sientan en la Academia. De tal suerte que si el Espíritu de Arago vivo hubiese presentado esta ley, la hubiesen aceptado a ojos cerrados; pero presentaba por el Espíritu de Arago muerto, es una utopía; ¿y por qué? porque creen que Arago, siendo muerto, todo ha muerto en él. No tenemos la pretensión de disuadirles: sin embargo, como esta objeción podría embarazar a ciertas personas, vamos a ensayar en contestarla poniéndonos desde su punto de vista, esto es, haciendo abstracción por un instante de la teoría de la animación ficticia.

79. Cuando se hace el vacío bajo la campana de la máquina neumática, esta campana se adhiere con tal fuerza que es imposible levantarla por causa del peso de la columna de aire que pesa sobre ella. Que se haga entrar el aire y la campana se levanta con la mayor facilitad, porque el aire de debajo hace contrapeso con el aire de encima; sin embargo, abandonada a si misma, permanecerá sobre el platillo en virtud de la ley de gravitación. Ahora, que el aire de debajo esté comprimido, que tenga una densidad más grande que el de encima, la campana se levantará a pesar de la gravitación; si la corriente de aire es rápida y violenta, podrá sostenerse en el espacio sin ningún apoyo "visible", lo mismo que se hace con ciertos muñecos que, puestos en un surtidor de agua, dan volteretas. ¿Por qué, pues, el fluido universal, "que es el elemento de toda materia", estando acumulado alrededor de la mesa, no tendría la propiedad de disminuir o aumentar el peso específico relativo, como el aire lo hace con la campana de la máquina neumática, como el gas hidrógeno lo hace con los globos, sin que por esto se deroguen las leyes de la gravitación? ¿Conocéis todas las propiedades y todo el poder de este fluido? No; ¡pues bien! no neguéis un hecho porque no podáis explicarlo.
80. Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues, la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces M. Home, en sí mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que M. Home es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa eficiente y el objeto.

81. Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, esta en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de que es el diablo.
Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conformes, pero observad que si nos hemos servido de la palabra "acumulación" es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.
No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las intermitencias de la facuItad.

CAPÍTULO V
MANIFESTACIONES FÍSICAS ESPONTÁNEAS
Ruidos, barahúndas, alborotos y perturbaciones - Objetos lanzados. - Fenómeno de los aportes

82. Los fenómenos, de los cuales acabamos de hablar, son provocados; pero algunas veces son, también, espontáneos, sin que participe para nada la voluntad; todo lo contrario, puesto que a menudo son muy importunos. Lo que excluye, por otra parte, el pensamiento de que puedan ser efecto de la imaginación sobrexcitada por las ideas espiritistas, es que tienen lugar entre personas que no han oído jamás hablar de ellas en el momento que menos lo esperaban. Estos fenómenos, que se podrían llamar Espiritismo práctico natural, son muy importantes, porque no pueden haber sospechas de connivencia; por esto invitamos a las personas que se ocupan de los fenómenos espiritistas a que recojan todos los hechos de este género que viniesen a su conocimiento, y sobre todo a hacer constatar con cuidado su realidad por un estudio minucioso de las circunstancias, a fin de asegurarse que uno no es juguete de una ilusión o de una mixtificación.

83. De todas las manifestaciones espiritistas, las más sencillas y las más frecuentes son los ruidos y los golpes; aquí es, sobre todo, donde es preciso temer a la ilusión, porque una porción de causas naturales pueden producirlos: el viento que silba o que agita un objeto, un cuerpo que se mueve por si mismo sin apercibirse, un efecto acústico, un animal oculto, un insecto, etc. y también las bromas de mal gusto de algunas personas. Los ruidos espiritistas tienen, por otra parte, un carácter particular, afectando una intensidad y un timbre muy variados que les distinguen fácilmente, y que no permiten confundirlos con el crujido de la madera, el chisporroteo del fuego o el monótono tic-tac de un péndulo; esto son golpes secos, tan pronto sordos, débiles y ligeros, como claros distintos, algunas veces estrepitosos, que cambian de sitio y se repiten sin tener una regularidad mecánica. De todos los medios de comprobación, el más eficaz, el que no puede dejar duda sobre su origen, es la obediencia a la voluntad. Si los golpes se oyen en el paraje designado, si responden al pensamiento por su número y su intensidad, no se puede desconocer en ellos una causa inteligente; pero la falta de obediencia no es siempre una prueba contraria.

84. Admitamos ahora que por una indagación minuciosa se adquiere la certeza que los ruidos o todos los demás efectos son manifestaciones reales. ¿Es racional el asustarse? Seguramente que no; porque en ningún caso podría haber el menor peligro; las personas a quienes se persuade que es el diablo, son las únicas que se afectan de un modo molesto, como los niños a quienes se hace miedo con las brujas. Es preciso convenir que estas manifestaciones adquieren en ciertas circunstancias proporciones de una persistencia desagradable y es muy natural que se desee desembarazarse de ellas.
Con este motivo es necesario que hagamos una explicación.

85. Hemos dicho que las manifestaciones físicas tienen por objeto llamar nuestra atención sobre alguna cosa y convencernos de la presencia de una potencia superior al hombre. Hemos dicho también que los Espíritus elevados no se ocupan de esta clase de manifestaciones; se sirven de los Espíritus inferiores para producirlas, como nosotros nos servimos de los criados para los trabajos groseros, y con el fin que acabamos de indicar. Conseguido el objeto, la manifestación material cesa, porque ya no es necesaria.
Uno o dos ejemplos harán que este se comprenda mejor.
Hace algunos años, al principio de mis estudios sobre el Espiritismo, estando una tarde ocupado en un trabajo sobre esta materia, oí golpes alrededor de mí durante cuatro horas consecutivas. Era la vez primera que semejante cosa me acontecía, averigüé que no tenía ninguna causa accidental, pero por el momento no pude saber más. En esta época tenía yo ocasión de ver frecuentemente a un excelente médium escribiente. Desde el día siguiente interrogué al Espíritu que se comunicaba por su mediación, sobre la causa de estos golpes. Me contestaron: "Es tu espíritu familiar que quiere hablarte." ¿Qué quería decirme? - Replicó: "Tú mismo puedes preguntárselo porque él está aquí. - Habiendo, pues, interrogado a este Espíritu, se dio a conocer bajo
un nombre alegórico (supe después por otros Espíritus que pertenece a un orden muy elevado, y que hizo sobre la Tierra un papel importante); me señaló errores en mí trabajo, indicándome las líneas en que se encontraban; me dio útiles y sabios consejos y añadió que estaría siempre conmigo y vendría a mí llamamiento todas las veces que quisiera preguntarle. En efecto, desde entonces no me ha dejado nunca. Me ha dado diferentes pruebas de gran superioridad, y su intervención "benéfica y eficaz" se me ha manifestado en los asuntos de la vida material, y en lo que concierne a las cosas metafísicas. Pero desde nuestra primera conversación los golpes han cesado. ¿Qué quería, pues? Entrar en comunicación regular conmigo; para esto le era preciso advertirme. Hecha la advertencia, puestos en inteligencia y establecidas las relaciones regulares, los golpes se hicieron inútiles; por lo tanto cesaron. Cuando los soldados están formados ya no se toca diana para despertarlos.
Un hecho casi parecido ha acontecido a uno de mis amigos. Desde algún tiempo en su habitación resonaban ruidos diversos que se hacían muy incómodos. Habiéndose presentado la ocasión de preguntar al Espíritu de su padre, por un médium escribiente supo lo que se le quería; hizo lo que le fue recomendado y desde entonces nada más ha oído. Es de notar que las personas que tienen en los Espíritus un medio regular y fácil de comunicación, rara vez tienen manifestaciones de este género, y esto se concibe.

87. Las manifestaciones espontáneas no se limitan siempre a ruidos y golpes; degeneran a veces en verdadera barahúnda yen perturbaciones; los muebles y objetos diversos son derribados; proyectiles de todas clases son lanzados desde fuera; se abren puertas y ventanas; y cerradas por manos invisibles, se ven romperse cristales, lo que no puede tomarse por ilusión.
El trastorno es a menudo muy efectivo, pero a veces sólo tiene la apariencia de la realidad. Se oye barahúnda en una pieza inmediata, un ruido de vajilla que cae y se hace pedazos, troncos que ruedan sobre el pavimento; corren a ver lo que hay y se lo encuentran todo tranquilo y en orden; después vuelve a empezar de nuevo la algazara.

88. Las manifestaciones de este género no son ni raras, ni nuevas; hay pocas crónicas locales que no encierren alguna historia de esta clase. Sin duda el miedo ha exagerado muchas veces los hechos, que han debido tomar proporciones extraordinariamente ridículas pasando de boca en boca; con ayuda de la superstición, las casas en que han tenido lugar estos hechos han sido reputadas por moradas de los diablos, y de ahí todos los cuentos maravillosos o terribles de fantasmas. Por otro lado, la bellaquería no ha dejado escapar tan buena ocasión para explotar la credulidad, y a menudo en provecho de intereses personales. Se concibe, por lo demás, la impresión que hechos de este género, aun reducidos a la realidad, pueden causar sobre caracteres débiles y predispuestos por la educación a las ideas supersticiosas. El medio más seguro de prevenir los inconvenientes que pudiesen ocurrir, puesto que no se pueden impedir, es el de hacer conocer la verdad. Las cosas más sencillas vienen a ser espantosas cuando se ignora la causa. Cuando nos familiaricemos con los Espíritus, y aquellos a quienes se manifiestan no crean ya tener una legión de demonios que les pisen los talones, dejarán de tener miedo.
Se puede ver en la Revista Espiritista la descripción de muchos hechos auténticos de este género, entre otros la historia del Espíritu golpeador de Bergzabern, cuyas burlas de mala especie duraron más de ocho años: (números.94 de mayo, junio y julio de 1858); la de Dibbelsdorf (agosto de 1858); la del panadero de Grandes-ventes, cerca de Dieppe (marzo de 1860); la de la calle de Noyers, en París (agosto de 1860); la del Espíritu de Castelnaudari, bajo el titulo de "Historia de un condenado" (febrero de 1860); la del fabricante de San Petersburgo (abril de 1860) y muchas otras.

89. Los hechos de esta naturaleza tienen frecuentemente el carácter de una verdadera persecución. Conocemos seis hermanas que habitaban juntas, y que durante muchos años encontraban por la mañana sus ropas dispersadas, ocultas hasta en los techos, desgarradas y cortadas en trozos, a pesar de cuantas precauciones tomaban para encerrarlas bajo llave. Ha ocurrido muchas veces que personas acostadas y "perfectamente despiertas" veían sacudir sus cortinas, arrancar violentamente sus cobertores de la cama y sus almohadas, siendo levantadas sobre sus colchones y aún arrojadas fuera de la cama. Estos hechos son más frecuentes de lo que se cree; pero la mayor parte de las veces los que son víctimas no se atreven a hablar por temor al ridículo. Tenemos conocimiento de ciertos individuos que se han querido curar de lo que consideraban alucinación, sometiéndoles al tratamiento de los enajenados, y se les ha hecho volver realmente locos. La medicina no puede comprender estas cosas, porque no admite en las causas sino el elemento material, de donde resultan equivocaciones a menudo funestas. Algún día la historia contará ciertos tratamientos del siglo diez y nueve, como se cuentan hoy cierto procederes de la Edad Media.
Admitimos perfectamente que ciertos hechos son obra de la malicia o de la malevolencia; pero si hechas todas las averiguaciones resulta probado que no son la obra de los hombres, es preciso convenir que son: los unos dirán la obra del diablo; nosotros diremos de los Espíritus. ¿Pero de qué Espíritus?

90. Los Espíritus superiores, así como entre nosotros los hombres graves y serios, no se divierten en dar cencerradas. Muchas veces hemos evocado para preguntarles el motivo que les conduce a alterar así el reposo. La mayor parte no tiene otro objeto que el de divertirse; son Espíritus más bien ligeros que malos, que se ríen de los sustos que ocasionan y de las investigaciones inútiles que se hacen para descubrir la causa del desorden. A menudo se encarnizan con un individuo que se complacen en vejar y que persiguen de casa en casa; otras veces se aficionan a un local, sin otro motivo que su capricho. Algunas veces también es una venganza que ejercen, como tendremos ocasión de verlo. En ciertos casos su intención es saludable; quieren llamar la atención y ponerse en relación, ya sea para dar una advertencia útil a la persona a la cual se dirigen, ya sea para pedirle alguna cosa para ellos mismos. Hemos visto muchas veces pedir oraciones; otras solicitar el cumplimiento en su nombre de un voto que no habían podido cumplir; otras, en fin, querer, en interés de su propio reposo, reparar una mala acción cometida por ellos en su vida. En general se hace mal en asustarse; su presencia puede ser importuna, pero no peligrosa. Por los demás, se concibe el deseo que se tiene de desembarazarse de esto, y se hace generalmente todo lo contrario de lo que sería menester. Si son Espíritus que se divierten, cuánto más se toma la cosa en serio tanto más persisten, como los muchachos traviesos que hostigan, tanto mas cuanto más ven que incomodan, y hacen miedo a los medrosos. Si se toma el prudente partido de reírse uno mismo de sus bromas pesadas acabarán por cansarse y quedar tranquilos.
Conocemos a uno que, lejos de irritarse, les excitaba, les ponía en el caso de que hicieran tal o cual cosa y al cabo de algunos días ya no volvían. Pero como hemos dicho, los hay cuyo motivo es menos frívolo. Por esto es siempre útil saber lo que quieren. Si piden alguna cosa se puede estar seguro que cesarán sus visitas después de estar satisfecho su deseo. El mejor medio de enterarse sobre el particular es el de evocar al Espíritu por conducta de un buen médium escribiente; en sus contestaciones se verá en seguida con quién se trata y se obrará en consecuencia; si es un Espíritu infeliz, la caridad exige que se le trate con las consideraciones que merece; sí es un bromista de mal género, se puede obrar con él sin cumplimiento; si es malévolo, es preciso rogar a Dios que se mejore. De cualquier modo que sea, la oración siempre tendrá un buen resultado.
Pero se ríen de la gravedad de las fórmulas del exorcismo y no hacen ningún caso de ellas. Si se puede entrar en comunicación con ellos es menester desconfiar de las calificaciones burlescas o medrosas que ellos mismos se dan algunas veces para divertirse de la credulidad.
Volveremos a tratar más detalladamente sobre este objeto y sobre las causas que muchas veces hacen ineficaces las plegarias, en los capítulos de los "lugares frecuentados por los fantasmas" y de la "obsesión."

91. Estos fenómenos, aunque ejecutados por Espíritus inferiores, son muchas veces provocados por Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos encuentran más sencillo el poner estos fenómenos en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene necesariamente una causa; si una "fría y tranquila" observación nos demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da señales "evidentes" de inteligencia y libre voluntad, "lo que es la señal más característica", no se puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? es los que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea aparición, el primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de los Espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse ilusión.
Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser invisible.
Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.

92. La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica, naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos, aunque mas fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta un objeto
cualquiera. Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados; tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros llamamos por esta razón "médiums naturales", son, con respecto a los otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos, que también son dignos de observar.

93. La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin un motivo, sin esto no hace nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en el caso en que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.

94. No citaremos a este fin más que la conversación provocada a propósito de los hechos, que pasaron en junio, de 1860 en la calle de Noyers, en Paris. Se encontrarán los detalles en la Revista Espiritista número de agosto de 1860.
1. (A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo dudamos.
"Sí, estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los abultará, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos. Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a costa de los habitantes del lugar."
2. ¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones?
"Estas manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación."
3. Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la causa de estos fenómenos por una influencia medianímica, espontánea e involuntaria.
"Es muy necesario; 'sin esto el hecho no podría tener lugar'. Un Espíritu habita un paraje de predilección para él, permanece en la inacción hasta tanto que una naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta persona se divierte tanto como puede."
4. La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable?
"Es el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizarlo; hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria."
5. Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una simpatía con los seres de esta naturaleza?
"No, precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos."
6. ¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve?
"Estos objetos diversos son los más de las veces tomados en los mismos lugares o en la vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en el paraje designado por este Espíritu."
7. Puesto que las manífestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aún provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible?
"Los ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le decían: 'Maestro, hacednos ver algún prodigio', ¿no se parecen a los que en vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque sólo recompensa a los hombres de buna voluntad. Su incredulidad no impedirá el que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de que lo pensáis. Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dilo Jesús, porque esos no dudan de la potencia de Dios."
8. ¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas explicaciones?
"Evocadle si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones bastante insignificantes."

95. Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de "Noyers."
1. Evocación.
"¿Qué me queréis que me llamáis? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto."
2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo.
"Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros."
3. En la calle de "Noyers" ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa?
"Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando."
4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento?
"Una moza de servicio."
5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo?
"¡Oh! si, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba."
6. ¿Obrabas con un fin hostil?
"No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharán de esto."
7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos.
"Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos."
8. Tú dices que no tenias ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este modo has causado un perjuicio real.
"Es un detalle."
9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado?
"Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos."
10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase después de cap. VIII).
"Nada he creado, nada he compuesto."
11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos?
"Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera."
12. Ahora dinos cómo los has lanzado.
"Ah! eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias."
13. Yo pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto.
"Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años."
14. ¿Qué eras tú cuando vivías?
"Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo."
15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad?
"Tengo un instructor."
16. ¿Quién es ese instructor?
"Vuestro buen rey Luis."
Observación. - Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción.
Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.
17. ¿Qué haces tú ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir?
"Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo."
Observación. - Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.
18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías?
"Juanito"
19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado.
"Antes me ha hecho placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! me habéis escuchado y estoy contento. Juanito."

Fenómenos de los aportes

96. Este fenómeno no difiere de los que acabamos de hablar sino por la intención benévola del Espíritu que es su autor, por la naturaleza de los objetos casi siempre graciosos y por la manera dulce y muchas veces delicada con que son traídos. Consiste en aportar espontáneamente objetos que no existían en el paraje en que se está. Son lo más a menudo flores, algunas veces frutas, cajas de dulces, alhajas, etc.

97. Decimos, desde luego, que este fenómeno es uno de los que más se prestan a la imitación, y que, por consiguiente, es preciso estar en guardia de la superchería. Se sabe hasta dónde puede llegar el arte de la prestidigitación con relación a experiencias de este género, pero sin referir-se a un hombre del oficio se podría fácilmente ser juguete de una maniobra hábil e interesada. La mejor de todas las garantías está en el "carácter", la "honradez notoria" y el "desinterés absoluto" de la persona que obtiene semejantes efectos; en segundo lugar, en el examen atento de todas las circunstancias con las cuales los hechos se producen; en fin, en el conocimiento ilustrado del Espiritismo, que sólo puede hacer descubrir lo que fuera sospechoso.

98. La teoría del fenómeno de los aportes y de las manifestaciones físicas en general, se encuentra resumida de una manera notable en la disertación siguiente por un Espíritu cuyas comunicaciones tienen un carácter incontestable de profundidad y de lógica. Muchas de éstas se encontrarán en la continuación de esta obra. Este Espíritu se ha dado a conocer bajo el nombre de Erasto, discípulo de San Pablo, y como Espíritu protector del médium que le ha servido de intérprete.
"Es de todo punto preciso, para obtener fenómenos de este orden, tener consigo médiums que yo llamaré 'sensitivos', es decir, dotados del más alto grado de facultades medianímicas, de expansión y de penetrabilidad; porque el sistema nervioso de estos médiums, fácilmente excitable, les permite, por medio de ciertas vibraciones, el proyectar alrededor de ellos su fluido animalizado con profusión.
"Las naturalezas impresionables, las personas cuyos nervios vibran al menor sentimiento, a la más pequeña sensación, que la influencia moral o física, interna o externa, sensibiliza, son sujetos muy aptos para ser excelentes médiums, para los efectos físicos de tangibilidad y de aportes. En efecto, su sistema nervioso, casi
enteramente desprovisto de la envoltura refractaria que aísla este sistema en la mayor parte de los otros encarnados, les hace propios para el desenvolvimiento de estos diversos fenómenos. Por consecuencia con un sujeto de esta naturaleza, y no siendo las demás facultades hostiles a la medianimización, se obtendrán más fácilmente los fenómenos de tangibilidad, los golpes dados en las paredes y en los muebles, los movimientos inteligentes y aun la suspensión en el espacio de la materia inerte más pesada. 'A fortiori' se obtendrán estos resultados, si en lugar de un médium se tienen a la mano muchos que tengan las mismas dotes.
"Pero de la producción de estos fenómenos a la obtención del de los aportes hay mucha distancia; porque en este caso no sólo el trabajo del Espíritu es más complejo, más difícil, sino que también el Espíritu no puede operar sino por medio de un solo aparato medianímico, esto es, que muchos médiums no pueden concurrir simultáneamente a la producción del mismo fenómeno. Acontece, por el contrario, que la presencia de ciertas personas antipáticas al Espíritu que opera estorba radicalmente su operación.
A estos motivos que, como veis, no dejan de tener importancia, añadid que los aportes necesitan siempre concentraciones más grandes y al mismo tiempo mayor difusión de ciertos fluidos, que no pueden obtenerse sino con los médiums mejor dotados, aquellos, en una palabra, cuyo aparato "electromedianímico" es de mejores condiciones.
"En general los hechos de aportes son y permanecerán excesivamente raros. No tengo necesidad de demostraros por qué son y serán menos frecuentes que los otros hechos de tangibilidad; vosotros mismos, deduciréis lo que digo. Por otra parte, estos fenómenos son de tal naturaleza que no sólo todos los médiums no son propicios para ellos, sino que todos los Espíritus no pueden producirlos. En efecto, es preciso que entre el Espíritu y el médium exista cierta afinidad, cierta analogía, cierta semejanza que permita a la parte expansible del fluido "periespíritico" (*) del encarnado mezclarse, unirse y combinarse con el del Espíritu que quiere hacer un aporte. Esta fusión debe ser tal que la fuerza resultante venga a ser, por decirlo así, "una"; de la misma manera que una corriente eléctrica, obrando sobre el carbón, produce una hoguera, una claridad única. ¿Por qué esta unión, por qué esta fusión? diréis vosotros. Es que para la producción de estos fenómenos se hace preciso que las propiedades esenciales del Espíritu motor se aumenten con algunas del medianimizado; es que el "fluido vital" indispensable para la producción de todos los fenómenos medianímicos es el dote "exclusivo" del encarnado, y que por consecuencia el Espíritu operador está obligado a impregnarse del mismo. Entonces es cuando puede, por medio de ciertas propiedades de vuestro centro ambiente, desconocidas para vosotros, aislar, hacer invisibles, y mover ciertos objetos materiales y a los mismos encarnados.
"No me es permitido, por el momento, descorreros el velo de estas leyes particulares que rigen los gases y los fluidos que os cercan; pero antes que pasen muchos años, antes que se cumpla una existencia de hombre, la explicación de estas leyes y de estos fenómenos se os revelará, y veréis surgir y producirse una nueva variedad de médiums que caerán en un estado cataléptico particular desde que sean medianimizados.
"Vosotros veis de cuántas dificultades la producción de los aportes se encuentra rodeada; podéis deducir de esto muy lógicamente que los fenómenos de esta naturaleza son excesivamente raros, como ya lo he dicho, y con tanta más razón por cuanto los Espíritus se prestan a ello muy poco, porque esto motiva de su parte un trabajo casi material, lo que es un fastidio y una fatiga para ellos. Por otra parte acontece, además, que muchas veces a pesar de su energía y su voluntad, el estado del mismo médium les opone una barrera insuperable.
"Es, pues, evidente, y vuestro raciocinio lo sanciona, no dudo de ello, que los hechos tangibles de golpes, de movimiento y de suspensión, son fenómenos sencillos que se operan por la concentración y la dilatación de ciertos fluidos, y que pueden ser provocados y obtenidos por la volunta y el trabajo de los médiums que son aptos para eso, cuando éstos son secundados por Espíritus amigos y benévolos; mientras que los hechos de los aportes son múltiples, complejos, exigen un concurso de circunstancias especiales, no pueden operarse sino por un solo Espíritu y un solo médium, y tienen precisión, fuera de la necesidad de la tangibilidad, de una combinación del todo particular, para aislar y hacer invisibles el objeto o los objetos que forman el motivo del aporte.
"Todos vosotros, espiritistas, comprendéis mis explicaciones y os dais perfecta cuenta de esta concentración de fluidos especiales, para la locomoción y la tangibilidad de la materia inerte; creéis en ellos como creéis en los fenómenos de la electricidad y del magnetismo, con los cuales los hechos medianímicos están llenos de analogía, y son, por decirlo así, la consagración y el desenvolvimiento. En cuanto a los incrédulos, y a los sabios, peores que los incrédulos, no pienso en convencerlos, pues no me ocupo de ellos lo serán un día por la fuerza de la evidencia, porque será preciso que se inclinen ante el testimonio unánime de los hechos espiritistas, como se han visto forzados a hacerlo ante tantos otros hechos que habían rechazado en un principio.
"Para resumir: si los hechos de tangibilidad son frecuentes, los hechos de aportes son muy raros, porque las condiciones para éstos son muy difíciles; por consecuencia, ningún médium puede decir: A tal hora, a tal momento, obtendré un aporte; porque muchas veces el mismo Espíritu se encuentra impedido en su obra. Debo añadir que estos fenómenos son doblemente difíciles en público, porque en éste se encuentran casi siempre elementos enérgicamente refractarios que paralizan los esfuerzos del Espíritu y con mayor razón la acción del médium. Tened, al contrario, por cierto, que estos fenómenos se producen casi siempre en particular, espontáneamente, lo más a menudo sin saberlo los médiums y sin premeditación y, en fin, muy raramente cuando éstos están prevenidos; de donde debéis deducir que hay un motivo legítimo de sospecha todas las veces que un médium se alaba de obtenerlos a su voluntad o, de otro modo, de mandar a los Espíritus como a domésticos, los que es sencillamente un absurdo. Tened, además, por regla general, que los fenómenos espiritistas no se han hecho para presentarse en espectáculo y para divertir a los curiosos. Si algunos Espíritus se prestan a esta especie de cosas, sólo puede ser para fenómenos simples, y no para aquellos que, tales como los aportes y otros semejantes, exigen condiciones excepcionales.
"Recordad, espiritistas, que si es absurdo rechazar sistemáticamente todos los fenómenos de ultratumba, no es prudente tampoco aceptarlos todos ciegamente. Cuando un fenómeno de tangibilidad, de aparición, de visibilidad o de aporte se manifiesta espontáneamente y de una manera instantánea, aceptadle; pero, no me cansaré de repetíroslo, no aceptéis nada ciegamente; que cada hecho sufra un examen minucioso, profundo y severo; porque, creedlo, el Espiritismo, tan rico en fenómenos sublimes y grandiosos, no tiene nada que ganar en estas pequeñas manifestaciones que hábiles prestidigitadores pueden imitar.
"Sé muy bien lo que me vais a decir: que estos fenómenos son útiles para convencer a los incrédulos; pero sabed que si no hubierais tenido otros medios de convicción, no tendríais hoy día la centésima parte de espiritistas que tenéis. Hablad al corazón, éste es el modo de hacer más conversiones formales. Si creéis útil para ciertas personas obrar por los hechos materiales, presentadlos al menos en tales circunstancias que no puedan dar lugar a ninguna falsa interpretación, y sobre todo no salgáis de las condiciones normales de estos hechos porque los hechos, presentados en malas condiciones, suministran argumentos a los incrédulos en lugar de convencerlos. -ERASTO."

99. Este fenómeno ofrece una particularidad bastante singular, y es que ciertos médiums tan sólo lo obtienen en el estado de sonambulismo; y esto se explica fácilmente.
Hay en el sonámbulo un desprendimiento natural, una especie de aislamiento del Espíritu y del periespíntu que debe facilitar la combinación de los fluidos necesarios. Tal es el caso de los aportes de que hemos sido testigos. Las preguntas siguientes se dirigieron al Espíritu que los produjo, pero sus respuestas se resienten alguna vez de su insuficiencia; las hemos sometido al Espíritu Erasto, mucho más ilustrado desde el punto de vista teórico, y quien las ha completado con observaciones muy juiciosas. El uno es el artesano, el otro el sabio, y la misma comparación de estas dos inteligencias es un estudio instructivo, porque prueba que no basta ser Espíritu para comprenderlo todo.
1. Os ruego nos digáis ¿por qué los aportes que hacéis no se producen sino en el sueño magnético del médium?
"Esto proviene de la naturaleza del médium; los hechos que yo produzco cuando el mío está dormido, podría igualmente producirlos en el estado de vigilia con otro médium."
2. ¿Por qué hacéis esperar tan largo tiempo el aporte de los objetos y por qué excitáis la codicia del médium, irritando su deseo de obtener el objeto prometido?
"Este tiempo me es necesario a fin de preparar los fluidos que sirven para el aporte, en cuanto a la excitación, esto no es muchas veces sino para divertir a las personas presentes y a la sonámbula."
Observación de Erasto. - El Espíritu que ha contestado no sabía más; no se da cuenta del motivo de esta ansiedad que le aguijonea instintivamente sin comprender el efecto; cree divertir, mientras que en realidad provoca sin pensarlo mayor emisión de fluido; ésta es la consecuencia de la dificultad que presenta el fenómeno, dificultad siempre más grande, cuando no es espontánea, sobre todo con ciertos médiums.
3. ¿La producción del fenómeno tiende a la naturaleza especial del médium y podría producirse por otros médiums con más facilidad y prontitud?
"La producción tiende a la naturaleza especial del médium y no puede producirse sino con naturalezas correspondientes; pera la prontitud, la costumbre que adquirimos, correspondiendo a menudo con el mismo médium nos es de gran utilidad."
4. La influencia de las personas presentes ¿contribuye en algo?
"Cuando hay incredulidad y oposición se nos puede molestar mucho; mejor queremos hacer nuestras pruebas con creyentes y personas versadas en el Espiritismo; pero no quiero decir por eso que la mala voluntad pueda paralizarnos completamente."
5. ¿Dónde habéis ido a tomar las flores y los confites que habéis traído?
"En los jardines tomo las flores que me gustan."
6. ¿Y los confites? ¿El confitero se habrá apercibido de que les faltaban?
"Yo los tomo donde quiero; el confitero no lo ha notado porque he puesto otros en su lugar."
7. Pero los anillos tienen un valor; ¿en dónde los habéis cogido? ¿Acaso habéis causado algún daño al que se los habéis tomado?
"Las he tomado en parajes desconocidos para todos y de manera que nadie pueda experimentar ningún perjuicio."
Observación de Erasto. - Creo que el hecho está explicado de una manera insuficiente en razón de la capacidad del Espíritu que ha respondido. Sí; puede haber en eso un mal real de causa, pero el Espíritu no ha querido pasar por haber tomado alguna cosa. Un objeto no puede ser reemplazado sino por un objeto idéntico, de la misma forma, del mismo valor; por consecuencia; si un Espíritu tenía la facultad de sustituir un objeto semejante a aquel que toma, no tendría razón para tomarlo, y debería dar aquel que sirve para substituirlo.
8. ¿Es posible el traer flores de otro planeta?
"No, esto no me es posible."
(A. Erasto). ¿Otros Espíritus tendrían este poder?
"No, esto no es posible, en razón de la diferencia de los centros ambientes."
9. ¿Podríais traer flores de otro hemisferio, de los trópicos, por ejemplo?
"Desde el momento que esto esté sobre la Tierra, lo puedo.
10. Los objetos que habéis traído ¿podríais hacerlos desaparecer y llevároslos?
"Del mismo modo que los he hecho venir puedo llevarlos por mi voluntad."
11. ¿La producción del fenómeno de los aportes os causa alguna dificultad, algún embarazo?
"No nos causa ninguna dificultad, cuando tenemos el permiso; podría causárnoslos muy grandes si quisiéramos producir estos efectos sin estar autorizados para eso."
Observación de Erasto. - No quiere confesar su dificultad aunque sea real, puesto que está forzado a hacer una operación, por decirlo así, material.
12. ¿Cuales son las dificultades que encontráis?
"Ninguna otra sino malas disposiciones fluídicas que pueden sernos contrarias."
13. ¿Cómo traéis el objeto? ¿lo cogéis con las manos?
"No; lo envolvemos en nosotros mismos."
Observación de Erasto. - No explica claramente su operación, porque no envuelve el objeto con su propia personalidad; pero como su fluido personal es dilatable, penetrable y expansible, combina una parte de este fluido con una parte del fluido animalizado del médium, y en esta combinación oculta y transporta el objeto causa del aporte. No está, pues, en lo justo al decir que lo envuelve en si mismo.
14. ¿Aportaríais con la misma facilidad un objeto de un peso considerable, de 50 kilogramos, por ejemplo?
"El peso nada tiene que ver para nosotros; aportamos flores porque pueden ser más agradables que un peso voluminoso."
Observación de Erasto. - Justamente: puede aportar 100 ó 200 kilogramos en objetos, porque el peso que existe para vosotros es nulo para él, pero tampoco en esto se sabe dar cuenta de lo que pasa. La masa de los fluidos combinados es proporcionada a la masa de los objetos; en una palabra, la fuerza debe estar en razón de la resistencia; de donde se sigue que si el Espíritu sólo aporta una flor o un objeto ligero es porque muchas veces no encuentra en el médium o en sí mismo los elementos necesarios para un esfuerzo más considerable.
15. ¿Hay algunas veces desapariciones de objetos cuya causa se ignora, y que serían obra de los Espíritus?
"Esto acontece muy a menudo, más a menudo de lo que pensáis, y podría remediarse rogando al Espíritu que vuelva a traer el objeto desaparecido."
Observación de Erasto. - Esto es verdad; pero algunas veces lo que ha sido quitado es bien quitado; porque hay objetos que no vuelven a encontrarse en casa, que frecuentemente se llevan muy lejos. Sin embargo, como el sacar los objetos exige casi las mismas condiciones fluídicas que los aportes no puede tener lugar sino con ayuda de médiums dotados de facultades especiales; así es que cuando alguna cosa desaparece, hay más probabilidad de que sea la consecuencia de vuestro aturdimiento que obra de los Espíritus.
16. ¿Hay efectos que se miran como fenómenos naturales, y que se deben a la acción de ciertos Espíritus?
"Vuestros días están llenos de estos hechos que no comprendéis, porque no os habéis ocupado de ellos, pero con un poco de reflexión lo veríais claramente."
Observación de Erasto. - No atribuyáis a los Espíritus lo que es la obra de la Humanidad; pero creed en su influencia oculta constante, que hace nacer alrededor de vosotros mil circunstancias, mil incidentes necesarios para el cumplimiento de vuestros actos, de vuestra existencia.
17. Entre los objetos aportados ¿los hay que pueden ser fabricados por los Espíritus, esto es, producidos espontáneamente por las modificaciones que los Espíritus pueden hacer sufrir al fluido o al elemento universal?
"Para mí no, porque no tengo el permiso; sólo lo puede un Espíritu elevado."
18. ¿Cómo habéis introducido el otro día estos objetos, puesto que la habitación estaba cerrada?
"Los he hecho entrar conmigo envueltos, por decirlo así, en mí sustancia; para vosotros esto no tiene más explicación."
19. ¿Cómo habéis hecho volver visibles estos objetos que eran invisibles un instante antes?
"He quitado la materia que los envolvía."
Observación de Erasto. No es la materia propiamente dicha la que los envuelve, sino un fluido tomado la mitad del periespíritu del médium, la otra mitad del de el Espíritu que opera.
20. (A Erasto). ¿Un objeto puede ser aportado a un paraje perfectamente cerrado, en una palabra, el Espíritu puede espiritualizar un objeto material, de manera que pueda penetrar la materia?
"Esta cuestión es compleja. Para los objetos aportados, el Espíritu puede hacerlos invisibles pero no penetrables; él no puede romper la agregación de la materia, lo que sería la destrucción del objeto. Este objeto hecho invisible puede traerlo cuando quiere y no desprenderse de él sino en el momento conveniente para hacerle aparecer.
En cuanto a los objetos que nosotros componemos, es otra cosa; como no introducimos sino los elementos de la materia, y que estos elementos son esencialmente penetrables, que nosotros mismos penetramos y atravesamos los cuerpos más condensados, con tanta facilidad como los rayos solares atraviesan las vidrieras, podemos perfectamente decir que hemos introducido el objeto en un paraje por cerrado que sea; pero es solamente en este caso."
Nota. - Véase más adelante la teoría de la formación espontánea de los objetos, el cap. titulado "Laboratorio del mundo invisible".

CAPÍTULO VI
MANIFESTACIONES VISUALES
Preguntas sobre las apariciones. - Ensayo teórico sobre las apariciones. - Espíritus glóbulos. - Teoría de la alucinación.

100. De todas las manifestaciones espiritistas, las más interesantes son, sin contradicción, aquellas por las cuales los Espíritus pueden hacerse visibles. Se verá por la explicación de este fenómeno que, como los otros, nada tiene de sobrenatural. A continuación ponemos las respuestas que con este objeto han dado los Espíritus.
1. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles?
"Sí, sobre todo durante el sueño; sin embargo, ciertas personas los ven también durante la vigilia, pero es más raro."
Observación. - Mientras que el cuerpo descansa, el Espíritu se desprende de los lazos materiales; es más libre y puede más fácilmente ver a los otros Espíritus con los cuales entra en comunicación. El sueño no es más que el recuerdo de este estado; cuando uno no se acuerda de nada, se dice que no ha soñado, pero el alma no ha dejado de ver y gozar de su libertad. Nosotros nos ocupamos más especialmente aquí de las apariciones en estado de vigilia. (*)
2. Los Espíritus que se manifiestan a la vista, ¿pertenecen más bien a una clase que a otra?
"No, pueden pertenecer a todas las clases, a las más elevadas como a las más inferiores."
3. ¿Es dado a todos los Espíritus el manifestarse visiblemente?
"Todos lo pueden; pero para esto no tienen siempre el permiso ni la voluntad."
4. ¿Cuál es el fin de los Espíritus que se manifiestan visiblemente?
"Esto depende de su naturaleza; el fin puede ser bueno o malo."
5. ¿Cómo puede darse este permiso cuando el fin es malo?
"Entonces es para probar a aquellos a quienes se aparecen. La intención del Espíritu puede ser mala, pero el resultado puede ser bueno."
6. ¿Cuál puede ser el fin de los Espíritus que tienen mala intención haciéndose ver?
"Asustar y muchas veces vengarse."
- ¿Cuál es el de los Espíritus que vienen con buena intención?
"Consolar a las personas que los lastiman, probar que existen y estar cerca de vosotros, dar consejos y algunas veces reclamar asistencia para ellos mismos."
7. ¿Qué inconveniente habría en que la posibilidad de ver los Espíritus fuese permanente y general? ¿No sería esto un medio de quitar las dudas de los más incrédulos?
"Estando el hombre constantemente rodeado de Espíritus, su visión incesante le alteraría, le mortificaría en sus acciones y le quitaría su iniciativa en la mayor parte de los casos, mientras que creyéndose solo obra más libremente. En cuanto a los incrédulos, bastantes medios tienen de convencerse sI quieren aprovecharse y si no les ciega el orgullo.
Sabéis muy bien que hay personas que han visto y que por esto no creen más, puesto que dicen que son ilusiones. No os inquietéis por estas gentes; Dios se encarga de ellas."
Observación. - Habría tanto inconveniente en verse constantemente en presencia de los Espíritus, como en ver el aire que nos rodea, o los millares de animales microscópicos que pululan alrededor de nosotros y sobre nosotros. De donde debemos deducir que lo que Dios hace está bien hecho, y que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.
8. Si la visión de los Espíritus tiene inconvenientes, ¿por qué se permite en ciertos casos?
"Con el fin de dar una prueba de que todo no muere con el cuerpo, y que el alma conserva su individualidad después de la muerte. Esta visión pasajera basta para dar esta prueba y atestiguar la presencia de vuestros amigos a vuestro lado; pero no tiene los inconvenientes de la permanencia."
9. ¿En los mundos más avanzados que el nuestro la visión de los Espíritus es más frecuente?
"Cuanto más el hombre se acerca a la naturaleza espiritual, más fácilmente entra en relación con los Espíritus; lo grosero de vuestra envoltura es lo que hace más difícil y rara la percepción de los seres etéreos."
10. ¿Es racional asustarse por la aparición de un Espíritu?
"El que reflexiona debe comprender que un Espíritu, cualquiera que sea, es menos peligroso que un viviente. Por los demás, los Espíritus van por todas partes y no hay necesidad de verlos para saber que podéis tenerlos a vuestro lado. El Espíritu que quisiera dañar puede hacerlo sin dejarse ver y quizás más aún; no es peligroso porque sea Espíritu, sino más bien por la influencia que puede ejercer sobre el pensamiento desviando del bien e induciendo al mal."
Observación. - Las personas que tienen miedo en la soledad o en la oscuridad, raras veces se dan cuenta de la causa de su espanto; no podrían decir de qué tienen miedo, pero seguramente deberían temer más el encuentro de los hombres que el de los Espíritus, porque un malhechor es más peligroso vivo que después de su muerte. Una señora conocida nuestra tuvo una noche en su cuarto una aparición tan bien caracterizada, que creyó en la presencia de alguien, y su primer movimiento fue espanto. Habiéndose asegurado que no había nadie, dijo para sÍ:
"Parece que esto no es más que un Espíritu; puedo, pues, dormir tranquila."
11. Aquel a quien aparece un Espíritu, ¿podría tener una conversación con él?
"Perfectamente, y es lo que debe hacerse siempre en semejante caso preguntando al Espíritu quién es, lo que desea y lo que puede hacerse por él y serle útil.
Si el Espíritu es desgraciado y padece, la conmiseración que se le demuestra le alivia; si es un Espíritu benévolo puede venir con la intención de dar buenos consejos."
- ¿En este caso el Espíritu cómo puede responder?
"Lo hace algunas veces por sonidos articulados, como lo haría una persona viva; lo más a menudo hay transmisión de pensamientos."
12. ¿Los Espíritus que aparecen con alas, las tienen realmente o bien no son sino una apariencia simbólica?
"Los Espíritus no tienen alas, no tienen necesidad de ellas, pues que pueden transportarse por todas partes como Espíritus. Aparecen según el modo con el que quieren afectar a la persona a la cual se muestran: los unos aparecerán con el traje vulgar, otros envueltos en ropajes, algunos con alas, como atributo de la categoría de los Espíritus que representan."
13. Las personas que se ven en sueños, ¿son siempre aquellas cuyo aspecto tienen?
"Casi siempre son aquellas personas que vuestro Espíritu va a encontrar, o que viene a encontraros."
14. Los Espíritus burlones ¿no podrían tomar la apariencia de las personas que nos son queridas para inducirnos al error?
"No toman apariencias fantásticas sino para divertirse a vuestra costa; pero hay cosas con las que no les es permitido divertirse."
15. Siendo el pensamiento una especie de evocación se comprende que provoque la presencia del Espíritu; pero, ¿cómo es que muchas veces las personas en las cuales se piensa más, que se desea ardientemente volver a ver, nunca se presentan en sueño, mientras que se ven gentes indiferentes y en las cuales no se piensa de ningún modo?
"Los Espíritus no tienen siempre la posibilidad de manifestarse a la vista, aun en sueño, y a pesar del deseo que se tiene de verles; causas independientes de su voluntad pueden impedirlo. Muchas veces esto es también una prueba, de la que el deseo más ardiente no puede librar. En cuanto a las personas indiferentes, si vosotros no pensáis en ellas, es posible que ellas piensen en vosotros. Por lo demás vosotros no podéis formaros una idea de las relaciones del mundo de los Espíritus; encontraréis allí una porción de conocimientos íntimos, antiguos o nuevos, de los cuales no tenéis ninguna idea en el estado de vigilia."
Observación. - Cuando no hay ningún medio de comprobar las visiones o apariciones, se puede, sin duda, ponerlas en la cuenta de las alucinaciones; pero cuando son confirmadas por los acontecimientos, no podrán atribuirse a la imaginación; tales son, por ejemplo, las apariciones en el momento de su muerte, en sueño o en el estado de vigilia, de personas con las cuales no se piense de ningún modo, y que por diversas señales vienen a revelar las circunstancias del todo inesperadas de su objeto. Se ha visto muchas veces a los caballos encabritarse y rehusar el avanzar ante apariciones que espantaban a aquellos que los conducían. Si la imaginación produce algún efecto en los hombres, seguramente no existe entre los animales. Por otra parte, si las imágenes que se ven en sueños eran siempre un efecto de las preocupaciones de la vigilia, nada explicaría por qué acontece a menudo que no se sueña jamás en las cosas que más se piensa.
16. ¿Por qué ciertas visiones son más frecuentes en el estado de enfermedad?
"También tienen lugar en el estado de perfecta salud; pero en la enfermedad los lazos materiales están relajados; la debilidad del cuerpo de la más libertad al Espíritu, quien entra con más facilidad en comunicación con los otros Espíritus."
17. Las apariciones espontáneas parecen ser más frecuentes en ciertos lugares.
¿Será que algunos pueblos están mejor dotados que otros para tener esta clase de manifestaciones?
¿"Es que hacéis un proceso verbal por cada aparición? Las apariciones, los ruidos, todas las manifestaciones, en fin, están igualmente extendidas por toda la Tierra, caracteres
distintos según los pueblos en los cuales tienen lugar. Por ejemplo, en aquellos donde la escritura está poco extendida, no hay médiums escribientes; en los otros abundan. En otra parte hay ruidos más a menudo y movimientos que comunicaciones inteligentes, porque éstas son menos estimadas y buscadas."
18. ¿Por qué las apariciones tienen más bien lugar por la noche? ¿No sería esto un efecto del silencio y de la oscuridad sobre la imaginación?
"Por la misma razón que la oscuridad os hace ver durante la noche las estrellas que no veis en pleno día. La gran claridad puede borrar una aparición ligera; pero es un error creer que la noche sirva en cuanto a eso para alguna cosa. Preguntad a todos aquellos que las han tenido y veréis que la mayor parte las han visto de día."
Observación. - Los hechos de apariciones son mucho más frecuentes y generales de lo que se cree; pero muchas personas no los confiesan por temor al ridículo, otros los atribuyen a la ilusión. Si parecen más multiplicados en ciertos pueblos, esto proviene de que se conservan en ellos más cuidadosamente las tradiciones verdaderas o falsas, casi siempre abultadas por el atractivo de lo maravilloso, a que se presta más o menos el aspecto de las localidades; la credulidad hace entonces ver efectos sobrenaturales en los fenómenos más vulgares; el silencio de la soledad, la escabrosidad de los torrentes, el mugido del bosque, las ráfagas de la tempestad, el eco de las montañas, la forma fantástica de las nubes, las sombras, las ilusiones ópticas, todo, en fin, se presta para ilusionar a imaginaciones sencillas y cándidas, que cuentan de buena fe lo que han visto, o lo que han creído ver. Pero al lado de la ficción hay la realidad; el estudio formal del Espiritismo conduce a separar de la realidad todos los accesorios ridículos de la superstición.
19. ¿La visión de los Espíritus se produce en el estado normal o solamente en un estado extático?
"Puede tener lugar en las condiciones perfectamente normales; sin embargo, las personas que los ven están muchas veces en un estado particular muy cerca del éxtasis que les da una especie de doble vista" (Libro de los Espíritus, núm. 447).
20. Aquellos que ven a los Espíritus ¿los ven por los ojos?
"Ellos lo creen; pero en realidad el alma es la que ve, y lo que lo prueba es que pueden verse con los ojos cerrados."
21. ¿Cómo puede el Espíritu hacerse visible?
"El principio es el mismo que el de todas las manifestaciones, tiende a las propiedades del periespíritu, que puede sufrir diversas modificaciones a gusto del Espíritu."
22. El Espíritu propiamente dicho ¿puede hacerse visible o bien no lo puede sino con la ayuda del periespíritu?
"En vuestro estado material, los Espíritus no pueden manifestarse sino con la ayuda de su envoltura semimaterial; es el intermediario por el cual obran sobre vuestros sentidos. Bajo esta envoltura aparecen algunas veces con una forma humana o cualquier otra, ya sea en los sueños, ya sea en el estado de vigilia, lo mismo a la luz que en la oscuridad."
23. ¿Se podría decir que es por la condensación del fluido del periespíritu que el Espíritu se hace visible?
"Condensación no es la palabra; más bien es una comparación que puede ayudar a haceros comprender el fenómeno, porque realmente no hay condensación. Por la combinación de los fluidos, se produce en el periespíritu una disposición particular que no tiene analogía para vosotros y que lo hace perceptible."
24. Los Espíritus que aparecen ¿no pueden tocarse nunca y son siempre inaccesibles al tacto?
"En su estado normal son impalpables, como cuando se sueña. Sin embargo pueden hacer impresión en el tacto y dejar trazas de su presencia, y aun en ciertos casos venir a ser momentáneamente tangibles, lo que prueba que entre ellos y vosotros hay una materia."
25. ¿Todos son aptos para ver los Espíritus?
"En el sueño, sí pero no en estado de vigilia. En el sueño el alma ve sin intermediario; en la vigilia está siempre más o menos sujeta a la influencia de los órganos; por esto las condiciones no son siempre las mismas."
26. ¿De qué proviene la facultad de ver los Espíritus durante la vigilia?
"Esta facultad depende del organismo; proviene de la facilitad más o menos grande que tiene el fluido del vidente para combinarse con el del Espíritu. Así no basta al Espíritu querer mostrarse; es preciso, además, que encuentre en la persona a la cual quiere hacerse ver, la aptitud necesaria."
- ¿Esta facultad puede desenvolverse con el ejercicio?
"Lo puede como todas las otras facultades; pero es una de aquellas de las cuales vale más esperar el desenvolvimiento natural que provocarle, por el temor de sobre excitar la imaginación. La visión general y permanente de los Espíritus es excepcional, y no está en las condiciones normales del hombre."
27. ¿Se puede provocar la aparición de los Espíritus?
"Se puede algunas veces, pero muy raramente; es casi siempre espontánea. Para esto es menester estar dotado de una facultad especial.".
28. ¿Los Espíritus pueden hacerse visibles bajo otra apariencia que la forma humana?
"La forma humana es la forma normal, el Espíritu puede variar su apariencia, pero siempre es el tipo humano."
- ¿No pueden manifestarse bajo la forma de una luz?
"Pueden producir llamas, luces, como cualesquiera otros efectos, para atestiguar su presencia; pero estas cosas no son los mismos Espíritus. La llama muchas veces sólo es una ilusión óptica o una emanación del periespíritu; en todos los casos no es más que una parte de éste; el periespíritu no aparece entero sino en las visiones."
29. ¿Qué pensaremos de la creencia que atribuye los fuegos fatuos a la presencia de almas o Espíritus?
"Superstición producida por la ignorancia. La causa física de los fuegos fatuos es bien conocida."
- La llama azul que apareció, según se dice, sobre la cabeza del niño Servius Tullius, ¿es una fábula o una realidad?
"Era real, fue producida por el Espíritu familiar que quería advertir a la madre.
Esta madre, médium vidente, había apercibido un rayo del Espíritu protector de su hijo.
Todos los médiums videntes no ven al mismo grado, así como vuestros médiums escribientes no escriben todos la misma cosa. Mientras que esta madre sólo veía una llama, otro médium hubiese podido ver el mismo cuerpo del Espíritu."
30. ¿Los Espíritus podrían presentarse bajo la forma de animales?
"Puede suceder; pero los que tomen estas apariencias son siempre Espíritus muy inferiores. En todos los casos esto sólo sería una apariencia momentánea; porque sería absurdo el creer que un animal cualquiera pudiese ser la encarnación real de un Espíritu. Los animales son siempre animales y no otra cosa."
Observación. - Sólo la superstición puede hacer creer que ciertos animales están animados por Espíritus; es preciso una imaginación muy complaciente, o bien afectada, para ver alguna cosa sobrenatural en circunstancias un tanto extravagantes, con las cuales se presentan algunas veces; pero el miedo hace ver con frecuencia lo que no existe. El miedo no siempre es el origen de esta idea; hemos conocido una señora muy inteligente por cierto, que se aficionó más de lo regular a un gatazo negro, porque le creía de una naturaleza "sobreanimal"; pero no había oído jamás hablar del Espiritismo; si lo hubiera conocido, le habría hecho comprender lo ridículo de la causa de su predilección, probándole la imposibilidad de semejante metamorfosis.
Ensayo teórico sobre las apariciones

101. Las manifestaciones aparentes más ordinarias tienen lugar cuando se duerme, por los sueños; estas son las visiones. No puede entrar en nuestro cuadro el examen de todas las particularidades que pueden presentar los sueños; nosotros resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o ausentes; una visión retrospectiva del pasado, y en algunos casos excepcionales un presentimiento del porvenir. Muchas veces son también cuadros alegóricos que los Espíritus hacen pasar por nuestra vista para darnos advertencias útiles y consejos saludables, si son buenos Espíritus; o para inducirnos en error y lisonjear nuestras pasiones si son Espíritus imperfectos. La siguiente teoría se aplica a los sueños, como a los otros casos de apariciones. (Véase El Libro de los Espíritus , núms. 400 y siguientes).
Creeríamos hacer injuria al buen sentido de nuestros lectores procurando refutar lo que hay de absurdo y ridículo en lo que vulgarmente se llama la interpretación de los sueños.

102. Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en el estado de vigilia, y cuando uno goza de la plenitud y entera libertad de sus facultades. Generalmente se presentan bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga e indecisa; a menudo es en el primer momento una luz blanquecina cuyos contornos se dibujan poco a poco. Otras veces las formas son acentuadas con claridad y se distinguen las menores trazos del rostro, al punto de poder hacer de ellas una descripción muy precisa. Los ademanes y el aspecto son parecidos a los del Espíritu cuando vivía. Pudiendo tomar todas las apariencias, el Espíritu se presenta bajo aquella que mejor puede hacerle conocer si tal es su deseo. De este modo, aun cuando el Espíritu no tenga ningún defecto corporal, se manifestará estropeado, cojo, jorobado, herido, con cicatrices, si esto es necesario para justificar su identidad. Esopo, por ejemplo, como Espíritu no es deforme; pero si se le evoca, aunque Esopo hubiera tenido después muchas existencias aparecerá feo y jorobado, con el traje tradicional. Una cosa notable es que a menos de circunstancias particulares, las partes menos dibujadas son los miembros inferiores; mientras que la cabeza, el tronco, los brazos y las manos, se presentan siempre claramente. Tampoco casi nunca se les ve andar, sino deslizarse como sombras. En cuanto al traje, ordinariamente se compone de un ropaje terminando en largos pliegues flotantes; la apariencia de los Espíritus que no han conservado nada de las cosas terrestres, es al menos con una cabellera ondulante y graciosa; pero los Espíritus vulgares, aquellos que se han conocido, tienen generalmente el traje que tenían en el último periodo de su existencia. Muchas veces tienen atributos característicos de su elevación, como una aureola o alas para aquellos que puedan considerarse como ángeles mientras que otros llevan los que recuerdan sus ocupaciones terrestres; de este modo un guerrero podrá aparecerse con su armadura, un sabio con sus libros, un asesino con un puñal, etc. Los Espíritus superiores tienen una figura bella, noble y serena; los más inferiores tienen algo de feroz y bestial, y algunas veces llevan aún las señales de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han sufrido. La cuestión del traje y de todos estos objetos accesorios puede que sea la que más admira; volveremos a ella en un capítulo especial, porque tiene relación con otros hechos más importantes.

103. Hemos dicho que la aparición tiene algo de vaporoso; en ciertos casos se podría compararla a la imagen reflejada en un espejo sin alinde, y que a pesar de su limpieza no impide ver al través los objetos que están por detrás. Así, es generalmente, como los distinguen los médiums videntes; los ven ir y venir, entrar y salir de una habitación, circular entre los grupos de los vivos, teniendo el aire, al menos por lo que respecta a los Espíritus vulgares, de tomar una parte activa en todo lo que se hace alrededor de ellos, de interesarse y escuchar lo que se dice. Frecuentemente se les ve acercarse a una persona, sugerirle ideas, influiría, consolarla si son buenos, ridiculizaría si son malignos, mostrarse tristes o contentos de los resultados que obtienen; sucede, en una palabra, lo mismo que en el mundo corporal. Tal es el mundo oculto que nos rodea, en medio del cual vivimos sin que lo apercibamos, así como vivimos sin tampoco apercibirlo en medio de las miríadas del mundo microscópico. El microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño que no sospechábamos; el Espiritismo, ayudado de los médiums, nos ha revelado el mundo de los Espíritus, que es también una de las fuerzas activas de la naturaleza. Con ayuda de los médiums videntes hemos podido estudiar el mundo invisible, iniciarnos en sus costumbres, como un pueblo de ciegos podría estudiar el mundo visible, ayudado de algunos hombres que gozasen de la vista. (Véase el capitulo de los médiums, el artículo concerniente a los médiums videntes).
104. El Espíritu que quiere o puede aparecer, reviste algunas veces una forma más clara todavía, teniendo todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y hacer creer que se tiene delante de si un ser corporal. En algunos casos, en fin, y bajo el imperio de ciertas circunstancias, la tangibilidad puede venir a ser real, esto es, que se puede tocar, palpar, sentir la misma resistencia, el mismo calor que de parte de un cuerpo vivo, lo que no impide el desvanecerse con la rapidez del rayo. Entonces ya no es por los ojos como se hace constar la presencia, sino por el tacto. Si se podía atribuir a la ilusión o a una especie de fascinación la aparición simplemente visual, la duda no puede tener lugar cuando se puede cogerla, palparla, y más aún cuando ella misma os coge y os estrecha. Los hechos de apariciones tangibles son los más raros; pero los que se han verificado en estos últimos tiempos por la influencia de médiums poderosos (*) y que tienen toda la autenticidad de testigos irrecusables,
ero presentan prueban y explican los que la historia refiere referentes a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de la realidad. Por lo demás, como lo hemos dicho, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo maravilloso desaparece cuando se conoce la manera como se producen, y se comprende que, lejos de ser una derogación de las leyes de la naturaleza, no son otra cosa que una nueva aplicación de las mismas.

105. Por su naturaleza y en su estado normal el periespíritu es invisible, así como hay una porción de fluidos que sabemos que existen y que, sin embargo, no hemos visto jamás; pero pueden también, lo mismo que ciertos fluidos, sufrir modificaciones que le hagan perceptible a la vista, ya sea por una especie de condensación, ya por un cambio en la disposición molecular; entonces nos aparece bajo una forma vaporosa. La condensación (no es necesario tomar esta palabra a letra; sólo la empleamos a falta de otra y a título de comparación), la condensación, decimos, puede ser tal que el periespíritu adquiere las propiedades de un cuerpo sólido y tangible; pero puede instantáneamente volver a tomar su estado etéreo e invisible. Podemos darnos cuenta de este efecto por el del vapor, que puede pasar de la invisibilidad al estado nebuloso, luego líquido, luego sólido y viceversa. Estos diferentes estados del periespíritu son el resultado de la voluntad del Espíritu y no de una causa física exterior como en nuestros gases. Cuando nos aparece, es porque pone su periespíritu en el estado necesario para hacerle visible; para esto su voluntad no basta, porque la modificación del periespíritu se opera por su combinación con el fluido propio del médium; pero esta combinación no es siempre posible, lo que explica por que la visibilidad de los Espíritus no es general. Así, no basta que el Espíritu quiera mostrarse; no basta tampoco que una persona quiera verle; es preciso que los dos fluidos puedan combinarse, que haya entre ellos una especie de afinidad; puede ser también que la emisión del fluido de la persona sea bastante abundante para operar la transformación del periespíritu y probablemente otras condiciones que nos son desconocidas; por fin es menester que el Espíritu tenga el permiso de hacerse ver a tal persona, lo cual no siempre se le concede o sólo se le permite en ciertas circunstancias, por motivos que no podemos apreciar.

106. Otra propiedad del periespíritu y que tiende a su naturaleza etérea, es la penetrabilidad. Ninguna materia le hace obstáculo; las atraviesa todas, como la luz atraviesa los cuerpos transparentes. Y por esto nada hay, por cerrado que esté, que pueda oponerse a la entrada de los Espíritus; estos van a visitar al prisionero en su calabozo tan fácilmente como al hombre que está en medio de los campos.

107. Las apariciones en estado de vigilia no son ni raras ni nuevas; las ha habido en todos tiempos; la historia refiere gran número de ellas; pero sin ir tan lejos, en nuestros días son muy frecuentes, y muchas personas las han tenido y en un principio las han tomado, por lo que se ha convenido en llamar alucinaciones. Son frecuentes sobre todo en los casos de muerte de personas ausentes, que vienen a visitar a sus parientes o amigos. Muchas veces no tienen objeto bien determinado, pero se puede decir que en general los Espíritus que aparecen de este modo son atraídos por la simpatía.
Detengámonos a interrogar nuestros recuerdos, y veremos que hay pocas personas que no tengan conocimiento de algunos hechos de este género cuya autenticidad no podría ponerse en duda.

108. Añadiremos a las condiciones precedentes el examen de algunos efectos de óptica que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus glóbulos.
El aire no tiene siempre una limpieza absoluta y hay circunstancias en que las corrientes de las moléculas aeriformes y su agitación producida por el calor se hacen perfectamente visibles. Algunas personas han tomado esto por masas de Espíritus agitándose en el espacio; basta indicar esta opinión para refutarla. Pero be aquí otro género de ilusión no menos extravagante contra la cual conviene estar prevenido.
El humor acuoso del ojo ofrece puntos apenas perceptibles que han perdido su transparencia. Estos puntos son como cuerpos opacos suspendidos en el líquido cuyos movimientos siguen. Estos producen en el aire ambiente y a distancia, por efecto del aumento y de la refracción, la apariencia de pequeños discos, variando de uno a diez milímetros de diámetro, y parecen mecerse en la atmósfera. Hemos visto personas que tomaban estos discos por Espíritus que les seguían y les acompañaban por todas partes, y en su entusiasmo tomar por figuras los matices de la irisación, lo que es casi tan racional como ver una figura en la luna. Una simple observación suministrada por estas mismas personas les conducirá sobre el terreno de la realidad.
Estos discos o medallones, dicen ellos, no sólo les acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a derecha e izquierda, suben, bajan o se detienen según el movimiento de cabeza. Esto no debe causar admiración, puesto que si el sitio de la apariencia está en el globo del ojo, debe seguir sus movimientos. Si fueran Espíritus sería preciso convenir que estarían demasiado sujetos a un papel muy mecánico para seres inteligentes y libres, tarea harto fastidiosa, aun para Espíritus inferiores, con más fuerte razón incompatible con la idea que nos formamos de los Espíritus superiores. Es verdad que algunos toman por Espíritus malos puntos negros o moscas amauróticas. Estos discos, lo mismo que las manchas negras, tienen un movimiento ondulatorio que no se aparta jamás de la amplitud de un cierto ángulo, y lo que contribuye a la ilusión es que no siguen bruscamente los movimientos de la línea visual. La razón de esto es muy sencilla. Los puntos opacos del humor acuoso, causa primera del fenómeno, hemos dicho que están como suspendidos y tienen siempre una tendencia a descender; cuando suben están incitados por el movimiento del ojo de abajo arriba; pero llegados a cierta altura, si se fija el ojo, los discos, después de detenerse descienden por sí mismos. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerles cambiar de dirección y hacerles recorrer rápidamente toda la amplitud del arco en el espacio en que se produce la imagen. Hasta tanto que no se pruebe que una imagen posee un movimiento propio, espontáneo e inteligente, no puede considerarse sino como un simple fenómeno óptico o fisiológico.
Lo mismo puede decirse con respecto de las lucecitas que se producen algunas veces en gavillas o manojos más o menos compactos por la contracción de los músculos del ojo y que son probablemente debidas a la electricidad fosforescente del iris, puesto que están generalmente circunscritas a la circunferencia del disco de este órgano.
Semejantes ilusiones no pueden ser otra cosa que el resultado de una observación incompleta. Cualquiera que haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus por todos los medios que da la ciencia práctica, comprenderá todo lo pueril de estas ilusiones. Tanto como combatimos las teorías atrevidas, por las cuales se atacan las manifestaciones, cuando estas teorías están basadas sobre la ignorancia de los hechos, otro tanto debemos procurar destruir las ideas falsas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien entre los incrédulos, ya tan dispuestos a buscar la parte ridícula.

109. Como se ve, el periespíritu es el principio de todas las manifestaciones; su conocimiento ha dado la llave de una porción de fenómenos, ha hecho dar un paso inmenso a la ciencia espiritista, y que ésta entrase en una vía nueva, quitándole todo carácter maravilloso. Por conducto de los mismos Espíritus hemos encontrado la explicación de la acción del Espíritu sobre la materia, del movimiento de los cuerpos inertes, de los ruidos y de las apariciones, pues es preciso tener muy presente que ellos mismos son los que nos han puesto en el camino para todas estas investigaciones. Encontramos en el periespíritu la explicación de muchos otros fenómenos que nos quedan por examinar antes de pasar al estudio de las comunicaciones propiamente dichas. Se les comprenderá mejor cuanto más cuenta nos demos de las causas primeras. Si se comprende bien este principio, lo aplicaremos con facilidad a los diversos hechos que podrán presentarse al observador.

110. Estamos lejos de dar la teoría que presentamos como absoluta y como siendo la última palabra; será, sin duda, completada o rectificada más tarde por nuevos estudios, pero por incompleta o imperfecta que sea aún hoy día puede siempre ayudar a darse cuenta de la posibilidad de los hechos por causas que nada tienen de sobrenatural; si esto es una hipótesis, sin embargo no se le puede negar el mérito de la racionalidad y de la probabilidad, y vale más que todas las explicaciones que dan los que niegan, para probar que todo es ilusión, fantasmagoría y subterfugio en los fenómenos espiritistas.

Teoría de la alucinación

111. Los que no admiten el mundo incorporal e invisible, creen explicarlo todo con la palabra "alucinación." La definición de esta palabra es conocida; esto es: un error, una ilusión de una persona que cree tener percepciones que no tiene realmente (del latín "hallucinari"; errar, formado de "ad lucem"); pero los sabios no han dado todavía la razón fisiológica, que nosotros sepamos.
La óptica y la fisiología parece que no tienen ya secretos para ellos. ¿Cómo es que no han explicado aún la naturaleza y el origen de las imágenes que se presentan al Espíritu en ciertas circunstancias?
Quieren explicarlo todo por las leyes de la materia, conforme; que den, pues, por estas leyes una teoría de la alucinación; buena o mala, siempre sería una explicación.

112. La causa de los sueños no se ha explicado jamás por la ciencia; los atribuye a un efecto de la imaginación, pero no nos dice lo que es la imaginación ni cómo produce estas imágenes tan claras y tan limpias que nos aparecen algunas veces; esto es explicar una cosa que no conoce por otra que tampoco es conocida; la cuestión queda, pues, pendiente. Se dice que es un recuerdo de las preocupaciones de la víspera; pero aun cuando se admita esta solución, que no lo es, quedaría todavía por saber cuál es este espejo mágico que conserva de este modo la impresión de las cosas. ¿Cómo se explican, sobre todo, estas visiones de cosas reales, que no se han visto jamás en el estado de vigilia, y en las que nunca se ha pensado? Sólo el Espiritismo podía darnos la llave de ese raro fenómeno, que pasa desapercibido a causa de su misma vulgaridad, como todas las maravillas de la naturaleza que pisoteamos.
Los sabios han desdeñado ocuparse de la alucinación; que sea real o no, no deja de ser un fenómeno que la tisiología debe poder explicar, bajo pena de confesar su insuficiencia. Si algún día un sabio se empeña en dar, no una definición, entendámonos bien, sino una explicación fisiológica de ella, veremos si su teoría resuelve todos los casos; que no omita sobre todo los hechos tan comunes de apariciones de personas en el momento de su muerte; que diga de dónde viene la coincidencia de la aparición con la muerte de la persona. Si esto fuese un hecho aislado, se podría atribuir a la casualidad; pero como es muy frecuente, la casualidad no tiene estas reincidencias. Además, si aquel que ve la aparición tenía la imaginación afectada por la idea que la persona debía morir, podría pasar; pero la que aparece es lo más a menudo aquello en que menos se piensa: luego la imaginación no toma parte en esto para nada. Por la imaginación pueden explicarse menos aún las circunstancias de la muerte de la cual no se tiene ninguna idea.
Los alucinacionistas dirán, acaso, que el alma (si es que la admiten), tiene momentos de sobreexcitación en que sus facultades están exaltadas. Estamos acordes; pero cuando lo que ve es real, no es una ilusión. Si en su exaltación el alma ve una cosa que no está presente, es, pues, que se transporta; pero si nuestra alma puede transportarse hacia una persona ausente ¿por qué el alma de esa persona no puede transportarse hacia nosotros? Que en su teoría de la alucinación tomen en cuenta estos hechos y no olviden que una teoría a la cual se pueden oponer hechos contrarios, es necesariamente falsa e incompleta.
Esperando su explicación, vamos a ensayar emitir algunas ideas con este objeto.

113. Los hechos prueban que hay verdaderas apariciones de las cuales la teoría espiritista da buena cuenta, y que sólo pueden negar los que no admiten nada fuera del organismo; ¿pero al lado de las visiones reales hay alucinaciones en el sentido aplicado a esta palabra? Esto no es dudoso. ¿Cuál es su origen? Los Espíritus nos pondrán en el camino, porque la explicación nos parece del todo completa en las respuestas hechas a las preguntas siguientes:
- ¿Las visiones son siempre reales y no son algunas veces el efecto de la alucinación? ¿Cuando se ve, en sueños o de otro modo, al diablo, por ejemplo, u otras cosas fantásticas que no existen, no es esto un producto de la imaginación?
"Sí, algunas veces, cuando se está afectado por ciertas lecturas, o por historias de diabluras que impresionan, se recuerda, y se cree ver lo que no existe. Pero hemos dicho también que el Espíritu, balo su envoltura semi- material, puede tomar toda clase de formas para manifestarse. Un Espíritu burlón puede, pues, aparecer con cuernos y garras si le place, a fin de divertirse con la credulidad, como un buen Espíritu puede mostrarse con alas y una figura radiante."
- ¿Se pueden considerar como apariciones las figuras y otras imágenes que se presentan muchas veces cuando uno está medio dormido, o simplemente cuando se nos cierran los ojos?
"Desde que los sentidos se embotan, el Espíritu se desprende y puede ver de lejos o de cerca lo que no podría ver con los ojos. Estas imágenes son muchas veces visiones, pero pueden ser también un efecto de las impresiones que la vista de ciertos objetos ha dejado en el cerebro, cuyas señales conserva como conserva la de los sonidos. El Espíritu desprendido ve entonces en su propio cerebro estas señales que se han fijado en él como sobre una plancha de daguerrotipo. Su variedad y su mezcla forman conjuntos extravagantes y fugitivos que se borran casi repentinamente a pesar de los esfuerzos que se hacen para retenerlos. Es preciso atribuir a una causa semejante ciertas apariciones fantásticas que no tienen nada de real, y que se producen muchas veces en estado de enfermedad."
Es un hecho constante que la memoria es el resultado de las impresiones conservadas por el cerebro; ¿por qué singular fenómeno estas impresiones tan variadas y tan múltiples no se confunden? Este es un misterio impenetrable, pero que no es más extraño que el de las ondulaciones sonoras que se cruzan en el aire y no quedan menos claras En un cerebro sano y bien organizado estas impresiones son claras y precisas; en un estado menos favorable se borran y confunden; de ahí la pérdida de la memoria o la confusión de ideas. Esto parece, además, menos extraordinario si se admite como en frenología un destino especial a cada parte, y aun a cada fibra del cerebro.
Llegadas las imágenes al cerebro por los ojos, dejan en él una impresión que hace que se recuerde un cuadro como si se tuviese delante, pero esto es sólo cuestión de memoria, porque no se le ve; pues en cierto estado de emancipación, el alma ve en el cerebro y encuentra en él estas imágenes, aquellas sobre todo que le han afectado más, según la naturaleza de las preocupaciones o las disposiciones del Espíritu; así es como encuentra en él la impresión de las escenas religiosas, diabólicas, dramáticas, mundanas, figuras de animales raros, que ha visto en pintura en otra época o aun en cuentos, porque los cuentos dejan también impresiones. De este modo el alma ve realmente pero sólo ve una imagen daguerrotipada en el cerebro. En el estado normal estas imágenes son fugitivas y efímeras, porque todas las partes cerebrales funcionan libremente, pero
en el estado de enfermedad, el cerebro está siempre más o menos debilitado, el equilibrio no existe entre todos los órganos; algunos solamente conservan su actividad, mientras que otros están de algún modo paralizados; de ahí la permanencia de ciertas imágenes que no están ya borradas como en el estado normal por las preocupaciones de la vida exterior. Esa es la verdadera alucinación y la causa primera de las ideas fijas.
Como se ve, hemos dado cuenta de esta anomalía por una ley enteramente fisiológica bien conocida, la de las impresiones cerebrales, pero nos ha sido siempre preciso hacer intervenir el alma; pues si los materialistas no han podido dar todavía una solución satisfactoria de este fenómeno, consiste en que no quieren admitir el alma.
También dirán que nuestra explicación es mala, porque ponemos por principio lo que se ha cuestionado. ¿Por quién? Por ellos, pero admitido por la inmensa mayoría desde que hay hombres sobre la tierra, y la negación de algunos no puede hacer ley.
¿Nuestra explicación es buena? La damos por lo que pueda valer a falta de otra, y si se quiere a título de simple hipótesis, esperándola mejor. Tal como es, ¿da razón de todos los casos de visión? Ciertamente que no, y desafiamos a todos los fisiologistas a que den una sola a su punto de vista exclusivo que los resuelva todos; porque cuando han pronunciado sus palabras sacramentales de sobrexcitación y de exaltación no han dicho nada; luego si todas las teorías de la alucinación son insuficientes para explicar todos los hechos, es que hay otra cosa más que la alucinación propiamente dicha. Nuestra teoría seria falsa si la aplicábamos a todos los casos de visión, porque habría algunos de estos que vendrían a contradecirla; puede ser justa si se concreta a ciertos hechos.

CAPÍTULO VII
BI-CORPOREIDAD Y TRANSFIGURACIÓN
Apariciones del Espíritu de los vivos. - Hombres dobles. - San Alfonso de Ligorio, y San Antonio de Padua. - Vespasiano. - Transfiguración. - Invisibilidad

114. Estos dos fenómenos son variedades del de las manifestaciones visuales, y aunque desde luego puedan parecer maravillosos, se reconocerá fácilmente, por la explicación que pueda darse de los mismos, que no salen del orden de los fenómenos naturales. Uno y otro descansan sobre este principio, a saber: que todo lo que sea dicho sobre las propiedades del periespíritu después de la muerte, se aplica al periespíritu de los vivos. Sabemos que durante el sueño el Espíritu recupera parte de su libertad, quiere decir, se aisla del cuerpo, y fue en este estado que tuvimos muchas ocasiones de observarlo. Pero el Espíritu, sea el hombre muerto o vivo, tiene siempre su envoltura semi-material, que por las mismas causas que hemos descrito puede adquirir la visibilidad y al tangibilidad. Hechos muy positivos no dejan ninguna duda en cuanto a esto; sólo citaremos algunos ejemplos que conocemos personalmente, cuya exactitud podemos garantizar, y todos pueden recoger ejemplos análogos consultando su memoria.

115. La esposa de uno de nuestros amigos vio diferentes veces durante la noche entrar en su cuarto, con luz o sin ella, una vendedora de fruta de las cercanías, que conocía de vista, pero a la cual no había hablado jamás. Esta aparición le causó un espanto tanto más grande, cuanto que en esta época esta señora no tenía ningún conocimiento del Espiritismo, y que este fenómeno se repitió muy a menudo. Pues la vendedora estaba perfectamente viva, a esta hora probablemente dormía; mientras que su cuerpo material estaba en su casa, su Espíritu y su cuerpo fluídico estaban en la de esta señora; ¿por qué motivo? Esto es lo que no se sabe. En semejante caso, un espiritista iniciado en esta clase de cosas se lo hubiera preguntado, pero dicha señora no tuvo tal idea. Cada vez la aparición se eclipsaba sin que supiera cómo, y siempre que desaparecía iba a asegurarse que todas las puertas estaban perfectamente cerradas, y que nadie había podido introducirse en su habitación. Esta precaución le probaba que estaba bien despierta y que no era juguete de un sueño. Otras veces vio de la misma manera un hombre que no conocía, pero un día vio a su hermano que estaba en California; tenía de tal modo la apariencia de una persona real, que en primer momento creyó en su vuelta y quería dirigirle la palabra, pero desapareció sin darle tiempo. Una carta recibida posteriormente le acredító que no había muerto. Esta señora era lo que se puede llamar un médium vidente natural, pero como hemos dicho en aquella época no había oído jamás hablar de médiums.

116. Otra señora que habita en la provincia, estando gravemente enferma, vio una noche, a eso de las diez, un caballero anciano, habitante en la misma ciudad, y que veía algunas veces en la sociedad, pero sin ninguna relación de intimidad. Este caballero estaba sentado en un sillón al pie de su cama, y de cuando en cuando tomaba un polvo, aparentando que la cuidaba. Sorprendida de tal visita a semejante hora, quiso preguntarle el motivo, pero el caballero le hizo seña para que no hablase y de que durmiera; varias veces quiso dirigirle la palabra y siempre le hizo la misma recomendación. Al fin se durmió. Después de algunos días, estando restablecida, recibió la visita de este mismo caballero pero en una hora más conveniente, y esta vez era verdaderamente él; tenía el mismo traje, la misma caja de tabaco y exactamente las mismas maneras. Persuadida de que había venido durante su enfermedad, le dio las gracias por la molestia que se había tomado. El caballero, muy sorprendido, le dijo que no había tenido el gusto de verla hacía bastante tiempo. La señora, que conocía los fenómenos espiritistas, comprendió lo que era esto; pero no queriéndoselo explicar, se contentó con decirle que probablemente lo habría soñado.
Esto es lo probable, dirán los incrédulos, los Espíritus fuertes, lo que para ellos es sinónimo de gentes de genio; pero es cierto que esta señora no dormía esta vez ni la precedente. - Entonces sería que soñaba despierta o, de otro modo, que estaba alucinada. - He aquí la gran palabra, la explicación universal de todo lo que no se comprende. Como hemos ya refutado suficientemente esta objeción, continuaremos dirigiéndonos a aquellos que pueden comprendernos.

117. He aquí, sin embargo, otro hecho más característico, y nos alegraríamos al ver cómo podría explicar-se por el solo juego de la imaginación. Un caballero habitante en provincia no había querido jamás casarse, a pesar de las instancias de su familia. Se había insistido notablemente en favor de una persona que residía en una ciudad vecina, y que él no había visto nunca. Un día, estando en su cuarto, se admiró al verse en presencia de una joven vestida de blanco y la cabeza adornada con una corona de flores. Le dijo que era su desposada; le tendió la mano, que tomó, y en la cual vio un anillo. Al cabo de algunos instantes todo desapareció. Sorprendido de esta aparición, y asegurándose que se hallaba bien despierto, se informó si alguien había venido aquel día, pero se le contestó que no se había visto a nadie. Un año después, cediendo a las nuevas instancias de una parienta, se decidió ir a ver a la que se le proponía. Llegó el día de Corpus; volviendo de la procesión, una de las primeras personas que se presentó a su vista entrando en la casa fue una joven que reconoció por la que se le había aparecido, vestida de la misma manera, porque el día de la aparición era también el del Corpus. Quedó anonadado, y por su parte la joven dio un grito de sorpresa y se puso enferma. Vuelta en sí, dijo que había visto a este caballero en semejante día del año precedente. Se efectuó el casamiento. Esto ocurrió hacia el año 1835; en aquella época no se trataba de Espíritus, y por otra parte uno y otro son personas de un positivismo extremo y de una imaginación nada exaltada.
Puede ser que se diga que uno y otro tenían el Espíritu afectado con la idea de la unión propuesta, y que esta preocupación determinó una alucinación; pero es preciso no olvidar que el marido era tan indiferente a esto, que estuvo un año sin ir a ver a su pretendida. Aun admitiendo esta hipótesis, quedaría por explicar la doble aparición, la coincidencia del traje con el día del Corpus y, en fin, el reconocimiento físico entre personas que no se habían visto jamás, circunstancias que no pueden ser el producto de la imaginación.

118. Antes de ir más lejos debemos responder inmediatamente a una pregunta que no dejarán de hacernos: es saber cómo el cuerpo puede vivir mientras que el Espíritu está ausente. Podríamos decir que el cuerpo puede vivir con la vida orgánica que es independiente de la presencia del Espíritu, y la prueba de esto es que las plantas viven y no tienen Espíritu; pero debemos añadir que durante la vida el Espíritu nunca está desprendido completamente del cuerpo. Los Espíritus, lo mismo que ciertos médiums videntes, reconocen el Espíritu de una persona viviente por medio de un cordón luminoso que termina en su cuerpo fenómeno que no tiene nunca lugar cuando el cuerpo está muerto, porque entonces la separación es completa. Por medio de esta comunicación el Espíritu es advertido instantáneamente de la necesidad que el cuerpo puede tener de su presencia, y entonces vuelve con la prontitud del relámpago desde cualquier distancia que esté. Resulta de esto que el cuerpo jamás puede morir mientras dure la ausencia del Espíritu, y que no puede nunca acontecer que éste, a su vuelta, encuentre la puerta cerrada como lo han dicho algunos romanceros en las historias de su invención. (Libro de los Espíritus, núms. 400 y siguientes).

119. Volvamos a nuestro asunto. El Espíritu de una persona viva, aislado del cuerpo, puede aparecer como el de una persona muerta, y tener todas las apariencias de la realidad; además, por las mismas causas que hemos explicado, puede adquirir una tangibilidad momentánea. Es el fenómeno designado bajo el nombre de bi-corporeidad, el que ha dado lugar a las historias de los hombres dobles, esto es, de individuos cuya presencia simultánea ha sido acreditada en dos parajes diferentes. He aquí dos ejemplos sacados, no de las leyendas populares, sino de la historia eclesiástica.
San Alfonso de Ligorio fue canonizado antes del tiempo exigido, por haberse mostrado simultáneamente en dos parajes diferentes, lo que pasó por un milagro.
San Antonio de Padua estaba en España, y al mismo tiempo que predicaba, su padre, que estaba en Padua, iba al suplicio acusado de un asesinato. En este momento aparece San Antonio, demuestra la inocencia de su padre y hace reconocer al verdadero criminal, quien más tarde sufrió el castigo. Se probó que en el mismo momento, San Antonio no había salido de España.
Habiendo sido evocado San Alfonso, e interrogado por nosotros acerca del hecho arriba manifestado, contestó lo que sigue:
1. ¿Podrías explicarnos este fenómeno?
"Sí, el hombre, cuando está completamente desmaterializado por su virtud, y que ha elevado su alma hacia Dios, puede aparecer en dos parajes a la vez. He aquí cómo. El Espíritu encarnado, sintiendo venir el sueno, puede pedir a Dios transportarse a un lugar cualquiera. Su Espíritu o su alma, como queráis llamarla, abandona entonces su cuerpo seguido de una parte de su periespíritu, y dela la materia inmunda en un estado "vecino" a la muerte. Digo "vecino" a la muerte porque queda en el cuerpo un lazo que une el periespíritu y el alma a la materia, y este lazo no puede ser definido. El cuerpo aparece en este estado al paraje que se le ha llamado. Creo que es todo lo que deseáis saber.".
2. Esto no nos da la explicación de la visibilidad y tangibilidad del periespíritu.
"El Espíritu, encontrándose separado de la materia según su grado de elevación puede hacerse tangible a la materia."
3. ¿El sueño del cuerpo es indispensable para que el Espíritu aparezca en otros parajes?
"El alma puede dividirse, cuando se siente transportada a un lugar diferente de aquel en que se encuentra el cuerpo. Puede acontecer que el cuerpo no duerma, aunque esto sea muy raro, pero entonces el cuerpo no está jamás en un estado perfectamente normal, está siempre en un estado más o menos extático."
Observación. - El alma no se divide en el sentido literal de la palabra; irradia por diferentes lados, y es así como puede manifestarse sobre muchos puntos sin estar dividida; es lo mismo que una luz que pueda simultáneamente reflejarse en muchos espejos.
4. ¿Qué le acontecería a un hombre si se le despertase bruscamente en el mismo momento que, sumergido en el sueño, su Espíritu apareciese en otra parte?
"Esto no sucederá, porque si alguno tenía la intención de despertarle, volvería el Espíritu al cuerpo y prevendría la intención, atendido que el Espíritu lee en el pensamiento."
Se nos ha dado varias veces una explicación completamente idéntica, por el Espíritu de personas muertas o vivas. San Alfonso explica el hecho de la doble presencia, pero no da la teoría de la visibilidad y tangibilidad.

120. Tácito refiere un hecho análogo.
Durante los meses que Vespasiano pasó en Alejandría para esperar la vuelta periódica de los vientos de verano y la estación en que el mar estaba más seguro, acontecieron muchos prodigios, por donde se manifestó el favor del cielo y el interés que los dioses parecían tomar por este príncipe...
Estos prodigios redoblaron en Vespasiano el deseo de visitar el lugar sagrado de Dios, para consultarle los asuntos del imperio. Ordenó que el templo se cerrarse para todo el mundo; luego que hubo entrado en él y fijado su atención en lo que iba a pronunciar el oráculo, percibió detrás de él uno de los principales egipcios, nombrado Basilide, que sabia estaba detenido por enfermo a muchas jornadas de Alejandría. Se informó de los sacerdotes si Basilide había venido al templo en este día; se enteró por los demás si se le había visto en la ciudad; en fin, envió hombres a caballo y se aseguró que en dicho momento estaba a ochenta millas de distancia. Entonces no dudó ya que la visión fuese sobrenatural, y el nombre de Basilide le sirvió para él de oráculo. (Tácito, Historias, lib. IV, cap. 81 y 82, traducción de Burnouf).

121. El individuo que se muestra simultáneamente en dos parajes diferentes, tiene, pues, dos cuerpos; pero de estos dos cuerpos uno solo es real, el otro no es más que la apariencia; se puede decir que el primero tiene la vida orgánica, y que el segundo tiene la vida del alma; al despertar, los dos cuerpos se reúnen y la vida del alma entra en el cuerpo material. No parece posible, al menos no tenemos nosotros ejemplo, y la razón parece demostrarlo, que en el estado de separación, los dos cuerpos puedan gozar simultáneamente y al mismo grado de la vida activa e inteligente. Se deduce, además, de lo que acabamos de decir, que el cuerpo real no podría morir mientras que el cuerpo aparente quedase visible; la aproximación de la muerte llamaría siempre al Espíritu al cuerpo, aunque sólo fuese por un instante. Resulta, igualmente, que no podría darse la muerte al cuerpo aparente, porque no es orgánico ni está formado de carne y hueso; desaparecería en el mismo momento que se tratara de martarle (*).

122. Pasemos al segundo fenómeno, el de la "transfiguración." Consiste en el cambio de aspecto de un cuerpo vivo. He aquí respecto a esto un hecho del que podemos garantizar la perfecta autenticidad que pasó en los años 1858 y 1859, en las cercanías de Saint-Etienne. Una joven de unos quince años gozaba de la singular facultad de transfigurarse, esto es, de tomar en momentos dados todas las apariencias de ciertas personas muertas; la ilusión era tan completa, que se creía tener la persona delante de sí tan semejantes eran las facciones, la mirada, el sonido de la voz y hasta la jerga o dialecto. Este fenómeno se ha renovado centenares de veces independientemente de la voluntad de la joven. Muchas veces tomaba la apariencia de su hermano, muerto algunos años antes; tenía no sólo su figura, sino la talla y el volumen del cuerpo. Un médico del país, varias veces testigo de estos raros efectos, y queriendo asegurarse si era él juguete de una ilusión, hizo la experiencia siguiente. Nosotros hemos adquirido estas noticias de él mismo, del padre de la joven y de muchos otros testigos oculares muy honrados y muy dignos de fe. Tuvo la idea de pesar a la joven en su estado normal, después en el de la transfiguración, cuando tenía la apariencia de su hermano, de edad veintitantos años, mucho más corpulento y robusto. Pues bien: se encontró que en este último estado el peso era casi el doble. La experiencia era concluyente y no era posible atribuir esta apariencia a una simple ilusión óptica. Ensayemos la explicación de este hecho que en otro tiempo se hubiera llamado milagro, y que nosotros llamamos simplemente fenómeno.

123. La transfiguración, en ciertos casos, puede tener por causa una simple contracción muscular que puede dar a la fisonomía una expresión diferente, al punto de hacer la persona casi desconocida. Nosotros lo hemos observado muchas veces en ciertos sonámbulos, pero en este caso la transformación es radical; una mujer podrá aparecer joven o vieja, bella o fea, pero será siempre una mujer, y su peso, sobre todo, no aumentará ni disminuirá. En el caso de que se trata, es bien evidente que hay alguna cosa de más: la teoría del periespíritu nos pondrá en camino.
Está admitido en principio que el Espíritu puede dar a su periespíritu todas las apariencias; que por una modificación en la disposición molecular puede darle la visibilidad, la tangibilidad y, por consecuencia, la "opacidad"; que el periespíritu de una persona viva, aislada del cuerpo, puede sufrir las mismas transformaciones; que este cambio de estado se opera por la combinación de los fluidos. Figurémonos ahora el periespíritu de una persona viva, no aislada, sino irradiando alrededor del cuerpo de manera que lo envuelva con una especie de vapor; en este estado puede sufrir las mismas modificaciones que si estuviese separado del cuerpo; si pierde su transparencia, el cuerpo puede desaparecer, venir a ser invisible y estar velado como si estuviese metido en una densa niebla. Podrá también cambiar de aspecto, volverse resplandeciente si tal es la voluntad o el poder del Espíritu. Otro Espíritu, combinando su propio fluido con el primero, puede sustituirle con su propia apariencia; de tal modo que el cuerpo real desaparezca bajo una envoltura fluídica exterior, cuya apariencia puede variar a gusto del Espíritu. Tal parece ser la verdadera causa del extraño y raro fenómeno, preciso es decirlo así, de la transfiguración. En cuando a la diferencia del peso, se explica de la misma manera que para los cuerpos inertes. El peso intrínseco del cuerpo no ha variado porque la cantidad de materia no ha aumentado; sufre, si, la influencia de un agente exterior que puede aumentar o disminuir el peso relativo, como lo hemos explicado más arriba, números 78 y siguientes. Es, pues, probable que si la transfiguración hubiese tenido lugar bajo el aspecto de un niño, el peso hubiera disminuido a proporción.

124. Se concibe que el cuerpo pueda tomar otra apariencia mayor o de la misma dimensión; pero, ¿cómo podría tomarla más pequeña la de un niño, como acabamos de decir? En este caso el cuerpo real no pasaría de los límites del cuerpo aparente? No decimos que el hecho se haya producido; hemos querido sólo demostrar, refiriéndonos a la teoría del peso específico, que el peso aparente hubiese podido disminuir. En cuanto al fenómeno en sí mismo, no afirmamos ni su posibilidad, ni su imposibilidad; pero en el caso en que tuviera lugar, del cual no se pudiera dar una solución satisfactoria, no por esto se infirmaría el fenómeno; no olvidemos que estamos al principio de la ciencia y que estamos aún lejos de que lo diga todo sobre este punto,
como sobre otros muchos. Además, las partes excedentes podrían perfectamente hacerse invisibles.
La teoría del fenómeno de la invisibilidad resalta, naturalmente, de las explicaciones precedentes y de las que se han dado con motivo del fenómeno de los aportes.

125. Nos faltaría tratar del singular fenómeno de los "no engendrados" (*) que por extraordinario que pueda parecer a primera vista no es más sobrenatural que los otros. Pero como lo hemos explicado en la Revista Espiritista (febrero de 1859) creemos inútil reproducir aquí los detalles; diremos solamente que es una variedad de la aparición tangible; es el estado de ciertos Espíritus que pueden revestir momentáneamente las
formas de una persona viva al punto de hacer completa ilusión.

CAPÍTULO VIII
LABORATORIO DEL MUNDO INVISIBLE
Trajes de los Espíritus. - Formación espontánea de objetos tangibles. - Modificación de las propiedades de la materia. - Acción magnética curativa.

126. Hemos dicho que los Espíritus se presentan vestidos con sus túnicas, ropajes o con sus trajes ordinarios. Los ropajes parecen ser la costumbre general en el mundo de los Espíritus; pero uno no comprende de dónde salen semejantes trajes, parecidos enteramente a los que llevaban en su vida, con todos los accesorios de tocador.
Es cierto que ellos no se llevaron estos objetos consigo, puesto que los que realmente vestían los tenemos aún a la vista; ¿de dónde provienen, pues, los que llevan en el otro mundo? Esta cuestión siempre ha embarazado bastante, pero para muchos era un simple asunto de curiosidad; confirma sin embargo, una cuestión de principio de gran importancia, porque su solución nos ha puesto en el camino de una ley general, que encuentra igualmente su aplicación a nuestro mundo corporal. Muchos hechos han venido a complicarla y a demostrar la insuficiencia de las teorías que se habían ensayado.
Hasta cierto punto podía darse cuenta del traje, porque puede considerársele como haciendo de algún modo parte del individuo; pero no es así en cuanto a los objetos accesorios, como por ejemplo la caja de tabaco del caballero que visitó a la señora enferma, de la cual hemos hablado (número 117). Notamos con este motivo que no se trata aquí de un muerto, sino de un vivo, y que este caballero cuando volvió en persona tenía una caja de tabaco parecida en un todo. ¿En dónde encontró, pues, el Espíritu, la que tenía cuando estaba al pie de la cama de la enferma? Podríamos citar gran número de casos en que Espíritus muertos o vivos se aparecen con diversos objetos, tales como bastones, armas, pipas, linternas, libros, etc.
Entonces se nos ocurrió la idea de que los cuerpos inertes podían tener sus análogos etéreos en el mundo invisible; que la materia condensada que forma los objetos podía tener una parte esencial fuera del alcance de nuestros sentidos. Esta teoría no estaba desnuda de verosimilitud, pero no era suficiente para dar razón de todos los hechos. Sobre todo hay uno que debe burlar todas las interpretaciones. Hasta entonces sólo se había tratado de imágenes o apariencias. Hemos visto muy bien que el periespíritu puede adquirir las propiedades de la materia y hacerse tangible, pero esta tangibilidad sólo es momentánea, y el cuerpo sólido se desvanece como una sombra.
Este es un fenómeno muy extraordinario, pero lo es mucho mayor el verse producir la materia sólida persistente, así como lo prueban numerosos hechos auténticos, y notablemente el de la escritura directa, de la que hablaremos en detalle en un capítulo especial. Sin embargo, como este fenómeno tiene íntima relación con el asunto que tratamos en este momento, y que es una de las aplicaciones más positivas, nos anticiparemos al orden que tenemos establecido.

127. La escritura directa o "pneumatografía" es aquella que se produce espontáneamente sin el auxilio de la mano del médium ni del lápiz. Basta tomar una hoja de papel blanco, lo que se puede hacer con todas las precauciones necesarias para no ser chasqueado por ninguna superchería, doblarla y colocarla en alguna parte, en un cajón o simplemente sobre un mueble, y si se tienen las condiciones que se requieren, al cabo de cierto tiempo más o menos largo se encuentran en el papel caracteres trazados, diversos signos, palabras, frases y aun discursos, las más de las veces con una sustancia parduzca parecida al plomo; otras veces con lápiz encarnado, tinta ordinaria y aun tinta de imprenta. He aquí el hecho en toda su sencillez, y cuya reproducción, aunque poco común, no es, sin embargo, muy rara, porque hay personas que lo obtienen con mucha facilidad. Si se ponía el lápiz con el papel se podría creer que el Espíritu se ha servido de él para escribir; pero desde el momento que el papel está enteramente solo, es evidente que la escritura está formada por una materia depositada. ¿De dónde ha tomado el Espíritu esta materia? Tal es la pregunta que hemos hecho, a cuya solución nos ha inducido la caja de tabaco de que más arriba hemos hablado.

128. El Espíritu de San Luis nos ha dado esta solución con las respuestas siguientes:
1. Hemos citado un caso de aparición del Espíritu de una persona viva. Este Espíritu tenía una caja de tabaco y tomaba polvo. ¿Sentía, efectivamente, la impresión del que toma polvo en realidad?
"No."
2. Esta caja de tabaco tenía la misma forma que la que él usaba ordinariamente y que estaba en su casa. ¿Qué era, pues, la caja de tabaco que tenía este hombre en sus manos?
"Una apariencia; sucedió de este modo para que se notase la circunstancia, como lo ha sido, y que la aparición no se tomase por una alucinación producida por el estado de salud del vidente. El Espíritu quería que esta se flora creyese en la verdad de su presencia, y tomó todas las apariencias de la realidad."
3. Decís que fue una apariencia; pero una apariencia nada tiene de real, es como una ilusión de óptica; nosotros quisiéramos saber: ¿esta caja de tabaco sólo era una imagen sin realidad, o tenía alguna cosa de material?
"Ciertamente; con ayuda de este principio material es como el periespíritu toma la apariencia de vestidos semejantes a los que llevaba el Espíritu cuando vivía."
Observación. - Es evidente que en este caso la palabra apariencia debe tomarse en el sentido de aspecto, imitación. La caja de tabaco real no estaba allí; la que tenía el Espíritu sólo fue la representación; era, pues, una apariencia comparada con el original, aunque formada de un principio material.
La experiencia nos enseña que no es necesario tomar siempre a la letra ciertas expresiones empleadas por los Espíritus; interpretándolas según nuestras ideas, nos exponemos a grandes equivocaciones por esto es menester profundizar el sentido de la palabra siempre que presenta la menor ambigüedad; esta recomendación nos la hacen constantemente los mismos Espíritus. Sin la explicación que hemos provocado, la palabra "apariencia" constantemente reproducida en casos análogos, podía dar lugar a una falsa interpretación.
4. ¿Acaso sería doble la materia inerte? ¿Y habría en el mundo de los Espíritus una materia esencial que revistiera la forma de los objetos que vemos? En una palabra, ¿estos objetos tendrían su "doblez etérea" en el mundo invisible, así como los hombres están representados en él por los Espíritus?
"Esto no se opera de este modo; el Espíritu tiene sobre los elementos materiales esparcidos por todas partes en el espacio y en vuestra atmósfera, una potencia que estáis lejos de adivinar. Puede a su gusto concentrar estos elementos y darles la forma aparente acomodada a sus proyectos."
Observación. - Esta cuestión como hemos visto, era la traducción de nuestro pensamiento, esto es, de la idea que nos habíamos formado sobre la naturaleza de estos objetos. Si las respuestas fuesen como algunos lo pretenden, el reflejo del pensamiento, hubiéramos obtenido la confirmación de nuestra teoría, en lugar de una teoría contraria.
5. Os haré la pregunta de nuevo de una manera categórica, a fin de evitar todo equívoco.
¿Los vestidos con que se cubren los Espíritus son alguna cosa?
"Me parece que mi respuesta precedente resuelve la cuestión. ¿No sabéis que el mismo periespíritu es también algo?"
6. Resulta de esta explicación que los Espíritus hacen sufrir a la materia etérea transformaciones a su gusto y que de este modo, por ejemplo, se hizo la caja de tabaco; el Espíritu no la encontró hecha, sino que la hizo él mismo en el momento que la necesitaba, por un acto de su voluntad, y que pudo deshacerla; lo mismo debe ser en cuanto a los otros objetos, tales como vestidos, joyas, etc.
"Esto es evidente."
7. Esta caja de tabaco fue visible para esta señora, al punto de hacerla ilusión. ¿Hubiera podido el Espíritu hacerla también tangible para ella?
"Lo hubiera podido."
8. ¿Si hubiese llegado el caso, hubiera podido tomarla en sus manos, creyendo tener una verdadera caja de tabaco?
"Sí."
9. ¿Si la hubiera abierto, probablemente habría encontrando tabaco; si lo hubiese tomado le hubiera hecho estornudar?
"Sí."
10. ¿El Espíritu puede, pues, dar no sólo la forma, sino las propiedades especiales?
"Si él lo quiere; y en virtud de este principio ha respondido afirmativamente a las preguntas precedentes. Tendréis pruebas de la poderosa acción que ejerce el Espíritu sobre la materia, lo que estáis lejos de comprender, como os he dicho ya."
11. Supongamos, pues, que hubiera querido hacer una sustancia venenosa, y si una persona la hubiese tomado, ¿se hubiera envenenado?
"Lo hubiera podido, pero no lo hubiera hecho no se le hubiere permitido."
12. ¿Podría haber hecho una sustancia saludable y propia para curar una enfermedad, y se ha presentado este caso?
"Sí, muy a menudo."
13. Entonces podría hacer una sustancia alimenticia; supongamos que hubiese hecho un fruto, un manjar cualquiera, ¿se hubiera podido comer y quedar saciado?
"Sí, sí; pero no investiguéis tanto para encontrar lo que es tan fácil de comprender. Basta un rayo de sol para hacer perceptibles a vuestros órganos groseros estas partículas materiales que llenan el espacio en medio del cual vivís; ¿no sabéis que el aire con tiene vapores de agua? condensadlos, los pondréis en el estado normal;
privadles del calor y he aquí que esas moléculas impalpables e invisibles vienen a ser un cuerpo sólido y muy sólido, y muchas otras sustancias de las cuales los químicos os sacarán maravillas más admirables aún; sólo el Espíritu posee instrumentos más perfectos que los vuestros: la voluntad y el permiso de Dios."
Observación. - La cuestión de saciedad es aquí muy importante. ¿Cómo una sustancia que no tiene sino una existencia y propiedades temporales y en algún modo de convención puede producir la saciedad? Esta sustancia por su contacto con el estómago, produce la "sensación" de la saciedad, pero no la saciedad resultante de la plenitud. Si tal sustancia puede obrar sobre la economía y modificar un estado mórbido, puede del mismo modo obrar también sobre el estómago y en ello producir el sentimiento de la saciedad. Rogamos, sin embargo, a los señores farmacéuticos y fondistas que no conciban celos, ni crean que los Espíritus vengan a hacerles la competencia; estos casos son raros, excepcionales, y no dependen jamás de la voluntad; de otro modo se alimentaría y curaría a muy poco precio.
14. ¿Los objetos hechos tangibles por la voluntad del Espíritu, podrían tener un carácter de permanencia y de estabilidad, y venir a ser usuales?
"Esto se podría, pero no se hace; está fuera de las leyes."
15. ¿Todos los Espíritus tienen en el mismo grado el poder de producir objetos tangibles?
"Es cierto que cuanto más elevado está el Espíritu, más fácilmente lo obtiene; pero aún esto depende de las circunstancias: los Espíritus inferiores pueden obtener este poder."
16. ¿El Espíritu sabe siempre cómo produce ya sean sus vestidos, ya sean los objetos de los cuales ofrece la apariencia?
"No; muchas veces concurre a su formación por un acto instintivo que él mismo no comprende, si no es bastan te ilustrado para esto."
17. ¿Si el Espíritu puede tomar en el elemento universal los materiales para hacer todas estas cosas, darles una realidad temporal con sus propiedades, puede también sacar del él lo que necesite para escribir, y por consecuencia esto nos parece que da la llave del fenómeno de la escritura directa?
"¡Por fin hemos llegado adonde queríais!"
Observación. - Aquí era en efecto adonde queríamos venir a parar con todas nuestras preguntas preliminares; la respuesta prueba que el Espíritu había leído nuestro pensamiento.
18. ¿Si la materia de que se sirve el Espíritu no tiene persistencia, cómo es que las señales de la escritura directa no desaparecen?
"No censuréis las palabras; en primer lugar que yo no he dicho: jamás; se trataba entonces de un objeto material voIuminoso ahora se trata de caracteres trazados que siendo útil conservarles se les conserva. He querido decir que los objetos compuestos de este modo por el Espíritu no podrían llegar a ser objetos usuales porque en realidad no hay agregación de materia como en vuestros cuerpos sólidos."

129. La expresada teoría puede resumirse de este modo: El Espíritu obra sobre la materia; toma en la materia cósmica universal, los elementos necesarios para formar a su gusto los objetos, teniendo la apariencia de los diversos cuerpos que existen sobre la Tierra. Puede igualmente operar sobre la materia elemental, por su voluntad, una transformación íntima que le da propiedades determinadas. Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, quien la ejerce muchas veces como un acto instintivo cuando esto es necesario, y sin darse cuenta. Los objetos formados por el Espíritu tienen una existencia temporal, subordinada a su voluntad o a la necesidad; puede hacerlos y deshacerlos a su gusto. Estos objetos pueden, en ciertos casos, tener a los ojos de las personas vivas, todas las apariencias de la realidad; esto es, venir a ser momentáneamente visibles y aún tangibles. Hay formación pero no creación, atendido que el Espíritu no puede sacar nada de la nada.

130. La existencia de una materia elemental única, poco le falta para ser generalmente admitida hoy día por la ciencia y confirmada como se ha visto por los Espíritus. Esta materia da nacimiento a todos los cuerpos de la naturaleza; por las transformaciones que sufre, produce también las diversas propiedades de estos mismos cuerpos, así es que una sustancia saludable puede convertirse en venenosa por una simple modificación; la química nos ofrece de ello numerosos ejemplos. Todos saben que dos sustancias inocentes combinadas en ciertas proporciones pueden producir una que sea muy perniciosa. Una parte de oxígeno y dos de hidrógeno ambos inofensivos, forman el agua; añadid un átomo de oxígeno y tendréis un líquido corrosivo. Sin cambiar las proporciones, basta muchas veces un simple cambio en el modo de agregación molecular para cambiar las propiedades; así es que un cuerpo opaco puede convertirse en transparente y "viceversa". Puesto que el Espíritu tiene por su sola voluntad una acción tan poderosa sobre la materia elemental, se concibe que pueda no sólo formar sustancias, sino también desnaturalizar las propiedades; aquí la voluntad hace el efecto de un reactivo.

131. Esta teoría nos da la solución de un hecho bien conocido en magnetismo, pero hasta ahora inexplicable: el cambio de las propiedades del agua por la voluntad. El Espíritu que obra es el de magnetizador, lo más a menudo asistido por un Espíritu extraño; opera una transmutación con ayuda del fluido magnético que, como se ha dicho, es la sustancia que se aproxima más a la materia cósmica o elemento universal. Si puede operar una modificación en las propiedades del agua, puede igualmente producir un fenómeno análogo sobre los fluidos del organismo, y de ahí el efecto curativo de la acción magnética convenientemente dirigida.
Se sabe ya el papel capital que hace la voluntad en todos los fenómenos del magnetismo; pero ¿cómo se explica la acción material de un agente tan sutil? La voluntad no es un ser, una sustancia cualquiera, ni siquiera es una propiedad de la materia más etérea; la voluntad es el atributo esencial del Espíritu, esto es, del ser pensador. Con la ayuda de esta palanca obra sobre la materia elemental, y por una acción consecutiva reacciona sobre sus compuestos, cuyas propiedades íntimas pueden así ser transformadas.
La voluntad es el atributo del Espíritu encarnado y del Espíritu errante; de ahí la potencia del magnetizador, potencia que se sabe está en razón de la fuerza de voluntad.
El Espíritu encarnado, pudiendo obrar sobre la materia elemental, puede igualmente variar las propiedades de ésta en ciertos límites; así es cómo se explica la facultad de curar por el contacto y la imposición de manos, facultad que algunas personas poseen en un grado más o menos grande. (Véase en el capítulo de los "médiums" el articulo relativo a los "médiums curanderos". Véase también la Revista Espiritista, julio de 1859, pág. 184 y 189: "El zuavo de Margenta; un oficial del ejército en Italia").

CAPÍTULO IX
DE LOS LUGARES FRECUENTADOS POR LOS ESPÍRITUS

132. Las manifestaciones espontáneas que se han producido en todos los tiempos, y la persistencia de algunos Espíritus en dar señales ostensibles de su presencia en algunas localidades, son el origen de la creencia en los lugares frecuentados por aquellos. A las preguntas dirigidas con este objeto se nos ha contestado del modo siguiente:
1. ¿Los Espíritus sólo se apasionan de las personas o se aficionan también a las cosas?
"Esto depende de su elevación. Ciertos Espíritus pueden aficionarse a los objetos terrestres; los avaros, por ejemplo, que ocultaron sus tesoros y que nos están bastante desmaterializados, pueden aún vigilarlos y guardarlos."
2. ¿Los Espíritus errantes tienen lugares de predilección?
"Esto reconoce el mismo principio. Los Espíritus que no tienen apego a la Tierra van a donde encuentran simpatías; vienen aquí atraídos más bien por las personas que por las cosas materiales; sin embargo los hay que, momentáneamente, pueden tener una preferencia por ciertos lugares, pero estos son siempre Espíritus inferiores."
3. Una vez que el apego de los Espíritus por una lo calidad, es una señal de inferioridad ¿es igualmente una prueba de que son malos Espíritus?
"Seguramente que no; un Espíritu puede estar poco adelantado sin ser malo. ¿No sucede lo mismo entre los hombres?"
4. La creencia de que los Espíritus frecuentan con preferencia las ruinas, ¿tiene algún fundamento?
"No; los Espíritus van a estos parajes como a todas partes; pero la imaginación, afectada por el aspecto lúgubre de ciertos lugares, atribuye a su presencia lo que muchas veces sólo es un efecto muy natural. ¡Cuántas veces el miedo ha hecho tomar la sombra de un árbol por un fantasma, el grito de un animal o el soplo del viento por almas en pena! Los Espíritus quieren la presencia de los hombres; por esta razón buscan con preferencia los parajes habitados que los lugares aislados."
- Sin embargo, según lo que sabemos de la diversidad de caracteres de los Espíritus, debe haber entre ellos misántropos que deben preferir la soledad.
"Por eso no he contestado de una manera absoluta a la pregunta; he dicho que pueden ir a los lugares desiertos lo mismo que por todas partes, y es bien evidente que los que quieren estar retirados es porque les gusta; pero esto no es una razón para que las ruinas sean forzosamente sus lugares predilectos; porque ciertamente hay muchos más en las ciudades y palacios que en el fondo de los bosques."
5. ¿Las creencias populares tienen en general un fondo de verdad, cual puede ser el origen de los lugares frecuentados por los Espíritus?
"El fondo de verdad es la manifestación de los Espíritus, en la cual el hombre ha creído en todo tiempo por instinto, pero, como he dicho, el aspecto de los lugares lúgubres afecta su imaginación, y, naturalmente, coloca en ellos los seres que mira como sobrenaturales. Esta creencia, que mira como supersticiosa, se conserva por las narraciones de los poetas y los cuentos fantásticos que se oyen desde la infancia."
6. ¿Los Espíritus que se reúnen tienen para esto días y horas de predilección?
"No; los días y las horas son los registros del tiempo para uso de los hombres y para la vida corporal, pero para nada sirven a los Espíritus; no lo necesitan ni hacen caso.
7. ¿Cuál es el origen de la idea que los Espíritus vienen con preferencia durante la noche?
"La impresión producida sobre la imaginación por el silencio y la oscuridad.
Todas estas creencias son supersticiones que el conocimiento razonado del Espiritismo debe destruir. Lo mismo sucede con respecto a los días y las horas que se cree serles más propicias; creedlo, a no dudar, que la influencia de media noche sólo ha existido en los cuentos."
- Siendo así, ¿por qué ciertos Espíritus anuncian su venida y sus manifestaciones para dicha hora y para días determinados, Como por ejemplo del viernes?
"Estos son Espíritus que se aprovechan de la credulidad y se divierten. Por la misma razón los hay de ellos que dicen ser el diablo o se dan nombres infernales.
Mostradles que no sois un juguete y no volverán."
8. ¿Los Espíritus vienen con preferencia a la tumba en que descansa su cuerpo?
"El cuerpo sólo fue un vestido; no piensan ya en la envoltura que les hizo sufrir como al prisionero sus cadenas. Sólo dan importancia a las personas que les son queridas."
- ¿Las oraciones que se hacen sobre sus tumbas, le son, acaso, más agradables, y les traen allí con preferencia a otra parte?
"La oración es una evocación que atrae a los Espíritus, bien lo sabéis. La oración tiene tanta más acción cuanto más ferviente y más sincera es; pero ante una tumba venerada se está más recogido, y la conservación de las reliquias piadosas en un testimonio de afección para el Espíritu, y al cual es siempre sensible. El pensamiento es el que obra siempre sobre el Espíritu y no los objetos materiales; estos objetos tienen más influencia sobre aquel que ruega filando en ellos su atención, que sobre el Espíritu."
9. Según eso, ¿la creencia en los lugares frecuentados por los Espíritus no parece absolutamente falsa?
"Hemos dicho que ciertos Espíritus pueden ser atraídos por las cosas materiales; pueden serlo por ciertos lugares que parece eligen para domicilio, hasta que cesan las circunstancias que les conducían a ellos."
- ¿Cuáles son las circunstancias que pueden conducirles allí?
"Su simpatía por algunas de las personas que los frecuentan o el deseo de comunicarse con ellas. Sin embargo, sus intenciones no son siempre tan laudables; cuando son Espíritus malos pueden querer ejercer una venganza sobre ciertas personas de las que tienen quejas. La permanencia en un lugar determinado puede ser también, para algunos, un castigo que se les ha impuesto, sobre todo si han cometido en él algún crimen, a fin de que tengan constantemente este crimen ante los ojos." (*)
10. Los lugares frecuentados por los Espíritus ¿lo son siempre por los antiguos habitantes de estas moradas?
"Algunas veces, pero no siempre, porque si el antiguo habitante es un Espíritu elevado, no se acordará ya de su habitación terrestre, como tampoco de su cuerpo. Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares no tienen muchas veces otros motivo que el del capricho, a menos que no sean atraídos a ellos por su simpatía hacia ciertas personas."
- ¿Pueden fijarse en ellos con la mira de proteger a una persona o a su familia?
"Seguramente, si son buenos Espíritus; pero en este caso nunca manifiestan su presencia por cosas desagradables.
11. ¿Hay algo de real en la historia de la dama Blanca?
"Es un cuento formado de mil hechos que son verdaderos.
12. ¿Es racional el temer los lugares frecuentados por los Espíritus?
"No; los Espíritus que visitan ciertos lugares y arman en ellos ruido, más bien procuran divertirse a costa de la credulidad y del miedo que hacer mal. Por lo demás figuraos que hay Espíritus en todas partes, y que donde estéis los tenéis sin cesar a vuestro lado, aun en las casas más pacíficas. No frecuentan muchas veces ciertas
habitaciones, sino porque encuentran en ellas ocasiones de manifestar su presencia."
13. ¿Hay algún medio de expulsarlos?
"Sí, y lo más a menudo lo que se hace para esto, los atrae en lugar de alejarlos. El mejor medio de echar a los Espíritus malos es el atraer a los buenos. Atraed, pues, a los buenos Espíritus haciendo el mayor bien posible, y los malos se irán; porque el bien y el mal son incompatibles. Sed siempre buenos, y no tendréis más que buenos Espíritus a vuestro lado."
- ¿Hay, sin embargo, personas muy buenas que son el blanco de los enredos de los Espíritus malos?
"Si estas personas son realmente buenas, puede ser que esto sea una prueba para ejercitar su paciencia y excitarles a ser todavía mejores; pero creed bien que no son los más virtuosos los que más hablan de la virtud. El que posee cualidades reales las ignora muchas veces él mismo o no habla de ellas."
14. ¿Qué creeremos cuanto a la eficacia del exorcismo para echar los Espíritus malos de los lugares que frecuentan?
"¿Habéis visto muchas veces que este medio haya tenido resultados? Por el contrario, ¿no habéis visto redoblar la zambra y el ruido después de las ceremonias del exorcismo? Es que se divierten cuando se les toma por el diablo."
"Los Espíritus que no vienen con mala intención pueden también manifestar su presencia por el ruido y aun haciéndose visibles, pero nunca hacen ruido que incomode.
Estos son muchas veces Espíritus que sufren y que podéis aliviar rogando por ellos; otras veces son Espíritus benévolos que quieren probaros que están cerca de vosotros, o en fin Espíritus ligeros que juguetean. Como los que turban el reposo por el ruido, son casi siempre Espíritus que se divierten, lo que mejor puede hacerse es reírse; ellos se cansarán si ven que no consiguen asustar ni impacientar."
(Véase más arriba, capítulo V, "manifestaciones físicas espontáneas").
Resulta de las referidas explicaciones que hay Espíritus que se aficionan a ciertas localidades y dan a ellas la preferencia, pero que no tienen por esto necesidad de manifestar su presencia por efectos sensibles. Un lugar cualquiera puede ser la morada forzada o predilecta de un Espíritu, aún malo, sin que se haya producido en él ninguna manifestación.
Los Espíritus que se aficionan a las localidades o a las cosas materiales, no son jamás Espíritus superiores, pero sin ser superiores pueden no ser malos y no tener ninguna mala intención; algunas veces son comensales más útiles que dañosos, porque si se interesan por las personas, pueden protegerlas.

CAPÍTULO X
NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES
Comunicaciones groseras, frívolas, formales o instructivas.

133. Hemos dicho que todo efecto que revela en su causa un acto de libre voluntad, por insignificante que sea este acto, acusa por esto mismo una causa inteligente. De este modo, un simple movimiento de una mesa que responde a nuestro pensamiento, O presenta un carácter intencional, puede considerarse como una manifestación inteligente. Si el resultado se limitara a esto solo, tendría para nosotros un interés muy secundario; sin embargo, algo sería ya el habernos dado una prueba de que hay en estos fenómenos otra cosa más que una acción puramente material; pero la utilidad práctica que sacaríamos de eso sería para nosotros nula, o al menos muy restringida; otra cosa sucede cuando esta inteligencia adquiere un desarrollo que permite un cambio regular y seguido de pensamientos; entonces ya no son simples manifestaciones inteligentes, sino verdaderas comunicaciones. Los medios de que disponemos hoy día permiten el obtenerlas tan extensas, tan explícitas y tan rápidas como las que nos comunicamos con los hombres.
Si nos penetramos bien, según la "escala espiritista" (Libro de los Espíritus, núm. 100), de la variedad infinita que existe entre los Espíritus, bajo el doble aspecto de la inteligencia y de la moralidad, se concebirá fácilmente la diferencia que debe haber en sus comunicaciones; en las que debe reflejarse la elevación o la bajeza de sus ideas, su saber y su ignorancia, sus vicios y sus virtudes; en una palabra no deben parecerse las unas a las otras, ni más ni menos que las de los hombres, desde el salvaje al europeo más ilustrado. Todos los matices que presentan pueden agruparse en cuatro categorías principales; según sus caracteres más marcados, son, pues, "groseras, frívolas, formales e instructivas".

134. Las "comunicaciones groseras" son aquellas que se traducen por expresiones que hieren la decencia. No pueden emanar sino de Espíritus de baja clase, manchados todavía con todas las impurezas de la materia, y no difieren en nada de las que podían dar los hombres viciosos y groseros. Repugnan a toda persona que tiene la menor delicadeza de sentimientos; porque son, según el carácter de los Espíritus, triviales, deshonestas, obscenas, insolentes, vanidosas, malévolas y aun impías.

135. Las "comunicaciones frívolas" emanan de los Espíritus ligeros, burlones y traviesos, más maliciosos que malvados, y no dan ninguna importancia a lo que dicen.
Como no tienen nada de indecentes, gustan a ciertas personas que se divierten con ellas y encuentran placer en estos entretenimientos fútiles en que se habla mucho para no decir nada. Estos Espíritus dicen de vez en cuando agudezas espirituales y satíricas, y en medio de sus chistes vulgares dicen algunas veces duras verdades que tocan casi siempre en el blanco. Estos Espíritus ligeros pululan alrededor de nosotros y aprovechan todas las ocasiones para mezclarse en las comunicaciones; la verdad es el menor de sus cuidados; por eso tienen el pernicioso placer de mixtificar a aquellos que tienen la debilidad y algunas veces la presunción de creerlos bajo su palabra. Las personas que se complacen con esta clase de comunicaciones dan, naturalmente, acceso a los Espíritus ligeros y mentirosos; los Espíritus formales se alejan de ellos como sucede entre nosotros, que los hombres formales se alejan de las reuniones de los atolondrados.

136. Las "comunicaciones formales" son graves en cuanto al objeto y a la manera como se hacen. Toda comunicación que excluye la frivolidad y la grosería, y que tiene un fin útil, aunque fuese de interés privado, es por lo mismo formal; pero no por esto está siempre exenta de errores. Los Espíritus formales no todos tienen igual ilustración. Hay muchas cosas que ellos ignoran y sobre las cuales pueden engañarse de buena fe; por eso los Espíritus verdaderamente superiores nos aconsejan sin cesar, que sometamos todas las comunicaciones al examen de la razón y de la más severa lógica.
El preciso, pues, distinguir las comunicaciones "verdaderamente formales" de las "falsas formales", y esto no es siempre fácil, porque es a favor de la misma gravedad del lenguaje ciertos Espíritus presuntuosos o falsos sabios procuran hacer prevalecer las ideas más falsas y los sistemas más absurdos; y para hacerse más verídicos y darse más importancia no tienen escrúpulo en adornarse con los nombres más respetables y más venerados. Ese es uno de los grandes escollos de la ciencia práctica; volveremos a tratar de ello más adelante, con toda la extensión que necesita un objeto tan importante, al mismo tiempo que daremos a conocer los medios de precaverse contra el peligro de las falsas comunicaciones.

137. Las "comunicaciones instructivas" son las comunicaciones formales que tienen por principal objeto alguna enseñanza dada por los Espíritus sobre las ciencias, la moral, la filosofía, etc. Son más o menos profundas, según el grado de elevación o de "desmaterialización" del Espíritu. Para sacar de estas comunicaciones un fruto real, es preciso que se regularicen y se continúen con perseverancia. Los Espíritus formales se interesan por aquellos que quieren instruirse y los secundan, mientras que dejan a los Espíritus ligeros el cuidado de divertir a los que sólo ven en estas manifestaciones una distracción pasajera. Por la regularidad y la frecuencia de estas comunicaciones es como se puede apreciar el valor moral e intelectual de los Espíritus con los cuales uno se comunica, y el grado de confianza que merecen. Si la experiencia es necesaria para juzgar a los hombres, mayor se necesita para juzgar a los Espíritus.
Dado a estas comunicaciones la calificación de "instructivas", nosotros las suponemos "verdaderas", porque lo que no fuese "verdadero" no podría ser "instructivo", aunque se dijera con el lenguaje más imponente. No podríamos, pues, colocar en esta categoría ciertas enseñanzas, que no tienen de formal sino la forma, a menudo pomposa y enfática, con ayuda de la cual los Espíritus más presuntuosos que sabios, que las dictan, pretenden hacer ilusión; pero estos Espíritus, no pudiendo suplir el fondo que no tienen, no podrían sostener mucho tiempo su papel; pronto descubren su flanco débil, por poco que continúen sus comunicaciones o se sepa acosarlos hasta sus últimos atrincheramientos.
138. Los medios de comunicación son muy variados. Los Espíritus obran sobre nuestros órganos y sobre todos nuestros sentidos; pueden manifestarse a la vista en las apariciones, al tacto por impresiones tangibles, ocultas o visibles, al oído por ruidos, al olfato por olores sin causa conocida. Este último modo de manifestarse, aunque muy real, es sin contradicción el más incierto por las numerosas causas que pueden inducir en error, por lo que no nos ocuparemos de ello. Lo que debemos examinar con cuidado son los diversos medios de obtener comunicaciones, es decir, un cambio regular y continuado de pensamientos. Es-tos medios son: "los golpes", la "palabra y la escritura".
Los desarrollaremos en capítulos especiales.

CAPÍTULO XI
SEMASIOLOGÍA Y TYPTOLOGÍA
Lenguaje de los signos y de los golpes. - Typtología altabética

139. Las primeras manifestaciones inteligentes se obtuvieron por los golpes o la typtología. Este medio primitivo, que se resentía de la infancia del arte, no ofrecía más que recursos muy limitados, y en las comunicaciones estaba uno reducido a las respuestas por monosílabos de "sí" o "no", con la ayuda de un número convenido de golpes. Se le perfeccionó más tarde, como hemos dicho. Los golpes se obtienen de dos
maneras por médiums especiales; generalmente para este modo de operar es necesaria cierta aptitud para las manifestaciones físicas. La primera, que se podría llamar "typtología por báscula", consiste en el movimiento de la mesa que se levanta de un lado y vuelve a caer golpeando con el pie. Basta para esto que el médium ponga la mano sobre el borde de la mesa; si desea entrar en conversación con un Espíritu determinado, es menester hacer la evocación del mismo; en caso contrario el primero que llega es el que se presenta o el que tiene la costumbre de comunicarse. Conviniéndose, por ejemplo, en que un golpe quiera decir "sí" y dos golpes "no", lo que es indiferente, se dirigen al Espíritu las preguntas que se desean; más adelante veremos las que no deben hacerse. El inconveniente está en la brevedad de las respuestas y en la dificultad de formular la pregunta de modo que conduzca al Espíritu a contestar un "sí" o un "no".
Supongamos que se pregunta al Espíritu: ¿Qué deseas? No podría responder sino por una frase; es preciso entonces decirle: ¿deseas tal cosa? No; ¿tal otra? sí; y así sucesivamente.

140. Se debe observar que en el empleo de este medio, el Espíritu añade muchas veces una especie de mímica, esto es, que expresa la energía de la afirmación o de la negación por la fuerza de los golpes. Expresa también la naturaleza de los sentimientos que le animan; la violencia por lo brusco de los movimientos, la cólera e impaciencia, dando con fuerza golpes reiterados como una persona que patea con furia, echando algunas veces la mesa por el suelo. Si es benévolo y cortés, al principio y al fin de la sesión inclina la mesa en forma de saludo; si quiere ir directamente a una persona de la sociedad, dirige la mesa hacia ella con dulzura o violencia, según lo que quiere demostrar, afección o antipatía. Esto es, hablando con propiedad, la "semasiología" o lenguaje de los signos, como la "typtología" es el lenguaje de los golpes. He aquí un notable ejemplo de la espontaneidad de la semasiología: Un caballero conocido nuestro, estando un día en su salón, donde muchas personas se ocupaban de manifestaciones, recibió a la sazón una carta nuestra. Mientras que la leía, el velador que servía para los experimentos se dirigió repentinamente hacia él. Acabada la lectura de la carta, fue a ponerla sobre una mesa en el otra extremidad del salón; el velador le siguió y se dirigió hacia la mesa en que estaba la carta. Sorprendido de esta coincidencia, pensó que había alguna relación entre este movimiento y la carta; interrogando el Espíritu respondió ser nuestro Espíritu familiar. Habiéndonos informado este caballero de esta circunstancia, suplicamos por nuestra parte a dicho Espíritu que nos dijera el motivo de la visita que había hecho, y respondió: "Es natural que vaya a ver las personas con las cuales estás en relación, a fin de dar, en caso necesario, los avisos convenientes tanto a los unos como a los otros."
Es, pues, evidente, que el Espíritu quiso llamar la atención de este caballero, y buscaba una ocasión de hacerle saber que estaba allí. Un mudo no se hubiera explicado mejor.

141. La typtología no tardó en perfeccionarse y se enriqueció con un medio de comunicación más completo: el de la typtología alfabética Consiste en hacer designar las letras del alfabeto por medio de golpes; entonces se pudieron obtener palabras, frases y aun discursos enteros. Siguiendo cierto método, la mesa da tantos golpes como es preciso para indicar cada letra, esto es, un golpe por "a" dos por "b" y así consecutivamente; durante este tiempo una persona escribe las letras a medida que se designan. Cuando el Espíritu ha concluido, lo hace saber por un signo convenido.
Este modo de proceder, como se ve, es muy largo y necesita un tiempo enorme para las comunicaciones de alguna extensión; sin embargo hay personas que han tenido la paciencia de servirse de él para obtener dictados de muchas páginas; pero la práctica hizo descubrir medios abreviados que permitieron ir con cierta rapidez. El que está más en uso consiste en tener delante un alfabeto escrito, así como la serie de los números marcando las unidades. Mientras que el médium está en la mesa, otra persona recorre sucesivamente las letras del alfabeto si se trata de una palabra, o la de las cifras si se trata de un número; llegando sobre la letra necesaria, la misma mesa da golpe y se escribe la letra; después se vuelve a empezar por la segunda, la tercera y así sucesivamente.
Si se ha engañado en una letra, el Espíritu lo advierte por muchos golpes o por un movimiento de la mesa y se vuelve a empezar. Con la práctica se va con bastante rapidez; pero se abrevia sobre todo mucho adivinando el fin de una palabra comenzada, y que el sentido de la frase hace conocer; si se está en la incertidumbre, se pregunta al Espíritu si ha querido poner tal palabra, y él responde por "sí" o por "no".

142. Todos los efectos que acabamos de indicar pueden obtenerse aún de una manera más sencilla por los golpes que se hacen oír en la misma madera de la mesa, sin ninguna especie de movimiento, y que hemos descrito en el capítulo de las manifestaciones físicas, número 64; esto es, la "typología íntima". Todos los médiums no son igualmente propios para este último modo de comunicación, porque los hay que no obtienen más que los golpes por báscula; sin embargo, con el ejercicio pueden conseguirlo la mayor parte, y esta manera tiene la doble ventaja de ser más rápida y de prestarse menos a la sospecha que la báscula, que se puede atribuir a una presión voluntaria. Es verdad que los golpes íntimos podrían también imitarse por médiums de mala fe. Las mejores cosas pueden sofisticarse; lo que no prueba nada contra ellas. (Véase al fin de este volumen el capítulo titulado "Fraudes y supercherías").
Cualesquiera que sean las perfecciones que se hayan podido alcanzar en esta manera de proceder, no puede jamás conseguirse la rapidez y facilidad que presenta la escritura; así es que se emplea ahora muy poco; sin embargo es algunas veces muy interesante al punto de vista del fenómeno, principalmente para los novicios, y tiene, sobre todo, la ventaja de probar de una manera perentoria la independencia absoluta del pensamiento del médium. Se obtienen muchas veces así respuestas tan imprevistas, tan a propósito, que seria preciso haber tomado un partido muy determinado, para no convencerse hasta la evidencia. Por lo tanto esto es para muchas personas un poderoso motivo de convicción; pero por este medio, como tampoco por los otros, los Espíritus no quieren prestarse a los caprichos de los curiosos que desean ponerlos a prueba con preguntas fuera del caso.

143. Con el fin de asegurar mejor la independencia del médium, se han imaginado diversos instrumentos consistentes en cuadrantes sobre los cuales están trazadas las letras a la manera de los cuadrantes de los telégrafos eléctricos. Una aguja movible, puesta en movimiento por la influencia del médium, con ayuda de un hilo conductor y una polea, indica las letras. No conocemos estos instrumentos sino por los dibujos y las descripciones que se han publicado en América; no podemos, pues, hablar sobre su mérito, pero creemos que su misma complicación es un inconveniente; que la independencia del médium está del todo bien atestiguada por los golpes íntimos, y que lo es mucho más aún por lo imprevisto de las contestaciones que por todos los medios materiales. Por otra parte, los incrédulos, que están siempre dispuestos a ver por todas partes hilos y preparaciones, están aún más inclinados en suponer a éstas un mecanismo especial, que en la primera mesa desprovista de todo accesorio.

144. Un aparato más sencillo, pero del cual la mala fe puede fácilmente abusar, como lo veremos en el capítulo de los fraudes, es el que nosotros designaremos bajo el nombre de "Mesa-Girardin", en recuerdo del uso que hacía de ella madama Emilia de Girardin en las numerosas comunicaciones que obtuvo como médium; porque madama Girardin, aun cuando era mujer de genio, tenia la debilidad de creer en los Espíritus y en sus manifestaciones. Este instrumento consite en un sobre-velador movible, de treinta o cuarenta centímetros de diámetro, girando libre y fácilmente sobre su eje a manera de ruleta. Sobre la superficie y en la circunferencia están trazadas, como sobre un cuadrante, las letras, los números y las palabras si y no. Al centro hay una aguja fija.
Colocando el médium sus dedos sobre el borde de la mesita, ésta gira y se detiene cuando la letra deseada está bajo la aguja. Se toma nota de las letras indicadas y se forman así bastante rápidamente las palabras y las frases.
Es de observar que la mesita no se escurre bajo los dedos, sino que los dedos quedan en ella aplicados siguiendo el movimiento de la mesita. Puede ser que un médium poderoso pudiese obtener un movimiento independiente, lo creemos posible, pero no hemos sido jamás testigos. Si la experiencia pudiera hacerse de esta manera, seria infinitamente más concluyente, porque apartaría toda posibilidad de superchería.

145. Nos queda por destruir un error bastante extendido, y que consiste en confundir todos los Espíritus que se comunican por golpes con los Espíritus golpeadores. La typtología es un medio de comunicación como otro, y que no es más indigno de los Espíritus elevados que la escritura o la palabra. Todos los Espíritus, buenos o malos, pueden, pues, servirse de él como de los otros modos. Lo que caracteriza a los Espíritus superiores es la elevación del pensamiento y no el instrumento del que se sirven para transmitirlo; sin duda prefieren los medios más cómodos y sobre todo más rápidos; pero a falta de lápiz y papel, se servirán sin escrúpulo de la vulgar mesa parlante, y la prueba de esto es que se obtienen por este medio las cosas más sublimes. Si nosotros no nos servimos, pues, de ella, no es que la despreciemos, sino únicamente porque, como fenómeno, nos ha enseñado todo lo que podíamos saber, que no puede añadir nada a nuestras convicciones y que la extensión de las comunicaciones que recibimos exige una rapidez incompatible con la typtología.
Todos los Espíritus que golpean no son, pues, Espíritus golpeadores; este nombre debe quedar reservado para aquellos que se pueden llamar golpeadores de profesión, y que con ayuda de este medio se complacen en hacer jugarretas para divertir a una sociedad o vejar con su importunidad. De su parte pueden esperarse algunas veces cosas espirituales pero nunca cosas profundas; así es que será perder el tiempo en dirigirles preguntas de cierto alcance científico o filosófico; su ignorancia y su inferioridad les han valido con justo titulo, de parte de otros Espíritus, la calificación de Espíritus titiriteros o saltimbanquis del mundo espiritista. Añadamos que si obran muchas veces por su propia cuenta son, a menudo también, instrumentos de que se sirven los Espíritus superiores cuando éstos quieren producir efectos materiales.

CAPÍTULO XII
PNEUMATOGRAFÍA O ESCRITURA DIRECTA. - PNEUMATOFONÍA
Escritura directa

146. La "pneumatografía" es a escritura producida directamente por el Espíritu, sin ningún intermediario; difiere de la psycografía en que ésta es la transmisión del pensamiento del Espíritu por medio de la escritura ejecutada por la mano del médium.
El fenómeno de la escritura directa es, sin contradicción, uno de los más extraordinarios del Espiritismo; pero por anómalo que parezca a primera vista, es hoy día un hecho verídico e incontestable. Si la teoría es necesaria para comprender la posibilidad de los fenómenos espiritistas en general, de seguro que lo es más aún en este caso uno de los más extraños que se hayan presentado hasta ahora, pero que cesa de parecer sobrenatural, desde que se comprende el principio.
En la primera revelación de este fenómeno, el sentimiento dominante fue el de la duda; la idea de una superchería vino al pronto al pensamiento; en efecto, todo el mundo conoce la acción de las tintas llamadas simpáticas, cuyos caracteres, al principio completamente invisibles, aparecen al cabo de algún tiempo. Se podía, pues, haber abusado de la credulidad, y no afirmaremos que no se haya hecho nunca; estamos también convencidos de que ciertas personas, ya sea con un objeto mercenario, ya sea únicamente por amor propio y para hacer creer en su potencia, hayan empleado subterfugios. (Véase el capítulo de los "fraudes").
Pero no porque pueda imitarse una cosa debe sacarse en consecuencia que la cosa no existe: esto sería un absurdo. ¿No se ha encontrado en estos últimos tiempos un medio de imitarse la lucidez de los sonámbulos, hasta el punto de hacer ilusión? ¿Y porque este procedimiento de escamoteador ha recorrido todas las ferias hemos de decir que no hay verdaderos sonámbulos? ¿Porque ciertos taberneros vendan vino adulterado es una razón para que no haya vino puro? Lo mismo sucede en cuanto a la escritura directa; las precauciones para asegurarse de la realidad del hecho eran, además, sencillísimas y muy fáciles, y gracias a estas precauciones no puede hoy día ser objeto de ninguna duda.

147. Puesto que la posibilidad de escribir sin intermediario es uno de los atributos del Espíritu, que los Espíritus han existido en todo tiempo y que han producido los diversos fenómenos que conocemos, han debido igualmente producir la escritura directa, en la antigüedad lo mismo que en nuestros días; y así es cómo se explica la aparición de las tres palabras en la sala del festín de Baltasar. La edad media, tan fecunda en prodigios ocultos, pero que fueron sofocados en las hogueras, debió conocer también la escritura directa, y quizá en la teoría de las modificaciones encontraríamos que los Espíritus pueden operar sobre la materia; en el capítulo VIII hemos explanado el principio de la creencia sobre la transmutación de los metales.
Cualesquiera que sean los resultados obtenidos en diversas épocas, sólo se ha tratado formalmente de la escritura directa, desde la vulgarización de las manifestaciones espiritistas. El primero que parece haberla hecho conocer en París en estos últimos años fue el señor Barón de Guldenstubbe, que publicó sobre este objeto una obra muy interesante, conteniendo gran número de "facsímiles" de las escrituras que obtuvo (*). El fenómeno era ya conocido en América desde algún tiempo. La posición social del señor de Guldenstubbe, su
independencia y la consideración de que goza en la sociedad más elevada, incontestablemente quitan toda sospecha de fraude voluntario, porque no puede moverle ninguna clase de interés. Todo lo más que podría creerse es que el mismo podía ser juguete de una ilusión; pero a esto responde perentoriamente el hecho de la obtención del referido fenómeno por otras personas con todas las precauciones necesarias para evitar toda superchería y toda causa que pudiese inducir a error.

148. La escritura directa se obtiene como en general la mayor parte de las manifestaciones espiritistas no "espontáneas", por el recogimiento, la oración y la evocación. Se han obtenido muchas veces de estas en las iglesias, sobre las tumbas, al pie de las estatuas o de las imágenes de los personajes que se les llama; pero es evidente que la localidad no tiene otra influencia que provocar mayor recogimiento y concentración del pensamiento; porque está probado que se obtienen igualmente sin estos accesorios y en los parajes más vulgares, sobre un simple mueble doméstico, si uno se encuentra en las condiciones morales requeridas, y si se goza de la facultad medianímica necesaria.
Al principio se pretendía que era preciso colocar un lápiz con el papel; el hecho entonces podía explicarse hasta cierto punto. Se sabe que los Espíritus operan el movimiento y cambio de los objetos de un punto a otro, que los cogen y los lanzan algunas veces a través del espacio; podían, pues, del mismo modo coger el lápiz y servirse de él para trazar caracteres; ya que ellos dan el impulso por el intermediario de la mano del médium, de una tablita, etc., podían igualmente hacerlo de una manera directa. Pero no se tardó en reconocer que la presencia del lápiz no era necesaria, y que bastaba un simple pedazo de papel doblado o no, sobre el cual se encuentran, después de algunos minutos, caracteres trazados. Aquí el fenómeno cambia completamente la faz y nos pone en otro orden de cosas enteramente nuevo; estos caracteres se han trazado con alguna sustancia; desde el momento en que no se ha facilitado esta sustancia al Espíritu, debe, pues, haberla hecho él mismo, debe hacerla compuesto. ¿De dónde la ha sacado? Este es el problema. Si nos queremos atener a las explicaciones dadas en el capítulo VIII, números 127 y 128, encontraremos allí la teoría completa de este fenómeno. En esta escritura, el Espíritu no se sirve ni de nuestras sustancias, ni de nuestros instrumentos; él mismo hace la materia y los instrumentos que le son necesarios, tomando sus materiales en el elemento primitivo universal, al cual hace sufrir, por su voluntad, las modificaciones necesarias para el efecto que quiere producir. Puede, pues, muy bien fabricar lápiz encarnado, tinta de imprenta o tinta ordinaria, así como lápiz negro, los mismo que presentar caracteres tipográficos bastante consistentes para dar un relieve al impreso, así como hemos visto de ello varios ejemplos. La hija de un caballero que conocemos, joven de doce a trece años, obtuvo páginas enteras escritas con una sustancia análoga al pastel.

149. Tal es el resultado a que nos ha conducido el fenómeno de la caja de tabaco referido en el capítulo VII, número 116, y sobre el cual nos hemos extendido largamente, porque hemos visto en aquél la ocasión de sondear una de las más graves leyes del Espiritismo, ley cuyo conocimiento puede ilustrar más de un misterio aun del mundo visible. Así es que de un hecho, vulgar en apariencia, puede salir la luz; todo consiste en observar con cuidado, y esto es lo que cada uno puede hacer como lo hemos hecho nosotros, si es que no quieren limitarse a ver efectos sin buscar sus causas. Si nuestra fe se afirma de día en día, es porque comprendemos; haced que os comprendan si queréis hacer prosélitos formales. La inteligencia de las causas tiene otro resultado, y es el de trazar la línea de demarcación entre la verdad y la superstición.
Si mirásemos la escritura directa desde el punto de vista de las ventajas que puede ofrecer, diríamos que hasta ahora su principal utilidad ha sido la prueba material de un hecho grave: la intervención de una potencia oculta que encuentra por este medio un nuevo modo de manifestarse. Pero las comunicaciones que se obtienen de este modo rara vez son extensas; generalmente son espontáneas y limitadas a palabras, sentencias, a menudo a signos ininteligibles; se han obtenido en todas las lenguas, en griego, en latín, en siríaco, en caracteres geroglíficos, etc., pero no se han prestado todavía a estas conversaciones continuadas y rápidas que permite la psycografía o escritura por médiums.

Pneumatofonía

150. Los Espíritus pueden producir ruidos y dar golpes, pueden también hacer oír gritos de cualquiera naturaleza y sonidos vocales imitando la voz humana, a nuestro lado o en la vaguedad del aire; este es el fenómeno que designamos bajo el nombre de "pneumatofonía". Según lo que conocemos de la naturaleza de los Espíritus, se puede pensar que algunos de entre ellos, cuando son de orden inferior, se hacen ilusión y creen hablar como cuando vivían. (Véase Revista Espiritista, Febrero 1858: "Historia del aparecido de la señora Clairon").
Será preciso, sin embargo, guardarse de tomar por voces ocultas todos los sonidos que no tienen causa conocida, o simples zumbidos de oídos, y sobre todo de creer que haya la menor verdad en la especie vulgar de que el oído que zumba nos advierte que se habla de nosotros en alguna parte. Esos zumbidos cuya causa es puramente fisiológica, no tienen, por otra parte, ningún sentido, mientras que los sonidos pneumatofónicos expresan pensamientos y sólo por esto se puede reconocer que son debidos a una causa inteligente y no accidental. Se puede poner por principio que los efectos "notoriamente inteligentes" son los únicos que pueden atestiguar la intervención de los Espíritus; en cuanto a los otros hay al menos cien probabilidades contra una que se deben a causas fortuitas.

151. Acontece bastante a menudo que dormitando se oyen pronunciar palabras claras, nombres, algunas veces frases enteras, y bastante fuertes que nos despiertan con sobresalto. Aunque puede suceder que en ciertos casos sea esto una manifestación muy real, este fenómeno nada tiene que sea bastante positivo para que no se pudiese atribuir a una causa análoga a la que hemos manifestado en la teoría de la alucinación, capítulo VII, números 111 y siguientes. Además de que lo que se oye de esta manera, no tiene ninguna ilación; no sucede lo mismo cuando a uno se le despierta de repente, porque entonces si es un Espíritu quien se hace oír, casi siempre puede cambiar con él algunos pensamientos y ligar una conversación regular.
Los sonidos espiritistas o pneumatofónicos tienen dos maneras bien claras de producirse; algunas veces es una voz íntima que resuena en el interior; pero aunque las palabras sean claras y distintas, sin embargo nada tienen de material; otras veces son exteriores y tan distintamente articuladas, como si proviniesen de una persona que se tuviera a nuestro lado.
De cualquier manera que se produzca, el fenómeno de la pneumatofonía es casi siempre espontáneo y no puede ser sino muy raramente provocado.

CAPÍTULO XIII
PSYCOGRAFÍA
Psycografía indirecta: cestitas y tablitas.
Psycografía directa o manual

152. La ciencia espiritista ha progresado como todas las otras, y con más rapidez aún; porque apenas hace algunos años que empezaron estos medios primitivos e incompletos que se llaman trivialmente mesas parlantes, y estamos ya en disposición de poder comunicarnos con los Espíritus, con tanta facilidad y tanta rapidez como los hombres lo hacen entre sí, y por los mismos medios: esto es, la escritura y la palabra. La escritura tiene sobre todo la ventaja de acusar la intervención de una potencia oculta con más materialidad y dejar señales que se pueden conservar, como nosotros lo hacemos con nuestra propia correspondencia. El primer medio que se observó fue el de las tablitas y cestitas provistas de un lápiz. He aquí cual es el modo de servirse de las mismas.

153. Hemos dicho que una persona dotada de una aptitud especial puede imprimir un movimiento de rotación a una mesa o a un objeto cualquiera; tomemos, en lugar de una mesa, una pequeña cestita de quince a veinte centímetros de diámetro (que sea de madera o de mimbre poco importa, la sustancia es indiferente). Si a través del fondo de esta cestita se hace pasar un lápiz sujetado sólidamente, la punta por fuera y hacia abajo, y que se mantenga el todo en equilibrio sobre la punta del lápiz, colocado el mismo sobre una hoja de papel, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, ésta tomará su movimiento; pero en lugar de girar paseará el lápiz en sentido diverso sobre el papel, formando ya sean trazos insignificantes, ya sean caracteres de escritura. Si se evoca a un Espíritu y quiere comunicarse, responderá no ya por
golpes, como en la typtología,
sino por palabras escritas. El movimiento de la cestita no es ya automático como en las mesas giratorias; viene a ser inteligente. En esta disposición el lápiz, llegado al extremo de la línea, no vuelve sobre si mismo para empezar otra; continúa circularmente de tal modo que la línea de escritura forme una espiral y que es preciso volver muchas veces el papel para leer lo que está escrito. La escritura obtenida de este modo no siempre es muy legible, porque las palabras no están separadas; pero el médium, por una especie de intuición, las descifra fácilmente. Por sistema de economía se puede sustituir la pizarra y el pizarrín al papel y al lápiz ordinario. Nosotros designaremos esta cestita bajo el nombre de "cestita-trompo". A la cestita se sustituye algunas veces un cartón bastante semejante a las cajas de dulces; el lápiz forma el eje como el juego llamado "perinola".

154. Muchas otras disposiciones se han imaginado para alcanzar el mismo objeto. La más cómoda es la que llamaremos "cestita de pico", y que consiste en adaptar sobre la cestita pedazos de un palo inclinado, saliendo de diez a quince centímetros de un lado, en la posición del mástil de bauprés de un buque. Por un agujero practicado en la extremidad de este palo o del pico, se hace pasar un lápiz bastante largo para que la punta descanse sobre el papel. El médium, poniendo los dedos sobre los bordes de la cestita, todo el aparato se agita, y el lápiz escribe como en el caso arriba dicho, con la diferencia que la escritura es, en general, más legible, las palabras separadas y las líneas no forman espiral, y siguen como la escritura ordinaria, pudiendo el médium fácilmente llevar el lápiz de una línea a otra. Se obtienen así disertaciones de muchas páginas tan rápidamente como si se escribía con la mano.

155. La inteligencia que obra se manifiesta a menudo por otras señales no equívocas. Llegado al fin de la página, el lápiz hace espontáneamente un movimiento para volverla; quiere referirse a un pasaje precedente, en la misma página o en otra, busca con la punta del lápiz, como lo haría con el dedo, después lo subraya, Quiere, en fin, el Espíritu dirigirse a uno de los asistentes, la punta del palo se dirige hacia él. Para abreviar, expresa a menudo las palabras "sí" y "no" por los signos de afirmación y negación como nosotros hacemos con la cabeza; si quiere expresar la cólera y la impaciencia da golpes redoblados con la punta de lápiz y muchas veces lo rompe.

156. En lugar de cestita, algunas personas se sirven de una especie de mesita hecha expresamente, de doce a quince centímetros de largo, sobre cinco o seis de altura, de tres pies, de los cuales el uno lleva el lápiz; los otros dos están redondeados o guarnecidos de una bolita de marfil para deslizarse fácilmente sobre el papel. Otros se sirven simplemente de una "tablita" de quince a veinte centímetros cuadrados triangular, oblonga u ovalada; sobre uno de los bordes hay un agujero "oblicuo" para meter el lápiz; colocada para escribir, se encuentra inclinada y se apoya por uno de sus lados sobre el papel; el lado que descansa sobre éste está algunas veces guarnecido de dos ruedecitas para facilitar el movimiento. Se concibe, por otra parte, que todas estas disposiciones no tienen nada de absoluto; la más cómoda es la mejor.
Con todos estos aparatos es preciso casi siempre ser dos personas; pero no es necesario que la segunda esté dotada de la facultad medianímica: sirve únicamente para mantener el equilibrio y disminuir la fatiga del médium.

157. Llamamos "psycografía indirecta" la escritura obtenida así, en oposición a la "psycografía directa o manual" obtenida por el mismo médium. Para comprender este último procedimiento es necesario hacerse cargo de lo que pasa en esta operación. El Espíritu extraño que se comunica obra sobre el médium; éste, bajo su influencia, dirige "maquinalmente" su brazo y su mano para escribir, sin tener (es al menos el caso más
ordinario) la menor conciencia de lo que escribe; la mano obra sobre la cestita y la cestita sobre el lápiz; de este modo "no es la cestita la que es inteligente", es un instrumento dirigido por una inteligencia; no es en realidad sino un lapicero, un apéndice de la mano, un intermediario entre la mano y el lápiz; suprimid este intermediario y colocad el lápiz en la mano, tendréis el mismo resultado, con un mecanismo mucho más sencillo, puesto que el médium escribe como lo hace, en condiciones normales; así es que toda persona que escribe con la ayuda de una cestita, tablita u otro objeto, puede escribir directamente. De todos los medios de comunicación, la "escritura de la mano", designada por algunos bajo el nombre de "escritura involuntaria", es, sin contradicción, la más sencilla, la más fácil y la más cómoda, porque no exige ninguna preparación y se presta, como la escritura corriente, a las comunicaciones más extensas. Volveremos a esto mismo hablando de los médiums.

158. Al principio de las manifestaciones, cuando se tenían sobre este objeto ideas menos precisas, se publicaron muchos escritos con esta designación: "Comunicaciones de una cestita, de una tablita, de una mesita," etc. Hoy día se comprende lo insuficiente y erróneo de estas palabras, hecha abstracción de su carácter poco formal. En efecto, como acabamos de ver, las mesas, tablitas y cestitas, no son más que instrumentos ininteligentes, aunque animados momentáneamente de una vida ficticia, y que no pueden comunicar nada por sí mismas; esto es tomar el efecto por la causa, el instrumento por el principio; esto equivaldría a que un autor pusiera sobre el título de su obra que la escribió con una pluma metálica o una pluma de ave. Por otra parte estos instrumentos no son absolutos; conocemos a uno que en lugar de la "cestita-trompo" que hemos descrito, se servía de un embudo o gollete por el cual pasaba el lápiz. Se hubieran, pues, podido tener las comunicaciones de un embudo, lo mismo que de una cazuela o de una ensaladera. Si han tenido lugar por medio de golpes, y que estos golpes los haya dado una silla o un bastón, tampoco es una mesa parlante, sino una silla o un bastón parlante. Lo que importa conocer no es la naturaleza del instrumento, sino el modo como se obtiene. Si la comunicación ha tenido lugar por la escritura, cualquiera que sea el instrumento que ha sostenido el lápiz, para nosotros es la "psycografía"; si es por los golpes, es la "typtología". Tomando el Espiritismo las proporciones de una ciencia, le es preciso un lenguaje científico.

CAPÍTULO XIV
DE LOS MÉDIUMS
Médiums de efectos físicos. - Personas eléctricas. - Médiums sensitivos o impresionables. - Médiums auditivos. - Médiums parlantes. - Médiums videntes. –Médiums sonámbulos. - Médiums curanderos. - Médiums pneumatógrafos.

159. Toda persona que resiente en cualquier grado la influencia de los Espíritus, es por esto mismo médium. Esta facultad es inherente al hombre, y por consecuencia no es privilegio exclusivo; así es que hay pocos entre los que no se encuentren algunos rudimentos. Se puede, pues, decir, que casi todos son médiums. Sin embargo, en el uso, esta calificación sólo se aplica a aquellos cuya facultad medianímica está claramente caracterizada y se conoce por los efectos patentes de cierta intensidad, lo que depende de una organización más o menos sensitiva. También debemos notar que esta facultad, no se revela en todos de la misma manera; los médiums tienen generalmente, una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, y en esto consiste que se hagan tantas variedades, como hay clases de manifestaciones. Las principales son: "Los médiums de efectos físicos, los médiums sensitivos o impresionables, auditivos, parlantes, videntes, sonámbulos, curanderos, pneumatágrafos, escribientes o psycógrafos".

1. Médiums de efectos físicos

160. Los "médiums de efectos físicos" son más especialmente aptos para producir fenómenos materiales, tales como los movimientos de los cuerpos inertes, los ruidos, etc. Se puede dividir en "médiums facultativos y médiums involuntarios". (Véase segunda parte, cap. II y IV).
Los "médiums facultativos" son aquellos que tienen la conciencia de su poder y que producen los fenómenos espiritistas por un acto de su voluntad. Esta facultad, bien que inherente a la especie humana, como ya lo hemos dicho, está lejos de existir en todos en el mismo grado; pero si hay pocas personas en que es absolutamente nula las que son aptas para producir los grandes efectos, tales como la suspensión de los cuerpos graves en el espacio, la traslación aérea y sobre todo las apariciones, son más raras aún. Los efectos más sencillos son los de la rotación de un objeto, los golpes que da levantándose este objeto, o en su misma sustancia. Sin dar más importancia capital a estos fenómenos, aconsejamos que no se desprecien, pueden dar lugar a observaciones interesantes y ayudar a la convicción. Pero es de notar que la facultad de producir efectos materiales existe rara vez entre aquellos que tienen medios más perfectos de comunicación como la escritura o la palabra. Generalmente la facultad disminuye en un sentido a medida que se desenvuelve en otro.

161. Los "médiums involuntarios o naturales" son aquellos cuya influencia se ejerce sin saberlo ellos mismos. No tienen ninguna conciencia de su poder, y muchas veces lo anómalo que pasa a su alrededor no les parece de ningún modo extraordinario; esto forma parte de sí mismos, absolutamente como las personas que están dotadas de la doble vista y ellas mismos no lo saben. Estos sujetos son muy dignos de observación y deben recogerse y estudiarse los hechos de este género que vengan a nuestra noticia; éstos se manifiestan en cualquier edad y a menudo en niños muy jóvenes. (Véase más arriba capítulo V, "Manifestaciones espontáneas").
Esta facultad no es por sí misma el indicio de un estado patológico, porque no es incompatible con una salud perfecta. Si el que la posee sufre, es por razón de una causa extraña; así los medios terapéuticos son impotentes para hacerla cesar. Puede, en algunos casos, ser consecuencia de cierta debilidad orgánica, pero nunca es causa eficiente. No se podría, pues, razonablemente, concebir ninguna inquietud al punto de vista higiénico; no podrá tener ningún inconveniente, a no ser que si el sujeto que ha llegado a ser médium facultativo, abuse de la facultad, porque entonces habría en él emisión demasiado abundante de fluido vital, y por consecuencia debilidad de los órganos.

162. La razón se subleva a la idea de las torturas morales y corporales, a las que la ciencia ha sometido algunas veces a seres débiles y delicados con el fin de asegurarse si por su parte había superchería; estos "experimentos", hechos muchas veces con malevolencia, son siempre dañosos a las organizaciones sensitivas; de esto podrían resultar graves desórdenes en la economía; hacer tales pruebas es jugar con la vida. El observador de buena fe no tiene necesidad del empleo de estos medios; aquel que está familiarizado con esta especie de fenómenos sabe que pertenecen más bien al orden moral que al orden físico, y que en vano se buscaría la solución en nuestras ciencias exactas.
Por lo mismo que estos fenómenos corresponden al orden moral, se debe evitar con un cuidado no menos escrupuloso todo lo que pueda sobreexcitar la imaginación.
Se saben los accidentes que puede ocasionar el miedo, y se sería menos imprudente si se conocían todos los casos de locura y de epilepsia que tienen su origen en los cuentos de hechiceros y brujerías. ¿Qué sería, pues, si se persuadía que es del "diablo"? Los que difunden tales ideas no saben la responsabilidad que contraen: "pueden matar". Pues el peligro no es sólo para el sujeto, es también para los que le rodean, que pueden asustarse pensando que su casa es una guarida. de demonios. Esta funesta creencia es la que ha causado tantos actos de atrocidad en los tiempos de ignorancia. Con un poco más de discernimiento, sin embargo, se hubiera podido pensar que quemando el cuerpo poseído por el diablo, no se quemaba al diablo. Puesto que querían deshacerse del diablo, a él era a quien se debía matar; la Doctrina Espiritista, ilustrándonos sobre la verdadera causa de estos fenómenos, le da el golpe de gracia. "Lejos, pues, de avivar este pensamiento, es un deber de moralidad y de humanidad combatirle si existe".
Lo que es preciso hacer cuando una facultad semejante se desenvuelve espontáneamente en un individuo, es dejar al fenómeno seguir su curso natural: la Naturaleza es más prudente que los hombres; la Providencia, por otra parte, tiene sus miras, y el más pequeño puede ser instrumento de los más grandes designios. Pero es menester convenir en que este fenómeno adquiere algunas veces proporciones fatigosas e importunas para todos; (*) pero he aquí en todos los casos lo que deberá hacerse. En el cap. V., de las "Manifestaciones físicas espontáneas" hemos dado ya algunos consejos con este objeto, diciendo que es necesario procurar ponerse en relación con el Espíritu para saber de el lo que quiere. El siguiente medio está igualmente fundado sobre la observación.
Los seres invisibles que revelan su presencia por efectos sensibles son, generalmente, Espíritus de un orden inferior, y que se pueden dominar por el ascendiente moral; este ascendiente es el que es preciso tratar de adquirir. Para obtener este ascendiente es menester hacer pasar al sujeto del estado de "médium natural" al de "médium facultativo". Entonces se produce un efecto análogo al que tiene lugar en el sonambulismo. Se sabe que el sonambulismo natural cesa generalmente cuando se reemplaza por el sonambulismo magnético. No se detiene la facultad emancipadora del alma, se le da otro curso. Lo mismo es en cuanto a la facultad medianímica.
A este efecto, en lugar de poner trabas a los fenómenos, lo que no se consigue fácilmente, y siempre sin peligro, es preciso excitar al médium a producirlos por su voluntad, imponiéndose al Espíritu; por este medio llega a dominarle, y de un dominador algunas veces tiránico hace un ser subordinado y a menudo muy dócil. Un hecho digno de observación y justificado por la experiencia es que en semejante caso un niño tiene tanta y muchas veces más autoridad que un adulto; nueva prueba en apoyo de este punto capital de la doctrina, que el Espíritu no es niño sino por el cuerpo y que tiene por si mismo un desenvolvimiento necesariamente anterior a su encarnación actual, desenvolvimiento que puede darle ascendiente sobre Espíritus que le son inferiores.
La moralización del Espíritu por los consejos de una tercera persona influyente y experimentada, si el médium no está en estado de hacerlo, es a menudo un medio muy eficaz; más adelante volveremos a esto mismo.

163. A esta categoría de médiums parecen pertenecer las personas dotadas de una cierta dosis de electricidad natural, verdaderos "torpedos humanos", produciendo por el simple contacto todos los efectos de atracción y de repulsión. Se haría mal, sin embargo, al considerarles como "médiums", porque la verdadera mediumnidad supone la intervención directa de un Espíritu; pues, en el caso de que hablamos, experimentos concluyentes han probado que la electricidad es el único agente de estos fenómenos.
Esta rara facultad que casi podría llamarse una dolencia, puede algunas veces ligarse con la mediumnidad, como se puede ver en la historia del "Espíritu golpeador de Bergzabern"; pero frecuentemente es del todo independiente. Así como lo hemos dicho, la sola prueba de la intervención de los Espíritus, es el carácter inteligente de las manifestaciones; cuantas veces no existe este carácter, se las puede atribuir con fundamento a una causa puramente física. La cuestión es el saber si las "personas eléctricas" tendrán una aptitud más grande para llegar a ser "médiums de efectos físicos", nosotros los creemos, pero esto sería un resultado de experiencía.

2. Médiums sensitivos o impresionables

164. Se designan así las personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una vaga impresión, una especie de rozamiento sobre todos los miembros, de lo cual no pueden darse cuenta. Esta variedad no tiene carácter bien marcado; todos los médiums son necesariamente impresionables; la impresionabilidad es antes una cualidad general que especial; es la facultad elemental indispensable para el desarrollo de todas las otras; difiere de la impresionabilidad puramente física y nerviosa, con la que es preciso no confundirla; porque hay personas que no tienen los nervios delicados y que sienten más o menos el efecto de la presencia de los Espíritus, de la misma manera que otros muy irritables no lo sienten.
Esta facultad se desenvuelve por la práctica, y puede adquirir tal sutileza que aquel que esté dotado de ella reconoce en la impresión que siente no solamente la naturaleza buena o mala del Espíritu que está a su lado, sino también su individualidad, como el ciego reconoce por cierto instinto la aproximación de tal o cual persona; viene a ser con relación a los Espíritus una verdadera sensitiva. Un buen Espíritu hace siempre una impresión dulce y agradable; la de un mal Espíritu al contrario, es penosa, ansiosa y desagradable; hay como un olor de impureza.

3. Médiums auditivos

165. Estos oyen la voz de los Espíritus; es como lo hemos dicho hablando de la pneumatofonía: algunas veces una voz íntima que se hace oír en el fuero interno; otras veces es una voz exterior clara y distinta
como la de una persona viva. Los médiums auditivos pueden entrar de este modo en conversación con los Espíritus. Cuando tienen la costumbre de comunicar con ciertos Espíritus, los reconocen inmediatamente con el metal de la voz. Cuando uno no está dotado de esta facultad, se puede igualmente comunicar con un Espíritu por el intermediario de un médium auditivo que hace el oficio de intérprete.
Esta facultad es muy agradable cuando el médium no oye sino buenos Espíritus, o solamente aquellos que llama; pero no es lo mismo cuando un Espíritu malo se encarniza en él y le hace oír a cada momento las cosas más desagrables y algunas veces las más inconvenientes. Es preciso entonces procurar desembarazarse de aquel por los medios que indicaremos en el capítulo de la "Obsesión".

4. Médiums parlantes

166. Los médiums auditivos que no hacen más que transmitir lo que ellos oyen, no son propiamente hablando "médiums parlantes"; estos últimos muy a menudo no oyen nada; en ellos el Espíritu obra sobre los órganos de la palabra, como obra sobre la mano de los médiums escribientes. El Espíritu, queriendo comunicarse, se sirve del órgano que encuentra más flexible en el médium; a uno toma prestada la mano, a otro la palabra, a un tercero el oído. El médium parlante se expresa, generalmente, sin tener conciencia de lo que dice, y muchas veces dice cosas completamente fuera de sus ideas habituales, de sus conocimientos y aun del alcance de su inteligencia. Aunque esté enteramente despierto y en un estado normal, rara vez conserva el recuerdo de lo que ha dicho; digámoslo de una vez, la palabra es un instrumento del cual se sirve el Espíritu, y
con el que puede entrar en comunicación una persona extraña, como puede hacerlo por mediación del médium auditivo.
El papel pasivo del médium parlante no es siempre tan completo; los hay que tienen la intuición de lo que dicen en el mismo momento en que pronuncian las palabras.
Volveremos a hablar sobre esta variedad, cuando tratemos de los médiums intuitivos.

5. Médiums videntes

167. Los "médiums videntes" están dotados de la facultad de ver a los Espíritus.
Los hay que gozan de esta facultad en el estado normal, estando enteramente despiertos y conservando un recuerdo exacto; otros no lo tienen sino en un estado de sonambulismo, O próximo a él. Esta facultad rara vez es permanente; casi siempre es el efecto de una crisis momentánea y pasajera. Se pueden colocar en la categoría de los médiums videntes todas las personas dotadas de la doble vista. La posibilidad de ver los Espíritus en el sueño resulta, sin contradicción, de una especie de mediumnidad, pero no constItuye, propiamente hablando, los médiums videntes. Hemos explicado este fenómeno en el capítulo VI, de las "manifestaciones visuales".
El médium vidente cree ver por los ojos como los que tienen la doble vista; pero en realidad es el alma que ve, y esta es la razón por la cual ven tanto con los ojos cerrados como con los ojos abiertos; de donde se sigue que un ciego puede ver a los Espíritus como el que tiene la vista intacta. Se podría hacer sobre este último punto un estudio interesante: el de saber si esta facultad es más frecuente entre los ciegos.
Espíritus que fueron ciegos nos han dicho que en su vida tenía por el alma la percepción de ciertos objetos y que no estaban sumergidos en la "negra" oscuridad.

168. Es preciso distinguir las apariciones accidentales y espontáneas de la facultad propiamente dicha de ver a los Espíritus. Las primeras son frecuentes sobre todo en el momento de la muerte de las personas que se han amado o conocido, y que vienen a advertir que no pertenecen ya a este mundo. Hay numerosos ejemplos de hechos de este género, sin hablar de las visiones durante el sueño. Otras veces son igualmente de parientes o amigos, que aunque muertos de más o menos tiempo, aparecen ya sea para Indicar un peligro, ya sea para dar un consejo o pedir un servicio. El servicio que pueda reclamar un Espíritu consiste, generalmente, en el cumplimiento de una cosa que no ha podido hacer en vida, o en el socorro de las oraciones. Estas apariciones son hechos aislados que tienen siempre un carácter individual y personal, y no constituyen una facultad propiamente dicha. La facultad consiste en la posibilidad, si no permanente, al menos muy frecuente, de ver cualquier Espíritu que se presenta por extraño que nos sea. Esta es la facultad que constituye propiamente hablando los médiums videntes.
Entre los médiums videntes los hay que sólo ven a los Espíritus que se evocan y de los cuales pueden hacer la descripción con una minuciosa exactitud; describen con los menores detalles sus gestos, la expresión de su fisonomía, las facciones, el traje y hasta los sentimientos de que parecen animados. Hay otros en los cuales esta facultad es más general; ven toda la población espiritista ambiente ir, venir y hasta podría decirse cumplir sus misiones.

169. Asistimos una noche a la presentación de la ópera "Oberon" con un médium vidente muy bueno. Había en el teatro gran número de localidades vacantes, muchas de las cuales estaban ocupadas por los Espíritus que, según parecía, tomaban parte en el espectáculo; algunos iban al lado de ciertos espectadores y parecía que escuchaban su conversación. En las tablas pasaba otra escena; detrás de los actores había muchos espectadores de humor jovial que se divertían remedando e imitando sus gestos de una manera grotesca; otros, más formales, parecía que inspiraban a los cantores y hacían esfuerzos para darles energía. Uno de ellos estaba constantemente al lado de una de las principales cantatrices; nosotros le creímos intenciones un poco ligeras; habiéndole llamado después de la caída del telón, vino a nosotros y nos reprendió con alguna severidad por nuestro juicio temerario. Yo no soy lo que creéis, dijo; soy su guía y su espíritu protector; yo soy quien está encargado de dirigirla. Después de algunos minutos de una conversación muy grave nos dejó diciendo: Adiós; está en su cuarto; es necesario que vaya a velar sobre ella. Evocamos en seguida al Espíritu de Weber, autor de la ópera, y le preguntamos lo que pensaba de la ejecución de su obra. "No es muy mala, contestó, pero es floja; los actores cantan, he aquí todo; no hay inspiración.
Esperad, añadió, voy a darles un poco de fuego sagrado". Entonces se le vio sobre la escena, cerniéndose encima de los actores; un efluvio parecía salir de él y derramarse sobre ellos; en este momento hubo en los mismos una recrudescencia visible de energía.

170. He aquí otro hecho que prueba la influencia que los Espíritus ejercen sobre los hombres sin conocerlo éstos. Estábamos, como dicha noche, en una representación teatral con otro médium vidente. Habiendo entablado una conversación con un "Espíritu espectador", éste nos dijo: ¿Veis esas dos señoras solas en ese palco del primer piso? pues bien: me empeño en hacerlas dejar el teatro. Dicho esto se le vio ir a colocarse en el palco en cuestión y hablar a las dos señoras: de repente éstas, que estaban muy atentas al espectáculo, se miraron; pareció que se consultaban, luego se fueron y no volvieron más. El Espíritu nos hizo entonces un gesto cómico para mostrarnos que había cumplido su palabra, pero no le volvimos a ver para pedirle más amplias explicaciones. Así es como diferentes veces hemos podido ser testigos del papel que hacen los Espíritus entre los vivos, les hemos observado en diferentes lugares de reunión en el baile, en el concierto, en el sermón en los funerales, en las bodas, etc., y por todas partes los hemos encontrado fomentando las malas pasiones, induciendo a la discordia, excitando las pendencias y regocijándose de sus proezas; otros, al contrario, combatiendo esta influencia perniciosa, pero rara vez se les escuchaba.

171. La facultad de ver a los Espíritus puede, sin duda, desenvolverse, pero es una de aquellas cuyo desarrollo natural conviene esperar sin provocarlos, si no se quiere exponer a ser el juguete de su imaginación. Cuando el germen de una facultad existe, se manifiesta por si misma; en principio es necesario contentarse con las que Dios nos ha concedido, sin investigar lo imposible; porque entonces, queriendo tener demasiado, se arriesga el perder lo que se tiene.
Cuando hemos dicho que los hechos de apariciones son frecuentes y espontáneos (número 107) no hemos querido decir que sean muy comunes; en cuanto a los médiums videntes propiamente dichos, son todavía más raros y hay mucho que desconfiar de aquellos que pretenden gozar de esa facultad; es prudente el no dar fe sino sobre pruebas positivas. No hablemos de aquellos que se hacen la ridícula ilusión de los Espíritus glóbulos que hemos descrito (número 108), sino de los que pretenden ver a los Espíritus de manera racional. Ciertas personas pueden, sin duda, engañarse de buena fe, pero otras pueden también simular esta facultad por amor propio o por interés. Particularmente en este caso es preciso tener cuenta del carácter, de la moralidad y de la sinceridad habitual; pero sobre todo en las circunstancias de detalle es como se puede encontrar la comprobación más cierta, porque las hay que no pueden dejar duda, como por ejemplo, la exactitud del retrato de los Espíritus que el médium jamás ha conocido vivos. El hecho siguiente se halla en esta categoría.
Una señora viuda, cuyo marido se comunicaba frecuentemente con ella, se encontraba un día con un médium vidente que no la conocía, como tampoco a su familia; el médium le dijo: - Veo un Espíritu cerca de usted, -Ah! dijo también la señora, es sin duda mi marido, que no me deja casi nunca. - No, respondió el médium; es una mujer de cierta edad; va peinada de una manera singular, tiene una venda blanca en la frente.
Con esta particularidad y otros detalles descriptivos, la señora reconoció sin equivocarse a su abuela, de la que no se acordaba ni remotamente en aquel momento. Si el médium hubiera querido simular esta facultad, le era fácil seguir el pensamiento de la señora, mientras que en lugar del marido con quien estaba preocupada, veía una mujer con un peinado particular del que no podía tener ninguna idea. Este hecho prueba también que la vista, en el médium, no era el reflejo de ningún pensamiento extraño.
(Véase número 102).

6. Médiums sonámbulos

172. El sonambulismo puede ser considerado como una variedad de la facultad medianímica, o por mejor decir son dos órdenes de fenómenos que se encuentran muy a menudo reunidos. El sonámbulo obra bajo la influencia de su propio Espíritu; es su alma que en los momentos de emancipación ve, oye y percibe fuera del límite de los sentidos; lo que expresa, lo toma de sí mismo; sus ideas son en general más ajustadas que en el estado normal; sus conocimientos más extensos, porque su alma es libre; en una palabra, vive por antícipación de la vida de los Espíritus. El médium, al contrario, es el instrumento de una inteligencia extraña; es pasivo y lo que dice no proviene de él. En resumen, el sonámbulo expresa su propio pensamiento, y el médium expresa el de otro.
Pero el Espíritu que se comunica a un médium ordinario puede igualmente hacerlo a un sonámbulo; a menudo también el estado de emancipación del alma, durante el sonambulismo, hace esta comunicación más fácil. Muchos sonámbulos ven perfectamente a los Espíritus y los describen con tanta precisión como los médiums videntes; pueden conversar con ellos y transmitirnos sus pensamientos; lo que dicen fuera del círculo de sus conocimientos personales, les es muchas veces sugerido por otros Espíritus. He aquí un ejemplo notable en que la doble acción del Espíritu del sonámbulo y del Espíritu extraño se revela de la manera menos equívoca.

173. Uno de nuestros amigos tenía por sonámbulo un joven de catorce a quince años, de una inteligencia muy vulgar y de una instrucción extremadamente limitada. Sin embargo, en estado sonambúlico, ha dado pruebas de una lucidez extraordinaria y de grande perspicacia. Sobresalía en particular en el tratamiento de las enfermedades y ha hecho un gran número de curas miradas como imposibles. Un día daba una consulta a un enfermo del cual describía el mal con una perfecta exactitud. - No basta esto, le dijo, se trata ahora de indicar el remedio. - Yo no puedo, "mi ángel doctor no está aquí". -¿Qué entendéis por vuestro ángel doctor? - El que me dicta los remedios. - ¿No sois vos quien veis los remedios? - ¡Oh! no, puesto que os digo que es mi ángel doctor quien me los dicta.
Así es que en este sonámbulo la acción de "ver" el mal era el hecho de su propio Espíritu, quien para esto no tenía necesidad de ninguna asistencia; pero la indicación de los remedios le era dada por otro; este otro no estando allí, él no podía decir nada. Solo, no era más que "sonámbulo"; asistido de lo que llamaba su ángel doctor, era "sonámbulo-médium".

174. La lucidez de los sonámbulos es una facultad que depende del organismo, y que es del todo independiente de la voluntad, del adelantamiento y aun del estado moral del sujeto. Un sonámbulo puede, pues, ser muy lúcido y ser incapaz de resolver ciertas cuestiones si su Espíritu es poco avanzado. Aquel que habla por si mismo puede, pues, decir cosas buenas o malas, justas o falsas, tener más o menos delicadeza y escrúpulos en sus procederes, según el grado de elevación o de inferioridad de su propio Espíritu; entonces es cuando la asistencia de un Espíritu extraño puede suplir su insuficiencia; pero un sonámbulo puede ser asistido por un Espíritu mentiroso, ligero o aun malo, del mismo modo que los médiums; aquí es sobre todo donde las cualidades morales tienen gran influencia para atraer a los buenos Espíritus (Véase Libro de los Espíritus, "Sonambulismo, número 452; y más adelante el capítulo sobre "la influencia moral del médium".

7. Médiums curanderos

175. Hablaremos ahora ligeramente de esta variedad de médiums, porque este asunto exigiría explicaciones más extensas para nuestro cuadro; sabemos también que un médico, de nuestros amigos, se ha propuesto tratarlo en una obra especial respecto la medicina intuitiva. Diremos solamente que esta especie de mediumnidad consiste principalmente en el don que ciertas personas poseen de curar con el simple tacto, con
la mirada y aun con un ademán, sin el socorro de ningún medicamento. Sin duda nos dirán que esto no es otra cosa que el magnetismo. Es evidente que el fluido magnético hace en esto un gran papel; pero cuando se examina este fenómeno con cuidado, se reconoce fácilmente que hay alguna otra cosa. La magnetización ordinaria es un verdadero tratamiento continuado, regular y metódico; pero hay una completa diferencia. Casi todos los magnetizadores son aptos para curar si saben conducirse convenientemente, mientras que en los médiums curanderos la facultad es espontánea y aun algunos la poseen sin haber oído jamás hablar de magnetismo. La intervención de un poder oculto, que constituye la mediumnidad, viene a ser evidente en ciertas circunstancias; sobre todo cuando se considera que la mayor parte de las personas que podemos con razón calificar de médiums curanderos, acuden a la oración, que es una verdadera evocación.
(Véase número131).

176. He aquí las respuestas que han dado los Espíritus a las siguientes preguntas que les hemos hecho con este objeto.
1. Las personas dotadas de la potencia magnética ¿se pueden considerar como formando una variedad de médiums?
"No lo podéis dudar."
2. Sin embargo el médium es un intermediario entre los Espíritus y el hombre; luego el magnetizador tomando la fuerza de si mismo, no parece ser el intermediario de ninguna potencia extraña?
"Esto es un error, la potencia magnética reside, sin duda, en el hombre, pero se aumenta con la acción de los Espíritus que llama en su ayuda. Si tú magnetizas con la mira de curar, por ejemplo, y evocas a un buen Espíritu que se interese por ti y por tu enfermo, aumenta tu fuerza y tu voluntad, dirige tu fluido y le da las cualidades necesarias."
3. Sin embargo, ¿no hay muy buenos magnetizadores que no creen en los Espíritus?
"¿Piensas, acaso, que los Espíritus sólo obran sobre aquellos que creen en ellos? Los que magnetizan para hacer bien son secundados por buenos Espíritus. Todo hombre que tiene el deseo del bien, los llama sin pensarlo; del mismo modo que cuando el deseo y las intenciones son malas, llama a los malos."
4. El que teniendo la potencia creyese en la intervención de los Espíritus, ¿obraría más eficazmente?
"Haría cosas que miraríais como milagros."
5. ¿Ciertas personas tienen verdaderamente el don de curar por el simple tacto, sin el empleo de los pases magnéticos?
"Seguramente; ¿no tenéis de eso numerosos ejemplos?"
6. En este caso, ¿hay acción magnética o solamente influencia de los Espíritus?
"Lo uno y lo otro. Estas personas son verdaderos médiums, puesto que obran bajo la influencia de los Espíritus, pero esto no es decir que sean médiums escribientes como vosotros lo entendéis."
7. ¿Este poder puede transmitirse?
"El poder, no; pero sí el conocimiento de las cosas necesarias para ejercerlo si lo posee. Hay quien dudaría tener este poder, si no creía que se lo habían transmitido."
8. ¿Pueden obtenerse curaciones con sólo la oración?
"Sí; algunas veces, si Dios lo permite, pero podría suceder que al enfermo le conviniese sufrir todavía, y entonces creéis que vuestra plegaria no es escuchada."
9. ¿Hay para esto fórmulas de oraciones más eficaces las unas que las otras?
"La superstición sola puede dar una virtud a ciertas palabras y sólo los Espíritus ignorantes o mentirosos pueden concebir semejantes ideas prescribiendo fórmulas. Sin embargo puede acontecer que para personas poco ilustradas e incapaces de comprender las cosas puramente espirituales, el empleo de una fórmula contribuya a darles confianza; en este caso no es la fórmula la que es eficaz, sino la fe que se aumenta por la idea adherida al empleo de la fórmula."

8. Médiums pneumatógrafos

177. Se da este nombre a los médiums aptos para obtener la escritura directa, lo que no se permite a todos los médiums escribientes. Esta facultad es hasta ahora bastante rara; probablemente se desarrolla con el ejercicio; pero, como lo hemos dicho, su utilidad práctica se limita a una prueba patente de la intervención de una potencia oculta en las manifestaciones. Sólo la experiencia puede hacer conocer si se posee; se puede, pues, ensayar y además puede pedirse a un Espíritu protector por los otros medios de comunicación. Según la mayor o menor potencia del médium, se obtienen simples rasgos, signos, letras, palabras, frases y aun páginas enteras. Ordinariamente basta colocar una hoja de papel doblado en un paraje cualquiera, designado por el Espíritu, durante diez minutos o un cuarto de hora, algunas veces, más. La oración y el recogimiento son condiciones esenciales; por esto se puede mirar como imposible el obtener nada en una reunión de personas poco formales, o que no estuviesen animadas de sentimientos simpáticos y benévolos. (Véase la teoría de la escritura directa, capítulo VIII, "Laboratorio del mundo invisible" (números 127 y siguientes) y capítulo XII, "Pneuma-tografía").
Trataremos de una manera especial de los médiums escribientes en los capítulos siguientes.

CAPÍTULO XV
MÉDIUMS ESCRIBIENTES O PSYCÓGRAFOS
Médiums mecánicos; intuitivos; semi-mecánicos; inspirados o involuntarios; de presentimientos

178. De todos los medios de comunicación, la escritura manual es el más sencillo, el más cómodo y, sobre todo, el más completo. Hacia ese deben dirigirse todos los esfuerzos, porque permite establecer con los Espíritus relaciones tan seguidas y tan regulares como las que existen entre nosotros. Deben dedicarse a él con mayor motivo porque por él los Espíritus revelan del mejor modo su naturaleza y el grado de su perfección o de su inferioridad. Por la facilidad que tienen en expresarse, nos hacen conocer sus pensamientos íntimos y nos ponen de este modo en disposición de juzgarles y apreciarles en su valor. La facultad de escribir por un médium es también la más susceptible de desenvolverse con el ejercicio.

Médiums mecánicos

179. Si se examinan ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa, de la cestita o de la tablita que escribe, no se puede dudar de una acción ejercida directamente por el Espíritu sobre estos objetos. La cestita se agita a veces con tanta violencia que escapa de las manos del médium; algunas veces también se dirige hacia ciertas personas del círculo para golpearles; otras veces sus movimientos atestiguan un sentimiento afectuoso. La misma cosa tiene lugar cuando el lápiz está colocado en la mano; a menudo es lanzado a lo lejos con fuerza, o bien la mano como la cestita se agita convulsivamente y golpea la mesa con cólera, aun cuando el médium esté en la mayor calma y se admire de no ser dueño de sí. Digamos, de paso, que estos efectos denotan siempre la presencia de Espíritus imperfectos; los Espíritus realmente superiores están constantemente tranquilos, son dignos y benévolos; si no se les escucha convenientemente se retiran y otros toman su puesto. El Espíritu puede, pues, expresar directamente su pensamiento, ya sea por el movimiento de un objeto, del cual la mano del médium no es más que el punto de apoyo, ya sea por su acción sobre la misma mano.
Cuando el Espíritu obra directamente sobre la mano, da a ésta un impulso completamente independiente de la voluntad. Marcha sin interrupción y a pesar del médium, tanto como el Espíritu tiene alguna cosa que decir, deteniéndose cuando ha concluido.
Lo que caracteriza el fenómeno en esta circunstancia es que el médium no tiene la menor conciencia de lo que escribe; la falta de conciencia absoluta en este caso constituye lo que se llaman "médiums pasivos" o "mecánicos". Esta facultad es preciosa, porque no puede dejar ninguna duda sobre la independencia del pensamiento del que escribe.

Médiums intuitivos

180. La transmisión del pensamiento tiene también lugar por el intermediario del Espíritu del médium, o mejor dicho de su alma, pues que nosotros designamos bajo este nombre el Espíritu encarnado. El Espíritu extraño en este caso no obra sobre la mano para hacerla escribir; no la tiene, no la guía; obra sobre el alma con la cual se identifica.
El alma, bajo este impulso, dirige la mano, y la mano dirige el lápiz. Observamos aquí una cosa importante, a saber: que el Espíritu extraño no se sustituye al alma, porque no podría desalojaría; la domina sin que lo sepa y le imprime su voluntad. En esta circunstancia, el papel del alma no es absolutamente pasivo; ella es la que recibe el pensamiento del Espíritu extraño y lo transmite. En esta situación, el médium tiene la conciencia de lo que escribe, aunque esto no sea su propio pensamiento; este es el que se llama "médium intuitivo".
Se dirá que si así sucede nada prueba que el que escribe sea antes bien un Espíritu extraño que el del médium. La distinción es, en efecto, algunas veces bastante difícil de hacer, pero puede acontecer que esto importe poco. Sin embargo se puede reconocer el pensamiento sugerido en que nunca se ha concebido anticipadamente; nace a medida que se escribe, y muchas veces es contrario a la idea previa que uno se ha formado; también puede estar fuera de los conocimientos y de la capacidad del médium.
El oficio de médium mecánico es el de una máquina; el médium intuitivo obra como lo haría un intérprete. Este, en efecto, para transmitir el pensamiento debe comprenderle, apropiárselo de cierto modo a fin de traducirlo fielmente, y no obstante no es su pensamiento; no hace más que atravesar su cerebro. Tal es, exactamente, el papel del médium intuitivo.

Médiums semi-mecánicos

181. En el médium puramente mecánico el movimiento de la mano es independiente de la voluntad; en el médium intuitivo, el movimiento es voluntario y facultativo. El médium semi-mecánico participa de los otros dos, siente una impulsión dada a su mano a pesar suyo, pero al mismo tiempo tiene conciencia de lo que escribe a medida que se forman las palabras. En el primero, el pensamiento sigue al acto de la escritura; en el segundo le precede; en el tercero le acompaña. Estos últimos médiums son los más numerosos.

Médiums inspirados

182. Toda persona que ya sea en estado normal, ya sea en estado de éxtasis, recibe por el pensamiento comunicaciones extrañas a sus ideas preconcebidas, puede colocarse en la categoría de los médiums inspirados; como se ve, es una variedad de la mediumnidad intuitiva, con la sola diferencia de que la intervención de esta potencia oculta es todavía mucho menos sensible, porque en el inspirado es aún más difícil de distinguir el pensamiento propio del que es sugerido. Lo que caracteriza a este último, sobre todo, es la espontaneidad.
La inspiración nos viene de los Espíritus que nos influyen en el bien o en el mal, pero antes es la obra de aquellos que nos quieran bien, y cuyos consejos dejamos de seguir muy a menudo; se aplica a todas las circunstancias de la vida, en las resoluciones que debemos tomar; bajo este aspecto se puede decir que todos son médiums, porque no hay persona que no tenga sus Espíritus protectores y familiares que hacen todos sus esfuerzos para sugerir a sus protegidos pensamientos saludables. Si nos penetráramos de esta verdad, recurriríamos más a menudo a la inspiración de nuestro ángel guardián en los momentos en que no sabemos qué decir o qué hacer. Que se le invoque con "fervor" y "confianza" en caso de necesidad y nos admiraremos de ideas que muchas veces surgirán como por encanto, ya sea que debamos tomar un partido, ya sea que tenga que componerse alguna obra. Cuando no acude ninguna idea es porque será preciso esperar. La prueba de que la idea que sobreviene es extraña a uno mismo, es que si hubiera estado en nosotros siempre hubiéramos sido dueños de ella y no habría motivo para que no se manifestara cuando quisiéramos. El que no es ciego abre los ojos para ver cuando quiere; del mismo modo aquel que tiene ideas en sí las tiene siempre a su disposición; si no acuden como lo desea, es porque está obligado a tomarlas en otra parte que en su propio fondo.
Se pueden también colocar en esta categoría las personas que, sin estar dotadas de una inteligencia fuera de lo vulgar, y sin salir del estado normal, tienen rayos de una lucidez intelectual que les da momentáneamente una facilidad desusada de concepción y elocución, y en ciertos casos el presentimiento de las cosas futuras. En estos momentos que se llaman justamente de inspiración, las ideas abundan, se siguen, se encadenan, por decirlo así, por ellas mismas y por una impulsión involuntaria y casi febril; nos parece que una inteligencia superior viene a ayudarnos, y que nuestro espíritu se desembaraza de un peso.
183. Los hombres de genio en todos los géneros, artistas, sabios, literatos, son, sin duda, Espíritus avanzados, capaces por si mismos de comprender y de concebir grandes cosas; precisamente porque se les juzga capaces es por que los Espíritus que quieren el cumplimiento de ciertos trabajos les sugieren las ideas necesarias, y por esto muy a menudo son "médiums sin saberlo". Tienen, no obstante, una vaga intuición de una existencia extraña, porque el que recurre a la inspiración no hace otra cosa sino una evocación; si no espera ser oído, por qué exclama tan a menudo: ¡Mi buen genio, ven en mi ayuda!
Las respuestas siguientes confirman esta aserción.
- ¿Cuál es la causa primera de la inspiración?
"Espíritu que se comunica por el pensamiento."
- ¿La inspiración sólo tiene por objeto la revelación de las grandes cosas?
"No, tiene muchas veces relación con las circunstancias más ordinarias de la vida. Por ejemplo, tú quieres ir a alguna parte, y una voz secreta te dice que no lo hagas porque hay peligro para ti; o bien te dice que hagas una cosa en la cual tú no pensabas, esto es la inspiración. Hay muy pocas personas que no hayan sido más o menos inspiradas en ciertos momentos."
- Un autor, un pintor, un músico, por ejemplo, en los momentos de inspiración, ¿podrían ser considerados como médiums?
"Sí; porque en estos momentos su alma es más libre y está como separada de la materia; recobra una parte de sus facultades de Espíritu y recibe más fácilmente las comunicaciones de los otros Espíritus que le inspiran."

Médiums de presentimientos

184. El presentimiento es una intuición vaga de las cosas futuras. Ciertas personas tienen esta facultad más o menos desenvuelta; pueden deberla a una especie de doble vista que les permite entrever las consecuencias de las cosas presentes y la filiación de los acontecimientos; pero a menudo también es el hecho de comunicaciones ocultas, y en este caso, sobre todo, es cuando podemos dar el nombre de "médiums de presentimientos" a los que están dotados de ella y son una variedad de los "médiums inspirados".

CAPÍTULO XVI
MÉDIUMS ESPECIALES
Aptitudes especiales de los médiums. - Cuadro sinóptico de las diferentes variedades de médiums

185. Además de las categorías de médiums que acabamos de enumerar, presenta la mediumnidad una variedad infinita de grados que constituyen lo que se llama médiums especiales, y que dependen de las aptitudes particulares todavía no definidas, hecha abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.
La naturaleza de las comunicaciones siempre es relativa a la naturaleza del Espíritu, y lleva el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero con mérito igual, al punto de vista jerárquico, hay incontestablemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra; los Espíritus golpeadores, por ejemplo, no salen casi de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, sabios, médicos, etcétera. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano porque llegados a cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu hay la del médium, que es para él un instrumento más o menos cómodo, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que nosotros no podemos apreciar.
Pongamos una comparación: un músico muy hábil tiene a su disposición muchos violines, que para los demás todos serán muy buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace gran diferencia; encuentra en éstos graduaciones de una delicadeza extrema que le harán escoger los unos y rechazar los otros, graduaciones que comprende por intuición, pero que no puede definirlas. Lo mismo sucede respecto de los médiums: a cualidades iguales en la potencia medianímica; el Espíritu dará la preferencia al uno o al otro, según la clase de comunicación que quiere dar. Por ejemplo, hay personas que son médiums y escriben como tales admirables poesías, aunque en las condiciones ordinarias ellas no hayan podido ni sabido jamás hacer versos; otras, al contrario, que son poetas, y que como médiums no han podido nunca escribir más que prosa, a pesar de su deseo. Lo mismo sucede en cuanto al dibujo, música, etcétera. Hay algunos que, sin tener por si mismos conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones sabias; otros son para los estudios históricos; otros sirven más fácilmente de intérpretes para los Espíritus moralistas; en una palabra, cualquiera que sea la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe con más facilidad tienen, generalmente, un carácter especial; los hay también que no salen de cierto círculo de ideas y cuando se apartan de éste sólo tienen comunicaciones incompletas, lacónicas y muchas veces falsas. Fuera de las causas de aptitud, los Espíritus se comunican también con más o menos voluntad por tal o cual intermediario,
según sus simpatías; así es que en condiciones iguales, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque les convienen mejor.
Estaríamos, pues, en el error si, por sólo tener a mano un buen médium, aunque tuviese la mayor facilidad en escribir, creyéramos obtener por él comunicaciones buenas y de todas clases. La primera condición es, sin contradicción, el asegurarse del origen de que dimanan, esto es, de las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no es menos necesario el atender a las cualidades del instrumento que se da al Espíritu; es preciso, pues, estudiar la naturaleza del médium, como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque estos son dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercero que hace en eso un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos laudable de aquel que interroga; y esto se concibe: "Para que una comunicación sea buena, es menester que emane de un Espíritu bueno; para que este buen Espíritu pueda transmitirla, le es necesario un buen instrumento; para que
quiera transmitirla es preciso que el objeto le convenga". El Espíritu que lee en el pensamiento juzga si la pregunta que se le propone merece una respuesta formal, y si la persona que la dirige es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en las piedras, y entonces es cuando los Espíritus ligeros y burlones se dan prisa, porque se ocupan poco de la verdad, les tienen sin cuidado y generalmente son muy poco escrupulosos en cuanto al objeto y medios que emplean.
Resumimos aquí los principales géneros de mediumnidad, a fin de presentar, de algún modo, el cuadro sinóptico, comprendiendo los que ya hemos descrito en los capítulos precedentes, indicando los números en que se trata de ellos con más detalles.
Hemos agrupado las diferentes variedades de médiums por analogías de causas y efectos, sin que esta clasificación nada tenga de absoluta. Algunas se vuelven a encontrar frecuentemente; otras, al contrario, son raras y aun excepcionales, lo que tenemos cuidado de mencionar. Estas últimas indicaciones nos las han suministrado los Espíritus, que también han revisado este cuadro con un cuidado muy particular, y lo han completado por numerosas observaciones y nuevas categorías de tal modo que podemos decir que todo es obra suya. Hemos indicado por comillas sus observaciones textuales, cuando hemos creído que debían llamar la atención. En su mayoría son de "Erasto" y de "Sócrates".

187. Se pueden dividir los médiums en dos grandes categorías.
Los MÉDIUMS DE EFECTOS FÍSICOS: los que tienen el poder de provocar efectos materiales o manifestaciones ostensibles (Núm. 160).
Los MÉDIUMS DE EFECTOS INTELECTUALES: los que son más especialmente a propósito para recibir y para transmitir las comunicaciones inteligentes. (Núms. 65 y siguientes).
Todas las otras variedades participan más o menos directamente de la una o de la otra de estas dos categorías, algunas tienden a las dos. Si se analizan los diferentes fenómenos producidos, bajo la influencia medianímica, se verá que en todos hay un efecto físico, y que a los efectos físicos se junta lo más a menudo un efecto inteligente.
El límite entre los dos es algunas veces difícil de establecer, pero de esto no se deduce ninguna consecuencia. Comprendemos bajo la denominación de "médiums de efectos intelectuales" los que pueden más especialmente servir de intermediarios para las comunicaciones regulares y seguidas. (Número 133).
188. Variedades comunes a todas las clases de mediumnidad
"Médiums sensitivos": personas susceptibles de sentir la presencia de los Espíritus por una impresión general o local, vaga o material. La mayor parte distingue los Espíritus buenos o malos en la naturaleza de la impresión. (Núm. 164).
"Los médiums delicados y muy sensitivos deben abstenerse de las comunicaciones con los Espíritus violentos, o cuya impresión es penosa a causa de la fatiga que de ello resulta".
"Médiums naturales o inconscientes": los que producen los fenómenos espontáneamente, sin ninguna participación de la voluntad, y lo más a menudo sin saberlo. (Núm. 161).
"Médiums facultativos o voluntarios": los que tienen el poder de provocar los fenómenos por un acto de su voluntad. (Núm. 160).
"Cualquiera que sea esta voluntad nada pueden si los Espíritus se niegan; lo que prueba la intervención de un poder extraño".

189. Variedades especiales para los efectos físicos "Médiums golpeadores": aquellos bajo cuya influencia se producen los ruidos y los golpes. Variedad muy común con o sin la voluntad.
"Médiums motores": los que producen el movimiento de los cuerpos inertes. Muy comunes. (Núm. 61).
"Médiums de traslaciones y de suspensiones": los que producen la traslación aérea y la suspensión de los cuerpos inertes en el espacio sin punto de apoyo. Los hay que pueden elevarse por sí mismos. Más o menos raros, según el desarrollo del fenómeno; muy raros en el último caso. (Números 75 y siguientes; núm. 80).
"Médiums de efectos musicales": provocan el que se toque ciertos instrumentos sin contacto. Muy raros. (Número 74, pregunta 24).
"Médiums de apariciones": los que pueden provocar apariciones fluídicas o tangibles, visibles para los asistentes. Muy excepcionales. (Núm. 100; pregunta 27; número 104).
"Médiums de aportes": los que pueden servir de auxiliares a los Espíritus para aportar objetos materiales. Variedad de los médiums motores y de traslaciones. Excepcionales. (Núm. 96).
"Médiums nocturnos": los que no obtienen ciertos efectos físicos sino en la oscuridad. He aquí la contestación de un Espíritu a la pregunta de saber si se pueden considerar estos médiums como formando una variedad.
"Se puede, ciertamente, hacer de estos médiums una especialidad, pero este fenómeno depende antes de las condiciones ambientes, que de la naturaleza del médium o de los Espíritus; debo añadir que algunos escapan de esta influencia del centro, y que la mayor parte de los médiums nocturnos podrían llegar, con la práctica a ejercer su facultad, tanto en la luz como en la oscuridad. Esta variedad de médiums es poco numerosa; y es preciso advertir que a favor de estas condiciones que deja toda libertad para el empleo de los trucos, de la ventriloquía y de los cañones acústicos, los charlatanes han abusado muy a menudo de la credulidad, haciéndose pasar por médiums a fin de recoger escudos. Pero ¿qué importa? Los titiriteros caseros, así como los callejeros, serán descubiertos cruelmente, y los Espíritus les probarán que no se hace bien inmiscuyéndose en sus obras. Sí, lo repito: a ciertos charlatanes se les dará en los dedos de una manera muy ruda para disgustarles del oficio de falsos médiums. Por otra parte todo esto sólo durará algún tiempo.
ERASTO."
"Médiums pneumatógrafos": los que obtienen la escritura directa. Fenómeno muy raro, y sobre todo muy fácil de imitar por la truhanería. (Núm. 177).
Observación. - Los Espíritus han insistido contra nuestra opinión, para colocar la escritura directa entre los tenómenos de orden físico, por la razón, dicen, de que: "Los efectos inteligentes son aquellos por los cuales el Espíritu se sirve de los materiales cerebrales del médium, no estando en este caso la escritura directa; la acción del médium es en esto del todo material, mientras que en el médium escribiente, aún completamente mecánico, el cerebro hace siempre un papel activo.
"Médiums curanderos": los que tienen el poder de curar o de aliviar por la imposición de las manos o de la oración.
"Esta facultad no es esencialmente medianímica, pertenece a todos los verdaderos creyentes, ya sean médiums o no; a menudo sólo es una exaltación de la potencia magnética fortificada en caso de necesidad por el concurso de los buenos Espíritus". (Número 175).
"Médiums excitadores": personas que tienen el poder de desenvolver en los otros, por su influencia, la facultad de escribir
"Más bien es un efecto magnético que un hecho de mediumnidad propiamente dicho, porque nada prueba la intervención de un Espíritu. En todos los casos pertenece al orden de los efectos físicos". (Véase el capítulo de "la formación de los médiums").

190. Médiums especiales para los efectos intelectuales. –Aptitudes diversas
"Médiums auditivos": los que oyen a los Espíritus. Bastante comunes. (Núm. 165).
"Hay muchos que se figuran oír lo que no está sino en su imaginación".
"Médiums parlantes": los que hablan bajo la influencia de los Espíritus. Bastante comunes. (Núm. 166).
"Médiums videntes": los que ven a los Espíritus en estado de vigilia o despiertos.
La vista accidental y fortuita de un Espíritu en una circunstancia particular es bastante frecuente; pero la vista habitual o facultativa de los Espíritus sin distinción, es excepcional. (Número 167).
"Es una aptitud a la cual se opone el estado actual de los órganos; por esto es útil el no creer siempre bajo palabra a los que dicen ver a los Espíritus".
"Médiums inspirados": aquellos cuyos pensamientos son sugeridos por los Espíritus, lo más frecuente sin saberlo, ya sea para los actos ordinarios de la vida, ya sea para los grandes trabajos de la inteligencia. (Número 182).
"Médiums de presentimientos": personas que en ciertas circunstancias tienen una vaga intuición de las cosas futuras vulgares. (Núm. 184).
"Médiums proféticos": variedad de los médiums inspirados o de presentimientos; reciben con el permiso de Dios y con más precisión que los médiums de presentimientos la revelación de las cosas futuras de un interés general, y que están encargados de hacer conocer a los hombres para su instrucción.
"Si hay verdaderos profetas hay muchos más de falsos, que toman los sueños de su imaginación por revelaciones, cuando no son embrollones que se hacen pasar por tales por ambición". (Véase el Libro de los Espíritus, núm. 624, caracteres del verdadero profeta).
"Médiums sonámbulos": los que en estado de sonambulismo están asistidos por los Espíritus (Núm. 172).
"Médiums extáticos": los que en estado de éxtasis reciben revelaciones de parte de los Espíritus.
"Muchos extáticos son el juguete de su propia imaginación y de los Espíritus mentirosos que aprovechan su exaltación. Los que merecen una entera confianza son muy raros".
"Médiums pintores y dibujantes": los que pintan o dibujan bajo la influencia de los Espíritus. Nosotros hablamos de aquellos que obtienen cosas serias, porque no se podría dar este nombre a ciertos médiums que los Espíritus burlescos les hacen dibujar cosas grotescas que desaprobaría el último aprendiz.
Los Espíritus ligeros son imitadores. En la época que aparecieron los notables dibujos de Júpiter, salieron gran número de pretendidos médiums dibujantes, con los cuales los Espíritus burlones se divertieron en hacerles las cosas más ridículas. Uno de ellos, entre otros, queriendo eclipsar los dibujos de Júpiter, al menos por la dimensión ya que no por la calidad, hizo dibujar a un médium un monumento que ocupaba un gran número de hojas, hasta alcanzar la altura de dos pisos. Muchos otros hicieron titulados retratos que eran verdaderas caricaturas. ("Revista Espiritista", agosto de 1858).
"Médiums músicos": los que ejecutan, componen o escriben música bajo la influencia de los Espíritus. Hay médiums músicos, mecánicos, semi-mecánicos, intuitivos e inspirados, como para las comunicaciones literarias. (Véase médiums de efectos musicales).

VARIEDADES DE LOS MEDÍUMS ESCRIBIENTES

191. 1º Según el modo de ejecución
"Médiums escribientes o psycógrafos": los que tienen la facultad de escribir ellos mismos, bajo la influencia de los Espíritus.
"Médiums escribientes mecánicos": aquellos cuya mano recibe una impulsión involuntaria, y que no tienen ninguna conciencia de lo que escriben. Muy raros. (Número 179).
"Médiums semi-mecánicos": aquellos cuya mano marcha involuntariamente, pero que tienen la conciencia instantánea de las palabras o de las frases a medida que escriben. Los más comunes. (Núm. 181).
"Médiums intuitivos": aquellos a quienes los Espíritus se comunican por el pensamiento y cuya mano es guiada por la voluntad. Difieren de los médiums inspirados en que estos últimos no tienen necesidad de escribir, mientras que el médium intuitivo escribe el pensamiento que le es sugerido instantáneamente sobre un asunto determinado y provocado. (Núm. 180).
"Estos son muy comunes, pero también muy sujetos al error, porque muchas veces no pueden discernir lo que proviene de los Espíritus o de ellos mismos."
"Médiums polígrafos": aquellos cuya escritura cambia con el Espíritu que se comunica, o que son aptos para reproducir la escritura que el Espíritu tenía en vida. El primer caso es muy ordinario; el segundo, el de la identidad de la escritura, es más raro. (Número 219).
"Médiums políglotas": los que tienen la facultad de hablar o de escribir en lenguas que le son extrañas. Muy raros.
"Médiums iletrados": los que escriben como médiums, sin saber leer ni escribir en el estado ordinario.
"Más raros que los precedentes; hay más grandes dificultades materiales que vencer".

192. 2º Según el desarrollo de la facultad
"Médiums novicios": aquellos cuyas facultades no están todavía completamente desarrolladas y les falta la experiencia necesaria.
"Médiums improductivos": los que no llegan a obtener sino cosas insignificantes, monosílabos, rasgos o letras sin sentido. (Véase el capítulo de "la formación de los médiums").
"Médiums hechos o formados": son aquellos cuyas facultades medianímicas están completamente desarrolladas que transmiten las comunicaciones que reciben con facilidad, prontitud y sin vacilación. Se concibe que este resultado no puede obtenerse sino con la práctica, mientras que en los médiums novicios las comunicaciones son lentas y difíciles.
"Médiums lacónicos": aquellos cuyas comunicaciones, aunque fáciles, son breves y sin desarrollo.
"Médiums explícitos": las comunicaciones que reciben tienen toda la amplitud y extensión que se puede esperar de un escritor consumado.
"Esta aptitud depende de la expansión y de la facilidad de combinación de los fluidos; los Espíritus los buscan para tratar los asuntos que traen grandes desenvolvimientos."
"Médíums experimentados": la facilidad de ejecución es un asunto de práctica que se adquiere muchas veces en poco tiempo, mientras que la experiencia es el resultado de un estudio serio de todas las dificultades que se presentan en la práctica del Espiritismo. La experiencia da al médium el tacto necesario para apreciar la naturaleza de los Espíritus que se manifiestan, juzgar sus cualidades buenas o malas por las señales más minuciosas, discernir la bellaquería de los Espíritus mentirosos que se abrigan bajo las apariencias de la verdad. Se comprende fácilmente la importancia de esta cualidad, sin la cual todas las otras son sin utilidad real; lo malo es que muchos médiums confunden la experiencia, fruto del estudio, con la aptitud, producto de la organización; se creen maestros con título porque escriben fácilmente; repudian todos los consejos y vienen a ser la presa de los Espíritus mentirosos e hipócritas que captan la voluntad lisonjeando su orgullo. (Véase más adelante el capitulo de la "obsesión").
"Médiums flexibles": aquellos cuya facultad se presta más fácilmente a los diversos géneros de comunicaciones, y por los cuales casi todos los Espíritus pueden manifestarse espontáneamente o por evocación. "Esta variedad de médiums es muy parecida a los médiums sensitivos."
"Médiums exclusivos": aquellos por los cuales un Espíritu se manifiesta con preferencia, y aun con exclusión de todos los otros, y responde por aquellos que se llaman por el intermedio del médium.
''Esto depende siempre de un efecto de flexibilidad; cuando el Espíritu es bueno, puede adherirse al médium por simpatía y con un fin laudable; cuando es malo es siempre con el objeto de poner al médium bajo su dependencia. Esto es más bien un defecto que una cualidad, y muy vecino de la obsesión." (Véase el capitulo de la obsesión).
"Médiums de evocaciones": los médiums flexibles son naturalmente los más propios a este género de comunicación y a las preguntas de detalle, que se pueden dirigir a los Espíritus. Hay bajo este aspecto médiums del todo especiales.
"Sus respuestas se encierran casi siempre en un cuadro restringido, incompatible con el desarrollo de los asuntos generales."
"Médiums de dictados espontáneos": reciben con preferencia comunicaciones espontáneas de parte de los Espíritus que se presentan sin ser llamados. Cuando esta facultad es especial en un médium, es difícil y aun imposible algunas veces hacer una evocación por su conducto.
"Sin embargo tienen mejores instrumentos que los del grado precedente.
Comprended que por instrumentos se entienden aquí los materiales cerebrales, porque es menester muchas veces, mejor dicho, siempre, mayor suma de inteligencia para los dictados espontáneos que para las evocaciones. Entended por dictados espontáneos los que merecen verdaderamente este nombre, y no algunas frases incompletas o algunos pensamientos vulgares que se encuentran en todas las cabezas humanas."
3º Según el género y la especialidad de las comunicaciones
"Médiums versificadores": obtienen más fácilmente que otros comunicaciones versificadas. Bastante comunes para los malos versos; muy raros para los buenos.
"Médiums poéticos": sin obtener versos, las comunicaciones que reciben tienen alguna cosa de vaporoso, de sentimental; nada demuestra la rudeza; son más propios que otros para la expresión de los sentimientos tiernos y afectuosos. Todo es vaguedad y sería inútil pedirles nada preciso. Muy comunes.
"Médiums positivos": Sus comunicaciones tienen, en general, un carácter de limpieza y de precisión que se presta voluntariamente a los detalles circunstanciados, a las noticias exactas. Bastante raros.
"Médiums literarios": no tienen ni la vaguedad de los médiums poéticos ni la cautela de los médiums positivos; pero disertan con facilidad; su estilo es correcto, elegante y a menudo de una notable elocuencia.
"Médiums incorrectos": pueden obtener muy buenas cosas, pensamientos de una moralidad irreprochable, pero su estilo es difuso, incorrecto, sobrecargado de repeticiones y de términos impropios.
"La incorrección material de estilo depende generalmente de la falta de cultura intelectual del médium, que no es para el Espíritu un buen instrumento bajo este aspecto.
El Espíritu da a eso poca importancia; para él el pensamiento es la cosa esencial, y os deja libre de darle la forma conveniente. No sucede así con las ideas falsas e ilógicas que puede encerrar una comunicación; éstas son siempre un indicio de la inferioridad del Espíritu que se manifiesta."
"Médiums historiadores": los que tienen una aptitud especial para el desarrollo de los hechos históricos. Esta facultad, como todas las otras, es independiente de los conocimientos del médium, porque se ven gentes sin instrucción, y aun niños, tratar de asuntos muy superiores a su alcance. Variedad rara de los médiums positivos.
"Médiums científicos": nosotros no decimos "sabios", porque pueden ser muy ignorantes; y, no obstante esto, son más especialmente propios para las comunicaciones relativas a las ciencias.
"Médiums medicinantes": su especialidad es el servir más fácilmente de intérpretes a los Espíritus para las prescripciones medicinales. Es preciso no confundirlos con los "médiums curanderos", porque absolutamente no hacen más que transmitir el pensamiento del Espíritu, y no tienen por si mismos ninguna influencia.
Bastante comunes.
"Médíums religiosos": reciben más especialmente comunicaciones de un carácter religioso o que tratan la cuestión de religión, no obstante sus creencias y sus costumbres.
"Médíums filósofos y moralistas": sus comunicaciones tienen generalmente por objeto las cuestiones de moral y de alta filosofía. Muy comunes para la moral.
"Todas estas diferencias, son variedades de las aptitudes de los buenos médiums. En cuanto a aquellos que tienen una aptitud especial para ciertas comunicaciones científicas, históricas, medicinales u otras, fuera de su alcance actual, estad persuadidos que han poseído estos conocimientos en otra existencia, y que han quedado en ellos en estado latente; forman parte de los materiales cerebrales necesarios al Espíritu que se manifiesta, éstos son los elementos que le facilitan el camino para comunicar sus propias ideas porque estos médiums son para él instrumentos más inteligentes y más flexibles que lo seria uno que fuese tosco - ERASTO."
"Médiums de comunicaciones triviales y obscenas": estas palabras, indican el género de comunicaciones que ciertos médiums reciben de costumbre, y la naturaleza de los Espíritus que las hacen. Cualquiera que haya estudiado el mundo espiritista en todos los grados de la escala, sabe que los hay en ésta cuya perversidad iguala a los hombres más depravados y que se complacen en expresar sus pensamientos en los términos más groseros. Otros, menos abyectos, se contentan con expresiones triviales. Se comprende que estos médiums deben tener el deseo de librarse de la preferencia que estos Espíritus les conceden, y que deben tener envidia de aquellos que en las comunicaciones que reciben no han tenido jamás una palabra malsonante.
Sería preciso una extraña aberración de ideas y haberse divorciado con el buen sentido, para creer que semejante lenguaje pudiese ser el hecho de buenos Espíritus.

194. 4º Según las cualidades físicas del médium
"Médiums tranquilos": escriben siempre con cierta lentitud y sin probar la menor agitación.
"Médiums veloces": escriben con una rapidez más grande que podrían hacerlo voluntariamente en el estado ordinario. Los Espíritus se comunican a ellos con la prontitud del rayo; se diría que hay en los mismos una superabundancia de fluido que les permite identificarse instantáneamente con el Espíritu. Esta cualidad tiene algunas veces su inconveniente, y es que la rapidez de la escritura hace a ésta muy difícil de leerse por cualquier otro que no sea el médium.
"Es también muy fatigosa, porque hace gastar demasiado fluido inútilmente."
"Médiums convulsivos": están en un estado de sobreexcitación casi febril; su mano, y algunas veces toda su persona está agitada de un temblor que no pueden dominar. La primera causa de esto se halla, sin duda, en la organización, pero depende también mucho de la naturaleza de los Espíritus que se comunican con ellos; los Espíritus buenos v benévolos hacen siempre una impresión dulce y agradable; los malos, al contrario, la hacen penosa.
"Es preciso que estos médiums no se sirvan sino raras veces de su facultad medianímica, cuyo uso demasiado frecuente podría afectar su sistema nervioso."
(Capitulo de la "Identidad", distinción de los buenos y de los malos Espíritus).

195. 5º Según las cualidades morales del médium
Hacemos de ellas una mención ligera, para memoria y como para completar el cuadro, atendido que serán desenvueltas más adelante en los capítulos especiales: "De la influencia moral de los médiums, de la obsesión, de la identidad de los Espíritus" y otros, sobre los cuales llamamos particularmente la atención; se verá la influencia que las cualidades y las irregularidades de los médiums pueden ejercer sobre la seguridad de las comunicaciones, y cuáles son aquellos que se pueden con razón considerar como "médiums imperfectos" o "buenos médiums."

196. Médiums imperfectos
"Médiums poseídos": los que no pueden desembarazarse de Espíritus importunos y mentirosos, pero que no se dejan engañar.
"Médiums fascinados": los que son embaucados por Espíritus embusteros y se hacen ilusión sobre la naturaleza de las comunicaciones que reciben.
"Médiums subyugados": los que sufren una dominación moral y muchas veces material de parte de los malos Espíritus.
"Médiums ligeros": los que no toman su facultad a lo serio, y no se sirven de ella sino por diversión o por cosas fútiles.
"Médiurns indiferentes": los que no sacan ningún provecho moral de las instrucciones que reciben y no modifican en nada su conducta y sus costumbres.
"Médiums presuntuosos": los que tienen la pretensión de estar solos en relación con los Espíritus superiores.
Creen en su infalibilidad y miran como inferior y erróneo todo lo que no viene de ellos.
"Médiums orgullosos": los que tienen vanidad de las comunicaciones que reciben; creen no tener ya nada que aprender en Espiritismo, y no toman para ellos las lecciones que reciben a menudo de parte de los Espíritus. Estos no se contentan con las facultades que poseen: quieren tenerlas todas.
"Médíums susceptibles": variedad de los médiums orgullosos; se resienten de las críticas de que pueden ser objeto sus comunicaciones; se enojan de la menor contrariedad, y si enseñan lo que obtienen es para hacerlo admirar y no para pedir pareceres. Generalmente toman aversión a las personas que no les aplauden sin reserva, y desertan de las reuniones en que no pueden imponerse y dominar.
"Dejadíes que se pavoneen en otra parte y que busquen oídos más complacientes, o que se retiren en el aislamiento; las reuniones que se privan de su presencia no pierden mucho. -ERASTO."
"Médiums mercenarios": los que explotan su facultad.
"Médiums ambiciosos": los que sin poner a precio sus facultades esperan sacar de ellas alguna ventaja.
"Médiums de mala fe": los que teniendo facultades reales simulan las que no tienen para darse importancia. No se puede dar el título de médium a las personas que no teniendo ninguna facultad medianímica no producen más efectos que los de la impostura.
"Médiurns egoístas": los que no se sirven de su facultad sino para su uso personal, y guardan para ellos las comunicaciones que reciben.
"Médiums celosos": los que ven con despecho otros médiums mejor apreciados que les son superiores.
Contra todas esas malas cualidades hay también otras que son buenas.

197. Buenos médiums
"Médiums formales": los que no se sirven de su facultad sino para el bien y para cosas verdaderamente útiles; creerían profanarla haciéndola servir para la satisfacción de los curiosos y de los indiferentes o para fruslerías.
"Médiums modestos": los que no se hacen ningún mérito de las comunicaciones que reciben por buenas que sean; se consideran como extraños a ellas y no se creen al abrigo de las mixtificaciones. Lejos de huir de los consejos desinteresados, os solicitan.
"Médiums desinteresados": los que comprenden que el verdadero médium tiene una misión que cumplir, y debe, cuando sea necesario, sacrificar sus gustos, sus costumbres, sus placeres, su tiempo y aun sus intereses materiales al bien de los otros.
"Médiums seguros": los que además de la facilidad de ejecución merecen la mayor confianza por su propio carácter, la naturaleza elevada de los Espíritus por quienes están asistidos, y que son los menos expuestos a ser engañados. Veremos más adelante que esta seguridad no depende de ningún modo de los nombres más o menos respetables que toman los Espíritus.
"Bien conocéis que es incontestable que el censurar así las cualidades y las irregularidades de los médiums, suscitará contrariedades y aun animosidades en algunos; ¿pero qué importa? la mediumnidad se extiende de día en día más y el médium que tomara a mal estas reflexiones, probaría que no es buen médium; esto es, que está asistido por malos Espíritus. Por otra parte, como lo he dicho, todo esto sólo durará algún tiempo, y los malos médiums, los que abusan o hacen mal uso de sus facultades, sufrirán tristes consecuencias, como esto ha acontecido ya para algunos; aprenderán a sus costas lo que cuesta el hacer volver en provecho de sus pasiones terrestres un don que Dios no les había concedido sino para su adelantamiento moral. Si no podéis volverles a conducir al buen camino, compadecedles, que, puedo decíroslo, son réprobos de Dios. - ERASTO."
"Este cuadro es de gran importancia, no solamente para los médiuns sinceros que buscarán de buena fe, leyéndole, se preservarán de los escollos a que están expuestos; también para todos aquellos que se sirven de médiums, porque él les dará la medida de lo que pueden racionalmente esperar de ellos.
Debería estar constantemente bajo la vista de cualquiera que se ocupe de las manifestaciones, lo mismo que la "escala espiritista", de la cual es el complemento; estos dos cuadros resumen todos los principios de la doctrina, y contribuirán más que lo creéis a conducir al Espiritismo a su verdadero camino. - SÓCRATES."

198. Todas estas variedades de médiums presentan grados infinitos en su intensidad; hay muchos de estos que no constituyen propiamente hablando más que matices, pero que no dejan de ser el hecho de aptitudes especiales. Se concibe que debe ser bastante raro que la facultad de un médium se halle rigurosamente circunscrita a un sólo género; el mismo médium puede, sin duda, tener muchas aptitudes, pero siempre hay una que domina, y es la que se debe procurar cultivar si es útil. Es un mal grave el esforzarse en el desarrollo de una facultad cuando no se posee; es preciso cultivar todas aquellas cuyo germen se reconoce en sí mismo; pero buscar las otras es, desde luego, perder el tiempo, y en segundo lugar perder, quizá, o seguramente debilitar aquellas de que se está dotado.
"Cuando el principio, el germen de una facultad existe, se manifiesta siempre por señales nada equívocas. Encerrándose en su especialidad, puede el médium descollar y obtener cosas grandes y hermosas; ocupándose todo no obtendrá nada bueno.
Observad de paso que el deseo de extender indefinidamente el circulo de sus facultades es una pretensión orgullosa que los Espíritus no dejan nunca impune; los buenos abandonan siempre al presuntuoso que viene a ser así el juguete de los Espíritus mentirosos. Desgraciadamente no es raro el ver médiums que no están contentos de los dones que han recibido, y aspiran, por amor propio o ambición, a poseer facultades excepcionales propias para hacerlas notables; esta pretensión les quita la cualidad más preciosa: la de los "médiums seguros." -SÓCRATES."

199. El estudio de la especialidad de los médiums es necesario no sólo para éstos, sino también para el evocador. Según la naturaleza del Espíritu que se desea llamar y las preguntas que se le quiere dirigir, conviene elegir el médium más apto para la cosa; dirigirse al primero que viene es exponerse a respuestas incompletas o erróneas. Pongamos una comparación en los hechos usuales. No se confiará una redacción ni una simple copia al primero que llega porque sabe escribir Un músico quiere hacer ejecutar un trozo de canto de su composición; tiene a su disposición muchos cantantes, todos hábiles; sin embargo no los tomará al azar; elegirá por intérprete suyo aquel cuya voz, la expresión, en una palabra, todas las cualidades, respondan mejor a la naturaleza del trozo. Los Espíritus hacen lo mismo respecto de los médiums, y nosotros debemos hacer como los Espíritus.
Es de observar, además, que las diferencias que presenta la mediumnidad, y a las cuales se podrían todavía añadir otras, no están siempre en relación con el carácter del médium; así, por ejemplo, un médium naturalmente alegre y jovial puede tener habitualmente comunicaciones graves, aun severas, y "viceversa"; esto es también una prueba evidente que él obra bajo el impulso de una influencia extraña. Volveremos sobre este objeto en el capitulo que trata de la "Influencia moral del médium."

CAPÍTULO XVII
FORMACIÓN DE LOS MÉDIUMS
Desarrollo de la mediumnidad. Cambio de escritura. -Pérdida
y suspensión de la mediumnidad
Desarrollo de la mediumnidad

200. Nos ocuparemos especialmente aquí de los médiums escribientes, porque es la clase de mediumnidad más extendida y además porque es, a la vez, la más sencilla, la más cómoda, la que da los resultados más satisfactorios y más completos; es, también, la que todos ambicionan. Desgraciadamente no hay hasta ahora ningún diagnóstico que pueda indicar siquiera aproximadamente que se posee esta facultad; las señales físicas en las cuales ciertas personas han creído ver indicios, no tienen nada de cierto. Se la encuentra en los niños y en los viejos, en los hombres y en las mujeres, cualquiera que sea su temperamento, el estado de salud y el grado de desarrollo intelectual y moral.
Sólo hay un medio de acreditar la existencia, que es el ensayo.
Se puede obtener la escritura, como lo hemos visto por medio de las cestitas y tablitas, o directamente con la mano; siendo más fácil este último modo, y se puede decir el único empleado hoy día, es el que aconsejamos con preferencia. El procedimiento es de los más sencillos; consiste únicamente en tomar un lápiz y papel y colocarse en la posición de una persona que escribe, sin otra preparación; pero para tener un buen éxito son dispensables muchas recomendaciones.

201. Como disposición material recomendamos el evitar todo lo que pueda molestar el libre movimiento de la mano, siendo preferible que ésta no descanse del todo sobre el papel. La punta del lápiz debe apoyarse suficientemente para trazar, pero no tanto que pruebe resistencia. Todas estas precauciones vienen a ser inútiles cuando se ha conseguido escribir corrido, porque entonces ningún obstáculo podría detenerla; estos sólo son los preliminares del discípulo.

202. Es indiferente servirse de la pluma o del lápiz; ciertos médiums prefieren la pluma, pero esto sólo puede convenir a los que están formados y que escriben pausadamente.
Los hay que escriben con tal velocidad que el uso de la pluma sería casi imposible o al menos incómodo; lo mismo sucede cuando la escritura es salteada e irregular, o cuando se comunican Espíritus violentos que golpean con la punta y la rompen destrozando el papel.

203. El deseo natural de todo aspirante a médium es el poderse comunicar con el Espíritu de las personas que le son queridas, pero debe moderar su impaciencia, porque la comunicación con un Espíritu determinado ofrece muchas veces dificultades materiales que la hacen imposible para el principiante. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es preciso que entre él y el médium haya relaciones fluídicas, que no se establecen siempre instantáneamente, sino a medida que la facultad se desarrolla y que el médium adquiere poco a poco la aptitud necesaria para entrar en relación con el primer Espíritu que se presenta. De consiguiente puede suceder que con aquel con quien uno desea comunicarse no esté en condiciones propicias para hacerlo, "a pesar de su presencia", así como puede también suceder que no tenga la posibilidad ni el permiso de venir al llamamiento que se le hace. Por esto conviene en un principio no obstinarse en evocar a un Espíritu determinado con exclusión de cualquier otro, porque acontece muchas veces que con aquél no se establecen las relaciones fluídicas con tanta facilidad, por simpatía que se tenga por él. Antes, pues, de pensar en obtener comunicaciones de tal o cual Espíritu, es necesario dedicarse al desarrollo de la facultad, y para esto es preciso hacer un llamamiento general y dirigirse sobre todo a su ángel guardián.
En esto no hay fórmula sacramental; cualquiera que pretendiera dar una, puede tacharse resueltamente de falsa, porque los Espíritus no atienden a la forma sino al fondo. La evocación debe hacerse siempre en nombre de Dios, y se la puede hacer en los términos siguientes o parecidos: "Ruego a Dios Todopoderoso permita a un buen Espíritu comunicarse conmigo y hacerme escribir, ruego también a mi ángel guardián tenga
la bondad de asistirme y apartar a los malos." Se espera entonces que un Espíritu se manifieste haciendo escribir alguna cosa. Puede que se presente el que se desea, así como puede ser un Espíritu desconocido o el ángel guardián; de todos modos, generalmente, se da a conocer escribiendo su nombre; pero entonces se presenta la cuestión de "identidad", una de las que requieren más experiencia, pues hay pocos principiantes que no estén expuestos a ser engañados. Trataremos de ella más adelante en un capítulo especial.
Cuando quieran evocarse Espíritus determinados es muy esencial dirigirse primero a los que se sabe que son buenos y simpáticos y que pueden tener un motivo para venir como son los parientes o amigos. En este caso la evocación puede formularse de este modo: "En nombre de Dios Todopoderoso ruego al Espíritu de tal que se comunique conmigo"; o bien: "Ruego a Dios Todopoderoso permita al Espíritu de N. el comunicarse conmigo"; o cualquiera otra fórmula respondiendo al mismo pensamiento.
No deja de ser conveniente el que las primeras preguntas se hagan de tal modo que simplemente requieran la respuesta de "sí" o "no", como por ejemplo: "¿Estás aquí? ¿Quieres responderme? ¿Puedes hacerme escribir?" etc. Más tarde esta precaución viene a ser inútil; en un principio sólo se trata de establecer una relación; lo esencial es que la pregunta no sea frívola, que no tenga relación con cosas de interés privado y,
sobre todo, que sea la expresión de un sentimiento benévolo y simpático para el Espíritu al cual se dirige. (Véase más adelante el capítulo especial sobre las "Evocaciones").

204. Todavía debe tenerse presente otra cosa mas importante que el modo de hacer la evocación, y es la calma y el recogimiento unidos a un deseo ardiente y a una firme voluntad de obtener buen éxito, y no queremos hablar aquí de una voluntad efímera que tiene intervalos, interrumpiéndose a cada minuto por otras preocupaciones, sino la voluntad formal, perseverante, sostenida, sin "impaciencia ni deseo febril." La soledad, el silencio y el alejamiento de todo lo que puede causar distracciones favorece el recogimiento. Entonces sólo queda una cosa por hacer, que es renovar todos los días las tentativas durante diez minutos o un cuarto de hora, todo lo más cada vez, por espacio de quince días, un mes, dos meses, y más si es necesario; conocemos médiums que no se han formado hasta después de seis meses de ejercicio, mientras que otros escriben corrientemente desde la primera vez.

205. Para evitar tentativas inútiles, se puede interrogar por otro médium a un Espíritu formal y adelantado; pero debe notarse que cuando se pregunta a los Espíritus si uno es médium o no, responden casi siempre afirmativamente, lo que no impide que los ensayos sean muchas veces infructuosos. Esto se explica naturalmente. Se hace al Espíritu una pregunta general y responde de una manera general; ya se sabe que nada es tan elástico como la facultad medianímica, puesto que puede presentarse bajo las formas más variadas y en grados muy diferentes.
Se puede, por lo tanto, ser médium sin apercibirse de ello, y en un sentido diferente del que uno cree. Si hacemos una pregunta vaga, verbigracia: ¿Soy médium? El Espíritu puede responder: "sí" ; pero si se la hacemos precisa: ¿Soy médium escribiente? puede responder: "no." También es preciso tomar en cuenta la naturaleza del Espíritu a quien se pregunta, pues los hay tan ligeros e ignorantes que responden a tontas y a locas como verdaderos calaveras atolondrados; por esto aconsejamos el dirigirse a los Espíritus ilustrados, que generalmente contestan gustosos a estas preguntas e indican la mejor marcha que debe seguirse si ven posibilidad de tener buen resultado.

206. Lo que muchas veces da muy buenos resultados es el auxilio momentáneo de un buen médium escribiente flexible y formado. Si éste pone la mano o los dedos sobre la mano que debe escribir, raras veces deja de hacerlo inmediatamente; se comprende el efecto de esta acción; la mano que tiene el lápiz viene a ser de cierto modo un apéndice de la mano del médium, como lo sería una cestita o una tablita; pero esto no impide que este ejercicio sea muy útil cuando se puede emplear, pues que, regularizado y repetido a menudo, ayuda a vencer el obstáculo material y provoca el desarrollo de la facultad. Basta también algunas veces magnetizar fuertemente con la misma intención el brazo y la mano de aquel que quiere escribir. El magnetizador muchas veces se limita a poner la mano sobre la espalda, y nosotros hemos visto escribir prontamente bajo esta influencia. El mismo efecto puede igualmente producirse sin ningún contacto y por el hecho sólo de la voluntad. Se concibe sin trabajo que la confianza del magnetizador en su propia potencia para producir este resultado, debe hacer aquí un gran papel, y que un magnetizador incrédulo tendría poca o ninguna acción.
El concurso de un guía experimentado es, también, algunas veces, muy útil para hacer observar al principiante una porción de pequeñas precauciones que desprecia con frecuencia en detrimento de la rapidez de los progresos; sobre todo para ilustrarle sobre la naturaleza de las primeras preguntas y de la manera de hacerlas. Su tarea es la de un profesor que deja de ser necesario cuando el médium es bastante hábil.

207. Otro medio que puede igualmente contribuir poderosamente al desarrollo de la facultad consiste en reunir cierto número de personas, animadas todas del mismo deseo y por la comunidad de intención; simultáneamente, en un silencio absoluto y con un religioso recogimiento, que se ensayen todas a escribir haciendo cada una evocación a su ángel de la guarda o a un Espíritu simpático. Una de ellas puede igualmente hacer, sin designación especial y por todos los miembros de la reunión, un llamamiento general a buenos Espíritus, diciendo, por ejemplo: "En nombre de Dios Todopoderoso, rogamos a los buenos Espíritus tengan la bondad de comunicarse con las personas aquí, presentes." Es raro que entre el número no haya alguno que dé luego señales de mediumnidad, o que escriba corrido en poco tiempo.
Se comprende fácilmente lo que pasa en esta circunstancia. Las personas unidas por comunidad de intención, forman un todo colectivo, cuya potencia y sensibilidad se aumenta por una especie de influencia magnética que ayuda al desarrollo de la facultad. Entre los Espíritus atraídos por este concurso de voluntades los hay que hallan en los asistentes el instrumento que les conviene; si no es el uno, es el otro, y se aprovechan.
Este medio debe, sobre todo, emplearse en los grupos espiritistas que tienen falta de médiums o que no los tienen en número suficiente.
208. Se han buscado procedimientos para la formación de los médiums, como se han buscado diagnósticos; pero hasta ahora no conocemos otros más eficaces que los que hemos indicado. Persuadidos de que el obstáculo para el desarrollo de la facultad es una resistencia enteramente material, ciertas personas pretenden vencerla por una especie de gimnástica casi dislocante de los brazos y de la cabeza. No queremos describir este procedimiento, que nos viene de la otra parte del Atlántico, no sólo porque no tenemos ninguna prueba de su eficacia, sino porque estamos convencidos que puede ofrecer peligro para las complexiones delicadas por la conmoción del sistema nervioso. Si los rudimientos de la facultad no existen nada podría darlos, ni siquiera la electrización, que se ha empleado con el mismo fin, pero sin resultado.

209. La fe en el médium principiante no es una condición de rigor; secunda, sí, los esfuerzos, sin contradicción, pero no es indispensable: la pureza de intención, el deseo y la buena voluntad bastan. Se han visto personas enteramente incrédulas quedarse del todo admiradas al escribir a su pesar, mientras que creyentes sinceros no lo pueden conseguir; lo que prueba que esta facultad depende de una predisposición orgánica.

210. El primer indicio de una disposición para escribir es una especie de estremecimiento en el brazo y en la mano; poco a poco la mano es arrastrada por un impulso que no puede dominar. Muchas veces en un principio sólo traza rasgos insignificantes; luego se dibujan los caracteres poco a poco, haciéndose cada vez más claros y la escritura acaba por adquirir la rapidez de la escritura corrida. En todos los casos es preciso abandonar la mano a su movimiento natural y no hacer ni resistencia ni propulsión.
Ciertos médiums escriben de corrido y con facilidad desde el principio, algunas veces desde la primera sesión, lo que es bastante raro; otros hacen, durante largo tiempo rayas y verdaderos ejercicios caligráficos; los Espíritus dicen que esto es para soltarles la mano. Si estos ejercicios se prolongan demasiado o degeneran en signos ridículos, no podría dudarse que se ha introducido un Espíritu atrasado o ligero que se divierte, porque los buenos Espíritus nunca permiten que se haga nada inútil; en este caso será preciso redoblar el fervor para llamar su asistencia. Si a pesar de esto no hay cambio, es preciso detenerse desde que uno se apercibe que no obtiene nada formal.
Cada día puede repetirse la tentativa, pero conviene cesar a las primeras señales equívocas para no dar esta satisfacción a los Espíritus burlones.
Además de estas observaciones un Espíritu añade lo siguiente: "Hay médiums cuya facultad no puede pasar de estos signos: cuando al cabo de algunos meses no se obtienen sino cosas insignificantes, como "sí" o "no" o letras sin sentido, es inútil persistir ensuciando papel; estos son mediums, pero médiums improductivos. Por lo demás las primeras comunicaciones que se obtienen no deben considerarse sino como ejercicios que se confían a Espíritus secundarios; por lo mismo sólo se las debe dar una mediana importancia, en razón a que los Espíritus que se emplean en esto son, por decirlo así, como maestros de escritura para desbastar al médium principiante; porque no creáis nunca que sean Espíritus elevados los que se ocupan en estos ejercicios preparatorios que hace el médium; puede suceder que si el médium no tiene un objeto formal, estos Espíritus permanezcan y se adhieran a él. Casi todos los médiums han pasado por este crisol para desarrollarse; a ellos, pues, corresponde hacer todo lo posible para conseguir la simpatía de los Espíritus verdaderamente superiores."

211. El escollo de la mayor parte de los médiums principiantes está en tener comunicaciones con Espíritus inferiores y deben tenerse por dichosos cuando sólo son Espíritus ligeros. Toda su atención debe fijarse en no dejarles tomar pie, porque una vez han echado el áncora no siempre es fácil desembarazarse de ellos. Este punto es tan capital, sobre todo al principio, que sin las precauciones necesarias puede perderse el fruto de las más bellas facultades.
Lo primero que debe hacerse es ponerse con una fe sincera bajo la protección de Dios y reclamar la asistencia del ángel de la guarda; éste es siempre bueno, mientras que los Espíritus familiares, simpatizando con las buenas o las malas cualidades del médium, pueden ser ligeros y también malos.
Después es preciso dedicarse con un cuidado escrupuloso a reconocer por todos los indicios que suministra la experiencia, la naturaleza de los primeros Espíritus que se comunican, y de los cuales es siempre prudente desconfiar. Si estos indicios son sospechosos, debe hacerse una evocación ferviente al ángel de la guarda, y rechazar con todas su fuerzas al Espíritu malo, probándole que uno no es su juguete, a fin de desanimarle. Por esto es indispensable el previo estudio de la teoría si se quieren evitar los inconvenientes inseparables de la inexperiencia; sobre este asunto se encontrarán instrucciones muy extensas en los capítulos de la "Obsesión" y de la "Identidad de los Espíritus." Limitándonos ahora a decir que además del lenguaje se pueden tener como pruebas "infalibles" de la inferioridad de los Espíritus, todos los signos, figuras, emblemas inútiles o pueriles, toda escritura extravagante, truncada y torcida con intención, de dimensiones exagerables o afectando formas ridículas e inusitadas; la escritura puede ser muy mala, aun poco legible, lo que depende más bien del médium que del Espíritu, sin tener nada de insólito. Hemos visto médiums de tal modo engañados, que medían la superioridad de los Espíritus por la dimensión de los caracteres, dando gran importancia a las letras de molde como caracteres de imprenta, puerilidad evidentemente incompatible con una superioridad real.

212. Es muy importante no caer sin quererlo bajo la dependencia de los Espíritus malos, pero lo es más aún el hacerlo voluntariamente, y es preciso evitar que un deseo inmoderado de escribir haga creer que es indiferente el dirigirse al primero que se presenta, del que no se podrá desembarazar más tarde, si no conviene, porque nadie pide asistencia a un mal Espíritu impunemente, pues que éste hace pagar caro sus servicios.
Algunas personas, impacientes por ver desarrollarse en ellas la facultad medianímica, demasiado lenta a su parecer, han tenido la idea de llamar en su ayuda a un Espíritu cualquiera, "aunque fuese malo", contando poderlo despedir en seguida.
Muchos han sido servidos a su gusto y han escrito inmediatamente; pero el Espíritu, haciendo poco caso de que le llamasen porque no podían escribir, no ha sido tan dócil en irse como en presentarse. Conocemos algunos que han sido castigados con obsesiones de años y de todas clases, por las más ridículas sofisticaciones, por una fascinación tenaz y aun por desgracias "materiales", y las crueles decepciones por creerse bastante fuertes para alejarles cuando quisieran. El Espíritu se muestra, desde luego, abiertamente malvado, después hipócrita a fin de hacer creer o en su conversión o en la pretendida potencia de subyugado, para echarle a su voluntad.

213. La escritura es algunas veces muy legible; las palabras y las letras perfectamente destacadas; pero con ciertos médiums es difícil descifrarlo por otro que no sea el mismo que escribe: es preciso acostumbrarse a esto. Muchas veces su forma es a grandes rasgos; los Espíritus son poco económicos de papel. Cuando una palabra o una frase es poco legible, se ruega al Espíritu que tenga la bondad de volverla a poner, lo que hace generalmente con gusto. Cuando la escritura es habitualmente ilegible, aun para el médium, éste consigue casi siempre obtenerla más clara por medio de ejercicios frecuentes y sostenidos, "poniendo una fuerte voluntad" y suplicando con ardor al Espíritu el ser más correcto.
Ciertos Espíritus adoptan muchas veces signos convencionales que quedan en uso en las reuniones habituales. Para indicar que una pregunta les desagrada y que no quieren responder a ella, harán por ejemplo una larga raya o alguna cosa equivalente.
Cuando el Espíritu ha concluido lo que tenía que decir o que no quiere responder más, la mano queda inmóvil, y el médium, cualquiera que sea su potencia y su voluntad, no puede obtener una palabra más. Al contrario, hasta que el Espíritu haya acabado, marcha el lápiz, sin que sea posible a la mano detenerse. Quiere decir espontáneamente alguna cosa, la mano coge convulsivamente el lápiz y se pone a escribir sin poder hacer oposición. Por otra parte el médium siente casi siempre en él alguna cosa que le indica si sólo hay suspensión o si el Espíritu ha terminado. Es raro que no sienta cuando éste se ha marchado.
Tales son las explicaciones más esenciales que tenemos que dar tocante al desarrollo de la psycografía; la experiencia hará conocer, en la práctica, ciertos detalles que sería inútil el referir aquí, y para los cuales se guiará según los principios generales.
Si muchos los ensayan encontraremos más médiums de lo que creen.

214. Todo lo que acabamos de decir se aplica a la escritura mecánica; esta es aquella que todos los médiums quieren obtener con razón; pero el mecanismo puro es muy raro y se mezcla en él muy a menudo más o menos intuición. Teniendo el médium la conciencia de lo que escribe; éste, naturalmente, se inclina a dudar de su facultad; no sabe si esto viene de él o de un Espíritu extraño. No debe inquietarse por ningún concepto y si continuar en su obra; que se observe a si mismo con cuidado, y reconocerá fácilmente en lo que escribe una porción de cosas que no estaban en su pensamiento, y aunque son contrarias a su opinión; prueba evidente que no vienen de él. Que continúe, pues, y la duda se disipará con la experiencia.

215. Si no le es permitido al médium el ser exclusivamente mecánico, todos los ensayos para obtener este resultado serán infructuosos, y sin embargo haría mal en creerse desheredado por esto; si sólo está dotado de la mediumnidad intuitiva, es preciso que se contente con ella y no dejará de prestarle grandes servicios si sabe aprovecharla y no rechazarla.
Si después de inútiles ensayos continuados durante algún tiempo no se produce ningún indicio de movimiento involuntario, o si éstos movimientos son demasiado débiles para dar resultados, no debe vacilar en escribir el primer pensamiento que le sugiere, sin cuidarse si viene de él o de un origen extraño; la experiencia le enseñará a distinguirlo. Sucede también algunas veces que el movimiento mecánico se desarrolla ulteriormente.
Hemos dicho más arriba que hay casos en que es indiferente el saber si el pensamiento viene del médium o de un Espíritu extraño; sobre todo cuando un médium puramente intuitivo o inspirado hace un trabajo de imaginación por sí mismo; poco importa que se atribuya un pensamiento que le fuera sugerido; si las ideas son buenas, que dé gracias por ello a su buen genio y le serán sugeridas otras. Tal es la inspiración de los poetas, de los filósofos y de los sabios.

216. Supongamos que la facultad medianímica esté completamente desarrollada; que el médium escriba con facilidad y que sea, en una palabra, lo que se llama un médium hecho, le sería muy perjudicial si se creyera dispensado de adquirir otras instrucciones; sólo ha vencido la resistencia material, pero entonces es cuando empiezan para él las verdaderas dificultades y cuando más necesita los consejos de la prudencia y de la experiencia sin no quiere caer en los mil lazos que se le preparan. Si quiere levantar demasiado el vuelo con sus propias alas, no tardará en ser el juguete de los Espíritus mentirosos que procurarán explotar su presunción.

217. Una vez desarrollada la facultad en el médium es esencial que no haga de ella un abuso. La satisfacción que procura a ciertos principiantes excita en ellos un entusiasmo que es importante moderar; deben pensar que se les ha dado para el bien y no para satisfacer una vana curiosidad; por esto es útil servirse de ella en los momentos oportunos y no a cada instante; como los Espíritus no están constantemente a sus órdenes, corren el riesgo de ser chasqueados por mixtificadores. A este objeto es conveniente adoptar días y horas determinadas, porque de este modo hay mejores disposiciones y más recogimiento, y los Espíritus que quieran presentarse están prevenidos y se disponen en consecuencia.

218. Si a pesar de todas las tentativas no se revela la mediumnidad de ningún modo, será menester renunciar a ella, como se renuncia a cantar cuando no se tiene voz.
El que sólo sabe una lengua se sirve de un traductor; debe, pues, hacer lo mismo, es decir, recurrir a otro médium. Nadie debe creerse privado de la asistencia de los Espíritus por falta de médium. La mediumnidad es para ellos un medio de expremirse, y no un medio exclusivo de atracción; los que no tienen afecto están al lado nuestro, seamos o no médiums; un padre no abandonará a su hijo porque sea sordo y ciego y no puede verle ni oírle; le rodea con solicitud como lo hacen los buenos Espíritus con nosotros; si no pueden transmitirnos materialmente su pensamiento, nos ayudan por medio de la inspiración.

Cambio de escritura

219. El cambio de escritura, según los Espíritus que se comunican, es un fenómeno muy común entre los médiums escribientes; lo más notable es que la misma escritura se reproduce constantemente con el mismo Espíritu, y a veces es idéntica a la que tenía cuando vivía; veremos más adelante las consecuencias que de esto se pueden deducir en cuanto a la identidad. El cambio de escritura no tiene lugar sino en los médiums mecánicos o semi-mecánicos, porque en ellos el movimiento de la mano es involuntario y dirigido por el Espíritu; no sucede lo mismo con los mé-diums puramente intuitivos, atendido que en este caso el Espíritu obra únicamente sobre el pensamiento y la mano es dirigida por la voluntad como en las circunstancias ordinarias; pero la uniformidad de la escritura, aun en un medium mecánico, no prueba absolutamente nada contra su facultad; no siendo el cambio una condición absoluta en la manifestación de los Espíritus, corresponde a una aptitud especial, de la que los médiums más mecánicos no siempre están dotados. Nosotros designamos a los que tienen esta aptitud con el nombre de "médiums polígrafos."

Pérdida y suspensión de la mediumnidad

220. La facultad medianímica está sujeta a intermitencias y a suspensiones momentáneas, ya sea para las manifestaciones físicas, ya sea para la escritura. He aquí las contestaciones de los Espíritus dadas a algunas preguntas hechas con este objeto.
1. ¿Los médiums pueden perder su facultad?
"Esto sucede a menudo, cualquiera que sea el género de esta facultad; pero muchas veces sólo es una interrupción momentánea que cesa con la causa que ha producido."
2. ¿La causa de la pérdida de la mediumnidad está en la extinción del fluido?
"Cualquiera que sea la facultad del médium nada puede hacer sin el concurso simpático de los Espíritus cuando ya no se recibe nada, no es porque le falte siempre la facultad; muchas veces los Espíritus son los que no quieren o no pueden servirse de él."
3. ¿Qué causa puede provocar en un médium el abandono de los Espíritus?
"El uso que hace de su facultad es la más poderosa para los buenos Espíritus. Podemos abandonarle cuando se sirve de ella para cosas frívolas o con miras ambiciosas; cuando rehúsa participar nuestra palabra o nuestros hechos a los encarnados que lo desean o que lo necesitan ver para estar convencidos. Este don de Dios no se concede al médium para que se divierta, y aun menos para servir su ambición, sino para su propia mejora y para hacer conocer la verdad a los hombres. Si el Espíritu ve que el médium no corresponde a sus miras y no aprovecha las instrucciones y las advertencias que le da, se retira para buscar un protegido más digno."
4. El Espíritu que se retira, ¿puede ser reemplazado y en este caso no comprenderíamos la suspensión de la facultad?
"No faltan Espíritus que lo que más desean es comunicarse y están prontos a reemplazar a los que se retiran; pero cuando es un buen Espíritu el que abandona al médium, puede muy bien no dejarle sino momentáneamente y privarle por cierto tiempo de toda comunicación, a fin de que le sirva de lección y probarle que su facultad no depende de él "y no debe envanecerse por tenerla. Esta impotencia momentánea es también para dar una prueba al médium de que escribe bajo una influencia extraña; de otro modo no habría intermitencia.
Por otra parte, la interrupción de la facultad no es siempre un castigo; acredita algunas veces el cuidado del Espíritu por el médium a quien estima; quiere procurarle un reposo material que juzga necesario y en este caso no permite que le reemplacen otros Espíritus."
5. Se ven, sin embargo, médiums muy meritorios, moralmente hablando, que no tienen ninguna necesidad de reposo, y son muy contrariados por las interrupciones cuyo objeto no comprenden.
"Esto es con el fin de poner su paciencia a prueba y juzgar de su perseverancia; por lo mismo los Espíritus no señalan en general ningún término a esta suspensión; quieren ver si el médium se impacientará. Muchas veces también es para dejarles el tiempo de meditar las instrucciones que les han dado, y en esta meditación de nuestras enseñanzas reconocemos los Espiritistas verdaderamente formales; no podemos dar este nombre a aquellos que en realidad sólo son aficionados a comunicaciones."
6. ¿En este caso es preciso que el médium continúe sus tentativas para escribir?
"Si el Espíritu lo aconseja, sí; si le dice que se abstenga, debe hacerlo."
7. ¿Y habría un medio de abreviar esta prueba?
"La resignación y la oración. Por lo demás, basta hacer cada día una tentativa de algunos minutos, porque seria inútil perder el tiempo ensayando infructuosamente; la tentativa no tiene otro objeto que el de asegurarse si la facultad se ha recobrado."
8. ¿La suspensión supone el alejamiento de los Espíritus que tienen la costumbre de comunicarse?
"Nada de eso; el médium está entonces en la posición de una persona que perdiera momentáneamente la vista, y por eso no dejaría de estar rodeada de sus amigos, aun cuando no los viese. El médium, pues, puede y aun debe continuar conversando con el pensamiento con sus Espíritus familiares, y estar persuadido que se le oye. Si la falta de la mediumnidad puede privar las comunicaciones materiales con ciertos Espíritus, no puede privar las comunicaciones morales."
9. ¿Así es que la interrupción de la facultad medianímica no implica siempre una censura de parte de los Espíritus?
"Sin duda que no, puesto que puede ser una prueba de benevolencia."
10. ¿Cómo podríamos conocer que esta interrupción sea causada por una censura?
"Que consulte el médium su conciencia y ve el uso que ha hecho de su facultad, el bien que de ella ha resultado para los otros, 'el provecho que ha sacado de los consejos que se le han dado', y tendrá la respuesta."
11. ¿El médium que no puede escribir, tampoco puede valerse de otro médium?
"Eso depende de la causa de la interrupción; muchas veces sólo tiene por motivo el dejaros algún tiempo sin comunicaciones, después de haberos dado consejos, a fin de que no os acostumbréis a hacer nada sin nosotros; en este caso tampoco le servirá el valerse de otro médium; esto tiene también por objeto el probaros que los Espíritus son libres y no depende de vosotros el gobernarlos a vuestro gusto. Por igual razón los que no son médiums no siempre tienen todas las comunicaciones que desean."
Observación. - En efecto; debe observarse que aquel que recurre a un tercero para las comunicaciones, teniendo la cualidad de médium, muchas veces no obtiene nada satisfactorio, mientras que en otras ocasiones las respuestas son muy explícitas.
Esto depende de tal modo de la voluntad del Espíritu, que nada se adelanta cambiando de médium: parece con respecto a ésto, que los mismos Espíritus se ponen de acuerdo, porque lo que no se obtiene de uno, tampoco se obtiene de otro. Entonces es preciso abstenerse, no insistir ni impacientarse, si no se quiere ser el juguete de los Espíritus mentirosos, que responderán si tanto se desea, y los buenos les dejarán hacer para castigar nuestra impaciencia.
12. ¿Con qué fin la Providencia ha dotado a ciertos individuos de la mediumnidad de una manera especial?
"Es una misión que se les ha encargado y por lo que son dichosos; estos son los intérpretes entre los Espíritus y los hombres."
13. ¿Hay, sin embargo, médiums que no emplean su facultad sino con repugnancia?
"Son médiums imperfectos; no conocen el precio del favor que se les ha concedido."
14. Si es una misión, ¿por qué no es el privilegio de los hombres de bien y no que se dé esta facultad a personas que no merecen ninguna estimación y que pueden abusar de ella?
"Se les da porque tienen necesidad de su propio mejoramiento y a fin de que ellos mismos estén en disposición de recibir buenas enseñanzas; si no se aprovechan de ellas sufrirán las consecuencias, ¿Jesús no dirigía con preferencia su palabra a los pecadores, diciendo que es preciso dar a aquel que no tiene?"
15. Las personas que tienen un gran deseo de escribir como médiums, sin conseguirlo, ¿pueden creer por esto mismo falta de benevolencia de los Espíritus hacia ellos, por alguna causa?
"No, porque Dios puede haberles rehusado esta facultad, como puede haberles rehusado el don de la poesía o de la música; pero si no gozan de este favor pueden tener otros."
16. ¿Cómo puede perfeccionarse el hombre con la enseñanza de los Espíritus, cuando no tienen los medios de recibir esta enseñanza directa por sí mismo ni por otros médiums?
"¿Acaso no tiene libros como el cristiano tiene el Evangelio? Para practicar la moral de Jesús el cristiano no necesita oírlas palabras de su boca."

CAPÍTULO XVIII
INCONVENIENTES Y PELIGROS DE LA MEDIUMNIDAD
Influencia del ejercicio de la mediumnidad sobre la salud. –Idem sobre el cerebro. - Idem sobre los niños

221. 1. ¿La facultad medianímica es indicio de un estado patológico cualquiera o simplemente anómalo?
"Anómalo algunas veces, pero no patológico; hay médiums de una salud robusta; los que están enfermos lo están por otras causas."
2. ¿El ejercicio de la facultad medianímica puede ocasionar la fatiga?
"El ejercicio demasiado prolongado de cualquiera facultad causa fatiga; la mediumnidad está en el mismo caso principalmente la que se aplica a los efectos físicos; ocasiona necesariamente un gasto de fluido que atrae la fatiga y se repara con el descanso."
3. ¿El ejercicio de la mediumnidad puede tener inconvenientes para sí mismo desde el punto de vista higiénico, abstracción hecha del abuso?
"Hay casos en que es prudente y aun necesario el abstenerse de ese ejercicio, o al menos moderarlo, eso depende del estado físico y moral del médium. Por otra parte el médium lo conoce generalmente, y cuando se fatiga debe abstenerse.
4. ¿Hay personas para las cuales este ejercicio tiene más inconvenientes que para otras?
"He dicho que esto depende del estado físico y moral del médium. Hay personas
que deben evitar toda causa de sobreexcitación, y esta es una de ella. (Números 188 y 194)."
5. ¿La mediumnidad podría producir la locura?
"Menos que cualquiera otra cosa, cuando no hay predisposición por la debilidad del cerebro. La mediumnidad no producirá a la locura cuando el principio no existe; pero si el principio existe, lo que es fácil reconocer en el estado moral, el buen sentido dice que es menester usar de miramientos bajo todos los aspectos, porque toda causa de conmoción puede ser dañosa."
6. ¿Hay inconveniente en desarrollar la mediumnidad en los niños?
"Ciertamente, y sostengo que es muy peligroso; porque estas organizaciones tiernas y delicadas se conmovierán demasiado y su joven imaginación se sobreexcitaría; por lo mismo los padres discretos les alejarán de estas ideas o al menos no les hablarán sino desde el punto de vista de las consecuencias morales."
7. Sin embargo, hay niños que son médiums naturalmente, ya sea para los efectos físicos, ya para la escritura y las visiones, ¿tiene esto el mismo inconveniente?
"No; cuando la facultad es espontánea en un niño, es que está en su naturaleza y que su constitución se presta a ella; eso no es lo mismo que cuando es provocado y sobreexcitado. Observad que el niño que tiene visiones, se impresiona generalmente poco por ellas, le parece una cosa muy natural, en la cual no se fila sino débilmente, y a menudo olvida; más tarde el hecho se le presenta en la memoria y se lo explica fácilmente si conoce el Espiritismo."
8. ¿Cuál es la edad en la cual se puede, sin inconveniente, ocuparse de la mediumnidad?
"No hay edad precisa; eso depende enteramente del desarrollo físico y aún más del moral; hay niños de doce años que se afectarán menos que ciertas personas adultas.
Hablo de la mediumnidad en general, pero la que se aplica a los efectos físicos fatiga más corporalmente; la escritura tiene otro inconveniente que se refiere a la inexperiencia del niño, en el caso que quisiera ocuparse a solas y hacer de ello un juego."
222. La práctica del Espiritismo, como lo veremos más adelante, pide mucho tacto para librarse de las astucias de los Espíritus mentirosos; si los hombres son sus juguetes, la infancia y la juventud están aún más expuestos por razón de su inexperiencia. Se sabe, además, que el recogimiento es una condición sin la cual no se pueden tener relaciones con los Espíritus formales; las evocaciones hechas con aturdimiento y a manera de diversión, son una verdadera profanación que abre fácil acceso a los Espíritus burlones o malévolos; como no se puede esperar de un niño la gravedad necesaria para un acto semejante, seria de temer no hiciese de esto un juego si se entregaba a sí mismo. Aun en las condiciones más favorables, es de desear que un niño dotado de la facultad medianímica no la ejerza sino a la vista de personas experimentadas que le enseñarán con su ejemplo el respecto que se debe a las almas de aquellos que han vivido. Se ve, según eso, que la cuestión de la edad está subordinada a las circunstancias del temperamento, como del carácter. Sin embargo, lo que resalta claramente de las respuestas arriba hechas, es que no se debe excitar el
desenvolvimiento de esta facultad en los niños cuando no es espontánea, y que en todos los casos es preciso usar de esta con gran circunspección; que no se debe tampoco excitarla ni alentarla entre las personas débiles. Es necesario desviar de esto, por todos los medios posibles, a los que hubiesen dado los menores síntomas de excentricidad en las ideas o debilidad de las facultades mentales, porque hay en ellas predisposición evidente a la locura que cualquiera causa sobreexcitante puede desenvolver. Las ideas espiritistas no tienen bajo este aspecto una influencia mayor, pero viniendo a declararse la locura, tomaría el carácter de la preocupación dominante, como tomaría un carácter religioso si la persona se daba con exceso a las prácticas de devoción y se haría de esto responsable al Espiritismo. Lo que mejor puede hacerse con cualquier individuo que muestre una tendencia a la idea fija, es el dirigir sus preocupaciones por otra parte, a fin de procurar el descanso a los órganos debilitados.
Llamamos acerca de lo mismo la atención de nuestros lectores sobre el párrafo XII de la introducción del Libro de los Espíritus.

CAPÍTULO XIX
PAPEL DEL MÉDIUM EN LAS COMUNICACIONES ESPIRITISTAS
Influencia del Espíritu personal del médium. - Sistema de los médiums inertes. - Aptitud de ciertos médiums para las cosas que no conocen: los idiomas, la música, el dibujo, etc. - Disertación de un Espíritu sobre el oficio de los médiums.

223. El médium, en el momento que ejerce su facultad, ¿está en un estado perfectamente normal?
"Está algunas veces en un estado de crisis más o menos pronunciada; esto es lo que le fatiga y por eso tiene necesidad de descanso; pero muchas veces su estado no difiere sensiblemente del estado normal, sobre todo en los médiums escribientes."
2. Las comunicaciones escritas o verbales, ¿pueden también provenir del mismo Espíritu encarnado en el médium?
"El alma del médium puede comunicarse como la de cualquier otro; si goza de cierto grado de libertad, recobra sus cualidades de Espíritu. Vosotros tenéis la prueba en el alma de las personas vivientes que vienen a visitaros y a menudo se os comunican por la escritura sin que las llaméis. Porque es menester que sepáis que entre los Espíritus que evocáis los hay que están encarnados en la tierra: 'entonces os hablan como Espíritus y no como hombres.' ¿Por qué quisierais que no fuese lo mismo con la del médium?"
- ¿Esta explicación no parece confirmar la opinión de aquellos que creen que todas las comunicaciones emanan del Espíritu del médium y no de Espíritus extraños?
"Sólo se engañan porque son absolutos; pues es cierto que el Espíritu del médium puede obrar por sí mismo; pero esta no es una razón para que otros no obren igualmente por su Intermediario."
3. ¿Cómo distinguiremos si el Espíritu que responde es el del médium o el de un Espíritu extraño?
"En la naturaleza de las comunicaciones. Estudiad las circunstancias y el lenguaje y distinguiréis. Sobre todo en el estado de sonambulismo o de éxtasis es cuando el Espíritu del médium se manifiesta, porque entonces es más libre; pero en el estado normal es más difícil. Por lo demás hay respuestas que es imposible atribuirle; por esto os digo que estudiéis y observéis."
Observación. - Cuando una persona nos habla distinguimos fácilmente lo que es suyo o lo que sólo es su eco; lo mismo sucede con los médiums.
4. Puesto que el Espíritu del médium ha podido adquirir, en las existencias anteriores, conocimientos que ha olvidado bajo su cubierta corporal, pero de los que puede acordarse como Espíritu, ¿no puede sacar de su propio fondo las ideas que parecen extralimitar el alcance de su instrucción?
"Esto sucede muchas veces en el estado de sonambulismo o éxtasis; pero, lo repito: hay circunstancias que no permiten la duda; estudiad 'mucho tiempo' y meditad."
5. Las comunicaciones que provienen del Espíritu del médium, ¿son siempre inferiores a las que podrían ser dadas por Espíritus extraños?
"Siempre no, porque el Espíritu extraño puede ser él mismo, de un orden inferior al del médium, y en tal caso hablar con menos sensatez. Se ve esto en el sonambulismo; porque lo más a menudo es el Espíritu del sonámbulo el que se manifiesta, y por lo mismo el que dice muchas veces cosas muy buenas."
6. ¿El Espíritu que se comunica por un médium, transmite directamente su pensamiento, o bien este pensamiento tiene por intermediario el Espíritu encarnado en el médium?
"El Espíritu del médium es el intérprete, porque está ligado al cuerpo que sirve para hablar, y que es menester una cadena entre vosotros y los Espíritus extraños que se comunican, así como es necesario un hilo eléctrico para comunicar una noticia a lo lejos, y al extremo del hilo una persona inteligente que la recibe y la transmite."
7. El Espíritu encarnado en el médium, ¿ejerce una influencia en las comunicaciones que debe transmitir y que provienen de Espíritus extraños?
"Sí, porque si no les es simpático puede alterar las respuestas y asimilarlas a sus propias ideas y a sus inclinaciones, 'pero él no influye a los mismos Espíritus'; sólo es un mal intérprete."
8. ¿Es esta la causa de la preferencia que tienen algunos Espíritus por ciertos médiums?
"No hay otra; buscan el intérprete que simpatiza mejor con ellos y que manifiesta más exactamente su pensamiento. Si entre ellos no hay simpatía, el Espíritu del médium es un antagonista que opone cierta resistencia y viene a ser un intérprete de mala voluntad y muchas veces infiel. Lo mismo sucede entre vosotros, cuando la advertencia de un sabio se transmite por medio de la voz de un atolondrado o de un hombre de mala fe."
9. ¿Se concibe que así suceda con los médiums intuitivos, pero no con los mecánicos?
"Vosotros no os hacéis bien cargo del papel que juegan los médiums; hay en esto una ley que aun no habéis entendido. Acordaos que para operar el movimiento de un cuerpo inerte, el Espíritu tiene necesidad de una porción de fluido animalizado que toma del médium para animar momentáneamente la mesa, a fin de que ésta obedezca a su voluntad; pues bien: comprended también que para una comunicación inteligente hay necesidad de un intermediario inteligente, y que este intermediario es el del Espíritu del médium."
- Esto no parece aplicable a lo que se llama mesas parlantes; porque desde que los objetos "inertes", como mesas, tablitas o cestitos dan respuestas inteligentes, parece que el Espíritu del médium no tiene en ello parte.
"Esto es un error; el Espíritu puede dar al cuerpo inerte una vida ficticia, momentánea, pero no inteligente; nunca un cuerpo inerte ha sido inteligente. Es, pues, el Espíritu del médium el que recibe el pensamiento sin saberlo y lo transmite poco a poco con la ayuda de los diversos intermediarios."
10. ¿Parece resultar de estas explicaciones que el Espíritu del médium nunca está completamente pasivo?
"Está pasivo cuando no mezcla sus propias ideas con las del Espíritu extraño, pues no es nunca enteramente nulo; su concurso es siempre necesario como intermediario aun en los que vosotros llamáis médiums mecánicos."
11. ¿No hay más garantía de independencia en el médium mecánico que en el médium intuitivo?
"Sin ninguna duda, y para ciertas comunicaciones es preferente un médium mecánico; pero cuando se conocen las facultades del médium intuitivo, esto viene a ser indiferente, según las circunstancias; quiero decir que hay comunicaciones que requieren menos precisión."
12. Entre los diferentes sistemas que se han emitido para explicar los fenómenos espiritistas, hay uno que consiste en creer que la verdadera mediumnidad está en cuerpo completamente inerte, en la cestita o en el cartón, por ejemplo, que sirve de instrumento; que el Espíritu extraño se identifica con este objeto y no sólo le da vida, sino inteligencia; de aquí viene el nombre de médiums inertes dado a estos objetos; ¿qué pensáis de todo esto?
"Una sola palabra basta para contestar á esto: si el Espíritu había transmitido la inteligencia al cartón al mismo tiempo que la vida, el cartón escribiría solo, sin el concurso del médium; sería muy singular que el hombre inteligente se volviese máquina, y que un objeto inerte se volviese inteligente. Este es uno de los numerosos sistemas nacidos de una idea preconcebida y que caen, como otros tantos, ante la experiencia y la observación."
13. ¿Un fenómeno bien conocido podría acreditar la opinión de que hay en los cuerpos inertes animados más que la vida, más aun, la inteligencia, es el de las mesas, cestitas, etc., que expresan por su movimiento la cólera o la afección?
"Cuando un hombre agita un palo con cólera, no es el palo el que está encolerizado, ni la mano que tiene el palo, sino el pensamiento que dirige la mano, las mesas y las cestitas no son más inteligentes que el bastón; no tienen ningún sentimiento inteligente, pero obedecen a una inteligencia; en una palabra, no es el Espíritu el que se transforma en cestita, ni siquiera el que fije en él su domicilio."
14. ¿Si no es racional el atribuir inteligencia a estos objetos, puede considerárseles como una variedad de los médiums, designándoles bajo el nombre de "médiums inertes"?
"Esto es cuestión de palabras y poco nos importa, con tal que os entendáis. Sois libres para llamar al hombre un muñeco."
15. Los Espíritus sólo tienen el lenguaje del pensamiento, no tienen el lenguaje articulado; por esto no hay para ellos sino un idioma; según eso podría un Espíritu expresarse por la vía medianímica en un lenguaje que no hubiese jamás usado viviendo; y en este caso, ¿de dónde sacaría las palabras de las cuales se sirve?
"Acabáis de responder a vuestra pregunta diciendo que el Espíritu tiene una sola lengua que es la del pensamiento; esta lengua todos la comprenden, lo mismo los hombres que los Espíritus. El Espíritu errante, dirigiéndose al Espíritu encarnado del médium, no le habla ni francés ni inglés, sino la lengua universal, que es la del pensamiento; para traducir sus ideas en un lenguaje articulado, transmisible, saca sus palabras del vocabulario del médium."
16. Si así fuese, el Espíritu no debería poder expresarse sino en el idioma del médium, mientras que se les ve escribir en idiomas desconocidos de este último; ¿no hay en esto una contradicción?
"Notad primero que todos los médiums no son igualmente a propósito para esta clase de ejercicio, al mismo tiempo que los Espíritus no se prestan a ello sino accidentalmente, cuando juzgan que puede ser útil; pero para las comunicaciones usuales y de cierta extensión prefieren servirse del lenguaje familiar del médium, porque les presenta menos dificultad material para vencer."
17. La aptitud de ciertos médiums para escribir una lengua que les es extraña, ¿acaso no sería el resultado de que esta lengua les fue familiar en otra existencia, de la que pueden conservar la intuición?
"Ciertamente puede suceder de este modo, pero ésta no es una regla; el Espíritu puede, con algunos esfuerzos, sobrepujar momentáneamente la resistencia material que encuentra, esto es lo que sucede cuando el médium escribe en su propia lengua palabras que no conoce."
18. Una persona que no supiese escribir, ¿podría escribir como médium?
"Sí; pero se concibe que aun en esto hay una grande dificultad mecánica que vencer, no teniendo la mano la costumbre del movimiento necesario para formar las letras. Lo mismo sucede con los médiums dibujantes que no saben dibujar."
19. Un médium muy poco inteligente, ¿podría transmitir comunicaciones de un orden elevado?
"Sí, por la misma razón que un médium puede escribir en un idioma que no conoce. La mediumnidad propiamente dicha, es independiente de la inteligencia, así como de las cualidades morales, y en falta de un instrumento mejor puede el Espíritu servirse del que tiene a la mano; pero es muy natural que para las comunicaciones de cierto orden prefiera el médium que le ofrece menos dificultades materiales. Hay, además, otra consideración: el idiota muchas veces sólo es idiota por la imperfección de sus órganos, pero su Espíritu puede estar más adelantado que vosotros creéis; tenéis la prueba por ciertas evocaciones de idiotas muertos o vivos."
Observación. - Este es un hecho probado por la experiencia; nosotros hemos evocado varias veces a idiotas vivientes que han dado pruebas patentes de su identidad y respondían de un modo muy sensato y aun superior. Este estado es un castigo para el Espíritu que sufre por el embarazo en que se encuentra. Un médium idiota puede, pues, algunas veces, ofrecer al Espíritu que quiere manifestarse más recursos que se cree. (V. La Revista Espiritista, julio de 1860, artículo sobre la "Frenología" y la "Fisionomía.")
20. ¿De dónde viene la aptitud de ciertos médiums para escribir en verso a pesar de su ignorancia en poesía?
"La poesía es un lenguaje; pueden escribir en verso así como pueden escribir en un lenguaje que no conocen; además pueden haber sido poetas en otra existencia, y como se os ha dicho ya, los conocimientos adquiridos nunca se pierden para el Espíritu que debe llegar a la perfección en todas las cosas. Entonces lo que ellos supieron les da, sin que lo conozcan, una facilidad que no tienen en el estado ordinario."
21. ¿Sucede lo mismo con aquellos que tienen una aptitud especial para el dibujo y la música?
"Sí; el dibujo y la música son también modos de expresar el pensamiento; los Espíritus se sirven de los instrumentos que les ofrecen más facilidad."
22. ¿La expresión del pensamiento para la poesía, el dibujo o la música, depende únicamente de la aptitud especial del médium o de la del Espíritu que se comunica?
"Unas veces del médium, otras del Espíritu. Los Espíritus superiores tienen todas las aptitudes; los Espíritus inferiores tienen conocimientos limitados."
23. ¿Por qué el hombre que tiene un talento superior en una existencia, no lo tiene en una existencia siguiente?
"No sucede siempre así porque muchas veces perfecciona en una existencia lo que ha empezado en otra, pero puede suceder que una facultad superior dormite cierto tiempo para dejar a otro más libertad para desarrollarse; es un germen latente que encontrará más tarde, y del que siempre quedan algunas señales, o al menos una vaga intuición."

224. El Espíritu extraño comprende, sin duda, todos los idiomas, puesto que los idiomas son la expresión del pensamiento, y que el Espíritu comprende por el pensamiento; pero para manifestar este pensamiento es necesario un instrumento; este instrumento es el médium. El alma del médium que recibe la comunicación extraña no puede transmitirla sino por los órganos de su cuerpo; así, pues, estos órganos no pueden tener para una lengua desconocida la flexibilidad que tiene para la que les es familiar. Un médium que sólo sepa el francés podrá, accidentalmente, dar una respuesta en inglés, por ejemplo, si al Espíritu le place el hacerlo; pero los Espíritus que encuentran ya el lenguaje humano demasiado lento en comparación con la rapidez del pensamiento, puesto que abrevian tanto como pueden, se impacientan de la resistencia mecánica que experimentan, y por esto no lo hacen siempre. Es también la razón porque un médium novicio que escriba lentamente y con pena aun en su propio lenguaje, en general no obtiene más que respuestas breves y sin desarrollo; así es que los Espíritus recomiendan también que no se hagan por su intermediario sino preguntas sencillas.
Para las de una grande importancia, es preciso un médium formado que no ofrece ninguna dificultad mecánica al Espíritu. Nosotros no tomaríamos, para que nos leyera, un discípulo que deletrease; un buen obrero no se sirve de malas herramientas. Añadamos otra consideración de grande interés por los que concierne a los idiomas extranjeros.
Los ensayos de este género siempre se hacen por curiosidad y de experimento; nada es más antipático a los Espíritus que las pruebas a las cuales se les quieren someter. Los Espíritus superiores jamás se prestan a ello y se van en el momento que quieren hacerlo. Tanto como se complacen en las cosas útiles y formales, les repugna el ocuparse de cosas tontas y sin objeto. Dirán los incrédulos: esto es para convencernos y este fin es útil, puesto que puede ganar adeptos para la causa de los Espíritus. A esto responden ellos: "Nuestra causa no necesita a los que tienen demasiado orgullo para creerse indispensables; nosotros llamamos a "los que nosotros queremos", y a menudo estos son los más pequeños y los más humildes. ¿Hizo Jesús los milagros que le pedían los escribas? ¿Y de qué hombres se sirvió para revolucionar el mundo? Si queréis convenceros tenéis otros medios que la fuerza; empezad primero por someteros; no está en el orden que el discípulo imponga su voluntad al maestro".
Resulta de eso que, salvas algunas excepciones, el médium manifiesta el pensamiento de los Espíritus por los medios mecánicos que están a su disposición, y que la expresión de este pensamiento puede y aun debe lo más a menudo resentirse de la imperfección de estos medios; así es que el hombre inculto, el labriego, podrá decir las cosas más hermosas, expresar los pensamientos más elevados, los más filosóficos, hablando como un labriego; porque ya se sabe: para los Espíritus el pensamiento lo domina todo. Esto contesta a la objeción hecha por algunos críticos con motivo de la falta de corrección de estilo y de ortografía que puede tenerse que reprochar a los Espíritus, y que pueden provenir del médium, así como del Espíritu. Pararse en semejantes cosas es una trivialidad. No es menos pueril el ocuparse en reproducir estas incorrecciones con una minuciosa exactitud, como lo hemos visto hacer algunas veces.
Pueden, pues, corregirse sin escrúpulo, a menos que sean un tipo característico del Espíritu que se comunica, en cuyo caso es útil conservarlas como prueba de identidad.
De este modo, por ejemplo, hemos visto a un Espíritu escribir constantemente Jule (sin s) hablando de su nieto, porque cuando vivía escribía de este modo y esto que el nieto que servía de médium sabía perfectamente escribir su nombre.

225. La disertación siguiente, dada espontáneamente por un Espíritu superior, que se ha revelado por las más elevadas comunicaciones, resume de la manera más clara y más completa la cuestión del papel de los médiums.
"Cualquiera que sea la naturaleza de los médiums escribientes, mecánicos, semi-mecánicos o simplemente intuitivos, nuestros procedimientos de comunicación con ellos no varían esencialmente. En efecto, nosotros comunicamos con los Espíritus encarnados, como con los Espíritus propiamente dichos, por la sola difusión de nuestro pensamiento.
"Nuestros pensamientos no tienen necesidad de la palabra para que sean comprendidos por los Espíritus, y todos perciben el pensamiento que deseamos comunicarles con sólo dirigirlo hacia ellos, y esto es en razón de sus facultades intelectuales, es decir, que tal pensamiento puede ser comprendido por algunos, según su adelantamiento, mientras que para otros, no despertándoles este pensamiento ningún recuerdo, ningún conocimiento en el fondo de su corazón o de su cerebro, no es perceptible para ellos. En este caso el Espíritu encarnado que nos sirve de médium es más propio para manifestar nuestro pensamiento a los otros encarnados, aun cuando él no lo comprenda, que un Espíritu desencarnado y poco avanzado no podría hacerlo sin estar obligado a recurrir a su intermediario; porque el ser terrestre pone su cuerpo como instrumento a nuestra disposición, lo que no puede hacer el Espíritu errante.
"De este modo, cuando encontramos un médium con el cerebro bien provisto de conocimientos adquiridos en la vida actual y su Espíritu rico de conocimientos anteriores latentes, propios para facilitar nuestras comunicaciones, nos servimos de él con preferencia, porque con él el fenómeno de la comunicación nos es mucho más fácil que con un médium cuya inteligencia fuese limitada y cuyos conocimientos anteriores hubiesen quedado insuficientes. Vamos a ver si podemos hacernos comprender por algunas explicaciones limpias y precisas.
"Con un médium cuya inteligencia actual o anterior se encuentra desarrollada, nuestro pensamiento se comunica instantáneamente de Espíritu a Espíritu, por una facultad propia a la esencia del mismo Espíritu. En este caso encontramos en el cerebro del médium los elementos propios para dar a nuestro pensamiento la forma de la palabra correspondiendo a este pensamiento, y esto que el médium sea intuitivo, semi-mecánico o mecánico puro. Por esto cualquiera que sea la diversidad de los Espíritus que comunican con el médium, los dictados que se obtienen por él, aunque procedan de Espíritus diversos, llevan el sello de la forma y del calor personal de este médium. Sí; bien que el pensamiento sea del todo extraño a él, bien que el asunto salga del circulo en el cual se mueve habitualmente, o bien que lo que nosotros queremos decir no provenga de ningún modo de él, no por esto deja de influir menos la forma, por las cualidades y las propiedades que son adecuadas a su individuo. Es absolutamente como cuando vosotros miráis diferentes puntos de vista con anteojos de diferentes matices, verdes, blancos o azules: aun cuando los puntos de vista u objetos mirados estén enteramente opuestos y enteramente independientes los unos de los otros, no por esto afectan menos siempre un tinte que proviene del color de los anteojos. Mejor aún, compararemos los médiums a estas vasijas llenas de líquidos de colores y transparentes que se ven en el mostrador de los farmacéuticos; pues bien: nosotros somos como las luces que iluminamos ciertos puntos de vista morales, filosóficos e internos a través de los médiums, azules, verdes o encarnados, de tal modo que nuestros rayos luminosos, precisados a pasar a través de los cristales más o menos bien tallados, más o menos transparentes, es decir, por médiums más o menos inteligentes, no llegan sobre los objetos que queremos iluminar sino tomando el tinte, o mejor, la forma propia y particular de estos médiums. En fin, para terminar por la última comparación, nosotros, los Espíritus, somos como los compositores de música, que hemos compuesto o queremos improvisar un aire y no tenemos a la mano sino un piano, un violín, una flauta, un bajo o un silbato de dos cuartos. Es incontestable que con el piano, la flauta o el violín, ejecutaremos nuestro trozo de una manera muy comprensible para nuestros oyentes; y aun cuando los sonidos proviniendo del piano, del bajo o del clarinete, sean esencialmente diferentes los unos de los otros, nuestra composición será idénticamente la misma, salvo los cambios del sonido.
Pero si sólo tenemos a nuestra disposición un silbato o un embudo, esta es nuestra dificultad.
"En efecto, cuando nos vemos precisados a servirnos de médiums poco avanzados, nuestro trabajo es más largo y mucho más penoso, porque nos vemos obligados por recurso a tomar formas incompletas, lo que para nosotros es una complicación; porque entonces nos vemos forzados a descomponer nuestros pensamientos y proceder, palabra por palabra, letra por letra, lo que es enojoso y fatigante para nosotros, y una traba real para la prontitud y el desarrollo de nuestras manifestaciones.
"Por esto somos felices cuando encontramos médiums bien apropiados, bien útiles, dotados de materiales prontos a funcionar, buenos instrumentos, en una palabra, porque entonces nuestro periespíritu, obrando sobre el periespíritu que nosotros "medianimizamos", no hay más que dar impulsión a la mano que nos sirve de porta plumas o de lapicero; mientras que, con los médiums insuficientes, estamos obligados a hacer un trabajo análogo al que hacemos cuando nos comunicamos por golpes, es decir, designando letra por letra, palabra por palabra, cada una de las frases que forman la traducción de los pensamientos que queremos comunicar.
"Por estas razones nos dirigimos con preferencia a las clases ilustradas e instruidas, para la divulgación del Espiritismo y el desarrollo de las facultades medianímicas escritoras, aun cuando entre estas clases se encuentren los individuos más incrédulos, los más rebeldes y los más inmorales. De la misma manera que dejamos hoy a los Espíritus burlones y poco avanzados el ejercicio de las comunicaciones tangibles de golpes y aportes, de la misma manera los hombres poco formales entre vosotros prefieren la vista de los fenómenos que hieren sus ojos y sus oídos, a los fenómenos puramente espirituales, puramente psicológicos.
"Cuando queremos proceder por dictados espontáneos obramos sobre el cerebro, sobre el archivo del médium y reunimos nuestros materiales con los elementos que nos proporciona y siempre sin que él lo sepa; es como si tomásemos de su bolsillo las monedas que tuviese en él y las colocáramos siguiendo el orden que nos pareciera más útil.
"Pero cuando el médium quiere preguntarnos el mismo de cualquier manera que sea, es bueno que reflexiones formalmente a fin de que pueda preguntarnos de un modo metódico, facilitándonos así nuestro trabajo de contestación. Porque, como ya se os ha dicho en una instrucción precedente, vuestro cerebro está, a veces, en un desorden confuso, nos es tan penoso como difícil el movernos en el laberinto de vuestros pensamientos. Cuando las preguntas deben hacerse por terceros, es bueno, es útil que la serie de preguntas sean comunicadas anticipadamente al médium para que éste se identifique con el Espíritu del que evoca y se impregne de ellas, por decirlo así; porque nosotros mismos tenemos entonces mucho más facilidad para responder, por la afinidad que existe entre nuestro periespíritu y el del médium que nos sirve de intérprete.
"Ciertamente nosotros podemos hablar de matemáticas por la mediación de un médium que parezca no entender nada; pero a veces el Espíritu de este médium posee este conocimiento en el estado latente, es decir, personal, al ser fluídico y no al ser encarnado, porque su cuerpo actual es un instrumento rebelde o contrario a este conocimiento.
Lo mismo sucede con la astronomía, la poesía, la medicina y los diversos idiomas, así como con todos los otros conocimientos particulares de la especie humana.
En fin, tenemos, además, el medio trabajoso de la elaboración con médiums completamente extraños al objeto de que se han tratado, reuniendo las letras y las palabras, como en tipografía.
"Así como lo hemos dicho ya, los Espíritus no tienen necesidad de vestir su pensamiento; perciben y comunican los pensamientos por el solo hecho de que existen en ellos. Los seres corporales al contrario no pueden percibir el pensamiento sino revestido. Mientras que la letra, la palabra, el sustantivo, el verbo, la frase, por decirlo de una vez, os son necesarias para percibir aunque sea mentalmente; ninguna forma visible o tangible es necesaria para nosotros. ERASTO Y TIMOTEO."
Observación. - Este análisis del papel de los médiums, y de los procederes con ayuda de los cuales se comunican los Espíritus, es tan claro como lógico. Se desprende de este principio, que el Espíritu saca no "sus ideas", sino los materiales necesarios para expresarlas en el cerebro del médium y que cuanto más este cerebro es rico en materiales, más fácil es la comunicación. Cuando el Espíritu se expresa en un lenguaje que es familiar al médium, encuentra en él las palabras completamente formadas para revestir la idea; si es en una lengua que le es extraña, no encuentra en él las palabras si no sólo y simplemente las letras; por esto el Espíritu está obligado a dictar, por decirlo así, letra por letra, de la misma manera que si nosotros quisiéramos hacer escribir en alemán al que no sabe ni una palabra. Si el médium no sabe leer ni escribir, tampoco posee las letras entonces es preciso conducirle la mano como a un discípulo; aquí hay una dificultad aun más grande que vencer. Estos fenómenos son, pues, posibles, y se tiene numerosos ejemplos; pero se comprende que este modo de proceder está poco acorde con la extensión y la rapidez de las comunicaciones, y que los Espíritus deben preferir los instrumentos más fáciles, o como ellos dicen, los médiums bien surtidos a su punto de vista.
Si aquellos que soliciten estos fenómenos como un medio de convicción, hubiesen estudiado con anticipación la teoría, sabrían en qué condiciones excepcionales se producen.

CAPÍTULO XX
INFLUENCIA MORAL DEL MÉDIUM
Cuestiones diversas. - Disertaciones de un Espíritu
sobre la influencia moral.

226. 1. ¿El desarrollo de la mediumnidad está en razón del desarrollo moral del médium?
"No; la facultad propiamente dicha depende del organismo; es independiente de la moral; no sucede lo mismo con el uso, que puede ser más o menos bueno, según las cualidades del médium."
2. Se ha dicho siempre que la mediumnidad es un don de Dios, una gracia, un favor. ¿Por qué, pues, no es el privilegio de los hombres de bien y por qué se ven hombres indignos que están dotados de ella al más alto grado, y de la que hacen un uso malo?
"Todas las facultades son favores de que debe darse gracias a Dios, puesto que hay hombres que son privados de ellos. ¿Podríais también preguntar por qué Dios concede buena vista a los malhechores, destreza a los tramposos, la elocuencia a aquellos que se sirven de ella para decir cosas malas? Lo mismo sucede en la mediumnidad, son dotadas de ellas personas indignas, porque tienen necesidad de esta facultad para mejorarse. ¿Acaso pensáis que Dios rehúsa al culpable los medios de salvación? Los multiplica a su paso; 'se los pone en las manos'; a ellos toca el aprovecharse. ¿Judas, el traidor, no hizo milagros y sanó enfermos como apóstol? Dios quiso que tuviese este don, para que su traición fuese más odiosa."
3. Los médiums que hacen mal uso de su facultad, que no se sirven de ella con las miras del bien o que no se aprovechan para su instrucción, ¿sufrirán las consecuencias?
"Si hacen mal uso de esta facultad, serán doblemente castigados, porque tienen un medio más para ilustrarse y no se aprovechan. El que ve claro y tropieza es más vituperable que el ciego que cae en el hoyo."
4. Hay médiums a quienes éstos dan espontáneamente y casi constantemente comunicaciones sobre un mismo motivo, sobre ciertas cuestiones morales, por ejemplo: sobre ciertos defectos determinados. ¿Tiene esto objeto?
"Sí; este objeto es el de iluminarles sobre este punto muchas veces repetido, o para corregirles de ciertos defectos; por esto a los unos les hablarán incesantemente de orgullo, a los otros de la caridad; sólo la saciedad puede al fin abrirle los ojos. No hay médiums que hagan mal uso de su facultad, por ambición o por interés, o comprometiéndola por una falta capital, como el orgullo, el egoísmo, la ligereza, etcétera, que no reciba de tiempo en tiempo algunas amonestaciones de parte de los Espíritus; lo malo es que la mayor parte de las veces no toman esto para sí."
Observación. - Los Espíritus usan muchas veces la prudencia en su lecciones, las dan de un modo indirecto para dejar el mérito al que sabe aplicarlas y sacar provecho; pero la ceguedad y el orgullo son tales entre ciertas personas, que no se reconocen en el cuadro que se les pone delante de los ojos; tanto más el Espíritu les da d entender que se dirige a ellas, se enfadan y tratan al Espíritu de mentiroso o bromista de mal género.
Esto solo prueba que el Espíritu tiene razón.
5. En las lecciones que se dictan a un médium de una manera general y sin aplicación personal, ¿no obra éste como instrumento pasivo para servir a la instrucción de otro?
"Muchas veces estos avisos y consejos no se dictan para él personalmente, sino para los otros, a los cuales no podemos dirigirnos sino por la intervención de este médium, pero el mismo debe tomar su parte si no le ciega el amor propio.
No creáis que la facultad medianímica se haya dado para corregir sólo a una o dos personas, no; en fin es más grandes: se trata de la humanidad. Un médium es un instrumento muy poco importante como a individuo; por esto, cuando damos instrucciones que deben aprovechar a la generalidad, nos servimos de aquellos que poseen facilidades necesarias, pero admitid como cierto que vendrá un tiempo en que los buenos médiums serán bastante comunes, para que los buenos Espíritus no tengan necesidad de servirse de malos instrumentos."
6. Puesto que las cualidades morales del médium alejan a los Espíritus imperfectos, ¿en qué consiste que un médium dotado de buenas cualidades transmita contestaciones falsas y groseras?
"¿Conoces tú, todos los pliegues de tu alma? Por lo demás, sin ser vicioso puede ser ligero y frívolo; y algunas veces tiene necesidad de una lección a fin de que esté preparado."
7. ¿Por qué permiten los Espíritus superiores que las personas dotadas de un gran poder como médiums, y que podrían hacer mucho bien, sean los instrumentos del error?
"Ellos procuran influirles, pero cuando se dejan arrastrar por el mal camino les dejan ir. Por esto se sirven de ello con repugnancia, porque 'la verdad no puede ser interpretada por la mentira'."
8. ¿Es absolutamente imposible el tener buenas comunicaciones por un médium imperfecto?
"Un médium imperfecto puede, algunas veces, obtener cosas buenas, porque si tiene hermosa facultad, los Espíritus buenos pueden servirse de él a falta de otro en una circunstancia particular; pero esto sucede sólo momentáneamente, porque desde que encuentran uno que les conviene mejor le dan la preferencia."
Observación. - Debe observarse que cuando los buenos Espíritus juzgan que un médium cesa de estar bien asistido, y por sus imperfecciones viene a ser presa de los Espíritus mentirosos, provocan casi siempre circunstancias que descubren sus faltas y les separan de las personas formales, y bien intencionadas, de cuya buena fe podría abusarse. En este caso cualquiera que sean sus facultades no son de envidiar.
9. ¿Cuál es el médium que podríamos llamar perfecto?
"¡Perfecto! ¡Ah! vosotros sabéis que la perfección no está sobre la Tierra; de otro modo no estaríais en ella; di, pues, médium bueno, y esto será ya mucho, porque son raros.
El médíum perfecto sería aquel a quien los malos Espíritus no se hubieran 'atrevido' jamás a hacer una tentativa para engañarle; el mejor es aquel que, no simpatizando, sino con buenos Espíritus, ha sido engañado menos veces."
10. ¿Si no simpatiza sino con buenos Espíritus, cómo éstos pueden permitir que sea engañado?
"Los buenos Espíritus lo permiten algunas veces con los mejores médiums para ejercitar su juicio y enseñarles a discernir lo verdadero de lo falso; además, que por bueno que sea un médium nunca es tan perfecto que no pueda dar lugar a ser atacado por algún flanco débil; esto debe servirle de lección. Las falsas comunicaciones que recibe de vez en cuando son advertencias para que no se crea infalible y no se enorgullezca, porque el médium que obtiene las cosas más notables no puede envanecerse por ello, pues le sucede como al que toca el organillo, que produce muy buenos aires dando vueltas al manubrio de su instrumento."
11. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la palabra de los Espíritus superiores nos llegue pura de toda alteración?
"Querer el bien, desterrar el 'egoísmo' y el 'orgullo', lo uno y lo otro es necesario."
12. Si la palabra de los Espíritus superiores no llega a nosotros pura, sino con las condiciones que con dificultad se encuentran, no es esto un obstáculo para la propagación de la verdad?
"No, porque la luz llega siempre para aquel que quiere recibirla. El que quiere ver claro debe huir de las tinieblas y las tinieblas están en la impureza del corazón.
Los Espíritus que vosotros miráis como la personificación del bien no se presentan de buena gana al llamamiento de aquellos cuyo corazón está manchado por el orgullo, la ambición y la falta de caridad.
Aquellos, pues, que quieren ver claro que se despojen de toda vanidad humana y humillen su razón ante el poder infinito del Criador; esta será la mejor prueba de su sinceridad, y esta condición cada uno puede llenarla."

227. Si el médium, desde el punto de vista de ejecución, sólo es un instrumento, ejerce con relación a la moral una gran influencia. Puesto que para comunicarse el Espíritu extraño se identifica con el Espíritu del médium, esta identificación no puede tener lugar sino cuando entre los dos hay simpatía y, si puede decirse así, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una especie de atracción o de repulsión, según el grado de su semejanza o diferencia; así, pues, los buenos tienen afinidad por los buenos y los malos por los malos; de donde se sigue que las cualidades morales del médium tienen una influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su intermediario. Si es vicioso, los Espíritus inferiores vienen a agruparse a su alrededor y están siempre prontos para tomar el puesto de los buenos que se han llamado. Las cualidades que atraen con preferencia a los buenos Espíritus son: la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de las cosas materiales; los defectos que les alejan son: el orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, la ira, la ambición, la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se une a la materia.

228. Todas las imperfecciones morales son otras tantas puertas abiertas que dan entrada a los malos Espíritus, pero lo que ellos explotan con más habilidad es el orgullo, porque es el que menos deja conocerse a sí mismo; el orgullo ha perdido a muchos médiums dotados de las más bellas facultades, y que, sin esto, hubieran podido ser sujetos notables y muy útiles; mientras que, habiendo sido la presa de los Espíritus mentirosos, sus facultades se han pervertido en primer lugar, después aniquilado, y más de uno se ha visto humillado por las más amargas decepciones.
El orgullo se traduce en los médiums por señales no equivocas sobre las cuales es tanto más necesario el llamar la atención como que es una de las extravagancias que deben inspirar desconfianza sobre la veracidad de sus comunicaciones. En primer lugar es una confianza ciega en la superioridad de estas mismas comunicaciones y en la infalibilidad del Espíritu que se los da; de aquí dimana cierto desdén por todo lo que no viene de ellos por que se creen el privilegio de la verdad. El prestigio de los grandes nombres con los cuales se adornan los Espíritus para justificar que les protegen, les ofusca, y como su amor propio sufriría confesando que son engañados, rechazan toda clase de consejos; los evitan aun alejándose de sus amigos y de cualquiera que pudiese abrirles los ojos; si son condescendientes en escucharles, no hacen caso de sus avisos, porque dudar de la superioridad de su espíritu, es casi una profanación. Se ofuscan por la menor contradicción, por una simple observación crítica, y algunas veces llegan hasta aborrecer a las personas que les han hecho favores. Merced a este aislamiento provocado por los Espíritus que no quieren tener contradictores, éstos están satisfechos con entretenerles en sus ilusiones; de este modo les hacen aceptar a su gusto los más grandes absurdos por cosas sublimes. Así, pues, confianza absoluta en la superioridad de lo que obtienen, desprecio de lo que no viene de ellos, importancia irreflexiva dada a los grandes nombres, no admitir consejos, tomar a mal toda crítica, alejamiento de aquellos que puedan dar avisos desinteresados, creencia en su habilidad a pesar de su falta de experiencia; tales son los caracteres de los médiums orgullosos.
Es menester convenir también que el orgullo está excitado en el médium por aquellos que le rodean. Si tiene facultades un poco trascendentales, es buscado y elogiado; se cree indispensable y muy pronto afecta el aire de suficiencia y desdén cuando presta su concurso. Hemos tenido más de una vez el sentimiento de haber elogiado a ciertos médiums con el fin de animarles.

229. Al lado de eso pongamos a la vista el cuadro del médium verdaderamente bueno, aquel en que se puede tener confianza. Supongamos, en primer lugar, una facilidad de ejecución bastante grande para permitir a los Espíritus el comunicarse libremente y sin inconvenientes por ninguna dificultad material. Obtenido esto, lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus que habitualmente le asisten, y para esto no es al nombre al que se debe atender, sino al lenguaje. Jamás debe perder de vista que las simpatías que se conciliará entre los Espíritus buenos, estarán en razón de lo que hará para alejar a los malos. Persuadido de que su facultad es un don, que le ha sido concedido para el bien, no abusa y no se hace de ello ningún mérito. Acepta las comunicaciones buenas que se le hacen, como una gracia de la que es menester que se esfuerce en hacerse digno por su bondad, por su benevolencia y su modestia. El primero se enorgullece por sus relaciones con los Espíritus superiores; éste se humilla, porque nunca se cree merecedor de este favor.

230. La instrucción siguiente se nos ha dado con este objeto por un Espíritu del que ya hemos dado algunas comunicaciones.
"Ya lo hemos dicho: los médiums, en su calidad de médiums, sólo tienen una influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus; sus funciones son las de una máquina eléctrica que transmite los despachos telegráficos de un punto distante a otro de la Tierra. De este modo, cuando nosotros queremos dictar una comunicación, obramos sobre el médium como el empleado del telégrafo sobre su aparato; es decir, de la misma manera que el "tac-tac" del telégrafo designa a distancia de millares de leguas sobre una tira de papel los signos reproductores del despacho, de la misma manera nosotros también comunicamos a través de distancias inconmensurables, que separan el mundo visible del mundo invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, lo que nosotros queremos enseñaros por medio del aparato medianímico. Pero también así como las influencias atmosféricas obran y turban a menudo la transmisión del telégrafo eléctrico, la influencia moral del médium, obra y turba algunas veces la transmisión de nuestros despachos de ultratumba, porque nos vemos obligados a hacerles pasar por un ambiente que les es contrario. Sin embargo, esta influencia se anula por nuestra energía y nuestra voluntad y ningún acto perturbador se manifiesta. En efecto, los dictados de una alta importancia filosófica, las comunicaciones de una perfecta moralidad son transmitidas algunas veces por médiums poco a propósito para estas enseñanzas superiores; mientras que por otro lado se transmiten algunas veces comunicaciones poco edificantes por conducto de médiums que se avergüenzan de haberles servido de conductor.
"En tesis general, se puede afirmar que los Espíritus semejantes llaman a sus semejantes y que rara vez los Espíritus de pléyades elevadas se comunican por aparatos malos conductores, cuando tienen a la mano buenos instrumentos medianímicos, buenos médiums, en una palabra.
"Los médiums ligeros y poco formales llaman, pues, a los Espíritus de la misma naturaleza; por esto sus comunicaciones están llenas de elogios, frivolidades, ideas sin continuidad y a menudo muy heterodoxas, espiritísticamente hablando. Ciertamente pueden decir y dicen algunas veces cosas buenas; pero sobre todo en esto caso es menester practicar un examen severo y escrupuloso; porque entre estas cosas buenas, ciertos Espíritus hipócritas insinúan con habilidad y con una perfidia calculada hechos calumniosos y aserciones mentirosas, a fin de engañar la buena fe de sus oyentes. Entonces debe uno quitar, sin consideración, toda palabra, toda frase equívoca, y no conservar del dictado sino lo que la lógica acepta o lo que la doctrina ha enseñado ya.
Las comunicaciones de esta naturaleza sólo son temibles para los espiritistas aislados, los grupos recientes o poco instruidos; porque en las reuniones en que los adeptos están más adelantados o han adquirido la experiencia, el grajo que se adorna con las plumas del pavo real es siempre irremisiblemente despedido.
"No hablaré de los médiums que se complacen en solicitar y escuchar comunicaciones obscenas; dejemos que se complazcan en la sociedad de los Espíritus cínicos. Por lo demás, las comunicaciones de este orden por ellas mismas buscan la soledad y el aislamiento; en todo caso, sólo podrían despertar el desdén y el disgusto entre los hombres de los grupos filosóficos y formales. Pero donde se hace sentir realmente la influencia moral del médium, es cuando éste sustituye sus ideas personales a las que los Espíritus se esfuerzan en sugerirle; igualmente, cuando saca de su imaginación teorías fantásticas que él mismo cree de buena fe que resultan de una buena comunicación intuitiva. En tal caso puede entonces hacerse la apuesta de mil contra uno que esto sólo es el reflejo del Espíritu personal del médium; acontece también el hecho curioso de que la mano del médium se mueve algunas veces casi mecánicamente impulsada por un Espíritu secundario y burlón. Contra esta piedra de toque vienen a estrellarse las imaginaciones ardientes; porque arrastrados por el ardor de sus propias ideas y por el oropel de sus conocimientos literarios, los médiums desconocen el modesto dictado de un Espíritu prudente, y abandonado la presa por la sombra lo sustituyen por una paráfrasis pomposa. Contra este escollo terrible vienen igualmente a estrellarse las personalidades ambiciosas que, en defecto de comunicaciones buenas que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus propias obras como obra de los mismos Espíritus. Aquí tenéis por qué es preciso que los jefes de los grupos espiritistas estén dotados de un tacto exquisito y de una rara sagacidad para discernir las comunicaciones auténticas de aquellas que no lo son, y para no herir a aquellos que se hacen ilusión a sí mismos."
"En la duda abstente, dice uno de vuestros antiguos proverbios; no admitáis, pues, sino aquello que tenga para vosotros una evidencia cierta. Desde que aparezca una opinión nueva, por poco que la creáis dudosa, pasadía por el tamiz de la razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido reprueban, rechazadlo con vigor; más vale rechazar diez verdades que admitir una sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esta teoría podéis edificar todo un sistema que se derrumbaría al primer soplo de la verdad como un momento construido sobre la arena movediza, mientras que si hoy rechazáis ciertas verdades porque no se os demuestran lógica y claramente, muy pronto un hecho brusco o una demostración irrefutable vendrá a afirmaros en la autenticidad.
"Sin embargo acordáos ¡oh espiritistas! que para Dios y para los buenos Espíritus no hay nada imposible sino la injusticia y la iniquidad.
"El Espiritismo está bastante esparcido ahora entre los hombres y ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros de su santa doctrina, para que los Espíritus no se vean precisados a emplear los malos instrumentos de los médiums imperfectos. Si pues un médium cualquiera que sea da un legítimo motivo de sospecha, por su conducta o sus costumbres, por su orgullo, por su falta de amor y caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque hay una serpiente oculta en las matas. Aquí tenéis mi conclusión sobre la influencia moral de los médiums. ERASTO.".267

CAPÍTULO XXI
INFLUENCIA DEL CENTRO

231. 1. ¿El Centro en el cual se encuentra el médium, ejerce alguna influencia sobre las manifestaciones?
"Todos los Espíritus que rodean al médium le ayudan, tanto en el bien como en el mal."
2. ¿Los Espíritus superiores no pueden triunfar de la mala voluntad del Espíritu encarnado que les sirve de intérprete y de los que le rodean?
"Sí, cuando lo juzgan útil y según la intención de la persona que se les dirige. Ya lo hemos dicho: los Espíritus más elevados pueden algunas veces comunicarse por un favor especial a pesar de la imperfección del médium y del centro, pero entonces éstos permanecen allí como extraños."
3. ¿Los Espíritus superiores procuran conducir las reuniones fútiles a ideas más formales?
"Los Espíritus superiores no van a las reuniones en las que saben que su presencia es inútil. En los centros poco instruidos, pero en los que hay sinceridad, vamos con gusto, aun cuando no encontremos sino medianos instrumentos; pero en los centros instruidos, en los que domina la ironía, no vamos. Allí es menester hablar a los ojos y a los oídos; este es el papel de los Espíritus golpeadores y burlones. Es bueno que las gentes engreídas por su ciencia sean humilladas por los Espíritus menos sabios y menos avanzados."
4. ¿La entrada en las reuniones formales está prohibida a los Espíritus inferiores?
"No, algunas veces permanecen en ellas para aprovecharse de las enseñanzas que allí se dan; pero se callan 'como los atolondrados en las asambleas de los sabios'."

232. Sería un error el creer que es menester ser médium para atraerse los seres del mundo invisible. El espacio está lleno de ellos; tenemos sin cesar a nuestro alrededor, a nuestro lado, que nos ven, nos observan, se mezclan en nuestras reuniones, nos siguen o huyen de nosotros según que los atraemos o rechazamos. La facultad medianimica nada tiene que ver con esto; sólo es un medio de comunicación. Acerca lo que nosotros hemos visto sobre la causa de simpatía o antipatía de los Espíritus, se comprenderá perfectamente que debemos estar rodeados de aquellos que tienen afinidad por nuestro propio Espíritu, según está elevado o degradado. Consideremos ahora el estado moral de nuestro globo, y se comprenderá cuál es la índole de los Espíritus que deben dominar entre los Espíritus errantes. Si vamos a ver cada pueblo en particular, podremos juzgar por el carácter dominante de los habitantes, por sus preocupaciones, sus sentimientos más o menos morales y "humanitarios", las órdenes de Espíritus que en ellos se dan cita.
Partiendo de este principio, supongamos una reunión de hombres ligeros, inconsecuentes, ocupados en sus placeres; ¿cuáles serán los Espíritus que se encontrarán allí de preferencia? Seguramente no serán Espíritus superiores, de la misma manera que nuestros sabios y nuestros filósofos no irían a pasar allí el tiempo. Así, pues, todas las veces que los hombres se reúnen, tienen con ellos una asamblea oculta que simpatiza con sus cualidades o extravagancias, y esto "haciendo abstracción de todo pensamiento de evocación". Admitamos ahora que tenga la posibilidad de hablar con los seres del mundo invisible por medio de un intérprete, es decir, por un médium; ¿cuáles son los que responderán a su llamamiento? Evidentemente los que están allí preparados y que no esperan sino una ocasión para comunicarse. Si en una asamblea fútil se llama a un Espíritu superior, podrá venir y aún hacer oír algunas palabras razonables, como un buen pastor viene entre su rebaño descarriado; pero desde el momento que no es comprendido ni escuchado, se va, como haríais vosotros mismos en su puesto, y entonces los otros tienen el paso franco.

233. No siempre basta que una asamblea sea formal para tener comunicaciones de un orden elevado; hay gentes que no ríen nunca, pero su corazón por esto no es más puro; así, pues, el corazón sobre todo es el que atrae a los buenos Espíritus. Ninguna condición moral excluye las comunicaciones espiritistas, pero si se está en malas condiciones se habla con sus iguales que no hacen falta para engañarnos y a menudo acarician nuestras preocupaciones.
Se ve por eso la enorme influencia del centro sobre la naturaleza de las manifestaciones inteligentes; pero esta influencia no se ejerce como lo han pretendido algunas personas, cuando aún no se conocía el mundo de los Espíritus como se conoce hoy, y antes que experimentos más concluyentes hayan venido a salvar las dudas.
Cuando las comunicaciones concuerdan con la opinión de los asistentes, no es porque esta opinión se refleje en el Espíritu del médium como en un espejo: es porque tenéis entre vosotros Espíritus que os son simpáticos tanto para el bien como para el mal, y que abundan en vuestro sentido; y lo que prueba es que si tenéis la fuerza de atraeros otros Espíritus que aquellos que os rodean, este mismo médium os tendrá un lenguaje enteramente diferente y os dirá las cosas que estén más lejos de vuestro pensamiento y de vuestras convicciones. En resumen, las condiciones del centro serán tanto más buenas cuanto más homogeneidad habrá para el bien, más sentimientos puros y elevados y más deseo sincero de instruirse sin ninguna segunda intención.

CAPÍTULO XXII
DE LA MEDIUMNIDAD DE LOS ANIMALES

234. ¿Los animales pueden ser médiums? Muchas veces se ha hecho esta pregunta y ciertos hechos parece que responden afirmativamente. Lo que sobre todo ha podido acreditar esta opinión son los signos notables de inteligencia de algunos pájaros adiestrados, que parece que adivinan el pensamiento y sacan de un paquete de cartas las que pueden contener la respuesta exacta a una pregunta hecha. Hemos observado estos experimentos con un cuidado muy particular, y lo que hemos admirado más es el arte que ha sido preciso desplegar para instruir a estos pájaros. Sin duda no se les puede negar cierta dosis de inteligencia relativa, pero sería preciso convenir que en esta circunstancia su perspicacia sobrepujaría de mucho a la del hombre, porque no hay nadie que pueda vanagloriarse de hacer lo que ellos hacen; aun sería preciso para ciertos experimentos suponerles un don de doble vista superior a los sonámbulos, que ven más claro. En efecto, se sabe que la lucidez es esencialmente variable y que está sujeta a frecuentes intermitencias, mientras que en los pájaros sería permanente y funcionaría a punto fijo con una regularidad y una precisión que no se ve en ningún sonámbulo; en una palabra, nunca les haría faIta. La mayor parte de los experimentos que hemos visto son de la misma naturaleza de los que hacen los prestidigitadores y no pueden dejarnos duda sobre el empleo de alguno de sus medios, particularmente el de las cartas forzadas. El arte de la prestidigitación consiste en disimular estos medios, sin lo que el hecho no tendría ningún atractivo. El fenómeno, aun reducido a esta proporción, no es menos interesante y queda siempre para admirar el talento del instructor lo mismo que la inteligencia del discípulo, porque la dificultad que queda por vencer es mucho más grande si el pájaro no obra sino en virtud de sus propias facultades; así, pues, haciendo que éste haga cosas que pasen los límites de lo imposible para la inteligencia humana, es probar, por esto sólo, el empleo de un proceder secreto. Por lo demás es un hecho constante que estos pájaros no llegan a este grado de habilidad sino al cabo de cierto tiempo y con la ayuda de cuidados particulares y perseverantes, lo que no seria necesario si sólo su inteligencia tomase parte. No es más extraordinario el adiestrarles en escoger cartas que el acostumbrarles a repetir aires musicales o palabras.
Lo mismo ha sucedido cuando la prestidigitación ha querido imitar la doble vista; se hacía demasiado con este objeto para que la ilusión fuese de larga duración. Desde la primera vez que nosotros asistimos a una reunión de esta clase, no vimos en ello sino una imitación muy imperfecta del sonambulismo, revelando la ignorancia de las condiciones más esenciales de esta facultad.

235. Sea lo que quiera de los experimentos citados más arriba, la cuestión principal no por esto queda menos intacta desde otro punto de vista; porque de la misma manera que la imitación del sonambulismo no impide la facultad de existir, la imitación de mediumnidad por medio de los pájaros nada probaría contra la posibilidad de una facultad análoga entre ellos o entre otros animales.
Se trata, pues, de saber, si los animales son aptos como los hombres, para servir de intermediarios a los Espíritus para sus comunicaciones inteligentes. Parece bastante lógico el suponer que un ser viviente, dotado de cierta dosis de inteligencia, sea más propio a este efecto que un cuerpo inerte sin vitalidad como una mesa, por ejemplo; sin embargo, esto no tiene lugar.

236. La cuestión de la mediumnidad de los animales se halla completamente resuelta en la disertación siguiente dada por un Espíritu, cuyo fondo y sagacidad se ha podido apreciar por las citas que hemos tenido la ocasión de hacer. Para conocer bien el valor de su demostración, es esencial el referirse a la explicación que ha dado del papel u oficio del médium en las comunicaciones que hemos reproducido más arriba. (Núm. 225).
Esta comunicación ha sido dada a consecuencia de una discusión que tuvo lugar sobre este objeto en la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas.
"Hoy abordo la cuestión de la mediumnidad de los animales, promovida y sostenida por uno de vuestros más fervientes adeptos. Él pretende, en virtud de este axioma: "Quien puede lo más puede lo menos", que nosotros podemos medianimizar a los pájaros y a los otros animales y servirnos de ellos en nuestras comunicaciones con la especie humana. Esto es lo que vosotros llamáis en filosofía, o más bien en lógica, pura y simplemente un sofisma. "Vosotros animáis, dice él, la materia inerte, es decir, una mesa, una silla, un piano; 'a fortiori' debéis animar la materia ya animada de los pájaros". Pues bien; en el estado normal del Espiritismo no sucede esto, no puede ser.
"En primer lugar convengamos bien en nuestros hechos. ¿Qué es un médium? Es el "ser", es el individuo, que sirve de trazo de unión a los Espíritus para que éstos puedan comunicar con facilidad con los hombres: Espíritus encarnados. Por consiguiente, sin médium no hay comunicaciones tangibles, mentales, escritas, físicas ni de ninguna clase.
"Hay un principio que, estoy seguro, es admitido por todos los espiritistas: este es que los semejantes obran sobre sus semejantes y como sus semejantes. Así, pues, ¿cuáles con los semejantes de los Espíritus sino los Espíritus, encarnados o no encarnados? ¿Es menester repetíroslo sin cesar? Pues bien, yo os lo repetiré otra vez: vuestro periespíritu y el nuestro están sacados del mismo ambiente, son de una naturaleza idéntica, son semejantes en una palabra; poseen una propiedad de asimilación más o menos desarrollada, de imitación más o menos vigorosa, que nos permite a Espíritus y encarnados ponernos con mucha prontitud y con mucha facilidad en relación. En fin, lo que pertenece en propiedad a los médiums, lo que es de la misma esencia de su individualidad, es una afinidad especial, y al mismo tiempo una fuerza de expansión particular que aniquila en ellos toda refractibilidad y establecen entre ellos y nosotros una especie de corriente y de fusión que facilita nuestras comunicaciones. Por otra parte, esta refractibilidad de la materia es la que se opone al desarrollo de la mediumnidaden la mayor parte de aquellos que no son médiums.
"Los hombres siempre tienen propensión a exagerarlo todo; los unos, no hablo ahora de los materialistas, niegan un alma a los animales y otros quieren darles una, por decirlo así, semejante a la nuestra. ¿Por qué queréis confundir de este modo lo perfectible con lo imperfectible? No, no, esta bien convencidos, el fuego que anima a las bestias, el soplo que les hace obrar, mover, y hablar en su lengua, no tiene en cuanto al presente, ninguna disposición para mezclarse, para unirse, para confundirse con el soplo divino, el alma etérea, el Espíritu en una palabra, que anima el ser esencialmente perfectible: el hombre, este rey de la creación. Por lo demás, ¿no es esta condición esencial de perfectabilidad lo que constituye la superioridad de la especie humana, sobre las otras especies terrestres? Pues bien, reconoced que no puede asimilarse al hombre, sólo perfectible en sí mismo y en sus obras, ningún individuo de las otras razas vivientes sobre la Tierra.
"El perro, que su inteligencia superior entre los animales ha hecho el amigo y el comensal del hombre, ¿es perfectible por sí mismo y por su iniciativa personal? Nadie se atrevería a sostenerlo, porque el perro no hace progresar al perro; y aquel de entre ellos que mejor adiestrado está, lo es siempre por su mano. Desde que el mundo es mundo, la nutria construye su choza sobre las aguas; con las mismas proporciones, y siguiendo una regla invariable; los ruiseñores y las golondrinas jamás construyen sus nidos de otro modo que lo hicieron sus padres. Un nido de gorriones antes del diluvio, así como un nido de gorriones de la época moderna, siempre es un nido de gorriones edificado con las mismas condiciones y por el mismo sistema de entrelazamiento de hebras de yerbas y desperdicios recogidos en la primavera, en la época de los amores. Las abejas y las hormigas, estas pequeñas repúblicas caseras, nunca han variado en sus costumbres de provisiones, en su modo de andar, en sus hábitos y en sus producciones. En fin, la araña teje siempre su tela del mismo modo.
"Por otra parte, si buscáis las cabañas de follaje y las tiendas de las primeras edades de la Tierra, encontraréis en su lugar los palacios y las quintas de la civilización moderna; los vestidos de sucia piel han sido reemplazados por tejidos de oro y seda; en fin, a cada paso encontraréis la prueba de esta marcha incesante de la humanidad hacia el progreso.
"De este progreso constante, invencible, irrecusable de la especie humana y del modo de estacionarse indefinido de las otras especies animadas, convenid conmigo que si existen principios comunes en lo que vive y se mueve sobre la tierra, el aliento y la materia, no es menos verdad que vosotros, sólo Espíritus encarnados, estáis sometidos a esta inevitable ley del progreso que os empuja fatalmente hacia adelante y siempre adelante. Dios ha puesto los animales a vuestro lado como auxiliares para alimentaros, para vestiros, para secundaros. Les ha dado cierta dosis de inteligencia porque para ayudaros les es necesaria la comprensión, y ha proporcionado su inteligencia a los servicios que están llamados a prestaros; pero en su sabiduría no ha querido que estuviesen sometidos a la misma ley del progreso; tales como fueron creados, tales han quedado y quedarán hasta la extinción de sus razas.
"Se ha dicho: los Espíritus medianimizan y hacen mover la materia inerte, las sillas, las mesas, los pianos; hacen mover, sí, pero, ¿medianimizan? No! Porque, lo repito, sin médium ninguno de estos fenómenos pueden producirse. ¿Qué tiene de extraordinario el que con el auxilio de uno o de muchos médiums, hagamos mover la materia inerte, pasiva, que justamente en razón de ser pasiva e inerte es, por lo mismo, propia a sufrir los movimientos y las impulsiones que deseamos imprimirle? Para esto tenemos necesidad de los médiums, es positivo, pero no es necesario que el médium esté presente o tenga "conciencia" de ello, porque nosotros podemos obrar con los elementos que nos proporciona, sin él saberlo y fuera de su presencia sobre todo en los hechos tangibles y de los aportes. Nuestra capa fluídica, más imponderable y más sutil que el más sutil y más imponderable de vuestros gases, uniéndose, casándose, combinándose con la capa fluídica más "animalizada" del médium y cuya propiedad de expansión y de penetración es impalpable para vuestros sentidos groseros y casi inexplicable para vosotros, nos permite el mover los muebles y aun romperlos, en las piezas o habitaciones que no están habitadas.
"Ciertamente los Espíritus pueden hacerse visibles y tangibles para los animales, y a menudo el espanto repentino de que se ven poseídos y que os parece sin motivo, está causado por la vista de uno o de muchos de estos Espíritus mal intencionados para los individuos presentes o para aquellos a quienes pertenecen estos animales. Muy a menudo veis caballos que no quieren avanzar ni retroceder, o que se encabritan ante un obstáculo imaginario; pues bien: tened por cierto que el obstáculo imaginario es muchas veces un Espíritu o un grupo de Espíritus que se complacen impidiéndoles adelantar.
Acordaos de la burra de Balaam, que viendo un ángel delante de ella blandiendo su brillante espada, se obstinaba en no menearse del puesto; fue porque quería el ángel que antes de manifestarse a Balaam visiblemente, sólo el animal le viese; pero, lo repito, nosotros no medianimizamos directamente ni a los animales ni a la materia inerte; siempre nos hace falta de concurso de un médium, sabiéndolo o sin que lo sepa, porque nos hace falta la unión de fluidos homogéneos, lo que nosotros no encontramos ni en los animales ni en la materia bruta.
"Mr. T... dijo haber magnetizado a su perro; ¿hasta dónde llegó? lo mató; porque este desgraciado animal murió después de haber caído en una especie de atonía, de languidez, consecuencia de su magnetización. En efecto, inundándole de un fluido absorbido en una esencia superior a la esencia especial de su naturaleza, lo ha aplastado y ha obrado sobre él, aunque más lentamente, de la misma manera que el rayo. Pues como que no hay homogeneidad posible entre nuestro periespíritu y la capa fluídica de los animales propiamente dichos les aplastaríamos instantáneamente medianimizándolos.
"Establecido esto, reconozco perfectamente que en los animales existen aptitudes diversas; que ciertos sentimientos, ciertas pasiones idénticas a las pasiones y a los sentimientos humanos se desarrollan en ellos; que son sensibles y reconocidos, vengativos e iracundos, según se les trata. Es que Dios, que no hace nada incompleto, ha dado a los animales compañeros o servidores del hombre, cualidades de sociabilidad que falta completamente a los animales salvajes que habitan los desiertos. Pero de esto a poder servir de intermediarios para la transmisión del pensamiento de los Espíritus, hay un abismo: la diferencia de las naturalezas.
"Vosotros sabéis que sacamos del cerebro de los médiums los elementos necesarios para dar a nuestra idea una forma sensible y comprensible para vosotros; con el auxilio de los materiales que posee, el médium traduce nuestro pensamiento a la lengua vulgar; pues bien: ¿qué elementos encontraríamos en el cerebro de un animal?
¿Hay en él palabras, nombres, letras, cualquiera de las señales parecidas a las que existen en el hombre, aun en el menos inteligente? Sin embargo, vosotros diréis que los animales comprenden el pensamiento del hombre, aun lo adivinan; sí, los animales adiestrados comprenden ciertos pensamientos. Pero ¿nunca habéis visto que los reproduzcan? No; saca, pues, de esto, la consecuencia de que los animales no pueden servirnos de intérpretes.
Para resumir: los hechos medianímicos no pueden manifestarse sin el concurso sabido o ignorado de los médiums; y sólo entre los encarnados, Espíritus como nosotros, podemos encontrar los que pueden servirnos de médiums. En cuanto a adiestrar a los perros, a los pájaros y a otros animales para que hagan tales o cuales ejercicios, es tarea vuestra y no nuestra. ERASTO."
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Nota. - Se encontrarán en la Revista Espiritista de septiembre de 1861, los detalles de un proceder empleado por los adiestradores de pájaros sabios, para hacerles sacar de un paquete las cartas pedidas.


CAPÍTULO XXIII
DE LA OBSESIÓN
Obsesión simple. - Fascinación. - Subyugación.
- Causas de la obsesión. - Medios de combatirla.

237. En el número de los escollos que presenta la práctica del Espiritismo, es menester poner en primera linea la "obsesión", es decir, el imperio que algunos Espíritus saben tomar sobre ciertas personas. Esta nunca tiene lugar sino por los Espíritus inferiores que procuran dominar; los Espíritus buenos no hacen experimentar ninguna contrariedad; aconsejan, combaten las influencias de los malos, y si no se les escucha se retiran. Los malos, por el contrario, se unen a aquellos sobre los cuales pueden hacer presa; si llegan a tomar imperio sobre alguno, se identifican con su propio Espíritu y le conducen como a un verdadero niño.
La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce.
La palabra obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa este especie de fenómeno cuyas principales variedades son: la "obsesión simple", la "fascinación" y la "subyugación".

238. La obsesión simple tiene lugar cuando un Espíritu malhechor engaña a un médium, se mezcla contra su voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide en comunicarse con otros Espíritus y sustituye a aquellos que se evocan.
No se está obcecado por el sólo hecho de ser engañado por un Espíritu mentiroso; el mejor médium está expuesto a esto, sobre todo al principio, cuando aun le falta la experiencia necesaria, de la misma manera que entre nosotros las gentes más honradas pueden ser engañadas por los tunantes. Se puede, pues, ser engañado sin estar obcecado; la obsesión está en la tenacidad del Espíritu, del cual no se puede desembarazar.
En la obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente desagradable, y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las comunicaciones que se quisieron tener con Espíritus formales o con aquellos por quienes se tiene afección.
Se pueden colocar en esta categoría los casos de "obsesión física", es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y obstinadas de ciertos Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos. Nos remitimos sobre este fenómeno al capitulo de las "Manifestaciones físicas espontáneas". (Núm. 82).

239. La "fascinación" tiene consecuencias mucho más graves. Es una ilusión producida por la acción directa del Espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su
juicio, con respecto a las comunicaciones. El médium fascinado no se cree engañado; el Espíritu tiene la maña de inspirarle una confianza ciega que le impide el ver la superchería y comprender el absurdo de lo que escribe, aun cuando todo el mundo lo conozca; la ilusión puede ir hasta hacerle ver lo sublime en el lenguaje más ridículo. Se estaría en el error si se creyera que este género de obsesión no puede alcanzar sino a las personas sencillas, ignorantes y desprovistas de juicio; los hombres más discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están exentos de esto, lo que prueba que esta aberración es el efecto de una causa extraña, de la que sufren la influencia.
Ya hemos dicho que las consecuencias de la fascinación son mucho más graves; en efecto, a favor de esta ilusión que es el resultado, el Espíritu conduce aquel a quien ha logrado dominar como lo haría con un ciego, y puede hacerle aceptar las doctrinas más extravagantes y las teorías más falsas como siendo la única expresión de la verdad; aún más: puede excitarle a que haga acciones ridículas, de compromiso y aún perniciosas.
Se comprende fácilmente toda la diferencia que hay entre la obsesión simple y la fascinación; se comprende también que los Espíritus que producen estos dos efectos deben diferir de carácter. En la primera, el Espíritu que se une a vosotros sólo es un ser importuno por su tenacidad, y se desea con impaciencia poderse desembarazar de él. En la segunda es otra cosa; para llegar a tales fines es necesario un Espíritu hábil, vivo y profundamente hipócrita, porque no puede chasquear y hacerse aceptar sino con ayuda de la máscara que sabe tomar y de un falso semblante de virtud; las grandes palabras de caridad, humildad y de amor de Dios son para él como credenciales; pero a través de todo esto deja penetrar las señales de inferioridad, que es necesario estar fascinado para no ver; teme también a todas las personas que ven demasiado claro; así es que su táctica es casi siempre la de inspirar a su intérprete el alejamiento de cualquiera que pudiera abrirle los ojos; por este motivo, evitando toda contradicción, siempre tiene la seguridad de tener razón.

240. La "subyugación" es una restricción que paraliza la voluntad del que la sufre y le hace obrar a pesar suyo. En una palabra, es su verdadero "yugo".
La subyugación puede ser "moral o corporal". En el primer caso, el subyugado es solicitado a tomar determinaciones muchas veces absurdas y comprometidas, que por una especie de ilusión las cree sensatas; es una especie de fascinación. En el segundo caso el Espíritu obra sobre los órganos materiales y provoca los movimientos involuntarios.
Se traduce en el médium escribiendo por una necesidad incesante de escribir, aún en los momentos más inoportunos. Nosotros los hemos visto que, en defecto de pluma o de lápiz, escribían con el dedo por todas partes en donde se encontraban, en las mismas calles, en las puertas y en las paredes.
La subyugación corporal va algunas veces más lejos; puede conducir a los actos más ridículos. Hemos conocido a un hombre que no era joven ni hermoso, que bajo el imperio de una obsesión de esta naturaleza se veía obligado por una fuerza irresistible a ponerse de rodillas delante de una joven, con la cual no había tenido ninguna entrevista y pedirla en matrimonio. Otras veces sentía en las espaldas y en las piernas una presión enérgica, que le forzaba contra su voluntad y sin embargo de la resistencia que hacía al ponerse de rodillas y besar el suelo en los parajes públicos y en presencia de la multitud.
Este hombre pasaba por loco entre sus relaciones; pero nosotros nos hemos convencido de que no lo era, porque tenía el pleno convencimiento del ridículo, de lo que hacía contra su voluntad, por lo que sufría horriblemente.

241. En otro tiempo se daba el nombre de posesión al imperio ejercido por malos Espíritus, cuando su influencia llegaba hasta la aberración de las facultades. La posesión sería para nosotros sinónimo de subyugación. Si no adoptamos este término es por dos razones: la primera porque implica la creencia de seres creados para el mal y entregados perpetuamente a él, mientras que no hay sino seres más o menos imperfectos y que todos pueden mejorarse. La segunda, porque implica igualmente la idea de la toma de posesión de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de cohabitación, mientras que sólo hay una sujeción. La palabra "subyugación" expresa perfectamente el pensamiento. De este modo para nosotros no hay poseídos en el sentido vulgar de la palabra: sólo hay "obcecados", "subyugados" y "fascinados".

242. La obsesión, como ya lo hemos dicho, es uno de los más grandes escollos de la mediumnidad; es también uno de los más frecuentes; así es que todos los cuidados serían pocos para combatirla, porque además de los inconvenientes personales que pueden resultar de esto, es un obstáculo absoluto para la bondad y la veracidad de las comunicaciones. La obsesión, en cualquier grado que esté, es siempre el efecto de una sujeción y esta sujeción, no pudiendo nunca ser ejercida por un Espíritu bueno, resuelta de esto que toda comunicación dada por un médium obcecado es de origen sospechoso y no merece ninguna confianza. Si alguna vez se encuentra algo bueno, es menester tomarlo y arrojar todo lo que es simplemente dudoso.

243. Se conoce la obsesión con los caracteres siguientes:
1º Persistencia de un Espíritu en comunicarse contra la voluntad del médium, por la escritura, el oído, la tiptología, etc., oponiéndose a que otros Espíritus puedan hacerlo.
2º Ilusión que, no obstante la inteligencia del médium, le impide el reconocer la falsedad y el ridículo de las comunicaciones que recibe.
3º Creencia en la infalibilidad y en la identidad absoluta de los Espíritus que se comunican y que, bajo nombres respetables y venerados, dicen cosas falsas o absurdas.
4º Confianza del médium en los elogios que hacen de él los Espíritus que se le comunican.
5º Propensión a separarse de las personas que pueden darle avisos útiles.
6º Tomar a mal la crítica con respecto a las comunicaciones que reciben.
7º Necesidad incesante e inoportuna de escribir.
8º Sujeción física dominando la voluntad de cualquiera y forzándole a obrar o a hablar a pesar suyo.
9º Ruidos y trastornos de cosas persistentes a su alrededor y de los que se es la causa o el objeto.
244. En presencia del peligro de la obsesión se dice uno que el ser médium será una cosa desagradable; ¿no es esta facultad la que la provoca, en una palabra, no es esto una prueba inconveniente de las comunicaciones espiritas?
Nuestra contestación es fácil y rogamos que se medite con cuidado.
No son los médiums ni los espiritistas los que han creado a los Espíritus, sino que los Espíritus son la causa de que haya espiritistas y médiums; no siendo los Espíritus otra cosa que las almas de los hombres, hay, pues, Espíritus desde que hay hombres, y por consiguiente han ejercido en todo tiempo su influencia saludable o perniciosa sobre la humanidad. La facultad medianímica no es para ellos sino un medio para manifestarse; en defecto de esta facultad lo hacen de mil maneras distintas más o menos ocultas. Sería, pues, un error creer que los Espíritus ejercen su influencia sólo por las comunicaciones escritas o verbales; esta influencia es de todo los instantes, y aquellos que no se ocupan de los Espíritus y que ni creen en ellos están expuestos como los otros y aún más porque no tienen contrapeso. La mediumnidad es para el Espíritu un medio de hacerse conocer; si es malo se hace siempre traición por hipócrita que sea; puede, pues, decirse, que la mediumnidad permite que se vea a su enemigo frente a frente si uno puede expresarlo así, y combatirle con sus propias armas; sin esta facultad obra en la oscuridad y al favor de su invisibilidad puede hacer, y hace en realidad, mucho mal. ¡A cuántos actos no está uno impulsado por su desgracia, y que se hubieron evitado si hubiese habido un medio de ilustrarse! Los incrédulos no creen decir tanta verdad cuando dicen de un hombre que se extravía con obstinación: "Un mal genio e empuja hacia la perdición". De este modo el conocimiento del Espiritismo, lejos de dar imperio a los malos Espíritus, debe tener por resultado en un tiempo más o menos próximo, y cuando se habrá propagado, "el destruir este imperio" dando a cada uno los medios de ponerse en guardia contra sus sugestiones, y el que sucumba a nadie podrá culpar sino a sí mismo.
Regla general: cualquiera que tenga malas comunicaciones espiritistas, escritas o verbales, está bajo una mala influencia; esta influencia se ejerce sobre él, que escriba o deje escribir, es decir, que sea o no médium, que crea o no crea. La escritura da el medio de asegurarse de la naturaleza de los Espíritus que obran sobre él y de combatirles si son malos, lo que se hace aun con más éxito cuando viene a conocer el motivo que les hace obrar. Si es demasiado ciego para comprenderle, otros podrán hacerle abrir los ojos.
En resumen, el peligro no está en el mismo Espiritismo, puesto que puede, por el contrario, servir de comprobante y preservarnos del que corremos sin cesar, sin que los sepamos; está en la orgullosa propensión de ciertos médiums en creerse, con demasiada ligereza, los instrumentos exclusivos de Espíritus superiores, y en la especie de fascinación que no les permite comprender las tonterías de los que son los intérpretes. Aquellos mismos que no son médiums pueden dejarse engañar. Citemos una comparación. Un hombre tiene un enemigo secreto que no conoce y que esparce contra él, por bajo mano, la calumnia y todo lo que la más negra maldad puede inventar; ve perder su fortuna, alejarse sus amigos, turbada su felicidad interior, no pudiendo descubrir la mano que le hiere, no puede defenderse y sucumbe; pero viene un día que este enemigo secreto le escribe, y sin embargo de su astucia se hace traición. He aquí, pues, a su enemigo descubierto y puede confundirle y remontarse. Tal es el papel de los malos Espíritus, que el Espiritismo nos da la posibilidad de conocer y descubrir.

245. Los motivos de la obsesión varían según el carácter del Espíritu; muchas veces es una venganza que ejerce sobre un individuo de quien ha tenido que quejarse durante su vida o en otra existencia; a menudo no tiene otra razón que el deseo de hacer mal; como sufre, quiere hacer sufrir a los demás; halla una especie de gozo en atormentarles, en vejarles; de este modo la impaciencia que se le demuestra le excita, porque tal es su objeto, mientras que se le cansa por la paciencia; irritándose, demostrando despecho, se hace precisamente lo que él quiere. Estos Espíritus obran algunas veces por ira y por celos del bien; por esto dirigen sobre las gentes honradas sus intenciones maléficas. Uno de ellos se ha unido como una polilla a una honrada familia conocida nuestra, que por lo demás no tiene la satisfacción de tomarla por juguete; preguntado por el motivo que tenía para atacar a las buenas gentes, más bien que a los hombres malos como él, contestó: "estos no me causan envidia. Otros están guiados por un sentimiento de maldad que les conduce a aprovecharse de la debilidad moral de ciertos individuos que saben que son incapaces de resistirles. Uno de estos últimos que subyugaba a un joven de inteligencia muy limitada, preguntado por los motivos de la elección, nos contestó: "Tengo una necesidad muy grande de atormentar a alguno; una persona razonable me rechazaría; me arrimo a un idiota que no me opone ninguna virtud".

246. Hay Espíritus obsesores sin malicia, que son algo buenos, pero que tienen el orgullo del falso saber; tienen sus ideas y sus sistemas sobre la ciencia, la economía social, la moral, la religión, la filosofía; quieren hacer prevalecer su opinión y al efecto buscan médiums bastante crédulos para que les acepten con los ojos cerrados, a quienes fascinan para impedirles que puedan distinguir lo verdadero de lo falso. Estos son los más perjudiciales, porque los sofismas no les cuestan nada y de este modo pueden acreditar las utopías más ridículas; como conocen el prestigio de los grandes nombres no tienen ningún escrúpulo en servirse de aquellos ante los cuales uno se inclina con respeto, y tampoco retroceden por el sacrilegio de nombrarse Jesús, Virgen María o un santo venerado. Procuran deslumbrar por un lenguaje pomposo, más pretencioso que profundo, erizado de términos técnicos y adornado de grandes palabras de caridad y de moral: se guardarán de dar un mal consejo, porque saben bien que serían despedidos; además, los que son sus víctimas les defienden porfiadamente diciendo: ya veis que nada dicen de malo. Pero la moral no es para ellos sino un pase; es el menor de sus cuidados; lo quieren ante todo es dominar e imponer sus ideas aunque estén
desprovistas de razón.

247. Los Espíritus sistemáticos generalmente son bastante aficionados a escribir; por esto buscan los médiums que escriben con facilidad y de los que procuran hacerse instrumentos dóciles y sobre todo entusiastas, fascinándoles. Son casi siempre habladores, muy prolijos, procurando compensar la calidad por la cantidad. Se complacen en dictar a sus intérpretes escritos voluminosos e indigestos y a menudo poco inteligibles, que felizmente tienen por antídoto la imposibilidad material de ser leídos por las masas. Los Espíritus verdaderamente superiores son sobrios de palabras; escriben poco y dicen mucho; además esta prodigiosa fecundidad debe ser siempre sospechosa.
No podríamos ser bastante circunspectos cuando se trata de publicar estos escritos; las utopías y las excentricidades, de las que abundan mucho, y que chocan con el buen sentido, producen una molesta impresión sobre las personas novicias, dándoles una idea falsa del Espiritismo, sin contar que estas son armas de las cuales se sirven sus enemigos para ponerlo en ridículo. Entre estas publicaciones las hay que sin ser malas y sin dimanar de una obsesión pueden ser miradas como imprudentes, "intempestivas" o poco hábiles.

248. Acontece muchas veces que un médium no puede comunicarse sino con un solo Espíritu, que se une a él y responde por aquellos que son llamados por su mediación.
Esta no es siempre una obsesión, porque puede dimanar de una falta de flexibilidad del médium y de una afinidad especial de su parte por tal o cual Espíritu. No hay obsesión propiamente dicha sino cuando el Espíritu impone y aleja a los otros por su voluntad; lo que nunca es el hecho de un Espíritu bueno. Generalmente el Espíritu que se apodera del médium con la idea de dominarle, no sufre el examen critico de sus comunicaciones; cuando ve que no son aceptadas y que se discuten, no se retira pero inspira al médium el pensamiento de aislarse y muchas veces se lo manda. Todo médium que se resiente de la crítica de las comunicaciones que recibe es el eco del Espíritu que le domina, y este Espíritu no puede ser bueno desde el momento que le inspira un pensamiento ilógico, el de rehusar su examen. El aislamiento del médium es siempre una cosa mala para él, porque no tiene ninguna comprobación para sus comunicaciones. No solamente debe cerciorarse por el aviso de un tercero, sino que le es necesario el estudiar todas las clases de comunicaciones para compararlas; aislándose en las que obtiene, por muy buenas que le parezcan, se expone a hacerse ilusión sobre su valor sin contar que no puede conocerlo todo y que versan siempre, poco más o menos, sobre un mismo asunto. (Núm. 192; "Médiums exclusivos").

249. Los medios de combatir la obsesión varían según el carácter que reviste. El peligro, realmente, no existe para todo médium que está bien convencido de que debe habérselas con un Espíritu mentiroso, como esto tiene lugar en la obsesión simple; para él no es más que una cosa desagradable. Pero por lo mismo que esto le es desagradable, con tanta más razón el Espíritu se encarniza con él para vejarle. Dos cosas esenciales deben hacerse en este caso. Primero, probar al Espíritu que uno no es su juguete, y que le es "imposible" el engañarnos; segundo, gastar su paciencia, mostrándose más paciente que él; si está bien convencido que pierde el tiempo, concluirá por retirarse, como lo hacen los importunos cuando no se les escucha.
Pero no siempre basta esto, y puede ser largo porque los hay que son tenaces, y para ellos los meses y los años son poca cosa. En tal caso el médium debe hacer una evocación ferviente a su buen ángel guardián, lo mismo que a los buenos Espíritus que le son simpáticos, y rogarles que le asistan. Con respecto al Espíritu obsesor, por malo que sea, es menester tratarle con severidad, pero con benevolencia, y vencerle con buenos procederes, rogando por él. Si realmente es perverso, se burlará al principio; pero moralizándole con perseverancia, finirá por enmendarse: es la empresa de una conversión, tarea muy a menudo penosa, ingrata, aun repugnante, pero cuyo mérito está en la dificultad, y que si se cumple bien queda siempre la satisfacción de haber llenado un deber de caridad y muchas veces el haber conducido al buen camino un alma perdida.
Conviene igualmente interrumpir toda comunicación escrita desde el momento que se reconoce que viene de un Espíritu malo que no quiere entender la razón, a fin de no darle el placer de ser escuchado. Aun en ciertos casos puede ser útil el dejar de escribir por algún tiempo; cada uno debe conducirse según las circunstancias. Pero si el médium escribiente puede evitar estas conversaciones, absteniéndose de escribir, no sucede lo mismo con el médium auditivo que el Espíritu obsesor persigue algunas veces a cada momento con sus palabras groseras u obscenas, y que ni siquiera tiene el recurso de taparse los oídos. Por los demás es menester reconocer que ciertas personas se divierten con el lenguaje trivial de esta clase de Espíritus, que anima y provocan, riéndose de sus necesidades en lugar de imponerles silencio y moralizarles. Nuestros consejos no pueden aprovechar a los que quieren perderse.

250. No hay, pues, peligro, sino fastidio, para todo médium que no se deja dominar, porque no puede ser engañado; todo lo contrario sucede en la "fascinación", porque entonces el imperio que toma el Espíritu sobre aquel de quien se apodera no tiene límites. Lo único que puede hacerse con él es procurar convencerle porque está supeditado, y hacer que su obsesión venga a ser simple; pero esto no es siempre fácil, y algunas veces es imposible. El ascendiente del Espíritu puede ser tal que haga sordo al fascinado a toda clase de reflexiones y puede llegar hasta hacerle dudar, cuando el Espíritu comete alguna grosera herejía científica, si no se engaña la ciencia. Como lo hemos dicho ya, generalmente acoge muy mal los consejos; la crítica le fastidia, le irrita y le hace aborrecer a los que no toman parte en su admiración. Sospechar de su Espíritu es casi una profanación a sus ojos y esto es, precisamente, lo que quiere el Espíritu; porque lo que él desea es que doblen la rodilla ante su palabra. Uno de ellos ejercía una fascinación extraordinaria sobre una persona de nuestras relaciones; lo evocamos, y luego después de algunas farsas, viendo que no podía negar o disfrazar su identidad, concluyó por confesar que no era aquel cuyo nombre tomaba. Habiéndole preguntado por qué abusaba de esta persona, contestó estas palabras que pintan claramente el carácter de esta clase de Espíritus: "Buscaba un hombre que pudiera conducir; lo he encontrado y me quedo con él". - Pero si se le hace ver claro os echará fuera. - "¡Esto lo veremos!" Como no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, cuando se reconoce la inutilidad de toda tentativa para abrir los ojos del fascinado, lo mejor es dejarle en sus ilusiones. No puede curarse un enfermo que se obstina en conservar su enfermedad y se complace en ella.

251. La subyugación corporal quita a menudo al obcecado la energía necesaria para dominar al Espíritu malo; por esto es necesaria la intervención de una tercera persona, obrando sea por el magnetismo, sea por el imperio de su voluntad. En defecto del concurso del obcecado, esta persona debe tomar el ascendiente sobre el Espíritu; pero como este ascendiente no puede ser sino moral, sólo es dado el ejercerlo a un ser "moralmente superior" al Espíritu, y su poder será tanto más grande cuanto mayor será su superioridad moral, porque impone al Espíritu que se ve forzado a inclinarse ante él; por esto Jesús tenía tan grande poder para sacar lo que entonces llamaban demonios, es decir, los malos Espíritus obsesores.
Nosotros no podemos dar aquí sino consejos generales, porque no hay ningún proceder material, sobre todo ninguna fórmula, ni menos ninguna palabra sacramental que tenga el poder de echar a los Espíritus obsesores. Lo que le falta muchas veces al obcecado, es una fuerza fluídica suficiente; en este caso la acción magnética de un buen magnetizador puede serle útil y servirle de ayuda. Por otra parte, siempre es bueno tomar por la mediación de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de su ángel de la guarda.

252. Las imperfecciones morales del obcecado son, a menudo, un obstáculo para su libertad.
He aquí un ejemplo notable que puede servir de instrucción para todos: Hacía ya algunos años que varias hermanas eran víctimas de pillajes muy desagradables. Dispersados sin cesar sus vestidos por todos los rincones de la casa, hasta por el tejado, cortados, rotos y acribillados de agujeros, por más que tuviesen buen cuidado de encerrarlos bajo llave. Estas señoras, relegadas en una pequeña localidad de provincia, nunca habían oído hablar de Espiritismo. Naturalmente su primer pensamiento fue que eran el blanco de burlas de mal género; pero esta persistencia y las precauciones que tomaban les quitaron esta idea.
Después de mucho tiempo, con motivo de algunas indicaciones, creyeron oportuno dirigirse a nosotros para conocer la causa de estas desgracias y los medios de remediarlas si era posible. La causa no era dudosa; el remedio era más difícil. El Espíritu que se manifestaba por actos semejantes era evidentemente malévolo. Se mostró en la evocación de una grande perversidad e inaccesible a todo buen sentimiento. La oración pareció, sin embargo, ejercer una influencia saludable; pero después de algún tiempo de descanso, el pillaje empezó de nuevo. Aquí está el consejo que con este motivo dio un Espíritu superior.
"Lo mejor que pueden hacer estas señoras es rogar a sus Espíritus protectores que no las abandonen; no tengo otro consejo mejor para darles; que examinen su conciencia para confesarse a sí mismas y ver si han practicado siempre el amor del prójimo y la caridad; no quiero decir la caridad que da y distribuye, sino la caridad de la lengua; porque desgraciadamente ellas no saben retener la suya, y no justifican, por sus actos piadosos, el deseo que tienen de quedar libres del que les atormenta. Les gusta mucho decir mal del prójimo, y el Espíritu que les obceca se venga, porque le hicieron padecer mucho cuando vivía. Que repasen su memoria y verán muy pronto con quién tienen que habérselas.
"Sin embargo, si consiguen mejorarse, sus ángeles guardianes se les acercarán, y su sola presencia bastará para echar fuera al Espíritu malo que se ha apoderado de una de ellas sobre todo, porque su ángel de la guarda ha tenido que alejarse en vista de los actos reprensibles o de los pensamientos malos. Lo que les falta son fervientes oraciones por los que sufren, y sobre todo la práctica de las virtudes impuestas por Dios a cada uno, según su condición".
Sobre la observación que hicimos de que estas palabras nos parecían un poco severas, y que quizá sería necesario endulzarlas para transmitirlas, el Espíritu añadió:
"Yo debo decir lo que he dicho y del modo como lo digo, porque las personas en cuestión tienen la costumbre de creer que no hacen mal con la lengua, y hacen mucho.
Por esto es
menester impresionar su Espíritu de manera que sea para ellos una advertencia formal".
De esto se desprende una enseñanza de una gran importancia, y es que las imperfecciones morales dan lugar a los Espíritus obsesores, y que el medio más seguro de desembarazarse de ellos es el atraer a los buenos por la práctica del bien. Los Espíritus buenos tienen, sin duda, más poder que los malos, y su voluntad basta para alejarlos; pero no asisten sino a los que les secundan por los esfuerzos que hacen para mejorarse; de otro modo se alejan y dejan el campo libre a los Espíritus malos que vienen a ser de este modo, en ciertos casos, instrumentos de castigo, porque los buenos les dejan obrar con este fin.

253. Por lo demás, es menester guardarse de atribuir a la acción directa de los Espíritus todos los disgustos que pueden ocurrir; estos disgustos son, a menudo, la consecuencia de la incuria o de la imprevisión. Un labrador nos hizo escribir que hacía doce años era la víctima de toda suerte de desgracias con respecto a su ganado; tan pronto se le morían las vacas como no daban leche; lo mismo le sucedía con los caballos, los carneros o los cerdos. Hizo muchos novenarios que no remediaron el mal, lo mismo que las misas que hizo celebrar, ni los exorcismos que hizo practicar.
Entonces, según las preocupaciones de los campesinos, se persuadió que se había echado una maldición sobre sus animales. Creyéndonos, sin duda, dotados de un poder para conjurar, mayor que el del cura de su lugar, nos consultó. Aquí está la contestación que obtuvimos:
"La mortalidad o las enfermedades de los ganados de este hombre provienen de que sus cuadras están infestadas y no las hace reparar porque esto 'cuesta dinero' ".

254. Terminaremos este capítulo con las respuestas dadas por los Espíritus a algunas preguntas, viniendo en apoyo de lo que hemos dicho.
1. ¿Por qué ciertos médiums no pueden desembarazarse de los Espíritus malos que se unen a ellos, y cómo los Espíritus buenos que evocan no son bastante poderosos para alejar a los otros y comunicarse directamente?
"No es el poder el que falta al Espíritu bueno; muchas veces es el médium que no es bastante fuerte para secundarle; su naturaleza se presta mejor a ciertas relaciones; su fluido se identifica más bien con un Espíritu que con otro; esto es lo que da mucho imperio a los que quieren mortificar."
2. ¿Nos parece, sin embargo, que hay personas muy meritorias, de una moralidad irreprochable, y con todo se ven imposibilitadas de comunicarse con los Espíritus buenos? "Esta es una prueba; ¿y quién os ha dicho que su corazón no esté manchado con un poco de mal, que el orgullo no domine un poco la apariencia de la bondad? Estas pruebas, mostrando al obcecado su debilidad, deben conducirle a la humildad.
¿Hay alguno sobre la Tierra que pueda llamarse perfecto? Habrá quien tenga todas las apariencias de la virtud, y aun puede tener muchos defectos ocultos, un antiguo germen de imperfección. Por ejemplo, vosotros decís de aquel que no hace mal y que es leal en sus relaciones sociales: es un hombre bueno y digno. ¿Pero sabéis vosotros si sus buenas cualidades están empañadas por el orgullo, si hay en él un fondo de egoísmo, si es avaro, celoso, rencoroso, maldiciente y cien otras cosas que vosotros no apercibís, porque vuestras relaciones con él no os han puesto en este caso? El medio más poderoso para poder combatir la influencia de los Espíritus malos es el acercarse todo lo posible a la naturaleza de los buenos."
3. La obsesión que se opone a que un médium obtenga las comunicaciones que desea, ¿es siempre una señal de ser indigno por su parte?
"Yo no he dicho que esta fuese una señal de poca dignidad, sino que puede ponerse un obstáculo a ciertas comunicaciones; lo que debe procurar es quitar el obstáculo que está en él; sin esto, sus oraciones y sus súplicas nada hacen. No basta que un enfermo diga a su médico: Dadme la salud, yo quiero estar bueno; el médico no puede nada si el enfermo no hace lo que es necesario."
4. ¿La privación de comunicarse con ciertos Espíritus sería, acaso, una especie de castigo?
"En ciertos casos esto podría ser un verdadero castigo, así como la posibilidad de comunicarse con ellos es una recompensa que debéis esforzaros en merecer." (Véase 'Pérdida y suspensión de la mediumnidad, número 220').
5. ¿Pueden combatirse las influencias de los Espíritus malos, moralizándoles?
"Sí; esto es lo que no se hace y es lo que no debe olvidarse de hacer, porque a menudo es una tarea que se os ha dado y que vosotros debéis cumplir caritativa y religiosamente. Por sabios consejos puede excitárseles al arrepentimiento y activar su adelantamiento."
- ¿Cómo puede un hombre con relación a esto tener una influencia que no tienen los mismos Espíritus?
"Los Espíritus perversos se aproximan más bien a los hombres que procuran atormentar, que a los Espíritus, de los que se alelan todo lo posible. En este contacto con los humanos, cuando encuentran quien los moraliza, en un principio no le escuchan, se ríen; después, si se les sabe conducir, concluyen por dejarse conmover. Los Espíritus elevados no pueden hablarles sino en nombre de Dios, y esto les asusta. El hombre no tiene, ciertamente, más poder que los Espíritus superiores, pero su lenguaje se identifica mejor con su naturaleza, y viendo el ascendiente que puede ejercer en los Espíritus inferiores, comprende mejor la solidaridad que existe entre el cielo y la tierra.
Por lo demás, el ascendiente que el hombre puede ejercer sobre los Espíritus está en razón de su superioridad moral. No domina a los Espíritus superiores, ni aún a aquellos que, sin ser superiores, son buenos o benévolos, pero puede dominar a los Espíritus que le son inferiores en moralidad." ('Véase número 279').
6. ¿La subyugación corporal, llevada hasta cierto grado, podría tener por consecuencia la locura?
"Sí, una especie de locura cuya causa no es conocida de la gente, pero que no tiene relación con la locura ordinaria. Entre los que se tienen por locos hay muchos que no son más que subyugados, les sería necesario un tratamiento moral, mientras que se les vuelve verdaderamente locos con los tratamientos corporales. Cuando los médicos conozcan bien el Espiritismo, sabrán hacer esta distinción y curarán más enfermos que con los baños de chorro." ('221').
7. ¿Qué debemos pensar de aquellos que, viendo algún peligro en el Espiritismo, creen que el medio de evitarlo es prohibir las comunicaciones espiritistas?
"Si pueden impedir a ciertas personas el comunicarse con los Espíritus, no pueden impedir las manifestaciones espontáneas, hechas a estas mismas personas, porque no pueden suprimir los Espíritus ni impedir su influencia oculta. Esto se parece a los niños que se tapan los ojos y creen que nadie les ve. Sería locura el querer suprimir una cosa que ofrece grandes ventajas, porque los imprudentes pueden abusar; el medio de evitar estos inconvenientes, es, al contrario, el hacer conocer el fondo de esta cosa."

CAPÍTULO XXIV
IDENTIDAD DE LOS ESPÍRITUS
Pruebas posibles de identidad - Distinción de los buenos y de los malos Espíritus. - Cuestiones sobre la naturaleza y la identidad de los Espíritus.
Pruebas posibles de identidad

255. La cuestión de la identidad de los Espíritus es una de las más controvertidas entre los mismos adeptos del Espiritismo; en efecto, los Espíritus no nos traen una prueba de notoriedad, y se sabe con cuánta facilidad algunos de ellos toman nombres supuestos; después de la obsesión, es también una de las más grandes dificultades del Espiritismo práctico; por lo demás, en muchos casos, la identidad absoluta es una cuestión secundaria y sin importancia real.
La identidad del Espíritu de los personajes antiguos es la más difícil de comprobar y muchas veces imposible, concretándonos a la apreciación puramente moral. Se juzga a los Espíritus como a los hombres, por su lenguaje; si un Espíritu se presenta bajo el nombre de Fenelón, por ejemplo, y dice trivialidades o puerilidades, es muy cierto que no puede ser él; pero si dice cosas dignas del carácter de Fenelón y que este mismo no desmintiera, hay en este caso, sino una prueba material, al menos toda la probabilidad moral que pueda ser él. Sobre todo en este caso la identidad real es una cuestión accesoria; desde el momento que el Espíritu sólo dice cosas buenas, poco importa el nombre del que las da.
Se objetará, sin duda, que el Espíritu que tomase un nombre supuesto, aún cuando sólo fuese para decir cosas buenas, no por eso dejaría de cometer un fraude y en tal caso no puede ser un Espíritu bueno. Aquí es en donde hay matices delicados bastante difíciles de comprender, y que trataremos de desenvolver.

256. A medida que los Espíritus se purifican y se elevan en la jerarquía, los caracteres distintivos de su personalidad se borran de cierto modo en la uniformidad de perfección y, sin embargo, no dejan de conservar su individualidad; esto tiene lugar en los Espíritus superiores y en los Espíritus puros. En esta posición, el nombre que tenía en la tierra, en una de las mil existencias corporales "efímeras" por las cuales pasaron, es una cosa enteramente insignificante. Notemos también que los Espíritus son atraídos los unos hacia los otros por la semejanza de sus cualidades, y que de este modo forman grupos o familias simpáticas. Por otra parte, si se considera el número inmenso de Espíritus que desde el origen de los tiempos deben haber llegado al primer puesto, y si se compara con el número tan corto de hombres que dejaron un gran nombre sobre la tierra, se comprenderá que entre los Espíritus superiores que pueden comunicarse, la mayor parte no debe tener nombre para nosotros; pero como necesitamos nombres para fijar nuestras ideas, pueden tomar el de un personaje conocido, cuya naturaleza se identifica del mejor modo con la suya; por esto nuestros ángeles guardianes se dan a conocer muy a menudo con el nombre de uno de los santos que nosotros veneramos y generalmente con el de aquel por quien tenemos más simpatía. De esto se sigue que si el ángel de la guarda de una persona toma el nombre de San Pedro, por ejemplo, no hay ninguna prueba material que éste sea, precisamente, el apóstol de este nombre; lo mismo puede ser el que un Espíritu enteramente desconocido, perteneciendo a la familia de los Espíritus de los que San Pedro forma parte; de aquí se sigue que cualquiera que sea el nombre bajo el cual se evoca a su ángel de la guarda vendrá al llamamiento que se le hace, porque se le atrae por el pensamiento, siéndole indiferente el nombre.
Lo mismo sucede siempre que un Espíritu superior se comunica espontáneamente bajo el nombre de un personaje conocido; nada prueba que este sea el Espíritu de aquel personaje; pero si no dice nada que desmienta la elevación de carácter de este último, hay "presunción" que sea él y en todo caso puede decirse que sino lo es debe ser un Espíritu del mismo grado y quizás enviado por él. En resumen, la cuestión del nombre es secundaria, pudiendo ser el nombre considerado como un simple indicio del lugar que ocupa el Espíritu en la escala espiritista.
La posición es otra cuando un Espíritu de un orden inferior se reviste de un nombre respetable para dar autoridad a sus palabras, y esto sucede con tanta frecuencia que no podríamos prevenimos bastante contra esta clase de substituciones; porque a favor de estos nombres prestados y sobre todo con la ayuda de la fascinación, ciertos Espíritus sistemáticos, más orgullosos que sabios, procuran acreditar las ideas más ridículas.
La cuestión de identidad es, pues, como lo hemos dicho, poco menos que indiferente cuando se trata de instrucciones generales, puesto que los mejores Espíritus pueden substituirse los unos a los otros sin que esto tenga consecuencias. Los Espíritus superiores forman, por decirlo así, un todo colectivo, cuyas individualidades, con pocas excepciones, nos son completamente desconocidas. Lo que nos interesa no es su
persona, sino su enseñanza; pues desde el momento que esta enseñanza es buena, poco importa que el que la da se llame Pedro o Pablo; se le juzga por su calidad y no por su título. Si un vino es malo, el rótulo no lo hará mejor. En cuanto a las comunicaciones íntimas, ya es otra cosa, porque es el individuo, su misma persona, la que nos interesa, y con razón en este caso procuramos asegurarnos si el Espíritu que viene a nuestro llamamiento es realmente el que se desea.

257. La identidad se puede comprobar con mucha más facilidad, cuando se trata de Espíritus contemporáneos cuyo carácter y costumbres se conocen, porque no habiendo tenido aun tiempo de despojarse de sus costumbres, precisamente se dan a conocer por las mismas y decimos en seguida que son una de las señales más ciertas de identidad. El Espíritu puede, sin duda, dar las pruebas sobre la pregunta que se le ha hecho, pero no lo hace nunca sino cuando le conviene, y generalmente esto le hiere; por lo que debe evitarse. Dejando su cuerpo, el Espíritu no se ha despojado de su susceptibilidad, y se incomoda de toda pregunta que tiene por objeto ponerle a prueba. Se hacen "tales preguntas que no se atreverían a hacérselas si se presentaba vivo" por temor de faltar a la educación; ¿por qué, pues, ha de tenérsele menos respeto después de la muerte? Si un hombre se presenta en un salón diciendo su nombre, ¿se le irá a decir a quemarropa que pruebe que es tal, exhibiendo sus títulos bajo el pretexto de que hay impostores? Este hombre tendría, seguramente, el derecho de recordar al preguntador las reglas de buena crianza.
Esto es lo que hacen los Espíritus, no contestando o retirándose. Pongamos un ejemplo por comparación. Supongamos que el astrónomo Arago, cuando vivía, se hubiese presentado en una casa que no le conocieron y que se le apostrofase de este modo: Decís que sois Arago, pero como no os conocemos, hacednos el favor de probárnoslo contestando a nuestras preguntas; resolved tal problema de astronomía; decidnos vuestros nombres, apellidos, los de vuestros hijos, lo que hicisteis tal día, a tal hora, etc.
¿Qué hubiera contestado? Pues bien! como Espíritu hará lo que hubiera hecho viviendo, y los otros Espíritus hacen lo mismo.

258. Mientras que los Espíritus se niegan a contestar a preguntas pueriles y descabelladas, que se hubiera tenido reparo en hacérselas cuando vivían, ellos mismos dan a menudo, y espontáneamente, pruebas irrecusables de su identidad, por su carácter, que se revela en su lenguaje, por el empleo de las palabras que le eran familiares, por la cita de diferentes hechos, particularidades de su vida, algunas veces desconocidas de los asistentes, y cuya exactitud ha podido probarse. Además las pruebas de identidad resaltan de una multitud de circunstancias imprevistas, que no siempre se presentan al primer golpe de vista, sino continuando la conversación.
Conviene, pues, esperarlas sin provocarías, observando con cuidado todas aquellas que pueden desprenderse de la naturaleza de las comunicaciones. (Véase el hecho referido número 70).

259. El medio que se emplea algunas veces con buen resultado para asegurar la identidad, cuando el Espíritu que se comunica es sospechoso, consiste en hacerle afirmar, "en nombre de Dios Todopoderoso", que es el mismo que se nombra. Sucede a menudo que el que toma un nombre supuesto retrocede ante un sacrilegio, y después de haber empezado a escribir: "Yo afirmo, en nombre de...", se para y traza con cólera líneas insignificantes, o rompe el lápiz; si es más hipócrita, evade la cuestión por una restricción mental, escribiendo por ejemplo: "Os certifico que digo la verdad"; o bien: "Atestiguo en nombre de Dios, que soy yo el que os hablo", etc. Pero los hay que no son tan escrupulosos y juran todo lo que se quiere. Uno de ellos se comunicó a un médium diciendo que era "Dios" y el médium, muy honrado por tan alto favor, no vaciló en creerle. Evocado por nosotros no se atrevió a sostener tal impostura, y dijo: Yo no soy Dios, pero soy, su hijo. - Entonces, ¿sois Jesús? Esto no es probable porque Jesús está colocado muy alto para emplear un subterfugio. ¿Os atrevéis, pues, a afirmar, en nombre de Dios que sois Cristo? - Yo no digo que sea Jesús; yo digo que soy el hijo de Dios, porque soy una de sus criaturas.
Debe deducirse de esto que si rehúsa un Espíritu el afirmar su identidad en nombre de Dios, es siempre una prueba manifiesta de que el nombre que ha tomado es una impostura, pero que la afirmación sólo es una presunción y no una prueba cierta.

260. Puede también colocarse entre las pruebas de identidad la semejanza de escritura y de la firma, pero como por otra parte no es dado a todos los médiums el obtener este resultado, esto no es siempre una garantía suficiente; en el mundo de los Espíritus hay tantas falsedades como en éste; no es, pues, sino una presunción de identidad, que no adquiere valor sino por las circunstancias que la acompañan. Lo mismo sucede con todas las señales materiales que algunos dan como talismanes inimitables por los Espíritus mentirosos. Para los que se atreven a jurar a Dios en falso o falsificar una firma, un signo material cualquiera que sea, no puede ofrecerles mayor obstáculo. La mejor de todas las pruebas de identidad está en el lenguaje y en las circunstancias casuales.

261. Sin duda se dirá que si un Espíritu puede imitar una firma, del mismo modo puede imitar el lenguaje. Esto es verdad; nosotros hemos visto que tomando descaradamente el nombre de Cristo, y para engañar, simulaban el estilo evangélico y prodigaban a diestro y a siniestro estas palabras bien conocidas: "En verdad, en verdad yo os lo digo"; pero cuando se estudiaba el conjunto "sin prevenciones", cuando se escudriñaba el fondo de los pensamientos, la importancia de las expresiones; cuando al lado de las bellas máximas de caridad se veían recomendaciones pueriles y ridículas, hubiera sido preciso estar "fascinado" para engañar-se. Sí; ciertas partes de la forma material del lenguaje pueden ser imitadas pero no el pensamiento; jamás la ignorancia imitará el verdadero saber, y jamás el vicio imitará la verdadera virtud; siempre habrá algo que hiera el oído; entonces es cuando el médium, así como el que evoca, tienen necesidad de toda la perspicacia y de todo su criterio para distinguir la verdad de la mentira. Deben persuadirse que los Espíritus perversos son capaces de todas las estratagemas, y cuando más elevado es el nombre bajo el cual se manifiestan, más debe
inspirar desconfianza. ¡Cuántos médiums ha habido que han tenido comunicaciones apócrifas firmadas por Jesús, María o de un santo venerado!

Distinción de los buenos y de los malos Espíritus

262. Si la identidad absoluta de los Espíritus es, en muchos casos, una cuestión accesoria y sin importancia, no sucede lo mismo con la distinción de los buenos o malos Espíritus; su individualidad puede sernos indiferente, su cualidad no lo es jamás. En todas las comunicaciones instructivas es en donde debe concentrarse más la atención, porque esta sola es la que puede darnos la medida de la confianza que debemos tener con el Espíritu que se manifiesta, cualquiera que sea el nombre que tome. ¿El Espíritu que se manifiesta, es bueno o malo? ¿A qué grado de la escala espiritista pertenece? Aquí está la cuestión principal. (Véase "Escala Espiritista", Libro de los Espíritus, número 100).

263. Se juzga a los Espíritus, hemos dicho, como se juzga a los hombres, por su lenguaje. Supongamos que un hombre reciba veinte cartas de personas que le son desconocidas; por el estilo, por los pensamientos, por una multitud de señales conocerá, en fin, las que son instruidas o ignorantes, finas o mal educadas, superficiales, profundas, frívolas, orgullosas, formales, ligeras, sentimentales, etc. Lo mismo sucede con los Espíritus; debe considerárseles como corresponsales que jamás han visto, y preguntarse qué es lo que se pensaría del saber y del carácter de un hombre que dijera o escribiera semejantes cosas. Se puede poner como regla invariable y sin excepción, "que el lenguaje de los Espíritus está siempre en razón de su grado de elevación". Los Espíritus realmente superiores no sólo dicen grandes cosas, sino que las dicen en término que excluyen, de la manéra más absoluta, toda trivialidad; por buenas que sean estas cosas, si están empañadas con una sola expresión que resienta la bajeza, es una señal indudable de su inferioridad y con mucha más razón si el conjunto de las comunicaciones hiere la decencia por su grosería. El lenguaje descubre siempre su origen, sea por el pensamiento que manifiesta, sea por su forma, y aun cuando un Espíritu quisiera engañarnos sobre su pretendida superioridad, basta conversar algún tiempo con él para conocerle.

264. La bondad y benevolencia son también atributos esenciales de Espíritus depurados; no odian ni a los hombres ni a los Espíritus; compadecen las debilidades, critican los errores, pero siempre con moderación, sin aversión ni animosidad. Si se admite que los Espíritus verdaderamente buenos sólo pueden querer el bien y decir cosas buenas, se deducirá en consecuencia que el lenguaje de los Espíritus que manifieste falta de bondad y benevolencia, no dimana de un Espíritu bueno.

265. La inteligencia está lejos de ser una señal cierta de superioridad, porque la inteligencia y la moral no siempre marchan juntas. Un Espíritu puede ser bueno, benévolo y tener conocimientos limitados, mientras que un Espíritu inteligente e instruido puede ser muy inferior en moralidad.
Se cree con bastante generalidad que, preguntando al Espíritu de un hombre que ha sido sabio en una especialidad sobre la Tierra, se obtendrá con más facilidad la verdad; esto es lógico y, sin embargo, no es siempre verdadero. La experiencia demuestra que los sabios, lo mismo que los otros hombres, sobre todo aquellos que han dejado la Tierra hace poco, están aun bajo el imperio de las preocupaciones de la vida corporal; no se desprenden inmediatamente del Espíritu de sistema. Puede, pues, suceder, que bajo las influencias de las ideas que tuvieron cuando vivían y con las cuales se hicieron un título de gloria, vean menos claro de lo que nosotros lo pensamos. No damos este principio como una regla, mucho le falta; decimos únicamente que esto se ve, y que por consiguiente su ciencia humana no siempre es una prueba de infalibilidad como Espíritu.

266. Sometiendo todas las comunicaciones a un examen escrupuloso, escudriñando y analizando el pensamiento y las expresiones, como se hace cuando se trata de juzgar una obra literaria, rechazando "sin vacilar" todo lo que peca por la lógica y el buen sentido, todo lo que desmiente el carácter del Espíritu que se tiene por presentado, desanima a los Espíritus falaces que acaban por retirarse, bien convencidos de que no pueden engañarnos. Lo repetimos, este medio es el sólo, pero infalible, porque no hay malas comunicaciones que puedan resistir a una crítica rigurosa. Los Espíritus buenos nunca se ofenden por esto, puesto que ellos mismos lo aconsejan, y porque nada tienen que temer del examen; sólo los malos son los que se formalizan y quieren disuadir, porque lo pierden todo y por lo mismo prueban lo que son.
Sobre este asunto aquí está el consejo dado por San Luis: "Cualquiera que sea la confianza legítima que os inspiren los Espíritus que presiden vuestros trabajos, la recomendación que no nos cansaríamos de repetir y que tendríais que tener siempre en la memoria cuando os entregáis a vuestros estudios, es que penséis y maduréis, que sometáis a la prueba de la razón más severa, todas las comunicaciones que recibís; que no descuidéis, desde que un punto os parece sospechoso, dudoso u oscuro, el pedir las explicaciones necesarias para poderos fijar".

267. Se pueden resumir los medios de reconocer la cualidad de los Espíritus en los principios siguientes:
1º No hay otro criterio para discernir el valor de los Espíritus, que el buen sentido.
Toda fórmula dada a este efecto por los mismos Espíritus es absurda y, no puede dimanar de Espíritus superiores.
2º Se juzga a los Espíritus por su lenguaje y por sus acciones. Las acciones de los Espíritus son los sentimientos que inspiran y los consejos que dan.
3º Siendo admitido que los Espíritus buenos no pueden decir ni hacer sino bien, todo lo que es malo no puede venir de un Espíritu bueno.
4º O Los Espíritus superiores tienen un lenguaje siempre digno, noble, elevado, sin mezcla de ninguna trivialidad; todo lo dicen con sencillez y modestia; jamás se alaban ni hacen nunca ostentación de su saber ni de su posición entre los otros. El de los Espíritus inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas; toda expresión que resienta la bajeza, la suficiencia, la arrogancia, la presunción y la acrimonia, es un indicio característico de inferioridad, o de superchería, si el Espíritu se presenta bajo un nombre respetable y venerado.
5º No es menester juzgar a los Espíritus bajo la forma material y la corrección de su estilo, pero si el sondear el sentido íntimo, examinar sus palabras, pesarías fríamente, con madurez y sin prevención. Toda separación de la lógica, de la razón y de la prudencia, no puede dejar duda sobre su origen, cualquiera que sea el nombre con que se disfrace el Espíritu. (224).
6º El lenguaje de los Espíritus elevados es siempre idéntico, sino en la forma, al menos en el fondo. Los pensamientos son los mismos, cualquiera que sean los tiempos y el lugar, pueden estar más o menos desarrollados, según las circunstancias, las necesidades y la facilidad de comunicar, pero no serán contradictorios. Si dos comunicaciones que llevan el mismo nombre están en oposición la una con la otra, la una de las dos es evidentemente apócrifa y la verdadera será aquella en la que NADA desmiente el carácter conocido del personaje. Entre dos comunicaciones firmadas, por ejemplo, de San Vicente de Paúl, que la una predicase la unión y la caridad, y la otra se dirigiese a sembrar la discordia, no hay persona de sensatez que pudiese engañarse.
7º Los Espíritus buenos no dicen sino lo que saben; se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que ellos no saben. Los malos hablan de todo con seguridad, sin cuidarse de la verdad. Toda herejía científica notoria, todo principio que choque el buen sentido, manifiesta el fraude si el Espíritu quiere pasar por un Espíritu ilustrado.
8º Se reconocen también los Espíritus ligeros con la facilidad que profetizan el porvenir y precisan los hechos materiales que no nos está permitido conocer. Los Espíritus buenos pueden hacer presentir cosas futuras cuando este conocimiento puede ser útil, pero jamás precisan las fechas; todo anuncio de un acontecimiento a época fija es indicio de una mixtificación.
9º Los Espíritus superiores se expresan sencillamente, sin ser prolijos; su estilo es conciso, sin excluir la poesía de las ideas y de las expresiones, claro, inteligible para todos, y no necesita esfuerzos para ser comprendido; tienen el arte de decir muchas cosas en pocas palabras, porque cada palabra tiene su comprensión. Los Espíritus inferiores o falsos sabios, ocultan con palabras huecas y el énfasis vacío de los pensamientos. Su lenguaje es a menudo pretencioso, ridículo u oscuro a fuerza de querer parecer profundo.
10º Los Espíritus buenos nunca mandan; no se imponen, sino que aconsejan, y si no se les escucha, se retiran. Los malos son imperiosos, dan órdenes, quieren ser obedecidos, pero no se van aun cuando no lo sean. Todo Espíritu que quiera hacerse respetar hace traición a su origen. Son exclusivos y absolutos en sus opiniones y pretenden tener ellos solos el privilegio de la verdad. Exigen una creencia ciega, y no quieren sujetarse a la razón, porque saben que la razón les quitaría la máscara.
11º Los Espíritus buenos no adulan; cuando se hace el bien lo aprueban, pero siempre con reserva; los malos hacen el elogio exagerado, estimulan el orgullo y la vanidad predicando la humildad, y procuran "exaltar la importancia personal" de aquellos cuya voluntad quieren captarse.
12º Los Espíritus superiores no hacen caso de las puerilidades de la forma "en todas las cosas". Sólo los Espíritus vulgares pueden dar importancia a los detalles mezquinos incompatibles con las ideas verdaderamente elevadas. "Toda prescripción meticulosa" es una señal cierta de inferioridad y superchería de parte de un Espíritu que toma un nombre imponente.
13º Es preciso desconfiar de las palabras extravagantes y ridículas que toman ciertos Espíritus que quieren imponer a la credulidad; y seria soberanamente absurdo el tomar estos nombres por lo serio.
14º Igualmente es preciso desconfiar de los Espíritus que se presentan muy fácilmente bajo nombres extremadamente venerados y no aceptar sus palabras sino con la más grande reserva; en esto, sobre todo, se necesita una comprobación severa, porque a menudo es una máscara que se ponen para hacer creer sus relaciones íntimas con Espíritus adelantados. Por este medio adulan la vanidad del médium y se aprovechan de ella para inducirle muchas veces a cosas extrañas o ridículas.
15º Los Espíritus buenos son muy escrupulosos sobre las cosas que puedan aconsejar; en todo caso siempre tienen un objeto "formal y eminentemente útil". Deben, pues, mirarse como sospechosas todas aquellas que no tuviesen este carácter o estuvieron condenados por la razón, y reflexionar maduramente antes de emprenderlas, porque se expondría cualquiera a desagradables mixtificaciones.
16º Se reconocen también los buenos Espíritus por su prudente reserva sobre todas las cosas que pueden comprometer; repugnan en descubrir el mal; los Espíritus ligeros o malévolos se complacen en aumentarlo. Mientras que los buenos procuran endulzar las contrariedades y predican la indulgencia, los malos las exageran y siembran la cizaña con insinuaciones pérfidas.
17º Los Espíritus buenos prescriben sólo el bien. Toda máxima, todo consejo que no esté "estrechamente conforme con la pura caridad evangélica", no puede ser la obra de Espíritus buenos.
18º Los Espíritus buenos aconsejan siempre cosas perfectamente racionales; toda recomendación que se apartase de la "línea recta del buen sentido o de las leyes inmutables de la naturaleza", indica un Espíritu limitado y por consiguiente poco digno de confianza.
19º Los Espíritus malos o simplemente imperfectos se hacen traición a sí mismos aún por señales materiales con las cuales nadie podría engañarse. Su acción sobre el médium es algunas veces violenta y provoca en él movimientos bruscos y sacudimientos, una agitación febril y convulsiva que hace contraste con la calma y la dulzura de los Espíritus buenos.
20º Los Espíritus imperfectos aprovechan muchas veces los medios de comunicación, de los cuales disponen para dar consejos pérfidos; excitan la desconfianza y la animosidad contra los que les son antipáticos; aquellos que pueden quitar la máscara a sus imposturas son, sobre todo, el objeto de su animadversión.
Los hombres débiles son su punto de mira para inducirles al mal. Empleando sucesivamente los sofismas, los sarcasmos, las injurias y hasta señales materiales de su poder oculto para convencer mejor, procuran separarles de la senda de la verdad.
21º El Espíritu de los hombres que han tenido en la Tierra una preocupación única, moral y material, si no están separados de la influencia de la materia, están aún bajo el imperio de las ideas terrestres y llevan consigo una parte de sus preocupaciones, de las predilecciones y "aun de las manías" que tenían aquí bajo. Esto es lo que puede muy bien conocerse en su lenguaje.
22º Los conocimientos que muchas veces ostentan ciertos Espíritus no son la señal de su superioridad. La inalterable pureza de sentimientos morales es en cuanto a esto la verdadera piedra de toque.
23º No es menester preguntar a un Espíritu para conocer la verdad. Ante todo es necesario saber a quién se dirige uno; porque los Espíritus inferiores también ignorantes, tratan con frivolidad las cuestiones más formales.
No basta tampoco que un Espíritu haya sido un gran hombre sobre la Tierra para tener en el mundo de los Espíritus la soberana ciencia. Sólo la virtud puede, purificándole, hacerle aproximar a Dios y extender sus conocimientos.
24º La chanza de los Espíritus superiores es, a menudo, fina y picante, pero nunca trivial. En los Espíritus burlones que no son groseros la sátira mordaz es, a menudo, oportuna.
25º Estudiando con cuidado el carácter de los Espíritus que se presentan, sobre todo al punto de vista moral, se reconocerá su naturaleza y el grado de confianza que puede concedérseles. El buen sentido no podría engañar.
26º Para juzgar a los Espíritus, así como para juzgar a los hombres, antes es preciso saberse juzgar a si mismo. Desgraciadamente hay muchas personas que toman su opinión personal por medida exclusiva de lo bueno y lo malo, de lo verdadero y lo falso; todo lo que contradice su manera de ver, sus ideas, el sistema que han concebido o adoptado, es malo a sus ojos. Tales gentes faltan evidentemente a la primera cualidad para una sana apreciación: la rectitud del juicio; pero no se lo creen así; es el defecto sobre el cual uno se hace más ilusión.
Todas estas instrucciones dimanan de la experiencia y de la enseñanza dada por los Espíritus; nosotros las completamos con las contestaciones dadas por ellos sobre los puntos más importantes.

268. Preguntas sobre la naturaleza y la identidad de los Espíritus
1ª ¿Con qué señales se puede conocer la superioridad o la inferioridad de los Espíritus?
"Con su lenguaje, así como vosotros distinguís a un atolondrado de un hombre sensato. Ya lo hemos dicho: los Espíritus superiores no se contradicen nunca y sólo dicen cosas buenas; sólo quieren el bien, esta es su preocupación.
Los Espíritus inferiores están aún bajo el Imperio de las ideas materiales; sus discursos se resienten de su ignorancia y de su imperfección. Sólo es dado a los Espíritus superiores el conocer todas las cosas y juzgarlas sin pasión."
2ª La ciencia en un Espíritu, ¿es siempre la señal cierta de su elevación?
"No, porque si aún está bajo la influencia de la materia, puede tener vuestros vicios y vuestras preocupaciones, Hay personas en este mundo que son excesivamente celosas y orgullosas. ¿Crees, acaso, que dejan estas imperfecciones desde que mueren?
Después de la salida de aquí queda una especie de atmósfera que les envuelve y les deja todas estas cosas malas; sobre todo aquellas que han tenido pasiones muy marcadas.
"Estos Espíritus medio imperfectos son más temibles que los Espíritus malos, porque la mayor parte reúnen la astucia y el orgullo a la inteligencia, Por su pretendido saber imponen a las gentes sencillas e ignorantes, que aceptan sin comprobar sus teorías absurdas y mentirosas; aun cuando estas teorías no pudiesen prevalecer contra la verdad, no por eso dejan de hacer un mal momentáneo, porque ponen trabas a la marcha del Espiritismo y los médiums se ciegan voluntariamente sobre el mérito de lo que se les comunica. Esto es lo que requiere un gran estudio de parte de los espiritistas ilustrados y de los médiums; toda la atención debe dirigirse a distinguir lo verdadero de lo falso."
3ª Muchos Espíritus protectores se designan bajo nombres de santos o personas conocidas; ¿qué debemos creer con respecto a esto?
"Todos los nombres de santos y personales conocidos no bastarían para dar a cada hombre un protector; entre los Espíritus hay pocos que tengan un nombre conocido sobre la Tierra; por esto muchas veces no se nombran, pero vosotros casi siempre queréis un nombre; entonces, para satisfaceros, toman el de un hombre que vosotros conocéis y respetáis."
4ª Este nombre prestado, ¿puede ser considerado como un engaño?
"Sería un fraude de parte de un Espíritu malo que quisiera abusar; pero cuando es para el bien, Dios permite que suceda de este modo entre los Espíritus de un mismo orden, porque entre ellos hay solidaridad y semejanza de pensamientos."
5ª De este modo, cuando un Espíritu protector dice llamarse San Pablo, por ejemplo, ¿no es cierto que sea el mismo Espíritu o el alma del apóstol de este nombre?
"De ninguna manera, porque encontraréis millares de personas a quienes se ha dicho que su ángel guardián era San Pablo u otro; pero, ¿qué os importa si el Espíritu que os protege está tan elevado como San Pablo? Ya os lo he dicho: os hace falta un nombre, toman uno para hacerse llamar y conocer, así como vosotros tomáis nombres de bautismo para distinguiros de los otros miembros de vuestra familia. De la misma manera pueden tomar los de los arcángeles Rafael, San Miguel, etc., sin que esto tenga consecuencias.
"Por lo demás, cuanto más elevado es un Espíritu tanto más se multiplica su radiación; creed, pues, que un Espíritu protector de un orden superior puede tener bajo su tutela a centenares de encarnados. Entre vosotros, sobre la Tierra, tenéis notarios que se encargan de los negocios de cien y doscientas familias; ¿por qué quisierais que nosotros, espiritualmente hablando fuésemos menos aptos para la dirección moral de los hombres que aquellos para la dirección material de sus intereses?"
6ª ¿Por qué los Espíritus que se comunican toman a menudo nombres de santos?
"Se identifican con la costumbre de aquellos a quienes hablan, y toman los nombres que son de tal naturaleza que puedan hacer sobre el hombre la mayor impresión en razón de sus creencias."
7ª ¿Ciertos Espíritus superiores que se evocan, vienen siempre en persona, o bien, como algunos lo creen, no vienen sino por medio de mandatarios encargados de transmitir el pensamiento?
"¿Por qué no han de venir en persona si pueden hacerlo? Pero si el Espíritu no puede venir, entonces por fuerza será un mandatario."
8ª ¿El mandatario es siempre bastante ilustrado para contestar como lo haría el Espíritu que le envía?
"Los Espíritus superiores ya saben a quién confían el cuidado de reemplazarles.
Por lo demás, cuanto más elevados son los Espíritus, más se confunden en un pensamiento común, de tal modo que para ellos la personalidad es una cosa indiferente, y lo mismo debe ser para vosotros, ¿Creéis, acaso, que en el mundo de los Espíritus superiores sólo hay los que vosotros habéis conocido en la Tierra capaces de instruiros?
Estáis de tal modo inclinados a creeros los tipos del Universo, que siempre pensáis que, fuera de vuestro mundo, no hay nada. Verdaderamente os parecéis a aquellos salvajes que no han salido de su isla y creen que el mundo no va más allá."
9ª Comprendemos que sea así cuando se trata de una enseñanza formal. ¿Pero cómo los Espíritus elevados permiten a los Espíritus de baja esfera el que tomen nombres respetables para inducir en error por máximas muchas veces perversas?
"Lo hacen sin su permiso. ¿No sucede lo mismo entre vosotros? Los que engañan de este modo serán castigados, creedlo bien, y su castigo será proporcionado a la gravedad de su impostura. De otro modo, si vosotros no fueseis imperfectos, no tendríais alrededor vuestro sino buenos Espíritus; y si sois engañados, a nadie debéis culpar sino a vosotros mismos. Dios permite que suceda de este modo para probar vuestra perseverancia y vuestro juicio y enseñaros a distinguir la verdad del error; si no lo hacéis, es porque no estáis bastante elevados y tenéis aun necesidad de lecciones de experiencia."
10ª Los Espíritus poco avanzados, pero animados de buenas intenciones y del deseo de progresar, ¿están algunas veces delegados para reemplazar a un Espíritu superior a fin de proporcionarle la ocasión de ejercitarse en la enseñanza?
"Nunca en los grandes centros; quiero decir en los centros formales y para una enseñanza general; aquellos que se presentan lo hacen siempre por su propia cuenta y, como tú dices, para ejercitarse; por esto sus comunicaciones, aunque buenas, llevan siempre las marcas de su inferioridad. Cuando son delegados, lo son únicamente para las comunicaciones poco importantes, y las que se pueden llamar personales."
11ª Las comunicaciones espiritistas ridículas están algunas veces mezcladas de máximas muy buenas. ¿Cómo se concilia esta anomalía que parecería indicar el pensamiento simultáneo de buenos y malos Espíritus?
"Los Espíritus malos o ligeros se mezclan también en dar sentencias sin reparar mucho en el fondo o la significación. ¿Todos aquellos que las hacen entre vosotros, los tenéis por hombres superiores? No; los Espíritus buenos y malos no se rozan: la presencia de los buen os Espíritus la reconoceréis en la uniformidad constante de buenas comunicaciones."
12ª ¿Los Espíritus que inducen en el error, lo hacen siempre sabiéndolo?
"No; hay Espíritus buenos, pero ignorantes y que pueden engañarse de buena fe, cuando tienen la conciencia de su insuficiencia se convencen de ello y sólo dicen lo que saben."
13ª ¿Cuando un Espíritu da una comunicación falsa, lo hace siempre con una intención malévola?
"No, si es un Espíritu ligero, se divierte mixtificando y no tiene otro objeto."
14ª Puesto que ciertos Espíritus pueden engañar por su lenguaje, ¿pueden también a la vista de un médium vidente, tomar una apariencia falsa?
"Esto se hace pero con más dificultad. En todos los casos nunca tiene lugar sino con un objeto que los mismos Espíritus malos no conocen. Sirven de instrumentos para dar una lección. El médium vidente puede ver Espíritus ligeros y mentirosos, así como otros los oyen o escriben bajo su influencia. Los Espíritus ligeros pueden aprovecharse de esta disposición para abusar con apariencias engañosas; esto depende de las cualidades de su propio Espíritu."
15ª ¿Para no ser engañado basta estar animado de buenas intenciones, y los hombres verdaderamente formales, que no mezclan en sus estudios ningún sentimiento de vana curiosidad, están expuestos a ser engañados?
"Evidentemente menos que los otros; pero el hombre tiene siempre algunas extravagancias que atraen a los Espíritus burlones; se cree fuerte y muchas veces no lo es; debe, pues, desconfiar de la debilidad que nace del orgullo y de las preocupaciones.
Nunca se toman bastante en cuenta estas dos causas, de las que los Espíritus se aprovechan; adulando las manías, están seguros de salir con la suya."
16ª ¿Por qué permite Dios que los Espíritus malos se comuniquen y digan cosas malas?
"Aun en aquello que es muy malo hay una enseñanza; a vosotros toca el sacar provecho de ello es muy necesario que haya comunicaciones de todas clases para aprender a distinguir los Espíritus buenos de los malos y serviros a vosotros mismos de espejo."
17ª ¿Pueden los Espíritus, por medio de las comunicaciones escritas, inspirar desconfianza injusta sobre ciertas personas y hacer que riñan los amigos?
"Los Espíritus perversos y celosos, en cuanto a mal pueden hacer lo que hacen los hombres; por esto es menester tener cuidado. Los Espíritus superiores son siempre prudentes y reservados cuando tienen que reprender; no dicen mal; advierten con miramiento. Si quieren que, en su interés, dos personas dejen de verse, harán nacer incidentes que les separarán de una manera natural. Un lenguaje propio para sembrar la turbación y la desconfianza es siempre el hecho de un Espíritu malo, cualquiera que sea el nombre que tome. Así, pues, no acojáis sino con circunspección el mal que un Espíritu puede decir de cualquiera de vosotros, sobre todo cuando un Espíritu bueno os ha hablado bien de él, y desconfiad de vosotros mismos y de vuestras propias prevenciones. En las comunicaciones de los Espíritus no toméis sino lo que tengan de bueno, de grande, de racional, y lo que vuestra conciencia apruebe."
18ª Por la facilidad con la cual los Espíritus malos se mezclan en las comunicaciones, ¿parece que nunca debe uno estar cierto de obtener la verdad?
"Sí, puesto que tenéis un juicio para apreciarlas. Al leer una carta sabéis conocer si es un grosero o un hombre bien educado, un zote o un sabio aquel que os escribe; ¿por qué no podríais hacerlo cuando los Espíritus os escribe? Si recibís una carta de un amigo que está lejos, ¿qué es lo que os prueba que es suya? Su escritura, diréis vosotros; ¿pero no hay falsarios que imitan todas las escrituras, y tunantes que pueden conocer vuestros negocios? Sin embargo hay señales con las cuales no os engañaréis; lo mismo sucede con los Espíritus. Figuráos, pues, que un amigo es el que os escribe, o que leéis la obra de un escritor, y juzgad por los mismos medios."
19ª ¿Podrían los Espíritus superiores impedir que los Espíritus malos tomasen nombres falsos?
"Ciertamente lo pueden; pero cuando peores son los Espíritus, más testarudos son, y a menudo se resisten a las órdenes. Es muy necesario también que sepáis que los Espíritus superiores se interesan por unas personas más que por otras, y cuando lo juzgan necesario saben preservarlas de la mentira; contra estas personas los Espíritus mentirosos son impotentes."
20ª ¿Cuál es el motivo de esta parcialidad?
"No es parcialidad, es justicia; los Espíritus buenos se interesan por aquellos que hacen caso de sus avisos, y trabajan formalmente para su propia mejora; son sus preferidos y les secundan, pero se cuidan poco de aquellos con los cuales pierden su tiempo con hermosas palabras."
21ª ¿Por qué permite Dios a los Espíritus malos cometer el sacrilegio de tomar falsamente nombres venerados?
"También podríais preguntar por qué Dios permite a los hombres mentir y blasfemar. Los Espíritus, así como los hombres, tienen su libre albedrío, tanto en el bien como en el mal; pero ni a los unos ni a los otros les hará falta la justicia de Dios."
22ª ¿Hay fórmulas eficaces para echar fuera a los Espíritus mentirosos?
"Fórmula es la materia; buen pensamiento hacia Dios, vale más."
23ª Ciertos Espíritus han dicho que tenían señales gráficas inimitables, especie de emblemas que pueden hacerles reconocer y hacer constar su identidad. ¿Esto es verdad?
"Los Espíritus superiores no tienen otras señales para hacerse reconocer que la superioridad de sus ideas y de su lenguaje. Todos los Espíritus pueden imitar una señal material. En cuanto a los inferiores, se hacen traición de tantos modos, que es menester ser ciego para dejarse engañar."
24ª ¿Los Espíritus mentirosos pueden también fingir el pensamiento?
"Fingen el pensamiento como las decoraciones del teatro fingen la naturaleza."
25ª ¿Parece de este modo que siempre es fácil el descubrir la falsificación por medio de un estudio atento?
"No lo dudéis; los Espíritus no engañan sino a los que se dejan engañar. Pero es necesario tener los ojos de comerciante de diamantes para distinguir la verdadera piedra de la falsa; así pues, el que no sepa distinguir la piedra fina de la falsa, que se dirija al lapidario."
26ª Hay personas que se dejan seducir por un lenguaje enfático; que se pagan de palabras más que de ideas; que toman también las ideas falsas y vulgares por ideas sublimes; ¿cómo estas personas, que ni siquiera son aptas para juzgar las obras de los hombres, pueden juzgar las de los Espíritus?
"Cuando estas personas tienen bastante modestia para reconocer su insuficiencia, no se fían de ellas mismas; cuando por el orgullo se crean más capaces de lo que son, sufren la pena de su tonta vanidad. Los Espíritus mentirosos saben a quién se dirigen; hay personas sencillas y poco instruidas que son más difíciles de engañar que otras que tienen genio y saber. Adulando las pasiones hacen del hombre todo lo que quieren.
27ª En la escritura, ¿los Espíritus malos se hacen traición algunas veces por señales materiales involuntarias?
"Los hábiles no lo hacen; los torpes se descubren. Toda señal inútil y pueril es un indicio cierto de inferioridad; los Espíritus elevados nada hacen inútil."
28ª Muchos médiums reconocen los buenos y los malos Espíritus con la impresión agradable o desagradable que resienten al acercarse. Preguntamos si la impresión desagradable, la agitación convulsiva, el malestar, en una palabra, ¿son siempre indicios de la mala naturaleza de los Espíritus que se manifiestan?
"El médium experimenta las sensaciones del estado en que se encuentra el Espíritu que viene a él. Cuando el Espíritu es feliz, está tranquilo, ligero, sosegado; cuando es desgraciado, está agitado, febril, y esta agitación pasa, naturalmente, al sistema nervioso del médium. Por lo demás, lo mismo sucede al hombre en la Tierra: el
que es bueno está sereno y tranquilo; el que es malo, sin cesar está agitado.
Observación. - Hay médiums de una impresión nerviosa más o menos grande; por esto la agitación no podría ser mirada como una regla absoluta; en esto como en todas las cosas es menester tomar en cuenta las circunstancias. El carácter penoso y desagradable de la impresión es un efecto de contraste, porque si el Espíritu del médium simpatiza con el Espíritu malo que se manifiesta, estará poco o nada afectado. Por lo demás, es preciso no confundir la rapidez de la escritura, que tiende a la extrema flexibilidad de ciertos médiums, con la agitación convulsiva que los médiums más lentos pueden experimentar al contacto de los Espíritus imperfectos

CAPÍTULO XXV
DE LAS EVOCACIONES
Consideraciones generales. - Espíritus que se pueden evocar. – Lenguaje que debe tenerse con los Espíritus. - Utilidad de las evocaciones particulares. –Preguntas sobre las evocaciones. - Evocaciones de los animales. - Evocación de las personas vivientes. - Telegrafía humana.
Consideraciones generales

269. Los Espíritus pueden comunicarse espontáneamente o venir a nuestro llamamiento, es decir, por medio de la evocación. Algunas personas piensan que deben abstenerse de evocar tal o cual Espíritu, y que es preferible esperar al que quiera buenamente comunicarse. Fundan esta opinión en que llamando a un Espíritu
determinado no se tiene certeza que se presente el mismo, mientras que el que viene espontáneamente y por su propia voluntad prueba mejor su identidad, y puesto que de este modo manifiesta su deseo de hablarnos. Creemos que esto es un error: primeramente, porque hay siempre alrededor nuestro Espíritus lo más a menudo de baja esfera, que no desean otra cosa que comunicarse; en segundo lugar, y también por la última razón, no llamando a nadie en particular, se abre la puerta a todos los que quieren entrar. En una reunión el no conceder la palabra a nadie es dejarla a todos y se sabe lo que resulta. El llamamiento directo que se hace a un Espíritu determinado, es un lazo entre él y nosotros; le llamamos por nuestro deseo y de este modo oponemos una especie de barrera a los intrusos.
Sin un llamamiento directo, un Espíritu no tendría muchas veces ningún motivo para venir a nosotros, no siendo nuestro Espíritu familiar.
Estos dos modos de obrar tiene cada uno sus ventajas, y el inconveniente no estaría sino en la exclusión absoluta del uno de los dos. Las comunicaciones espontáneas no tienen ningún inconveniente cuando se conocen los Espíritus y se tiene la certeza que los malos no tomarán ningún imperio; entonces es muchas veces útil esperar la complacencia de los que quieran manifestarse, porque su pensamiento no sufre ninguna opresión, y de este modo se pueden obtener cosas admirables; mientras que no se sabe si el Espíritu que llamáis está dispuesto para hablar o sea capaz de hacerlo en el sentido que se desea. El examen escrupuloso que hemos aconsejado es, por lo demás, una garantía para las malas comunicaciones. En las reuniones regulares, sobre todo en aquellas que uno se ocupa de un trabajo continuo, hay siempre Espíritus acostumbrados que se van a la cita sin que nadie les llame, porque en razón a la regularidad de las sesiones, ya están prevenidos; a menudo toman la palabra espontáneamente para tratar algún asunto, desarrollar una proposición o prescribir aquello que debe hacerse, y entonces se les reconoce con facilidad, sea por la forma del lenguaje, que siempre es idéntico, sea por la escritura, sea por ciertas costumbres que les son familiares.

270. Cuando uno desea comunicarse con un Espíritu "determinado", es de toda necesidad evocarlo. (Número 203). Si puede venir, generalmente se obtiene por respuesta:
"Sí; o Estoy aquí"; y también: "¿Qué me queréis?" Algunas veces entra directamente en materia contestando con anticipación a las preguntas que querían hacérsele.
Cuando un Espíritu es evocado por la primera vez, conviene designarlo con alguna precisión. En las preguntas que se le dirigen, es menester evitar las fórmulas secas e imperativas, que sería para él un motivo para alejarle. Estas fórmulas deben ser afectuosas o respetuosas, según el espíritu y en todos los casos atestiguar el evocador su benevolencia.

271. Nos sorprendemos muchas veces con la prontitud con que se presenta un Espíritu evocado, aun por la primera vez; se diría que estaba prevenido; en efecto, esto es lo que tiene lugar cuando uno se ha ocupado anticipadamente de su evocación. Esta preocupación es una especie de evocación anticipada, y como tenemos siempre nuestros Espíritus familiares que se identifican con nuestro pensamiento, preparan el camino
de tal modo, que si no hay nada que se oponga, el Espíritu que se quiere evocar está ya presente. En caso contrario, es el Espíritu familiar del médium, o el del evocador, o uno de los que están acostumbrados, el que va a buscarle, y para esto no necesita mucho tiempo. Si el Espíritu evocado no puede venir instantáneamente, el mensajero (los paganos dirían "Mercurio") señala un tiempo, algunas veces de cinco minutos, un cuarto de hora, una hora y aun muchos días; cuando ha llegado, entonces dice: "Aquí está", y es cuando pueden dirigírsele las preguntas que quieran hacérsele.
El mensajero no es siempre un intermediario necesario, porque el llamamiento del evocador puede ser oído directamente por el Espíritu, como se dirá más abajo número 282, pregunta 5ª, sobre la manera de la transmisión del pensamiento.
Cuando decimos que debe hacerse la evocación en nombre de Dios, entendemos que nuestra recomendación debe ser hecha formalmente y no a la ligera; los que no vieron en ello sino una fórmula sin consecuencia, harían mejor absteniéndose.

272. Las evocaciones ofrecen muchas veces más dificultades a los médiums, que los dictados espontáneos, sobre todo cuando se trata de obtener respuestas precisas a preguntas circunstanciadas. Para esto son necesarios médiums especiales, a la vez "flexibles y positivos", y se ha visto (núm. 193) que estos últimos son bastante raros, porque como lo hemos dicho ya, las relaciones fluídicas no se establecen siempre instantáneamente con el primer Espíritu que llega. Por esto es útil que los médiums no se entreguen a las evocaciones detalladas, sino después que estén seguros del desarrollo de su facultad y de la naturaleza de los Espíritus que les asisten, porque entre aquellos que están mal acompañados las evocaciones no pueden tener ningún carácter de autenticidad.

273. Los médiums, generalmente, son mucho más buscados para las evocaciones de un interés privado que para las comunicaciones de un interés general; esto se explica por el deseo muy natural de conversar con los seres que nos son queridos. Creemos deber hacer, con este motivo, muchas recomendaciones importantes a los médiums. En primer lugar no acceder a este deseo, sino con reserva, delante de personas sobre cuya sinceridad no estén bien seguros, y ponerse en guardia contra las trampas que pudieran tenderles gentes malévolas. En segundo lugar no prestarse, bajo ningún pretexto, si entrevén un objeto de curiosidad o de interés, y no una intención formal de parte del evocador; rehusar toda pregunta ociosa o que saliese del círculo de aquellas que pueden dirigirse racionalmente a los Espíritus. Las preguntas deben ser puestas con claridad, limpieza y sin segunda intención, si se quieren respuestas categóricas.
Es, pues, menester rechazar todas aquellas que tengan un carácter insidioso, porque se sabe que los Espíritus no quieren a los que tienen por objeto el ponerles a prueba; insistir sobre las preguntas de esta naturaleza es querer ser engañado. El evocador debe marchar franca y abiertamente al objeto, sin subterfugios y sin medios capciosos; si teme explicarse, haría mejor que se abstuviera.
Conviene, además, no hacer evocaciones en ausencia de las personas que hacen la demanda, sino con mucha prudencia, y a menudo es preferible el abstenerse del todo, siendo estas personas las solas aptas para examinar las respuestas, juzgar de su identidad, provocar aclaraciones si hay lugar a ello y hacer las preguntas incidentales que traen consigo las circunstancias. Además su presencia es un lazo que atrae al Espíritu, muchas veces poco dispuesto a comunicarse con extraños, por los cuales no tiene ninguna simpatía. El médium, en una palabra, debe evitar todo lo que pudiera transformarle en un agente de consulta, lo que a los ojos de mucha gente es sinónimo de decidor de la buenaventura.

Espíritus que se pueden evocar

274. Se pueden evocar todos los Espíritus a cualquier grado de la escala que pertenezcan; lo mismo los buenos que los malos; tanto los que hace poco que murieron como los que vivieron en los tiempos más remotos, a los hombres ilustres como a los más oscuros, a nuestros parientes, a nuestros amigos, lo mismo que a aquellos que nos son indiferentes; pero no se dice por esto que quieran o puedan venir siempre a nuestro llamamiento; independientemente de su propia voluntad o del permiso que puede serles negado por un poder superior, pueden estar impedidos por motivos que no siempre nos está permitido penetrar. Queremos decir que no hay impedimento absoluto que se oponga a las comunicaciones, salvo el que se dirá después; los obstáculos que pueden impedir a un Espíritu el manifestarse, casi siempre son individuales y dependen a menudo de las circunstancias.

275. Entre las causas que pueden oponerse a la manifestación de un Espíritu, las unas les son personales y las otras les son extrañas. Es menester colocar entre las primeras sus ocupaciones o las misiones que cumple y de las que no puede separarse para ceder a nuestros deseos; en este caso, su visita sólo queda aplazada.
Hay, además, su propia situación. Bien que el estado de encarnación no sea un obstáculo absoluto, puede ser un impedimento en ciertos momentos dados, sobre todo cuando la encarnación tiene lugar en mundos inferiores y cuando el mismo Espíritu está poco desmaterializado. En los mundos superiores, en aquellos en que los lazos del Espíritu y de la materia son muy sutiles, la manifestación es casi tan fácil que en el estado errante y en todos los casos más fácil que en aquellos en que la materia corporal es más compacta.
Las causas extrañas tienen relación, principalmente, con la naturaleza del médium, con la de la persona que evoca, con el centro en el cual se hace la evocación, y finalmente con el fin que uno se propone. Ciertos médiums reciben más particularmente comunicaciones de sus Espíritus familiares, que pueden ser más o menos elevados; otros son aptos para servir de intermediarios para todos los Espíritus; esto depende de la simpatía o de la antipatía, de la atracción, o de la repulsión, que el Espíritu personal del médium ejerce sobre el Espíritu extraño, que puede tomarle por intérprete con gusto o con repugnancia. Esto depende también, haciendo abstracción de las cualidades intimas del médium, del desarrollo de la facultad medianímica. Los Espíritus vienen con más gusto, y sobre todo son más explícitos con un médium que no les ofrezca ningún obstáculo material. Por lo demás, lo mismo sucede en cuanto a las condiciones morales; cuanta más facilidad tiene un médium para escribir o para expresarse, más se generalizan sus relaciones con el mundo de los Espíritus.

276. Es menester tomar también en cuenta la facilidad que debe dar la costumbre de comunicarse con tal o cual Espíritu; con el tiempo, el Espíritu extraño se identifica con el del médium, y del mismo modo con el del que le llama. Dejando aparte la cuestión de simpatía, se establecen entre ellos relaciones fluídicas que hacen las comunicaciones más prontas; por esto la primera conversación no es siempre tan satisfactoria como se podría esperar, y es también porque los mismos Espíritus piden que se les vuelva a llamar. El Espíritu que tiene costumbre de venir está como en su casa, familiarizado con sus oyentes y sus intérpretes; habla y obra más libremente.

277. En resumen, de lo que acabamos de decir resulta: que la facultad de evocar a cualquier Espíritu no implica para el Espíritu la obligación de estar a nuestras ordenes; que él pueda venir en un momento y no en otro, con tal médium o tal evocador que le plazca y no con tal otro; decir lo que él quiere sin que se le pueda obligar a decir lo que él no quiera, marcharse cuando le convenga; en fin, que por causas dependientes o no de su voluntad, después de haberse manifestado asiduo durante algún tiempo, de repente puede dejar de venir.
Por todos estos motivos, cuando uno quiere llamar a un Espíritu nuevo, es necesario preguntar a su guía protector si la evocación es posible; en el caso de que no lo sea, generalmente da los motivos y entonces es inútil insistir.

278. Aquí se presenta una grande cuestión: la de saber si hay o no inconveniente en evocar a los Espíritus malos. Esto depende del objeto que uno se propone y del ascendiente que se puede tener sobre ellos. El inconveniente es nulo cuando se les llama con un objeto formal, instructivo y con el fin de mejorarles; por el contrario, es muy grande si es por pura curiosidad o diversión, o si uno se pone bajo su dependencia pidiéndoles algún servicio. Los Espíritus buenos, en tal caso, pueden darles el poder de hacer aquello que se les pide, dejando a salvo y para más tarde el castigar severamente al temerario que se hubiera atrevido a invocarles en su socorro y creerles con más poder que Dios. En vano se prometería hacer un buen uso para lo sucesivo, y despedir al servidor una vez obtenido el servicio; aun este servicio que se ha solicitado, por pequeño que sea, es un verdadero pacto hecho con un Espíritu malo, y éste no deja la presa fácilmente (número 212).

279. El ascendiente sólo se ejerce sobre los Espíritus inferiores por la "superioridad moral". Los Espíritus perversos reconocen a los hombres de bien por sus señores; frente a frente de aquellos que no les oponen sino la energía de la voluntad, especie de fuerza brutal, luchan y a menudo son los más fuertes. Uno que quería de este modo dominar a un Espíritu rebelde, por su voluntad, el Espíritu le contestó: "Déjame tranquilo con tu aspecto de matamoros; tú, que no vales más que yo, ¿no se diría que un ladrón moraliza a otro ladrón?"
Nos asombramos de que el nombre de Dios que se invoca contra ellos sea, a menudo, impotente; San Luis ha dado la razón en la respuesta siguiente:
"El nombre de Dios no tiene influencia sobre los Espíritus imperfectos sino en la boca de aquel que puede servirse de él con autoridad por sus virtudes; en la boca del hombre que no tuviera sobre el Espíritu ninguna superioridad moral, es una palabra como otra cualquiera. Lo mismo sucede con las cosas santas que se les opone. El arma más terrible es inofensiva cuando está en manos inhábiles para poderse servir de ella o incapaces de llevarla".

Lenguaje que debe tenerse con los Espíritus

280. El grado de inferioridad o superioridad de los Espíritus, naturalmente, indica el tono que conviene tenerse con ellos. Es evidente que cuanto más elevados están, más derecho tienen a nuestro respecto, a nuestras consideraciones y a nuestra sumisión. No les debemos menos deferencia que cuando vivían y además por otros motivos: en la Tierra hubiéramos considerado su rango y su posición social; en el mundo de los Espíritus nuestro respeto sólo se dirige a la superioridad moral. Su misma elevación les pone sobre las puerilidades de nuestras formas aduladoras. Por las palabras no es como podemos captar su benevolencia; es por la sinceridad de sentimientos. Sería, pues, ridículo, darles los títulos que nuestros usos consagran a la distinción de las clases y que, viviendo, podrían haber lisonjeado su vanidad; si realmente son superiores, no solamente no hacen caso de eso, sino que les disgusta. Un buen pensamiento les es más agradable que los honores más laudables; si fuese de otro modo no estarían más elevados que la humanidad. El Espíritu de un venerable eclesiástico que en la Tierra fue un príncipe de la iglesia, hombre de bien, y que practicaba la ley de Jesús, respondió un día a uno que le evocaba, dándole el titulo de Monseñor: "Al menos deberías decir ex Monseñor, porque aquí no hay otro señor que Dios; debes saber que yo veo algunos aquí que en la Tierra se arrodillaban delante de mi y ante los cuales yo mismo me inclino ahora".
En cuanto a los Espíritus inferiores, su carácter nos traza el lenguaje que conviene tener con ellos. En el número los hay que, aunque inofensivos y aún benévolos, son ligeros, ignorantes y atolondrados; tratarles del mismo modo que a los Espíritus formales, como lo hacen ciertas personas, sería lo mismo que si nos inclináramos delante de un aprendiz o de un asno cubierto con el birrete de doctor. En tono familiar es el más adecuado para ellos, y no se formalizan por esto; al contrario, se prestan a ello con gusto.
Entre los Espíritus inferiores los hay que son infelices. Cualesquiera que puedan ser las faltas que expían, sus sufrimientos son títulos tanto más grandes para nuestra conmiseración, pues ninguna persona puede vanagloriarse de evadirse de esta palabra de Jesús: "Que el que esté sin pecado le eche la primera piedra". La benevolencia que les manifestamos es un consuelo para ellos; a falta de simpatía, deben encontrar la indulgencia que quisiéramos que se tuviera por nosotros.
Los Espíritus que revelan su inferioridad por el cinismo de su lenguaje, sus mentiras, la bajeza de sus sentimientos, la perfidia de sus consejos, seguramente son menos dignos de nuestro interés que aquellos cuyas palabras manifiestan su arrepentimiento; al menos les debemos la piedad que concedemos a los más grandes criminales, y el medio de reducirles al silencio es el de manifestarse superior a ellos. No se dedican sino a la persona que ellos creen que nada tienen que temer; porque los Espíritus perversos reconocen a sus señores en los hombres de bien como en los Espíritus superiores.
En resumen, seria tanta irreverencia el tratar de igual a igual a los Espíritus superiores, como ridículo el tener una misma deferencia para todos sin excepción.
Tengamos veneración para los que lo merecen, reconocimiento para los que nos protegen y nos asisten; para todos los otros una benevolencia de la cual necesitaremos, puede ser, nosotros mismos un día. Penetrando en el mundo incorpóreo, aprendemos el modo de conocerle, y este conocimiento debe arreglar nuestras relaciones con aquellos que lo habitan. Los antiguos, en su ignorancia, les levantaron altares; para nosotros sólo son criaturas más o menos perfectas y no elevamos altares sino a Dios.

Utilidad de las evocaciones particulares

281. Las comunicaciones que se obtienen de los Espíritus muy superiores o de aquellos que han animado los grandes personajes de la antigüedad, son preciosas por la alta enseñanza que encierran. Estos Espíritus han adquirido un grado de perfección que les permite abrazar una esfera de ideas más extensa, penetrar los misterios que están fuera del alcance vulgar de la humanidad y por consiguiente iniciarnos mejor que los otros en ciertas cosas. No se sigue de esto que las comunicaciones de los Espíritus de un orden menos elevado sean inútiles; el observador saca de ellas más de una instrucción. Para conocer las costumbres de un pueblo es menester estudiar todos los grados de la escala. El que no lo viera sino bajo una faz, lo conocería mal. La historia de un pueblo no es la de los reyes y personajes sociales; para juzgarle es preciso verle en la vida íntima, en sus costumbres privadas. Así es que los Espíritus superiores son los personajes del mundo de los Espíritus; su elevación misma les coloca de tal modo sobre nosotros, que la distancia que nos separa nos asusta. Los Espíritus más burgueses (permítasenos esta expresión) nos hacen más palpables las circunstancias de su nueva existencia. Entre ellos el lazo de la vida corporal con la vida del Espíritu es más intimo, la comprendemos mejor porque nos toca de más cerca. Sabiendo por ellos mismos lo que son, lo que piensan, lo que experimentan los hombres de todas las condiciones y de todos los caracteres, los hombres de bien como los viciosos, los grandes como los pequeños, los felices y los infelices del siglo, en una palabra, los hombres que han vivido entre nosotros, que hemos visto y conocido, cuya vida real sabemos, sus virtudes y extravagancias, comprendemos sus goces y sus sufrimientos, nos asociamos a ellos y sacamos una enseñanza moral tanto más provechosa cuanto más íntima son las relaciones entre ellos y nosotros. Nos ponemos más fácilmente en el lugar de aquel que ha sido nuestro igual, que no en el de aquel que sólo vemos a través de la ilusión de una gloria celeste. Los Espíritus vulgares nos enseñan la aplicación práctica de las grandes y sublimes verdades cuya teoría nos enseñan los Espíritus superiores. Por lo demás, en el estudio de una ciencia nada hay inútil: Newton encontró la ley de las fuerzas del universo en el fenómeno más sencillo.
La evocación de los Espíritus vulgares tiene, por otra parte, la ventaja de ponernos en relación con los Espíritus que sufren, que uno puede aliviar y cuyo adelantamiento podemos facilitar por medio de consejos útiles. Podemos, pues, hacernos útiles instruyéndonos nosotros mismos; cuando sólo se busca nuestra propia satisfacción, hay egoísmo en la conversación con los Espíritus, y el que se desdeña de tender una mano caritativa a los que son desgraciados, da pruebas de orgullo. ¿Para qué le sirve tener buenas recomendaciones de los Espíritus de importancia, si esto no le hace mejor, más caritativo y más benévolo para sus hermanos de este mundo y del otro?
¿Qué seria de los pobres enfermos si los médicos rehusaban tocar sus llagas?

282. Preguntas sobre las evocaciones
1. ¿Se puede evocar a los Espíritus sin ser médium?
"Todo el mundo puede evocar a los Espíritus, y si los que vosotros llamáis no pueden manifestarse materialmente, no por esto dejan de estar cerca de vosotros y os escuchan."
2. ¿El Espíritu evocado viene siempre al llamamiento que se le hace?
"Esto depende de las condiciones en que se encuentra, porque hay circunstancias en que no puede."
3. ¿Cuáles son las causas que pueden impedir a un Espíritu el venir a nuestro llamamiento?
"Su voluntad, la primera; después su estado corporal si está reencarnado, las misiones que pueda tener a su cargo y además puede no concedérsele permiso.
"Hay Espíritus que no pueden comunicarse nunca; éstos son aquellos que por su naturaleza pertenecen aun a los mundos inferiores a la Tierra. Los que están en las esferas del castigo tampoco lo pueden a menos de un permiso superior que no se concede sino con un fin útil y general. Para que un Espíritu pueda comunicarse, es menester que haya alcanzado el grado de adelanto del mundo en que es llamado; de otro modo es extraño a las ideas de este mundo y no tiene ningún punto de comparación. No sucede lo mismo con los que son enviados en misión o en expiación en los mundos inferiores; éstos tienen las ideas necesarias para contestar."
4. ¿Por qué motivos puede rehusarse a un Espíritu el permiso de comunicarse?
"Esto puede ser una prueba o un castigo para él o para quien lo llama."
5. ¿Estando los Espíritus diseminados por todo el espacio o en los diferentes mundos, cómo pueden oír las evocaciones que se les hacen de todos los puntos del Universo?
"Muy a menudo son avisados por los Espíritus familiares que os rodean y van a buscarles; pero en esto hay un fenómeno que es difícil de explicaros, porque vosotros no podéis aún comprender el modo de transmisión del pensamiento entre los Espíritus.
Lo que puedo deciros es que el Espíritu que vosotros evocáis, por lejos que esté, recibe, por decirlo así; el choque del pensamiento como una especie de conmoción eléctrica que llama su atención a la parte de donde viene el pensamiento que se le dirige. Se puede decir que oye el pensamiento, así como vosotros oís la voz en la Tierra."
¿El fluido universal es el vehículo del pensamiento, así como el aire lo es del sonido?
"Sí, con la diferencia de que el sonido no puede hacerse oír sino en un radio muy limitado, mientras que el pensamiento alcanza el Infinito. El Espíritu, en el espacio, es como el viajero en medio de un vasto campo que, oyendo de repente pronunciar su nombre, se vuelve del lado que le llaman."
6. Sabemos que las distancias son poca cosa para los Espíritus; sin embargo causa admiración el verles responder algunas veces tan pronto como si estuviesen esperando que se les llame.
"Es que, en efecto, están dispuestos algunas veces. Si la evocación es premeditada, el Espíritu está avisado anticipadamente y se encuentra allí a menudo antes de llamarle."
7. El pensamiento del evocador, según las circunstancias, ¿puede ser oído con más o menos facilidad?
"Sin duda ninguna; el Espíritu que es llamado por un sentimiento simpático y benévolo se conmueve con más viveza; es como una voz amiga que reconoce; sin esto sucede a menudo que la evocación no 'llega'. El pensamiento que brota de la evocación impresiona al Espíritu; si es mal dirigido se pierde en el vacío. Lo mismo sucede con los Espíritus que con los hombres, si el que les llama les es indiferente o antipático, pueden
oírle, pero muchas veces no le escuchan."
8. ¿El Espíritu evocado viene voluntariamente o se ve obligado?
"Obedece a la voluntad de Dios, es decir, a la ley general que rige el universo; y, sin embargo, obligado no es la palabra, porque él juzga si es útil venir; aquí está también el libre albedrío. El Espíritu superior viene siempre cuando es llamado con un fin útil; no se resiste a responder sino en los centros de gentes poco formales y que tratan las cosas como diversión."
9. ¿El Espíritu evocado puede rehusar el venir al llamamiento que se le hace?
"Sí por cierto. ¿En dónde estaría su libre albedrío sin esto? ¿Creéis vosotros que todos los seres del Universo están a vuestras órdenes? ¿ Vosotros mismos os creéis obligados a responder a todos aquellos que pronuncian vuestro nombre? Cuando digo que puede negarse a ello entiendo decir sobre la demanda del evocador, porque un Espíritu inferior puede ser obligado a venir por un Espíritu superior."
10. ¿Hay un medio para el evocador que obligue al Espíritu a venir contra su voluntad?
"Ninguno, si este Espíritu es igual vuestro o superior en moralidad - digo en 'moralidad' y no en inteligencia - porque no tenéis sobre él ninguna autoridad; si es vuestro inferior, lo podéis si es para su bien, porque entonces los otros Espíritus os secundarán." ('Número 279').
11. ¿Hay inconveniente en evocar a Espíritus inferiores, y puede temerse, llamándoles, el ponerse bajo su dominio?
"No dominan sino a los que se dejan dominar. El que está asistido por buenos Espíritus no tiene nada que temer; impone respeto a los Espíritus inferiores, pero éstos no se lo imponen a él. En el aislamiento los médiums, sobre todo los que empiezan, deben abstenerse de esta especie de evocaciones." ('Núm. 278').
12. ¿Son necesarias algunas disposiciones particulares en las evocaciones?
"La más esencial de todas las disposiciones es el recogimiento cuando se quiere comunicar con Espíritus formales. Con la fe y el deseo del bien se tiene más poder para evocar a los Espíritus superiores. Elevando su alma por algunos instantes de recogimiento en el momento de la evocación, se identifica con los buenos Espíritus y les dispone a que vengan."
13. ¿Es necesaria la fe para las evocaciones?
"La fe en Dios, sí; la fe para lo demás vendrá, si queréis el bien y tenéis el deseo de instruiros."
14. Los hombres reunidos en una comunión de pensamientos y de intenciones, ¿tienen más poder para evocar a los Espíritus?
"Cuando todos están reunidos por la caridad y para el bien, obtienen grandes cosas. Nada es más nocivo para el resultado de las evocaciones que la divergencia de pensamientos."
15. La precaución de hacer la cadena, dándose la mano durante algunos minutos al empezar las reuniones, ¿es útil?
"La cadena es un medio material que no pone la unión entre vosotros si ésta no existe en el pensamiento; lo que es más útil que lo demás es el unirse en un mismo pensamiento común llamando cada uno por su parte a los buenos Espíritus. Vosotros no sabéis todo lo que pudiera obtener una reunión formal de la que estuviera desterrado todo sentimiento de orgullo y de personalidad y en donde reinase un perfecto sentimiento de mutua cordialidad."
16. ¿Las evocaciones en días y horas fijas son preferidas?
"Sí, y si es posible en el mismo lugar. Los Espíritus van allí más a gusto; el deseo constante que tenéis ayuda mucho a que vengan los Espíritus y se pongan en comunicación con vosotros. Los Espíritus tienen sus ocupaciones que no pueden dejar de 'improviso' por vuestra satisfacción personal. He dicho en el mismo lugar, pero no creáis que sea una obligación absoluta, porque los Espíritus vienen por todas partes; digo que un lugar destinado a esto es preferible porque el recogimiento es más perfecto."
17. Ciertos objetos, tales como medallas y talismanes, ¿tienen la propiedad de atraer o rechazar a los Espíritus como algunos lo pretenden?
"Esta cuestión es inútil, porque vosotros sabéis bien que la materia no tiene ninguna acción sobre los Espíritus. Estad bien seguros que un Espíritu bueno jamás aconseja semejantes absurdos; la virtud de los talismanes de cualquier naturaleza que sean, jamás ha existido sino en la imaginación de las gentes crédulas."
18. ¿Qué hemos de pensar de los Espíritus que dan citas en tugares lúgubres y en horas impropias?
"Estos Espíritus se divierten a expensas de aquellos que les escuchan. Es siempre inútil y a menudo pernicioso el ceder a tales sugestiones; inútil porque no se gana absolutamente nada más que ser mixtificado; pernicioso, no por el mal que puedan hacer los Espíritus, sino por la influencia que esto puede ejercer sobre las imaginaciones débiles.
19. ¿Hay días y horas más propicias para las evocaciones?
"Para los Espíritus esto es completamente indiferente, como todo lo que es material, y sería una superstición el creer en la influencia de los días y de las horas. Los momentos más propicios son aquellos en que el evocador puede estar menos distraído por sus ocupaciones habituales, en que su cuerpo y su Espíritu están con más calma."
20. ¿La evocación es una cosa agradable o penosa para los Espíritus? ¿Vienen con gusto cuando se les llama?
"Esto depende de su carácter y del motivo por que se les llama. Cuando el objeto es laudable y cuando el centro les es simpático, para ellos es una cosa agradable y atractiva; los Espíritus son siempre felices por la afección que se les tiene. Para algunos es una gran felicidad el comunicarse a los hombres y sufren por el abandono en que se les deja. Pero como he dicho ya, esto depende igualmente de su carácter; entre los Espíritus los hay también misántropos, que no les gusta que les estorben y cuyas respuestas indican su malhumor, sobre todo cuando son llamados por personas que les son indiferentes y por las cuales no se interesan. Muchas veces un Espíritu no tiene ningún objeto para venir al llamamiento de un desconocido que le es indiferente y casi siempre está movido por la curiosidad; si viene, generalmente hace cortas apariciones, a menos que no haya un objeto formal e instructivo en la evocación."
Observación. - Hay personas que sólo evocan a sus parientes para preguntarles las cosas más vulgares de la vida material; por ejemplo, el uno por saber si alquilará o venderá su casa, el otro para conocer los beneficios que podrá sacar de su comercio, el paraje en que se ha escondido dinero, si tal negocio será o no ventajoso. Nuestros parientes de ultratumba se interesan por nosotros en razón a la afección que les tenemos. Si todo nuestro pensamiento se limita a creerles hechiceros, si sólo nos acordamos de ellos para pedirles indicios, no pueden tener por nosotros grande simpatía y no debe uno maravillarse si nos demuestran poca benevolencia.
21. ¿Hay diferencia entre los buenos y malos Espíritus con respecto a venir pronto al llamamiento que se les hace?
"La hay muy grande; los Espíritus malos sólo vienen a gusto cuando esperan dominar y engañar; pero experimentan una viva contrariedad cuando están obligados a venir para confesar sus faltas; sólo desean marcharse, como cuando se llama a un estudiante para reprenderle. Pueden ser obligados por Espíritus superiores, como castigo, y para la instrucción de los encarnados. La evocación es penosa para los buenos Espíritus cuando se les llama inútilmente por cosas de ninguna importancia; entonces no vienen, o bien se retiran.
"Vosotros podéis decir que, en principio, los Espíritus, cualquiera que sean, no les gusta como a vosotros, servir para la distracción de los curiosos. Muchas veces no tenéis otra idea evocando a un Espíritu que el saber lo que os dirá, o preguntarle sobre las particularidades de su vida que no desea haceros conocer, porque no tiene ningún motivo para haceros sus confidencias. ¿Creéis que va a sentarse en el banquillo para
que os divierta? Desengañáos: lo que él no os hubiera dicho cuando vivía tampoco os lo dirá como Espíritu."
Observación. - La experiencia prueba, en efecto, que la evocación es siempre agradable a los Espíritus cuando se hace con un objeto formal y útil; los buenos vienen con placer para instruirnos; los que sufren encuentran consuelo en la simpatía que se les manifiesta; los que hemos conocido están satisfechos de nuestro recuerdo. Los Espíritus ligeros quieren ser evocados por las personas frívolas, porque esto les proporciona una ocasión de divertirse a sus expensas; están poco a gusto con personas graves.
22. ¿Los Espíritus, para manifestarse, tienen siempre necesidad de ser evocados?
"No, porque se presentan muchas veces sin ser llamados y esto prueba que vienen espontáneamente."
23. ¿Cuando un Espíritu se presenta por su propia voluntad, se está más seguro de su identidad?
"De ninguna manera, porque los Espíritus mentirosos emplean a menudo este medio para engañaros mejor."
24. Cuando por el pensamiento se evoca el Espíritu de una persona, aún cuando no haya manifestación por la escritura ni de otro modo cualquiera, ¿viene a nosotros?
"La escritura es un medio material para que el Espíritu pueda atestiguar su presencia, pero el pensamiento es el que le atrae y no la acción de escribir."
25. Cuando un Espíritu inferior se manifiesta, ¿puede obligársele a que se retire?
"Sí, no escuchándole. Pero, ¿cómo queréis que se retire cuando os divertís con sus torpezas? Los Espíritus inferiores se unen a los que les escuchan con gusto, como los necios entre vosotros."
26. La evocación hecha en nombre de Dios, ¿es una garantía contra la intervención de los Espíritus?
"El nombre de Dios no es un freno para todos los Espíritus perversos, pero detiene a muchos; por este medio siempre alejáis a algunos y aun alejarías a muchos más si la evocación fuese hecha desde el fondo del corazón y no como una fórmula ligera."
27. ¿Podrían evocarse nominalmente muchos Espíritus a la vez?
"Ninguna dificultad hay en esto, y si vosotros tuviérais tres o cuatro manos para escribir, tres o cuatro os responderían al mismo tiempo; lo que sucede cuando hay muchos médiums."
28. Cuando son evocados muchos Espíritus simultáneamente y sólo hay un médium, ¿quién es el que contesta?
"Uno de ellos contesta por todos y manifiesta el pensamiento colectivo."
29. ¿Podría el mismo Espíritu comunicarse a la vez con dos médiums diferentes, estando en sesión?
"Tan fácilmente como vosotros tenéis hombres que a la vez dictan muchas cartas."
Observación. - Hemos visto a un Espíritu contestar al mismo tiempo por conducto de dos médiums a las preguntas que se le han dirigido, al uno en inglés y al otro en francés, y las respuestas eran idénticas en el sentido; algunas eran la traducción literal la una de la otra.
Dos Espíritus evocados simultáneamente por dos médiums pueden establecer entre ellos una conversación; esta especie de comunicación no siendo necesaria para ellos, puesto que leen recíprocamente su pensamiento, se prestan a ello sólo para nuestra instrucción. Si son Espíritus inferiores, como aun están imbuidos de pasiones terrestres y de ideas corporales, puede llegar el caso que se disputen y apostrofen con palabras groseras, se echen en cara sus faltas, y aun se tiren los lápices, cestitas o planchitas, etcétera, el uno contra el otro.
30. El Espíritu evocado al mismo tiempo sobre diferentes puntos, ¿puede contestar simultáneamente a las varias preguntas que se le hacen?
"Sí, si es un Espíritu elevado.
- ¿En este caso se divide el Espíritu o tiene el don de ubicuidad?
"El sol es uno y sin embargo irradia alrededor y lleva lejos sus rayos sin subdividirse; lo mismo sucede con los Espíritus. El pensamiento del Espíritu es como una chispa que proyecta a lo lejos su claridad y puede ser apercibida en todos los puntos del horizonte. Cuanto más puro es el Espíritu, más irradia su pensamiento y se extiende como la luz. Los Espíritus inferiores son demasiado materiales; no pueden contestar sino a una sola persona a la vez, y si se les llama en otra parte tampoco pueden ir.
"Un Espíritu superior, llamado a un mismo tiempo en dos puntos diferentes, responderá las dos evocaciones si son tan formales y fervientes la una como la otra; en el caso contrario, da preferencia a la más formal."
Observación. - Lo mismo sucede con un hombre que, sin cambiar de puesto, puede transmitir su pensamiento por medio de señales vistas de diferentes lados.
En una sesión de la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas en que se había discutido la cuestión de ubicuidad, un Espíritu dictó espontáneamente la comunicación siguiente:
"Preguntábais esta noche cuál era la jerarquía de los Espíritus para la ubicuidad.
Comparadnos a un aeróstato que se eleva poco a poco por los aires. Cuando toca a tierra sólo puede verle un pequeño círculo; a medida que se eleva el círculo se ensancha para él, y cuando ha llegado a cierta altura aparece a un número infinito de personas. Lo mismo sucede con nosotros; un Espíritu malo que aun está unido a la tierra queda en un círculo estrecho en medio de las personas que le ven. Aumenta en gracia, se mejora, y puede hablar con muchas personas; cuando llega a ser Espíritu superior, puede irradiar como la luz del sol, manifestarse a muchas personas y en muchas partes a la vez. Chaning."
31. ¿Puede evocarse a los Espíritus puros que han terminado la serie de sus encarnaciones?
"Sí, pero rara vez; no se comunican sino a los corazones puros y sinceros, y no a los 'orgullosos' y 'egoístas' ; es menester desconfiar de los Espíritus inferiores que toman esta cualidad para darse más importancia a vuestros ojos."
32. ¿En qué consiste que el Espíritu de los hombres más ilustres venga tan fácil y familiarmente al llamamiento de los hombres más obscuros?
"Los hombres juzgan a los Espíritus como ellos, y es un error; después de la muerte del cuerpo, las categorías terrestres no existen; no hay más distinción entre ellos que la bondad, y los que son buenos van por todas partes en donde puede hacerse bien."
33. ¿Cuánto tiempo después de la muerte puede tardarse en evocar a un Espíritu?
"Puede hacerse en el mismo instante de la muerte, pero como en este momento el Espíritu está aun en la turbación responde imperfectamente."
Observación. - Siendo la duración de la turbación muy variable, no puede haber plazo fijo para hacer la evocación; es raro, sin embargo, que al cabo de ocho días el Espíritu no se reconozca bastante para poder responder; algunas veces lo pueda muy bien dos o tres días después de la muerte; en todos los casos se puede ensayar con respecto.
34. ¿La evocación en el instante de la muerte es mas penosa para el Espíritu que la que se hace más tarde?
"Algunas veces es como si os quitasen el sueño antes de despertaros completamente. Sin embargo hay algunos que no son contrariados y aun les ayuda a salir de la turbación."
35. Un niño que muere a corta edad, ¿cómo puede su Espíritu responder con conocimiento de causa, si cuando vivía no tenía aun conciencia de sí mismo?
"El alma del niño es un Espíritu 'envuelto aún en los lazos de la materia' ; pero separado de ella goza de las facultades del Espíritu, porque los Espíritus no tienen edad; lo que prueba que el Espíritu del niño ha vivido ya. Sin embargo, hasta que esté completamente desprendido, puede conservar en su lenguaje algunas trazas del carácter de la infancia."
Observación. - La influencia corporal que se hace sentir más o menos tiempo sobre el Espíritu del niño se hace igualmente notar algunas veces sobre el Espíritu de aquellos que mueren en estado de locura. El Espíritu, por sí mismo, no es loco, pero ya se sabe que ciertos Espíritus creen durante algún tiempo estar aun en este mundo; no es, pues, extraño, que en el loco el Espíritu se resienta aun de las trabas que durante la vida se oponían a su libre manifestación, hasta que esté completamente desprendido. Este efecto varía según las causas de la locura, porque hay locos que recobran toda la lucidez de sus ideas inmediatamente después de su muerte.

283. Evocaciones de los animales
36. ¿Puede evocarse el Espíritu de un animal?
"Después de la muerte del animal, el principio inteligente que estaba en él, está en un estado latente; al momento es utilizado por ciertos Espíritus encargados de este cuidado para animar nuevos seres, en los cuales continúa la obra de su elaboración. De este modo en el mundo de Los Espíritus no hay Espíritus de animales errantes, sino únicamente Espíritus humanos.
Este contesta a vuestra pregunta.
- ¿En qué consiste, pues, que ciertas personas, habiendo evocado a los animales han obtenido contestación?
"Evocad a una peña y os responderá. Hay siempre una turba de Espíritus dispuestos a tomar la palabra para todo."
Observación. - Por la misma razón si se evoca un mito, o un personaje alegórico, responderá, es decir, responderán por él, y el Espíritu que se presentará tomará el carácter y las maneras. Uno tuvo un día la idea de evocar a 'Tartufo' y 'Tartufo' vino en seguida; hizo más, habló de Orgon, de Elmira, de Damis y de Valeria, de quienes dio noticias; en cuanto a él, imitó el hipócrita con tanto arte como si Tartufo hubiese sido un personaje real. Más tarde dijo ser el Espíritu de un actor que había hecho este papel. Los Espíritus ligeros se aprovechan siempre de la inexperiencia de los que preguntan; pero se guardan de dirigirse a aquellos que saben que son ilustrados para descubrir sus imposturas y que no creerían sus cuentos. Lo mismo sucede entre los hombres.
Un caballero tenía en su jardín un nido de jilgueros por los que se interesaba mucho; un día desapareció el nido; persuadido de que nadie de su casa era culpable de este delito, como él era médium, tuvo la idea de evocar a la madre de los pequeñuelos; vino, y le dijo un muy buen francés: "No culpes a nadie, y sosiégate sobre la suerte de mis pequeños; ha sido el gato que saltando ha hecho caer el nido; lo encontrarás en la yerba, lo mismo que los pequeños que no han sido comidos". Averiguado, se encontró exacto. ¿Es menester por esto sacar en consecuencia que fue el pájaro el que contestó?
Seguramente que no; sino un Espíritu que conocía la historia. Esto prueba cuanto debe uno desconfiar de las apariencias y cuán justa es la respuesta anterior: "Evocad una roca y os responderá". - Véase más arriba el capítulo de la "Mediumnidad en los animales", núm. 234).

284. Evocación de las personas vivientes
37. La encarnación del Espíritu, ¿es un obstáculo absoluto para su evocación?
"No, pero es preciso que el estado del cuerpo permita al Espíritu el desprenderse de la materia en este momento. El Espíritu encarnado viene con tanta más facilidad cuanto más elevado es el mundo en que se encuentra, porque los cuerpos son allí menos materiales."
38. ¿Puede evocarse el Espíritu de una persona viviente?
"Sí; puesto que puede evocarse un Espíritu encarnado. El Espíritu de un viviente puede también en sus momentos de libertad presentarse, sin ser evocado; esto depende de su simpatía por las personas con las cuales se comunica." ("Véase número 115", la historia del hombre de la caja de polvo).
39. ¿En qué estado está el cuerpo de la persona cuyo Espíritu se evoca?
"Duerme o dormita; entonces es cuando el Espíritu es libre."
- ¿Podría despertarse el cuerpo mientras que el Espíritu está ausente?
"No; el Espíritu está obligado a volver a 'entrar en él' ; si en este momento está hablando con vosotros, os deja y algunas veces os dice el motivo."
40. ¿El Espíritu ausente del cuerpo, ¿cómo es advertido de la necesidad de su presencia?
"El Espíritu de un cuerpo viviente nunca está completamente separado; a cualquiera distancia que se transporte, está unido a él por un lazo fluídico que sirve para llamarle cuando es necesario; este lazo no se rompe sino con la muerte."
Observación. - Este lazo fluídico ha sido apercibido a menudo por médiums videntes. Es una especie de rastro fosforescente que se pierde en el espacio y en la dirección del cuerpo. Ciertos Espíritus han dicho que en esto se reconocen aquellos que pertenecen al mundo corporal.
41. ¿Qué sucedería si durante el sueño y en ausencia del Espíritu, el cuerpo fuese herido mortalmente?
"El Espíritu sería advertido y volvería a entrar antes que la muerte se consumase."
- De este modo, ¿no podría suceder que el cuerpo muriese en la ausencia del Espíritu, y que éste, a su vuelta, no pudiese volver a entrar?
"No; esto sería contrario a la ley que rige la unión del alma y del cuerpo."
- ¿Pero si fuese el golpe dado súbitamente y de improviso?
"El Espíritu sería avisado antes que se diera el golpe mortal."
Observación. - Preguntado el Espíritu de un vidente sobre este hecho, respondió: "Si el cuerpo podía morir en ausencia del Espíritu, esto sería un médium muy cómodo de cometer suicidios hipócritas".
42. ¿El Espíritu de una persona evocada durante el sueño, es tan libre de comunicarse como el de una persona muerta?
"No; la materia influye siempre poco o mucho."
Observación. - Una persona en este estado a la que se dirigía esta pregunta, contestó: "Estoy siempre encadenado a la bala que arrastro tras de mí".
- En este estado, ¿podría ser impedimento al Espíritu para venir, el que estuviese en otra parte?
"Sí; puede suceder que el Espíritu esté en paraje que se complaciera en permanecer allí, entonces no viene a la evocación, sobre todo cuando es hecha por alguno que no le interesa."
43. ¿Es enteramente imposible evocar el Espíritu de una persona despierta?
"Aunque difícil, no es absolutamente imposible, porque si la evocación 'llega' , puede suceder que la persona se duerma; pero el Espíritu no puede comunicarse, como Espíritu, sino en los
momentos en que su presencia no es necesaria para la actividad inteligente del cuerpo."
Observación. - La experiencia nos prueba que la evocación hecha durante el estado de vela puede provocar el sueño, o al menos una absorción vecina del sueño, pero este efecto no puede tener lugar sino por una voluntad muy enérgica y existen lazos de simpatía entre las dos personas; de otro modo la evocación 'no tiene resultado'. En el mismo caso en que la evocación podría provocar el sueño, si el momento es inoportuno, no queriendo dormir, la persona opondrá resistencia, y si sucumbe, su Espíritu estará turbado y responderá difícilmente. Resulta de esto que el momento más favorable para la evocación de una persona viviente es el de su sueño natural, porque siendo libre, su Espíritu puede venir al que le llama de la misma manera que podría ir a otra parte.
Cuando la evocación se hace con el consentimiento de la persona y que ésta procura dormirse con este objeto, puede suceder que esta preocupación retarde el sueño y turbe al Espíritu; por esto el sueño no forzado es el preferido.
44. Una persona viviente evocada, ¿tiene de ello conciencia al despertar?
"No; vosotros lo sois más a menudo que creéis, Sólo su Espíritu lo sabe y puede algunas veces dejarle una vaga impresión como de un sueño."
- ¿Quién es el que puede evocarnos si somos seres obscuros?
"En otras existencias podéis haber sido personas conocidas en este mundo o en otros, y además vuestros parientes y vuestros amigos igualmente en este mundo o en otros. Supongamos que tu Espíritu haya animado el cuerpo del padre de otra persona; pues bien: cuando esta persona evoque a su padre, será tu Espíritu el que será evocado y responderá."
45. ¿El Espíritu evocado de una persona viviente responde como Espíritu o según las ideas de cuando está despierto?
"Esto depende de su elevación, pero juzga más sanamente y con menos preocupaciones, absolutamente como los sonámbulos; es un estado parecido a poca diferencia."
46. ¿Si el Espíritu de un sonámbulo en el estado del sueño magnético fuese evocado, sería más lucido que el de otra persona?
"Sin duda respondería con más facilidad porque esta más desprendido; todo depende del grado de independencia del Espíritu y del cuerpo."
¿El Espíritu de un sonámbulo podría responder a una persona que le invocase a distancia, al mismo tiempo que respondería verbalmente a otra persona?
"La facultad de comunicarse simultáneamente sobre dos puntos diferentes no pertenece sino a los Espíritus completamente desprendidos de la materia."
47. ¿Se podrían modificar las ideas de una persona en el estado de vela, obrando sobre su Espíritu durante el sueño?
"Sí, algunas veces; el Espíritu no está ya unido a la materia por lazos tan íntimos; por esto es más accesible a las impresiones morales y es tas impresiones pueden influir sobre su manera de ver en el estado ordinario. Desgraciadamente sucede muy a menudo que al despertarse, la naturaleza corporal le conduce a hacerle olvidar las buenas resoluciones que ha podido tomar."
48. El Espíritu de una persona viviente ¿es libre de decir lo que quiere?
"Tiene sus facultades de Espíritus y por consiguiente su libre albedrío, y como tiene más perspicacia, es también más circunspecto que cuando está despierto."
49. ¿Podría obligarse a una persona, evocándola a decir lo que ella quisiera callar?
"He dicho ya que el Espíritu tiene su libre albedrío, pero puede ser que como Espíritu dé menos importancia a ciertas cosas que en el estado ordinario; su conciencia puede hablar con más libertad. Por lo demás, si no quiere hablar, puede siempre evadirse de las impertinencias marchándose, porque no puede detenerse su Espíritu como se retiene su cuerpo."
50. ¿El Espíritu de una persona viviente no podría ser obligado por otro Espíritu a venir y hablar del mismo modo que tiene lugar con los Espíritus errantes?
"Entre los Espíritus, que estén muertos o vivos, no hay supremacía sino por la superioridad moral, y debéis creer bien que un Espíritu superior jamás prestaría su apoyo a una fea indiscreción."
Observación. - Este abuso de confianza sería en efecto una mala acción, pero no podría tener resultado, puesto que no se puede arrancar un secreto que el Espíritu quisiera callar, a menos que, dominado por un sentimiento de justicia, confesase lo que en otras circunstancias callaría.
Una persona quiso saber, por este medio, de uno de sus parientes, si el testamento de este último estaba en su favor. El Espíritu contestó: "Sí, mi amada sobrina, y muy pronto tendrás la prueba". En efecto, la cosa era real, pero pocos días después, el pariente destruyó su testamento y tuvo la malicia de hacerlo saber a la persona, sin que supiese que había sido evocado. Un sentimiento instintivo le condujo, sin duda, a ejecutar la resolución que el Espíritu había tomado según la pregunta que se le había hecho. Hay bajeza en pedir al Espíritu de un muerto o de un vivo, lo que uno no se atrevería a pedir a su persona; y esta bajeza por lo mismo no tiene por compensación el resultado que se promete.
51. ¿Puede evocarse un Espíritu cuyo cuerpo está aun en el seno de su madre?
"No; sabéis bien que en este momento el Espíritu está en una turbación completa."
Observación. - La encarnación no tiene lugar definitivamente sino en el momento en que el niño respira; pero desde la concepción el Espíritu designado para animarle, está sobrecogido de una turbación que aumenta cuando se aproxima el nacimiento y le quita la conciencia de sí mismo y por consecuencia la facultad de responder. (Véase Libro de los Espíritus: Vuelta a la vida corporal; unión del alma y del cuerpo, núm. 344)
52. ¿Un Espíritu mentiroso podría tomar el puesto de una persona viviente que se evocase?
"Esto no es dudoso y sucede muy a menudo, sobre todo cuando la intención del evocador no es pura. Por lo demás la evocación de las personas vivientes sólo tiene el interés de un estudio psicológico; conviene abstenerse siempre que no pueda tener un resultado instructivo."
Observación. - Si la evocación de los Espíritus errantes no siempre da resultado, para servirnos de su expresión, esto es mucho más frecuente para los que están encarnados; entonces sobre todo es cuando los Espíritus mentirosos toman su puesto."
53. La evocación de una persona viviente ¿tiene inconvenientes?
"Nunca deja de tener peligro; esto depende de la posición de la persona, porque si está enferma puede aumentar sus sufrimientos."
54. ¿En qué caso la evocación de una persona viviente puede tener más inconvenientes?
"Debe abstenerse de evocar a los niños de muy corta edad, a las personas gravemente enfermas, a los ancianos achacosos, en una palabra, puede tener inconvenientes todas las veces que el cuerpo está muy debilitado."
Observación. -- La brusca suspensión de las facultades intelectuales durante el estado de vela, podría también ofrecer peligro si la persona se encontraba en este momento en la necesidad de tener toda su presencia de espíritu.
55. ¿Durante la evocación de una persona viviente, experimenta su cuerpo fatiga por consecuencia del trabajo al que se entrega el Espíritu aunque ausente?
Una persona en este estado y que pretendía que su cuerpo se fatigaba, respondió a esta pregunta: "Mi Espíritu es como un globo cautivo atado a un poste; mi cuerpo es el poste que se estremece por las sacudidas del globo."
56. ¿Puesto que la evocación de las personas vivientes puede tener inconvenientes cuando se hace sin precaución, el daño existe también cuando se evoca a un Espíritu que no se sabe si está encarnado y que podría no encontrarse en condiciones favorables?
"No; las circunstancias no son las mismas; no vendrá si no está en disposición de hacerlo. Y, además, ¿no os he dicho que preguntéis antes de hacer una evocación, si podéis hacerla?"
57. Cuando nosotros experimentamos en los momentos más inoportunos, una irresistible pasión de sueño, ¿dimana de que nos evocan en alguna parte?
"Sin duda esto puede tener lugar, pero lo más a menudo es un efecto puramente físico, sea que el cuerpo tenga necesidad de descanso, sea que el Espíritu tenga necesidad de libertad."
Observación. - Una señora conocida nuestra, médium, tuvo un día la idea de evocar al Espíritu de su nieto que dormía en la misma habitación. La identidad se hizo constar por el lenguaje, las expresiones familiares del niño y por el relato muy exacto de muchas cosas que le habían sucedido en su pensión, pero una circunstancia vino a confirmarlo. De repente la mano de la médium se paró en medio de una frase, sin que fuera posible obtener nada más; en este momento, el niño medio despierto hizo muchos movimientos en la cama; algunos instantes después, volviéndose a dormir, la mano marchó otra vez continuando la conversación interrumpida. La evocación de las personas vivientes, hecha en buenas condiciones, prueba de la manera más patente la acción distinta del Espíritu y del cuerpo y por consiguiente la existencia de un principio inteligente, independiente de la materia. (Véase la "Revista Espiritista" de 1860, págs. 11 y 81, muchos ejemplos notables de evocación de personas vivientes).

285. Telegrafía humana
58. Evocándose dos personas recíprocamente, ¿podrían transmitir sus pensamientos y establecer una correspondencia?
"Sí; y esta telegrafía humana un día será el medio universal de correspondencia."
- ¿Por qué no ha de ser desde ahora?
"Ya lo es para ciertas personas, pero no para todo el mundo; es menester que los hombres 'se depuren' para que su Espíritu se desprenda de la materia, y esta es también una razón para hacer la evocación en nombre de Dios. Hasta entonces está circunscrito 'a las almas elegidas' y desmaterializadas, lo que encuentra raramente en el estado actual de los habitantes de la Tierra."

CAPÍTULO XXVI
PREGUNTAS QUE PUEDEN HACERSE A LOS ESPÍRITUS
Observaciones preliminares. - Preguntas simpáticas o antipáticas a los Espíritus. - Preguntas sobre el porvenir. - Sobre las existencias pasadas y futuras. - Sobre los intereses morales y materiales. - Sobre la suerte de los Espíritus. - Sobre la salud. - Sobre las invenciones y descubrimientos. - Sobre
los tesoros ocultos. - Sobre los otros mundos.
Observaciones preliminares

286. No podría encarecerse bastante la importancia que debe darse al modo de hacer tas preguntas, y más aun a la naturaleza de ellas. Dos cosas deben considerarse en las que se dirigen a los Espíritus: la forma y el fondo. Con respecto a la forma deben ser redactadas con claridad y precisión, evitando las preguntas complejas. Pero hay otro punto no menos importante: es el orden que debe presidir para su colocación. Cuando un asunto requiere una serie de preguntas es necesario que se encadenen con método, de manera que dimanen naturalmente las unas de las otras; los Espíritus responden a ellas con mucha más facilidad y con más claridad que cuando se hacen al acaso, pasando sin transición de un objeto al otro. Por esta razón es siempre útil el prepararlas con anticipación, sin perjuicio de intercalar durante la sesión las que provengan de las circunstancias. Además de que la redacción debe ser mejor cuando se hace con calma, este trabajo preparatorio es, como lo hemos dicho ya, una especie de evocación anticipada a la que el Espíritu puede haber asistido y disponerse a responder. Se notará que muy a menudo el Espíritu responde anticipadamente a ciertas demandas, lo que prueba que ya tenía de ellas conocimiento anticipado.
El fondo de la cuestión requiere una atención aun más seria, porque la naturaleza de la pregunta provoca a menudo una respuesta justa o falsa; hay algunas a la que los Espíritus no pueden o no deben responder por motivos que nos son desconocidos; es, pues, inútil, insistir; pero lo que se debe evitar, sobre todo, son las preguntas hechas con el fin de poner su perspicacia a prueba. Cuando una cosa existe se dice que deben saberla; pues precisamente porque vosotros conocéis la cosa o que tenéis los medios de comprobarla vosotros mismos, es por lo que no se toman el trabajo de responder; esta sospecha les incomoda y no se obtiene nada satisfactorio. ¿No tenemos todos los días ejemplos entre nosotros? Hombres superiores que tienen conciencia de lo que valen, ¿se ocuparían en contestar a todas las preguntas necias que tuviesen por objeto el someterles a un examen, como a los estudiantes? El deseo de hacer un adepto de tal o cual persona no es un motivo para los Espíritus de satisfacer una vana curiosidad; saben que la convicción llegará pronto o tarde y los medios que ellos emplean para conducirle no son siempre los que nosotros pensamos.
Suponeos un hombre grave ocupado en cosas útiles y formales, incesantemente atormentado por las pueriles demandas de un niño, y tendréis una idea de lo que deben pensar los Espíritus superiores de todas las simplezas que se les dice. No se sigue de esto que no pueden obtenerse de parte de los Espíritus noticias útiles y sobre todo muy buenos consejos, pero ellos contestan más o menos bien, según los conocimientos que ellos mismos poseen, el interés que nosotros merecemos de su parte y el afecto que nos tienen y, en fin, según el objeto que se proponen y la utilidad que ellos ven en el asunto; pero si todo nuestro pensamiento se limita creerles más aptos que a los otros para darnos una reseña útil sobre las cosas de este mundo, no pueden tener por nosotros una profunda simpatía; desde entonces sólo hacen apariciones muy cortas, y a menudo, siguiendo el grado de su imperfección, atestiguan su mal humor por haberles incomodado inútilmente.

287. Ciertas personas piensan que es preferible el abstenerse de hacer preguntas y que conviene esperar la enseñanza de los Espíritus sin provocarlas; esto es un error.
Los Espíritus dan, sin que quepa duda, instrucciones espontáneas de muy grande importancia y que se haría muy mal en descuidar, pero hay explicaciones que muchas veces se esperarían mucho tiempo si no se solicitasen. Sin las preguntas que hemos propuesto, el Libro de los Espíritus y el Libro de los Médiums estaría aun por hacer, o sería menos completo, y una multitud de problemas de gran importancia estaría por resolver. Las preguntas, lejos de tener el menor inconveniente, son de muy grande utilidad al punto de vista de la instrucción, cuando se las sabe poner en los límites que se requieren. Tienen otra ventaja, ayudan a descubrir a los Espíritus mentirosos que, siendo más vanos que sabios, raramente sufren con ventaja por su parte la prueba de las cuestiones de una lógica cerrada por las cuales se les empuja hasta sus últimas trincheras. Como los Espíritus verdaderamente superiores no tienen nada que temer de semejante prueba, son los primeros en provocar explicaciones sobre los puntos obscuros; los otros, al contrario, temiendo tener que habérselas con mayores fuerzas, ponen gran cuidado en evitarlas; así es que recomiendan en general a los médiums que tratan de dominar y a los cuales quieren hacer aceptar sus utopías, el que se abstengan de toda controversia con respecto a sus enseñanzas.
Si se ha comprendido lo que hemos dicho hasta ahora en esta obra, puede ya formarse una idea del círculo en el cual conviene concretar las preguntas que se pueden dirigir a los Espíritus; sin embargo, para más seguridad, damos a continuación las respuestas que se han dado sobre los principales asuntos que las personas poco experimentadas generalmente están dispuestas a preguntar.

288. Preguntas simpáticas o antipáticas a los Espíritus
1. ¿Los Espíritus responden de buen grado a las preguntas que se les hacen?
"Según las preguntas; los Espíritus formales responden siempre con placer a los que tienen por objeto el bien y los medios de haceros adelantar. No escuchan las preguntas frívolas."
2. ¿Basta que una pregunta sea formal para obtener la respuesta?
"No, esto depende del Espíritu que contesta."
¿Pero una cuestión formal no aleja, acaso, a los Espíritus ligeros?
"No es la pregunta la que aleja a los Espíritus ligeros, es el carácter del que la hace."
3. ¿Cuales son las preguntas particularmente antipáticas a los Espíritus buenos?
"Todas aquellas que son inútiles o que se hacen con un objeto de curiosidad y de prueba; entonces no responden y se alejan."
- ¿Hay preguntas que sean antipáticas a los Espíritus imperfectos?
"Sólo hay las que pueden hacer descubrir su ignorancia o su superchería cuando procura engañar; de todos modos contestan a todo sin cuidarse de la verdad."
4. ¿Qué hemos de pensar de las personas que no ven en las comunicaciones espiritistas más que una distracción y un pasatiempo, o un medio de obtener revelaciones sobre lo que les interesa?
"Estas son las personas que gustan mucho a los Espíritus inferiores, que, como ellas, quieren divertirse y están contentos cuando las han mixtificado."
5. Cuando los Espíritus no contestan a ciertas preguntas, ¿es por efecto de su voluntad o bien porque un poder superior se opone a ciertas revelaciones?
"Lo uno y lo otro; hay cosas que no pueden revelarse y otras que el mismo Espíritu no conoce."
- Insistiendo con fuerza, ¿el Espíritu llegaría a responder?
"No; el Espíritu que no quiere responder tiene siempre la facilidad de marcharse.
Por esto es menester esperar cuando se os dice, y sobre todo no os empeñéis en querer hacernos responder. Insistir para obtener una contestación que no se os quiera dar, es el medio seguro de ser engañado."
6. ¿Todos los Espíritus son aptos para comprender las preguntas que se les hacen?
"Lejos de esto, los Espíritus inferiores son incapaces de comprender ciertas cuestiones, lo que no les impide el contestar bien o mal, como tiene lugar entre vosotros."
Observación. - En ciertos casos, y cuando es útil, sucede con frecuencia que un Espíritu más elevado viene en ayuda del Espíritu ignorante y le indica lo que debe decir.
Se conoce esto por el contraste de ciertas respuestas, y además porque a menudo el mismo Espíritu conviene en ello. Esto sólo tiene lugar con Espíritus ignorantes de buena fe, pero nunca con los que hacen gala de un falso saber.

289. Preguntas sobre el porvenir
7. ¿Pueden los Espíritus hacernos conocer el porvenir?
"Si el hombre conociera el porvenir descuidaría el presente.
"Este es un asunto sobre el cual insistís siempre para obtener una respuesta precisa; es un gran mal, porque la manifestación de los Espíritus no es un medio de adivinación. Si os empeñáis en querer una respuesta se os dará por un Espíritu duende; os lo decimos a cada momento." (Véase El Libro de los Espíritus, "conocimiento del porvenir, número 868").
8. ¿No hay, sin embargo, algunos acontecimientos futuros que se han anunciado espontáneamente y con verdad por los Espíritus?
"Puede suceder que el Espíritu prevea cosas que juzga útil hacer conocer, o que tenga misión de hacéroslo saber; pero hay mucho que desconfiar de los Espíritus mentirosos que se divierten en hacer predicciones. Sólo el conjunto de circunstancias puede hacer apreciar el grado de confianza que merecen."
9. ¿De qué clase de predicciones se debe desconfiar más?
"De todas aquellas que no tienen un objeto de utilidad 'general'. Las predicciones personales casi siempre pueden ser consideradas como apócrifas."
10. ¿Cuál es el objeto de los Espíritus que anuncian espontáneamente acontecimientos que no tienen lugar?
"Lo más a menudo es para divertirse de la credulidad, del miedo o de la alegría que causan; después se ríen de la contrariedad. Estas predicciones engañosas tienen, sin embargo, algunas veces, un objeto más formal, y es el de poner a prueba a aquel a quien se hacen, a fin de ver el modo como toma la cosa y la naturaleza de sentimientos buenos o malos que hacen nacer en él."
Observación. - Tal podría ser, por ejemplo, el anuncio de lo que pueda lisonjear la concupiscencia o la ambición, como la muerte de una persona, la perspectiva de una herencia, etc.
11. ¿Por qué los Espíritus formales, cuando hacen presentir un acontecimiento, ordinariamente no fijan la techa, esto es, impotencia o voluntad por su parte?
"Lo uno y lo otro; pueden en ciertos casos hacer 'presentir' un acontecimiento; entonces es una advertencia que os hacen. En cuanto a precisar la época, a menudo no lo deben, y muchas veces no lo pueden, porque ellos mismos no lo saben. El Espíritu puede prever que una cosa tendrá lugar, pero el momento preciso puede depender de los acontecimientos, que aún no se han cumplido y que sólo Dios sabe. Los Espíritus ligeros que no tienen escrúpulo en engañaros os indican los días y las horas sin que les inquiete el resultado. Por esto toda predicción 'circunstanciada' debe seros sospechosa.
"Repito, nuestra misión es la de haceros progresar; ayudándoos tanto como podemos. El que pida a los Espíritus superiores la prudencia, nunca será engañado; pero no creáis que perdamos nuestro tiempo en escuchar todas vuestras necedades y en deciros la buena ventura; dejamos esto para los Espíritus ligeros que se divierten como los niños traviesos.
"La Providencia ha puesto límites a las revelaciones que pueden hacerse al hombre. Los Espíritus graves guardan silencio sobre todo lo que está prohibido hacer conocer. Insistiendo para obtener una respuesta os exponéis a las bellaquerías de los Espíritus inferiores, siempre dispuestos para aprovechar las ocasiones de tender la red a vuestra credulidad."
Observación - Los Espíritus ven, o presienten por inducción los acontecimientos futuros; ven que se cumplirán en un tiempo que no cuentan como nosotros; para precisar la época, les sería necesario que se identificaran con nuestro modo de calcular la duración, lo que no siempre juzga necesario; de aquí toma a menudo origen la causa de muchos errores aparentes.
12. ¿Hay hombres dotados de una facultad especial que les hace entrever el porvenir?
"Sí, aquellos cuyas almas se desprenden de la materia; entonces el Espíritu ve; y cuando es útil, Dios les permite revelar ciertas cosas para el bien; pero entre ellos hay muchos impostores y charlatanes. Esta facultad será más común en el porvenir."
13. ¿Qué hemos de pensar de los Espíritus que se complacen en pronosticar la muerte de alguno en día y hora fija?
"Estos Espíritus son bromistas de mal género que no tienen otro objeto que divertirse por el miedo que hacen. Nunca debe hacerse caso de lo que digan."
14. ¿En qué consiste que ciertas personas sean advertidas por presentimiento de la época de su muerte?
"Muchas veces su propio Espíritu lo sabe en sus momentos de libertad, y al despertar conserva la intuición. Estas personas, estando preparadas, no se asustan ni se conmueven. No ven en esta separación del cuerpo y del alma sino un cambio de situación o, si queréis, para ser más vulgar, el abandono de un vestido grosero en cambio de otro de seda. El miedo de la muerte disminuirá a medida que se arraigarán las creencias espiritistas."

290. Preguntas sobre las existencias pasadas y futuras 15. ¿Los Espíritus pueden hacernos conocer nuestras existencias pasadas?
"Dios permite algunas veces que sean reveladas según el objeto; si es para vuestra edificación y vuestra instrucción, serán verdaderas, y en este caso la revelación se hace casi siempre espontánea y de una manera enteramente imprevista; pero no lo permite nunca para satisfacer la vana curiosidad."
- ¿Por qué ciertos Espíritus no rehúsan nunca el hacer esta clase de revelaciones?
"Estos son Espíritus bromistas que se divierten a vuestras expensas. En general vosotros debéis mirar como falsas, o al menos sospechosas, todas las revelaciones de esta naturaleza que no tengan un objeto eminentemente formal y útil. Los Espíritus burlones se complacen en Iisonjear el amor propio con pretendidos orígenes. Hay médiums y creyentes que aceptan como moneda corriente todo lo que se les dice sobre este punto, y que no ven que el estado actual de su Espíritu en nada justifica el rango que pretenden haber ocupado; pequeña vanidad, con la que se divierten los Espíritus burlones lo mismo que los hombres. Seria más lógico y más conforme a la marcha progresiva de los seres el que hubiesen subido y no descendido, lo que sería más honroso para ellos. Para que pudieran creerse esta especie de revelaciones sería preciso que se hicieran espontáneamente por diferentes médiums extraños los unos a los otros, ignorando lo que se hubiese revelado anteriormente; entonces parece que hay una razón evidente para creer."
- Si uno no puede conocer su individualidad anterior, ¿sucede lo mismo con la clase de existencia que ha tenido de la posición social que ha ocupado, de las cualidades y defectos que han dominado en nosotros?
"No; esto puede ser revelado, porque de ello podéis sacar provecho para vuestro mejoramiento; pero, por otra parte, estudiando vuestro presente, vosotros mismos podéis deducir vuestro pasado." (Véase El Libro de los Espíritus: "Olvido del pasado, núm. 392").
16. ¿Puede sernos revelada alguna cosa sobre nuestras existencias futuras?
"No; todo lo que os digan ciertos Espíritus con este objeto sólo será una burla; y esto se comprende: vuestra existencia futura no puede decretarse antes, puesto que será lo que vosotros mismos habréis merecido por vuestra conducta sobre la Tierra, y por las resoluciones que habréis tomado cuando seréis Espíritus. Cuanto menos tendréis que expiar, más feliz será, pero saber cómo y en dónde será esta existencia, repito que es imposible, salvo el caso especial y raro de los Espíritus que sólo están en la Tierra para cumplir una misión importante, porque entonces su ruta está de algún modo trazada con anticipación."

291. Preguntas sobre los intereses morales y materiales
17. ¿Pueden pedirse consejos a los Espíritus?
"Sí, ciertamente; los Espíritus buen os jamás rehúsan ayudar a aquellos que les evocan con confianza, principalmente por lo que concierne al alma; pero rechazan a los hipócritas, 'aquellos que parece que quieren pedir la luz y se complacen en las tinieblas'."
18. ¿Los Espíritus pueden dar consejos sobre las cosas de intereses privados?
"Alguna vez, según el motivo. Esto depende de aquellos a quienes uno se dirige. Los consejos concernientes a la vida privada, se dan con más exactitud por los Espíritus familiares, porque unen a una persona y se interesan por lo que la concierne; es el amigo, el confidente de vuestros pensamientos más secretos; pero a menudo les fatigáis con preguntas tan descabelladas, que os dejan. Seria también absurdo el pedir cosas íntimas a Espíritus que os son extraños, lo mismo que si para esto os dirigierais al primer individuo que encontraseis en la calle. Vosotros no deberíais olvidar jamás que la puerilidad de las demandas es incompatible con la superioridad de los Espíritus. Es también preciso tomar en cuenta las cualidades del Espíritu familiar que puede ser bueno o malo, según sus simpatías por la persona con quien se comunica. El Espíritu familiar de un hombre malo es un mal Espíritu, cuyos consejos pueden serle perniciosos, pero que se alela y cede el puesto a un Espíritu mejor, si el hombre se mejora a sí mismo. A los semejantes, sus semejantes."
19. Los Espíritus familiares, ¿pueden favorecer los intereses familiares por las revelaciones?
"Pueden, y lo hacen algunas veces según las circunstancias, pero estad seguros que los Espíritus buenos nunca se prestan a servir la ambición. Los malos hacen reflejar a vuestros ojos mil atractivos para estimularla y en seguida mixtificaros por la decepción. Sabed también, que si vuestra prueba es de sufrir tal o cual vicisitud,
vuestros Espíritus protectores pueden ayudaros a soportarla con más resignación y endulzarla algunas veces; pero en el interés de vuestro porvenir no le es permitido el libraros de ella. De la misma manera que un buen padre no concede a su hijo todo lo que desea."
Observación. - Nuestros Espíritus protectores pueden en algunas circunstancias, indicarnos el mejor camino, sin que por esto nos conduzcan con la mano; de otro modo perderíamos toda iniciativa y no nos atreveríamos a dar un paso sin su socorro, y esto sería en perjuicio de nuestro perfeccionamiento. Para progresar, el hombre necesita a menudo adquirir la experiencia a sus expensas; por esto los Espíritus prudentes, aconsejándonos, nos entregan muchas veces a nuestras propias fuerzas, como lo hace un hábil preceptor con sus discípulos.
En las circunstancias ordinarias de la vida, nos aconsejan por la inspiración y de este modo nos dejan todo el mérito del bien, como nos dejan toda la responsabilidad de la mala acción.
Sería abusar de la condescendencia de los Espíritus familiares y comprender mal su misión, el preguntarles a cada instante sobre las cosas más vulgares como lo hacen ciertos médiums. Algunos de estos por cualquier cosa toman el lápiz y piden consejo sobre las cosas más sencillas. Esta manía denota la pequeñez de las ideas, al mismo tiempo hay la presunción de creer que siempre se tiene un Espíritu a sus órdenes, no teniendo otra cosa que hacer que ocuparse de nosotros y de nuestros pequeños intereses. Es además, aniquilar su propio juicio y reducirse a un papel pasivo, sin provecho para la vida presente y con seguridad perjudicial para el adelantamiento futuro.
Si hay puerilidad en preguntar a los Espíritus por cosas fútiles, no la hay menos de parte de los Espíritus que se ocupan espontáneamente de lo que se pueden llamar detalles caseros; pueden ser buenos, pero seguramente son muy terrestres.
20. Si una persona deja al morir sus negocios en confusión, ¿puede pedirse a su Espíritu el que ayude a ponerlos en claros y se puede también preguntar sobre el haber real que ha dejado, en el caso que este haber no sea conocido, si es en interés de la justicia?
"¿Vosotros olvidáis que la muerte es salir de los cuidados de la Tierra? ¿Creéis vosotros que el Espíritu que es feliz por su libertad venga voluntariamente a volver a tomar su cadena y a ocuparse de cosas que ya no le pertenecen, para satisfacer la ambición de sus herederos que pueden haberse alegrado de su muerte con la esperanza de que les sería más provechosa? Habla de justicia; pero la justicia está en la decepción de su codicia; es el principio de los castigos que Dios reserva a su ambición por los bienes de la Tierra. Por otra parte, los enredos que algunas veces deja la muerte de una persona hacen parte de las pruebas de esta vida, y no está en el poder de ningún Espíritu el libraros, porque están en los decretos de Dios."
Observación. - La contestación anterior contrariará sin duda aquellos que se figuran que los Espíritus no tienen otra cosa que hacer que el servirnos de auxiliares lúcidos para guiarnos, no hacia el cielo, sino sobre la Tierra. Otra consideración viene en apoyo de esta respuesta. Si un hombre ha dejado durante su vida sus negocios en desorden por incuria, no es verosímil que después de la muerte tenga por ello cuidado, porque debe ser feliz de haber quedado libre de las incomodidades que le causaban, y por poco que esté elevado les dará menos importancia como Espíritu que como hombre. En cuanto a los bienes desconocidos que ha podido dejar, no tienen ningún motivo de interesarse por sus ávidos herederos que seguramente no se acordarían de él, si no esperasen sacar algún provecho, y si aun está imbuido de las pasiones humanas, puede tener un placer pernicioso por su contrariedad.
Si por el interés de la justicia y de las personas que afecciona, un Espíritu juzga útil hacer revelaciones de esta clase, lo hace espontáneamente, y para esto no tiene necesidad de ser médium, ni valerse de otro que lo sea; conduce al conocimiento de las cosas por circunstancias inesperadas, pero esto no es por las preguntas que se le hacen, atendido que esta pregunta no puede cambiar la naturaleza de las pruebas que se deben sufrir; seria más bien a propósito para agravarlas, porque casi siempre es un indicio de avaricia, y prueba al Espíritu que se ocupan de él por interés. (Véase 295).

292. Preguntas sobre la suerte de los Espíritus
21. ¿Pueden pedirse a los Espíritus noticias sobre su situación en el mundo de los Espíritus?
"Sí, y las dan con gusto cuando la pregunta se hace por simpatía o el deseo de serles útil, y no por curiosidad."
22. ¿Pueden los Espíritus describir la naturaleza de sus sufrimientos o de su felicidad?
"Perfectamente, y esta clase de revelaciones son una gran instrucción para vosotros, porque os inician en la verdadera naturaleza de las penas y de las recompensas futuras; destruyendo las ideas falsas que os hacéis con este motivo, sirven para reanimar la fe, y vuestra confianza en la voluntad de Dios. Los Espíritus buenos son felices cuando os describen la felicidad de los elegidos; los malos pueden ser obligados a describir sus sufrimientos, a fin de provocar el arrepentimiento entre ellos; algunas veces encuentran también en esto una especie de consuelo; es el infeliz que exhala su queja con la esperanza de la compasión.
"No olvidéis que el objeto esencial, exclusivo del Espiritismo, es vuestro mejoramiento, y para conseguirlo está permitido a los Espíritus el iniciaros en la vida futura, ofreciéndoos ejemplos de los que podéis aprovecharos. Cuanto más os identificaréis con el mundo que os espera, menos hallaréis a faltar el que vosotros habitáis ahora. En suma, este es el actual objeto de la revelación."
23. ¿Evocando a una persona cuya suerte es desconocida, puede saberse por ella misma si existe aún?
"Sí, si la incertidumbre de su muerte no es una 'necesidad' o una prueba para aquellos que tienen interés en saberlo."
- Si es muerta, ¿puede hacer conocer las circunstancias de su muerte de una manera que se pueda comprobar?
"Si ella da a esto alguna importancia, lo hará; de otro modo hace poco caso."
Observación. - La experiencia prueba que en este caso, el Espíritu no está de ninguna manera excitado por motivos del interés que se puede tener por conocer las circunstancias de su muerte; si tiene intención de revelarlas, lo hace por su propia voluntad; sea por conducto medianímico, sea por visiones o apariciones, y entonces puede dar las indicaciones más precisas; en caso contrario un Espíritu mentiroso puede engañar perfectamente y divertirse haciendo buscar inútilmente.
Sucede a veces que la desaparición de una persona cuya muerte no puede hacerse constar oficialmente, pone trabas a los negocios de familia. Sólo en casos muy raros y excepcionales hemos visto a los Espíritus poner el camino de la verdad según la demanda que se les ha hecho; si ellos quisieron hacerlo, sin duda lo podrían, pero, a menudo, esto no les es permitido si estos inconvenientes son pruebas para aquellos que estuviesen interesados en eximirse de ellas.
Es, pues, el artificio de una esperanza quimérica el procurar por este medio la posesión de herencia, y lo más positivo es el dinero que se gasta con este objeto.
No faltan Espíritus dispuestos a lisonjear semejantes esperanzas, y que no tienen escrúpulo en inducir a que se gestione, dándose uno algunas veces por muy satisfecho, salvándose con un poco de ridículo.

293. Preguntas sobre la salud
24. ¿Los Espíritus pueden dar consejos sobre la salud?
"La salud es una condición necesaria para el trabajo que debe uno hacer en la Tierra; por esto se ocupan de la salud con gusto; pero como entre ellos hay ignorantes y sabios, tanto para esto como para lo demás, no conviene dirigirse al primero que llega."
25. Dirigiéndose al Espíritu de una celebridad en medicina, ¿se puede tener más seguridad en un buen consejo?
"Las celebridades terrestres no son infalibles y muchas veces tienen ideas sistemáticas que no siempre son justas y de las que la muerte no les libra en seguida. La ciencia terrestre es muy poca cosa con respecto a la ciencia celeste; sólo los Espíritus superiores tienen la última; sin que tengan nombres conocidos para vosotros, pueden saber mucho más que vuestros sabios en todas las cosas. La ciencia sola no hace a los Espíritus superiores, y os asombraríais del puesto que ocupan ciertos sabios entre nosotros. El Espíritu de un sabio puede, pues, no saber más que lo que sabía en la Tierra, si no ha progresado como Espíritu."
26. ¿El sabio, cuando es Espíritu, reconoce sus errores científicos?
"Si ha llegado a un grado bastante elevado para quedar desembarazado de su vanidad y comprender que su desarrollo no es completo, los reconoce y los confiesa sin que le cause pena; pero si no está bastan te desmaterializado, puede conservar alguna de las preocupaciones de que estaba imbuido en la Tierra."
27. ¿Podría un médico, evocando a sus enfermos que murieron, obtener aclaraciones sobre la causa de su muerte, las faltas que pudo haber cometido en el tratamiento, y adquirir de este modo mayor experiencia?
"Lo puede y le sería muy útil, sobre todo si se hacía asistir por Espíritus ilustrados que supliesen la falta de conocimientos de ciertos enfermos. Pero para esto sería preciso que hiciese este estudio de una manera formal, asidua, con objeto humanitario y no como un medio de adquirir sin pena saber y fortuna."
294. Preguntas sobre las invenciones y los descubrimientos
28. ¿Los Espíritus pueden guiar en las averiguaciones científicas y en los descubrimientos?
"La ciencia es la obra del genio; no debe adquirirse sino por el trabajo, porque sólo por el trabajo el hombre adelanta en su camino. ¿Qué mérito tendría si para saberlo todo no tenía más que preguntar a los Espíritus? A este precio el imbécil puede ser sabio. Lo mismo sucede con las invenciones y descubrimientos de la industria. Otra consideración: cada cosa debe venir a su tiempo y cuando las ideas están en disposición de recibirle; si el hombre tuviese este poder, trastornaría el orden de las cosas, haciendo que viniese el fruto antes de la estación.
"Dios ha dicho al hombre: Tú sacarás de la tierra tu alimento con el sudor de tu frente; admirable figura que pinta su condición aquí abajo, debe progresar en todo por el esfuerzo de su trabajo; si se le diesen las cosas hechas, ¿para qué serviría su inteligencia? Sería como un estudiante que otro le hace lo que le corresponde hacer a él."
29. ¿El sabio y el inventor no están nunca asistidos por los Espíritus en sus investigaciones?
" iOh! esto es muy diferente. Cuando ha llegado el tiempo de un descubrimiento, los Espíritus encargados de dirigir la marcha, buscan el hombre capaz de conducirlo a buen fin, y le inspiran las ideas necesarias, de manera que le dejan todo el mérito, porque estas ideas, es menester que las elabore y las ponga en obra. Así sucede con todos los grandes trabajos de la inteligencia humana. Los Espíritus dejan a cada hombre en su esfera; de aquél que sólo es a propósito para cavar la tierra no le harán el depositario de los secretos de Dios; pero sabrán sacar de la oscuridad el hombre capaz de secundar sus designios. No os dejéis pues, arrastrar por la curiosidad o ambición por un camino que no es el objeto del Espiritismo y que terminaría para vosotros en las más ridículas mixtificaciones."
Observación - El conocimiento más esclarecido del Espiritismo, ha calmado el ardor de los descubrimientos que en el principio se habían lisonjeado algunos de hacer por este medio. Hasta se habían pedido a los Espíritus recetas para teñir y hacer crecer el pelo y curar los callos, etc. Nosotros hemos visto muchas gentes que creían haber hecho su fortuna y sólo han recogido procedimientos más o menos ridículos. Lo mismo sucede cuando se quiere con la ayuda de los Espíritus, penetrar los misterios del origen de las cosas; ciertos Espíritus tienen sobre estas materias, su sistema, que no vale más que el de los hombres, y es muy prudente el no acogerle sino con la más grande reserva.

295. Preguntas sobre los tesoros ocultos
30. ¿Pueden los Espíritus hacer que se descubran los tesoros ocultos?
"Los Espíritus superiores no se ocupan de estas cosas, pero los Espíritus burlones, a menudo indican tesoros que no existen, o pueden también hacer ver que hay uno en un paraje, mientras que está a la parte opuesta; y esto tiene su utilidad para demostrar que la verdadera fortuna está en el trabajo. Si la Providencia destina riquezas ocultas a alguno, las encontrará naturalmente; pero no de otro modo."
31. ¿Qué hemos de pensar de la creencia de los Espíritus guardianes, de los tesoros ocultos?
"Los Espíritus que aún no están desmaterializados se aficionan a las cosas. Los avaros que han ocultado sus tesoros pueden aun vigilarlos y guardarlos después de la muerte, y la perplejidad en que están de verlos llevar es uno de sus castigos, hasta que comprenden la inutilidad para ellos. Hay también Espíritus de la tierra encargados de dirigir las transformaciones interiores y de los que por alegoría se han hecho los guardianes de las riquezas naturales."
Observación. - La cuestión de los tesoros ocultos está en la misma categoría que la de las herencias desconocidas; bien loco sería el que contase con las pretendidas revelaciones que pueden hacérsele por los bromistas del mundo invisible. Hemos dicho que cuando los Espíritus tienen o pueden hacer semejantes revelaciones, las hacen espontáneamente, y no tiene necesidad de médium para esto. Aquí tenéis un ejemplo:
"Una señora acababa de perder a su marido después de treinta años de matrimonio, y se encontraba en vísperas de ser expulsada de su domicilio, sin ningún recurso, por sus hijastros, a los que había hecho de madre. Su desespero llegaba a su colmo, cuando una tarde se le apareció su marido y la dijo que le siguiera a su gabinete; allí le enseñó su secreter que estaba aun con los sellos del embargo, y por un efecto de doble vista, le hizo ver el interior; le indicó un cajón secreto que ella no conocía y cuyo mecanismo le explicó, añadiendo: 'he previsto lo que sucedería, y he querido asegurar vuestra suerte; en este cajón están mis últimas disposiciones; os cedo el usufructo de esta casa y una renta de . . . ' ; después desapareció. El día que se quitaron los sellos nadie pudo abrir el cajón; entonces la señora contó lo que la había sucedido. Lo abrió siguiendo las instrucciones que le había dado su marido, y se encontró el testamento conforme a lo que le había sido anunciado".

296. Preguntas sobre los otros mundos
32. ¿Qué grado de confianza puede haber en las descripciones que los Espíritus hacen de los diferentes mundos?
"Esto depende del grado de adelantamiento 'real' de los Espíritus que dan estas descripciones; porque vosotros comprendéis que los Espíritus vulgares son tan incapaces de daros noticias con respecto a esto, como un ignorante entre vosotros para describiros todos los países de la Tierra. Muchas veces dirigís preguntas científicas sobre estos mundos a Espíritus que no las pueden resolver; si son de buena fe, hablan de ellos según sus ideas personales; si son Espíritus ligeros, se divierten dándoos descripciones extravagantes y fantásticas, tanto más que estos Espíritus que no están desprovistos de imaginación en la erraticidad como en la Tierra, sacan de esta facultad la narración de muchas cosas que nada tienen de real. Sin embargo, no creáis en la imposibilidad absoluta de tener sobre estos mundos, algunas aclaraciones, los mismos Espíritus buenos se complacen en describiros aquellos que ellos habitan, a fin de serviros de enseñanza para mejoraros, y convidaros a seguir el camino que puede conduciros a ellos; es un medio de fijar vuestras ideas sobre el porvenir y no dejaros en la vaguedad."
¿Qué comprobación puede haber para la exactitud de estas descripciones?
"La mejor comprobación es la concordancia que puede haber entre ellas; pero acordáos que tienen por objeto vuestra mejora moral y que por consiguiente podéis ser informados mejor sobre el estado moral de sus habitantes que sobre el estado físico o geológico de estos globos. Con vuestros conocimientos actuales, ni aun podríais comprenderlo; este estudio no serviría para vuestro progreso en la Tierra, y cuando estaréis allí tendréis toda la posibilidad de hacerlo."
Observación. - Las cuestiones sobre la constitución física y los elementos astronómicos de los mundos, entran en el orden de las investigaciones científicas de las que los Espíritus no deben ahorrarnos el trabajo; sin esto, un astrónomo encontraría muy cómodo el hacerles hacer sus cálculos, con lo que se guardaría muy bien de convenir sin duda. Si por la revelación podan los Espíritus ahorrar el trabajo de un descubrimiento, es probable que lo hicieran en favor de un sabio bastante modesto para reconocer abiertamente el origen, más bien que en provecho de los orgullosos que los niegan, y a los que por el contrario conducen a menudo las decepciones de amor propio.

CAPÍTULO XXVII
DE LAS CONTRADICCIONES Y DE LAS MIXTIFICACIONES

De las contradicciones

297. Los adversarios del Espiritismo, no se descuidan de echar en cara a los adeptos del Espiritismo, que no están acordes entre ellos; que no todos participan de las mismas creencias; en una palabra, que se contradicen. Ellos dicen: Si la enseñanza se os ha dado por los Espíritus, ¿en qué consiste que no es idéntica? Un estudio formal y profundo de la ciencia es lo único que puede reducir este argumento a su justo valor.
Démonos prisa en decir primeramente que estas contradicciones, de las que ciertas personas hacen un grande aparato, en general son más aparentes que reales; que a menudo tienden más a la superficie que al fondo de la cosa y que por consiguiente, no tienen importancia. Las contradicciones provienen de dos orígenes: los hombres y los Espíritus.

298. Las contradicciones de origen humano se han explicado suficientemente en el capítulo de los "sistemas", num. 36, al que nos remitimos. Todos comprenderán que en el principio, cuando las observaciones eran aun incompletas, se originaron opiniones divergentes sobre las causas y las consecuencias de los fenómenos espiritistas, opiniones cuyas tres cuartas partes han caído ante un estudio más formal y más profundo. Con muy pocas excepciones y aparte de algunas personas que no quieren abandonar fácilmente las ideas que han abrigado o creado ellas mismas, se puede decir que hoy hay unidad en la inmensa mayoría de los espiritistas, al menos en cuanto a los principios generales, a excepción puede ser, de algunos detalles insignificantes.

299. Para comprender la causa y el valor de las contradicciones de origen espiritista, es menester haberse identificado con la naturaleza del mundo invisible, y haberlo estudiado en todas sus fases. En un principio, puede parecer extraño que los Espíritus no piensen todos del mismo modo, pero esto no puede sorprender al que se haya hecho cargo del número infinito de grados que deben recorrerse antes de llegar a lo último de la escala. Suponerles una apreciación igual de las cosas, sería suponerles también en un mismo nivel; pensar que todos deben ver justo, sería admitir que todos han llegado a la perfección, lo que no es así ni puede ser, si se considera que no son otra cosa sino la humanidad despojada de la cubierta corporal. Pudiendo manifestarse los Espíritus de todas clases, resulta de esto que las comunicaciones llevan el sello de su ignorancia o de su saber, de su inferioridad, o de su superioridad moral. Es preciso distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, según las instrucciones que hemos dado.
Es menester no olvidar que entre los Espíritus hay, como entre los hombres, falsos y semi-sabios, orgullosos, presuntuosos y sistemáticos. Como sólo es dado a los Espíritus perfectos el conocerlo todo, para los otros, así como para nosotros, hay aún misterios que explican a su modo, según sus ideas, y sobre las cuales pueden hacerse opiniones mas o menos justas, que su amor propio se empeña en hacer prevalecer y que desean reproducir en sus comunicaciones. El mal consiste en que algunos de sus intérpretes han admitido con demasiada ligereza opiniones contrarias al buen sentido y en haberse constituido los editores responsables. De este modo las contradicciones de origen espiritista no reconocen otra causa que la diversidad en la inteligencia, los conocimientos, el juicio y la moralidad de ciertos Espíritus, que aun no son aptos para conocerlo y comprenderlo todo. (Véase Libro de los Espíritus, "Introducción", § XIII; "Conclusión , párrafo IX)..367

300. Algunos dirán, ¿para qué sirve la enseñanza de los Espíritus, si no nos ofrece más certeza que la enseñanza de los hombres? La respuesta es muy fácil. No aceptamos con igual confianza la enseñanza de todos los hombres y entre dos doctrinas, damos la preferencia a aquella cuyo autor nos parece más ilustrado, más capaz, más juicioso, menos accesible a las pasiones; lo mismo debe hacerse con los Espíritus. Si en el número no los hay más adelantados que la humanidad, hay también muy crecido número que han ido más allá y éstos pueden darnos instrucciones que en vano quisiéramos recibir de los hombres más instruidos. Es menester que nos dediquemos a distinguirles de la turba de Espíritus inferiores, si uno quiere ilustrarse, y esta distinción conduce al conocimiento profundo del Espiritismo. Pero estas instrucciones tienen también un límite, y si a los Espíritus no les es dado el saberlo todo, con mucha más razón debe suceder lo mismo con los hombres. Hay, pues, cosas que se preguntarían en vano, sea porque les está prohibido revelarlas, sea porque las ignoran ellos mismos, y sobre las cuales sólo pueden darnos su opinión personal; los Espíritus orgullosos dan estas opiniones personales como verdades absolutas. Insisten sobre todo en querer decir lo que debe estar oculto, como el porvenir y el principio de las cosas con el fin de darse la importancia de estar en posesión de los secretos de Dios; en estos puntos sobre todo es en donde hay más contradicciones. (Véase el capítulo precedente).

301. He aquí las respuestas dadas por los Espíritus a las preguntas siguientes relativas a las contradicciones:
1. ¿Comunicándose el mismo Espíritu en dos centros diferentes, puede sobre un mismo asunto transmitir respuestas contradictorias?
"Si los dos centros difieren entre sí de opiniones y de pensamientos, la respuesta podrá ser disfrazada, porque están bajo la influencia de diferentes columnas de Espíritus: la respuesta no es la que es contradictoria, sino el modo como se da."
2. Se concibe que una respuesta pueda ser alterada; pero cuando las cualidades del médium excluyen toda idea de mala influencia, ¿en qué consiste que los Espíritus superiores tengan un lenguaje diferente y contradictorio sobre un mismo asunto con personas perfectamente formales?
"Los Espíritus realmente superiores no se contradicen nunca, y su lenguaje es el mismo siempre, con las mismas personas. Puede ser diferente según las personas y los lugares; pero es menester tener cuidado, que a menudo la contradicción sólo es aparente; está más en las palabras que en los pensamientos; porque reflexionando se ve que la idea fundamental es la misma. Además el mismo Espíritu puede responder diferentemente sobre la misma cuestión, según el grado de perfección de los que le evocan, porque no siempre es bueno que todos tengan la misma contestación, puesto que no están tan adelantados. Es exactamente como si un sabio y un niño te hicieran la misma pregunta; ciertamente contestaría al uno y al otro de manera que pudieran comprenderte y satisfacerles, la contestación, aunque diferente, tendría sin embargo el mismo fondo."
3. ¿Con qué objeto los Espíritus formales parece que quieren acreditar con respecto a unas personas, ideas y aun preocupaciones que combaten respecto a otras?
"Es menester que nos hagamos comprender Si alguno tiene una convicción bien fija sobre una doctrina aunque sea falsa, es menester que le separemos de esta convicción, pero poco a poco; por esto nos servimos muchas veces de "sus términos" y parece que abundamos en las mismas ideas, con el fin de que no se ofusque de repente y cese de instruirse por nosotros.
"Por lo demás, no es bueno contradecir bruscamente las preocupaciones; éste sería el medio de no ser escuchado por esto los Espíritus hablan muchas veces según la opinión de aquellos que les escuchan con el fin de conducirles poco a poco a la verdad. Apropian su lenguaje a las personas, como tú mismo lo haces si eres orador un poco hábil; por esto no hablarán a un chino o a un mahometano como a un francés o a un cristiano, porque estarían seguros de ser rechazados.
"No puede tomarse por contradicción lo que muchas veces sólo es una parte de la elaboración de la verdad. Todos los Espíritus tienen su tarea señalada por Dios; la cumplen con las condiciones que juzgan convenientes para el bien de aquellos que reciben sus comunicaciones."
4. Las contradicciones, aun aparentes, pueden poner dudas en el Espíritu de ciertas personas. ¿Qué comprobación puede haber para conocer la verdad?
"Para discernir el error de la verdad, es menester profundizar estas respuestas y meditar mucho tiempo formalmente; debe hacerse todo un estudio. Para éste como para estudiar las demás cosas, es necesario el tiempo.
"Estudiad, comparad, profundizad; os lo decimos sin cesar, el conocimiento de la verdad se adquiere a este precio. ¿Cómo queréis llegar a la verdad cuando lo interpretáis todo según vuestras ideas limitadas que vosotros tomáis por grandes? Pero no está lejos el día en que la enseñanza de los Espíritus será uniforme por todas partes, así en los detalles como en las cosas principales. Su misión es de destruir el error, pero esto no puede venir sino sucesivamente."
5. Hay personas que no tienen ni el tiempo ni las aptitudes necesarias para un estudio formal y profundo, y que aceptan lo que se les enseña sin examen. ¿Hay inconveniente para ellas en comunicarle los errores?
"Que practiquen el bien y que no hagan mal, esto es lo esencial; para esto no hay dos doctrinas. El bien es siempre el bien, que lo hagáis en nombre de Allah o de Jheo-vah, porque sólo hay un Dios en todo el Universo."
6. ¿Cómo Espíritus que parecen desarrollados en inteligencia, pueden tener ideas evidentemente falsas sobre ciertas cosas?
"Ellos tienen su doctrina. Los que no están bastante adelantados, y creen estarlo, toman sus ideas por verdades. Sucede lo mismo que entre vosotros."
7. ¿Qué hemos de pensar de las doctrinas según las cuales podría comunicarse un solo Espíritu y que éste seria o Dios o Jesús?
"El Espíritu que enseña esto quiere dominar, por esto quiere hacer creer que es solo, pero el desgraciado que se atreve a tomar el nombre de Dios expiará caro su orgullo. En cuanto a estas doctrinas, se refutan por sí mismas, porque están en contradicción con los hechos más verídicos; no merecen examen formal porque no
tienen raíces.
"La razón os dice que el bien procede de un buen origen y el mal de un origen malo. ¿Por qué quisierais que un buen árbol diese mal fruto? ¿Habéis cogido nunca un racimo de uvas de un manzano? La diversidad de comunicaciones es la prueba más patente de la diversidad de su origen. Por lo demás, los Espíritus que pretenden comunicarse solos se olvidan de decir el porqué los otros no pueden hacerlo. Su pretensión es la negación de aquello que el Espiritismo tiene por más hermoso y consolador: las relaciones del mundo visible y del mundo invisible, de los hombres con los seres que les son queridos, y que de este modo se habrían perdido para ellos sin ninguna esperanza. Estas son las relaciones que identifican al hombre con su porvenir, que lo separan del mundo material; suprimir estas relaciones es sumergirle en la duda que es lo que hace su tormento; es dar pábulo a su egoísmo. Examinando con cuidado la doctrina de estos Espíritus, a cada paso se encontrarán contradicciones injustificables, las señales de su ignorancia sobre las cosas más evidentes, y por consiguiente los signos ciertos de su inferioridad. El Espíritu de Verdad."
8. De todas las contradicciones que se notan en las comunicaciones de los Espíritus, una de las más notables es la que hace relación a la reencarnación. Si la reencarnación es una necesidad de la vida de los Espíritus, ¿en qué consiste que no todos los Espíritus la enseñan?
"¿No sabéis que hay Espíritus, cuyas ideas son limitadas, por ahora, como entre muchos hombres de la Tierra? Creen que lo que pasa por ellos debe durar siempre; no ven más allá del círculo de sus percepciones y les tiene sin cuidado el no saber ni de dónde vienen ni a dónde van, y por lo mismo deben sufrir la ley de la necesidad. La reencarnación es para ellos una necesidad con la que no piensan hasta que llega; saben que el Espíritu progresa, pero ¿de qué modo? Para ellos es un problema. Entonces si les preguntáis, os hablarán de los siete cielos, sobrepuestos como pisos; aun habrá quien os hable de la esfera de fuego, de la esfera de las estrellas, después de la ciudad de las flores y de la ciudad de los elegidos."
9. Concebimos que los Espíritus poco adelantados, no comprendan esta cuestión; pero ¿en qué consiste que Espíritus de una inferioridad moral e intelectual notoria, hablen espontáneamente de sus diferentes existencias, y de su deseo de reencarnarse para rescatar su pasado?
"En el mundo de los Espíritus pasan cosas que es bien difícil que podáis comprender ¿No tenéis entre vosotros, personas muy ignorantes sobre ciertas cosas, y que están ilustradas sobre otras; personas que tienen más criterio que instrucción, y otras que tienen más genio que criterio? ¿No sabéis también que ciertos Espíritus se complacen en mantener a los hombres en la ignorancia, haciendo como que les instruyen, y que se aprovechan de la facilidad con que dan crédito a sus palabras?
Podrán seducir a aquellos que no buscan el fondo de las cosas, pero cuando se les conduce al fin por el razonamiento, no sostienen su papel por mucho tiempo.
"Por lo demás es menester tener cuidado con la prudencia que en general los Espíritus ponen en la promulgación de la verdad: la luz demasiado viva y repentina deslumbra y no da claridad. Pueden, pues, en ciertos casos juzgar útil el esparcirla sino gradualmente según los tiempos, los lugares y las personas. Moisés no enseñó todo lo que enseñó Cristo: y el mismo Cristo dijo muchas cosas, cuya inteligencia estaba reservada a las generaciones futuras. Habláis de la reencarnación y os admiráis que este principio no se haya enseñado en ciertos parajes; pero es menester que penséis que en un país en el que la preocupación del color tiene su reinado absoluto, en donde la esclavitud está arraigada en las costumbres, se hubiera rechazado el Espiritismo sólo porque proclamaba la reencarnación, porque la idea de que el que es amo o señor puede ser esclavo, y recíprocamente, hubiera parecido monstruosa. ¿No valía más hacer aceptar el principio general, para después sacar las consecuencias? iOh, hombres! qué corta es vuestra vista para juzgar los designios de Dios; sabed, pues, que no se hace nada sin su permiso y sin un fin que vosotros muchas veces no podéis penetrar. Ya os he dicho que la unidad se hará en la creencia del Espiritismo; y tened por cierto que las disidencias, ya menos profundas, se disiparán poco a poco a medida que los hombres se ilustrarán y que al fin desaparecerán completamente, porque tal es la voluntad de Dios, contra lo cual no puede prevalecer el error.
El Espíritu de Verdad".
10. ¿Las doctrinas erróneas que pueden enseñarse por ciertos Espíritus, tienen por objeto el retardar el progreso de la ciencia verdadera?
"Vosotros quisiérais tenerlo todo sin trabajo; sabed que no hay campo en que no crezcan malas yerbas que el labrador debe extirpar. Estas doctrinas erróneas son una consecuencia de la inferioridad de vuestro mundo; si los hombres fuesen perfectos, sólo aceptarían la verdad; los errores son como las piedras falsas que sólo un ojo ejercitado puede distinguir; os falta, pues, un aprendizaje para distinguir lo verdadero de lo falso; pues bien, las falsas doctrinas son útiles para que os ejerciten en la práctica de distinguir la verdad del error."
- ¿Los que adoptan el error, retrasan su adelantamiento?
"Si adoptan el error es que no están bastante adelantados para comprender la verdad."

302. Esperando que se haga la unidad, todos creen que la verdad está de su parte y sostienen estar ellos solos en lo verdadero; ilusión que no deja de ocupar a los Espíritus mentirosos; ¿en qué puede basarse el hombre imparcial y desinteresado para formar juicio?
"La más pura luz no la obscurece ninguna nubecilla, el diamante sin mancha es el que tiene más valor: juzgad, pues, a los Espíritus por la pureza de su enseñanza. La unidad se hará del lado en que el bien no habrá estado nunca mezclado con el mal; a este lado se reunirán los hombres por la fuerza de las cosas porque juzgarán que es en donde está la verdad. Observad, por lo demás, que los principios fundamentales por todas partes son los mismos y deben reuniros en un pensamiento común: el amor de Dios y la práctica del bien. Cualquiera que sea, pues, el modo de progresar que se suponga para las almas, el objeto final es el mismo y el medio de conseguirlo es también el mismo: hacer el bien; no hay, pues, dos modos de hacerlo. Si nacen disidencias capitales en cuanto al principio de la doctrina, tenéis una regla cierta para apreciarlas. Esta regla es la siguiente: La mejor doctrina es aquella que más satisface al corazón y a la razón, y que más elementos tiene para conducir a los hombres al bien; yo os aseguro que es la que prevalecerá. El Espíritu de Verdad".
Observación. - Las contradicciones que se presentan en las comunicaciones espiritistas pueden depender de las siguientes causas: de la ignorancia de ciertos Espíritus; de la superchería de Espíritus inferiores, que por malicia o maldad dicen lo contrario de aquello que ha dicho en otra parte el Espíritu cuyo nombre usurpan; de la voluntad del mismo Espíritu que habla según los tiempos, los lugares y las personas, y puede juzgar útil no decirlo todo a todo el mundo; de la insuficiencia del lenguaje humano para expresar las cosas del mundo incorporal; de la insuficiencia de los medios de comunicación que no siempre permiten al Espíritu manifestar todo su pensamiento; en fin, de la interpretación que cada uno puede dar a una palabra o a una explicación, según sus ideas, sus preocupaciones o el punto de vista desde el cual mira la cosa. El estudio, la observación, la experiencia y la abnegación de todo sentimiento de amor propio, pueden solos enseñar a distinguir estas diferencias.

De las mixtificaciones

303. Si es desagradable el ser engañado, lo es más aun el ser mixtificado; por otra parte es uno de los inconvenientes más fáciles de salvar. Los medios de descubrir las astucias de los Espíritus mentirosos se han manifestado en todas las instrucciones precedentes; por esto hablaremos poco sobre el particular. Aquí están las respuestas de los Espíritus sobre este asunto:
1. Las mixtificaciones son uno de los escollos más desagradables del Espiritismo práctico; ¿hay un medio de preservarse de ellas?
"Me parece que podéis encontrar la respuesta en todo aquello que se os ha enseñado. Sí, cierto, hay para esto un medio sencillo, es no pedir al Espiritismo más que aquello que puede y debe daros; su objeto es el mejoramiento moral de la humanidad; si no os separáis de esto nunca seréis engañados, porque no hay dos modos de comprender la verdadera moral, la que puede admitir todo hombre de buen sentido.
"Los Espíritus vienen a instruiros y a guiaros por el camino del bien, y no por el de los honores y de la fortuna o para serviros en vuestras mezquinas pasiones. Si nunca se les pidiera nada trivial o que esté fuera de sus atribuciones, no se daría motivo a los Espíritus mentirosos; de donde debéis sacar en consecuencia que el que es mixtificado es porque lo merece.
"La misión de los Espíritus no es para enseñaros las cosas de este mundo, sino para guiaros con seguridad en lo que pueda seros útil para el otro. Cuando os hablan de cosas de aquí abajo, es porque lo juzgan necesario, pero esto no es según vuestra pregunta. Si viéseis en los Espíritus los substitutos de los adivinos y de los hechiceros, entonces sería cuando quedaríais engañados.
"Si los hombres sólo tenían que dirigirse a los Espíritus para saberlo todo, no tendrían ya su libre albedrío y se saldrían de la vía que Dios ha trazado a la humanidad.
El hombre debe obrar por si mismo; Dios no envía a los Espíritus para allanarles el camino material de la vida, sino para preparar el del porvenir."
- ¿Pero hay personas que no piden nada y son engañadas indignamente por los Espíritus que vienen espontáneamente sin que nadie les llame?
"Si no piden nada, dejan que digan, que viene a ser lo mismo. Si acogiesen con reserva y desconfianza todo lo que se separa del objeto esencial del Espiritismo, los Espíritus ligeros no les engañarían tan fácilmente."
2. Por qué permite Dios que personas sinceras que aceptan el Espiritismo de buena fe sean mixtificadas? ¿no podría esto tener por inconveniente el hacerles vacilar en su creencia?
"Si esto hiciera vacilar su creencia, su fe no sería muy sólida; las que renunciasen al Espiritismo por una simple contrariedad, probarían que no lo comprenden y que no se dedican a la parte formal. Dios permite las mixtificaciones para probar la perseverancia de los verdaderos adeptos, y castigar a aquellos que hacen de él un objeto de diversión. El Espíritu de Verdad".
Observación. - La truhanería de los Espíritus mixtificadores, sobrepuja muchas veces a todo lo que uno puede imaginarse; el arte con que dirigen sus tiros y combinan los medios de persuadir, sería una cosa curiosa, si sólo se tratase siempre de bromas inocentes, pero estas mixtificaciones pueden tener consecuencias desagradables para aquellos que se descuidan; somos bastante felices por haber podido abrir a "tiempo" los ojos a muchas personas que quisieron pedirnos nuestro consejo y haberles evitado acciones ridículas y comprometidas. Entre los medios que emplean estos Espíritus, es menester colocar en primera línea, como a más frecuentes, los que tienen por objeto tentar la avaricia, como la revelación de los pretendidos tesoros ocultos, el anunciar herencias u otros bienes de fortuna. También es menester mirar como sospechosos en primer grado los pronósticos en épocas fijas, así como todas las indicaciones precisas tocante a intereses materiales; guardarse de dar ningún paso prescrito o aconsejado por los Espíritus, cuando el objeto nos es eminentemente racional; no dejarse nunca cegar por los hombres que toman los Espíritus para dar una apariencia de verdad a sus palabras; desconfiar de las teorías y sistemas científicos aventurados; en fin, de todo lo que separa del objeto moral de las manifestaciones. Podríamos llenar un volumen muy curioso con la historia de todas las mixtificaciones que han venido a nuestro conocimiento.

CAPÍTULO XXVIII
CHARLATANISMO Y JUGLERÍA
Médiums interesados. - Fraudes espiritistas

Médiums interesados

304. Como todo puede llegar a ser un objeto de explotación, nada tendría de extraño que se quisieran explotar a los Espíritus; falta saber cómo tomarían ellos la cosa si alguna vez se intentara introducir semejante especulación. Diremos en primer lugar que nada se prestaría más al charlatanismo y a la truhanería que semejante negocio. Si se ven falsos sonámbulos, aun se verían más falsos médiums y esta sola razón sería un
motivo fundado de desconfianza. El desinterés, por el contrario, es la respuesta más perentoria que pueda oponerse a aquellos que sólo ven en los hechos una hábil maniobra. No hay charlatanismo desinteresado. ¿Cuál sería, pues, el objeto de las personas que usasen la superchería sin provecho, con más motivo, cuando su honradez notoria no permite sospechar de ellos?
Si las ganancias que un médium sacara de su facultad podían ser un motivo de sospecha, no sería una prueba que esta sospecha fuese fundada; podría, pues, tener una aptitud real y obrar de muy buena fe aun haciéndose retribuir: veamos si en este caso podemos razonablemente esperar un resultado satisfactorio.

305. Si se ha comprendido bien lo que hemos dicho sobre las condiciones necesarias para servir de intérprete a los buenos Espíritus, las causas numerosas que pueden alejarles, las circunstancias independientes de su voluntad que muchas veces son un obstáculo para que vengan, en fin, todas las condiciones "morales" que pueden ejercer una influencia sobre la naturaleza de las comunicaciones, ¿cómo podría suponerse que un Espíritu por poco elevado que fuese viniese a todas horas del día a ponerse bajo las órdenes de un empresario de reuniones y someterse a sus exigencias para satisfacer la curiosidad del primero que se presente?
¡Se sabe la aversión de los Espíritus por todo lo que es concupiscencia y egoísmo, el poco caso que hacen de las cosas materiales, y se quisiera que ayudasen a traficar su presencia! Esto lo repugna el pensamiento, y sería necesario conocer muy poco la naturaleza del mundo de los Espíritus para creer que pueda ser de este modo. Pero como los Espíritus ligeros son menos escrupulosos y sólo desean ocasiones de divertirse a nuestras expensas, resulta que si uno no es mixtificado por un falso médium, corre todo el peligro de serlo por alguno de entre ellos. Estas solas reflexiones dan la medida del grado de confianza que debería concederse a las comunicaciones de este género. Por lo demás, ¿para qué servirían los médiums pagados, puesto que si uno mismo no tiene esta facultad, puede encontrarla en su familia, entre sus amigos o conocidos?

306. Los médiums interesados no son únicamente aquellos que podrían exigir una retribución fija; el interés no se traduce siempre por la esperanza de una ganancia material, sino por las miras ambiciosas de todas las clases sobre las cuales se pueden fundar esperanzas personales; éste es también un mal paso del que saben muy bien aprovecharse los Espíritus burlones, con una destreza y una truhanería verdaderamente notables, entreteniendo con engañosas ilusiones a los que de este modo se ponen bajo su dependencia. En resumen, la mediumnidad es una facultad dada para el bien, y los buenos Espíritus se alejan de cualquiera que pretenda hacer de ella una maravilla para conseguir cualquier cosa que sea que no esté conforme con las miras de la Providencia.
El egoísmo es la plaga de la sociedad; los buenos Espíritus la combaten, no se puede suponer que vengan a servirle. Esto es tan racional, que sería inútil insistir más sobre este punto.

307. Los médiums de efectos físicos no están en la misma categoría; generalmente estos efectos son producidos por Espíritus inferiores menos escrupulosos. No decimos que estos Espíritus sean necesariamente malos por esto: se puede ser mozo de cordel y hombre muy honrado; un médium de esta categoría, que quisiera explotar su facultad, podría, pues, tener quien le asistiera sin gran repugnancia; pero aun en esto se presenta otro inconveniente. El médium de efectos físicos, lo mismo que el de comunicaciones inteligentes, no ha recibido la facultad para su recreo; se le ha dado a condición de hacer de ella un buen uso, y si abusa puede serle retirada, o volverse en perjuicio suyo porque en definitiva los Espíritus inferiores están a las órdenes de los Espíritus superiores.
A los Espíritus inferiores les gusta mucho mixtificar, pero no quieren ser mixtificados; si se prestan voluntariamente a la broma y a las cosas de curiosidad, es porque quieren divertirse; no quieren que se les explote más que a los otros, ni servir de figurantes para que marche la conducta, y prueban a cada momento que tienen su voluntad, que obran cuando y como mejor les parece, lo que hace que el médium de efectos físicos esté aun menos seguro de la regularidad de las manifestaciones que el médium escribiente. Pretender el producirlas en días y horas fijas sería probar la mayor ignorancia. ¿En este caso qué es lo que se hace para ganar su dinero? Simular los fenómenos; es lo que puede suceder no solamente a aquellos que harían de esto un oficio reconocido, si que también a personas sencillas en apariencia que encuentran este medio más fácil y más cómodo que el trabajar. Si el Espíritu no da de sí, se le suple: ¡la imaginación es tan fecunda cuando se trata de ganar dinero! Siendo el interés un motivo legitimo de sospecha, da un derecho para el examen riguroso, de que uno no podría ofenderse sin justificar las sospechas. Pero cuanto más legítima es la sospecha en este caso, tanto más ofensiva es frente a frente de personas honradas y desinteresadas.

308. La facultad medianímica, aún limitada a las manifestaciones físicas, no se ha dado para hacer aparato sobre las tablas, y el que pretendiera tener a sus órdenes a los Espíritus para exhibirles en público, con mucho derecho puede ser sospechoso de charlatanismo o de prestidigitación más o menos hábil. No se olvide que todas las veces que se verán anuncios de pretendidas sesiones de "espiritismo" o de "espiritualismo" a tanto la entrada, debe recordarse el derecho que se compra al entrar.
De todo lo que precede, sacamos en consecuencia que el desinterés más absoluto es la mejor garantía contra el charlatanismo: si no asegura siempre la bondad de las comunicaciones inteligentes, quita a los Espíritus malos un poderoso medio de acción, y cierra la boca a ciertos detractores.

309. Quedaría lo que puede llamarse escamoteo de aficionados, es decir los fraudes inocentes de algunos bromistas del mal género. Sin duda podría practicarse como pasatiempo en las reuniones ligeras y frívolas, pero no en los grupos formales en los que no se admiten sino personas de carácter. Por lo demás, puede uno proporcionarse el placer de una mixtificación momentánea; pero sería menester estar dotado de una singular paciencia para hacer este papel durante meses y años, y cada vez durante muchas horas consecutivas. Sólo algún interés puede dar esta perseverancia, y lo repetimos, el interés puede hacerlo sospechar todo.

310. Puede que se diga que un médium que da su tiempo al público por interés de la cosa, no puede darlo si no le pagan, porque es menester vivir. ¿Pero es en el interés de la cosa o en "el suyo" que lo da, no es más bien porque en ello entrevé un oficio lucrativo? A este precio se encontrarán siempre personas adictas. ¿No hay más que esta industria a su disposición? No olvidemos que los Espíritus, cualquiera que sea su superioridad o su inferioridad, son las almas de los muertos, y cuando la moral y la religión hacen un deber de respetar sus restos, la obligación de respetar a su Espíritu es aun mayor.
¿Qué se diría del que sacase un cuerpo de la tumba y lo exhibiese por el dinero, porque este cuerpo había de llamar la atención? ¿Es menos irrespetuoso exhibir el Espíritu que el cuerpo bajo el pretexto de que es curioso el ver trabajar a un Espíritu? Notad bien que el precio de entrada estará en relación de las cosas que podrá hacer y del atractivo del espectáculo. Ciertamente si cuando vivía hubiese sido cómico, regularmente no hubiera creído que después de su muerte hubiera encontrado un director que le haría representar gratis, en su provecho.
No olvidar que las manifestaciones físicas lo mismo que las manifestaciones inteligentes, no las permite Dios sino para nuestra instrucción.
311. Prescindiendo de estas comunicaciones morales, no podemos negar que haya médiums interesados, honrados y concienzudos, porque en todos los oficios hay personas buenas; sólo hablamos de los abusos; pero se convendrá, por los motivos que hemos expuesto, que el abuso tiene más razón de estar entre los médiums retribuidos que entre aquellos que, mirando su facultad como un favor, no la emplean sino para hacer un servicio.
El grado de confianza o de desconfianza que puede concedérsele a un médium retribuido, ante todo depende del aprecio que se hace de su carácter y de su moralidad y además de las circunstancias. El médium que con un fin eminentemente formal y provechoso, estuviese impedido de utilizar el tiempo de otro modo y por esta razón "exhonerado", no puede confundirse con el médium "especulador", aquel que con designio premeditado se hiciera una industria de la mediumnidad. Según el "motivo" y el "objeto", los Espíritus pueden pues, condenar, absolver y aun favorecer; juzgan más bien la intención que el hecho material.

312. Los sonámbulos que utilizan su facultad de un modo lucrativo, no están en el mismo caso. Aunque esta explotación esté sujeta a abusos y que el desinterés sea una gran garantía de sinceridad, la posición es diferente, atendido a que su propio Espíritu es el que obra; de consiguiente le tiene siempre a su disposición, y en realidad se explotan a si mismos, porque son libres de disponer de sus personas, como ellos lo entienden, mientras que los médiums especuladores, explotan las almas de los difuntos. (Véase núm. 172, "médiums sonámbulos").

313. No ignoramos que nuestra severidad con respecto a los médiums interesados amotina contra nosotros a todos aquellos que explotan o tendrán intención de explotar esta nueva industria, y se nos hacen enemigos encarnizados, lo mismo que sus amigos que naturalmente toman su defensa; nos consolamos de ello, pensando que los mercaderes arrojados del templo por Jesús no debían mirarle con muy buenos ojos. Tenemos además contra nosotros a las personas que no miran la cosa con la misma gravedad; sin embargo, nos creemos con el derecho de tener una opinión y emitiría; no forzamos a nadie para que la adopte. Si se ha unido a ella una inmensa mayoría es que la encuentra justa; porque en efecto, no vemos cómo se podría probar que no hay más suerte en encontrar el fraude y los abusos en la especulación que en el desinterés. En cuanto a nosotros, si nuestros escritos han contribuido a poner en Francia y en otras partes el descrédito en la mediumnidad interesada, creemos que no será uno de los menores servicios que habrán hecho al Espiritismo "formal".

Fraudes Espiritistas

314. Los que no admiten la realidad de las manifestaciones físicas, generalmente atribuyen a fraude los efectos que se producen. Se fundan en que los prestidigitadores hábiles, hacen cosas que parecen prodigios cuando uno no conoce sus secretos; de aquí sacan la consecuencia que los médiums no son otra cosa que escamoteadores.
Hemos refutado ya este argumento, o más bien esta opinión, notablemente en nuestros artículos sobre Mr. Home y en los números de la "Revista" de enero y febrero de 1858; no diremos, pues, sino algunas palabras antes de hablar de una cosa más formal.
Por lo demás, hay una consideración que no puede pasar desapercibida a cualquiera que reflexione un poco. Sin duda hay prestidigitadores de una habilidad prodigiosa, pero son raros. Si todos los médiums practicaban el escamoteo, sería preciso convenir en que este arte hubiera hecho en poco tiempo progresos inauditos y hubiera venido a ser de repente muy común, puesto que se encontraría en estado innato entre gentes que no lo pensaban y aun entre los niños.
¿Por que hayan charlatanes que venden drogas en las plazas públicas, porque haya también médicos que sin ir a la plaza pública, abusan de la confianza, se sigue de esto que todos los médicos sean charlatanes y el cuerpo facultativo de medicina quede perjudicado en su consideración? ¿Por que haya gentes que venden tinte por vino, todos los taberneros son falsificadores y no puede haber vino puro? Se abusa de todo, aun de las cosas más respetables, y puede decirse que el fraude tiene también su genio. Pero el fraude tiene siempre un fin, un interés material cualquiera; en donde no hay nada que ganar, no hay ningún interés en engañar. Hemos dicho también a propósito de los médiums mercenarios, que la mejor de todas las garantías es un desinterés absoluto.

315. De todos los fenómenos espiritistas, los que más se prestan al fraude son los fenómenos físicos por motivos que es útil tomar en consideración. En primer lugar, porque se dirigen más a los ojos que a la inteligencia, éstos son los que la prestidigitación puede imitar muy fácilmente. En segundo lugar, llamando más la curiosidad que los otros, son más propios para atraer a la multitud, y por consiguiente más productivos. A este doble punto de vista, los charlatanes ponen todo el interés en simular esta clase de manifestaciones; los espectadores extraños a la ciencia en su mayor parte, generalmente van para procurarse una diversión más bien que una instrucción formal, y se sabe ya que se paga más lo que divierte que lo que instruye.
Pero además de esto hay otro motivo no menos perentorio. Si la prestidigitación puede imitar efectos materiales, para los que sólo necesita la destreza, no le conocemos, hasta el presente, el don de improvisación que requiere una dosis de inteligencia poco común, ni el de producir estos bellos y sublimes dictados, llenos a menudo de cosas que vienen muy a tiempo, que los Espíritus dan en sus comunicaciones. Esto nos recuerda el siguiente hecho.
Un letrado bien conocido vino un día a vernos y nos dijo que era muy buen médium escribiente "intuitivo", y que se ponía a la disposición de la sociedad espiritista.
Como tenemos por costumbre el no admitir en la sociedad sino médiums cuyas facultades nos son conocidas, le rogamos que viniera más adelante para hacer las pruebas en una reunión particular. En efecto, vino; muchos médiums experimentados dieron ya sea disertaciones, ya sea contestaciones de una notable precisión sobre las preguntas propuestas y asuntos desconocidos para ellos. Cuando a este señor le tocó el turno, escribió algunas palabras insignificantes; dijo que este día estaba mal dispuesto, y no lo hemos visto más; seguramente vio que el papel de médiums de efectos inteligentes era más difícil de representar de lo que había creído.

316. En todas las cosas, las personas más propensas a ser engañadas son aquellas que no son del oficio; y lo mismo sucede con el Espiritismo; los que no le conocen, son engañados muy fácilmente por las apariencias, mientras que un estudio preparatorio y atento les inicia, no solamente en la causa de los fenómenos, si que
también en las condiciones normales en las cuales se pueden producir, y de este modo les proporciona el medio de reconocer el fraude, si existe.

317. Los médiums mentirosos son sellados como lo merecen en la siguiente carta que hemos reproducido en la "Revista" del mes de agosto de 1861.
"París, 21 julio 1861.
"Señor:
"Puede uno no estar acorde en ciertos puntos, y estarlo perfectamente sobre otros. Acabo de leer en la página 213 del número último de su diario, reflexiones sobre fraudes en materia de experimentos espiritualistas (o espiritistas) y tengo la satisfacción de asociarme a ellas con todas mis fuerzas. Allí toda disidencia en materia de teorías y de doctrinas desaparece como por encanto.
"Puede que yo no sea tan severo como usted con respecto a los médiums que bajo una forma digna y conveniente, aceptan una remuneración como indemnización del tiempo que consagran a los experimentos, muchas veces muy largos y pesados; pero lo soy tanto - y no podría uno serlo bastante - con respecto a aquellos que en semejante caso, suplen en momentos dados, por la fullería y el fraude, la ausencia o la insuficiencia de los resultados prometidos y esperados. (Véase número 311).
"Mezclar lo verdadero con lo falso, cuando se trata de fenómenos obtenidos por la intervención de los Espíritus, es una infamia y habría alteración del sentido moral en el médium que creyese poderlo hacer sin escrúpulo. De la misma manera que usted lo hace observar "perfectamente, es desacreditar la cosa en el espíritu de los indecisos, desde el momento en que se conoce el fraude". Añadiré que es comprometer del modo más deplorable a los hombres honrados que prestan a los médiums el apoyo desinteresado de sus conocimientos y de sus luces que se declaran garantes de su buena fe, y de algún modo les apadrinan; es cometer con ellos un verdadero delito.
"Todo médium que estuviese convicto de maniobras fraudulentas; que se sorprendiese para servirme de una expresión trivial, con la mano en el saco, merecería ser proscripto por todos los espiritualistas o espiritistas del mundo, porque éste sería un deber riguroso para quitarles la máscara o para avergonzarles.
"Si a usted le conviene insertar estas cuantas líneas en su periódico, las pongo a su servicio.
"Reciba usted, etc.
Matieu".

318. No todos los fenómenos espiritistas se imitan con la misma facilidad, hay algunos que desafían evidentemente a toda la habilidad de la prestidigitación: tales son notablemente el movimiento de los objetos sin contacto, la suspensión de los cuerpos graves en el espacio, los golpes que se dan en diferentes partes, las apariciones, etc., salvo el empleo de los secretos y la inteligencia con algunos amigos; por esto decimos que lo que conviene hacer en casos semejantes, es observar con atención las circunstancias, y sobre todo hacerse cargo del carácter y de la posición de las personas, del objeto y del interés que podrían tener en engañar: este es el mejor de los comprobantes, porque hay ciertas circunstancias que quitan todo motivo de sospecha. Creemos, pues, en principio, que es menester desconfiar de aquel que hiciere de estos fenómenos un espectáculo o un objeto de curiosidad o de diversión y pretendiera producirlos a su gusto y en un punto dado como lo hemos dicho ya. No sabemos cómo repetirlo, las inteligencias ocultas que se nos manifiestan tienen sus susceptibilidades, y quieren probarnos que tienen también su libre albedrío y que no se someten a nuestro capricho. (Núm. 38).
Nos bastará el señalar algunos subterfugios empleados, o que es posible que se empleen en ciertos casos, para prevenir contra el fraude a los observadores de buena fe.
En cuanto a las personas que se obstinan en juzgar sin profundizar, sería perder el tiempo procurar desengañarles.

319. Uno de los fenómenos más ordinarios es el de los golpes íntimos dados en la sustancia misma de la madera, con el movimiento de la mesa o sin moverla, o de otro objeto del que se sirva para el caso. Este efecto es uno de los más fáciles de imitar, sea por el contacto de los pies, sea provocando pequeños crujidos en el mueble; pero es una pequeña maña especial que es muy útil de manifestar. Basta poner las dos manos extendidas sobre la mesa y bastante juntas para que las uñas de los pulgares se apoyen con fuerza el uno contra el otro; entonces, por un movimiento muscular casi imperceptible, se les hace experimentar una frotación que hace un pequeño ruido seco, que tiene una gran analogía con el de la tiptología íntima. Este ruido se refleja en la madera y produce una ilusión completa. Nada hay más fácil que hacer oír tantos golpes como se deseen, una banda de tambores, etc., responder a varias preguntas por "sí" o por "no", por nombres y también con la indicación de las letras del alfabeto.
Una vez sabido, el modo de reconocer el fraude es muy sencillo. No es posible si las manos están separadas la una de la otra y se tiene la seguridad que ningún otro contacto puede producir el ruido. Los golpes reales se caracterizan también porque cambian de punto y timbre a voluntad, lo que no puede tener lugar cuando se debe a la causa que hemos dicho o a otra cualquiera análoga; que salga de la mesa para trasladarse a otro mueble cualquiera que nadie toque, en las paredes, en el techo, etc., o que responde a preguntas no previstas. (Véase núm. 41).

320. La escritura directa es aún más fácil de imitar; sin hablar de los agentes químicos bien conocidos para hacer aparecer la escritura en un tiempo dado en el papel blanco, lo que puede descubrirse con las precauciones más vulgares, podría suceder que por medio de un escamoteo hábil, se substituyera un papel por otro. Podría suceder también que aquel que quisiera cometer el fraude, tuviese la maña de distraer la atención mientras que escribiese con destreza algunas palabras. Se nos ha dicho también haber visto escribir de este modo con un pedazo de lapicero de plomo metido disimuladamente en la uña.

321. El fenómeno de aportes no se presta menos al artificio, y se puede con mucha facilidad ser engañado por un escamoteador más o menos diestro, sin que por esto sea necesario habérselas con un prestidigitador de profesión. En el artículo especial que hemos publicado más arriba (núm. 96) los mismos Espíritus han determinado las condiciones excepcionales con las cuales se puede producir, de donde debe sacarse la consecuencia que la obtención "fácil" y "facultativa" puede poco o mucho tenerse por sospechosa. La escritura directa está en el mismo caso.

322. En el capitulo de los "médiums especiales" hemos mencionado con respecto a los Espíritus, las aptitudes medianímicas comunes y las que son raras. Conviene, pues, desconfiar de los médiums que pretenden tener estas últimas con demasiada facilidad, o que ambicionan la multiplicidad de facultades, pretensión que rara vez se justifica.

323. Las manifestaciones inteligentes son, según las circunstancias, las que ofrecen más garantía y sin embargo no están al abrigo de la imitación, al menos por lo que toca a las comunicaciones ligeras y vulgares. Se cree tener más seguridad en los médiums mecánicos, no sólo por la independencia de las ideas, sino también contra las supercherías; por esta razón ciertas personas prefieren los intermediarios materiales.
Pues bien, es un error. El fraude se desliza por todo, y sabemos que con la habilidad se puede también dirigir un cestito o una tablita que escriba y dar todas las apariencias de los movimientos espontáneos. Lo que quita todas las dudas, son los pensamientos que se expresan, que vengan de un médium mecánico, intuitivo, auditivo, parlante o vidente.
Hay comunicaciones que están de tal modo fuera de las ideas, de los conocimientos y aun del alcance intelectual del médium, que sería preciso engañarse de un modo extraño para hacerle honor. Reconocemos al charlatanismo una gran habilidad y fecundos recursos, pero aun no le reconocemos el don de dar sabiduría a un ignorante o genio al que no lo tiene.
En resumen, lo repetimos, la mejor garantía está en la moralidad notoria de los médiums y en la ausencia de toda causa de interés material o de amor propio, que podrían estimular en él el ejercicio de las facultades medianímicas que posee; porque estas mismas causas pueden inducirle a simular las que no tiene.

CAPÍTULO XXIX
REUNIONES Y SOCIEDADES ESPIRITISTAS
De las reuniones en general. - De las sociedades propiamente dichas. -Objetos
de estudio. - Rivalidad entre las sociedades

De las reuniones en general

324. Las reuniones espiritistas pueden tener grandes ventajas, porque permiten ilustrarse por el cambio recíproco de pensamientos, por las preguntas y las observaciones que cada uno puede hacer y de las que se aprovechan todos; pero para sacar de ellas todo el fruto que se desea, requieren condiciones especiales que vamos a examinar, porque no se tendría razón en asimilarías a las sociedades ordinarias. Por otra parte, formando las reuniones un todo colectivo, lo que les concierne es la consecuencia natural de las instrucciones precedentes; tienen que tomar las mismas precauciones y preservarse de los mismos escollos que los individuos; por esto hemos colocado este capítulo en último lugar.
Las reuniones espiritistas tienen caracteres muy diferentes según el objeto que se proponen, y por lo mismo su condición de ser debe diferir también. Según su naturaleza pueden ser "frívolas", "experimentales" o "instructivas".

325. Las "reuniones frívolas" se componen de personas que sólo ven el lado complaciente de las manifestaciones, que se divierten con los chistes de los Espíritus ligeros muy amantes de esta clase de asambleas, en las que tiene toda la libertad de producirse y no hacen falta a ellas. Allí se piden toda clase de ligerezas, se hacen decir la buenaventura por los Espíritus, se pone su perspicacia a prueba para adivinar la edad, lo que se lleva en el bolsillo, descubrir pequeños secretos y mil otras cosas de esta importancia.
Estas reuniones son sin consecuencias; pero como los Espíritus ligeros son algunas veces muy inteligentes y que por lo general son de humor fácil y jovial, se producen a menudo cosas muy curiosas de las que el observador puede sacar provecho; el que no hubiese visto otra cosa y juzgase el mundo de los Espíritus según esta muestra, se haría una idea tan falsa, como aquel que juzgase a toda la sociedad de una ciudad por la de ciertos barrios. El simple buen sentido dice que los Espíritus elevados no pueden venir a tales reuniones, en las que los espectadores son tan formales como los actores. Si se quiere ocupar de cosas triviales, es menester llamar francamente a Espíritus ligeros, como se llamaría a farsantes para divertir una sociedad, pero habría profanación convidando nombres venerados, mezclando lo sagrado con lo profano.

326. Las "reuniones experimentales" tienen por objeto la producción de manifestaciones físicas. Para muchas personas es un espectáculo más curioso que instructivo; los incrédulos salen de ellas más maravillados que convencidos cuando no han visto otra cosa, y todo su pensamiento se dirige a buscar los hilos, porque no pudiendo hacerse cargo de nada, suponen desde luego subterfugios. Lo contrario sucede con aquellos que han estudiado; comprenden anticipadamente la posibilidad y los hechos positivos determinan en seguida o acaban su convicción; si hubiese subterfugio, estarían en disposición de descubrirlo.
Sin embargo de esto, esta clase de experimentos tienen una utilidad que nadie podría desconocer, porque ellos son los que han hecho descubrir las leyes que rigen el mundo invisible y para muchas gentes son sin contradicción un poderoso motivo de convicción; pero nosotros sostenemos que ellos solos no pueden iniciar en la ciencia Espiritista, como la vista de un ingenioso mecanismo, no podrá hacer conocer la mecánica, si no se conocen sus leyes; sin embargo, si estuviesen dirigidos con método y prudencia, se obtendrían resultados mucho mejores. Volveremos luego al mismo asunto.

327. Las "reuniones instructivas" tienen un carácter muy diferente, y como de ellas es de donde puede sacarse la verdadera enseñanza, insistiremos más sobre las condiciones que deben llenar.
La primera de todas, es el permanecer formales en toda la extensión de la palabra. Es preciso convencerse que los Espíritus a los cuales queremos dirigirnos son de una naturaleza enteramente especial; que no pudiéndose aliar lo sublime con lo trivial, ni el bien con el mal, si se quieren obtener cosas buenas, es menester dirigirse a Espíritus buenos; pero no basta pedir buenos Espíritus; es menester condición expresa; estar en disposición propicia para que "quieran venir", así, pues, los Espíritus superiores no irán a las asambleas de hombres ligeros y superficiales, como tampoco hubieran ido cuando vivían.
Una sociedad no es verdaderamente formal sino a condición de ocuparse de cosas útiles con exclusión de todas las otras; si aspira a obtener fenómenos extraordinarios por curiosidad o pasatiempo, los Espíritus que los producen podrán ir, pero los otros se alejarán. En una palabra, cualquiera que sea el carácter de una reunión, encontrará siempre Espíritus dispuestos a secundar sus tendencias. Una reunión formal se separa, pues, de su objeto si deja la enseñanza por la diversión. Las manifestaciones físicas como ya lo hemos dicho, tienen su utilidad; los que quieren ver, que vayan a las reuniones experimentales, y los que quieran comprender, que vayan a las reuniones de estudio; de este modo los unos y los otros podrán completar su instrucción espiritista, como en el estudio de la medicina los unos van a la clase y los otros a la clínica.

328. La instrucción espiritista, no comprende sólo la enseñanza moral dada por los Espíritus, si que también el estudio de los hechos; a ella incumbe la teoría de todos los fenómenos, la investigación de las causas, y como consecuencia, la confirmación de lo que es posible y de lo que no lo es; en una palabra, la observación de todo aquello que puede hacer adelantar la ciencia. Así, pues, sería engañarse el creer que los hechos estén limitados a los fenómenos extraordinarios; que aquellos que hieren más los sentidos sean los solos dignos de atención; se encuentran a cada paso en las comunicaciones inteligentes y que los hombres reunidos para el estudio no sabrían despreciar; estos hechos, que sería imposible enumerar, surgen de una multitud de circunstancias fortuitas; aunque menos ingeniosas, no dejan de tener interés para el observador que encuentre en ellas o la confirmación de un principio conocido, o la revelación de un principio nuevo que le hace penetrar más adelante en los misterios del mundo invisible esto pertenece también a la filosofía.

329. Las reuniones del estudio son además de una inmensa utilidad para los médiums de manifestaciones inteligentes, sobre todo para aquellos que tienen deseo formal de perfeccionarse y que no van a ellas con una vana presunción de infalibilidad. Uno de los grandes escollos de la mediumnidad, es como lo hemos dicho ya, la obsesión y la fascinación; pueden, pues, hacerse ilusión de muy buena fe sobre el mérito de lo que ellos obtienen, y se concibe que los Espíritus mentirosos encuentran el camino expedito cuando tienen que habérselas con un ciego; por esto alejan a su médium de toda comprobación; que también le hace tomar aversión a cualquiera que pueda ilustrarle; a favor del aislamiento y de la fascinación, pueden a su gusto hacerle aceptar todo lo que quieren.
No nos cansaremos de repetirlo; aquí está no sólo el escollo sino el peligro; sí, lo decimos, un verdadero peligro. El sólo medio de librarse de él, es la comprobación de personas desinteresadas y benévolas que juzgando las comunicaciones con sangre fría e imparcialidad, pueden abrirle los ojos y hacerle ver lo que él no puede por si solo. Así, pues, todo médium que teme este juicio está ya en el camino de la obsesión; el que cree que la luz sólo se ha hecho para él, está completamente bajo el yugo; si toma a mal las observaciones, si las rechaza, si le irritan, no puede quedar duda sobre la mala naturaleza del Espíritu que le asiste.
Lo hemos dicho, a un médium pueden faltarle los conocimientos necesarios para comprender los errores; puede dejarse engañar por grandes palabras y por un lenguaje pretencioso, ser seducido por los sofismas y esto con toda la buena fe del mundo; por esto, en defecto de sus propias luces, debe modestamente buscar el recurso de otros, según estos dos adagios que cuatro ojos ven más que dos y que uno nunca puede ser juez de su propia causa. A este punto de vista las reuniones son para el médium de una grande utilidad si es bastante sensato para escuchar las amonestaciones, porque allí se encontrarán personas más ilustradas que él, que observarán las diferencias a menudo muy delicadas por donde el Espíritu hace traición a su inferioridad.
Todo médium que desee sinceramente no ser el juguete de la mentira, debe, pues, buscar producirse en las reuniones formales y llevar a ellas lo que obtenga en particular; aceptar con reconocimiento y solicitar del mismo modo el examen crítico de las comunicaciones que recibe; si es el objeto de Espíritus mentirosos, es el medio más seguro de desembarazarse de ellos probándoles que no pueden engañarle. Por lo demás, el médium que se irrita de la crítica es con tan poco fundamento como que su amor propio no debe resentirse por nada, puesto que lo que él dice no es suyo, y que no es más responsable que si leía los versos de un mal poeta.
Hemos insistido sobre este punto, porque si éste es un escollo para los médiums, lo es también para las reuniones a las cuales conviene no conceder confianza ligeramente a todos los intérpretes de los Espíritus. El concurso de todo médium obcecado o fascinado les sería más pernicioso que útil; no deben, pues, aceptarle. Creemos haber entrado en los desarrollos suficientes para que les sea imposible engañarse sobre los caracteres de la obsesión, si el mismo médium no puede conocerla; uno de los más marcados es, sin contradicción, la pretensión de tener sólo razón contra todo el mundo. Los médiums obcecados que no quieren convenir en que lo están, se parecen a aquellos enfermos que se hacen ilusión sobre su salud y se pierden por no querer someterse a un régimen saludable.

330. Lo que debe proponerse una reunión formal es separar a los Espíritus mentirosos; estaría en el error si se creyese al abrigo por su objeto y por la cualidad de sus médiums; no lo alcanzará hasta que ella misma se halle en condiciones favorables.
Para comprender bien lo que pasa en esta circunstancia, rogamos que se atienda a lo que hemos dicho más arriba, núm. 231 sobre la "influencia del centro". Es menester representarse a cada individuo como rodeado de cierto número de acólitos invisibles que se identifican con su carácter, sus gustos y sus inclinaciones; pues toda persona que entra en una reunión lleva con ella Espíritus que le son simpáticos. Según su número y su naturaleza, estos acólitos pueden ejercer sobre la asamblea y sobre las comunicaciones una influencia buena o mala. Una reunión perfecta sería aquella en que todos sus miembros, animados por un mismo amor al bien, no llevasen consigo sino buenos Espíritus; a falta de la perfección, la mejor será aquella en que el bien sobrepujará al mal. Esto es demasiado lógico para que sea necesario insistir en ello.
331. Una reunión es un ser colectivo cuyas cualidades y propiedades son la resultante de todas las de sus miembros, y forman como un manojo; así, pues, este manojo tendrá tanta más fuerza cuanto más homogéneo sea. Si se ha comprendido bien lo que se ha dicho (núm. 282, pregunta 5a.) sobre la manera que los Espíritus son advertidos de nuestro llamamiento, se comprenderá fácilmente el poder de la asociación del pensamiento de los asistentes. Si el Espíritu es de algún modo herido por el pensamiento como nosotros lo somos por la voz, uniéndose veinte personas con la misma intención, necesariamente tendrán más fuerza que una sola; pero para que todos estos pensamientos concurran a un mismo fin, es menester que vibren unísonos; que se confundan por decirlo así, en uno solo; lo que no puede tener lugar sin el recogimiento.
Por otra parte, llegando el Espíritu a un centro simpático, está más a gusto; no encontrando allí sino amigos, va con más voluntad y está mejor dispuesto a contestar. El que haya seguido con alguna atención las manifestaciones espiritistas inteligentes se habrá podido convencer de esta verdad. Si los pensamientos son divergentes, resulta un choque de ideas desagradables para el Espíritu, y de consiguiente pernicioso para la manifestación. Lo mismo sucede con un hombre que debe hablar en una asamblea; si siente que todos los pensamientos le son simpáticos y benévolos, la impresión que de ello recibe obra sobre sus propias ideas y le dan más verbosidad; la unanimidad de este concurso ejerce sobre él una especie de acción magnética que duplica sus medios, mientras que la indiferencia o la hostilidad le turba y le paraliza; así es que los actores están electrizados por los aplausos; luego los Espíritus mucho más impresionables que los humanos deben sentir aun mucho mejor la influencia del centro.
Toda reunión Espiritista debe, pues, procurar la mayor homogeneidad posible; bien entendido que hablamos de aquellas que quieren llegar a resultados formales y verdaderamente útiles; si se quieren obtener simplemente comunicaciones, aun cuando sea sin reparar en la cualidad de aquellos que las dan, es evidente que todas estas precauciones no son necesarias, pero en tal caso no hay que quejarse tampoco de la cualidad
del producto.

332. El recogimiento y la comunión de pensamientos, siendo las condiciones esenciales de toda reunión formal, se comprende que el número demasiado crecido de los asistentes, debe ser una de las causas más contrarias a la homogeneidad.
Ciertamente no hay ningún limite absoluto para este número, y se concibe que cien personas, suficientemente recogidas y atentas, estarán en mejores condiciones que diez que estuviesen distraídas y en desorden; pero también es evidente que cuanto más grande es el número, más difícil es que las condiciones tengan efecto. Es un hecho probado por la experiencia que los pequeños grupos íntimos están siempre más favorecidos por hermosas comunicaciones, y es por los motivos que hemos explicado.

333. Hay también otro punto que no es menos necesario: la regularidad de las reuniones. En todas hay siempre Espíritus que podrían llamarse los "acostumbrados" a la asistencia, y no se entienda por esto que queremos decir que estos Espíritus se encuentran por todo y se mezclan en todo; estos son ya Espíritus protectores, ya aquellos a quienes se pregunta más a menudo. No debe creerse que estos Espíritus no tengan otra cosa que hacer que escucharnos; tienen sus ocupaciones y también pueden encontrarse en condiciones poco favorables para ser evocados. Cuando las reuniones tienen lugar en días y horas fijas se disponen en consecuencia, y es raro que falten. Los hay también que llevan la puntualidad hasta el exceso; se formalizan si se retardan un cuarto de hora, y si ellos mismos señalan el momento de una conversación, se les llamaría en vano algunos minutos más pronto. Sin embargo, añadamos que aun cuando los Espíritus prefieren la regularidad, los que verdaderamente son superiores, no son meticulosos sobre este punto. La exigencia de una puntualidad rigurosa es una señal de inferioridad, como todo lo que es pueril. Fuera de las horas consagradas sin duda pueden venir, y aun vienen con gusto si el objeto es útil; pero nada es más pernicioso para las buenas comunicaciones que el llamarles a diestro y siniestro, cuando se apodera de nosotros la fantasía y sobre todo sin motivo formal; como no están obligados a someterse a nuestros caprichos, podría ser muy bien que no quisieran incomodarse, y entonces es cuando sobre todo otros pueden tomar su puesto y su nombre.

De las sociedades propiamente dichas

334. Todo lo que hemos dicho sobre las reuniones en general, naturalmente se aplica a las sociedades regularmente constituidas; éstas, sin embargo, tienen que luchar contra algunas dificultades especiales que nacen del mismo lazo que une los miembros. Habiéndosenos pedido algunas veces consejos sobre su organización, los reasumiremos a continuación con pocas palabras.
El Espiritismo que apenas acaba de nacer se aprecia aun diversamente, y es aun poco comprendido en su esencia por un gran número de adeptos, para ofrecer un lazo poderoso entre los miembros de lo que podría llamarse una asociación. Este lazo sólo puede existir entre aquellos que ven en él un objeto moral, lo comprenden y se "lo aplican a si mismos". Entre aquellos que sólo ven en si hechos más o menos curiosos, no podría establecerse nada formal; poniendo los hechos sobre los principios, una simple divergencia en el modo de verlos pudiera dividirles. No sucede lo mismo con los primeros, porque sobre la cuestión moral no puede haber dos modos de ver; también es de notar que por todas partes en donde éstos se encuentran, una confianza recíproca atrae los unos hacia los otros; la benevolencia mutua que reina entre ellos destierra el disgusto y la violencia que nacen de la susceptibilidad, del orgullo que se resiente de la menor contradicción y del egoísmo, que todo se lo atribuye. Una sociedad en la que reinasen tales sentimientos sin división, en donde se fuera únicamente con el fin de instruirse en la enseñanza de los Espíritus, y no con la esperanza de ver las cosas más o menos interesantes, o para hacer prevalecer su opinión, una sociedad así, decimos, no sólo seria viable, sino que sería indisoluble. La dificultad también de reunir numerosos elementos homogéneos desde este punto de vista, nos obliga a decir que, en interés de los estudios, y por el bien de la cosa misma, las reuniones espiritistas deben procurar multiplicarse por pequeños grupos, más bien que constituirse en grandes aglomeraciones. Estos grupos correspondiéndose entre si, visitándose y transmitiéndose sus observaciones pueden desde luego formar el núcleo de la grande familia espiritista, que un día fusionará todas las opiniones y unirá a los hombres en un mismo sentimiento de fraternidad sellado por la caridad cristiana.

335. Hemos visto la importancia de la uniformidad de sentimientos para obtener buenos resultados; esta uniformidad necesariamente es tanto más difícil de obtener cuanto más grande es el número. En las pequeñas reuniones se conoce uno mejor, se está más seguro de los elementos que se introducen en ellas el silencio y recogimiento son más fáciles; y todo se pasa allí como entre familia. Las grandes asambleas excluyen la intimidad por la variedad de los elementos de que se componen; exigen locales especiales, recursos pecuniarios y un aparato administrativo inútil en los grupos pequeños; la divergencia de caracteres, de ideas y de opiniones se manifiesta mejor y ofrece a los Espíritus enredadores más facilidad para sembrar la discordia. Cuanto más numerosa es la reunión, más difícil es poder contentar a todo el mundo; todos quisieran que los trabajos fuesen dirigidos a su gusto, que con preferencia se ocupasen de los asuntos que más les interesan; algunos creen que el título de asociado les da el derecho de imponer su manera de ver las cosas; de aquí se sigue la tirantez, una causa de malestar que conduce tarde o temprano a la desunión, después a la disolución: suerte de todas las sociedades, cualquiera que sea su objeto.
Las pequeñas reuniones no están sujetas a las mismas fluctuaciones; la caída de una grande sociedad sería una desgracia aparente para la causa del Espiritismo y sus enemigos no dejarían de aprovechar la ocasión; la disolución de un grupo pequeño pasa desapercibida, además que si uno se dispersa, al lado de él se forman otros veinte; así, pues, veinte grupos de quince a veinte personas, obtendrán más y harán más para la propagación, que una asamblea de tres a cuatrocientas.
Sin duda se dirá que los miembros de una sociedad que obrasen del modo que acabamos de manifestar no serían verdaderos espiritistas, puesto que el primer deber que impone la doctrina, es la caridad y la benevolencia. Esto es perfectamente justo; también aquellos que piensan de este modo son más bien espiritistas de nombre que de hecho; seguramente no pertenecen a la tercera categoría (véase número 28). ¿Pero quién dice que éstos sean ni siquiera espiritistas? Aquí se presenta una consideración que no deja de tener alguna gravedad.

336. No olvidemos que el Espiritismo tiene enemigos interesados en contrarrestarle y que ven su buena marcha con despecho; los más peligrosos no son los que atacan abiertamente, sino los que trabajan en secreto; éstos con una mano lo acarician, y con otra lo destrozan. Estos seres mal intencionados se introducen por todas partes en donde puedan hacer mal; como saben que la unión es la fuerza, procuran destruirla poniendo la tea de la discordia. ¿Quién no pensará, pues, que aquellos que en las reuniones siembran la turbación y cizaña no sean los agentes provocadores que procuran el desorden? Seguramente éstos no son ni verdaderos ni buenos espiritistas; nunca pueden hacer bien y pueden hacer mucho mal. Se comprende que tienen mucha más facilidad en insinuarse en las reuniones numerosas que en los pequeños grupos en los que todo el mundo se conoce; a favor de sordos manejos que pasan desapercibidos, siembran la duda, la desconfianza y la defección; bajo la apariencia de un hipócrita interés por la cosa, todo lo critican, forman conciliábulos y corrillos que muy pronto rompen la armonía del conjunto; esto es lo que ellos quieren.
Con respecto a estas personas, acudir a los sentimientos de caridad y de fraternidad es como si se hablase a sordos voluntarios, porque su objeto es precisamente el destruir estos sentimientos, que son el más grande obstáculo para sus manejos. Este estado de cosas, fastidioso en todas las sociedades, loes aun más en las sociedades espiritistas, porque si no conduce a un rompimiento, causa una preocupación incompatible con el recogimiento y la atención.

337. Si la reunión, se dirá, está en mal camino, ¿los hombres sensatos y bien intencionados no tienen el derecho de la crítica, y deben dejar pasar el mal sin decir nada y aprobarlo con su silencio? Sin duda están en su derecho: además es un deber; pero si su intención es verdaderamente buena, admiten su parecer con prudencia y benevolencia, abiertamente y no ocultamente; si no se les secunda, se retiran; porque no se podría concebir que aquel que no tuviese una segunda intención, se obstinase en quedarse en una sociedad en la que se hicieran cosas que no le convinieran.
Pueden, pues, establecerse en principio que cualquiera que en una reunión espiritista provocase el desorden o la desunión, ostensiblemente o bajo mano, por cualesquiera medios, o es un agente provocador, o al menos muy mal espiritista del que debe desembarazarse muy pronto; pero las mismas obligaciones que atan a todos los miembros a menudo son un obstáculo para ello; por esto conviene evitar las obligaciones indisolubles; los hombres de bien siempre están bastante obligados, los mal intencionados lo son siempre demasiado.

338. Además de las personas notoriamente malévolas que se entrometen en las reuniones, hay aquellos que por carácter, llevan la turbación en si mismos por todas partes en donde se encuentran: no se podía pues ser bastante circunspecto sobre los elementos nuevos que se introducen en ellas. Los más incómodos en este caso, no son los ignorantes en la materia, ni tampoco los que no creen: la convicción no se adquiere sino por la experiencia, y hay personas que quieren ilustrarse de buena fe. De los que uno debe guardarse es de las gentes que tienen un sistema preconcebido; de los incrédulos que dudan de todo, aun de la evidencia; de los orgullosos, que pretendiendo tener ellos solos la ciencia infusa, quieren imponer en todo su opinión y miran con desdén a cualquiera que no piense como ellos. No os dejéis seducir por su pretendido deseo de ilustrarse; hay más de uno que se incomodaría si se le forzara en convenir que se le engaña; guardáos sobre todo de esos peroradores insípidos que quieren ser siempre los últimos y de aquellos que sólo se complacen en la contradicción; los unos y los otros hacen perder el tiempo sin provecho para ellos mismos; los Espíritus no quieren palabras inútiles.

339. Vista la necesidad de evitar toda causa de turbación y de distracción, una sociedad espiritista que se organice debe llamar toda su atención sobre los medios propios para quitar a los promovedores de desórdenes los medios de incomodar y en dar la más grande facilidad para separarlos. Las reuniones pequeñas sólo tienen necesidad de un reglamento disciplinario muy sencillo para el orden de las sesiones; las sociedades regularmente constituidas exigen una organización más completa; la mejor será aquella cuyas ruedas serán menos complicadas; las unas y las otras encontrarán aquello que les será aplicable, o lo que creerán útil, en el reglamento de la Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas, que damos más abajo.

340. Las sociedades, pequeñas o grandes, y todas las reuniones, cualquiera que sea su importancia, tienen que luchar contra otro escollo. Los promovedores de disturbios no sólo están en su seno, están también en el mundo invisible. De la misma manera que hay Espíritus protectores para las sociedades, las ciudades y los pueblos, los Espíritus malhechores se unen a los grupos lo mismo que a los individuos; primeramente atacan a los más débiles, a los más accesibles, de los cuales procuran hacer sus instrumentos, y poco a poco intentan invadir las masas; porque su alegría perversa está en razón del número de aquellos que tienen bajo su yugo. Todas las veces, pues, que en un grupo, una persona cae en un lazo, es preciso decir que hay un enemigo en el campo, un lobo en el redil, y que debe uno prevenirse, porque es más que probable que multiplicará sus tentativas; si no se le corta el vuelo por una resistencia enérgica, la obsesión viene a ser entonces un mal contagioso que se manifiesta en los médiums por la perturbación de la mediumnidad, y en los otros por la hostilidad de sentimientos, la perversión del sentido moral y la turbación de la armonía. Como el más poderoso
antídoto de este veneno es la caridad, tratan de sofocarla. Es preciso, pues, no esperar que el mal sea incurable para poner remedio, tampoco es menester esperar los primeros síntomas, es preciso saberlo precaver; para esto hay dos medios eficaces si se emplean bien: la oración de corazón y el estudio atento de las menores señales que revelan la presencia de los Espíritus mentirosos; el primero atrae a los buenos Espíritus que no asisten con celo sino a los que les secundan por su confianza en Dios; el otro prueba a los Espíritus malos que tienen que habérselas con personas que ven bastante claro para que se dejen engañar. Si uno de los miembros sufre la influencia de la obsesión, todos los esfuerzos deben dirigirse, desde los primeros indicios, a abrirle los ojos por temor de que el mal no se agrave, a fin de convencerle de que es engañado y con el deseo de secundar a los que quieren desembarazarle.

341. La influencia del centro es la consecuencia de la naturaleza de los Espíritus y de su modo de acción sobre los seres vivientes; de esta influencia cada uno puede deducir las condiciones más favorables para una sociedad que aspira a conciliar la simpatía de los buenos Espíritus, y a no obtener sino buenas comunicaciones separando las malas.
Estas condiciones están todas en las disposiciones morales de los asistentes; se resumen en los puntos siguientes:
Perfecta comunidad de miras y de sentimientos;
Benevolencia recíproca entre todos los miembros;
Abnegación de todo sentimiento contrario a la verdadera caridad cristiana;
Deseo único de instruirse y mejorarse por la enseñanza de los buenos Espíritus y sacar provecho de sus consejos. Cualquiera que se persuada que los Espíritus superiores se manifiestan con el objeto de hacernos progresar y no para nuestro placer, comprenderá que deben retirarse de aquellos que se limitan a admirar su estilo sin sacar de él ningún fruto, y no toman el atractivo de las sesiones, sino por el mayor o menor interés que les ofrecen según sus gustos particulares;
Exclusión de todo lo que en las comunicaciones pedidas a los Espíritus, sólo tendrían un objeto de curiosidad;
Recogimiento y silencio respetuosos durante la conversación con los Espíritus;
Asociación de todos los asistentes, por el pensamiento, al llamamiento que se hace de los Espíritus que se evocan;
Concurso de los médiums de la asamblea con abnegación de todo sentimiento de orgullo, de amor propio y de supremacía y por el único deseo de hacerse útiles.
¿Son tan difíciles de llenar estas condiciones que no se puedan encontrar? No lo creemos así; esperamos, por el contrario, que las reuniones verdaderamente formales, como las que existen ya en diferentes partes se multiplicarán, y no nos escondemos para decir que a ellos deberá el Espiritismo su más poderosa propagación; reuniendo a los hombres de bien y de conciencia, impondrán silencio a la crítica y cuanto más puras serán sus intenciones, más respetadas serán también de sus adversarios; cuando la burla ataca lo bueno, cesa de hacer reír: se vuelve despreciable. Entre las reuniones de este género un verdadero lazo simpático, una solidaridad mutua, se establecerá por la fuerza de las cosas y contribuirán al progreso general.
342. Sería un error el creer que las reuniones que se ocupan especialmente de manifestaciones físicas, estén fuera de este concierto fraternal, y que excluyen todo pensamiento formal; si no requieren condiciones tan rigurosas, tampoco se asiste a ellas impunemente cuando hay ligereza, y se engañaría cualquiera si creyera que el concurso de los asistentes sea absolutamente nulo; si tiene la prueba de lo contrario en el hecho de que a menudo las manifestaciones de este género, aun cuando sean provocados por excelentes médiums, no pueden producirse en ciertas reuniones. Hay, pues, también influencias contrarias para esto, y estas influencias sólo pueden estar en la divergencia o en la hostilidad de los sentimientos que paralizan los esfuerzos de los Espíritus.
Las manifestaciones físicas, como hemos dicho, son de una gran utilidad, abren un vasto campo al observador, porque es todo un orden de fenómenos insólitos que se desarrollan a sus ojos, y cuyas consecuencias son incalculables. Una asamblea, puede, pues, ocuparse de ello con miras muy formales, pero no podría conseguir su objeto, sea como estudio, sea como medio de convicción, si no se coloca en condiciones favorables; la primera de todas es, no la fe de los asistentes, sino su deseo de recibir la luz sin segunda intención, sin haber tomado el partido de rechazar la misma evidencia; la segunda es la restricción de su número para evitar la mezcla de elementos heterogéneos.
Si las manifestaciones físicas son producidas en general por los Espíritus menos avanzados, no por esto tienen un objeto menos providencial, y los Espíritus buenos las favorecen todas las veces que pueden tener un resultado útil.

Objetos de estudio

343. Cuando evocamos a nuestros parientes y amigos, y a algunos personajes célebres para comparar sus opiniones de ultratumba con las que tenían cuando vivían, se halla uno embarazado para continuar la conversación sin que se caiga en las ligerezas y en las fruslerías. Muchas personas creen también, que el Libro de los Espíritus ha agotado la serie de preguntas de moral y de filosofía; esto es un error; por esto puede ser útil indicar el manantial de donde pueden sacarse motivos de estudio, por decirlo así, ilimitados.

344. Si la evocación de los hombres ilustrados, de los Espíritus superiores, es eminentemente útil para la enseñanza que nos dan, la de los Espíritus vulgares no lo es menos, bien que sean incapaces de resolver las cuestiones de alta importancia; por su inferioridad se pintan ellos mismos, y cuanto menos es la distancia que nos separa, más reacciones encontramos con nuestra propia situación, sin contar que muchas veces nos ofrecen rasgos característicos de la más alta importancia, como lo hemos explicado más arriba, número 281, hablando de la utilidad de las evocaciones particulares. Es, pues, una mina inagotable de observaciones, no tomando aun sino los hombres cuya vida presenta alguna particularidad con respecto al género de muerte, a la edad, a las buenas o malas cualidades, a su posición, feliz o infeliz sobre la tierra, a sus costumbres, al estado mental, etc.
Con los Espíritus elevados, el cuadro de los estudios se ensancha; además de las cuestiones psicológicas que tienen un límite, se les pueden proponer una multitud de problemas morales que se extienden hasta el infinito sobre todas las posiciones de la vida, sobre la conducta mejor que puede observarse sobre tal o cual circunstancia dada, sobre nuestros deberes recíprocos, etc. El valor de la instrucción que se recibe sobre algún asunto moral, histórico, filosófico, científico, depende enteramente del estado del Espíritu a quien se pregunta; a nosotros toca el juzgar.

345. Además de las evocaciones propiamente dichas, los dictados espontáneos, ofrecen objetos de estudio hasta el infinito. Consisten en esperar el asunto que quieran tratar los Espíritus. Muchos médiums pueden en este caso trabajar simultáneamente.
Alguna vez puede llamarse a un Espíritu determinado; lo más regular es esperar a los que quieran presentarse, y algunas veces vienen del modo más imprevisto. Estas comunicaciones pueden dar lugar en seguida a una multitud de cuestiones, cuyo tema se encuentra de este modo preparado. Deben ser comentadas con cuidado para estudiar todos los pensamientos que encierran y juzgar si llevan el sello de la verdad. Este examen hecho con severidad es, como hemos dicho, la mejor garantía contra la instrucción de los Espíritus mentirosos; con este motivo y también para la instrucción de todos, podrá darse conocimiento de las comunicaciones obtenidas fuera de a reunión.
Hay en esto, como se ve, un manantial inagotable de elementos eminentemente formales e instructivos.

346. Las ocupaciones de cada sesión pueden arreglarse del modo que sigue:
1º Lectura de las comunicaciones espiritistas obtenidas en la última sesión, puestas en limpio.
2º Noticias diversas. - Correspondencia. - Lectura de las comunicaciones obtenidas fuera de las sesiones. - Relación de los hechos interesantes del Espiritismo.
3º Trabajos de estudio - Dictados espontáneos. - Cuestiones diversas y problemas morales propuestos a los Espíritus. - Evocaciones.
4º Conferencia - Examen crítico y analítico de las diversas comunicaciones. –Discusión sobre los diferentes puntos de la ciencia espiritista.

347. Los grupos que empiezan tienen que pararse muchas veces por falta de médiums. Los médiums son seguramente uno de los elementos esenciales de las reuniones espiritistas, pero no son elementos indispensables, y no se tendría razón en creer que en defecto de ellos nada haya que hacer. Sin duda aquellos que no se reúnen, sino con el objeto de hacer experimentos, no pueden hacerlo sin médiums, como los músicos en un concierto, sin instrumentos; pero aquellos que llevan la mira de un estudio formal tienen mil motivos de ocupación tan útiles y provechosos, como si pudiesen obrar con los mismos. Además las reuniones que tienen médiums pueden accidentalmente encontrarse sin ellos y seria enojoso que creyesen, en este caso, no tener que hacer otra cosa que retirarse. Los mismos Espíritus pueden, de tiempo en tiempo, dejarles en esta posición, con el fin de enseñarles a pasarse sin ellos. Diremos más; es necesario para aprovecharse de su enseñanza, consagrar algún tiempo en meditarla. Las sociedades científicas no siempre tienen los instrumentos de observación a la vista, y sin embargo encuentran objetos de discusión; en ausencia de poetas y oradores, las sociedades literarias, leen y comentan las obras de autores antiguos y modernos; las sociedades religiosas meditan sobre las Escrituras; las sociedades Espiritistas deben hacer lo mismo, y sacarán un gran provecho para su adelantamiento, estableciendo conferencias en las cuales se lea y comente todo lo que pueda tener relación con el Espiritismo en pro o en contra. De esta discusión en la que cada uno lleva el tributo de sus reflexiones, brotan rayos de la luz que pasan desapercibidos en la lectura individual. Al lado de estas obras especiales, los periódicos abundan de hechos, relaciones, acontecimientos, rasgos de virtudes o vicios que suscitan grandes problemas morales, que sólo el Espiritismo puede resolver, y éste es también un medio de probar que tiene relación con todos los ramos del orden social. Aseguramos que una sociedad espiritista que organizase sus trabajos en este sentido, procurándose los materiales necesarios, no tendría bastante tiempo para las comunicaciones directas de los Espíritus; por lo que llamamos la atención sobre este punto de las reuniones verdaderamente formales, de aquellas que toman más empeño en instruirse que en buscar un pasatiempo. (Véase núm. 207, capítulo de la "Formación de los médiums").

Rivalidad entre las sociedades

348. Las reuniones que se ocupan exclusivamente de comunicaciones inteligentes y las que se entregan al estudio de las manifestaciones físicas, tienen cada una su misión; ni las unas ni las otras estarían en el verdadero espíritu del Espiritismo si se mirasen con mal ojo, y la que echase la piedra a la otra, probaría por esto solo la mala influencia que la domina; todas deben concurrir, aunque por caminos diferentes, al objeto común que es la investigación y la propagación de la verdad; su antagonismo, que no sería sino un efecto de orgullo sobrexcitado, entregando armas a los detractores, sólo haría daño a la causa que pretenden defender.
349. Estas últimas reflexiones se aplican igualmente a todos los grupos que pudiesen diferir sobre algunos puntos de la doctrina. Como lo hemos dicho ya en el capitulo de las "Contradicciones", estas divergencias no se refieren, en la mayoría de los casos, sino a los accesorios y muchas veces a simples palabras; habría, pues, puerilidad en formar opinión aparte, porque no se pensase exactamente del mismo modo. Sería aun peor que esto, si los diferentes grupos o sociedades de una misma población se mirasen con envidia. La envidia se comprende entre las gentes que se hacen competencia y pueden acarrearse un perjuicio material; pero cuando no hay especulación, la envidia no puede ser sino una rivalidad mezquina de amor propio. Como en definitiva, no hay sociedad que pueda reunir en su seno a todos los adeptos, los que están animados por un verdadero deseo de propagar la verdad y cuyo objeto es únicamente moral, deben ver con placer multiplicarse las reuniones, y si hay en ellas concurrencia debe ser para ver quien hará más bien. Las que pretendieran estar en lo verdadero con exclusión de las otras deberían probarlo tomando por divisa "amor y caridad" ; porque tal es el sello de verdadero espiritista. ¿Quieren prevalecerse de la superioridad de los Espíritus que les asisten?
Que lo prueben por la superioridad de las enseñanzas que reciben, y por la aplicación que se hace de las mismas; este es un criterio infalible para distinguir a los que marchan por el mejor camino.
Ciertos Espíritus, más presuntuosos que lógicos, prueban algunas veces de imponer sistemas extraños e impracticables a favor de nombres venerados de los que se amparan. El buen sentido hace muy pronto justicia a estas utopías, pero esperando, pueden sembrar la duda y la incertidumbre entre los adeptos; de aquí viene a menudo una causa de disentimiento momentáneo. Además de los medios que hemos dado para apreciarles, hay otro criterio que da la medida de su valor; es el número de partidarios que reclutan. La razón dice que el sistema que encuentra más eco en las masas, debe estar más cerca de la verdad que aquel que es rechazado por la mayoría y ve disminuir sus filas; así, pues, tened por cierto que los Espíritus que rehúsan la discusión de su enseñanza es porque comprenden su debilidad.

350. Si el Espiritismo debe, así como está anunciado, conducir a la transformación de la humanidad, esto sólo será posible por el mejoramiento de las masas, y no llegará sino gradualmente y poco a poco por el de sus individuos. ¿Qué importa el creer en la existencia de los Espíritus, si esta creencia no hace mejor, más benévolo, más indulgente para con sus semejantes, más humilde y más paciente en la advertencia? ¿Para qué le sirve al avaro el ser espiritista, si siempre es avaro; al orgulloso, si siempre está lleno de si mismo; al envidioso, si siempre tiene celos? Todos los hombres podrían, pues, creer en las manifestaciones, y la humanidad quedar estacionada pero no son estos los designios de Dios. Todas las sociedades espiritistas formales deben dirigirse hacia el objeto providencial agrupándose alrededor de ellas los que tienen unos mismos sentimientos; entonces habrá unión entre ellas, simpatía, fraternidad, y no un vano y pueril antagonismo de amor propio, de palabras más bien que de cosas; entonces serán fuertes y poderosos, porque se apoyarán sobre una base inalterable: el bien para todos; entonces serán respetadas e impondrán silencio al torpe sarcasmo, porque hablarán en nombre de la moral evangélica respetada por todos.
Tal es el camino por el cual nos esforzamos en hacer entrar al Espiritismo. El estandarte que enarbolamos muy alto, es el del "espiritismo cristiano y humanitario" y nos consideramos felices al ver reunirse a su alrededor tantos hombres en todos los puntos del globo, porque comprenden que aquí está el áncora de salvación, la salvaguardia del orden público, la señal de una era nueva para la humanidad. Invitamos a todas las sociedades espiritistas a que concurran a esta grande obra; que de una a otra parte del mundo se tiendan la mano fraternal y confundirán el mal encerrándole en confusas redes.

CAPITULO XXX
REGLAMENTO
DE LA SOCIEDAD PARISIENSE DE ESTUDIOS ESPIRITISTAS
fundada en 1º de Abril de 1858 y autorizada por decreto del señor Prefecto de Policía con fecha 13 de
Abril de 1858, según el dictamen del Excmo, Sr. Ministro del Interior y de la seguridad general.

Nota. - Aunque este reglamento sea el fruto de la experiencia, no lo damos como una ley absoluta, sino únicamente para la facilidad de las sociedades que quieran formarse y que podrán sacar las disposiciones que crean útiles y aplicables a las circunstancias que les sean propias. Por sencilla que sea su organización, puede aún serlo mucho más cuando se trata, no de sociedades regularmente constituidas, sino de simples reuniones íntimas que sólo tienen necesidad de establecer medidas de orden, de precaución y de regularidad en los trabajos.
Igualmente lo damos para gobierno de las personas que quisieran ponerse en relación con la Sociedad Parisiense, sea como corresponsales, sea a título de miembros de la sociedad.

CAPÍTULO 1 - Objeto y formación de la Sociedad
ARTÍCULO 1º - La Sociedad tiene por objeto el estudio de todos los fenómenos relativos a las manifestaciones espiritistas y su aplicación a las ciencias morales, físicas, históricas y psicológicas. Las cuestiones políticas, de controversia religiosa y de economía social, están prohibidas.
Toma por título: "Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas".
ART. 2º La Sociedad se compone de miembros titulares, de socios libres y de miembros corresponsales.
Puede conferir el titulo de miembro honorario a las personas que residan en Francia o en el extranjero que por su posición o por sus trabajos, puedan prestarle servicios señalados.
Los miembros honorarios están sujetos a reelección todos los años.
ART. 3º La sociedad sólo admite a las personas que simpaticen con sus principios y con el objeto de sus trabajos; aquellas que están ya iniciadas en los principios fundamentales de la ciencia espiritista, o que estén formalmente animadas del deseo de instruirse. En consecuencia, excluye a cualquiera que pueda llevarle elementos de turbación en el seno de las reuniones, sea por espíritu de hostilidad y de oposición sistemática, sea por cualquiera otra causa, haciendo de este modo perder el tiempo en discusiones inútiles.
Todos los miembros se deben benevolencia y buenos procederes recíprocamente; y en todas circunstancias han de anteponer el bien general a las cuestiones personales y de amor propio.
ART. 4º Para ser admitido como socio libre, es menester dirigir al Presidente una demanda escrita firmada por dos miembros titulares que garanticen las intenciones del solicitante.
La carta de demanda debe relatar someramente: 1º Si el solicitante posee ya conocimientos en materia de Espiritismo; 2º El estado de sus convicciones sobre los puntos fundamentales de la ciencia; 3º La obligación de conformarse en todo con el reglamento.
La demanda se somete a la comisión que la examina, y propone, si hay lugar, la admisión, el aplazamiento o la negación.
El aplazamiento es de rigor para todo candidato que no posea ninguno de los elementos de la ciencia espiritista y no simpatizase con los principios de la Sociedad.
Los asociados libres tienen derecho de asistir a todas las sesiones, tomar parte en los trabajos y en las discusiones que tengan por objeto el estudio; pero en ningún caso, tienen voto deliberativo por lo que concierne a los negocios de la Sociedad.
Los asociados libres no están obligados más que por un año desde su admisión, y su continuación en la sociedad debe ser ratificada al finir este primer año.
ART. 5º Para ser miembro titular, es menester al menos haber sido un año socio libre, haber asistido a más de la mitad de las sesiones, y haber dado durante este tiempo pruebas notorias de sus conocimientos y de sus convicciones respecto a Espiritismo; de su adhesión a los principios de la Sociedad y de su voluntad de obrar en todas circunstancias, con respecto a sus colegas, según los principios de la caridad y de la moral espiritista.
Los socios libres que hayan asistido regularmente durante seis meses a las sesiones de la sociedad, podrán ser admitidos como miembros titulares si además llenasen las otras condiciones.
La admisión se propone de oficio por la comisión, con el asentimiento del socio, y también es apoyada por otros tres miembros titulares. En seguida se publica, si hay lugar, por la sociedad en escrutinio secreto, después de una relación verbal de la comisión.
Los miembros titulares son los únicos que tienen voz deliberativa y sólo ellos gozan de la facultad concedida en el artículo 25.
ART. 6º La sociedad limitará sí lo juzga conveniente, el número de los socios libres y de los miembros titulares.
ART. 7º Los miembros corresponsales son aquellos que, no residiendo en París, están en relación con la Sociedad y le proporcionan documentos útiles para sus estudios. Pueden ser nombrados con sólo la presentación de un miembro titular.

CAPÍTULO II. - Administración
ART. 8º La sociedad está administrada por un Presidente-Director, asistido por los miembros de la oficina y por una comisión.
ART. 9º La oficina se compone de: 1 Presidente. - 1 Vicepresidente. - 1 Secretario principal. - 2 Secretarios adjuntos. - 1 Tesorero.
Además podrá nombrarse uno o muchos Presidentes honorarios.
A falta del Presidente y del Vicepresidente, las sesiones podrán ser presididas por uno de los miembros de la comisión.
ART. 10º El Presidente-Director debe poner todos sus cuidados en los intereses de la Sociedad y de la ciencia espiritista. Tiene la dirección general y la alta vigilancia de la administración, lo mismo que la conservación de los archivos.
El Presidente es nombrado por tres años y los otros miembros de la oficina por un año e indefinidamente reelegibles.
ART. 11º La comisión está compuesta de los miembros de la oficina y de otros cinco miembros titulares elegidos con preferencia entre aquellos que habrán trabajado activamente por la Sociedad, hecho servicios a la causa del Espiritismo o dado pruebas de su espíritu benévolo y conciliador. Estos cinco miembros son, como los demás de la oficina, nombrados por un año y reelegibles.
La comisión estará presidida de derecho por el Presidente-Director, en defecto de éste por el Vicepresidente o uno de sus miembros que se designe para este efecto.
La comisión está encargada del examen previo de todas las cuestiones y proposiciones administrativas y otras que tengan que someterse a la Sociedad.
Comprueba los recibos, los gastos de la Sociedad, y las cuentas del Tesorero; autoriza los gastos corrientes y adopta todas las medidas de orden que sean necesarias.
Examina además los trabajos y objetos de estudio propuestos por diferentes miembros, prepara otros por su parte y fija el orden de las sesiones de acuerdo con el Presidente.
El Presidente puede oponerse siempre a que se traten ciertos asuntos y sean puestos a la orden del día, salvo cuando se refieran a la Sociedad, la que decidirá. La comisión se reúne regularmente antes de abrirse las sesiones para el examen de los asuntos corrientes y además en todas las ocasiones que lo crea conveniente.
Los miembros de la oficina y de la comisión que estuviesen ausentes por tres meses consecutivos sin dar aviso, se considerará que han resignado sus funciones y se proveerá para que sean reemplazados.
ART. 12º Las decisiones sean de la Sociedad, sean de la comisión, serán tomadas por la mayoría absoluta de los miembros presentes; en caso de empate decidirá el voto del Presidente.
La comisión puede decidir cuando hay presentes cuatro de sus miembros.
El escrutinio secreto es de derecho cuando se reclama por cinco miembros.
ART. 13º Cada tres meses, seis miembros elegidos entre los titulares o asociados libres, son designados para llenar las funciones de "comisarios".
Los comisarios están encargados de velar por el orden y la buena compostura de las sesiones, y de examinar el derecho de entrada de toda persona extraña que se presente para asistir.
A este efecto, los miembros designados se pondrán de acuerdo para que uno de ellos esté presente a la apertura de las sesiones.
ART. 14º El año social empieza en 1º de abril.
Los nombramientos de la oficina y de la comisión se harán en la primera sesión del mes de mayo. Los miembros en ejercicio continuarán sus funciones hasta esta época.
ART. 15º Para subvenir a los gastos de la sociedad, se paga una cotización anual de 24 francos por los titulares y de 20 por los socios libres.
Los miembros titulares, cuando se reciben, pagan además por derecho de entrada 10 francos por una sola vez.
La cotización se paga íntegramente por el año corriente.
Los miembros admitidos durante el año, sólo pagarán los trimestres que estén por vencer, comprendiendo el de su admisión.
Cuando marido y mujer son recibidos como asociados libres o titulares, sólo se recibe una cotización y media por los dos.
Cada seis meses, el 1º de abril y el 1º de octubre, el Tesorero da cuenta a la comisión del empleo y la situación de los fondos.
Satisfechos los gastos corrientes y otras cosas obligatorias; si hay excedente, la Sociedad determinará su empleo.
ART. 16º Se entregará a todos los miembros recibidos, asociados libres o titulares, una carta de admisión haciendo constar su título. Esta carta o título se deposita en la tesorería, de donde el miembro nuevo puede retirarla pagando su cotización y el derecho de entrada. El nuevo miembro no puede asistir a las sesiones sino después que haya retirado su título. Cuando por su culpa no lo ha retirado un mes después de su nombramiento, se considera dimisionario.
Igualmente se considerará que ha hecho dimisión todo miembro que no hubiese pagado su cuota anual en el primer mes de la renovación del año social, después de un aviso del señor Tesorero, sin resultado.

CAPÍTULO III. De las sesiones
ART. 17º Las sesiones de la sociedad tendrán lugar todos los viernes a las ocho de la noche, salvo modificación si a ello hay lugar.
Las sesiones son particulares o generales; nunca son públicas.
Toda persona que forme parte de la Sociedad con un título cualquiera, debe en cada sesión, poner su nombre en una lista de presentación.
ART. 18º Se exige el silencio y el recogimiento rigurosos durante las sesiones y principalmente durante los estudios. Nadie puede tomar la palabra sin haberla obtenido del presidente.
Todas las preguntas dirigidas a los Espíritus deben serlo por medio del presidente, que puede rehusar el hacerlas según las circunstancias.
Están notablemente prohibidas todas las cuestiones fútiles, de interés personal de pura curiosidad, o hechas al objeto de someter a los Espíritus a pruebas, lo mismo que todas aquellas que no tengan un objeto de utilidad general con respecto a estudios.
Asimismo están prohibidas todas las discusiones que se separen del objeto especial que nos ocupa.
ART. 19º Todo miembro tiene derecho a llamar al orden a cualquiera que se separe de la decencia en la discusión o turbase las sesiones de cualquier modo que sea.
El llamamiento al orden se pone inmediatamente a votación; si se adapta, se inscribe en el proceso verbal.
Tres llamamientos al orden en el espacio de un año, producen el derecho de borrar de las listas de la Sociedad al miembro que los habrá ocasionado, cualquier que sea su título.
ART. 20º No podrá leerse ninguna comunicación espiritista recibida fuera de la Sociedad sin que se someta antes, bien sea al Presidente, o a la comisión que pueden admitir o negar su lectura.
Deberá depositarse en el archivo una copia de toda comunicación de fuera de la Sociedad, cuya lectura haya sido permitida.
Todas las comunicaciones obtenidas durante las sesiones pertenecen a la Sociedad; los médiums que las han escrito pueden tomar copia de ellas.
ART. 21º Las sesiones particulares están reservadas a los miembros de la Sociedad; tienen lugar el 1º, el 3º y si hay lugar, el 5º viernes de cada mes.
La sociedad reserva para las sesiones particulares todas las cuestiones que conciernen a los negocios de administración, así como los objetos de estudio que reclaman más tranquilidad y concentración, o que juzgue a propósito el profundizar antes de manifestarlas a personas extrañas.
Tienen derecho de asistir a las sesiones particulares, además de los miembros titulares, y los asociados libres, los miembros corresponsales que estén temporalmente en París y los médiums que prestan su concurso a la Sociedad.
Ninguna persona extraña a la Sociedad es admitida en las sesiones particulares, salvo los casos excepcionales y con el asentimiento previo del Presidente.
ART. 22º Las sesiones genciales tienen lugar el 2º y el 4º viernes de cada mes.
En las sesiones generales la Sociedad autoriza la admisión de oyentes extraños a la sociedad que pueden asistir a ella temporalmente sin formar parte de la misma. Podrá retirar esta autorización cuando lo juzgue oportuno.
Nadie puede asistir a las sesiones como oyente sin ser presentado al Presidente por un miembro de la sociedad, que garantizará su atención en no causar turbación ni interrupción.
La Sociedad no admite como oyentes, sino a las personas que aspiren a ser miembros, o que son simpáticos a sus trabajos y bien iniciados en la ciencia espiritista para comprenderlos. Debe negarse la admisión de una manera absoluta, a cualquiera que sólo fuese atraído por la curiosidad, o cuyas opiniones fuesen hostiles.
A los oyentes no se les concede la palabra excepto en casos excepcionales apreciados por el Presidente. El que turbase el orden de cualquier modo que fuese, o que manifestase malevolencia por los trabajos de la sociedad, podrá ser invitado a retirarse, y en todos los casos se deberá hacer de ello mención en la lista de admisión, y para lo sucesivo se le negará la entrada.
El número de los oyentes debiendo ser limitado a los puestos disponibles, los que podrán asistir a las sesiones deberán estar inscritos anticipadamente en un registro destinado a este efecto, con expresión de las señas de su domicilio y de las personas que les han recomendado. En consecuencia, toda solicitud de entrada deberá dirigirse al Presidente algunos días antes de la sesión, y sólo él expide los billetes de introducción hasta completar la lista.
Los billetes de introducción sólo sirven para el día indicado y para las personas designadas.
La entrada no puede concederse a un mismo oyente para más de dos sesiones, salvo la autorización del Presidente y en los casos excepcionales. El mismo miembro no puede presentar dos personas a la vez. Las
entradas dadas por el Presidente no son limitadas.
Los oyentes no son admitidos sino después de abierta la sesión.

CAPÍTULO IV - Disposiciones diversas
ART. 23º Todos los miembros de la Sociedad le deben su concurso. En consecuencia, están invitados a recoger en su círculo respectivo de observaciones, los hechos antiguos o recientes que puedan tener relación con el Espiritismo y anotarles.
Procurarán al mismo tiempo informarse, en cuanto les sea posible, de la notoriedad de los referidos hechos.
Son igualmente invitados a manifestar a la Sociedad todas las publicaciones que pueden tener relación más o menos directa con el objeto de sus trabajos.
ART. 24º La Sociedad hace un examen crítico de las diferentes obras publicadas sobre Espiritismo, cuando lo juzga a propósito. A este efecto, encarga a uno de sus miembros asociado, libre o titular, para que haga una relación que se imprimirá, si hay lugar a ello, en la "Revista Espiritista".
ART. 25º La Sociedad creará una biblioteca especial compuesta de obras que se la ofrezcan y de las que adquiera.
Los miembros titulares podrán consultar sea la biblioteca, sean los archivos de la Sociedad en los días y horas que se fijen a este efecto.
ART. 26º Considerando la Sociedad que su responsabilidad puede moralmente encontrarse comprometida por las publicaciones particulares de sus miembros, nadie puede tomar en ningún escrito el titulo de "miembro de la Sociedad" sin que se le autorice por la misma, y sin que con anticipación haya tenido ésta conocimiento del manuscrito. La comisión se encargará de dar cuenta sobre este asunto. Si la Sociedad juzga el escrito incompatible con sus principios, el autor, después de haber sido oído, será invitado, bien sea a modificarlo o bien a renunciar a su publicación o, finalmente, a que no se dé a conocer como a miembro de la Sociedad. En caso de no querer someterse a la decisión que se tome, podrá disponerse que sea borrado de la lista de los socios.
Todo lo escrito por un miembro de la Sociedad, bajo el velo del anónimo, y sin ninguna mención que puede hacerle conocer como a tal, entra en la categoría de las publicaciones ordinarias de las que la Sociedad se reserva la apreciación. Sin embargo, no queriendo poner trabas a la libre emisión de las opiniones personales, la Sociedad invita a aquellos de sus miembros que tuviesen la intención de hacer publicaciones de esta clase, de reclamar con anticipación su consejo oficial es interés de la ciencia.
ART. 27º Queriendo la Sociedad mantener en su seno la unidad de principios y el espíritu de una benevolencia recíproca, podrá disponer el que sea borrado de la lista todo miembro que fuese causa de turbación, o que se pusiese en hostilidad abierta con ella por medio de escritos que comprometiesen la doctrina, por opiniones subversivas o por un modo de obrar que no podría aprobarse. Sin embargo, no se dispondrá el que sea borrado de la lista sin que proceda una amonestación que no hubiese tenido efecto, y después de haber oído al miembro reputado culpable, si juzga conveniente dar explicaciones. La decisión será por escrutinio secreto y por la mayoría de las tres cuartas partes de los miembros presentes.
ART. 28º Todo miembro que se retire voluntariamente durante el uño, no puede reclamar la diferencia de las cotizaciones satisfechas por él; esta diferencia será reembolsada en caso de que la Sociedad disponga que sea borrado de la lista.
ART. 29º El presente reglamento podrá ser modificado si hay lugar a ello. Las proposiciones de las modificaciones no podrán hacerse a la Sociedad sino por conducto de su Presidente, a quien deberán transmitirse, y en el caso que fuesen admitidas por la comisión.
La sociedad puede, sin modificar su reglamento en los puntos esenciales, adoptar todas las medidas complementarias que juzgará útiles.

CAPÍTULO XXXI
DISERTACIONES ESPIRITISTAS

Hemos reunido en este capítulo algunas comunicaciones dictadas espontáneamente, que pueden completar y confirmar los principios contenidos en esta obra. Podríamos haber citado un número mayor, pero nos limitamos a aquellas que más particularmente tienen relación con el porvenir del Espiritismo, de los rnédiums, y de las reuniones. Las damos a la vez como instrucción y como tipos de la clase de comunicaciones verdaderamente formales. Terminamos con algunas comunicaciones apócrifas seguidas de notas a propósito para hacerlas conocer.

Sobre el Espiritismo
I
Tened confianza en la bondad de Dios, y sed bastante perspicaces para comprender los preparativos de la nueva vida que os destina. Verdad es que no os será dado gozar de ella en esta existencia, ¿pero no seréis felices, sino volvéis a vivir en este globo, considerando desde arriba la obra que habréis empezado y que se desarrollará a vuestros ojos? Estad animados por una fe firme y sin vacilar contra los obstáculos que parecen deber levantarse contra el edificio cuyos cimientos ponéis. Las bases sobre las cuales se apoya son sólidas: Cristo puso su primera piedra. ¡Ánimo, pues, arquitectos del divino maestro! Trabajad, edificad. Dios coronará vuestra obra. Pero no olvidéis que Cristo desconoce a cualquiera de sus discípulos que sólo tenga la caridad en los labios; no basta creer, sobre todo es menester dar el ejemplo de bondad, de benevolencia y de desinterés, sin esto, vuestra fe será estéril para vosotros.
- San Agustín.

II

El mismo Cristo preside los trabajos de toda clase que están en camino para abriros la era de renovación y de perfeccionamiento que os profetizan vuestros guías espirituales. Si en efecto, echáis una mirada fuera de las manifestaciones espiritistas, sobre los acontecimientos contemporáneos, reconoceríais sin duda alguna, las señales precursoras que os probarán de una manera irrecusable que han llegado los tiempos predichos. Las comunicaciones se establecen entre todos los pueblos; destruidas las barreras materiales, los obstáculos morales que se oponen a su unión, las preocupaciones políticas y religiosas se borrarán rápidamente, y el reino de la fraternidad se establecerá en fin de una manera sólida y duradera. Observad desde hoy a los mismos soberanos, empujados por una mano invisible, tomar, cosa nunca oída por vosotros, la iniciativa en las re formas, y las reformas que vienen de arriba y espontáneamente son mucho más rápidas y más duraderas que las que vienen de abajo y arrancadas por la fuerza. Yo, sin embargo de las preocupaciones de la infancia y de la educación, sin embargo del culto del recuerdo, había presentido la época actual; soy feliz por ello, y soy aun más feliz viniendo a deciros: "Hermanos, ánimo. Trabajad para vosotros y para el porvenir de los vuestros. Trabajad sobre todo por vuestro mejoramiento personal, y gozaréis en vuestra primera existencia de una felicidad de la que os es tan difícil el formaros una idea, como a mí el hacerla.
Chateaubriand.

III

Yo pienso que el Espiritismo es un estudio enteramente filosófico de las causas secretas, de los movimientos interiores del alma, poco o de ninguna manera definidos hasta ahora. Explica aun más que no descubre nuevos horizontes.
La reencarnación y las pruebas sufridas antes de llegar al fin supremo, no son revelaciones sino una confirmación importante. Me quedo absorto de ver las verdades que "este medio" pone en evidencia. Digo "medio" con intención, porque a mi parecer, el Espiritismo es una palanca que separa las barreras de la oscuridad. La preocupación de las cuestiones morales, está enteramente por crear; se discuten la política que remueve los intereses generales, se discuten los intereses privados, se toma pasión por el ataque o defensa de las personalidades; los sistemas tienen sus partidarios y sus detractores; pero las verdades morales, las que son el pan del alma, el pan de la vida, se han dejado en el polvo aumentado por los siglos.
Todas las perfecciones son útiles a los ojos de la multitud, menos la del alma; su educación, su elevación son quimeras, buenas todo lo más para ocupar los ocios de los sacerdotes, de los poetas, de las mujeres, sea por seguir la moda, o como enseñanza.
Si el "Espiritismo" resucita al "espiritualismo", volverá a la sociedad el aliento que da a los unos la dignidad interior y a los otros la resignación; a todos la necesidad de elevarse hacia el Ser supremo, olvidado y desconocido por sus ingratas criaturas.
J.J. Rousseau.

IV

Si Dios envía a los hombres Espíritus para instruirles, es con el fin de ilustrarles sobre sus deberes, enseñarles el camino que puede abreviar sus pruebas y por esto mismo activar su adelantamiento; además de la misma manera que el fruto llega a sazonarse, también el hombre llegará a la perfección. Pero al lado de los Espíritus buenos que quieren vuestro bien, hay también los Espíritus imperfectos que quieren vuestro mal; mientras los unos os conducen adelante, los otros os empujan hacia atrás; debéis poner toda vuestra atención para distinguirles; el medio es fácil: procurad sólo comprender que todo lo que viene de un Espíritu bueno no puede dañar a nadie, y que todo lo que es malo, no puede proceder sino de un Espíritu malo. Si vosotros no escucháis las prudentes amonestaciones de los Espíritus que os quieren bien, si os agraviáis de las verdades que pueden deciros, es evidente que os aconsejan los malos Espíritus; sólo el orgullo puede impediros el que os reconozcáis tales como sois; pero si no lo veis vosotros mismos, otros lo ven por vosotros; de manera que sois vituperados por los hombres que se ríen detrás de vosotros y por los Espíritus.
Un Espíritu familiar.

V

Vuestra doctrina es santa y hermosa. El primer jalón está plantado y con mucha solidez. Ahora ya no tenéis otra cosa que hacer sino marchar; el camino que se os ha abierto es grande, majestuoso. Bienaventurado el que llegará al puerto; cuanto más prosélitos habrá hecho, más le se rá tomado en cuenta. Pero por esto no abracéis la doctrina fríamente; es menester hacerlo con ardor, y este ardor será doble porque Dios está siempre con vosotros cuando hacéis el bien. Todos aquellos que conduciréis serán otras tantas ovejas que volverán a entrar en el redil; ¡pobres rebaños, medio descarriados! Creed bien que el más escéptico, el más ateo, el más incrédulo, en fin, tiene siempre un pequeño rincón en su corazón que quisiera ocultar a sí mismo. Pues bien, este es el pequeño rincón que debéis buscar, el que es preciso encontrar; este lado vulnerable es el que debe atacarse; es una pequeña brecha que se ha dejado abierta expresamente por Dios para facilitar a su criatura el medio de volver a entrar en su seno.
San Benito.

VI

No os asustéis por ciertos obstáculos y por ciertas controversias.
No atormentéis a nadie con ninguna insistencia; la persuación no llegará a los incrédulos sino por vuestro desinterés, por vuestra tolerancia y vuestra caridad para todos sin excepción.
Guardáos sobre todo de violentar la opinión, ni con palabras ni con demostraciones públicas. Cuanto más modestos seréis más conseguiréis haceros apreciar. Que no os haga obrar ningún móvil personal y encontraréis en vuestras conciencias una fuerza atractiva que sólo el bien procura.
Los Espíritus trabajan por orden de Dios para el progreso de todos sin excepción; vosotros espiritistas haced lo mismo.
San Luis.

VII

¿Cuál es la institución humana, aun divina que no ha tenido obstáculos que vencer, chismes contra los cuales ha sido preciso luchar? Si no tuviesen sino una existencia triste y moribunda, no se dirigirían contra vosotros, sabiendo bien que deberíais sucumbir de un momento a otro; pero como vuestra vitalidad es fuerte y activa, como el árbol espiritista tiene fuertes raíces, suponen que puede vivir largo tiempo y ensayan la segur contra él. ¿Qué harán estos envidiosos? Todo lo más cortarán algunas ramas que rebrotaran con nueva savia y serán más fuertes que nunca.
Channing.

VIII

Voy a hablaros sobre la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espiritistas.
Se os ha hecho una cita con este objeto, os aconsejo que a estudiéis de corazón y que os apliquéis el espíritu de ella; porque de la misma manera que San Pablo, vosotros seréis perseguidos no en carne y hueso, pero en espíritu; los incrédulos, los fariseos de la época, blasfemarán de vosotros y os abofetearán; pero no temáis, ésta será una prueba que os fortificará si sabéis sobrellevarla por amor a Dios y más tarde veréis coronados vuestros esfuerzos; éste será un gran triunfo para vosotros en el día de la eternidad, sin olvidar que, en este mundo, es ya un consuelo para las personas que han perdido parientes y amigos; sabed que son felices y que podéis comunicaros con ellos, es ya una dicha. Marchad, pues, adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tomada en cuenta en el día que compareceréis ante el Todopoderoso.
Channing

IX

Vengo yo, tu Salvador y tu juez, vengo como en otro tiempo, entre los hijos descarriados de Israel; vengo a traer la verdad y a disipar las tinieblas. Escuchadme. El Espiritismo, como otra vez mi palabra, debe recordar a los materialistas que sobre ellos reina la inmutable verdad: Dios bueno, el Dios grande que hace germinar la planta y que levanta las olas. Yo he revelado la doctrina divina; yo como un segador he atado en manojos el bien esparcido en la humanidad, y he dicho: ¡Venid a mí todos vosotros que sufrís!
Pero los hombres ingratos se han separado del camino recto y ancho que conduce al reino de mi padre y se han separado en los ásperos senderos de la impiedad.
Mi padre no quiere aniquilar la raza humana; quiere no ya por los profetas, tampoco por los apóstoles, quiere que ayudándoos los unos a los otros, muertos y vivos, es decir, muertos según la carne, porque la muerte no existe, os socorráis, y que la voz de aquellos que ya no están se haga oír aun para gritaros: ¡Rogad y creed! porque la muerte es la resurrección, y la vida la prueba elegida durante la cual vuestras virtudes cultivadas deben engrandecer y desarrollarse como el cedro.
Creed en las voces que os responde: éstas son las mismas almas de aquellos que evocáis. Yo me comunico rara vez; amigos míos, aquellos que asistieron en mi vida y en mi muerte son los intérpretes divinos de las voluntades de mi Padre.
Hombres débiles que creéis en el error de vuestras obscuras inteligencias, no apaguéis la antorcha que la clemencia divina coloca en vuestras manos para iluminar vuestro camino y conduciros, hijos perdidos, en el regazo de vuestro Padre.
Yo os lo digo en verdad, creed en la diversidad, en la "multiplicidad" de los Espíritus que os rodean. Estoy demasiado conmovido por vuestras miserias, por vuestra inmensa debilidad, para no tender una mano protectora a los infelices descarriados que, viendo el cielo, caen en el abismo del error. Creed, amaos, comprended las verdades que os son reveladas; no mezcléis la cizaña con el buen grano, los sistemas con las
verdades.
¡Espiritistas! amaos, he aquí la primera enseñanza; instruíros, aquí tenéis la segunda. Todas las verdades se encuentran en el cristianismo; los errores que en él han echado raíces son de origen humano; y ved que de la otra parte de la tumba que vosotros creéis la nada, voces os llaman: ¡Hermanos! nada perece; Jesucristo es el
vencedor del mal, seáis vosotros los vencedores de la impiedad.
Nota. - Esta comunicación, obtenida por uno de los mejores médiums de la Sociedad Espiritista de París, está firmada con un nombre que el respeto no nos permite reproducir sino bajo toda reserva, tan grande sería el insigne favor de su autenticidad y porque se ha abusado demasiado de él en las comunicaciones evidentemente apócrifas; este nombre es el de Jesús de Nazareth. No dudamos de ningún modo que pueda manifestarse; pero si los Espíritus verdaderamente superiores no lo hacen sino en circunstancias excepcionales, la razón nos impide creer que el Espíritu puro por excelencia responde al llamamiento de cualquiera; en todo caso habría profanación en atribuirle un lenguaje indigno de él.
Por estas consideraciones nos hemos abstenido siempre de publicar nada que lleve este nombre; y creemos que no se podría ser bastante circunspecto en las publicaciones de esta clase, que sólo tienen autenticidad por el amor propio, y que el menor inconveniente es de proporcionar armas a los adversarios del Espiritismo.
Como hemos dicho, cuanto más elevados están los Espíritus en la jerarquía, tanta más desconfianza debe haber en aceptar su nombre; sería menester estar dotado de una grande dosis de orgullo para vanagloriarse de tener el privilegio de sus comunicaciones y creerse digno de hablar con ellos como con sus iguales. En la comunicación antecedente, no hacemos constar sino una cosa: la superioridad incontestable del lenguaje y de los pensamientos, dejando a cada uno el cuidado de juzgar si aquel cuyo nombre lleva la desmentiría.

Sobre los médiums
X

Todos los hombres son médiums; todos tienen un Espíritu que les dirige hacia el bien cuando saben escucharle. Que unos se comuniquen directamente con él por una mediumnidad particular, que otros no le oigan sino por la voz del corazón y de la inteligencia, poco importa, no por esto deja de ser el Espíritu familiar que les aconseja.
Llamadle espíritu, razón, inteligencia, siempre es una voz que responde a vuestra alma y os dicta buenas palabras; sino que vosotros no las comprendéis siempre. No todos saben obrar según los consejos de la razón, no de esta razón que se arrastra y humilla más bien que marcha, de esta razón que se pierde en medio de los intereses materiales y groseros, sino de la razón que eleva al hombre sobre sí mismo, que le transporta hacia las regiones desconocidas; llama sagrada que inspira al artista y al poeta, pensamiento divino que eleva al filósofo, fervor que arrastra a los individuos y a los pueblos, razón que el vulgo no puede comprender, pero que eleva al hombre y le acerca a Dios, más que a ninguna otra criatura, entendimiento que sabe conducirle de lo conocido a lo desconocido y le hace ejecutar las cosas mas sublimes. Escuchad, pues, a esta voz interior a este buen genio que os habla sin cesar, y llegaréis progresivamente a oír vuestro ángel guardián que os tiende la mano desde lo alto de los cielos; lo repito, la voz íntima que habla al corazón es la de los buenos Espíritus, y bajo este punto de vista todos los hombres son médiums.
Channing.

XI

El don de la mediumnidad es tan antiguo como el mundo; los profetas eran médiums; los misterios del Eleusis estaban fundados sobre la mediumnidad; los Caldeos, los Asirios, tenían médiums; Sócrates estaba dirigido por un Espíritu que le inspiraba los admirables principios de su filosofía; él oía su voz. Todos los pueblos han tenido sus médiums, y las inspiraciones de Juana de Arco no eran otra cosa que la voz de los Espíritus bienhechores que la dirigían. Este don que se esparce hoy día, era más raro en la edad media, pero jamás ha cesado. Swedenborg y sus adeptos tuvieron una numerosa escuela. La Francia de los últimos siglos, burlona y ocupada con una filosofía que queriendo destruir los abusos de la intolerancia religiosa, ofuscaba bajo el ridículo todo lo que era ideal, la Francia debía alejar al Espiritismo que no cesaba de progresar en el Norte. Dios había permitido esta lucha de ideas positivas contra las ideas espiritistas, porque el fanatismo se había hecho una arma de estas últimas; ahora que los progresos de la industria y de las ciencias han desarrollado el arte de vivir bien, a tal punto que las tendencias materiales han venido a ser dominantes, Dios quiere que los Espíritus vuelvan otra vez a conducir los intereses del alma; quiere que el perfeccionamiento del hombre moral sea lo que debe ser, es decir, el fin y el objeto de la vida. El Espíritu humano sigue una marcha necesaria, imagen de la gradación sufrida por todo lo que puebla el Universo visible e invisible; todo progreso llega a su hora: la de elevación moral ha llegado para la humanidad; no se cumplirá en vuestros días; pero dad gracias a Dios de que asistáis a la aurora bendecida.
Pedro Jouty ("Padre del médium").

XII

Dios me ha encargado de una misión que debo cumplir con los creyentes a quienes favorece con la mediumnidad. Cuantas más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son tanto más grandes porque toman origen en los mismos favores que Dios les concede. Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: aquí está su escollo. Estos mismos médiums que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva lo olvidan; hacen más: lo que sólo deben a Dios lo atribuyen a su propio mérito.
¿Qué sucede entonces? Los buen os Espíritus les abandonan, vienen a ser el juguete de los malos, y no tienen brújula para guiarse; cuanto más capaces se hacen, más inclinados están en atribuirse un mérito que no les pertenece, hasta que por fin Dios les castiga retirándoles una facultad que sólo pudo serles fatal.
No sabría cómo recomendaros a vuestro ángel guardián, para que os ayude a estar siempre preparados contra vuestro más cruel enemigo que es el orgullo. Acordáos mucho los que tenéis la dicha de ser los intérpretes entre los Espíritus y los hombres, que sin el apoyo de nuestro divino maestro seréis castigados con más severidad, porque habréis sido más favorecidos.
Espero que esta comunicación dará sus frutos y deseo que pueda ayudar a los médiums a mantenerse en guardia contra el escollo que les entrellaría; este escollo ya os lo he dicho, es el orgullo.
Juana de Arco.

XIII

Cuando vosotros queráis recibir buenas comunicaciones de buenos Espíritus, conviene prepararos a este favor por el recogimiento, por sanas intenciones y por el deseo de hacer bien con respecto al progreso general; porque acordáos que el egoísmo es una causa de retraso para todo adelantamiento. Acordáos de que Dios permite a algunos de entre vosotros el que recibáis la inspiración de ciertos hijos suyos que por su conducta, han sabido merecer la felicidad de comprender su bondad infinita, es que quiere a solicitud nuestra y en vista de vuestras buenas intenciones, daros los medios de adelantar en su camino; así, pues, médiums sacad provecho de esta facultad que Dios quiere concederos. Tened fe en la mansedumbre de nuestro maestro; tened la caridad siempre en práctica; no os canséis nunca de ejercer esta sublime virtud así como la tolerancia. Que vuestras acciones estén siempre en armonía con vuestra conciencia, es un medio cierto de centuplicar vuestra felicidad en esta vida pasajera y prepararos a una existencia mil veces más dulce aun.
El médium de entre vosotros que no se sienta con fuerzas de perseverar en la enseñanza de los Espíritus, que abstenga; porque no sacando provecho de la luz que le ilumina, será menos excusable que otro, y deberá expiar su ceguedad.
Pascal.

XIV

Hoy os hablaré del desinterés que debe ser entre los médiums una de sus cualidades esenciales, de la misma manera que la modestia y la abnegación. Dios les ha dado esta facultad con el fin de que ayuden a propagar la verdad, pero no para hacer de ella un tráfico; y por esto no sólo entiendo aquellos que quisieran explotarla como lo harían con un talento ordinario, que se harían médiums como uno se hace cantor o bailarín, sino todos aquellos que pretendiesen servirse de ella con cualquier mira de interés material.
¿Es racional el creer que los buenos Espíritus y menos aun Espíritus superiores, que condenan la avaricia, consientan a entregarse en espectáculo, y que como las comparsas, se pongan a disposición de un empresario de manifestaciones espiritistas?
No lo es tampoco el suponer que Espíritus buenos puedan favorecer miras de orgullo y de ambición. Dios les permite comunicarse con los hombres para sacarlos del cenegal terrestre y no para servir de instrumentos a las pasiones mundanas. No puede, pues, ver con placer a los que desvían de su verdadero objeto el don que les ha hecho y os aseguro que serán castigados, aun aquí abajo por las más amargas decepciones.
Delfina de Girardin.
XV
Todos los médiums son incontestablemente llamados a servir la causa del Espiritismo según la medida de su facultad, pero hay muy pocos que no se dejan coger en el lazo del amor propio; es una piedra de toque que pocas veces deja de producir su efecto; así es que sobre cien médiums, apenas encontraréis uno por ínfimo que sea, que no se haya creído en los primeros tiempos de su mediumnidad, llamado a obtener resultados superiores y predestinado a grandes misiones. Los que sucumbem a esta vanidosa esperanza cuyo número es grande, vienen a ser la presa inevitable de los Espíritus obsesores que no tardan en subyugarles adulando su orgullo y tomándoles por la parte flaca; cuanto más se han querido elevar, más ridícula es su caída cuando no es desastrosa para ellos. Las grandes misiones sólo se confían a los hombres elegidos, y Dios mismo les coloca sin que ellos los busquen en el centro y en la posición en que su concurso podrá ser eficaz. No sé cómo recomendar a los médiums inexpertos que desconfíen de lo que ciertos Espíritus puedan decirles, tocante al pretendido papel que están llamados a representar; porque si lo creen así no recogerán sino defecciones en este mundo y un severo castigo en el otro. Que se persuadan bien que en la esfera modesta y obscura en que están colocados pueden prestar grandes servicios, ayudando a la conversión de los incrédulos o dando consuelo a los afligidos; si deben salir de este círculo serán conducidos por una mano invisible que preparará los caminos puestos en evidencia, por decirlo así, a pesar suyo. Que se acuerde bien de aquellas palabras: "El que se eleva será abatido, el que se abatirá será elevado".
El Espíritu de Verdad.

Sobre las sociedades espiritistas

Nota. - En el número de las comunicaciones siguientes algunas se han dado en la "Sociedad Parisiense de Estudios Espiritistas" o a su intención; otras que se nos han transmitido por diferentes médiums, contienen consejos generales sobre las reuniones, su formación y los escollos que pueden encontrar.

XVI

¿Por qué no empezáis vuestras sesiones por una invocación general, una especie de plegaria que prepararía al recogimiento? Porque es menester que sepáis que sin el recogimiento no obtendréis sino comunicaciones ligeras; los Espíritus buenos no van sino adonde se les llama con fervor y sinceridad. Esto es lo que no se comprende bastante; a vosotros, pues, toca el dar ejemplo; a vosotros que si lo queréis podéis llegar a ser una de las columnas del nuevo edificio.
Vemos vuestros trabajos con placer y los ayudamos, pero a condición de que secundaréis por vuestra parte y que os manifestaréis a la altura de la misión que estáis llamados a cumplir. Formad, pues, la unión y seréis fuertes y los Espíritus malos no prevalecerán contra vosotros. Dios ama a los sencillos de espíritu lo que no quiere decir a los necios, sino a aquellos que hacen abnegación de sí mismos y que vienen a él sin orgullo. Podéis llegar a ser un foco de luz para la humanidad; sabed, pues, distinguir el buen grano de la cizaña; sembrad sólo el buen grano y guardáos de esparcir la cizaña porque ésta impedirá al buen grano de crecer, y vosotros seríais responsables de todo el mal que haga, de la misma manera que seréis responsables de las malas doctrinas que podríais propagar. Acordáos de que el mundo podrá tener un día la vista sobre vosotros; haced, pues, que nada obscurezca el resplandor de las cosas buenas que saldrán de vuestro seno, por esto os recomendamos el que roguéis a Dios para que os asista.
San Agustín.

Rogado San Agustín para que diera una fórmula de invocación general, respondió:
"Ya sabéis que no hay fórmula absoluta. Dios es muy grande para dar más importancia a las palabras que al pensamiento. Además no creáis que baste el pronunciar algunas palabras para separar a los malos Espíritus; sobre todo guardáos de hacer una de esas fórmulas ligeras que se recitan para descargo de la conciencia; su eficacia está en la sinceridad del sentimiento que la dicta, está sobre todo en la unanimidad de la intención, porque ninguno de aquellos que no se asociasen a ella de corazón, no podría sacar beneficio ni hacer beneficiar a los demás. Redactarla vosotros mismos y sometedla a mi examen si queréis, yo os ayudaré."
Nota. - La fórmula siguiente de evocación general ha sido redactada con asistencia del Espíritu, que la ha completado en muchos puntos.
"Rogamos a Dios Todopoderoso que nos envíe Espíritus buenos para asistirnos y aleje aquellos que podrían inducirnos en error; dadnos la luz necesaria para distinguir la verdad de la impostura.
"Separad también a los Espíritus malévolos que podrían poner la desunión entre nosotros suscitando la envidia, el orgullo y los celos. Si algunos intentasen introducirse aquí en nombre de Dios, les conjuramos a que se retiren.
"Espíritus buenos que presidís nuestros trabajos, dignáos instruirnos y hacernos dóciles a vuestros consejos. Haced que todo sentimiento personal se borre en nosotros ante el pensamiento del bien general.
"Rogamos particularmente a ..., nuestro protector especial, para que tenga a bien prestarnos hoy su asistencia."

XVII

Amigos míos, dejadme que os dé un consejo, porque vosotros marcháis sobre un terreno nuevo y si seguís la ruta que os indicamos no os perderéis. Se os ha dicho una cosa que es mucha verdad y que queremos recordárosla; es que el Espiritismo sólo es una moral, y no debe salir de los límites de la filosofía ni un solo paso, si no quiere caer en el dominio de la curiosidad. Dejad a un lado la cuestión de las ciencias: la misión de los Espíritus no es de resolverlas ahorrándoos el trabajo de la investigación, sino el procurar el haceros mejores porque de este modo es como avanzaréis realmente.
San Luis.

XVIII

Se han burlado de las mesas giratorias, nunca se burlarán de la filosofía, de la sabiduría y de la caridad que brillan en las comunicaciones formales. Este fue el vestíbulo de la ciencia; entrando en él deben dejarse las preocupaciones como uno deja la capa. Nunca os instaré bastante para que hagáis un centro formal de vuestras reuniones. Que en otra parte se hagan demostraciones físicas, "que allá se vea, que acullá se oiga, haced que entre vosotros se comprenda y se ame". ¿Qué creéis que sois vosotros a los ojos de los Espíritus superiores cuando habéis hecho girar o levantar una mesa? Estudiantes; ¿acaso el sabio pasa el tiempo en repasar el a, b, c, de la ciencia?
Mientras que viéndoos buscar las comunicaciones formales se os considera como hombres también formales en busca de la verdad.
San Luis.

Habiendo preguntado a San Luis si entendía por esto vituperar las manifestaciones físicas, contestó:
"Yo no podría vituperar las manifestaciones físicas, puesto que si tienen lugar, es con el permiso de Dios y con un fin útil; diciendo que fueron el vestíbulo de la ciencia, las coloco en su verdadero puesto y afirmo su utilidad. Yo sólo vitupero a aquellos que hacen de ellas un objeto de diversión y de curiosidad, sin aprovechar la enseñanza que es su consecuencia; son para la filosofía del Espiritismo lo que la gramática para la literatura, y el que ha llegado a cierto grado en una ciencia no pierde el tiempo en repasar los elementos".

XIX

Amigos míos y fieles creyentes, soy siempre feliz de poderos dirigir por el camino del bien; es una misión dulce que Dios me da, de la que estoy contentísimo, porque el ser útil es siempre una recompensa. Que el Espíritu de caridad os reúna, tanto la caridad que da como la caridad que ama. Manifestáos pacientes contra las injurias de vuestros detractores; sed firmes en el bien, y sobre todo humildes ante Dios; sólo la humildad eleva; es la sola grandeza que Dios reconoce. Entonces sólo vendrán a vosotros los Espíritus buenos; sino el del mal se apoderaría de vuestra alma. Seáis bendecidos en nombre del Criador y os engrandeceréis a los ojos de los hombres, al mismo tiempo que a los ojos de Dios.
San Luis.

XX

La unión es la fuerza; debéis estar unidos para ser fuertes. El Espiritismo ha germinado, echado sus profundas raíces; y va a extender sobre la Tierra sus ramas bienhechoras. Es menester haceros invulnerables contra los tiros emponzoñados de la calumnia y de la negra falange de Espíritus ignorantes, egoístas e hipócritas. Para conseguirlo, que una indulgencia y una benevolencia reciprocas presidan a vuestras relaciones; que vuestros defectos pasen desapercibidos, que sólo vuestras cualidades sean notadas; que la antorcha de la amistad santa reúna, esclarezca y enardezca vuestros corazones, y resistiréis a los ataques impotentes del mal, como la inmóvil peña a la ola furiosa.
San Vicente de Paul.

XXI

Amigos míos, vosotros queréis formar una reunión espiritista y os lo apruebo, porque los Espíritus no pueden ver con placer que los médiums estén aislados Dios no les ha dado esta sublime facultad para ellos solos, sino para el bien general.
Comunicándose con otros, tienen mil ocasiones de ilustrarse sobre el mérito de las comunicaciones que reciben, mientras que solos, están mucho mejor bajo el imperio de los Espíritus mentirosos, maravillados de no tener comprobación. Esto es para vosotros, y si no estáis dominados por el orgullo, lo comprenderéis y de ello sacaréis provecho.
Vamos ahora para los demás.
¿Os habéis hecho bien cargo de lo que debe ser una reunión espiritista? No, porque en vuestro celo creéis que lo que puede hacerse mejor, es reunir el mayor número de personas, con el fin de convencerlas. Desengañáos; cuantos menos seréis más obtendréis. Es sobre todo por el ascendiente moral que vosotros ejerceréis, que os atraeréis a los incrédulos, mucho más que por los fenómenos que obtengáis; si sólo atraéis por los fenómenos, os vendrán a ver por curiosidad y encontraréis curiosos que no os creerán y que se reirán de vosotros; si no se encuentran entre vosotros sino personas dignas de estima, puede ser que no se os crea en seguida, pero se os respetará, y el respeto inspira siempre confianza. Estáis convencidos que el Espiritismo debe conducir a una reforma moral; que vuestra reunión sea, pues, la primera en dar ejemplo de virtudes cristianas, porque en este tiempo de egoísmo, en las sociedades espiritistas la verdadera caridad debe encontrar un refugio (*). Tal debe ser, amigos míos, una reunión de verdaderos espiritistas. Otra vez ya os daré otros consejos.
Fenelón.

XXII

Me habéis preguntado si la multiplicidad de grupos en una misma localidad, podría engendrar rivalidades sensibles para la doctrina. A esto os responderé que los que están imbuidos de los verdaderos principios de esta doctrina, miran como hermanos a todos los espiritistas y no como rivales; los que mirasen a las otras reuniones con celos, probarían que hay entre ellos una segunda intención de interés o de amor propio, y que están guiados por el amor de la verdad. Os aseguro que si estas personas estuviesen entre vosotros, pronto sembrarían la turbación y la desunión.
El verdadero Espiritismo tiene por divisa "benevolencia y caridad" ; excluye toda rivalidad que no sea el bien que puede hacerse; todos los grupos que se inscribirán bajo su estandarte podrán darse la mano como buenos vecinos, que no son menos amigos aun cuando no habiten una misma casa. Los que pretendan tener los mejores Espíritus por guías, deberán probarlo enseñando los mejores sentimientos; que haya, pues, entre ellos lucha, pero lucha de grandeza de alma, de abnegación, de bondad y de humildad; el que echase al otro la piedra, sólo por esto probaría que está tentado por malos Espíritus.
La naturaleza de los sentimientos que dos hombres manifiesten el uno con respecto al otro, es la piedra de toque que hace conocer la naturaleza de los Espíritus que les asisten.
Fenelón.

XXIII

El silencio y el recogimiento son condiciones esenciales para todas las comunicaciones formales. Nunca obtendréis esto de aquellos que no sean atraídos a vuestras reuniones sino por la curiosidad; obligad, pues, a los curiosos que vayan a divertirse a otra parte, porque su distracción sería una causa de turbación.
No debéis tolerar ninguna conversación cuando se pregunta a los Espíritus.
Algunas veces tenéis comunicaciones que exigen réplicas formales por vuestra parte, y respuestas que no lo son menos de parte de los Espíritus evocados, que experimentan, creedlo bien, descontento por los cuchicheos continuos de ciertos asistentes; de aquí viene que nada hay completo ni verdaderamente formal; el médium que escribe, experimenta también distracciones muy perniciosas para su ministerio.
San Luis.

XXIV

Yo os hablaré de la necesidad de observar la más grande regularidad en vuestras sesiones, es decir, de evitar toda confusión, toda divergencia en las ideas. La divergencia favorece la substitución de malos Espíritus a los buenos y casi siempre son los primeros los que se apoderan de las cuestiones que se proponen. Por otra parte, en una reunión compuesta de elementos diversos y desconocidos los unos de los otros, ¿cómo se evitan las ideas contradictorias, la distracción y aun peor: una vaga y satírica indiferencia?
Este medio quisiera encontrarlo eficaz y cierto. Puede que esté en la concentración de los fluidos esparcidos alrededor de los médiums. Ellos solos, pero sobre todo aquellos que son estimados, retienen a los Espíritus buenos en la asamblea; pero su influencia apenas basta para disipar la turba de Espíritus ligeros. El trabajo del examen de las comunicaciones es excelente; no se sabrían profundizar bastante las cuestiones y sobre todo las respuestas; el error es fácil, aun para los Espíritus animados de las mejores intenciones; la lentitud de la escritura durante la cual el Espíritu se desvía del asunto que agota tan pronto como lo ha concebido, la movilidad y la indiferencia por ciertas formas convenidas, todas estas razones y muchas otras, os hacen un deber de no tener sino una confianza limitada y siempre subordinada al examen, aun cuando se trate de las comunicaciones más auténticas.
Georges ("Espíritu familiar")

XXV

La mayor parte de las veces, ¿con qué fin pedís comunicaciones a los Espíritus? Para obtener un buen escrito y enseñarlo a vuestros conocidos como muestra de nuestro talento, los conserváis preciosamente en vuestros álbums, pero en vuestros corazones no hay cabida. ¿Creéis que porque nos lisonjeáis venimos a tomar puesto en vuestras asambleas como en un concurso haciendo gala de elocuencia para que podáis decir que la sesión ha sido muy interesante? ¿Qué os queda cuando habéis encontrado una comunicación admirable? ¿Creéis que venimos buscando vuestros aplausos?
Desengañáos; no estamos dispuestos a divertiros de ningún modo; por vuestra parte, estáis aun en la curiosidad que en vano disimuláis; nuestro objeto es haceros mejores.
Además, cuando nosotros vemos que nuestras palabras no dan fruto, y que todo se reduce por vuestra parte a una estéril aprobación, vamos a buscar almas más dóciles;
entonces dejamos venir a nuestro puesto a los Espíritus que sólo quieren hablar, y de éstos no falta. Vosotros os admiráis de que dejemos tomar nuestro nombre. ¿Qué os importa, puesto que para vosotros es lo mismo? Pero sabed bien que no lo permitiríamos delante de aquellos por quienes realmente nos interesamos, es decir, con aquellos con quienes no perdemos nuestro tiempo: aquellos son nuestros preferidos y les preservamos de la mentira. No déis, pues, la culpa a nadie sino a vosotros si sois engañados tan a menudo; para nosotros el hombre formal no es aquel que se abstiene de reír, sino aquel cuyo corazón se conmueve por nuestras palabras, que las medita y se aprovecha de ellas. (Véase núm. 268, preguntas 19 y 20).
Massillon.

XXVI

El Espiritismo debería ser un escudo contra el Espíritu de discordia y desunión; pero este Espíritu en todo tiempo sacude su ponzoña sobre los humanos, porque está celoso de la felicidad que procura la paz y la unión. ¡Espiritistas! El podrá, pues, penetrar en vuestras asambleas y no lo dudéis, procurará sembrar en ellas la defección, pero será impotente contra los que están animados de la verdadera caridad. Estad preparados y
velad sin cesar en la puerta de vuestro corazón, como en la de vuestras reuniones para no dejar penetrar al enemigo. Si vuestros esfuerzos son impotentes contra el de fuera, siempre dependerá de vosotros el impedirle el acceso de vuestra alma.
Si nacen disensiones entre vosotros, sólo pueden ser suscitadas por malos Espíritus; que los que tendrán pues, en más alto grado el sentimiento de los deberes que les impone la urbanidad, lo mismo que el Espiritismo verdadero, se manifiesten los más pacientes, los más dignos y los más cariñosos; algunas veces los buenos Espíritus pueden permitir estas luchas para proporcionar tanto a los buenos como a los malos sentimientos, la ocasión de descubrirse, a fin de separar el mal grano de la cizaña y estarán siempre del lado que habrá más humildad y verdadera caridad.
San Vicente de Paul.

XXVII

Rechazad enérgicamente a todos estos Espíritus que se ofrecen como consejeros exclusivos, predicando la división y el aislamiento. Estos son casi siempre Espíritus vanidosos y medianos, que procuran imponer a los hombres débiles y crédulos, prodigándoles alabanzas exageradas con el fin de fascinarles y tenerles bajo su dominio.
Estos Espíritus están generalmente hambrientos de poder, y déspotas públicos o privados cuando vivían, quieren aún tener víctimas para tiranizar después de su muerte.
En general, desconfiad de las comunicaciones que llevan un carácter de misticismo y de extrañeza, o que prescriben ceremonias y actos ridículos; en tal caso hay siempre un motivo legítimo de sospecha.
Por otra parte, creed bien que cuando debe revelarse una verdad a la humanidad, se comunica instantáneamente, por decirlo así, a todos los grupos formales que posean buenos médiums, y no a unos con exclusión de los demás. Nadie es médium perfecto si está obcecado, y hay obsesión manifiesta cuando un médium sólo es apto para recibir las comunicaciones de un Espíritu especial, por alto que procure colocarse él mismo. En consecuencia, todos los médiums, todos los grupos que se crean privilegiados por comunicaciones que sólo ellos pueden recibir, y que por otra parte están sujetos a prácticas que rayan en superstición, están indudablemente bajo la obsesión más caracterizada, sobre todo cuando el Espíritu que domina se adorna con el nombre que todos, Espíritus y encarnados, debemos honrar y respetar, y no permitir que se comprometa a cada paso.
Es incontestable que sometiendo al crisol de la razón y de la lógica todos los dones y todas las comunicaciones de los Espíritus, será fácil el rechazar lo absurdo y el error. Un médium puede estar fascinado, un grupo puede ser engañado; pero la comprobación severa de otros y además la ciencia adquirida y la alta autoridad moral de sus jefes, las comunicaciones de los principales médiums que reciben un sello de lógica y de autenticidad de nuestros mejores Espíritus, harán rápidamente justicia a estos dictados mentirosos y astutos, emanados de una turba de Espíritus engañosos o malos.
Erasto ("discípulo de San Pablo").

Observación. - Uno de los caracteres distintivos de estos Espíritus que quieren imponer y hacer aceptar ideas ridículas y sistemáticas, es el pretender, aun cuando sólo sean solos en su opinión, tener razón contra todo el mundo. Su táctica es evitar la discusión y cuando se ven combatidos victoriosamente por las armas irresistibles de la lógica, rehusan desdeñosamente el responder y prescriben a sus médiums el que se alejen de los centros en que sus ideas no son acogidas. Este aislamiento es lo más fatal que hay para los médiums, porque sufren sin contraposición, el yugo de los Espíritus obsesores, que les conducen como ciegos, y les llevan a menudo por caminos perniciosos.

XXVIII

Los falsos profetas no están sólo entre los encarnados, están también y en mucho mayor número entre los Espíritus orgullosos que bajo falsas apariencias de amor y caridad, siembran la desunión y retardan la obra emancipadora de la humanidad, esparciendo sus sistemas absurdos que hacen aceptar por los médiums; y para fascinar mejor a los que quieren engañar, para dar más peso a sus teorías, toman sin escrúpulo los nombres que los hombres sólo pronuncian con respeto, los de los santos justamente venerados, de Jesús, de María y aun de Dios.
Estos son los que siembran las levaduras de antagonismo entre los grupos, que les conducen a aislarse los unos de los otros y mirarse con mal ojo. Esto sólo bastaría para descubrirles, porque obrando de este modo, ellos mismos dan el más formal mentís a lo que pretenden ser. Ciegos, pues, son los hombres que se dejan coger en una red tan grosera.
Pero hay muchos otros medios de reconocerles. Los Espíritus del orden al cual dicen ellos que pertenecen, deben ser no solamente muy buenos, sino que además eminentemente lógicos y racionales. Pues bien, pasad sus sistemas por el tamiz de la razón y del buen sentido y veréis lo que quedará. Convenid, pues, conmigo que todas las veces que un Espíritu indica, como remedio a los males de la humanidad o como medio de llegar a su transformación, cosas utópicas e impracticables, medidas pueriles y ridículas; cuando formula un sistema contradicho por las más vulgares nociones de la ciencia, no puede ser sino un Espíritu ignorante y mentiroso.
Por otra parte, creed bien que si la verdad no es siempre apreciada por los individuos, los es siempre por el buen sentido de las masas, y también esto es un criterio. Si dos principios se contradicen tendréis la medida de su valor intrínseco, buscando aquel que tenga más eco y simpatía; sería ilógico en efecto, admitir que una doctrina que viese disminuir el número de sus partidarios fuese más verdadera que aquella que vea aumentar los suyos. Dios, queriendo que la verdad llegue a todos no la señala un círculo estrecho y restringido, la hace brotar por diferentes puntos a fin de que en todas partes la luz esté al lado de las tinieblas.
Erasto.

Observación. - La mejor garantía para que un principio sea la expresión de la verdad, es cuando está enseñado y revelado por diferentes Espíritus, por diferentes médiums extraños los unos a los otros y en diferentes lugares, y cuando además está confirmado por la razón y sancionado por la adhesión del mayor número. Sólo la verdad puede poner raíces a una doctrina; un sistema erróneo puede reclutar algunos adeptos, pero como le falta la primera condición de vitalidad, sólo tiene una existencia efímera; por esta razón no es necesario inquietarse; él mismo se mata por sus propios errores y caerá inevitablemente ante el arma poderosa de la lógica.

Comunicaciones apócrifas
A menudo se reciben comunicaciones de tal modo absurdas, aunque firmadas por nombres los más respetables, que el buen sentido más vulgar, demuestra su falsedad; pero las hay que el error es disimulado bajo cosas buenas que ilusionan y algunas veces impiden el descubrirlas a primera vista, pero no podrían resistir a un examen serio.

Sólo citaremos algunas como muestra.

XXIX

La creación perpetua e incesante de los mundos es para Dios como un goce perpetuo, porque ve sin cesar que sus rayos dan todos los días más luz y felicidad. Para Dios no hay número, ni tiempo. Por esto las centenas o millares, para él son la misma cosa. Es un padre cuya felicidad está formada de la felicidad colectiva de sus hijos y a cada segundo de creación, ve una nueva felicidad venir a confundirse en la felicidad general. No hay alto, ni suspensión en este movimiento perpetuo, esta grande felicidad incesante que fecunda la tierra y el cielo. Del mundo no se conoce sino una pequeña fracción, y vosotros tenéis hermanos que viven bajo latitudes en las que el nombre no ha podido aun penetrar. ¿Qué significan esos calores terroríficos y esos fríos mortales que detienen los esfuerzos de los más atrevidos? ¿Creéis simplemente que allí está el fin de vuestro mundo, cuando no podéis adelantar más con vuestros pequeños medios? ¿Podríais acaso medir exactamente vuestro planeta? No creáis esto. Hay sobre vuestro planeta más lugares ignorados que lugares conocidos. Pero como es inútil propagar más todas vuestras malas instituciones, todas vuestras malas leyes, acciones y existencias, hay un límite que os detiene aquí y allá, y os detendrá hasta que tengáis que llevar las buenas semillas que ha hecho vuestro libre albedrío. ¡Ah, no!, vosotros no conocéis este mundo que llamáis Tierra. En vuestra existencia veréis un gran principio de pruebas de esta comunicación. Va a dar la hora en que habrá otro descubrimiento que el último que se ha hecho; mirar cómo va a ensancharse el círculo de vuestra tierra conocida, y cuando toda la prensa cantará este Hosanna en todas las lenguas, vosotros, pobres hijos, que amáis a Dios y que buscáis su camino, vosotros lo habréis sabido antes que aquellos mismos que darán su nombre a la nueva tierra.
San Vicente de Paul.

Observación - Al punto de vista de estilo, esta comunicación no puede resistir la crítica; las incorrecciones, los pleonasmos, las frases viciosas saltan a los ojos de cualquiera, por poco letrado que sea; pero esto nada probaría contra el nombre con el que va firmada, en atención a que estas imperfecciones podrían venir de la insuficiencia del médium, como lo hemos demostrado. Lo que es obra del Espíritu, es la idea: pues cuando dice que hay sobre nuestro planeta más lugares ignorados que lugares conocidos, que va a descubrirse un nuevo continente es para un Espíritu que se llama superior, probar la más profunda ignorancia. Sin duda se pueden descubrir más allá de los hielos algunos rincones de tierra desconocidos, pero decir que estas tierras están pobladas y que Dios las ha ocultado a los hombres con el fin de que no llevaran a ellas sus malas instituciones, es tener demasiada fe en la confianza ciega de aquellos a quienes divulga semejantes absurdos.

XXX

Hijos míos, nuestro mundo material y el mundo espiritual que tan pocos conocen aun, forman como dos platos de la balanza perpetua. Hasta aquí nuestras religiones, nuestras leyes, nuestras costumbres, y nuestras pasiones han hecho de tal modo caer el plato del mal para levantar el bien, que se ha visto el mal reinar como soberano en la tierra. Desde muchos siglos es siempre la misma queja que se exhala de la boca del hombre, y la conclusión fatal, es la injusticia de Dios. Hay quien llega hasta negar la existencia de Dios. Vosotros los véis todo aquí y nada allá; vosotros véis lo superfluo que choca con la necesidad, el oro que brilla al lado del cieno; todos los contrastes más patentes que deberían probaros vuestra doble naturaleza. ¿De dónde viene esto? ¿Quién tiene la culpa? Aquí tenéis lo que debéis buscar con tranquilidad y con imparcialidad; cuando uno desea sinceramente encontrar un buen remedio, lo encuentra. Pues bien, sin embargo de este dominio del mal sobre el bien, por vuestra propia falta, ¿por qué no veis el resto marchar derecho por la línea trazada por Dios? ¿Véis desarreglarse las estaciones? ¿Los calores y los fríos chocar inconsideradamente? ¿La luz del Sol olvidarse de alumbrar la Tierra? ¿La tierra olvidar en su seno la simiente que el hombre ha depositado en ellas? ¿Veis que cesan los mil milagros perpetuos que se producen a vuestra vista, desde el nacimiento de la yerba, hasta el nacimiento del niño, hombre futuro? Pero todo va bien de parte de Dios, todo mal de parte del hombre. ¿Qué remedio hay? Es muy sencillo: acercarse a Dios, amarse, unirse, entenderse y seguir tranquilamente el camino cuyos mojones se ven con los ojos de la fe y de la conciencia.
San Vicente de Paul.

Observación. - Esta comunicación fue obtenida en el mismo círculo; pero ¡qué diferencia con la precedente! No sólo por los pensamientos, sino por el estilo. Todo es justo en ella, profundo, sensato, y ciertamente San Vicente de Paul no la desconocería, por esto se le puede atribuir sin miedo.

XXXI

¡Vamos, muchachos, unid vuestras filas! es decir, que vuestra buena unión haga vuestra fuerza. ¡Vosotros que trabajáis en la fundación de un grande edificio, velad y trabajad siempre para consolidarlo por su base, y entonces podréis levantarlo bien alto, bien alto! El progreso es inmenso sobre todo nuestro globo; una cantidad innumerable de prosélitos se forman bajo nuestra bandera; muchos escépticos y aun de los más incrédulos se acercan, se acercan también.
¡Marchad, hijos, marchad con el corazón alto, lleno de fe, el camino que seguís es hermoso; no os paréis; seguid siempre la línea recta, servid de guías a aquellos que vienen después de vosotros, ellos serán felices, muy felices!
¡Marchad, hijos; vosotros no tenéis necesidad de la fuerza de tas bayonetas para sostener vuestra causa, sólo necesitáis la fe; la creencia, la fraternidad y la unión, estas son vuestras armas; con ellas sois fuertes, más poderosos que todos los grandes potentados del universo reunidos, a pesar de sus fuerzas vivientes, sus flotas, sus cañones y su metralla!
Vosotros que combatís por la libertad de los pueblos y la regeneración de la grande familia humana, marchad, hijos, ánimo y perseverancia. Dios os ayudará. Buenas noches, hasta más ver.
Napoleón.

Observación. - Napoleón era, cuando vivía, un hombre grave y formal como el que más; todo el mundo conoce su estilo breve y conciso; hubiera singularmente degenerado, si después de su muerte se hubiese vuelto hablador y burlesco. Esta comunicación puede que sea del Espíritu de algún soldado que se llamaba Napoleón.

XXXII

No, no se puede cambiar de religión cuando no hay una que pueda a la vez satisfacer el sentido común y la inteligencia que se tiene y que sobre todo pueda dar al hombre los consuelos presentes. No, no se cambia de religión, se cae de la inepcia y de la dominación en la sabiduría y en la libertad. ¡Marchad, marchad, nuestro pequeño ejercito! Marchad y no temáis a las balas enemigas: las que os deben matar, aun no se han hecho, si estáis siempre del fondo del corazón en el camino de Dios, es decir, si queréis siempre combatir pacífica y victoriosamente por la felicidad y la libertad.
San Vicente de Paul.

Observación - ¿Quién es el que conoce a San Vicente de Paul, por este lenguaje, por estos pensamientos disparatados y desprovistos de sentido? ¿Qué significan estas palabras: No, no se cambia de religión, uno cae de la inepcia y de la dominación en la sabido la y en la libertad, con sus balas que aun no están hechas? ; sospechamos mucho que este Espíritu no sea el mismo que ha firmado más arriba "Napoleón".

XXXIII

Hijos de mi fe, cristianos de mi doctrina olvidada por los intereses de los torrentes de la filosofía de los materialistas, seguidme por el camino de Judea, seguid la pasión de mi vida, contemplad ahora a mis enemigos, mirad mis sufrimientos, mis tormentos y mi sangre derramada por mi fe.
Hijos espiritualistas de mi nueva doctrina, estad prontos a soportar, a desafiar las olas de la adversidad, los sarcasmos de vuestros enemigos. La fe marchará sin cesar siguiendo vuestra estrella que os conducirá por el camino de la felicidad eterna, de la misma manera que la estrella condujo por la le a los magos del Oriente al pesebre, Cualesquiera que sean vuestras adversidades, cualesquiera que sean vuestras penas y lágrimas que habréis derramado sobre esta esfera de destierro, tened ánimo, estad persuadidos que la alegría que os inundará en el mundo de los Espíritus será mucho más grande que los tormentos de vuestra existencia pasajera. El valle de lágrimas es un valle que debe desaparecer para dejar puesto a la brillante morada de alegría, de fraternidad y de unión, en la que iréis a parar por vuestra buena obediencia a la santa revelación. La vida, queridos hermanos de esta esfera terrestre, todo preparatoria, sólo puede perdurar el tiempo necesario para vivir bien preparado para esta vida que nunca podrá acabar.
Amáos, amáos como yo os he amado y como os amo aun; hermanos, ánimo hermanos.
Os bendigo; en el cielo os espero.
Jesús.

De estas brillantes y luminosas regiones, a donde el pensamiento humano apenas puede llegar, el eco de vuestras palabras y de las mías, han venido a conmover mi corazón.
¡Oh! ¡De qué alegría me siento inundado viéndoos, a vosotros, los que lleváis adelante mi doctrina! No, nada se iguala al testimonio de vuestros buenos pensamientos!
Ya los veis, hijos, la idea regeneradora lanzada por mí en otro tiempo por el mundo, perseguida, detenida un momento bajo la presión de los tiranos, va a marchar para siempre sin obstáculos, iluminando los caminos a la humanidad tan largo tiempo sepultada en las tinieblas.
Todo sacrificio grande y desinteresado, hijos míos, tarde o temprano lleva sus frutos. Mi martirio os lo ha probado; mi sangre derramada por mi doctrina salvará a la humanidad y borrará las faltas de los grandes culpables.
¡Seáis bendecidos, vosotros que tomáis puesto en la familia regeneradora! ¡Marchar, ánimo hijos!
Jesús.

Observación. - Sin duda nada hay de malo en estas dos comunicaciones. ¿Pero Cristo tuvo nunca este lenguaje pretencioso, enfático y pomposo? Compárense con la que hemos citado más arriba, y que lleva el mismo nombre, y se verá de qué parte está el sello de la autenticidad.
Todas estas comunicaciones se han obtenido en el mismo círculo. Se observa en el estilo, un aire de familia, giros de frases idénticas, reproducidas a menudo las mismas expresiones, como por ejemplo, "marchar, marchar, hijos", etc. De donde se puede sacar en consecuencia que es el mismo Espíritu el que las ha dictado todas bajo nombres diferentes. En este centro, sin embargo, muy concienzudo por otra parte, pero un poquito demasiado crédulo, no se hacían ni evocaciones, ni preguntas; todo lo esperaban de las comunicaciones espontáneas, y se ve que ciertamente ésta no es una garantía de identidad. Con preguntas un poco precisas y de lógica cerrada, fácilmente se hubiese podido hacer que este Espíritu ocupara su puesto; pero él sabía que nada tenía que temer, puesto que nadie le pedía nada y que aceptaban sin comprobación y con los ojos cerrados, todo lo que él decía. (Véase núm. 269).

XXXIV

¡Qué hermosa es la naturaleza! ¡Qué prudente es la Providencia en su previsión! Pero vuestra ceguedad y vuestras pasiones humanas impiden el tomar paciencia en la prudencia y bondad de Dios. Os lamentáis de la más ligera nubecilla, del menor retardo en vuestras previsiones; sabed, pues, hombres impacientes que dudáis, que nada sucede sin un motivo siempre previsto, siempre premeditado en provecho de todos. La razón de lo que precede es para reducir a la nada, hombres timoratos e hipócritas, todas vuestras previsiones de mal año para vuestras cosechas.
Dios inspira a menudo la inquietud a los hombres por su porvenir para impulsarles a la previsión; y veis cuán grandes son los medios para hacer a vuestros temores sembrados con designio, y que lo más a menudo ocultan pensamientos ávidos más bien que una idea de una prudente previsión inspirada por un sentimiento de humanidad en provecho de los pequeños. Mirad las relaciones que se harán entre las naciones. Mirad qué transacciones deberán realizarse; ¡qué medios concurrirán para detener vuestros temores! Porque vosotros los sabéis, todo se encadena; grandes y pequeños concurrirán también a la obra. ¿Acaso no veis ya en todo este movimiento un origen de cierto bienestar, para la clase más laboriosa de los Estados, clase verdaderamente interesante que vosotros los grandes, vosotros, los omnipotentes de esta tierra, consideráis como gentes amoldadas a vuestro gusto, creadas para vuestras satisfacciones?
Además, ¿qué sucede con todo este vaivén de un polo al otro? Es que una vez bien previsto, muchas veces este tiempo ha cambiado; el sol obedeciendo al pensamiento de su creador, ha sazonado en algunos días vuestras cosechas; Dios ha puesto la abundancia donde vuestra codicia meditaba la escasez, y a pesar vuestro los pequeños podrán vivir; y sin que lo dudéis habéis sido sin saberlo la causa de una abundancia.
Sin embargo acontece - Dios lo permite algunas veces -, que los malos tengan suerte en sus proyectos de avaricia; pero entonces es una lección que Dios os da a todos; lo que quiere es estimular la previsión humana; es el orden infinito que reina en la naturaleza, es el valor que deben imitar y que deben soportar con resignación los hombres contra los acontecimientos.
En cuanto a los que por cálculo se aprovechan de los desastres, creedlo, serán castigados. Dios quiere que todos sus seres vivan; el hombre no debe jugar con la necesidad, ni traficar con lo superfluo. Justo en sus buenas obras, grande en su clemencia, demasiado bueno para nuestra ingratitud, Dios, en sus designios, es
impenetrable.
Bossuet. Alfredo de Marignac.

Observación. - Esta comunicación ciertamente no contiene nada malo; hay en ella ideas filosóficas profundas y consejos muy sabios que podrían engañar sobre la autenticidad del autor a las personas poco versadas en literatura. El médium que la obtuvo, habiéndola sometido al examen de la Sociedad Espiritista de París, sólo hubo una voz para declarar que no podía ser de Bossuet. Habiéndose consultado a San Luis contestó: "Esta comunicación en cuanto a ella es buena, pero no creáis que sea Bossuet el que la ha dictado. La ha escrito un Espíritu quizá poco o mucho bajo su inspiración, y ha puesto el nombre del gran Obispo para hacerla aceptar más fácilmente; pero debéis reconocer la substitución con el lenguaje. Es del Espíritu que ha puesto su nombre después del de Bossuet". Preguntado este Espíritu sobre el motivo que le hizo obrar de este modo dijo: Tenía deseos de escribir alguna cosa con el fin de que los hombres me recordaran; viendo que yo era débil, he querido poner en ella el prestigio de un gran nombre. - ¿Pero no veías que se reconocería que no era de Bossuet? - ¿Quién sabe lo que ha de suceder? Vosotros podríais engañaros. Otros menos lúcidos la hubieran aceptado.
En efecto, la facilidad con que ciertas personas aceptan lo que viene del mundo invisible, bajo la firma de un gran nombre, es lo que anima a los espíritus mentirosos. Es menester poner toda la atención en descubrir las astucias de éstos y esto no puede conseguirse sino con la experiencia adquirida por un estudio formal. Así repetimos sin cesar: Estudiad antes de practicar. por que es el sólo medio para no adquirir la experiencia a vuestras expensas.

CAPÍTULO XXXII
VOCABULARIO ESPIRITISTA

Agènerè (del griego "à", privativo, y "geine, geinomal", engendrar; el que no ha sido engendrado). Variación de la aparición tangible; estado de ciertos Espíritus que puede revestir momentáneamente las formas de una persona viviente, a punto de hacer completa ilusión.

Erraticidad. Estado de los Espíritus errantes, es decir, no encarnados, durante los intervalos de sus existencias corporales.

Espíritu. En el sentido especial de la doctrina espiritista, "los Espíritus son los seres inteligentes de la creación, que pueblan el universo fuera del mundo material y que constituyen el mundo invisible". No son, pues, los seres de una creación particular, sino las almas de aquellos que han vivido sobre la Tierra o en otras esferas, y que han dejado su envoltura corporal.

Golpeador. Cualidad de ciertos Espíritus. Los Espíritus golpeadores son aquellos que revelan su presencia por golpes y ruidos de diferente naturaleza.

Medianímico. Cualidad del poder de los médiums. "Faculdad medianímica".

Medianimidad. Facultad de los médiums. Sinónimo de "mediumnidad". Estas dos palabras se emplean a menudo indiferentemente; si se quisiera hacer una distinción se podría decir que "mediumnidad" tiene un sentido más general y "medianimidad" un sentido más concreto. Hay el don de "mediumnidad". "La medianimidad mecánica".

Médium (del latin, "medium" medio, intermediario). Persona que puede servir de intermediario entre los Espíritus y los hombres.

Medianismo. Misión providencial de los médiums. Esta palabra ha sido creada por los Espíritus. (Véase capítulo 31; común. 12). "Mediumnidad". (Véase Medianimidad).

Periespíritu (del griego, "perí", alrededor). Envoltura semimaterial del Espíritu. En los encarnados sirve de lazo o intermediario entre el Espíritu y la materia; en los Espíritus errantes, constituye el cuerpo fluídico del Espíritu.

Pneumatografía (del griego, "pneuma", aire, soplo, viento, espíritu y "grapho", escribo). Escritura directa de los Espíritus sin el socorro de la mano del médium.

Pneumatofonía (del griego, "pneuma", y de "phone", sonido o voz). Voces de los Espíritus; comunicación oral de los Espíritus sin el socorro de la voz humana.

Psycógrafo (del griego, "psuké", mariposa, alma, y "grapho", escribo). El que hace uso de la psycografía; médium escribiente.

Psycografía. Escritura de los Espíritus por la mano de un médium.

Psycofonía. Comunicación de los Espíritus por la voz de un médium parlante.

Reencarnación. Vuelta del Espíritu a la vida corporal; pluralidad de existencias.

Sematología (del griego, "semâ", señal, y "logos", discurso). Lenguaje de señales. Comunicación de los Espíritus por el movimiento de los cuerpos inertes.

Espírita. El que está en relación con el Espiritismo; partidario del espiritismo; el que cree en las manifestaciones de los Espíritus. "Un buen, un mal espírita, la doctrina espírita.

Espiritismo. Doctrina fundada sobre la creencia en la existencia de los Espíritus y en sus manifestaciones.

Espiritista. Esta palabra empleada en el principio para designar los adeptos del Espiritismo, no se ha consagrado por el uso; la palabra "espírita" ha prevalecido.

Espiritualismo. Se dice en el sentido opuesto al materialismo (academ.); creencia en la existencia del alma espiritual e inmaterial. "El espiritualismo es la base de todas las religiones".

Espiritualista. Lo que tiene relación con el espiritualismo: partidario del espiritualismo. El que cree que todo en nosotros no es materia, es "espiritualista", pero se puede ser "espiritualista" sin ser "espiritista", lo que no implica de ningún modo la creencia en las manifestaciones de los Espíritus. Todo "espírita", es necesariamente "espiritualista", pero se puede ser "espiritualista" sin ser espiritista; el materialista no es ni lo uno ni lo otro. Se dice: la filosofía "espiritualista". - Una obra escrita con las ideas "espiritualistas". - Las manifestaciones "espíritas" son producidas por la acción de los Espíritus sobre la materia. - La moral "espírita" sale de la enseñanza dada por los Espíritus. - Hay "espiritualistas" que se ríen de las creencias "espiritistas".
En estos ejemplos la substitución de la palabra "espiritualista" a la palabra "espírita", produciría una confusión evidente.

Stereotito (del griego "stereos", sólido). Calidad de las apariciones tangibles.

Tiptor (del griego "tupto", yo golpeo). Variedad de médiums aptos para la

tiptología. "Médium tiptor".

Tiptología. Lenguaje por golpecitos; modo de comunicarse los Espíritus.
"Tiptología alfabética".


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