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lunes, 30 de abril de 2007

Steve Hassan // Las técnicas de control mental de las sectas y cómo combatirlas // Cap.:3-4


Las técnicas de control mental de las sectas y cómo combatirlas

Steve Hassan






CAPITULO 3

La amenaza: las sectas de control mental en la actualidad


Imagine, si lo desea, las siguientes escenas.

Hombres vestidos con túnicas de color azafrán que bailan y cantan en las esquinas acompañados de címbalos y tambores. Adolescentes desastrados que se afanan de coche en coche vendiendo flores bajo una lluvia torrencial. Hombres muy tensos, vestidos con traje y corbata, que piden dinero a la gente en las salas de espera de los aeropuertos para poner en cuarentena a los enfermos de SIDA y construir armas lanzadoras de rayos. Más de novecientas personas -hombres, mujeres y niños; blancos y negros- que yacen boca abajo en el fango de Jonestown, Guyana.
Mencione la palabra «sectas» y éstas serán las imágenes que evocará en muchas personas. Muchos de nosotros hemos visto tales imágenes con nuestros propios ojos, ya sea por experiencia personal o a través de los medios de comunicación de masas.
Sin embargo, estas imágenes no representan por completo el alcance que tiene en la actualidad el fenómeno de las sectas destructivas. No son sino su aspecto más visible.

Imagine, entonces, otra serie de imágenes.

Ejecutivos de negocios vestidos con trajes de tres piezas sentados en salones de hotel para participar en cursillos de concienciación organizados por sus compañías, que no pueden ni levantarse para ir al lavabo. Amas de casa que asisten a «sesiones de estímulo moral» para que puedan reclutar a amigos y vecinos y hacerles entrar en una estructura de ventas piramidal. Cientos de estudiantes reunidos en una universidad de renombre a quienes se les dice que pueden levitar y «volar» por los aires con sólo un esfuerzo de meditación. Alumnos de instituto que practican rituales satánicos con la utilización de sangre y orina, dirigidos por un anciano líder que proclama que él les hará desarrollar su poder personal. Cientos de personas de la más variada procedencia que pagan sumas enormes para aprender las verdades cósmicas que son «canalizadas» a través de un espíritu.
Estas son algunas de las formas que adopta en la actualidad el fenómeno de las sectas destructivas
¿Conoce usted a alguien que haya sufrido un radical cambio de personalidad debido a su pertenencia a un grupo de esta clase? Las posibilidades indican que alguien que usted conoce -alguien de su familia, uno de sus amigos, de sus compañeros de trabajo o de la escuela- ha sido afectado por sus relaciones con una secta destructiva. Si no es así, es sólo una cuestión de tiempo el que esto ocurra.
En los últimos veinte años, el fenómeno de las sectas destructivas se ha convertido en un problema de tremenda importancia social y política. Se estima que en la actualidad existen en Estados Unidos alrededor de tres mil sectas destructivas que tienen casi tres millones de adeptos.1 Las hay de todas clases y tamaños. Algunas sectas cuentan con cientos de millones de dólares, mientras que otras son muy pobres. Algunas, sin embargo, son sin duda mucho más peligrosas que otras. No contentas con ejercer su poder sobre la vida de sus miembros, tienen un plan para hacerse con el poder político y reformar la sociedad, y, en algunos casos, incluso el mundo.
Si tenemos en cuenta lo hábiles que han sido las sectas destructivas para ocultarse del escrutinio público durante los últimos años, puede parecer un tanto alarmista considerarlas como una amenaza para la libertad individual y la sociedad general. Sin embargo, están influyendo en el panorama político mediante la creación de grupos de presión y el apoyo a determinadas campañas de algunos candidatos. Algunas sectas intentan influir en la política exterior de su país y trabajan de forma encubierta para potencias extranjeras.3 Se ha descubierto que los Moonies han entregado grandes sumas de dinero y armas a las fuerzas de la "contra" en Nicaragua. También han invertido entre 70 y 100 millones de dólares en Uruguay, tal vez en un intento de convertir aquel país en el primer Estado teocrático de la secta, una plataforma de lanzamiento para conseguir su meta de «conquistar y sojuzgar al mundo».
En Estados Unidos, las sectas ejercen un tremendo poder económico gracias a la compra de bloques enteros de viviendas y la adquisición de la propiedad de centenares de negocios. Algunas se infiltran en las empresas con la excusa de ofrecer entrenamiento para líderes ejecutivos, y mientras tanto realizan su labor secreta para apoderarse de la compañía. Otras buscan tener influencia en el sistema judicial mediante el pago de millones de dólares al año a abogados famosos en un intento de quebrantar la ley a su antojo.
Dado que todas las sectas destructivas creen que el fin justifica los medios, se consideran por encima de la ley. Mientras que crean que lo que hacen está «bien» y es «justo», a muchas no les importa mentir, robar, estafar o utilizar el control mental antiético para conseguir sus propósitos. Violan, de la forma más básica y fundamental, las libertades civiles de los individuos que reclutan. Convierten a personas de buena fe en esclavos.
De todas maneras, ¿qué derecho tengo yo a llamar secta destructiva a un grupo? Mi derecho a expresar libremente mi opinión sin llegar a la calumnia está, desde luego, garantizado en la Constitución de mi país. Sin embargo, cuando a una secta la llamo «destructiva», lo hago porque se ajusta a los criterios descritos con más detalle en el capítulo 6. En resumen, me refiero a un grupo que viola los derechos de sus miembros y que les perjudica por medio del empleo de técnicas de control mental antiéticas y abusivas. No todos los grupos que pueden ser considerados «sectas» porque incorporan creencias y prácticas extrañas son necesariamente destructivos. Una secta destructiva se distingue a sí misma de cualquier grupo normal, social o religioso, por someter a sus miembros a persuasión u otras influencias perjudiciales para retenerlos en el grupo.
De no haber sufrido personalmente la experiencia de estar sometido a control mental durante dos años y medio, probablemente sería un convencido defensor de los derechos de tales grupos para practicar libremente a salvo de la curiosidad pública. Soy un firme defensor de las libertades civiles, preocupado por la defensa de la libertad personal y de la libertad religiosa garantizadas por la Constitución. Doy mi más completo apoyo al derecho de las personas a creer en lo que quieran, sin importarme lo ridículo o poco ortodoxo de sus creencias. Si la gente quiere creer que Moon es el Mesías, están en su derecho, Sin embargo, y éste es el punto crucial, la gente debe estar protegida de los procedimientos que le hacen creer que el señor Moon es el Mesías.
El propósito de este capítulo es demostrar el predominio del control mental correctivo y antiético mediante la descripción de los diferentes sectores de la sociedad en los que surgen !as sectas y las técnicas utilizadas para el reclutamiento. Son sus formas de actuar las que convierten a una secta en destructiva. La manera en que un grupo recluta y lo que les ocurre a los miembros durante su pertenencia es lo que determina si se respetan o no los derechos de la persona a elegir por sí misma lo que quiere creer. Si se utiliza el engaño, la hipnosis o cualquier otra técnica de control mental para reclutar y controlar a los adeptos, se están violando los derechos de la persona.
Las «sectas» no son algo nuevo. A lo largo de la historia, grupos de entusiastas se han agrupado alrededor de líderes carismáticos de todo tipo. Pero en los últimos años ha venido a añadirse algo más: el uso sistemático de las técnicas de la psicología moderna para dominar la voluntad de un individuo y obtener el control sobre sus pensamientos, sentimientos y conducta.
Si bien por lo general pensamos que las «sectas» son grupos religiosos (la primera definición de «secta» en el Webster's, Third New International Dictionary es «práctica religiosa, culto»), en la actualidad muchas son completamente seculares. El Webster's también define «secta» como «un pequeño o reducido círculo de personas unidas por la devoción o aceptación de un programa artístico o intelectual, tendencia, o figura (de no mucha popularidad)». La segunda acepción se acerca un poco más al significado de una secta moderna, pero todavía se queda corta Las sectas actuales poseen un atractivo popular virtualmente ilimitado. Para ser breve, de ahora en adelante me referiré a muchos grupos simplemente como «sectas». No obstante, debe usted entender que utilizo el término únicamente para aquellos grupos que son destructivos.
En épocas pasadas, los líderes de las sectas podían ser muy dominantes, a menudo incluso demasiado. Las acusaciones contra ellos por control mental tienen una larga historia, Pero los Líderes conseguían el dominio sobre sus seguidores un poco al azar, aprendiendo sobre la marcha. El liderazgo de sectas era un arte que alcanzaban muy pocas personas. En algunos casos, grupos que eran considerados como sectas en sus primeros tiempos evolucionaron luego hasta convertirse en religiones respetadas, como por ejemplo Christian Science, que comenzó a destacar a principios de siglo. Sin embargo, incluso las principales organizaciones religiosas pueden tener aspectos destructivos y elementos que comparten con las nuevas sectas destructivas.
En estos tiempos, el control mental es algo más que una ciencia. A partir de la segunda guerra mundial, las agencias y secciones de Inteligencia de todo el mundo se dedicaban activamente a la investigación y desarrollo del control mental. La CIA admite que a principios de los años cincuenta realizó experimentos con drogas, electroshocks e hipnosis bajo el nombre en clave MK-ULTRA. Desde entonces, la investigación se ha extendido a otros campos.
Desde hace una generación, el movimiento psicológico de potencial humano comenzó a experimentar con procedimientos orientados a dirigir la dinámica individual y de grupos. Estas técnicas se desarrollaron con los mejores propósitos: hacer que las personas superaran sus trabas mentales y desarrollaran su auténtica personalidad. A finales de los años sesenta se hizo muy popular una forma de terapia de grupo conocida como sesiones «sensitivas». En estas sesiones, se estimulaba a los presentes a que discutieran entre sí sus asuntos más íntimos dentro del marco del grupo. Una técnica muy conocida en aquel tiempo era la «silla caliente», y consistía en que un miembro del grupo se sentaba en el centro de un circulo rodeado por los miembros que le manifestaban aquello que, a su juicio, eran sus defectos o problemas. Esta claro que, sin la supervisión de un terapeuta experimentado, se podía llegar a auténticos abusos.
Otro desarrollo que comenzó a afectar a muchísima gente fue la popularidad de la hipnosis, en particular a través del sistema conocido como Programación Neuro-Linguistica (PNL) (mencionado en el capítulo 2). Un número cada' vez mayor de personas aprendieron unas técnicas determinadas para inducir el trance hipnótico, pero a menudo sin ser advertidas de los aspectos éticos del trabajo con el subconsciente.
Al principio, estos métodos se aplicaban tan sólo a los participantes de los grupos que se ofrecían voluntariamente, y hubo muchas experiencias positivas. Sin embargo, muy pronto algunas de estas técnicas se filtraron en la cultura general de la psicología pop, donde era fácil que cualquiera abusara de ellas. Gente sin escrúpulos comenzó a utilizarlas para conseguir dinero y poder, manipulando a sus seguidores. La «silla caliente», en particular, se utiliza todavía en muchas sectas destructivas, según declaraciones de antiguos miembros.
Muchos de los integrantes de los grupos de psicología pop iban de una organización a otra, llevando con ellos las técnicas de la dinámica de grupo. Los líderes de cualquier clase de secta comenzaron a darse cuenta de los beneficios que les podían aportar los nuevos métodos de control. El fenómeno de las sectas modernas se había puesto en marcha.
Debido a la creciente información que ofrecían los medios de comunicación, los ciudadanos de Estados Unidos tuvieron conocimiento de las nuevas sectas en la segunda mitad de la década de los setenta. ¿Quién puede olvidar el espectáculo de Patty Hearst, la hija de uno de los más poderosos editores de prensa, William Randolph Hearst III, transformada en «Tania», miembro del Ejército Simbiótico de Liberación, una secta terrorista de extrema izquierda?
A medida de que el público adquiría conciencia, del potencial destructivo de las sectas, asistimos al nacimiento de la desprogramación. Aparecieron desprogramadores profesionales como Ted Patrick, los cuales, contratados por la familia de un miembro de una secta, no vacilaban en reducir por la fuerza, si era necesario, al individuo y, a menudo encerrados en la habitación de algún motel, intentaban anular el «lavado de cerebro».9 Miles de miembros de sectas, como yo mismo, fuimos «deslavados» de forma permanente, y hemos dado testimonio público de cómo funciona el control mental de las sectas. Pero en otros muchos casos la desprogramación ha fracasado, y los adeptos y las sectas han presentado demandas judiciales contra las familias y los desprogramadores.
Muchas familias que tienen a uno de los suyos en sectas destructivas consideran repugnante el secuestro, intolerable la carga económica, e intimidatoria la amenaza de demandas. Si no deseaban intentar una desprogramación forzada, no tenían más remedio que ser pacientes y esperar a que, en algún momento, se produjera un cambio. A mediados de los años setenta, familiares y amigos de muchísima gente permanecían en las sectas. Entonces ocurrió algo que hizo cambiar la opinión general sobre las sectas destructivas: la masacre de Jonestown.
Sobre el trono de Jones había un cartel que rezaba: «Aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo». Si bien nadie puede explicar por qué Jones escogió como lema esta frase de George Santayana, la verdad del mensaje, aunque sea una ironía, es muy importante para todos los que hoy en día estudiamos la historia reciente de las sectas y analizamos las implicaciones.

Los cuatro tipos principales de sectas


Al tiempo que las noticias de la masacre de jonestown conmovían durante unos días al mundo, a finales de los setenta había una incomprensión generalizada acerca del papel del control mental antiético o el alto nivel que había alcanzado su uso en la sociedad. En la década siguiente a la masacre, las sectas han continuado su crecimiento sin obstáculos. Aparecen nuevas sectas y las antiguas se vuelven más complejas y menos aparentes. En la actualidad, hay grupos que utilizan técnicas de control mental en varios y diferentes sectores de la sociedad.
Estos grupos incluyen las sectas religiosas, las políticas, las psicoterapéuticas/educacionales y las comerciales.

Sectas religiosas.

Son las más conocidas y las más numerosas. Estos grupos están centrados en los dogmas religiosos. Algunos se basan en la Biblia, otros en religiones orientales, otros en temas esotéricos, y los hay que siguen las invenciones de sus líderes. A pesar de que los más de ellos proclaman que sólo se interesar por el espíritu, lo único que hay que hacer para descubrir sus verdaderos objetivos es observar el énfasis que ponen en el mundo «material»: el lujoso sistema de vida de sus líderes, los millones de dólares en propiedades inmobiliarias, las numerosas empresas, etc. Un ejemplo, ya presentado con cierto detalle, es la Iglesia de la Unificación. Otros son la Iglesia de la Cienciología, la iglesia Universal y Triunfante, El Camino Internacional, y Rajneesh.

Sectas políticas.

A menudo aparecen en las noticias, con el añadido de la palabra «marginal» o «extremista», pero la mayor parte de la gente no ha oído hablar de los engaños para reclutar adeptos o las prácticas de control mental que las distinguen de los fanáticos del montón. Uno de estos líderes, Lyndon LaRouche, se ha presentado como candidato a la presidencia de Estados Unidos en las tres últimas elecciones, y proclama que es asesor de altos funcionarios del gobierno y de líderes empresariales. Otro grupo, conocido como «Move», fue desalojado a tiros por la policía en Filadelfia, tras atrincherarse en una casa en la que tenían todo un arsenal.
~~ También está «La Nación Aria», que dirige campos de «supervivencia», sostiene la doctrina de la supremacía de la raza blanca y pretende hacerse con el poder o morir en el intento.'Por último, se podría citar al ya desaparecido Partido Democrático de los Trabajadores de California como ejemplo de una secta de extrema izquierda.
Sectas psicoterapéuticas y educacionales. Organizan talleres de trabajo y seminarios, por lo general en los salones de algún hotel, con unas cuotas de inscripción de cientos de dólares, para desarrollar el «conocimiento interior» y la «concienciación». Estas sectas emplean muchas de las técnicas básicas del control mental para que los participantes vivan una experiencia que satisfaga sus expectativas. Esta satisfacción momentánea es todo lo que consiguen la mayor parte de los clientes, pero hay otros a quienes se manipula para que se inscriban en cursos más avanzados y más caros. Los graduados de estos cursos superiores pueden acabar enganchados por el grupo. Una vez comprometidos, se les pide que traigan a amigos, parientes y compañeros de trabajo, o bien que los abandonen. No se permite a los reclutadores que expongan el programa con detalle. Muchos de estos grupos han provocado en sus miembros crisis nerviosas, separaciones y fracasos empresariales, e incluso existen pruebas bien documentadas de suicidios y muertes por imprudencia temeraria. En algunos casos, las personas que liderean estos grupos tienen antecedentes más que dudosos y pocas o ninguna referencia fiable.

Sectas comerciales.

Creen en el dogma de la codicia. Engañan y manipulan a las personas para que trabajen por muy poco dinero o gratis, con la esperanza de hacerse ricos. Existen muchísimas organizaciones mercantiles estructuradas como pirámides, o de múltiples niveles, que prometen enormes ganancias pero exprimen a sus víctimas. Luego aplastan la autoestima de los explotados para que no protesten. El éxito depende del reclutamiento de nuevas personas, que a su vez reclutan a otras. Otras sectas comerciales son aquellas que convencen a los incautos para que vendan suscripciones de revistas o artículos diversos de puerta en puerta. Estas sectas publican anuncios en los periódicos locales en los que prometen viajes emocionantes y carreras lucrativas. Los reclutadores organizan «entrevistas» en sus habitaciones de hotel, a la caza de estudiantes de bachillerato y universitarios. Cuando la persona es «aceptada», por lo general tiene que pagar una cantidad para su «entrenamiento» y después la envían en furgoneta a lugares lejanos para vender sus mercancías. A estos vendedores se les manipula a través del miedo y la culpa, y en ocasiones sufren abusos físicos y sexuales. Estas personas se convierten en esclavos de la «compañía» y tienen que entregar lo que ganan para pagar su «manutención y alojamiento».

El reclutamiento: cómo se hace

Como puede verse, hay muchas formas diferentes para atraer a la gente a un grupo que utiliza el control mental. Dado que los grupos destructivos buscan deliberadamente a personas que son inteligentes, tienen talento y triunfan, los propios miembros resultan muy persuasivos y seductores para los nuevos. El simple número de miembros comprometidos y sinceros que el recién llegado conoce es probablemente mucho más atrayente para el posible converso que cualquier doctrina o proyecto. Las grandes sectas dan sobrada prueba de que saben entrenar muy bien a sus «vendedores». Adoctrinan a los miembros para que sólo muestren los aspectos favorables de la organización. Se les enseña a suprimir cualquier sentimiento negativo que tengan sobre el grupo y a que siempre muestren una expresión de felicidad y alegría en su rostro.
De la misma manera, se les enseña a evaluar la personalidad del recién llegado y a cómo presentar al grupo para que éste se trague el anzuelo. En los Moonies, me enseñaron a utilizar un modelo de personalidad dividido en cuatro categorías. Las personas estaban catalogadas en pensadores, emotivos, activos o creyentes. Los pensadores eran aquellos que enfocan su vida con la mente, como los intelectuales. Los emotivos se dejan regir por sus emociones. Los activos realizan alguna actividad continuamente y tienen un físico muy desarrollado. Los creyentes tienen inclinaciones espirituales.
Si una persona estaba catalogada como pensadora, utilizábamos un acercamiento intelectual. Le mostrábamos fotografías de ganadores del premio Nobel mientras participaban en una de las conferencias científicas patrocinadas por el grupo, o a filósofos que discutían una amplia variedad de temas de interés. Se trataba, deliberadamente, de dar la impresión de que estos gigantes de las comunidades científicas y académicas apoyaban nuestro movimiento. En realidad, hasta donde yo he podido saber, ni uno solo de ellos ha apoyado nunca la causa Moon. Estaban interesados tan sólo en reunirse con sus colegas profesionales y sus amigos. Desde luego que los viajes pagados y los miles de dólares que recibían en concepto de honorarios representaban un incentivo extra.
Los emotivos siempre respondían bien a un acercamiento amable y cariñoso por parte de los miembros. Con estas personas mi grupo ponía de relieve nuestro bienestar emocional, y hacíamos hincapié en el aspecto de gran familia del grupo. Les hablábamos siempre del amor y de que no había suficiente amor «real» en el mundo. Los emotivos deseaban automáticamente ser aceptados por los demás en el grupo, así que hacíamos todos los esfuerzos para transmitirle a la persona una sensación de cariño y de aceptación incondicional.
A los activos les agradan los desafíos y buscan el triunfo en muchos aspectos de su vida, Son personas orientadas a la acción. Quizás habían visto la miseria y el sufrimiento del mundo y deseaban ponerle fin. Nosotros les contábamos lo mucho que hacíamos al respecto. Tal vez estaban preocupados por la guerra o el comunismo, y nosotros enfocábamos nuestro discurso de forma que llegaban a creer qué éramos el único grupo con un plan de acción que funcionaba. (A pesar de que objetivamente no era cierto, nosotros creíamos que si lo era.) Les hablábamos de los cientos de programas que patrocinábamos para reparar y sanar a este mundo «destrozado».
Considerábamos a los creyentes como personas que se centraban en la búsqueda de Dios o de un significado espiritual para sus vidas. Era habitual que nos relataran sus experiencias espirituales: sueños, visiones, revelaciones. En la mayoría de los casos, estas personas estaban «abiertas de par en par», y en realidad se reclutaban a sí mismas. No dejaba de sorprenderme ver la cantidad de gente de esta categoría que nos decía que habían estado rogando a Dios para que les mostrara lo que él deseaba que hicieran con sus vidas. Muchos creían que habían sido guiados «espiritualmente» hasta uno de nuestros miembros. Con estas personas no había más que compartir nuestros «testimonios» para convencerlas de que Dios les había guiado hasta nosotros.
Al contrario de lo que cree la gente, la mayor parte de las personas que reclutábamos no pertenecían a la categoría de los creyentes, sino que eran emotivos o activos. En cuanto a los clasificados como «intelectuales», los más de ellos se convertían en líderes de la organización.
Con estos modelos de personalidad para guiar a los reclutadores, y cientos de grupos pantalla para ocultar sus operaciones, la organización Moon puede lanzar una extensa red de reclutadores capaz de pescar a las personas más diversas.18 Y en realidad los miembros se consideran a sí mismos como «pescadores de hombres», un término sacado de una de las metáforas de Jesús para sus discípulos en el Nuevo Testamento.
El trabajo de los pescadores, sin embargo, se ve considerablemente facilitado por el hecho de que la mayor parte de la gente no tiene idea de los enormes recursos de las principales sectas destructivas. Muchas de éstas se han hecho ricas gracias a las técnicas y estrategias para recaudar fondos a través de las aportaciones del público y de la apropiación del dinero y propiedades de sus propios adeptos. Reinvierten una gran parte de este capital en reclutar nuevos miembros. Hoy en día, es bastante común que algunas sectas dediquen sumas muy elevadas en contratar empresas de relaciones públicas. Pagan las tarifas más altas a los expertos para que les ayuden a conseguir la «imagen» positiva que necesitan para obtener mejores resultados en la consecución de sus propósitos secretos. Contratan a especialistas en marketing para que diseñen sus campañas de reclutamiento. Utilizan cualquier método que funcione.
Una persona normal no tiene muchas posibilidades de resistencia. No entiende el control mental. No conoce la forma de actuar de las diferentes sectas. No sabe cuáles son las preguntas que debe formular ni los comportamientos que debe vigilar. La persona normal supone que nunca la podrán captar.

¿Por qué tienen tanto éxito?

¿Por qué existe una especie de complacencia con respecto a la amenaza de las sectas que practican el control mental? En primer lugar, aceptar que el control mental antiético puede afectar a cualquiera, desafía el antiguo principio filosófico (en el cual se basan nuestras actuales leyes) de que el hombre es un ser racional, responsable de, y con el control de, cada una de sus acciones. Este principio no admite ningún tipo de control mental. En segundo lugar, todos nosotros creemos en nuestra propia invulnerabilidad. Resulta alarmante pensar que alguien pueda hacerse con el control de nuestra mente. Por último, el proceso de influencia comienza en el instante mismo en que nacemos, así que es muy sencillo asumir la posición de que todo es control mental. Es muy fácil, entonces, decir: «¿Por qué tenemos que preocuparnos de este asunto?».
Comencemos con la idea de que el hombre es un ser racional. Si partimos desde este punto de vista, creeremos sin más que los adeptos han «elegido» racionalmente vivir de una forma anormal, Si esta persona es un adulto, continúa el razonamiento, entonces él o ella tienen derecho a vivir como él o ella prefieran. Este argumento sería válido si no se emplearan engaños para influir de forma indebida en la «elección» de dicha persona.
Aunque puede resultar obvio, los seres humanos no somos criaturas totalmente «racionales». La racionalidad completa negaría nuestra naturaleza emocional y física. No podríamos funcionar sin nuestras emociones. Todos necesitamos amor, amistad, atención y aprobación en nuestra vida. Casi todos nosotros estaríamos de acuerdo, por ejemplo, en que es maravilloso enamorarse. Tampoco negaría nadie que nuestros cuerpos tienen una enorme importancia en la manera en que actuamos. ¿Ha estado usted sin dormir o durmiendo muy poco durante varios días? Si ha sido así, dudo mucho que sin dormir haya podido actuar racionalmente y con un completo control de todas sus acciones. ¿Ha ayunado usted (sin comer) durante días? La mente comienza a sufrir alucinaciones cuando el cuerpo no ha ingerido suficiente comida. En tales circunstancias, nuestra psicología mina nuestra racionalidad. A continuación encontramos, desde luego, los problemas derivados de creer en nuestra propia invulnerabilidad. Todos necesitamos sentir que poseemos el control de nuestra propia vida No nos gusta creer que los acontecimientos están fuera de control, así que encajamos la realidad en un orden que tenga sentido para nosotros. Cuando nos enteramos de que a alguien le ha sucedido algo malo (tal vez le han golpeado o violado), por lo general tratamos de encontrar una razón que explique por qué aquella persona fue la víctima. ¿Paseaba él o ella en el momento «inadecuado» por un barrio «peligroso»? La gente intenta buscar una relación directa de causa-efecto a lo que ha sucedido: si algo malo le ha ocurrido, entonces tiene que haber hecho algo mal. Este tipo de comportamiento se denomina culpar a la víctima.
A pesar de que intentar evaluar la posibilidad de un comportamiento descuidado tiene su valor (es cierto que debemos aprender de las tragedias de la vida), la realidad es que la persona bien podría hallarse en el lugar inadecuado a la hora incorrecta. Culpar a la víctima desempeña un importante papel psicológico al permitir que nos distanciemos de la persona que ha resultado herida. De esta forma, nos decimos a nosotros mismos: «Tal cosa no me pasaría a mí porque soy diferente. Yo tengo más conocimiento». A menudo la gente ve una víctima de las sectas y se equivoca al decir: «Qué persona tan débil; estaría buscando un medio para eludir las responsabilidades y que alguien controlara su vida». Así las personas niegan la realidad de que a ellas les podría pasar lo mismo.
La gente cree «que nunca les pasaría a ellos» porque quieren creer que son más fuertes y mejores que los millones que han sido víctimas del control mental de las sectas. Nuestra necesidad de creer que somos invulnerables es, en realidad, una debilidad de la cual se aprovechan fácilmente los reclutadores de sectas. Por ejemplo, un reclutador puede decir: «Bill, tengo la impresión de que es usted una persona muy inteligente y conoce el mundo Es usted de esa clase de personas que no permiten que nadie les obligue a hacer algo que no quieren. A usted le gusta tomar Sus propias decisiones. Usted no se deja asustar por todas esas tonterías de la prensa sobre el control mental. Usted es demasiado listo. ¿A qué hora quiere que le venga a buscar para ir a la conferencia?».
Por último, ¿qué puedo decir sobre el postulado filosófico que afirma que «todo es control mental»? Bueno, es muy cierto que sufrimos influencias a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, existe un continum de procesos de influencias que comienza en un extremo con las influencias benignas (un amigo que nos recomienda una película) y termina en el otro extremo con las influencias destructoras, como adoctrinar a una persona para que se suicide o haga daño a otra (Jonestown). La mayoría de las sectas de las que me ocupo se ubican en la parte destructora del continum.

¿Qué quiero decir exactamente cuando hablo de control mental?

El término se refiere a un conjunto de técnicas que influyen en la forma de pensar, sentir y actuar de una persona (véase el capítulo 4). Como la mayor parte de los conocimientos, no es en sí mismo ni bueno ni malo. Si las técnicas de control mental son utilizadas para que un individuo pueda tener más oportunidades, y la autoridad sobre su vida permanece en sus manos los efectos pueden ser muy beneficiosos; por ejemplo, toda la gente que se ha sometido a la hipnosis para dejar de fumar. Sin embargo, si el control mental es empleado para cambiar el sistema de valores de un individuo sin su consentimiento y le hace dependiente de una figura autoritaria exterior, los efectos pueden ser devastadores.
Algunos grupos destructivos convierten a sus miembros en adictos. Con tantos programas para el tratamiento de alcohólicos y drogadictos, es importante que los profesionales de la salud mental presten atención a los numerosos ex miembros de sectas. Las personas adoctrinadas para realizar horas y horas de meditación o entonar cánticos a diario pueden llegar psicológica y fisiológicamente a convertirse en adictos a las técnicas de control mental. Esto genera en el cerebro fuertes descargas químicas que causan no sólo un estado de disociación mental sino también una «euforia» similar a la que producen las drogas ilegales. Algunos ex miembros que han utilizado estas técnicas durante varios años han informado de una extensa variedad de efectos secundarios indeseados, incluyendo fuertes dolores de cabeza, espasmos musculares involuntarios y disminución de las facultades cognoscitivas como la memoria, la concentración y la capacidad de tomar decisiones.

Fobias: La fuerza que suprime la libertad de los miembros de las sectas

A pesar de que en el capítulo 4 me ocuparé con más detalle de los procesos de control mental, hay un tema muy importante que merece una discusión aparte: las fobias.19 ¿Conoce usted alguien que haya padecido una fobia? ¿Usted mismo, tal vez? Las fobias más comunes son el miedo a volar en aviones, a hablar en público, a utilizar un ascensor, conducir por túneles o puentes, y a ciertos animales como las serpientes, las araña, e incluso los perros.
Básicamente, las fobias son una intensa reacción de miedo a algo o a alguien. La reacción fóbica puede variar desde una muy suave a una muy intensa. Una reacción fóbica intensa puede causar reacciones físicas como aceleración del ritmo cardíaco, sequedad de boca, sudores y tensión muscular. Hay fobias que llegan a inmovilizar a las personas impidiéndoles hacer cosas que en realidad desean hacer. Es muy cierto que las fobias pueden anular en el individuo la capacidad de elegir libremente.
Por lo general, las personas desarrollan fóbias como resultado de una experiencia personal traumática- Por ejemplo, un amigo que muere en un accidente de aviación; alguien que se queda encerrado durante horas en un ascensor sin luz; un conocido a quien ha mordido una serpiente Aprendemos a asociar sentimientos extremadamente negativos con el objeto. Tras una experiencia semejante, nuestros miedos pueden tomar vida propia y, en cuestión de minutos o después de algunos años, convertirse en una fobia.
La estructura de una fobia incluye diversos componentes internos que interactúan originando un círculo vicioso. Estos componentes incluyen los pensamientos preocupantes, las imágenes internas negativas y los sentimientos de temor y de estar fuera de control. A veces, el simple hecho de pensar en el objeto puede poner el ciclo en marcha. La persona, por ejemplo, se dice a si misma: «Espero que el profesor no me haga salir a leer mi informe», y éste pensamiento es suficiente para provocarle tensión y angustia. Ve (por lo general, de forma inconsciente) una imagen de sí misma que avanza hasta la pizarra y se queda helada. En esta «película» tan vívida se ve a sí misma sudando y moviéndose inquieta mientras la mente se le queda en blanco. Todo el mundo se ríe y el profesor comienza a increparía. Este ridículo imaginario le aumenta la sensación de inquietud ante la posibilidad de ser la próxima de la lista, y así ya está en el buen camino para tener una fobia completamente desarrollada. La gente que sufre abusos sexuales en la infancia a menudo adquiere fobias que le impiden una correcta actividad sexual incluso, en la madurez, a menos que reciban el tratamiento adecuado.
¿Qué tienen que ver las fobias con las sectas y el control mental? En algunas sectas, se consigue que los miembros tengan fobia a abandonar el grupo. Las sectas actuales saben cómo implantar de forma efectiva en el subconsciente de los adeptos, vívidas imágenes negativas que hacen imposible que el individuo pueda imaginar siquiera la posibilidad de ser feliz y tener éxito fuera del grupo. Cuando se programa el inconsciente para que acepte las imágenes negativas, éste se comporta como si fueran realidad. Se consigue que el inconsciente almacene una serie de imágenes que representan todas las cosas malas que le pueden ocurrir al sujeto si, alguna vez, intenta traicionar al grupo. A los miembros se les programa abierta o sutilmente (según la organización) para que crean que si abandonan el grupo sufrirán una muerte horrible (atropellados por un coche, en accidente de avión, por una enfermedad espantosa) o provocarán la muerte de un ser querido. Algunos grupos programan a sus adeptos para que crean que si se marchan, el resultado será el holocausto nuclear a escala planetaria.
Desde luego, todos estos pensamientos son irracionales y no tienen el menor sentido. Sin embargo, no olvide que la mayoría de las fobias son irracionales. La mayor parte de los aviones no se estrellan, los más de los ascensores no se atascan, y la mayoría de los perros no están rabiosos. En muchos casos, las fobias inducidas por las sectas están tan bien ideadas e implantadas que la gente ni siquiera sabe que existen. Los miembros están tan condicionados para suprimir su verdadera personalidad que ni tan sólo se dan cuenta de su deseo de marcharse. Creen que son tan felices en el grupo que jamás querrán abandonarlo. Estas personas no pueden generar imágenes positivas de sí mismas después de abandonar el grupo.
Imagine lo que pasaría si usted creyera que unas personas misteriosas están resueltas a envenenarlo. Si esta idea estuviera implantada dentro de su inconsciente, ¿cree que podría ir a un restaurante a disfrutar de la comida? ¿Cuánto tiempo cree que transcurriría antes de comer únicamente los alimentos que compre y cocine usted mismo? Si, por casualidad, la persona que ha ido a comer con usted a un restaurante se pone enferma de repente, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que dejara de comer del todo?
Esta creencia limitaría radicalmente sus elecciones. Claro está que usted puede intentar disimularla o incluso racionalizar su comportamiento diciéndole a sus amigos que no le agrada comer fuera porque está a dieta, o tratar de convencerlos de que los restaurantes son poco limpios y peligrosos. Por lo tanto, su elección en materia de comida ya no incluye la posibilidad de ir a un restaurante a disfrutar de una buena mesa.
De la misma manera, las fobias implantadas por las sectas despojan a la gente de su posibilidad de elegir. Los adeptos creen a pies juntillas que serán destruidos si abandonan la seguridad del grupo. Piensan que no tienen otro camino para crecer espiritual, intelectual y emocionalmente. Están prácticamente esclavizados por esta técnica de control mental.

El inconsciente: la llave de la creatividad. y la vulnerabilidad

¿Qué es lo que nos hace tan vulnerables a estos procesos de influencia? La respuesta está en la naturaleza de la mente en sí misma. La mente ha sido descrita como un biocomputador increíblemente complejo, construido para que podamos sobrevivir. Es notable su habilidad para adaptarse en forma creativa y responder tanto a las necesidades de una persona como a su entorno. Nuestra mente filtra cada segundo enormes cantidades de información para que podarnos hacer frente a aquello que consideramos importante.
Nuestras mentes son unos inmensos depósitos de información, clasificados en imágenes, sonidos, tactos, sabores y olores. De un modo sistemático, toda esta información es traducida a formas significativas. Nuestro sentido del yo se desarrolla a lo largo de años de vida y experiencias. A medida que crecemos y cambiamos, también cambian nuestras creencias sobre nosotros mismos y el mundo. Nuestras creencias son el medio más especializado que tenemos para el proceso de la información y para determinar nuestro comportamiento.
Poseemos un cierto grado de control consciente, pero hay muchísimas más cosas que controlamos inconscientemente. La mente consciente tiene un estrecho campo de atención. El inconsciente hace todo lo demás, incluyendo la regulación de todas las funciones corporales. Imagine que tuviera que decirle a su corazón que ha de latir 72 veces por minuto. No tendría usted tiempo para nada más. La mente inconsciente es el controlador primario de la información.
Nuestro inconsciente creador es el que nos permite formar imágenes mentales y sentirlas como «reales». Intente hacer el siguiente experimento: durante unos instantes, deje que su mente le transporte a un maravilloso paraíso tropical. Sienta el calor del sol, la brisa fresca y el olor del océano. Aunque usted no haya estado jamás en un sitio así, le será posible realizar este experimento. ¿Ha ido usted a otro lugar durante estos instantes? Nuestra imaginación puede ser, canalizada también en otras direcciones. Por ejemplo, los jugadores profesionales de baloncesto pueden visualizar cómo la pelota sale de sus manos y encestan antes de hacer el tiro. Esta capacidad para la fantasía y la visualización existe en cada uno de nosotros, y es una parte esencial del ser humano. Todos hemos soñado con los momentos más felices de nuestra vida, como encontrar la pareja «ideal», o que nos toque la lotería. Pero la hipnosis también puede crear en nuestra mente inconsciente un mundo fantástico susceptible de ser utilizado para esclavizarnos.
A medida que pasan los años, la mente no borra los recuerdos anteriores, sino que sistemáticamente forma sobre ellos varias capas con las nuevas experiencias. Es sorprendente la facilidad con que podemos rememorar los acontecimientos del pasado. Por ejemplo, intente recordar cómo jugaba de pequeño con su juguete preferido, o mientras comía su plato predilecto. Nuestros recuerdos de la niñez forman un gran archivo que puede ser investigado y explotado por las técnicas hipnóticas. No es mera casualidad que muchas sectas destructivas pidan a sus miembros que «se conviertan en niños pequeños». Los adultos pueden ser conducidos con facilidad a través del tiempo hasta el momento en que tenían muy poca o ninguna capacidad crítica. Como niños, dependemos por completo de nuestros padres como figuras de la máxima autoridad.
La mente, a pesar de toda su fuerza y capacidad, no está exenta de sus debilidades. Depende de un suministro de información coherente para tener un funcionamiento apropiado. Encierre a una persona en una cámara de aislamiento sensorial y al cabo de pocas horas comenzará a padecer alucinaciones y se volverá muy sugestionable. De la misma manera, coloque usted a alguien en una situación en la que sus sentidos sean sobrecargados con informaciones incoherentes, y la mente se «adormecerá» como medida de protección. Se le nublan las ideas y se confunde; las facultades criticas ya no trabajan correctamente. En tal estado de debilidad, las personas son muy vulnerables a las sugestiones de los demás.
La mente necesita marcos de referencia para poder estructurar la realidad. Modifique el marco de referencia y la información recibida será interpretada de una manera diferente. Tome, por ejemplo, el rito judío de la circuncisión. Si usted le quita su significado cultural y las ventajas sanitarias, se convierte en un ataque a un niño indefenso. Nuestro sistema de valores nos permite interpretar la información, tomar decisiones y actuar de acuerdo con nuestras creencias. Cuando una persona es sometida a un proceso de control mental, por lo general carece de marcos de referencia para valorar la experiencia y por lo tanto acepta con frecuencia los marcos de referencia que le ofrece el grupo.
Cuando tomamos decisiones, habitualmente nos basamos en la información que creemos auténtica. No tenemos tiempo para verificar toda la información que recibimos. Cuando vamos de compras, creemos lo que nos dicen sobre que un artículo determinado es más barato que en cualquier otra tienda. Después de todo, ¿qué motivos tiene el vendedor para mentirle cuando sabe que usted puede volver a reclamar? Si desconfiáramos de todo, nos volveríamos paranoicos. Si, por el contrario, confiáramos en todo y en todos, seríamos unos ingenuos y se aprovecharían de nosotros durante el resto de nuestra vida, En consecuencia, tratamos de vivir nuestra vida en un equilibrio entre el escepticismo y la confianza. Una persona con una mente abierta intenta vivir con un equilibrio saludable.
Los estafadores son mentirosos profesionales. Sus cualidades más estimadas son su buena presencia y su habilidad para actuar.
La mayor parte de las víctimas de los estafadores declaran que confiaron en la persona porque él o ella «no tenía aspecto de ser un delincuente». Los grandes estafadores jamás lo parecen. Dan una impresión de «confianza» que les permite franquear las defensas de la gente. Por lo general, son grandes conversadores pero sin llegar a parecer demasiado astutos. La «astucia» les denunciaría. El delincuente quiere evaluar a su víctima, montar la estafa, coger el dinero y huir.
Los reclutadores de las sectas utilizan muchas de estas mismas habilidades, pero lo que pretenden es que usted se una a ellos., Casi todos han sido víctimas, en el momento dado, del mismo engaño. Creen que lo que hacen es realmente beneficioso para usted. Sin embargo, quieren algo más valioso que su dinero. ¡Quieren su mente! Desde luego, al final también se harán con su dinero, pero no echarán a correr como si fueran delincuentes comunes. Quieren que usted vaya con ellos. Y no satisfechos, pretenderán que usted vaya y haga lo mismo con otras personas.
Todos, nos guste o no, somos vulnerables al control mental. Todos deseamos ser felices. Todos necesitamos afecto y comprensión. Todos buscamos algo mejor en la vida: más sabiduría, más conocimientos, más dinero, mejor posición social, mejores relaciones, más medios o más salud. Son éstas las cualidades y necesidades humanas sobre las que se ceban los reclutadores de las sectas. Es muy importante tener presente que, en general, la gente no se une a las sectas. Son las sectas las que reclutan a la gente

Las formas básicas de reclutamiento

¿Como podemos aumentar nuestra precaución ante el reclutamiento de las sectas? La mejor manera es ser capaz de reconocer al punto las formas en que las sectas tratan de conseguir nuevos adeptos. Hay tres formas básicas para abordar a una persona: a través de un amigo o pariente que ya es miembro; a través de un extraño que traba amistad con el sujeto (por lo general, una persona del sexo opuesto), y, por último, a través de un acto patrocinado por la secta, como puede ser una conferencia, un simposio o la proyección de una película.
Muy a menudo, el individuo no sospecha que está siendo reclutado. El amigo o el pariente acaban de tener unas experiencias interiores increíbles y desean compartirlas, o bien sólo «quieren conocer su opinión», simulando que necesitan ayuda cuando en realidad lo que pretenden es engañarle para que asista a una sesión de adoctrinamiento. Si el reclutador es un extraño, las más de las veces el individuo pensará que ha hecho un buen amigo.
Las encuestas efectuadas a actuales y a antiguos miembros de sectas revelan que la mayoría de las personas reclutadas por las sectas destructivas fueron abordadas en un momento de tensión en que eran vulnerables. La tensión tiene con frecuencia su origen en un cambio importante: el traslado a otra ciudad, el comienzo en un nuevo empleo, el fin de una relación, los problemas económicos o la pérdida de un ser querido. Las personas en tales situaciones tienden a que sus mecanismos de defensa estén sobrecargados o debilitados. Sí no saben cómo descubrir y evitar a las sectas destructivas, son presa fácil.
Es importante tener en cuenta que el reclutamiento no ocurre así sin más. Es un proceso impuesto por unas personas a otras. Ejecutivos de empresas que ocupan cargos de mucha responsabilidad, que se ven presionados por la competencia y están obligados a triunfar, son reclutados por colegas que les hablan de los increíbles beneficios que pueden conseguir si participan en el «curso». Los estudiantes universitarios presionados por el trabajo académico y la necesidad de ser aceptados se harán amigos de un reclutador de sectas profesional, o asistirán a una conferencia del grupo sobre algún tema de actualidad. Un ama de casa empujada por la necesidad de «hacer algo con su vida» sigue el ejemplo de una amiga y entra en la pirámide de una compañía de ventas a domicilio. Un estudiante de bachillerato es alentado por sus compañeros a participar en ritos satánicos.
Otras personas entran en contacto con las sectas a través de un medio impersonal. Hay gente que empieza por comprar un libro de la secta anunciado en la televisión como un best seller; habrá otros que reciban por correo una invitación para asistir a una, en apariencia inocente, reunión de «estudio sobre la Biblia». Otras personas responden a una oferta de trabajo. Algunas son reclutadas cuando entran a trabajar en una empresa propiedad de la secta.
Cualquiera que sea la forma de aproximación, al fin se consigue el contacto personal. El reclutador comienza entonces a aprender todo lo que puede acerca del recluta en potencia: sus esperanzas, sueños, temores, amistades, trabajo, sus intereses. Cuanta más información pueda conseguir el reclutador, mayor será su capacidad para manipular al individuo. El reclutador planifica su estrategia para conducirle paso a paso hasta el grupo. El plan puede incluir continuas loas y alabanzas, presentarle a una persona con intereses y antecedentes similares, mentirle deliberadamente sobre el grupo y responder con evasivas a las preguntas que se le formulen.
Hoy por hoy, cualquier individuo puede ser reclutado por una secta destructiva. En los años setenta y principios de los ochenta, el miembro típico estaba en la edad universitaria, pero a finales de los ochenta ya es habitual que gente de todas las edades se convierta en víctima. Es muy probable que también se reclute a personas de edad avanzada.21 Desde luego, las más de las sectas no utilizan a las personas mayores en las actividades que realizan los jóvenes y personas de mediana edad. A los miembros de edad se les dedica a la búsqueda de contribuciones financieras importantes o a campañas de relaciones públicas. Muchas personas de mediana edad son reclutadas por su capacidad profesional para organizar o dirigir empresas que pertenecen a las sectas. Los jóvenes, en la mayoría de los casos, serán los trabajadores de base. Pueden dormir menos, comer menos y trabajar más.
A pesar de que los hombres blancos de clase media son el objetivo principal del reclutamiento, diversos grupos han empezado a trabajar activamente para reclutar negros, hispanos y asiáticos. A medida que captan individuos de estas comunidades, pueden utilizarlos para diseñar programas que atraerán a otros. Las grandes sectas, por ejemplo, ya han desarrollado programas de adoctrinamiento en castellano. Otro grupo de población que forma parte de su objetivo es el integrado por los europeos que visitan o trabajan en Estados Unidos. Después de unos cuantos años de entrenamiento y adoctrinación (a menudo con los visados caducados), son enviados de regreso a sus países de origen para que recluten nuevos miembros.
Es digno de hacer notar que, por lo general, las sectas evitan reclutar personas que puedan representarles una carga, como son aquellos que padecen graves problemas emocionales o psíquicos. Buscan gente que pueda soportar las pesadas exigencias de la vida en la secta. Si por ejemplo reclutan a un drogadicto, le piden que deje las drogas o que se marche. Por lo que sé, prácticamente no hay disminuidos físicos en las sectas porque cuesta tiempo, dinero y esfuerzos cuidar de ellos.

La vida en la secta: la ilusión y el abuso

La persona que ingresa en una secta destructiva disfruta, durante las primeras semanas o meses, de una especie de luna de miel. Le tratan como si fuera un miembro de la realeza. Le hacen sentir muy importante mientras toma forma su nueva vida en el grupo. El nuevo adepto todavía no sabe lo que le aguarda en el futuro.
Aunque la mayor parte de los miembros de las sectas declaran que son «más felices que nunca en toda su vida», la realidad es, por desgracia, muy diferente. La vida en una secta destructiva es, en gran medida, una vida de dolor y sacrificio. Las personas que están plena dedicación en la secta destructiva conocen lo que es vivir sometidos al totalitarismo, pero no son capaces de ver objetivamente qué les está sucediendo a ellos. Viven en un mundo de fantasía creado por el grupo.
Los miembros de las sectas emplean todo su tiempo en reclutar a más gente, en recolectar fondos o trabajar en proyectos de relaciones públicas. Cuando ya están totalmente enganchados, entregan grandes sumas de dinero y propiedades al grupo, a veces todo lo que tienen. A cambio, les prometen cuidados y cariño durante el resto de sus vidas. Esta transacción deja al sujeto en completa dependencia del grupo: comida, vestidos, alojamiento y atención médica. En muchos de estos grupos, la manutención es más que insuficiente, y la negligencia médica, vergonzosa. Se convence a los enfermos de que son sus propias debilidades físicas o espirituales las causantes de sus problemas de salud. Todo lo que deben hacer para que el mal desaparezca es arrepentirse y trabajar más.
Muy pocas sectas cuentan con un seguro médico para sus adeptos, así que cuando uno de ellos cae gravemente enfermo, mental o físicamente, a menudo se le envía como indigente a un hospital o clínica gratuita. A personas que han trabajado con suma devoción durante años, que han recolectado cientos de miles de dólares para el grupo, se les ha dicho que el grupo no podía pagar las facturas del hospital y que debían abandonar la secta hasta haberse recuperado. A los que han de someterse a tratamientos muy caros se les pide muy a menudo que vuelvan con su familia para que ésta pague las facturas. Si el sujeto no tiene familiares que le ayuden, se ha dado el caso de que le llevan hasta las puertas de un hospital y lo abandonan allí. Estos hechos están basados en mi propia experiencia personal y en los informes facilitados por ex miembros.
Algunas sectas practican la curación por la fe como único tratamiento de los problemas médicos. El resultado es el sufrimiento y, a veces, la muerte. A los enfermos se les dice que sus males tienen una causa «espiritual», y les hacen sentirse culpables por no haberse dedicado enteramente al grupo. Hay sectas que dicen a sus miembros que ir al médico es una prueba de su falta de fe, e incluso los amenazan con expulsarlos si lo hacen.
Junto a la falta de atención médica está el problema del abuso infantil. Muchos niños han muerto o han quedado marcados para el resto de sus días por la vinculación de sus padres con una secta destructiva.22 Como público, hemos olvidado casi por completo que alrededor de 300 niños fueron asesinados en la masacre de Jonestown, Aquellos niños no pudieron elegir y tuvieron que beber el refresco que contenía el veneno. El público tampoco sabe que muchos de aquellos niños estaban bajo la tutela del gobierno de California y que fueron adoptados por miembros del Templo de la Gente para conseguir mayores ingresos y contar con una fuerza de trabajo gratuita.
Algunos grupos abogan por castigar e incluso torturar a los niños para reforzar la disciplina. En Jonestown, por la noche metían a los niños en pozos sin luz y les decían que estaban llenos de serpientes, mientras los adeptos agitaban cuerdas desde lo alto para asustarles aún más. Pese a que Jonestown representa un ejemplo extremo, ciertas sectas utilizan palos y bastones para golpear a los niños, a veces durante horas y a veces por todo el cuerpo. Otras sectas someten a los niños a abusos sexuales. Dado que los niños a menudo no van a la escuela y están apartados de cualquier otro contacto con la sociedad, no se denuncian los abusos.
A menudo, los niños son criados de forma comunal y sólo pueden estar con sus padres en contadas ocasiones. Les enseñan a depositar su cariño en el líder de la secta o en el grupo, no en sus padres. El tiempo libre para los juegos es limitado o no existe; Los niños reciben normalmente una educación deficiente, a veces ni siquiera eso Como a sus padres, se les enseña que el mundo es un lugar hostil y malvado, y se ven forzados a depender de la doctrina de la secta para interpretar la realidad. A pesar de que se les podría considerar como el futuro del grupo, por lo general son vistos como un obstáculo para las exigencias inmediatas de "trabajo".
Las víctimas del control mental de las sectas incluyen no sólo a los millones de adeptos, a sus hijos, a sus amigos y a sus familiares, sino también a nuestra sociedad. Se le está robando a nuestra sociedad uno de sus mayores recursos: las personas brillantes, idealistas y ambiciosas capaces de realizar una enorme contribución a la humanidad. Muchos de los ex miembros que conozco se han convertido en médicos, profesores, consejeros, inventores o artistas. ¡Imagine lo que podrían conseguir los miembros de las sectas sí pudieran desarrollar libremente el talento y las habilidades que les ha dado Dios! ¿Qué pasaría si pudieran canalizar sus energías para resolver problemas en lugar de intentar socavar las libertades individuales y sociales con sus visiones de un totalitarismo retorcido?
Mientras tanto, las sectas destructivas continúan haciéndose más grandes y poderosas, actuando con total impunidad para esclavizar a la gente. Resulta irónico que en Estados Unidos, un país que honra la libertad y la independencia, haya más interés en proteger al ciudadano de las presiones de los vendedores de coches usados, que en defenderla de organizaciones cuya intención es despojar a la persona de su capacidad de actuar por sí misma. Hasta que la ley no sea capaz de establecer las normas que regulen dichas prácticas por parte de individuos u organizaciones, y reconozca la existencia de técnicas modernas de control mental, a la gente no le queda otra opción que defenderse con sus propios medios.
Quizá lo más importante que debemos comprender al enfrentarnos a las sectas destructivas es que todos somos vulnerables. Lo mejor que podemos hacer para protegernos a nosotros mismos es informarnos a conciencia sobre las formas de actuación de las sectas destructivas, y ser «consumidores exigentes» cuando nos interese integrarnos en un grupo. Los amigos o familiares de alguien que está buscando entrar en una secta, o que atraviesa una crisis emocional, deben estar alertas a cualquier repentino cambio de personalidad en dicho sujeto. Si usted sospecha que algún conocido suyo ha entrado en la órbita de influencia de una organización de control mental, actúe con rapidez y busque la ayuda de alguien capacitado. La mayoría de las enfermedades responden mejor al diagnóstico precoz y al tratamiento inmediato, y este mismo principio es válido también para el problema de las sectas destructivas.





CAPÍTULO 4

Comprender el control mental


Cuando pronuncio una conferencia en alguna universidad o instituto, por lo general desafío a la audiencia con la pregunta:

«¿Cómo pueden saber si están sometidos a control mental?».

Después de unos instantes de reflexión, casi todos comprenden que si uno está bajo control mental, le sería imposible saberlo sin la ayuda de otras personas. Además, uno debería comprender muy bien qué es el control mental.
En la época en que yo estaba sometido a control mental, en realidad no entendía muy bien de qué se trataba. Suponía que el control mental guardaba alguna relación con ser torturado en un sótano húmedo con una luz muy fuerte enfocada directamente a mi rostro. Desde luego, jamás experimenté algo semejante mientras estuve con los Moonies. Siempre que alguien me gritaba llamándome «robot sin cerebro», lo consideraba como parte de la persecución habitual. Me hacía sentir aún más comprometido con el grupo.
En aquellos años, no tenía un marco de referencia para el fenómeno del control mental. No fue hasta el momento de desprogramación que me mostraron exactamente en qué consistía y cómo se aplicaba. Dado que yo era miembro de los Moonies y considerábamos al comunismo como nuestro enemigo, estaba muy interesado en las técnicas que los comunistas chinos empleaban para convertir a sus oponentes durante los años cincuenta. No me resistí, pues, cuando mis consejeros me pidieron que leyera ciertas partes del libro del doctor Robert Jay Liffon Thought Reform and the Psychology of Totalism (La reforma del pensamiento y la psicología del totalismo). Dado que el libro había sido publicado en 1961, no podía acusar a Lifton de ser anti-Moon.
Esta obra me fue muy útil para comprender lo que me había sucedido en los Moonies. Aprendí que Lifton había identificado ocho elementos básicos en el proceso de control mental que utilizaban los comunistas chinos. Mis consejeros hicieron hincapié en que al margen de lo maravillosa que pueda ser la causa, o el atractivo de sus miembros, si cualquier grupo empleaba los ocho elementos señalados por Robert Jay Lifton, entonces estaba actuando como un medio de control mental. Por fin, fui capaz de ver que la organización Moon utilizaba los ocho elementos: miIieu control o control de la comunicación dentro de un entorno, manipulación mística o espontáneamente planeada, exigencia de pureza, culto a la confesión, sacralización de la ciencia, simplificación del lenguaje, prioridad de la doctrina sobre la persona y abstracción de la existencia.
Sin embargo, antes de que pudiera abandonar a los Moonies tuve que enfrentarme a unas cuantas preguntas de tipo moral. ¿Tiene el Dios en que yo creo la necesidad de utilizar el engaño y el control mental? ¿Es cierto que el fin justifica los medios? Tenía que preguntarme a mí mismo si los medios determinaban el fin. ¿Cómo podía el mundo convertirse en un paraíso si había que subvertir la libre voluntad de los individuos? ¿Cómo sería el mundo si Moon asumía el poder total? Tras formularme estas preguntas, decidí que ya no podía participar en una organización que utilizaba prácticas de control mental. Abandoné el mundo de fantasía en el que había vivido durante años.
Desde que salí del grupo, he llegado al convencimiento de que millones de personas han estado sujetas a un régimen de control mental sin que ni siquiera se apercibieran de ello. No pasa una semana sin que tenga que hablar con varias personas' que todavía sufren los efectos negativos del control mental. A menudo, les proporciona un gran alivio saber que no están solos y que sus problemas vienen de sus relaciones con el grupo.
Tal vez el principal problema con el que se encuentran quienes han abandonado las sectas destructivas es el desmoronamiento de su propia identidad. Hay una buena razón para que así sea: durante años han vivido con una identidad «artificial» que les ha proporcionado la secta. Aunque el control mental de las sectas es algo de lo que se puede hablar y definir de muchas maneras, creo que se comprende mejor como un sistema que desbarata la identidad del individuo. La identidad está formada por elementos tales como las creencias, el comportamiento, los procesos de pensamiento y las emociones, que constituyen un patrón definitivo. Bajo la influencia del control mental, la identidad original del individuo, formada por la familia, la educación, las amistades y, lo que es más importante, las cosas elegidas libremente por la persona, es sustituida por otra identidad, por lo general una que el individuo no habría escogido si no hubiera estado sometido a una tremenda presión social.
El control mental practicado por las sectas destructivas es un proceso social, a menudo relacionado con grandes grupos de personas que lo refuerzan. Se consigue al rodear al individuo de un entorno social donde, para poder funcionar, debe despojarse de su vieja identidad y apegarse a la nueva identidad deseada por el grupo. Cualquier realidad que pudiera recordarle su identidad original -cualquier cosa susceptible de confirmar su anterior forma de ser- es apartada y reemplazada por la realidad del grupo. Aun en el caso de que, al principio, el individuo sólo simule aceptarla, el acto tarde o temprano llega a ser real. Acepta una ideología totalista que, al ser interiorizada, sustituye a su anterior sistema de valores. Por lo general, el individuo experimenta un cambio radical de personalidad y una drástica interrupción del curso de su vida. Este proceso puede ser activado en unas pocas horas, pero habitualmente necesita días o semanas para consolidarse.
Desde luego, todos nosotros estamos sujetos a diario a diversas presiones sociales, las más evidentes en nuestro trabajo. La presión para que se acepten ciertas normas de comportamiento existe en casi todas las organizaciones. Estamos sometidos constantemente a muchas formas de influencia, algunas de ellas obvias e inofensivas (por ejemplo, los carteles de «Por favor, abróchense los cinturones»), y otras más sutiles y destructivas. Así pues, no puedo aseverar firmemente que cuando utilizo el término «control mental» haga referencia específica al extremo destructivo del espectro. En consecuencia, como ya he recalcado antes, el término «control mental» utilizado en este libro no se aplica a ciertas técnicas (por ejemplo, el biofeedback) que se utilizan para reforzar el control personal y estimular la capacidad de elección. Se referirá, en cambio, sólo a aquellos sistemas que pretenden socavar la capacidad de/individuo para tomar sus propias decisiones. La esencia del control mental consiste en fomentar la dependencia y el conformismo, y desalentar la autonomía y la individualidad.
Aun así, es digno de mencionarse que no siempre el propósito del control mental del grupo es malo. Por ejemplo, hay muchos programas de rehabilitación de drogadictos y delincuentes juveniles que utilizan algunos de estos métodos para destruir la antigua personalidad de adicto o criminal. Pero estos programas, por mucho éxito que tengan, están cargados de peligros. Después de que se ha conseguido «quebrar» a un individuo y se le ha facilitado una nueva identidad, también se le debe restaurar su autonomía y su individualidad, un proceso que depende por completo del altruismo y comportamiento responsable de los directores del grupo. Un programa de rehabilitación de drogadictos, Synanon, al parecer ha orientado sus actividades de tal manera que han sido demandados en numerosas ocasiones por atropellar los derechos más elementales de sus miembros.

Control mental versus lavado de cerebro

Si bien es importante poseer una comprensión general del control mental, no lo es menos conocer aquello que el control mental no es. Por desgracia, cuando la gente común discute sobre el tema, muchísimas veces se utiliza el término «lavado de cerebro» como sinónimo de «control mental». Sin embargo, hoy en día los dos procesos son muy diferentes y no deben ser confundidos. El control mental no es un lavado de cerebro.
El término «lavado de cerebro» lo acuñó el periodista Edward Hunter en 1951. Lo utilizó para describir cómo los militares estadounidenses capturados en la guerra de Corea cambiaban súbitamente su escala de valores y sus lealtades y creían haber cometido crímenes de guerra inexistentes. Hunter tradujo el término del chino hsi nao, «cerebro lavado».
El lavado de cerebro es típicamente coercitivo. El sujeto sabe desde el primer momento que está en manos del enemigo. Se inicia con una clara demarcación de los respectivos roles -quién es el prisionero y quién el carcelero-, y el prisionero no tiene ninguna alternativa. Los malos tratos, e incluso la tortura, se utilizan normalmente.
Tal vez el caso de lavado de cerebro y control mental más famoso de los últimos tiempos en Estados Unidos sea el de Patricia Hearst, heredera de un imperio periodístico. Patty fue secuestrada en 1974 por el Ejército Simbiótico de Liberación (ESL), una pequeña secta política con métodos terroristas. Encerrada durante semanas en una armario a oscuras, fue privada de alimentos y violada. Posteriormente, pareció convertirse en miembro activo del grupo. No aprovechó las oportunidades que tuvo para escapar y participó en el robo de un banco, delito por el cual fue condenada y encarcelada.
Por desgracia para ella, Patty Hearst fue víctima de un juez y un jurado ignorantes.
El ESL quizá tuvo éxito en el lavado de cerebro de Patty Hearst, pero, en general, el método coercitivo no cuenta un porcentaje de éxitos muy elevado. Tan pronto como el individuo se aleja de sus secuestradores y vuelve al entorno familiar, los efectos tienden a desaparecer. El ESL tuvo éxito con Patty Hearst porque le dieron una nueva identidad como «Tania». La convencieron de que el FBI tenía orden de disparar en cuanto la vieran. Creía que su seguridad estaba en permanecer junto al grupo más que en buscar la liberación.
El lavado de cerebro resulta eficaz para conseguir que se acepten exigencias tales como la firma de una confesión falsa o denuncias contra el gobierno. Los individuos que son coaccionados se avienen a realizar ciertos actos específicos para salvaguardar lo que han hecho. Pero estas nuevas creencias no están por lo general bien interiorizadas, y cuando el prisionero escapa del campo de influencia (y miedo) es capaz, casi siempre, de quitárselas de encima.
El control mental, casi siempre, llamado «reforma del pensamiento», es más sutil y retorcido. Quienes lo practican son considerados como amigos o compañeros, de forma que el sujeto no está tan a la defensiva. Inconscientemente, colabora con sus controladores y les suministra información privada sin saber que la utilizarán en su contra. El nuevo sistema de valores es interiorizado en la estructura de una nueva identidad.
En el control mental hay muy poco o ningún abuso físico. Por contra, los procedimientos hipnóticos se combinan con los de dinámica de grupo para conseguir un fuerte efecto de adoctrinación. El individuo es engañado y manipulado -sin amenaza directa alguna- para que acepte las alternativas ordenadas. Las más de las veces, el individuo responde positivamente a lo que le hacen.
No es buena cosa que los medios de comunicación utilicen la expresión «lavado de cerebro» con tanta ligereza. Evoca imágenes de conversión por la tortura. Quienes están en una secta saben que no han sido torturados, así que piensan que aquellos que les critican son unos mentirosos. Cuando yo era miembro de los Moonies, «sabía» que no me habían lavado el cerebro. Recuerdo, sin embargo, la ocasión en que Moon nos dio una charla en la que dijo que una revista muy popular le acusaba de habernos lavado el cerebro. Sus palabras fueron: «Las mentes americanas son muy sucias, están llenas de egoísmo materialista y de drogas, ¡y necesitan un lavado de cerebro celestial!» Todos nos echamos a reír.

Una nota sobre el hipnotismo

Si la expresión «lavado de cerebro» se confunde a menudo con «control mental», también el término «hipnotismo» es muchas veces mal interpretado. El empleo de la palabra «hipnotismo» en varias formas es muy común en nuestras conversaciones habituales (muchas veces decimos cosas como «ella le hipnotizó con su sonrisa»). En realidad, la mayor parte de las personas no entienden muy bien lo que es la hipnosis. Cuando se menciona el término, la primera imagen que acude a la mente es la de un doctor barbudo que balancea de la cadena un viejo reloj de bolsillo ante la cara de una persona a quien se le cierran los párpados. Si bien esta imagen es desde luego un estereotipo, apunta al objetivo central del hipnotismo: el trance. Los individuos que son hipnotizados entran en un estado como trance que es fundamentalmente distinto de la conciencia normal. La diferencia estriba en que en el estado consciente normal, la atención se dirige hacia afuera a través de los cinco sentidos, mientras que en el trance la atención se dirige hacia adentro. Uno escucha, ve y siente internamente. Naturalmente, existen varios grados de trance, que varían desde el leve trance normal de soñar despierto hasta los estados profundos en los cuales el individuo pierde casi por completo la conciencia del mundo exterior y es extremadamente susceptible a las sugestiones que se puedan implantar en su mente.
El hipnotismo está relacionado de muchas maneras con las prácticas de control mental antiético de las sectas destructivas. En muchas de las sectas que se definen como religiosas, lo que a menudo se denomina «meditación» no es más que un proceso por el cual los miembros de la secta entran en trance, momento en el que pueden recibir sugestiones que les harán más receptivos para seguir fielmente la doctrina de la secta. Las sectas no religiosas emplean otras maneras de introducir individual o de grupo. Además, como estar en trance resulta por lo general una experiencia relajante y placentera, la mayor parte de la gente desea entrar de nuevo en trance tantas veces como sea posible. Es importante resaltar que los investigadores psicológicos han establecido clínicamente que las facultades críticas de los individuos disminuyen en el estado de trance. Uno está menos capacitado para evaluar la información recibida en un trance que en un estado normal de conciencia.
La capacidad de la hipnosis para afectar a las personas puede ser considerable. Es posible ponerlas en trance en cuestión de minutos, y realizan entonces proezas notables. Quizás el ejemplo más conocido es aquel en que a un sujeto hipnotizado se le clava una aguja muy larga en el muslo y no siente dolor. A un individuo hipnotizado se le puede hacer bailar como Fred Astaire, tenderse entre dos sillas y adoptar la rigidez de una tabla, comportarse como si tuviera las manos «pegadas» a los costados, y cosas por el estilo. Si puede lograrse que realicen semejantes hazañas, lograr que los sujetos hipnotizados crean que forman parte de unos «pocos escogidos» también es fácil de conseguir.
Por lo general, las sectas destructivas inducen el trance en sus miembros a través de largas sesiones de adoctrinamiento. Las repeticiones y el forzar la atención son buenos medios para la inducción de un trance. Si observamos a un grupo en esa puesta en escena, es fácil distinguir cuándo se ha conseguido el trance. Los presentes parpadean y tragan con lentitud, y sus expresiones faciales se relajan y adoptan una actitud vacía y neutra. Con los individuos en semejante estado, los líderes sin escrúpulos pueden implantarles creencias irracionales. Yo he visto a personas de una gran fuerza de voluntad que hipnotizados hacían cosas que normalmente no habrían hecho jamás.

Algunos principios básicos de psicología social y dinámica de grupo

La experiencia política de la segunda guerra mundial, en la que miles de individuos en apariencia normales tomaron parte en proyectos tales como el mantenimiento de lós campos de concentración donde millones de seres humanos fueron asesinados, despertó un considerable interés entre los psicólogos. ¿Cómo fue posible que gente que llevaba una vida ordinaria antes de que Adolf Hitler se hiciera con el poder de Alemania, participara en un intento deliberado de exterminar a todo un grupo humano? Desde el final de aquel conflicto, se han realizado miles de experimentos de psicología social que han permitido descubrir las diversas maneras de influir en las personas, ya sea en grupos o individualmente. El resultado neto de estos estudios ha sido la bien comprobada demostración del enorme poder de las técnicas de modificación del comportamiento, la conformidad generalizada y la obediencia a la autoridad. Estos tres factores son conocidos en términos psicológicos como «procesos de influencia». Uno de los descubrimientos más notables de la psicología social es que en nuestros intentos por encontrar la respuesta más apropiada a la situación social, a veces respondemos con información que recibimos de forma inconsciente.
Por ejemplo, una clase de estudiantes de psicología «conspiró» para emplear las técnicas de modificación de comportamiento con su profesor. Mientras éste les dictaba la clase, los estudiantes sonreían y se mostraban atentos cuando él se movía hacia la izquierda de la habitación. Cuando se movía hacia la derecha, adoptaban un aire de aburrimiento y de falta de atención. Al cabo de poco, el profesor comenzó a desplazarse siempre hacia la izquierda, y después de unas cuantas clases daba sus explicaciones apoyado en la pared izquierda.
Y ahora llegamos al punto clave: cuando los estudiantes hicieron partícipe de la broma al profesor, éste insistió en que nada de esto había sucedido, que le estaban tomando el pelo. No le parecía extraño que se apoyara en la pared, y declaró enojado que era su estilo personal de dar las clases, algo que había escogido por su propia voluntad. Era del todo inconsciente de cómo había sido influido.
Desde luego, en circunstancias normales, la gente de nuestro entorno no está conspirando en secreto para hacernos algo. Simplemente actúan más o menos de la forma en que han sido culturalmente condicionados a actuar, lo que a su vez nos condiciona a nosotros. Ésta es la manera, después de todo, en que una cultura se perpetúa a sí misma. En una secta destructiva, sin embargo, el proceso de modificación del comportamiento se monta alrededor de los nuevos reclutas, que por supuesto no tienen ni la menor idea de lo que está pasando.
Si las técnicas de modificación del comportamiento son poderosas, también lo son las influencias de conformidad y obediencia a la autoridad. Un conocido experimento de conformidad realizado por el doctor Solomon Asch demostró que los individuos dudan de sus propias percepciones si son colocados en una situación social donde parece que las personas en las que más confía el grupo dan la respuesta equivocada a una pregunta. Otro psicólogo, Stanley Milgram, descubrió en unas pruebas de obediencia a la autoridad que más del 90 % de los sujetos examinados obedecían las órdenes aunque creyeranque al hacerlo causarían así sufrimientos físicos a otra persona. Milgram escribió: «La esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona llega a verse a sí misma como el instrumento que realiza los deseos de otra persona, y en consecuencia no se considera ya responsable de sus propias acciones».

Los cuatro componentes del control mental


Está claro que no se puede comenzar a entender el control mental sin reconocer el poder de las técnicas de modificación del comportamiento, así como de las influencias de la conformidad y la obediencia a la autoridad. Si tomamos estos presupuestos de la psicología social como punto de partida, nos será posible identificar los componentes básicos del control mental. A mi modo de ver, el control mental puede entenderse en su mayor parte mediante el análisis de los tres componentes descritos por el psicólogo Leon Festinger, en lo que se conoce como la «teoría de la disonancia cognoscitiva». Estos componentes son: control del comportamiento, control del pensamiento y control de las emociones.
Cada componente tiene un poderoso efecto sobre los otros dos: si modificamos uno, los otros dos se modificarán. Si conseguimos cambiar los tres, desaparecerá el individuo. Sin embargo, como resultado de mis experiencias en la investigación de las sectas destructivas, he añadido un cuarto componente que es vital: el control de la información. Si alguien controla la información que recibe un individuo, restringe su libre capacidad para pensar por sí mismo. Yo llamo a estos factores los cuatro componentes del control mental. Y sirven como puntos de referencia básicos para comprender cómo funciona el control mental.
La teoría de la disonancia cognoscitiva no es algo tan intrincado como parece indicar su nombre. En 1950, Festinger resumió el principio básico de la siguiente manera: «Si usted cambia el comportamiento de un individuo, sus pensamientos y sentimientos se modificarán para minimizar la disonancia».
¿Qué quiere decir Festinger con «disonancia»? En palabras sencillas, se refiere al conflicto que se plantea cuando un pensamiento, un sentimiento o un comportamiento es alterado en oposición a los otros dos. Un individuo puede tolerar sólo una cierta discrepancia entre sus pensamientos, sentimientos y acciones, que en definitiva son los diferentes componentes de su identidad. La teoría de Festinger propone, y numerosas investigaciones han venido a darle la razón, que si uno cualquiera de estos tres componentes se modifica, los dos restantes cambiarán para reducir la disonancia.
¿Cómo se aplica este tipo de «cambio» al comportamiento de los individuos que están en una secta? Festinger buscó un lugar donde contrastar sus ideas en el mundo real. En 1956 escribió un libro, When Prophecy Faik [Cuando falla la profecía], sobre una secta de Wiscosin que creía en los platillos volantes y cuyo líder había predicho el fin del mundo. El líder de la secta afirmaba estar en contacto mental con alienígenas de otro planeta. Los seguidores vendieron sus casas y repartieron el dinero, y en la fecha señalada esperaron durante toda la noche, en la ladera de una montaña, la llegada de los platillos volantes que debían recogerles antes de que a la mañana siguiente un diluvio arrasara el mundo.
Cuando llegó la mañana sin que los platillos volantes hubieran hecho acto de presencia, ni tampoco el diluvio (sólo un torrente de artículos en los periódicos que se burlaban de la secta), se podría suponer que los seguidores estarían desilusionados y enojados. Unos pocos reaccionaron así (miembros marginales que no llevaban mucho tiempo en la secta), pero la mayoría de los adeptos estaban más convencidos que nunca. El líder proclamó que los alienígenas habían sido testigos de su vigilia y su fe y habían decidido perdonar a la Tierra. Los miembros se sintieron más unidos con su líder después de realizar una dramática demostración pública, que acabó en humillación pública.
La teoría de la disonancia cognoscitiva explica por qué se produjo esa mayor identificación. De acuerdo con Festinger, el individuo necesita mantener un orden y un sentido en su vida. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su propia imagen y sus propios valores. Si por cualquier motivo su comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el equilibrio. Lo importante es saber que las sectas crean deliberadamente las disonancias entre sus adeptos y las utilizan para controlarlos.
Examinemos ahora con un poco más de detalle cada uno de los componentes del control mental.

Control del comportamiento

El control del comportamiento es la regulación de la realidad física del individuo. Incluye el control de su entorno -el lugar donde vive, qué ropas viste, qué come, cuántas horas duerme-así como su trabajo, rituales y otras acciones que realiza.
La necesidad de tener el control del comportamiento es la razón por la cual la mayoría de las sectas prescriben unos horarios muy rígidos a sus miembros. Cada día, una parte importante del tiempo se dedica a los rituales de la secta y a las actividades de adoctrinamiento. También es habitual que a los miembros se les asigne el cumplimiento de unas metas y tareas específicas, lo que restringe su tiempo libre y su comportamiento. En la secta destructiva siempre hay algo que hacer.
En algunos de los grupos más restrictivos, los miembros tienen que solicitar el permiso de los líderes para casi todo. En otros, el individuo es tan económicamente dependiente que sus opciones de comportamiento se reducen de forma automática. El miembro ha de pedir el dinero para el billete de autobús, la ropa o la visita médica, opciones que todos nosotros damos por supuestas. Debe pedir permiso para llamar por teléfono a un amigo o pariente que no esté en el grupo, y se ve obligado a dar cuenta de su actividad a todas horas del día. Así, el grupo controla las riendas del comportamiento, y en consecuencia las del pensamiento y las emociones.
A menudo, el comportamiento se controla mediante la exigencia de que cada uno actúe como grupo. En muchas sectas, las personas comen juntas, trabajan juntas, tienen reuniones de grupo y, en ocasiones, duermen juntas en la misma habitación. Se trata de desalentar el individualismo. A veces se le asigna a la persona un «compañero» que no se aparte de ella, o bien es ubicada en un grupo más reducido de media docena de miembros.
Por lo general, la cadena de mando en las sectas es autoritaria, y fluye desde el líder a través de sus lugartenientes hasta los sublíderes, y de allí a los miembros de base. En un entorno tan bien regulado, todos los comportamientos pueden ser premiados a castigados. Esto sirve a la jerarquía para mantener a sus adeptos fuera de equilibrio. Si un individuo se porta bien, recibirá las alabanzas públicas de sus jefes y tal vez premios o una promoción. Si el individuo no observa un comportamiento correcto, se le acusará y criticará públicamente y se le obligará a realizar tareas domésticas como limpiar los lavabos o lustrar los zapatos de los demás miembros.
Otras formas de castigo pueden incluir el ayuno «voluntario», las duchas con agua helada, permanecer una noche entera de vigilancia, o algunos trabajos de penitencia. Una persona que participe activamente en su propio castigo llegará a creer que lo tiene merecido.
Cada grupo en particular tiene su propia serie de comportamientos rituales que fortalecen su cohesión. Estos tanto pueden incluir particularidades en el lenguaje, posturas o expresiones faciales, como también las formas más tradicionales de representar las creencias de la secta. En los Moonies, por ejemplo, seguíamos muchas costumbres orientales como descalzarnos cuando entrábamos en un centro Moonie, sentarnos sobre los talones y hacer una reverencia cuando saludábamos a los miembros de mayor edad. Practicar estas pequeñas cosas nos ayudaban a sentirnos especiales.
Si un individuo no se comporta con el suficiente «entusiasmo», puede ser llamado por un líder y acusado de conducta egoísta o impura, o de no esforzarse lo bastante. Se le exigirá que emule a un miembro más antiguo del grupo, incluso hasta el extremo de imitar el tono de su voz. La lección más importante que deben aprender es la obediencia a las órdenes del líder. Los líderes no pueden mandar en los pensamientos íntimos de un adepto, pero saben que si gobiernan su comportamiento, el corazón y la mente vendrán a continuación.

Control del pensamiento

El control del pensamiento, el segundo componente de importancia en el control mental, incluye un adoctrinamiento tan profundo de los miembros que éstos interiorizan la doctrina del grupo, incorporan un nuevo sistema de lenguaje, y utilizan técnicas de interrupción del pensamiento para mantener las mente «centrada». A fin de ser un buen miembro, la persona debe aprender a manipular sus propios procesos de pensamiento.
En las sectas totalísticas, la ideología es interiorizada como «la verdad», el único «mapa» de la realidad. La doctrina no sólo sirve para filtrar la información que se recibe sino también para regular cómo se debe pensar sobre esta información. Por lo general, la doctrina, que es absolutista, lo divide todo en «blanco contra negro», «nosotros contra ellos». Todo lo que es bueno está representado por el líder y el grupo. Todo lo que es malo se halla en el exterior. Una gran parte de los sectas totalísticas afirman que sus doctrinas están científicamente probadas. La doctrina se proclama capaz de responder a todas las cuestiones planteadas por cualquier problema o situación. El adepto no necesita pensar por su cuenta porque la doctrina piensa por él.
Es habitual que una secta destructiva cuente con su propio «lenguaje simplificado» de palabras y expresiones. Dado que el lenguaje suministra los símbolos que utilizamos para pensar, controlar ciertas palabras ayuda a controlar el pensamiento. Muchos grupos sintetizan situaciones complejas, las etiquetan, y después las convierten en frases hechas de la secta. Estas etiquetas, que son la expresión verbal del lenguaje simplificado, gobiernan la manera de pensar en cualquier situación.
En los Moonies, por ejemplo, siempre que uno tenía dificultades para relacionarse con alguien que estuviera por encima o por debajo en la jerarquía de la secta, se decía que era un «problema Cain-Abel». No importaba quién estuviera involucrado o de qué problema se tratara, era simplemente un «problema Cain-Abel».
El término en sí mismo dictaba cómo debía resolverse el problema. Cain tenía que obedecer a Abel y seguirle, en vez de asesinarle como estaba escrito en el Antiguo Testamento. Caso cerrado. Pensar de otra manera habría sido obedecer el deseo de Satanás de que el malvado Cain prevaleciera sobre el honrado Abel. Un pensamiento critico acerca de un mal paso del líder no podía atravesar este bloqueo en la mente de un buen adepto.
Las frases hechas dé la secta, o lenguaje simplificado, también levantan una pared invisible entre los creyentes y los advenedizos. El lenguaje ayuda a que los miembros se sientan especiales y distintos de las personas comunes. También sirve para confundir a los recién llegados, que querrán entender de qué están hablando los miembros, y a que piensen que sólo tienen que esforzarse más en el estudio para poder «comprender» la verdad. En realidad, al incorporar el lenguaje simplificado, lo que aprenden es a no pensar. Aprenden que comprender significa creer.
Otro punto clave del control del pensamiento se basa en entrenar a los miembros para que bloqueen cualquier información que sea crítica con el grupo. Los mecanismos de defensa típicos del individuo son reorientados para que defiendan la nueva identidad que le ha proporcionado la secta contra la antigua identidad original. La primera línea de defensa incluye la negación («Lo que usted dice no ocurre en absoluto»), la racionalización («Esto ocurre porque hay una razón muy buena para que así sea»), la justificación («Esto sucede porque tenía que ser así»), y el deseo intelectual («Me gustaría que fuese verdad, así que tal vez lo es»).
Si la información transmitida a un miembro de la secta es interpretada como un ataque al líder, a la doctrina o al grupo, se levanta un muro de hostilidad. Los miembros están entrenados para no aceptar ninguna crítica. Se le ha explicado con anterioridad que las criticas son «las mentiras que sobre nosotros pone Satanás en la mente de las personas», o que son «las mentiras que la conspiración mundial imprime en lo periódicos para desacreditamos, porque saben que estamos por encima de ellos». Aunque resulte paradójico, las críticas al grupo confirma que el punto de vista de la secta acerca del mundo es correcto. La información que reciben no se interpreta correctamente.
Tal vez el método que más se emplea y que resulta más efectivo para controlar los pensamientos de los miembros, es el de los rituales de interrupción del pensamiento.9 Se enseña a los miembros a que interrumpan el pensamiento por sí mismos. Les dicen que les ayudará a desarrollarse o a ser más eficaces. Cuando el miembro de una secta empieza a tener un «mal» pensamiento, utiliza la interrupción del pensamiento para ahogar el «negativismo» y centrarse a sí mismo. Así aprende a aislarse de cualquier cosa que amenace su realidad.
Los diferentes grupos emplean técnicas distintas para interrumpir el pensamiento: concentrarse en la oración, entonar cánticos en voz alta o mentalmente, meditar, «hablar en lenguas», cantar o tararear. Estas acciones, muchas de ellas habituales por su valor y utilidad, son pervertidas en las sectas destructivas. Se convierten en algo mecánico porque el individuo está programado para activarías al primer síntoma de duda, ansiedad o incertidumbre. En cuestión de semanas, la técnica se vuelve innata, se hace automática. De hecho, el individuo a veces ni siquiera se da cuenta de que ha tenido un «mal» pensamiento. Sólo advierte que de pronto se ha puesto a cantar o ritualizar. Mediante la utilización de la interrupción del pensamiento, los miembros piensan que se están desarrollando cuando en realidad sólo se están convirtiendo a sí mismos en adictos. Después de abandonar una secta que emplea exhaustivamente las técnicas de interrupción del pensamiento, la persona atraviesa un difícil proceso de readaptación antes de poder superar el hábito.
La interrupción del pensamiento es la forma más directa para córtocircuitar la capacidad de un individuo para aquilatar la realidad. Además si alguien es capaz de pensar sólo cosas positivas sobre su participación en el grupo, resulta evidente que está enganchado. Puesto que la doctrina es perfecta y el líder también lo es, cualquier problema que surja es asumido como una falta del miembro individual, que aprende a culparse a si mismo y a trabajar con mas ahínco.
El control mental puede bloquear efectivamente cualquier sentimiento que no se corresponda con la doctrina del grupo. También sirve para mantener al miembro de la secta trabajando como un esclavo obediente. En todo caso, cuando los pensamientos son controlados, el comportamiento y los sentimientos también están controlados.

Control emocional

El tercer elemento del control mental, el control emocional, intenta manipular y reducir el alcance de los sentimientos del individuo. El miedo y la culpa son las herramientas necesarias para mantener a la gente bajo control. La culpa es, con toda probabilidad, el arma emocional más sencilla y eficaz que existe para conseguir la conformidad y la sumisión. La culpa histórica (por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima), la culpa de identidad (por ejemplo, un pensamiento del tipo «No vivo de acuerdo con mi potencial»), la culpa por acciones del pasado (por ejemplo, «Hice trampas en el examen») y la culpa social (por ejemplo, «Hay gente que muere de hambre») pueden ser explotadas por los líderes de las sectas destructivas. Sin embargo, la mayor parte de los miembros de una secta no pueden ver que utilizan la culpa y el miedo para controlarlos. Están tan condicionados a culparse siempre a si mismos que responden con gratitud cada vez que el líder les señala uno de sus «defectos».
El miedo se utiliza para aprisionar a los miembros del grupo de dos maneras. La primera es la creación de un enemigo exterior que te persigue: el FBI te meterá en la cárcel o te matará, Satanás te llevará al infierno, los psiquiatras te aplicarán electroshocks, miembros armados de las sectas rivales te dispararán ó te torturarán, y, desde luego, los desprogramadores. La segunda es el terror a ser descubierto y castigado por los líderes. El miedo a lo que podría sucederte si no haces bien tu trabajo puede ser muy eficaz. Algunas sectas proclaman que el holocausto nuclear o cualquier otra catástrofe sería el resultado de la indisciplina o la negligencia en el compromiso de los miembros.
Para poder controlar a alguien a través de sus emociones, a menudo hay que redefinir sus sentimientos. La felicidad, por ejemplo, es una sensación que todo el mundo desea. Sin embargo, si la felicidad se define como estar cerca de Dios, y Dios no es feliz (como aparentemente sucede en muchas sectas religiosas), entonces la única manera de ser feliz es ser desgraciado. En consecuencia, la felicidad consiste en sufrir para poder estar más cerca de Dios. Tal idea aparece también en algunas teologías ajenas a las sectas, pero en éstas es una herramienta para la explotación y el control.
En algunos grupos, la felicidad estriba en seguir las órdenes del líder, en reclutar el máximo número de individuos o en donar una buena cantidad de dinero. La felicidad se define como el sentido de comunidad que brinda la secta a todos aquellos que disfrutan de una buena posición.
La lealtad y la devoción son, entre todas las emociones, las más respetadas. Los miembros no están autorizados a sentir o expresar emociones negativas, excepto hacia los foráneos. Se les enseña que nunca han de experimentar sentimientos hacia su propia persona o sus propias necesidades, sino que deben pensar siempre en el grupo, sin quejarse jamás. No podrán nunca criticar al líder, pero en cambio deberán criticarse a sí mismos.
Muchas sectas ejercen un control total sobre las relaciones interpersonales. Los líderes pueden decir y dicen a los adeptos que deben evitar a ciertos miembros o que deben pasar más tiempo con otros. Algunos llegan incluso a «recomendar» a los miembros con quién han de casarse, y controlan toda su relación, incluyendo su vida sexual. Hay sectas en las que se pide a los seguidores que nieguen o supriman sus sentimientos sexuales, lo cual se convierte en una fuente de frustración contenida que puede ser canalizada hacia otras salidas, como por ejemplo trabajar con más ahínco. Pero otros grupos, en cambio, exigen la sexualidad, y al miembro que se contiene le hacen sentir egoísta. De una manera u otra, el grupo ejerce el control emocional.
A menudo, se mantiene a los individuos en constante desequilibrio. En un momento dado se les alaba, y al siguiente son insultados. Este mal uso de las técnicas de modificación del comportamiento -recompensa y castigo- crea una sensación de dependencia e indefensión. En algunas sectas, un día puedes estar haciendo relaciones públicas vestido con traje y corbata ante las cámaras de televisión, y al día siguiente estar en otra provincia relegado a hacer trabajos manuales como castigo por algún pecado imaginario.
La confesión de antiguos pecados o de actitudes equivocadas es también un recurso poderoso para lograr el control emocional. Lo cierto es que una vez confesado públicamente, en contadas ocasiones se perdona o se olvida de verdad el antiguo pecado. En el instante en que uno se aparte de la fila, se sacará de nuevo a la luz y se utilizará para manipular al adepto y conseguir su obediencia. Cualquiera que se encuentre en una sesión confesional de una secta debe recordar esta advertencia: cualquier cosa que diga es susceptible de ser y será utilizada en su contra. Este ardid puede llegar incluso al chantaje si no abandona la secta.
La técnica más efectiva para el control emocional es la implantación de fobias, ya mencionada en el capítulo 3. Con ella se consigue que los individuos experimenten una reacción de pánico al pensar en marcharse: sudores, palpitaciones, intensos deseos de evitar la posibilidad. Les dicen que si se marchan se encontrarán perdidos e indefensos en medio de los más terribles horrores; se volverán locos, les asesinarán, se convertirán en drogadictos o se suicidarán. Ejemplos de casos semejantes se narran continuamente tanto en las conferencias como a media voz en los corrillos informales. Es casi imposible que un miembro adoctrinado de una secta llegue a sentir que encontrará alguna seguridad fuera del grupo.
Cuando los líderes de las sectas declaran en público: «Los miembros son libres de marcharse cuando les parezca: la puerta está abierta», dan la impresión de que los miembros son libres de escoger y que sencillamente prefieren quedarse. Sin embargo, los' miembros tal vez no dispongan de la posibilidad real de escoger, porque se les ha adoctrinado para tener fobia al mundo exterior. Las fobias inducidas eliminan la posibilidad psicológica de que un individuo decida abandonar el grupo simplemente porque no es feliz o porque desea hacer otra cosa.
Si las emociones de una persona caen bajo el control de un grupo, acto seguido lo harán sus pensamientos y su comportamiento.

Control de la información

El control de la información es el último componente del control mental. La información es el combustible que utilizamos para que nuestra mente funcione correctamente. Niéguele a un individuo la información que necesita para emitir un juicio acertado y será incapaz de hacerlo. La gente permanece atrapada en las sectas destructivas porque no sólo se le niega el acceso a una información crítica sino que además ha sido despojada del mecanismo interno necesario para procesaría. El control de la información tiene un impacto tan dramático como devastador.
En muchas sectas totalísticas, los adeptos cuentan con un mínimo acceso a los periódicos, revistas y programas de radio y televisión ajenos a la secta. Esto se debe en parte a que están tan ocupados que no disponen de tiempo libre. Cuando leen, por lo general se trata de libros o folletos de propaganda editados por la secta, o de material que ha sido censurado para «ayudar» a los miembros a que se mantengan centrados.
El control de la información también se extiende a todas las relaciones. No se permite a los miembros que discutan entre si nada que sea crítico respecto al líder, la doctrina o la organización. Los adeptos se espían los unos a los otros e informan a los líderes de las actividades incorrectas o de los comentarios. A los nuevos conversos no se les permite que mantengan conversaciones entre sí sin la presencia de un miembro más antiguo que les vigile. Lo más importante es que se les exige que eviten todo contacto con los ex miembros o con quienes se muestran críticos. Se deben alejar sobre todo de la gente que podría facilitarles la mayor cantidad de información. En algunas sectas se llega incluso a leer la correspondencia de los miembros y a escuchar sus conversaciones telefónicas.
Por lo general, la información es fragmentada para que los miembros no obtengan un panorama global. En las grandes sectas, se informa a los adeptos únicamente de aquello que «necesitan saber» para realizar sus trabajos. Así, un miembro de otra ciudad no tiene por qué saber necesariamente que en otro lugar se ha tomado una importante decisión legal, que en la prensa han aparecido comentarios críticos o que una discusión interna está creando desavenencias en el grupo. Los miembros creen, por supuesto, que saben mucho más sobre las actividades del grupo que los extraños, pero al asesorar a ex miembros he descubierto que a menudo son ellos los que menos saben.
Las sectas destructivas también controlan la información mediante la creación de muchos niveles de «verdad». Las ideologías de las sectas tienen doctrinas «exteriores» y doctrinas «interiores». El material exterior es propaganda relativamente suave destinada al público en general o a los nuevos adeptos. Las doctrinas interiores se van desvelando sólo a medida que aumenta el compromiso del individuo con el grupo.
Por ejemplo, los Moonies siempre han declarado en público que son pro americanos y que están a favor de la democracia y la familia. Los Moonies eran pro americanos porque deseaban lo que creían mejor para Estados Unidos: convertirlo en una teocracia bajo el mando de Moon. Pensaban que la democracia había sido instituida por Dios para conceder a la Iglesia de la Unificación un lugar donde organizar una dictadura teocrática. Eran partidarios de la familia porque creían que la «verdadera» familia de todos los seres humanos estaba formada por Moon, su esposa y sus hijos espirituales. Sin embargo, la doctrina interior era -y todavía es- que Estados Unidos es inferior a Corea y debe por tanto someterse a ella, que la democracia es un sistema disparatado que «Dios está eliminando»,'0 y que los individuos deben ser aislados de sus familias «físicas» (en opción a las «espirituales») si son criticas respecto de las sectas.
Un adepto puede creer sinceramente que las doctrinas exteriores no son mentiras, sino tan sólo un nivel diferente de verdad. Al crear un entorno donde la verdad tiene múltiples niveles, los líderes de las sectas consiguen que al individuo le resulte imposible efectuar una valoración final objetiva. Si plantea problemas, le dicen que no es todavía lo bastante maduro para conocer la verdad íntegra, pero que dentro de poco quedará todo muy claro. Si trabaja con entusiasmo, ganará el derecho a conocer los niveles más altos de la verdad.
Pero hay muchos «niveles interiores». A menudo, un miembro avanzado que cree que lo sabe todo aún se encuentra a varios niveles del centro. A los preguntones que insisten en saberlo todo y además enseguida, naturalmente, son reorientados hacia una meta externa hasta que se tranquilizan.
Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la información: cada una de estas formas de control tiene un gran poder e influencia sobre la mente humana. juntas, constituyen una red totalística que puede manipular incluso a las personas de gran fortaleza mental. De hecho, son precisamente los individuos con mayor capacidad mental quienes más se comprometen y más entusiastas se muestran con las sectas.
No hay ningún grupo que haga todo lo que se describe en este capítulo. He procurado citar sólo las prácticas más comunes y que más se aplican en cada componente del control mental. Existen otras prácticas que seguramente se aplican en determinadas sectas, pero no las he incluido.
Hay prácticas que encajan en más de una de estas categorías. Por ejemplo, ciertos grupos cambian el nombre de sus adeptos para acelerar el proceso de formación de la nueva «identidad de secta». Esta técnica puede catalogarse en cualquiera de las cuatro categorías.
Existen muchas variaciones entre las sectas. Por ejemplo, algunos grupos realizan abiertamente la implantación de fobias; otros son muy sutiles. Lo más importante es el efecto global en el individuo. ¿Tiene o no el control de sus decisiones vitales? La única manera de saberlo es darle la oportunidad de reflexionar, de tener acceso a toda la información, de saber que tiene libertad para abandonar el entorno.

Los tres pasos para conseguir el control de la mente

Una cosa es ser capaz de identificar los cuatro componentes del control mental, pero otra muy distinta es saber cómo se utilizan en la práctica para cambiar el comportamiento de las personas confiadas. A primera vista, los tres pasos del proceso para conseguir el control de la mente parecen bastante sencillos. Yo lo denomino descongelación, cambio y congelación.
Este modelo de tres pasos fue deducido a finales de los años cuarenta de un trabajo de Kurt Lewin,11 y fue descrito en el libro de Edgar Schein Coercive Persuasion [Persuasión coercitiva].12 Schein, al igual que Lifton, también estudió los programas de lavado de cerebro en la China de Mao Tse-Dong a finales de los cincuenta. Su libro, basado en las entrevistas con antiguos prisioneros estadounidenses, es un valioso estudio del proceso. Sus tres etapas conceptuales se aplican igual de bien al control mental no coercitivo como al lavado de cerebro. De acuerdo con su descripción, el descongelamiento consiste en destruir las defensas del individuo, el cambio es el proceso de adoctrinamiento, y la congelación es el proceso de formación y reforzamiento de la nueva identidad.
Las sectas destructivas actuales cuentan con la ventaja de treinta años de investigaciones y técnicas psicológicas desarrolladas desde los tiempos de Mao, con lo cual sus programas de control mental son mucho más efectivos y peligrosos. Los procesos hipnóticos, por ejemplo, han adquirido mucha más importancia en el moderno control mental. Además, las sectas destructivas actuales son más flexibles en sus planteamientos. Están preparadas y son capaces de cambiar su forma de abordar a una persona para adaptarse al perfil psicológico específico del individuo, mediante la utilización del engaño y un lenguaje básico muy elaborado, o el empleo de técnicas como la interrupción del pensamiento y la implantación de fobias.
Examinemos con más detenimiento este modelo de tres etapas para ver cómo el programa va creando paso a paso a un bien disciplinado miembro de una secta destructiva.

La descongelación

Para predisponer a una persona para un cambio radical, lo primero es perturbar su realidad. Sus adoctrinadores deben desorientarlo. Sus marcos de referencia para comprenderse a sí mismo y a su entorno deben ser cuestionados y destrozados. Cambiar su visión de la realidad abatirá sus defensas naturales contra los conceptos que desafían su realidad.
Hay muchísimos métodos para conseguir el descongelamiento. Desorientar psicológicamente a una persona puede resultar muy efectivo. Privarle del sueño es una de las técnicas más comunes y más eficaces para quebrar su resistencia. Además, el cambio de las dietas alimenticias y de los horarios de comida también puede producir un efecto de desorientación. Algunas sectas utilizan dietas bajas en proteínas y alto contenido de azúcar, o una alimentación escasa durante períodos prolongados, para minar la estabilidad del individuo. La descongelación se consigue más fácilmente en un entorno controlado por completo como en una casa aislada, pero también en lugares mucho más accesibles como el salón de un hotel.
Los procedimientos hipnóticos constituyen otra eficaz herramienta para descongelar a un individuo y burlar sus mecanismos de defensa. Una técnica hipnótica particularmente efectiva se basa en el uso deliberado de la confusión para inducir el estado de trance. La confusión es el resultado habitual de presentar de forma congruente cualquier información contradictoria. Por ejemplo, si el hipnotizador dice con un tono de voz autoritario: «Cuanto más intente comprender lo que les digo, menos capaces serán de comprenderlo. ¿Me comprenden?». El resultado es un estado de confusión temporal. Si lo repite una y otra vez puede que al final tenga sentido. Sin embargo, si a un individuo se le mantiene durante el tiempo suficiente en un entorno controlado, y se le hace escuchar un lenguaje que le desorienta y una información que le confunde, lo más normal es que acabe por suspender su juicio crítico y se adapte a lo que él cree que los demás están haciendo. En un entorno así, la tendencia observada en la mayoría de la gente es la de dudar de sí mismos y seguir al grupo.
La sobrecarga sensorial, lo mismo que la privación de sensaciones, también consigue desequilibrar por completo a una persona y hacerla más abierta a la sugestión. Un individuo puede ser bombardeado con datos de una fuerte carga emocional a un ritmo superior al que puede digerir. El resultado es una sensación de estar desbordado. La mente se pone en punto muerto y deja de evaluar los datos que recibe a raudales. El recién llegado puede pensar que esto es algo que ocurre espontáneamente en su interior, pero es el grupo quien lo ha estructurado así de forma intencionada.
Otras técnicas hipnóticas, como el vínculo doble,13 pueden también utilizarse para ayudar a descongelar el sentido de la realidad de un individuo. El doble vínculo fuerza a la persona a realizar lo que desea el controlador manteniendo la ilusión de que puede elegir. Por ejemplo, el líder de una secta puede proclamar: «Todos aquellos que tienen dudas acerca de lo que les digo, deben saber que soy yo quien coloca esas dudas en su mente, para que sepan sin lugar a dudas que soy yo el verdadero maestro». El individuo puede creer o no las palabras del líder, pero las dos posibilidades están cubiertas.
Veamos otro ejemplo del doble vínculo: «Si usted admite que hay cosas en su vida que no funcionan, entonces, si no participa en el seminario, le está dando a esas cosas el poder para que controlen su vida». En otras palabras, el mero hecho de estar allí demuestra que es incapaz de decidir si se queda o se va.
Ejercicios tales como las meditaciones guiadas, las confesiones personales, las sesiones de rezos, los ejercicios gimnásticos vigorosos, e incluso el cantar en grupo, también facilitan la descongelación. Es típico que estas actividades comiencen de forma inocente, pero poco a poco se vuelven más intensas e intencionada conforme progresa el taller de trabajo o el seminario. Casi siempre son realizadas en grupos, lo que implica la falta de intimidad y frustra la necesidad del individuo de estas a solas, pensar y reflexionar.
En esta etapa del descongelamiento, a medida que los sujetos se debilitan, la mayor parte de las sectas les bombardean con la idea de que tienen graves defectos: son incompetentes, están enfermos mentalmente o su espiritualidad es nula. Cualquier problema que sea importante para el individuo, como el bajo rendimiento en los estudios o en el trabajo, el exceso de peso o las dificultades en sus relaciones personales, son exagerados hasta el infinito para probar que uno no vale nada. Algunas sectas pueden ser bastante virulentas en sus ataques personales, llegando con frecuencia a la humillación delante de todo el grupo.
Una vez que la persona se hunde, está lista para la segunda fase.

El cambio

El cambio consiste en imponer una nueva identidad personal -una nueva serie de comportamientos, pensamientos y emociones- para llenar el vacío dejado por la desaparición de la identidad anterior. El adoctrinamiento de esta nueva personalidad se realiza tanto formal (en seminarios y rituales) como informalmente (en compañía de otros miembros, con lecturas y audiciones de grabaciones y vídeos). Muchas de las técnicas utilizadas en la fase de descongelación son también aplicadas en ésta.
La repetición, la monotonía y el ritmo: he aquí las tres adormecedoras cadencias hipnóticas a través de las cuales se realiza normalmente el adoctrinamiento. Los datos se repiten una y otra vez. Si los conferenciantes tienen una preparación más seria, varían en algo sus charlas para mantener la atención, pero el mensaje es siempre el mismo.
Durante la fase de «cambio», todas estas repeticiones se centran en unos cuantos temas básicos. Se les dice a los novicios lo malo que es el mundo, y que los no iluminados no saben cómo arreglarlo. Esto es así porque la gente común carece del nuevo «entendimiento» que ha traído el líder. El líder es la única esperanza para conseguir una felicidad duradera. A los reclutas les dicen: «Tu personalidad es la que te impide experimentar plenamente la nueva verdad». Tus "viejos conceptos" son los que te mantienen sujeto. Tu mente "racional" te impide acercarte a este fantástico progreso. Ríndete. Déjate ir. Ten fe».
Los comportamientos se moldean al principio de forma sutil, después con más determinación. El material que servirá para construir la nueva identidad se suministra gradualmente, pieza a pieza, y sólo se aumenta el ritmo cuando se considera que el sujeto está preparado para asimilarlo. La regla elemental es: «Dile sólo lo que pueda aceptar». Cuando yo era conferenciante de los Moonies, a menudo discutía las tácticas a emplear con los otros conferenciantes. Para racionalizar nuestras manipulaciones utilizábamos la siguiente analogía: «Tú no le darías a un bebé trozos de filete, ¿no es cierto? Tienes que alimentarle con algo que pueda digerir, como las papillas. Bueno, estas personas (los conversos en potencia) son como bebés espirituales. No les digas más de lo que puedan asimilar o se morirán». Si un novicio se enfadaba porque estaba aprendiendo demasiado sobre nosotros, la persona que trabajaba con él se hacía a un lado y dejaba que otro miembro le diera un poco de papilla.
Las sesiones formales de adoctrinamiento pueden ser muy monótonas y rítmicas: una forma de inducir estados hipnóticos. Resulta bastante corriente que la gente se duerma durante estos programas. Cuando yo era conferenciante de la secta, reprendía a las personas cuando se dormían y las hacía sentirse culpables, pero de hecho significaba que estaban respondiendo bien a la hipnosis. Más adelante aprendí que la hipnosis es algo habitual en muchas sectas. Aun cuando se ponga a echar una cabezada, la persona permanece más o menos atenta a la información y es afectada por ésta, al estar sus defensas intelectuales normales con la guardia baja.
Otra técnica muy eficaz para el cambio es la «experiencia espiritual» inducida, que a menudo se consigue de manera por completo artificial. Su amigo más íntimo en el grupo se encarga de recoger toda la información privada del recluta y se la pasa en secreto a los líderes. Más tarde, en el momento preciso, esta información se utiliza de improviso para crear una «experiencia». Tal vez semanas después, en otra ciudad, un líder entrevista al recluta y le habla de pronto del suicidio de su hermano. Como sabe que no ha hablado de ello con nadie de este nuevo lugar, el recluta piensa que el líder ha leído sus pensamientos o que ha sido informado directamente desde el mundo de los espíritus. Se siente sobrecogido y pide perdón por no ser mejor hermano.
Las sectas religiosas destructivas no son las únicas en organizar experiencias «místicas». Un experto en artes marciales y autotitulado «mentalista», que estaba formando su propia secta, pagaba en secreto a unos gamberros para que agredieran a algunos de sus estudiantes en la calle, para intensificar su miedo al mundo «exterior», se entrenaran más y en consecuencia se hicieran más dependientes de él. Un psicoterapeuta (líder de una secta) manipuló a una de sus clientes echándole en cara su incapacidad para seguir la dieta. No le dijo que la había visto horas antes cuando se comía un helado. Ella creyó que el hombre tenía poderes ocultos.
Una técnica bastante común en las sectas religiosas consiste en pedirle a sus adeptos que le pregunten a Dios qué quiere Él que hagan. Les exhortan a que estudien y recen para llegar a conocer la voluntad de Dios. Siempre se insinúa que unirse al grupo es lo que Dios quiere, y que abandonar el grupo es traicionar su voluntad. Claro que si una persona le dice al líder de la secta que Dios le ha indicado que debe abandonar, tal deseo no será aceptado como válido.
Tal vez la persuasión más poderosa es la ejercida por los otros miembros de la secta. Para una persona normal, hablar con un adepto adoctrinado es toda una experiencia. Es muy probable que usted no haya conocido jamás a nadie, amigo o familiar, que esté tan absolutamente convencido de saber qué es lo mejor para usted. Un buen adepto jamás acepta un no por respuesta, porque ha sido adoctrinado para creer que si usted no se adhiere, el culpable es él. Esto genera una gran presión sobre el adepto para que triunfe.
Cuando uno está completamente rodeado por esta gente, la psicología del grupo desempeña un papel muy importante en el proceso de «cambio». Se organiza adrede a los individuos en pequeños grupos específicos (o células). Quienes hacen demasiadas preguntas son aislados enseguida del grupo principal. En los Moonies, organizábamos equipos pequeños al empezar los talleres de trabajo para evaluar a los reclutas. Los dividíamos en «ovejas» y «cabras», y los destinábamos a sus respectivos grupos. Las «ovejas» eran aquellos que estaban «preparados espiritualmente». Las «cabras» eran individualistas recalcitrantes de quienes no se podía esperar que fueran buenos miembros. Si no se les podía «quebrar», su «negatividad» quedaba confinada con toda seguridad en un equipo de cabras donde las ovejas no podían acercarse, hasta que se pedía a las cabras que se marcharan. Más tarde, después de abandonar el grupo, me sorprendí mucho al saber que otras sectas muy distintas a la nuestra hacían lo mismo. Nosotros pensábamos que habíamos inventado la técnica.
Pero el proceso de cambio engloba mucho más que la obediencia a las figuras autoritarias de la secta. Incluye las numerosas sesiones de «participación» con los miembros de base, en las cuales se confesaban los antiguos pecados, se narraban los triunfos del presente y se fomentaba el sentimiento de comunidad. Estas sesiones de grupo eran muy eficaces para inculcar la adhesión, porque el grupo refuerza con energía ciertos comportamientos mediante efusivas alabanzas y reconocimientos, al tiempo que castiga las ideas y comportamientos ajenos al grupo con un silencio helado.
Los seres humanos tienen una capacidad increíble para adaptarse a nuevos entornos. Las sectas destructivas saben cómo explotar esta capacidad. Mediante el control del entorno del individuo, el uso de la modificación del comportamiento para recompensar ciertas conductas y suprimir otras, y la inducción de estados hipnóticos, pueden verdaderamente reprogramar la identidad de una persona. Cuando la persona ha «cambiado», está lista para el siguiente paso.

La congelación

Después de que alguien ha sido quebrado y adoctrinado en el nuevo sistema de creencias, debe ser reconstruido como el «nuevo hombre» (o la «nueva mujer»). Se le debe dar un nuevo propósito en la vida y nuevas actividades que consolidarán su nueva identidad. Una vez más, muchas de las dos primeras etapas son empleadas en la fase de congelación. Los líderes de la secta deben estar razonablemente seguros de que la nueva identidad se halle bien consolidada cuando la persona salga de su entorno inmediato. De este modo, los nuevos valores y creencias deben ser interiorizados por el nuevo recluta.
La primera y más importante tarea de la «nueva» persona es denigrar su anterior personalidad. Lo peor que le puede pasar a la persona es actuar como él mismo, a menos que ésa sea la nueva personalidad de la secta, que está completamente formada al cabo de varios meses. La memoria del individuo se distorsiona, minimizando las cosas buenas del pasado y exagerando los pecados, los fallos, las heridas y la culpa. Los talentos especiales, los intereses particulares, las aficiones, los amigos y la familia deben ser abandonados -preferentemente en dramáticas actuaciones públicas- si entran en contradicción con el compromiso hecho a la causa. La confesión se convierte en otro medio para purgar el pasado e integrarse en la secta.
Durante la fase de congelación se modela el método primario para proporcionar la nueva información. Los nuevos miembros forman pareja con los antiguos, que se encargan de enseñarle los entresijos. El «hijo espiritual» es instruido para que imite en todo al «Padre espiritual». Esta técnica cubre también otros varios propósitos. Mantiene al miembro «antiguo» en la buena senda al tiempo que gratifica su ego, y estimula las ansias del nuevo miembro de convertirse en un modelo respetado para poder él también entrenar a los miembros más jóvenes.
El grupo es ahora la «verdadera» familia del miembro; cualquier otra es sólo su vieja familia «física». Algunas sectas insisten en una transferencia muy literal de la lealtad familiar. Jim Jones no era ni por asomo el único líder de una secta que insistía en que sus seguidores le llamaran «Papá». En mi propio caso, yo dejé de ser Steve Hassan, hijo de Milton y Estelle Hassan, y me convertí en Steve Hassan, hijo de Sun Myung Moon y Hak Ja Han, los autoproclamados «Padres Verdaderos» de toda la creación. A cada momento me recordaban que debía ser un pequeño Sun Myung Moon». Conforme se afirmaba mi nueva identidad, yo quería pensar como él, sentir como él, actuar como él.
Para acelerar la congelación de un individuo, algunas sectas le dan un nombre nuevo. Muchas le cambian su forma de vestir, el peinado, y todo aquello que pueda recordarle el pasado. Como ya he mencionado, muchas veces los miembros deben aprender a hablar una jerga distintiva o lenguaje simplificado de la secta.
Por lo general se ejerce gran presión sobre el nuevo miembro para que entregue sus ahorros y demás posesiones. Esto persigue un doble propósito, además de enriquecer a la secta. Donar los ahorros de toda una vida congela al individuo en el nuevo sistema de creencias. Sería demasiado doloroso admitir el error, y también consigue que la supervivencia económica en el mundo exterior parezca mucho más difícil en caso de que la persona piense alguna vez en abandonar la secta.
El impedirle dormir, la falta de intimidad y los cambios dietéticos se prolongan durante varios meses, y a veces más. Al nuevo miembro se le traslada a algún lugar lejos de su vecindario y de sus fuentes de influencia, incluso en una nueva ciudad donde no ha estado jamás y donde no conoce a nadie. Esto fortalece aún más la dependencia total respecto a las figuras autoritarias de la secta.
Es típico que al nuevo miembro se le asignen tareas de proselitismo tan pronto como sea posible. Las investigaciones realizadas en psicología social demuestran que nada afirma tan rápidamente las nuevas creencias como intentar convencer a otros para que las acepten. Buscar nuevos adeptos cristaliza la identidad construida por la secta en un plazo muy breve.
Algunos grupos se autofinancian mediante la utilización de métodos para recaudar fondos que son arduos y humillantes, como por ejemplo pedir limosna en las calles durante las veinticuatro horas del día. Esta labor se convierte en una forma de glorioso martirio que ayuda a congelar el compromiso con el grupo. ¡Correr de un lado para otro en el aparcamiento de un supermercado vendiendo flores a un precio exorbitante bajo una lluvia torrencial es una eficaz técnica para conseguir que uno crea en lo que está haciendo!
Después de unas cuantas semanas de proselitismo y recolección de fondos en el mundo exterior, el miembro es, por lo general, reenviado a nuevas sesiones de adoctrinamiento. Este ciclo puede repetirse docenas de veces en el transcurso de los años.
Cuando el novicio ya ha pasado el tiempo suficiente con los miembros «antiguos», llega por fin el día en que se puede confiar en él para que entrene a otros recién llegados. De esta manera, la víctima se convierte en victimario, con lo que se perpetúa el sistema destructivo.

Doble identidad: la clave para comprender a los miembros de las sectas

Si tienen libertad para escoger, es de suponer que, las personas elegirán siempre lo que creen mejor para ellas. Sin embargo, los criterios éticos para determinar qué es «mejor» deberían ser propios, y no de algún otro. En un entorno de control mental, la libertad de elección es lo primero que se pierde. La razón para esta pérdida es muy simple: el miembro de la secta ya no actúa por sí mismo. Tiene una nueva estructura de identidad creada de forma artificial por la secta, que incluye nuevas creencias y un nuevo lenguaje. La doctrina de los líderes de la secta se convierte en el único «mapa» de la realidad con que cuenta el nuevo miembro.
El adepto de una secta de control mental está en guerra consigo mismo. En consecuencia, cuando se trata con un miembro, es de suma importancia tener siempre presente que posee dos identidades.
Al principio, identificar estas identidades duales resulta a menudo confuso para los familiares de los adeptos, sobre todo en las primeras semanas o meses después del ingreso, cuando la nueva identidad es la dominante. En un momento dado, el individuo está hablando en la jerga de la secta con un aire hostil o elitista, de sabelotodo. Entonces, sin previo aviso, parece volver a su viejo yo, con sus viejas actitudes y modos de ser. Hasta que, de repente, de nuevo se convierte en un extraño. Este comportamiento resulta muy familiar para cualquiera que trabaje con miembros de sectas, como es mi caso.
Por motivos prácticos, llamo a estas dos identidades «Juan Juan» (cuando Juan, por decir un nombre, es casi «él mismo») y «Juan Secta» (cuando Juan se comporta como un «clon» de la secta). Por lo general, sólo uno de los dos yos ocupa la conciencia cada vez. La personalidad que la ocupa más tiempo es la identidad de la secta. La vieja identidad únicamente se presenta de manera intermitente.
Es esencial que los familiares del adepto se acostumbren a las diferencias entre estos dos patrones de identidad, tanto en cuanto al contenido (de lo que habla el individuo) como a las modalidades de comunicación (la manera de hablar y actuar). Los dos son muy diferentes.
Cuando Juan Secta habla, su discurso es el de un «autómata» o como la grabación de una conferencia de la secta (lo que yo llamo una «cinta sin fin»). Hablará con una identidad y volumen inapropiados. Adoptará la típica postura rígida, con los músculos faciales tensos. A los familiares les llamará la atención el aspecto de sus ojos, vidriosos o fríos, y su mirada, que a menudo parece observar algo situado detrás de los interlocutores.
En el otro extremo, cuando Juan Juan habla lo hace de forma emocional. Será más expresivo y estará más dispuesto a compartir sus sentimientos. Será más espontáneo, y hasta puede mostrar un cierto sentido del humor. Su actitud será más relajada y amistosa, y el contacto visual no parecerá forzado.
Esta cruda descripción de una personalidad dividida puede parecer demasiado simplista, pero es asombrosamente ajustada. Empezar a hablar con alguien y sentir que, cuando estás a mitad de una frase, una personalidad diferente se apropia de su cuerpo, resulta una experiencia estremecedora. Advertir el cambio, y actuar de forma apropiada, es la llave para alcanzar la personalidad real del sujeto y liberarlo de las cadenas de la secta, como describiré en los próximos capítulos.
Pese a los reiterados intentos del adoctrinamiento de la secta para destruir y suprimir la vieja identidad y reemplazarla por la nueva, casi nunca se consigue un éxito total. Las buenas experiencias y los recuerdos positivos rara vez desaparecen del todo, aunque, desde luego, la identidad de la secta intentará enterrar los viejos puntos de referencia y sumergir el pasado del individuo. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la vieja identidad se rebela y busca caminos para recuperar su libertad. Este proceso se acelera mediante los contactos positivos con personas que no son adeptos, y mediante la acumulación de las malas experiencias vividas en el grupo.
Es la identidad «real», enterrada muy hondo, la que ve y registra las contradicciones, las preguntas y las desilusiones. Siempre me sorprende, aunque pasé por la misma experiencia durante mi desprogramación, que durante las largas sesiones de una intervención, mis clientes sean capaces de verbalizar incidentes negativos muy específicos que ocurrieron en su etapa de miembros de una secta. Las personas son capaces de recordar cosas horribles, como ser violadas por el líder de la secta, o verse forzadas a mentir, estafar o robar. A pesar de que en ese momento sabían que estaban haciendo algo mal, o que se abusaba de ellos, no podían enfrentarse al hecho o actuar en su contra porque la identidad de la secta tenía el control. Era sólo cuando su identidad «real» recibía permiso y se la alentaba a hablar que estas cosas llegaban a la conciencia. Por cierto que una parte esencial del asesoramiento en abandonos consiste en que la persona saque a la luz sus propias experiencias, de forma tal que pueda procesarías.
En mi trabajo de asesor, he visto una y otra vez que la personalidad «real» tiene las claves de lo que hay que hacer para invertir el proceso de control mental. Está claro que la personalidad «real» es la responsable de la aparición de las frecuentes enfermedades psicosomáticas que sufren los miembros de las sectas. He conocido gente que había desarrollado graves problemas epidérmicos, con lo cual se evitaban los agotadores horarios de trabajo y tenían tiempo para dormir. Otros desarrollaban asma o profundas reacciones alérgicas para poder buscar atención médica y ayuda en el exterior. La personalidad «real» se expresa también de otras maneras. Puede ejercer presión sobre la personalidad de la secta para ir a visitar a su familia, poniendo como excusa la necesidad de recoger ropas o dinero, o la de hacer nuevos reclutas. También puede mostrar indicios de que la persona desea ser rescatada cuando habla con familiares o amigos. Diversas familias se han puesto en contacto conmigo después de que su hijo o hija les dijera que no buscaran a un consejero profesional para que les sacara de la secta. Antes de que el adepto formulara tal advertencia, las familias ni siquiera tenían idea de que existía alguien a quien podían pedirle ayuda.
La personalidad «real» también es la responsable de generar sueños temáticos. He conocido a centenares de ex miembros que me han contado que tenían continuas pesadillas durante su permanencia en la secta. Eran los típicos sueños donde aparecían los temas de estar perdido, herido o atrapado. Me han explicado que en sus sueños estaban perdidos en un bosque oscuro, se ahogaban o estaban prisioneros en un campo de concentración.
Algunas personas me han dicho que tuvieron una «revelación» que les indicaba que debían abandonar el grupo. Comentaban que, en aquella época, ellos (con la identidad de la secta) no querían abandonar el grupo, pero que su experiencia «espiritual» era tan poderosa que siguieron las instrucciones y buscaron ayuda. Yo creo que Dios trabaja a través de las personas, y que es capaz de indicarles que abandonen las sectas destructivas.
Mi creencia de que Dios actúa a través de otras personas se basa, en parte, en una de mis propias experiencias. Cuatro años después de que abandonara la secta, por accidente escuché a mi madre que hablaba con otra persona. Ella explicaba: «No se lo cuentes a Steve, pero recé durante un año para que Dios le rompiera una pierna. Yo decía: Querido Dios, no le hagas mucho daño. Sólo el necesario para que podamos encontrarlo y rescatarlo». Me quedé anonadado y le pregunté a mi madre por qué no me lo había contado después de tantos años. Ella me respondió: «No está bien rezar para pedir que alguien se haga daño. No quería que te enfadaras conmigo». Claro que no me enfadé. En cambio, acudió a mi memoria lo que me había dicho uno de los enfermeros cuando me sacaban del interior de la furgoneta: «¡No estás muerto de puro milagro!».
Como hombre de fe, creo que Dios escuchó las oraciones de mi madre. Me rompí la pierna. Creo que en algún nivel inconsciente, mi yo «real» fue influido desde lo alto para que me quedara dormido y me despertara en el momento exacto. Desde luego, no puedo probarlo, pero he oído hablar de otras personas que han sufrido «accidentes» que les condujeron a la libertad.
No importa el tiempo que una persona haya pasado en una secta destructiva, siempre hay esperanzas de poder ayudarla. No hace mucho hablé con una abuela de 85 años de edad que abandonó una secta destructiva de Nueva jersey después de estar quince años en ella. Le brotaban las lágrimas mientras describía lo maravilloso que era volver a ser libre. Yo también lloraba. Sabía exactamente lo que ella quería decir.


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